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Capítulo 05

Esa semana fue como un sueño para Haerin.

Al día siguiente, como era sábado, partieron a YongPyong Ski Resort, un lujoso centro de esquí en el que iban a estar por toda la semana. Poseía no sólo pistas de esquí y lujosos hoteles, sino también piscinas temperadas y un sauna, una zona de golf, habitaciones de juegos y karaoke, restaurantes y pubs, tiendas para comprar distintas cosas y un salón de bolos. Además, contaba con teleféricos para recorrer todo el lugar.

Minji no escatimó ningún gasto en ese pequeño viaje. Llevó a Haerin a todas partes para pasar tiempo juntas, y la omega sólo se dejaba llevar por esa efímera felicidad. Efímera, porque era lo que siempre pasaba entre ellas: la alfa la mimaba unas semanas antes de volver a la rutina de todos los días.

Por eso mismo, no le dijo del embarazo todavía. Haerin quería disfrutar esos días sin preocupación alguna, sólo las dos y ese bonito lugar que parecía como un cuento de hadas. Tal vez ese era su florecimiento, pensó mientras abrazaba el brazo de Minji y subían por el teleférico, abrigadas para evitar el frío. Florecía pocas veces al año, cuando Minji le dirigía una mirada, y después se escondía otra vez, esperando una señal para volver a nacer.

Aunque era un poco complicado ocultarle del embarazo, comenzando por el hecho de que ya no podía beber alcohol. Usó mil veces la excusa de que no lo aguantaba bien, sin embargo, la alfa no parecía muy convencida por eso. Por otro lado, se fijó un día mientras salía de la tina, su vientre estaba un poco más hinchado. Era como si hubiera comido un montón de cosas ese día, con la tripa sobresaliendo un poco.

―Creo que estoy rechoncha ―comentó una tarde, mientras estaban en el salón de bolos―. ¿Me viste? Debería...

―No digas estupideces ―contestó Minji, agarrando el bolo rojo con el que jugaba―. ¿Rechoncha? Aunque lo estuvieras, serías más adorable de lo que ya eres.

―¿Lo dices en serio?

―Claro ―la alfa le guiñó un ojo―, tendría más para agarrar cuando te follo, bebé.

Haerin estuvo tentada de lanzarle su bolo azul, pero sólo le sonrió, feliz.

El dos de enero les tocó volver de esas cortas vacaciones. La omega sabía que eso sería todo por ahora: Minji volvería a trabajar y los murmullos regresarían. Estaba bien, ya se encontraba preparada para eso, porque era su rutina diaria. Atesoró esa bonita semana en el fondo de su corazón y la guardó con recelo, para recordarla cuando volvieran los días malos.

Al día siguiente, Minji llegó a casa a las cinco y media. Haerin había estado de rodillas, en cuatro, buscando el control remoto bajo el sofá, cuando escuchó la puerta siendo abierta y Kim apareció.

―¿Min? ―preguntó, boquiabierta, y miró la hora―. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué tan temprano?

―Quédate allí ―masculló la azabache, caminando hacia ella y agarrándola de la cintura―, ¿por qué no me recibes así todos los días?

Haerin le iba a preguntar a qué se refería, pero recibió una nalgada sobre su pantalón y las manos de Minji le bajaron la prenda. Ni siquiera protestó o se quejó, tan sorprendida de que su alfa estuviera ahí, tan desesperada por hacerla suya.

Gimoteó al sentir la polla frotándose entre sus nalgas y sólo levantó más el culo, dándole mejor acceso.

Una vez acabaron, con la omega sentada en las piernas de la mayor y haciendo arrumacos, recordó todo.

―Minji ―habló, con las mejillas coloradas y una sonrisa risueña―, ¿qué haces aquí? Siempre llegas más tarde, ni siquiera tengo lista la cena.

―Olvida la cena, ¿no me quieres aquí? Si es una queja, puedo volver...

―¡No! ―chilló la más baja―. No, llega siempre a esta hora, me encanta que estés en casa.

La omega no lo decía en serio, porque sabía que eso era una anomalía, se salía de la rutina. Tal vez Minji sólo estaba cansada y decidió trabajar lo justo y necesario, y los próximos días todo volvería a la normalidad.

