Capítulo 03
El día de su aniversario, Haerin no esperó nada especial, pero eso no evitó que no doliera.
Minji salió temprano ese día, murmurando sobre todo lo que debía hacer a lo largo de las horas. La omega decidió levantarse con ella para desayunar juntas, deseando en su interior que la alfa le deseara un feliz aniversario, sin embargo, no pasó nada de eso. Por el contrario, Minji comió en diez minutos, fue a lavarse los dientes y salió con un fugaz beso de despedida. Haerin volvió a la cama, bajoneada.
Decidió distraerse durante el resto del día ordenando la casa. Para tardar más de lo normal, acomodó las cosas del comedor de otra forma, girando el sofá, moviendo el mueble de la televisión, cambiando de lugar la alfombra. Al final, no le convenció para nada, y regresó todo a dónde estaba antes, pero al menos desperdició gran parte de la mañana en eso.
Pensó, entonces, que podría ir a almorzar con Minji. Si preparaba algo y lo llevaba, podrían comer incluso en la oficina.
Sacó su móvil y decidió enviarle un mensaje.
Haerin-ah
Min.
¿Estás muy ocupada?
Siempre enviaba mensajes, porque era mucho más rápido que llamarla. Si estaba con demasiado trabajo, Minji tenía su móvil en silencio y casi nunca atendía llamadas por lo mismo.
Haerin esperó con paciencia. Envió el mensaje a mediodía, así que decidió empezar a preparar la comida por si le contestaba pronto.
A las dos ya tenía todo listo. Su esposa todavía no contestaba.
Min
Estoy corriendo.
¿Pasó algo?
Haerin recibió el mensaje a las cuatro de la tarde. A esas alturas, ya había comido y guardado el resto de la comida.
Haerin-ah
Nada importante, ya lo arreglé.
Avísame a qué hora llegas, para tenerte la cena.
Min
Lo siento, bebé, no llegaré a cenar.
Come y ve a la cama, no sé a qué hora llegaré.
Haerin contestó con un emoji sonriente, sin obtener respuesta. Miró el regalo envuelto sobre la mesa con desánimo, suspirando por su propia estupidez. ¿Realmente esperaba algo más? Encendió la televisión y se puso a ver una serie, queriendo distraerse a pesar de que sus pensamientos estaban en otra parte.
Ella sabía que, cada vez que estaban a punto de debutar un nuevo grupo, o algunos idols tenían un comeback, o debían gestionar los programas en los que participarían sus actores y actrices, el trabajo que tenía la empresa era el doble que un día normal. No era la primera vez que Minji llegaba tan tarde a casa. Sin embargo, llevaba mucho tiempo con un horrible presentimiento de que su alfa le evitaba y estaba con otras personas.
A diferencia de ella, Minji pasaba la mayor parte del día rodeada de mucha gente, por lo mismo, solía llegar con su aroma disperso y mezclado con otros olores. Cuando Haerin la besaba o abrazaba, podía sentir con más fuerza un aroma a lavanda, característico de omegas.
¿Le estaría engañando con alguien de la empresa o sería una omega externa a ella? Probablemente lo último, si fuera con alguien de su lugar de trabajo, ya lo sabría. Muchos compañeros de Minji eran unos chismosos. ¿Se acostaría con esa omega? ¿O sólo serían un par de besos? Qué aburrido era si sólo se besaran, Haerin apostaba por lo primero. Se acostaban y luego Minji se duchaba para eliminar el aroma, aunque siempre quedaban restos. ¿Y qué tal si la seguía un día? No, eso sería demasiado obsesivo y terminaría haciéndose mucho daño si la veía frente a ella.
Sacudió su cabeza con fuerza, espantada, y le subió el volumen a la televisión, como si de esa forma pudiera ahogar todos los pensamientos que seguían surgiendo en su imaginativa cabeza.
A pesar del mensaje de Minji, decidió esperarle igual. Dejó su regalito sobre la mesa del comedor, se acostó en el sillón y siguió viendo películas. Quizás, si llegaba pasadas las nueve, podrían pedir algo para comer, eso estaría bien. No era la celebración de aniversario ideal, pero era mejor que nada.
Cuando dieron las once, se acurrucó en el sofá.
Cerca de la una de la mañana, Minji abrió la puerta lo más silenciosa que pudo, queriendo evitar hacer mucho ruido para no despertar a Haerin. Por Dios, cómo odiaba esas reuniones con los accionistas y gran parte de personas importantes de la empresa. Siempre iniciaban en una oficina y terminaban en algún bar. Por mucho que quisiera escaparse, no podía simplemente marcharse, pues sería una gran falta de respeto con sus padres, que también solían ir. Incluso pensó en llamar a la castaña para que fuera, pero decidió que no la molestaría tan tarde con sus tonterías.
Le llamó la atención ver la luz de la televisión encendida, y caminó hacia el cuarto de estar, viendo a la chica durmiendo en el sofá con una manta encima. Sacudió su cabeza en señal de reprobación, aunque también con cariño, y fue a despertarla. Antes de inclinarse, sus ojos se quedaron congelados en el regalo sobre la mesita: una caja mediana envuelta en papel.
Frunció el ceño ligeramente, ¿para qué era eso?
Un pensamiento fugaz cruzó su cabeza: Kazuha le dio ese regalo a Haerin.
¿Qué se creía esa idiota, cortejando a su omega de esa forma? ¿Acaso creía que ella no sabía que le estaba echando un ojo a Haerin? Tendría que hablar con la alfa para decirle que detuviera ese jueguito, porque no le estaba haciendo ninguna gracia. Haerin ya tenía a Minji, y no estaba dispuesta a compartirla con nadie.
Pero primero, hablaría con su esposa.
Se sentó frente a ella, sacudiéndola con suavidad. Haerin se removió entre quejidos.
―Haerin-ah ―masculló―, vamos, despierta, cariño ―la omega parpadeó, con sus ojitos hinchados por el sueño. Se veía muy adorable―. Venga, ¿qué te dije, Hae? No debías esperarme.
―Mmm... ¿Qué hora es, Min? ―preguntó, con la voz ronca.
―La una y cuarto ―respondió la azabache―. Lamento haber llegado tan tarde, preciosa, te prometo que la próxima semana no será así. ¿Qué tal si vamos a cenar a un lugar bonito el lunes?
Haerin asintió, pero Minji reconoció la decepción en su mirada. Últimamente, esa expresión parecía estar más presente que nunca, y la alfa trataba de entender bien el por qué.
Es decir, ella no encontraba que fuera la mejor esposa del mundo. Era descuidada y olvidadiza, un poco fría, pero tampoco era la peor. Trataba de satisfacer lo más posible a Haerin, de hacerle feliz y de que nada le faltara. De alguna extraña forma, estaba muy encantada con esa bonita omega frente a sus ojos y cada vez que le sonreía, Minji sentía a su alfa saltar de la emoción. Tal vez debería ser un poco más atenta. Bien, comenzaría a serlo de ahora en adelante.
Sin embargo, antes debía resolver el asunto de Kazuha.
―Hae ―le dijo, llamando su atención. La menor, que se enderezó, le miró con interrogación―, ¿quién te dio ese regalo?
Apuntó a la caja. Haerin la miró unos segundos antes de voltearse a ella.
―Yo lo compré ―habló la muchacha. Minji reconoció el dolor en su voz―, para ti.
La alfa parpadeó, desconcertada. Agarró el paquete, observándolo y tratando de entender.
―¿Para mí? ―preguntó―. Pero no es mi cumpleaños, bebé.
―No ―concedió Haerin, quedándose unos segundos en silencio. Bajó la vista―, es de nuestro aniversario, Min.
Minji sintió que se congelaba al escucharla decir eso. Por su tono, por la forma temblorosa en la que habló, era fácil adivinar que Haerin estaba a punto de llorar. La alfa quiso darse de cabezazos contra la mesa.
Su aniversario. Su cuarto año de casadas. Mierda, ¿cómo lo pudo olvidar?
Ya le había prometido a Haerin que no lo volvería a olvidar, considerando que el año pasado también se le escapó. ¿Es que acaso podía ser más idiota? Minji se merecía un premio a la imbécil del año.
Hubo un instante en el que ninguna dijo algo. Haerin sorbió por su nariz.
―Por Dios, lo siento, bebé ―susurró, apenada. Ahora podía entender la decepción de la castaña―, se me olvidó completamente. Lo siento mucho.
―Está bien ―aceptó, sin mirarla todavía.
La culpa aumentó al recordar a Haerin, dos días atrás, a punto de preguntarle sobre el viernes. De seguro, le iba a decir que fueran a comer para celebrar su aniversario, para recordárselo de una manera casual. Además, se levantó a desayunar con ella ese día, con toda probabilidad para tener un momento entre ambas. Y los mensajes que le envió...
Se movió para tomarle la mano. Haerin apenas reaccionó.
―De verdad que lo lamento demasiado, Hae —continuó, triste. Podía sentir el dolor a través del enlace―. ¿Qué tal si mañana lo celebramos? Te llevaré a comer donde quieras y te compraré lo que me pidas, ¿sí? O también podemos quedarnos en casa, y te atenderé como la pequeña princesa que eres. Dime lo que quieres hacer, y lo haremos.
Haerin no contestó enseguida y tampoco le miró a la cara.
―Quiero ir a dormir, Min. Mañana lo vemos, ¿bueno? Estoy cansada y tú también debes estarlo.
Kim quiso insistir, pero decidió que lo mejor era no presionarla. Debía estar muy afectada por lo que hizo, y no era para menos, lo comprendía totalmente. Haerin era una romántica de primera, siempre parecía muy contenta cuando Minji era atenta con ella. A veces, por todo el trabajo que tenía, solía olvidarla y descuidarla. Haerin jamás reclamaba, sólo aceptaba todo con una sonrisa pequeña, y Minji no se sentía merecedora de aquello.
―Bien, vamos a la cama ―concedió la más alta, tratando de sonreírle.