Sin embargo, Minji volvió a llegar temprano la siguiente tarde. En ese momento, Haerin estaba en el baño, dándose una larga ducha en la tina, con burbujas en la superficie. Se sobresaltó cuando la puerta del baño se abrió, y su mujer llegó con una sonrisa satisfecha. La alfa se desnudó pronto y se metió a la tina, entre los balbuceos atónitos de Haerin, y tal como el día anterior, tuvieron sexo.

―Estás muy insaciable ―le dijo la castaña al terminar.

―No sé qué me pasa ―contestó Minji, relajada en el agua caliente―, pero cuando siento tu aroma, mi alfa lo único que quiere es tomarte. ¿Te molesta? Sabes que...

―Tómame lo que quieras, mi amor ―contestó Haerin.

―¿Ves? ―gimoteó―. Eres tú, me estás tentando. Tu aroma es distinto, ¡es como si fueras una afrodisiaca! ¿Por eso ya no consumes alcohol?

Haerin se rió, escuchando las protestas de la otra, pero sintiendo una leve culpabilidad. Debería decirle, ¿no? Ya era momento de decirle la verdad, que sería madre. Que ambas serían madres y tendrían una familia más grande y podrían usar esos cuartos vacíos que durante mucho tiempo la persiguieron.

―Te amo ―le dijo, sin poder evitarlo, y la abrazó.

Minji le devolvió el abrazo.

―También te amo ―contestó, y la menor no pudo evitar la sorpresa una vez más, porque era la primera vez que se lo escuchaba decir.

Era la primera vez que le decía eso. Siempre usaba los te quiero para los momentos de cariño, nunca un te amo, y eso hizo que su corazón se estrujara de una forma inexplicable, la emoción provocándole temblores en su cuerpo. Sin poder evitarlo, la abrazó con más fuerza, y Minji le besó la piel del cuello, sobre su marca.

―Me gusta cómo suena ―le susurró la alfa, y Haerin comenzó a mover sus caderas, sin poder evitarlo―, te amo, te amo, te amo, Haerin.

La de ojos gatunos se sintió embriagada con esas palabras.

Minji siguió trabajando en su horario establecido por el resto de la semana y dejó las horas extras. Con la alfa en casa, hacían las comidas en conjunto, se ponían a ver series en la televisión y, a veces, iban de compras juntas también. La siguiente semana comenzó de la misma forma, y Haerin decidió que ya era el momento de decírselo.

Quedó en ir a verla a su trabajo a la hora de almuerzo, llevando la comida para que las dos comieran en la oficina de su esposa. Se puso lo más bonita que pudo, guardó las cosas y subió al auto. En ese momento, recibió un mensaje. Era de Kazuha.

Zuha~

Rinnie, ¿estarás en casa más tarde?

Quería darte un regalo por tu embarazo.

Rinnie

¡No te preocupes!

Voy ahora a ver a Minji.

Zuha~

¡Bien! Te veo entonces.

Haerin tarareó todo el camino al edificio, sintiéndose tan feliz por cómo iban las cosas. Minji, de alguna forma, pareció darse cuenta de lo que necesitaba la omega, y eso le hacía sentir tan contenta que hasta podría cantar. Además, con la amenaza de Minji en esa fiesta, los murmullos a su alrededor se esfumaron.

Es decir, a veces seguía sintiendo las miradas maliciosas, sin embargo, ya nadie susurraba cuando llegaba a algún lado. Eso era lo segundo mejor de todo.

Bajó del auto y entró al edificio, saludando a todo el mundo. En el ascensor se encontró con Eunchae, que también iba subiendo, y se fueron conversando todo el camino.

―Felicitaciones ―agregó su amiga omega, cuando las puertas se abrieron―, por tu embarazo.

―¿Cómo...? ―preguntó, parpadeando.

―¡Se nota! ―Eunchae le guiñó un ojo―. Estás resplandeciente, Hae.

Haerin se puso colorada, pero salió detrás de Eunchae, tan contenta y emocionada.

Mientras caminaba hacia la oficina de Minji, se encontró con Kazuha a pasos de esta. La alfa le saludó, sonriente también, y Haerin se acercó a hablar un poco con ella.