Haerin se puso de pie y caminó hacia el cuarto matrimonial. Minji apagó la televisión, suspirando por el agotamiento, antes de dirigirse también a la habitación. Haerin ya se había puesto el pijama y se estaba cubriendo con las frazadas en ese instante, dándole la espalda. Minji no tardó en seguirla.
Titubeante, la abrazó por la espalda. Haerin no dijo algo, pero tampoco se volteó a acurrucarse contra su cuerpo como habría hecho antes.
―Perdón, bebé ―volvió a disculparse por tercera vez.
―No importa, Min ―murmuró―, tienes mucho trabajo, ya lo sé ―hizo una pequeña pausa―. Mejor dejemos de celebrarlo, para no molestarte más los próximos años.
―Hey, hey ―Minji sacudió su cabeza―, no volverá a pasar, ¿está bien? Me encargaré de que el próximo año tengas la celebración que te mereces, Hae.
―Sí, claro ―aceptó, y la azabache sabía que no le creyó, pero no iba a insistir.
Cuando Haerin se quedó dormida, Minji recordó que el año pasado le dijo exactamente lo mismo.
La culpa no la dejó dormir.
A la mañana siguiente, decidió despertarse temprano a pesar de tener el día libre, y prepararle un desayuno a Haerin para llevárselo a la cama.
La omega, a su lado, estaba durmiendo profundamente, acurrucada en una bolita. Minji se sintió mucho peor al recordar lo ocurrido, porque su esposa no se merecía ese trato, la forma en que solía olvidarse de algunos detalles. Sería un mejor esposa de ahora en adelante, eso ya lo tenía decidido.
En la cocina, calentó el agua en el hervidor y buscó la bandeja que solían usar para esas ocasiones. Sirvió jugo de fresa, el favorito de Haerin, y calentó unas tostadas. Preparó huevo revuelto y acomodó dos muffins que la castaña compró el día anterior. A Haerin le preparó un té, mientras que ella se hizo un café, pensando en dónde salir con su chica ese día para recompensarle su actitud.
El zoológico podría ser, o quizás el acuario. A veces, Haerin era como una niña pequeña que se sorprendía con ese tipo de paseos y los disfrutaba plenamente. La playa también sería una buena opción, podrían irse en ese momento y regresar el domingo, arrendando una cabaña para las dos.
Cuando dejó el hervidor en su lugar, su móvil sonó. Era su mamá.
―¿Mamá? ―contestó.
―Necesito que vengas ―dijo ella a modo de saludo. Minji cerró sus ojos―, tenemos un escándalo. Una persona está denunciando a una idol de beber y fumar siendo menor de edad.
―No puedo, mamá ―contestó Minji―, hoy tengo planes con Haerin. Dile a Kazuha o a Eunchae, ellas pueden...
―Te necesito a ti ―replicó―, a las tres para resolver esto. Ellas ya vienen. Haerin lo entenderá, pueden hacer esos planes otro día.
Minji vaciló un momento, sin saber qué hacer exactamente. Sabía que Haerin no le diría nada si le decía que debía marcharse, no era la primera vez que tenía que trabajar un día sábado por alguna emergencia. Su esposa aceptaría sus palabras en silencio, sin reclamar, y con una mirada de pena.
Frotó el puente de su nariz.
―Lo siento, pero no puedo ―dijo, firme. Su madre comenzó a reclamar―. Hace mucho no me tomo unos días para mí, y con Hae vamos a hacer algo especial hoy. El lunes podré ayudarlas a solucionar esto, pero ahora, no.
Le cortó la llamada para no escuchar sus réplicas. Minji guardó el celular en el bolsillo de su bata después de dejarlo en silencio, y agarró la bandeja con sus manos, llevándola al cuarto.
Haerin seguía durmiendo.
Dejó la bandeja sobre el velador, subiéndose a la cama y moviendo a su omega con suavidad. La menor se quejó en voz baja.
―Preciosa ―le dijo, viéndola abrir sus ojos. Haerin la miró, un poco perdida―, vamos, ya has dormido mucho, ¿no lo crees?
―¿Sí? ―bostezó, viendo la hora―. Son las nueve y media, Min...
―Sí, y tenemos muchas cosas que hacer hoy. A comer ―la más baja se enderezó, enmudecida al observar a Minji acomodando la bandeja en la cama―. ¿Qué tal si vamos a la playa?
―¿A la playa?
―Hoy y mañana ―Minji creía que Haerin se veía demasiado adorable con ese aspecto desorientado―. Suena como un buen plan, ¿no?
―Pero... ―la chica la observó―, ¿no tienes que trabajar, Minji?
―No, hoy no ―le agarró las mejillas, apretándoselas, y le dio un beso―. Este fin de semana te trataré como mi pequeña princesa, así que cualquier cosa que me pidas, lo haré.
―¿De verdad? ―la penita pareció desaparecer del rostro de Haerin, viéndose tan ilusionada y feliz―. ¿Lo prometes?
―Por supuesto ―le dio otro beso―. Hae, sobre lo de ayer... Perdóname, de verdad. No fue mi intención dañarte de esa forma, ¿lo sabes? Eres muy importante para mí y no me perdonaría el herirte por mi estupidez.
―Yo también tuve que habértelo dicho, quería hacerlo, pero...
―No es tu culpa ―Minji le dio un tercer beso―, fue mi error. He estado con demasiado trabajo y eso hace que pierda la noción del tiempo. No va a volver a ocurrir, jamás, te lo prometo ―le pellizcó la nariz―. Ahora, ¿qué tal si comemos? Luego nos arreglamos y vamos a la playa.
Haerin no podía evitar sentirse emocionada con esa invitación, a pesar de que todavía se sentía un poco herida por lo ocurrido. Recordar lo mucho que esperó ese día para poder hacer algo con Minji, y que al final su mujer lo olvidara, le hizo sentir muy decepcionada. Sin embargo, agradecía también que, al menos, la alfa estuviera haciendo un esfuerzo para solucionarlo.
Se acurrucó contra Kim, que sonrió con relajo al verla más feliz. Comieron con calma y Haerin le preguntó cómo le había ido el día anterior. La alfa le habló sobre todo el trabajo realizado, pero no mencionó que su madre la llamó para pedirle que fuera a trabajar. Sabía que Haerin se sentiría culpable y le diría que podían dejar esa salida para otro día.
Media hora después, se dieron una ducha rápida para guardar sus cosas. Haerin no recordaba la última vez que salió con Minji un fin de semana, por lo que estaba demasiado emocionada de pasar tiempo con su alfa.
Minji le dijo que irían a la playa Muuido, donde se quedarían en una cabaña que reservó mientras la omega se bañaba. La azabache cargó el vehículo, con Haerin ordenando su bolso con útiles personales, cuando su celular sonó. Era la mamá de Minji.
―Hyorin, hola ―saludó, un poco sorprendida de que le estuviera llamando.
―Hola, Haerin ―dijo ella, y sonaba agitada―. ¿Está mi hija por ahí?
―Está fuera, ¿quiere que se la pase? Tal vez dejó su celular olvidado y por eso no contesta...
―No me la pases, me va a ignorar como está haciendo ―la mujer se escuchaba irritada y muy molesta―. Tal vez tú puedas convencerla, la necesito en la empresa ahora, estoy con un escándalo y Minji debe venir.
―Ah...
―Le dije que viniera, pero contestó que tiene planes contigo ―Hyorin soltó un bufido―. ¿Desde cuándo esos planes son más importantes que el trabajo? Pueden salir otro día, cuando se tome sus vacaciones, pero dile que venga, convéncela para que esté aquí en media hora, ¿lo puedes hacer?
Haerin mordió su labio inferior, sintiendo la tristeza en su corazón. De alguna forma, se sentía muy responsable por todo lo que estaba ocurriendo, y también de satisfacer lo más posible a las personas que la rodeaban. Una vez se casó con Minji, le debía respeto también a la familia Kim, especialmente a su alfa. La mamá de Minji fue muy comprensiva y la recibió sin una mirada de desprecio, ¿no debería responderle igual?
―Trataré de hacerlo ―respondió.
―¡Me alegro, me alegro! Gracias, Haerin. Espero que te vaya bien, nos vemos.
La mujer cortó sin esperar una respuesta. La muchacha bajó su móvil, observando el bolsito que estaba ordenando.
Dos minutos después, Minji apareció.
―¿Estás lista? ―preguntó la alfa.
Haerin la miró.
―Tu mamá me llamó ―pudo observar como el ceño de su esposa se fruncía enseguida―. Me dijo...
―No sigas ―le interrumpió, enojada―. ¿Qué te dijo? ¿Qué me convencieras para ir a trabajar? Que se vaya al diablo.
―¡Minji! ―se escandalizó―. Es importante, ¿por qué no me lo dijiste? Yo podría...
―¿Qué, decirme que esto no importa y que fuera? ―volvió a interrumpirle, viéndose más enfadada―. Por Dios, ¿puedes priorizarte un momento, Haerin?
La omega permaneció en silencio, bajando la vista. No era justo que Minji le estuviera atacando de esa forma, no cuando quien inició eso fue ella al olvidar su aniversario. Nada de eso estaría pasando si Minji no fuera una idiota.
Cortó ese hilo de pensamientos, ¿cómo se le ocurría? ¡Era su alfa!
―Min ―habló, tratando de sonar razonable―, ¿y si vas a trabajar y cuando salgas, vamos a la playa? No me importaría...
―¿No te importaría esperar? ―Minji sacudió su cabeza―. ¿Aun si salgo a las siete, a las nueve, a las once? ¿Igual querrías ir? Haerin, vamos ―suavizó su tono―, tú no quieres que yo vaya y yo no quiero ir, ¿para qué nos complicamos? Mi mamá no tiene por qué meterse en medio de nosotras, este matrimonio es sólo de las dos ―la alfa se acercó y la agarró de los hombros―. Sólo nosotras dos decidimos qué hacer, no el resto, ¿está bien?
―Pero... ―no sabía por qué se ponía tan terca con ese tema, insistía cuando sabía que Minji tenía razón―, si tu mamá...
―Mi mamá no hará nada contra mí ni contra ti ―insistió―, y si lo hace, yo me haré cargo de eso. Hae, por favor...