―Pareces florecer ―dijo su amiga.

―Me siento como la más bonita de las flores —bromeó, riéndose.

―¿Sí? Mira, tengo un regalito para ti, por tu embarazo ―contestó Kazuha, entrando a su oficina, y salió cinco segundos después con un ramo de flores: eran gardenias, de un blanco puro muy hermoso―. Me recuerdan a ti, Rinnie.

―¡Kazuha, no era necesario! ―dijo conmocionada, pero recibió las flores―. Muchas gracias, esto es...

―¿Qué mierda es esto?

La omega se sobresaltó cuando escuchó la enfurecida voz de Minji viniendo detrás de ella. La chica se giró, viendo a su mujer observando a Kazuha con los ojos refulgiendo por la rabia y las manos apretadas en puños. Haerin interpretó la escena enseguida: ella recibiendo unas flores de otra alfa, que le estaba cortejando desde hace mucho.

―Minji... ―comenzó a decir, con la voz temblando.

―¿Por qué mierda le estás dando flores a mi omega? ―Minji la ignoró, pasando de largo y empujando a Kazuha por los hombros―. ¿Acaso no te quedó claro lo que te dije la otra vez? ¡No te quiero cerca de ella!

―No puedes impedirme estar cerca de mi amiga —replicó Kazuha, mirándola despectiva—. Si Haerin me dice que me aleje, entonces lo haré. Mientras, no tienes que meterte entre ella y yo.

No fue la mejor elección de palabras, Haerin lo supo enseguida. Minji no tardó en levantar su puño y golpear a Kazuha en el rostro, botándola al suelo. El resto de los trabajadores a su alrededor exclamaron por la sorpresa.

―¡Minji, por Dios! ―exclamó Haerin, espantada.

―¡¿Ella y tú?! ―gritó Kim, iracunda―. ¡Una mierda! ¡Haerin es mi omega, es mi esposa, y estoy harta de que trates de quitármela!

―¡Mejor aprende a ser una mejor esposa si no quieres que la enamore! ―escupió Kazuha, golpeándola de vuelta.

―¡Basta, dejen esta estupidez! ―exclamó la menor―. ¡Por favor, deténganlas!

Nadie parecía querer meterse, porque las dos alfas exhalaban un montón de feromonas de rabia y cólera. El fuerte aroma golpeó a la embarazada, haciéndola temblar por el miedo de la situación.

Kazuha tenía el labio roto, mientras que la nariz de Minji sangraba. Cuando Haerin sentía que rompería a llorar, la madre de su alfa apareció con una clara expresión de sorpresa.

―¡¿Qué demonios está pasando?! ―dijo, y agarró a Kazuha, que en ese momento estaba sobre Minji, y la tiró de la camisa―. ¡Deténganse ahora!

Soobin, uno de los empleados, sostuvo a la japonesa. Hyorin fue donde su hija y la asió desde el saco, arrastrándola hacia Haerin,

―¡Miren el desastre que son! ―gruñó―. ¿Cuántos años tienen? ¡Ya son adultas! ―las dos alfas menores se encogieron en sus lugares. Haerin tomó a Minji del brazo―. ¡A sus oficinas, ahora, o las despediré! ¡Y no me importará que seas mi hija, Minji!

Haerin tiró de Kim hacia la oficina, sin dejar de temblar. La alfa gruñía y miraba hacia atrás, a Kazuha, pero al menos no volvió a lanzarse sobre ella. La castaña cerró la puerta.

―Estoy harta de esa idiota ―comenzó a decir la más alta, yendo a su escritorio a buscar un pañuelo―, mirándote, haciéndote ojitos, y tú dándole falsas esperanzas, como...

―Si me ofendes, me marcho de aquí ―habló Haerin, con la voz tiritando.

Minji comenzó a limpiar su sangrante nariz. Seguía viéndose muy enojada, enfurecida y fuera de sí. Haerin nunca la vio así, porque... porque nunca hubo motivos, en realidad. Minji jamás había llegado a ese punto de celos, ya que, además, Haerin no le dio motivos para ello.

―¿Regalándote flores? —la miró―. ¿Por qué esa idiota te regaló flores? ―sus ojos se estrecharon―. ¿Ahora me vas a decir que son amantes?

Haerin dio dos pasos y la abofeteó. La palmada resonó en la oficina, que estaba en sepulcral silencio, y la omega apretó sus labios. Minji se movió a los segundos, dándole la espalda.

―Eres una cretina ―le dijo la castaña, y sus ojos se pusieron llorosos―, vete a la mierda, Minji.

Se volteó para salir de allí, pero la alfa volvió a girarse y le agarró del brazo.

―Perdón, perdón ―se disculpó, agotada―. Lo siento, Dios, esto es... Perdón, no tuve que decir eso. Sigo muy enojada y...

Haerin sabía que no era la mejor opción, que debería esperar a que se calmaran. No era lo ideal en ese momento.

―Minji ―sin embargo, ya no lo aguantó más―, Kazuha me regaló flores porque... porque estoy embarazada.

La mayor se echó hacia atrás, sorprendida y atónita. Abrió la boca, pero no emitió sonido alguno por otros largos segundos. Presionaba el pañuelo contra su nariz, aunque más allá de eso, no hizo algún otro gesto.

―¿Qué? ―fue lo único que dijo luego de unos minutos.

―Estoy embarazada ―repitió―, vamos a ser madres, Minji.

Otros segundos de silencio.

Minji fue la primera en moverse, pero no de la forma que Haerin esperaba. Ella se imaginaba el grito de felicidad y un abrazo, sin embargo, ocurrió todo lo contrario.

Min se desmayó. Sus ojos rodaron, retrocedió un paso y cayó al suelo de forma estrepitosa. La omega no podía creer lo que estaba ocurriendo frente suyo, y sólo contempló dos segundos el cuerpo inerte de su mujer antes de gritar por ayuda.

Para su propia fortuna, Kyungsoo, otro de los trabajadores, apareció y observó la escena con sorpresa, antes de ayudarla a arrastrar a la alfa al sofá. Además, fue a buscar un paño con un vaso con agua para tendérselo a la omega. Haerin no sabía cómo interpretar todo eso.

Mientras seguía inconsciente, le limpió la nariz para quitarle los restos de sangre, y con el paño húmedo, le mojó el rostro con cariño. Diez minutos después, Minji soltó un quejido y comenzó a removerse. Abrió los ojos de golpe y la observó, aturdida.

―Haerin ―habló, con la voz ronca―, tuve un sueño horrible.

Haerin frunció los labios.

―¿Soñaste que estaba preñada?

―¡Sí! ―tosió―. Pero me decías que era de Kazuha y querías el divorcio.

Ahora, la chica bajita rodó los ojos, un poco enfadada todavía por lo que acababa de ocurrir. Minji fue una idiota completa, le dijo cosas feas y, además, golpeó a su amiga. Por otro lado, se desmayó cuando le dio la gran noticia, ¿es qué podía ser más idiota?

―Minji ―dijo, con poca paciencia―, ¿recuerdas lo que hiciste y dije?

―¡Claro que sí! ―saltó la azabache, antes de soltar un nuevo quejido―. Por Dios, esa estúpida tiene un puño fuerte. Cuando la vuelva a ver...

―¡No harás nada! ―explotó Haerin―. ¡No le harás nada, porque Kazuha no hizo nada malo! ¡Estás más concentrada en eso que en...! ¡Ni siquiera me has felicitado por estar embarazada!

Minji abrió la boca, atónita por el arrebato de la omega. Haerin le miró con rencor y su pareja tuvo la decencia de verse avergonzada.

―Yo... Uh... Lo si-siento, Hae ―se disculpó, tragando saliva―. Espera, entonces, ¿realmente estás embarazada?

―¡Claro que sí! ―Haerin se puso de pie―. ¡¿Por qué mierda estaría mintiendo?!

―Pensé que lo decías para hacerme una broma ―trató de explicar.

Haerin agarró el vaso, con restos de agua, y le lanzó el contenido. El rostro de la alfa quedó empapado, pero se quedó congelada por la acción.

A Haerin le estaba valiendo todos sus esfuerzos el no lanzarse sobre su esposa a darle otro golpe que le quebrara la nariz.

Minji parpadeó.

―Eso quiere decir que... ―sacudió su cabeza―, ¿por eso no estabas bebiendo alcohol?