Haerin tomó aire, luchando contra sus propios sentimientos, y entendió de dónde venía esa resistencia: fue criada para complacer y satisfacer, para tratar de contentar a todo el mundo. La omega tenía ese complejo de que ella estaba para servir como intermediaria, y recibir todos los golpes necesarios para que las cosas fueran bien.
Se puso a sollozar.
―Está bien, está bien ―aceptó, y Minji relajó su expresión―, vamos, ¿bien? Vamos ya, Min...
―Sí, mi bebé ―concedió Minji, agarrándola de las mejillas―, oye, no te pongas triste, ¿bueno? Tú no tienes la culpa de nada, y hablaré con mi madre para que no vuelva a meterte en un embrollo como este. Sé que te es difícil decir que no, Hae, pero a veces tienes que hacerlo.
―Bueno ―sorbió por su nariz, abrazándola―. Te quiero.
Minji le besó la mejilla.
―También te quiero, Haerin-ah.
Se aferró a la alfa como pudo, sin dejar de sollozar.
Por un par de semanas, los pensamientos invasivos y tóxicos que Haerin tuvo parecieron esfumarse de su cabeza.
Minji estuvo más atenta a ella los primeros días, y de seguro todavía se sentía muy culpable por lo que hizo, así que también estaba más cariñosa y dulce. La omega no se quejaría de todas esas atenciones recibidas, por el contrario, se sentía muy feliz de ser mimada de esa forma.
Fue así las primeras semanas. Después vino el debut del nuevo grupo de la empresa, nuevos negocios, nuevas cosas que hacer... Minji volvió a sus horarios extendidos, a trabajar horas extras, a llegar tarde a casa.
Haerin tenía claro que sería así, porque conocía a Minji y su adicción al trabajo. Estaba acostumbrada a estar en segundo lugar y se había cansado de luchar contra eso.
La mañana del tres de diciembre, luego de que Minji se hubiera marchado, despertó con náuseas y un fuerte calambre en su estómago. Terminó por ir al baño, arrodillarse ante el inodoro y vomitar hasta que se cansó, sin muchas ganas de comer por lo recién ocurrido.
De todas formas, quedó en juntarse con Hanni después del almuerzo, así que volvió a la cama para dormir un poco. Últimamente estaba más adolorida de lo normal, a pesar de no hacer mucho.
Despertó otra vez cerca del mediodía, con un fuerte dolor de cabeza. Haerin pensó que, con toda probabilidad, iba a enfermarse pronto. El invierno llegaría en menos un mes, sin embargo, ya estaba haciendo mucho frío en Seúl. Tal vez podría comprarse ropa nueva para la época.
Se preparó una sopa de pollo para que no le cayera mal, y se sintió un poco más repuesta en ese momento. Se lavó los dientes y no tardó en salir, sin muchas ganas de regresar a casa temprano, pues Minji ya le había avisado que llegaría tarde ese día.
Se juntó con Hanni, que notó enseguida que no venía con buena cara. Haerin la saludó, teniendo cuidado de no tocarle su vientre de siete meses. Había insistido en ir a verla a su casa, pero Hanni alegó que estaba harta de estar encerrada y que quería salir. Danielle le hizo prometer que iba a cuidarla.
―Tienes cara de zombie ―comentó Hanni―. ¿No estás enferma, Hae?
―No, no te preocupes ―suspiró—, es sólo que anoche no dormí muy bien. ¿Ya tienen fecha para el parto?
―¡Todavía no! ―se quejó la vietnamita―. Estoy un poco harta de esto, nadie dijo que traer bebés sería tan difícil, si lo hubiera sabido no habría dejado que Dani me toque...
Haerin escuchó a su amiga quejarse y maldecir a su esposa, sintiéndose deprimida por la situación. Pronto acabaría el año y no parecía que fuera a quedar preñada, ¿tendría una mejor oportunidad el próximo año? Esperaba que sí, no sabía cuánto aguantaría Minji con una omega que no quedara embarazada.
―¿La has visto? La omega de Kim está más gorda que nunca ―escuchó decir cuando entraron a una tienda de ropa.
―Estuvo en una cena con su esposa hace unos días y los altos mandos de la empresa, y era tan incómodo de ver...
―¿A qué si? No habló mucho y lo poco que decía era taaaaaan aburrido...
Olvidó lo que era oír todos esos susurros, pues cuando salía con Minji, la gente no decía esas cosas por si la alfa los escuchaba. Por otro lado, el tema de la amante volvió a estar en discusión.
Haerin pensaba que Minji sí le engañaba. Tal vez, esa amante que tenía era una omega que mantenía lejos del ojo público y con quien no iba a casarse. Después de todo, Minji estaba pagando la deuda de sus padres al tener a Haerin como esposa , y si le pedía el divorcio o marcaba a otra omega, estaría faltando a la promesa que hizo. Pero eso no quitaba que no estuviera revolcándose con otras personas, con otras omegas. Con toda probabilidad, buscaba tenerla contenta cada cierto tiempo para desviar su atención, y después volvía a sus andanzas.
Mordió su labio inferior.
Buscó distraerse con nuevas compras para el invierno, oyendo a Hanni quejarse de que ya nada le quedaba bien.