―¡Eres una genia, Minji!

―No, no me estás entendiendo ―la mayor se puso de pie también, con una expresión calculadora ahora―. Haerin, llevas sin beber alcohol por casi un mes.

Oh. Mierda.

La omega supo enseguida por donde estaba yendo la mente de Minji. Lo podía casi ver ante sus ojos.

―Y Kazuha lo sabía, porque te regaló esas flores para felicitarte ―la azabache la miró―. ¿Hace cuánto lo sabías y por qué demonios me estoy enterando ahora?

Rascó su nuca, incapaz de hablar para justificarse. Por Dios, todo era un desastre en ese momento, ¿cómo las cosas podían dar un giro tan rápido en menos de un minuto? Ni siquiera sabía bien qué inventar para no salir tan trasquilada en esa tonta situación.

Aclaró su garganta, decidida a ser lo más honesta posible. Minji iba a enfadarse y hasta ahí llegaría todo el amor que le dijo, pero ya no podía mentirle más.

―Cuando... cuando tuvimos esa pelea grande ―habló―, a inicios de diciembre. Estuve...

―Estuviste vomitando ―Minji tenía las cejas arrugadas.

―Sí. Me hice un... un examen de la farmacia y arrojó positivo. Yo no... no sabía cómo decírtelo, porque habíamos discutido y estaban esos rumores y... y tenía mucho miedo, Minji ―su voz tembló―. Sé que no es justificativo, pero no sabía cómo te lo ibas a tomar. Tenía mucho... mucho miedo de que ni siquiera te pusieras contenta ―se puso a llorar, sin poder evitarlo, y soltando todo lo que estuvo sintiendo esos últimos meses―. Ni siquiera sabía si me amabas en ese momento.

La omega frotó sus ojos para alejar las lágrimas, sin levantar la vista porque no quería ver el rostro de su mujer . No quería ver el odio y el repudio allí.

―¿Cómo podías creer eso, Haerin?

―Porque no me lo decías ―sollozó la chica―. Porque no... no me lo demostrabas seguido. Siempre me sentí en segundo lugar, como si fuera un objeto decorativo para ti. Algo que admirar en ocasiones y nada más. Te la pasabas trabajando, apenas tomándome en cuenta, y escuchaba que tenías amantes, así que no sabía qué... qué creer. Estaba de-demasiado confundida, habíamos peleado y no hablábamos, era un caos en mi mente.

Siguió llorando unos segundos, en los que Minji no habló. Parecía que le estaba dando su tiempo para continuar, y Haerin lo agradecía, porque temía que se pusiera a atacarla enseguida, sin dejarle dar una explicación.

―Sólo quería que... que mi esposa me diera un poco de su tiempo, pero eso jamás pasaba. Me sentía muy, muy sola, Min... ―sorbió por su nariz, todavía sin mirarla―. Hasta pensaba que, si me ponía a parir, ni siquiera te darías cuenta. Me sentía como un fantasma a tu lado, Minji.

Más silencio. Haerin se sentó, desahogándose, soltando todo lo que estuvo guardando por años. Era como si el peso en sus hombros se estuviera esfumando, y era liberador, pero también muy aterrador. Si estuvo aguantando eso tanto tiempo fue porque no sabía lo que podía provocar, y ahora, estaba a punto de averiguarlo.

―Quise decírtelo en varias ocasiones, pero no encontraba el momento adecuado ―siguió―. Después, tuvimos esas vacaciones tan bonitas, aunque yo pensaba que no iban a durar. Siempre que... que hacíamos esas cosas, cuando me prestabas atención, duraba sólo unas semanas. Yo sabía que todo eso, tus atenciones, tus cariños, iban a desaparecer en algún momento, porque volverías a trabajar, y todo seguiría siendo igual.

―Kazuha, ¿cuándo lo supo ella?

―La noche de la cena de la empresa ―confesó―. Se lo dije porque necesitaba decírselo a alguien. Kazuha solo ha sido mi amiga, Minji, nada más. Nunca ha sido nada más...

Sintió a Minji sentarse en el sofá también, pero todavía era incapaz de verla. Estaba muy asustada de lo que fuera a pasar ahora, de lo que iba a ocurrir. Para ella, ya era casi seguro que su esposa le pediría el divorcio.