―De todas formas, hace mucho no cenamos en pareja ―habló su amiga, llamando su atención―, ¿no deberíamos tener una? También no veo a Minji hace meses.
―Hablaré con ella ―contestó―, tú sabes que trabaja mucho y no tiene demasiado tiempo.
―Pero, ¿te presta atención? ―Hanni lucía un poco escéptica.
La omega fingió mirar el horrible suéter de color rojo y amarillo frente a ella para así no observar a Hanni, que parecía impaciente por una respuesta.
―Claro que sí ―dijo la castaña―, hace unas semanas fuimos a la playa de aniversario.
―Ah.
Haerin ahora sí fijo sus ojos en Hanni. Su amiga no parecía muy feliz por lo que estaba escuchando.
―¿Hay algún problema? ―preguntó, y su voz salió algo molesta.
―Claro que no, me alegro por ti ―contestó la extranjera, encogiéndose de hombros―, sólo que nunca me has parecido realmente satisfecha al lado de Minji.
Hubo un tenso silencio entre ambas. Haerin dejó el feo suéter en su lugar, con más brusquedad de la que hubiera querido, y se volteó completamente a mirar a Hanni. Sin embargo, la omega frente a ella parecía más interesada en seguir buscando ropa.
―¿De qué hablas? ―dijo, enfadada.
Hanni le miró con lastima.
―Haerin, no es necesario que te pongas así, lo que estoy diciendo es que... no deberías contentarte con un matrimonio arreglado, ¿está bien? Estoy segura de que serías más feliz con la persona que amas.
Sintió más enojo en su interior por lo que estaba escuchando, sin poder creerlo un poco. ¿Por qué Hanni le decía esas cosas de repente? ¡Hanni estuvo en primera fila en su boda, le dijo que Minji parecía un buen partido y le deseó toda la felicidad del mundo! Además, no es como si ella hubiera tenido opción, sus padres arreglaron todo para darle un buen matrimonio que trajera beneficios.
¡Y no era sólo eso! ¡Haerin amaba mucho a Minji, a pesar de que no fuera correspondida!
―Soy feliz con Minji ―dijo entre dientes―. No deberías decir esas cosas, Hanni, podrían oírte y eso...
―¡Eso te metería en problemas! ―saltó la mayor, mirando a su alrededor―. ¡A eso me refiero, Haerin! Siempre estás más pendiente de mostrar un matrimonio estable que de ser realmente feliz. ¿Y sabes por qué te esfuerzas tanto en eso? ¡Porque tienes problemas con Minji!
Haerin estaba segura de que, si Hanni no hubiera estado preñada, le habría dado un golpe en la cara. Ahora, miró a su alrededor para asegurarse de que no hubiera personas a su alrededor que escucharan todo lo que su amiga soltaba.
―No sabes de qué hablas ―acusó Haerin, tan enojada―. ¡No sabes qué dices! Para ti todo es color rosa porque tienes una alfa que te adora, estás preñada, no debes aparentar ser más de lo que eres, ¡todo es sencillo para ti! ¿Sabes qué, Hanni? ¡Vete al diablo! ¡No, vete a la mierda!
Antes de que la vietnamita pudiera replicarle, se volteó y salió de la tienda a paso apresurado, tratando de no mirar a nadie a la cara, porque si no vería la burla. Casi podía adivinar lo que debían estar pensando.
Que omega tan gritona y desastrosa, ¿cómo puede ser de la aristocracia?
Se entiende porque Minji tiene amantes, sólo mírenla.
Salió del lugar para buscar su auto, forzándose en no romper a llorar por la situación. Sin embargo, no llegó muy lejos, porque escuchó a alguien llamándola.
―¡Haerin!
Se volteó, viendo a Kazuha llegar corriendo hacia ella. La omega no quería hablar con nadie, pero sería de muy mala educación no saludarla, así que la esperó y trató de relajar sus facciones.
―Hola ―saludó, un poco mustia―. Lo siento, no te escuché...
―Tranquila, no te preocupes ―le sonrió con encanto―. Hace mucho no nos veíamos, Minji te mantuvo un poco ocupada, ¿no?
Trató de sonreír, pero no sabía si lo logró bien. Kazuha ahora le veía con un poco de preocupación.
―Lo siento ―se disculpó la omega, a pesar de que no sabía por qué pedía perdón―, he tenido un día largo y me pillaste desprevenida.
―Está bien ―contestó Kazuha.
Haerin titubeó un momento.
―¿Hoy saliste temprano? Por lo normal, Minji sale como a las seis ―habló.
―Trabajamos hasta las cinco ―respondió Kazuha, luciendo como si no supiera si continuar sus palabras―. Es decir, Minji siempre hace horas extra. Como es accionista y abogada, siempre tiene más tareas.
―Sí, lo sé ―suspiró. Habló antes de acobardarse―. ¿No quieres ir a tomar un café conmigo a mi casa?
El rostro de Kazuha se iluminó. Haerin no sabía por qué la invitó, considerando que estaba casada. Pero... no harían nada malo. Ella sólo le estaba invitando como amiga, nada más, porque estaba muy enfadada con Hanni todavía, y si se quedaba sola, lo que le dijo la extranjera se repetiría en su cabeza una y otra vez y otra vez.
Ella era feliz. Es decir, no completamente feliz, pero tenía buenos momentos, y eso era mejor que nada. Eso era mejor a que le hubiera tocado un marido abusador, que la golpeara y la violara. Minji jamás le presionaba a esas cosas. Tenía sus falencias, sin embargo, eso no la hacía mala. Era mucho más feliz de lo que fue cuando era joven. Haerin no quería mucho de ella, sólo quería cariño y comprensión. Ella ya amaba a Minji así, a pesar de sus errores.
―Claro ―dijo Kazuha, siguiéndola―. ¿Cómo ha ido todo, Rin?
―Lo normal ―habló, desesperada por concentrarse en otra cosa―. Hay buenos y malos días. Minji ha estado mucho más atenta, pero ahora debe concentrarse en el trabajo, la he distraído mucho.
Siempre justificando, siempre defendiendo. Haerin no quería que vieran los errores de Minji y se lo dijeran, porque eso le lastimaba. Ella ya conocía esos errores y no quería que otros se lo dijeran.
―Minji siempre ha sido muy trabajólica —comentó Kazuha―. ¿No ha dicho nada de tomarse vacaciones?
Encendió el auto. Su teléfono sonó en señal de un mensaje, y le echó un vistazo rápido. Era Hanni pidiéndole perdón y poniendo un emoji triste. Haerin no contestó.
―Por ahora no ―contestó―, puede que para la primavera lo haga. Con esto del escándalo y del nuevo grupo ha estado muy ocupada.
―Me imagino ―dijo la más alta―, de todas formas, también quería preguntártelo. Me tomaré unas vacaciones en enero y pensaba ir a Latinoamérica. Si gustas, puedes acompañarme.
―¿Ah? ―Hae parpadeó, sorprendida por el ofrecimiento―. Kazuha, qué estás diciendo...
―Una propuesta ―le interrumpió la alfa con amabilidad―, debes estar muy estresada. O si quieres, puedo volver a recorrer Europa si quieres ir allí.
―Kazuha, no ―barboteó la omega―, tú sabes... Tengo a Minji. Es mi mujer.
La más alta frunció el ceño ligeramente. Haerin se concentró en el camino.
―No te estoy pidiendo matrimonio, Rin —razonó―, sólo estoy diciendo... Si quieres viajar, podemos hacerlo, siempre como amigas. Jamás me propasaría con eso.
La menor asintió, rígida con la cabeza y sin saber qué decir exactamente, porque le agarró con la guardia baja. Incapaz de contestarle algo, el resto del viaje fue hecho en silencio, hasta que llegaron a casa y Haerin la invitó a pasar. Kazuha pareció retomar la conversación que dejaron a medias.
―Haerin, mira, siéntate ―la omega se puso a calentar agua antes de entrar a la sala de estar, sentándose en el sofá al lado de Kazuha. Le agarró la mano a la chica bajita, que lucía tímida y cohibida―. No es secreto que me gustas, ¿cierto? Las dos lo sabemos bien.
―Kazuha... ―murmuró.
―No te asustes, ¿bien? ―suplicó―. Me gustas mucho, desde que apareciste en la empresa por primera vez que me atrajiste. No sabes la decepción que sentí cuando me enteré de que eras la esposa de Minji. No podía creer como una omega tan preciosa y sonriente podía ser esposa de esa amargada y desganada mujer.
No pudo evitarlo, y las palabras de Kazuha le sacaron una carcajada. Enseguida, la culpa la golpeó y cubrió su boca con su mano libre, pero la alfa no parecía molesta por sus risas. Haerin jamás pensó que escucharía esas palabras de otra persona, y peor, que ella le apoyara un poco en el fondo.
―Pero estoy bien si somos amigas ―continuó la mayor―, así como también me pondría muy contenta que me correspondieras, Haerin ―su mirada se intensificó―, si tú me lo pides, puedo ser tuya de cualquier forma. Si tú me pides que nos escapemos, que huyamos a otro país y hagamos una nueva vida, yo lo haría. Incluso, si quieres pedirle el divorcio a Minji y necesitas un abogado, yo puedo serlo. Haría cualquier cosa por ti para hacerte feliz.
Esas palabras la golpearon y quitaron el aire. Haerin no podía creer lo que estaba escuchando, y menos lo que significaba. Jamás creyó que podría escuchar algo así viniendo de una alfa que no era su mujer. Esa devoción con la que Kazuha hablaba le hizo sentir mareada, porque, además, era lo que tanto quería de su esposa. Ese amor y esa devoción y esa pasión por la otra. Haerin trataba de no mostrarlo, pero ella haría lo que Minji le pidiera, y quería tanto que fuera algo recíproco, que le hacía sentir mal también.
―No digas eso ―pidió la de ojos gatunos en un susurro―, porque mi corazón le pertenece a Minji, Kazuha. A pesar de... a pesar de que ella tenga sus defectos y a veces me haga daño, le sigue perteneciendo. Sé que es malo que piense así, pero no me importa.