―Como la he liado, Haerin-ah.

Levantó la vista bruscamente, mirando el rostro afligido y lloroso de Minji. Jamás la vio así de afectada en su vida, desde que la conoció, siempre lucía como una alfa fuerte y que no se dejaba doblegar por nada. Ahora, parecía a punto de quebrarse también, y eso le asustó aún más.

―No estoy enfadada, Hae ―le agarró la mano―, sólo estoy muy decepcionada de mí y de la forma en que te hice sentir estos años. No fue mi intención jamás, pero no sirve de nada que lo diga, porque al final sí te hice miserable.

―No, no miserable ―se apresuró en corregir―, sólo...

―Te hacía sentir insegura y que no valías nada, cuando eres todo para mí ―le interrumpió la mayor con amabilidad―. Cuando ocurrió eso en la cena, cuando vi la forma en la que te trataban, me di cuenta de que yo permití aquello. Fue por eso por lo que... que me prometí que cambiaría, que sería la esposa que te mereces. Por Dios, tenía tanto miedo de que te enamoraras de Kazuha y decidieras abandonarme, Hae...

La omega soltó unas risas entrecortadas, moviéndose y sentándose más al lado de Minji ahora. La alfa seguía teniendo esa mirada desolada, como si no supiera qué hacer, y Haerin le dio un apretón en la mano.

―Lamento haber sido fría y descariñada contigo ―agregó―, lamento haber priorizado mi trabajo antes que a ti, bebé. Nunca más va a pasar eso, lo prometo ―a pesar de su rostro desconsolado, la alfa le sonrió―. Y estoy muy, muy feliz de que estés embarazada, a pesar de que quise ser la primera en saberlo.

―Eres la tercera ―contestó Kang. Minji le miró con interrogación―. Eunchae lo ha adivinado hoy, dice que se me nota.

Kim olisqueó el aire.

―Eso explica tus feromonas y por qué mi alfa parecía tan enloquecida por ti... Por Dios, ¿cómo no lo noté? Soy una idiota, Hae.

―Sí ―concedió la omega, antes de corregirse―. Lo siento, no quise...

―Vamos, dilo ―provocó la chica, más repuesta―, quiero escucharlo. Sé que te mueres de ganas, no voy a enfadarme.

Haerin, todavía con el rostro húmedo por las lágrimas, se rió torpemente. Sin embargo, Minji le miraba con total seguridad.

―Eres una idiota ―habló, tímida―, una tonta, ¡todo es por tu culpa! Olvidar nuestro aniversario y dejándome de lado... ¡Eres lo peor, Minji! ―se calló unos segundos―. Y te amo. Te amo tanto que estaría dispuesta a ser tu segunda opción, a pesar de todo.

―No ―la alfa la atrajo a su regazo―. Si te vuelvo a hacer sentir así, tienes el permiso para gritarme y golpearme. Y si lo sigo haciendo, puedes irte, Haerin. Puedes marcharte y romperme el corazón ―Haerin la abrazó, sintiendo el aroma de su amante envolviéndola―. Te amo, preciosa. Te amo con todo mi corazón.

―¿De verdad me amas? ―preguntó, torpe, pero esperanzada. Siempre esperanzada.

―Claro que sí ―aseguró, besándola―. Te lo diré cuantas veces quieras, hasta el final de nuestras vidas.

―Dímelo otra vez, por favor.

―Te amo, te amo, te amo, hermosa.

Haerin se rió, abrazándola una vez más, con su corazón latiendo aceleradamente.

―¿Y a nuestro cachorrito también?

―Por supuesto ―un poco titubeante, la alfa le acarició el vientre por encima de la ropa―. Tu madre es una idiota, cachorrito.

Haerin se rió con más ganas ahora, todavía asustada por todo lo que acababa de ocurrir, pero más aún, sorprendida porque el mundo no se hubiera derrumbado. Durante mucho tiempo creyó que decir la verdad de sus sentimientos podía arruinarlo todo, pensó que priorizarse sólo traería problemas, sin embargo, no era así. Minji la escuchó, la consoló, se disculpó y, por sobre todo, la amó también.

―Quiero que te tomes unas vacaciones ―habló, sin soltarla. Minji hizo un ruido afirmativo con su garganta―. ¡Quiero que vayamos a Europa!

―¿Europa? ―cuestionó la mayor, pero recibió un golpe en el hombro―. ¡Ouch! ¿Tengo opción para negarme?

―¡No! ―Haerin la besó en la boca―. Si no lo haces, ¡le diré a Kazuha que me lleve!

―Kazuha puede irse a tomar por culo ―replicó―. Tendrás tu viaje, bebé. ¿Francia?

―¡Italia!

―¿Qué tal Alemania?

―¡E Inglaterra!

―Me dejarás en la miseria.

―Yo te haré miserable si no me llevas.

Minji se carcajeó ante sus palabras y Haerin admiró la forma en que la chica sonreía, con sus ojitos cerrándose, sus encías asomándose. La castaña pensó en lo mucho que quería que su cachorrito tuviera esa misma sonrisa, porque era preciosa.

―Ahora debes pedirle perdón a Kazuha ―agregó.

La risa murió, pero Haerin se puso seria, observándola arrugar los labios en clara señal de inconformidad.

―Esa idiota...

―Es mi amiga, nada más. Te pusiste celosa por una estupidez.

―¿Celosa, yo? Claro que no, qué dices ―bufó Minji.

Haerin sonrió levemente, acariciando el cabello de su mujer.

―¿Puedes pedirle perdón, por favoooooooor? ―le dijo, haciendo un puchero.

Minji soltó unas maldiciones en voz baja, provocando que la menor se riera, y poco después su alfa se puso de pie. Haerin le agarró la mano, siguiéndola fuera de la oficina. A su alrededor, los empleados volvieron a mirarlas, y algunos contuvieron el aire cuando la observaron caminar hacia la oficina de Kazuha.

Haerin estaba lista para usar su arma escondida si volvían a pelear, que era ponerse a llorar. Si no funcionaba, no pensaba hablarle a Minji en semanas.

La alfa tocó la puerta, y Kazuha apareció. Tenía el labio hinchado y el cabello hecho un desastre. Detrás, estaba Chaewon, una omega que trabajaba como secretaria allí.

―¿Qué quieres? ―dijo entre dientes la alfa japonesa.

Minji se aclaró la garganta.

―Lo siento ―se disculpó―, no quise golpearte. Es decir, sí quise hacerlo, y tampoco lo siento, pero Haerin me obligó... ¡AH, MIERDA, HAE!

La omega había pellizcado a Minji en el brazo, su rostro inconforme por lo que acababa de escuchar por parte de su esposa. Kazuha rodó los ojos.

―Yo tampoco lamento haberte golpeado ―replicó la otra alfa―, te lo merecías hace mucho, por todas las veces que hiciste llorar a Haerin.

Bueno, eso definitivamente no fue una gran idea.

Agarró a Minji de los hombros, cuyos ojos refulgieron en clara señal de amenaza. Ellas nunca iban a llevarse bien, lo tenía claro.

Sin embargo, su esposa hizo algo que no se esperaba: se volteó y la agarró de la cintura, atrayéndola a su cuerpo.

―Quiero dar la gran noticia ―dijo en voz alta, haciendo que todos los empleados la miraran. Su madre, que estaba hablando con unos mánagers, también se giró a verlas―, de que mi bonita esposa está en cinta. Haerin y yo seremos madres.

La gente lanzó exclamaciones de sorpresa, felicitándolas y sonriéndoles, aunque Haerin pudo ver algunos rostros maliciosos. Esos murmullos jamás desaparecerían, pero ahora, la omega no los iba a tomar jamás en cuenta.

Hyorin se acercó con clara expresión de sorpresa.

―¡Por fin seré abuela! ―dijo, contenta―. ¡Tu padre llorará de la emoción, Minji! ¡Ojalá sea el primero de muchos cachorritos!

Haerin se puso colorada, sin embargo, Minji la miró y la agarró de la barbilla.

―Claro que será el primero ―afirmó, feliz―, el primero de nuestra familia.

La castaña la abrazó, cerrando sus ojos y pensando que esa era la felicidad que siempre quiso.

Fin

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