―Está bien, Rin ―comprendió, sin lucir herida o afectada―, pero sólo quiero que sepas eso. Si te cansas en algún momento, si sientes que no puedes más, si te das cuenta de que es mejor separarte, estaré aquí para ti. Ya sea como amiga o como potencial alfa.
Haerin quería llorar y asintió con la cabeza con fuerza. Se puso de pie, pero antes de ir a servirles algo, abrazó a Kazuha.
―Lo siento ―le susurró.
―No te preocupes ―consoló la alfa―, haz lo que creas correcto para ti.
Volvió a asentir.
Para su propia fortuna, Kazuha desvió la conversación enseguida a otras cosas de las que hablarle, contándole que se compró un perrito pequeño y tenía plantas que cuidaba con amor. La alfa tenía una facilidad para distraerla, y Haerin se encontró disfrutando esa compañía, no en un modo amoroso, sino fraternal o amistoso.
Se puso a cocinar, con Kazuha metida en la cocina y siguiendo su conversación acerca de su tendencia a romper ciertas cosas. Se encontró riendo de lo que le contaba e incluso lanzándole algunas bromas, y Haerin se sentía bien saliéndose un momento de la rutina. Era muy cómodo para ella, así que, sin poder evitarlo, la invitó a cenar. Kazuha la declinó amablemente.
Mientras se estaba arreglando para marcharse, la puerta de entrada fue abierta y Minji apareció. Su esposa se les quedó mirando con una expresión de sorpresa.
―¿Kazuha? ―preguntó, mirándola.
―Hola, Minji ―saludó la japonesa con una sonrisa educada―, ya me estaba yendo, pensé que llegarías más tarde.
Haerin no tuvo que pensarlo de otra forma, pero, ¿eso se sintió como una pulla?
La mirada de Minji se ensombreció.
―¿Está lista la cena? ―masculló entre dientes.
―Sí, Min ―Haerin rascó su nuca.
―Bueno, me marcho ―dijo la mayor, yendo a la salida―. Fue un gusto verte, Haerin. Nos vemos mañana, Minji.
―Gracias por venir, Kazuha ―se despidió Haerin, acompañándola a la puerta. Minji no dijo algo hasta que la puerta se cerró y la omega se volteó.
―¿Qué estaba haciendo esa idiota aquí? ―preguntó.
―¡Minji! ―exclamó, atónita―. No la trates así, es tu amiga...
―¿Amiga? Por favor ―la alfa tenía una mirada despectiva―. Una amiga no coquetearía con mi omega. Haerin, ¿eres consciente de que Kazuha te coquetea y te mira?
La castaña decidió mentir, porque sabía que Minji se molestaría mucho más si le decía que lo sabía, o peor, si le confesaba lo que le ofreció la otra chica.
―Minji, no tienes que ponerte celosa ―suspiró―, yo jamás te engañaría. Kazuha es sólo una buena amiga.
―No la quiero cerca de ti ―replicó Kim.
Haerin no dijo algo respecto a sus palabras, pasando a su lado para servir la comida. La alfa murmuró unas maldiciones más, yendo a cambiarse ropa antes de volver para cenar, así que no tardaron en sentarse a comer. Le preguntó cómo le había ido en el trabajo y la plática se centró en eso.
―Mañana volveré a llegar tarde.
―Me lo imaginé ―comentó, mientras acababan de comer.
―Espera, ¿eso suena como un reclamo? ―preguntó la azabache, mirándola con el ceño levemente fruncido.
―No ―la omega sacó un poco de ensalada y se encogió de hombros―, eres adicta al trabajo, Minji, ya me acostumbré a que llegues tarde.
―Tú sabes...
―Que tienes un deber que cumplir, sí ―completo Haerin―, ya lo sé, Minji. Es sólo que... ―le miró de reojo―, cuando tengamos un cachorro, ¿será igual? ¿Llegarás tarde y apenas lo verás, Minji?
―Si es que puedes tener un cachorro ―corrigió Minji, fastidiada, y Haerin parpadeó.
Pudo notar enseguida que su esposa se arrepintió de decir eso, pero ya estaba dicho. Ya lo soltó. Ya le hizo saber que creía que la omega no podía darle hijos, y sonaba claramente a una acusación.
―Haerin... ―comenzó a decir.
―Ya, no importa ―sacudió su cabeza―, no querías decirlo... El problema es que las dos sabemos que sí querías decirlo.
Silencio tenso instalado entre ambas. Haerin quería echarse a llorar, pero lo volvió a aguantar. No sabía cuántas veces llevaba aguantando las lágrimas últimamente, sin embargo, en algún momento iba a explotar por completo. Lo único que esperaba era que no fuera delante de Minji, porque eso le haría sentir muy mal.
―No estás haciendo las cosas fáciles, Haerin-ah ―suspiró Minji―. ¿Qué quieres que haga? ¿Que renuncie? ¿Que ignore mis deberes?
―Tienes un deber conmigo igual ―murmuró―, pero nunca lo recuerdas. Sólo... ¿Te hago feliz? ¿Me necesitas? ¿Me amas? ¿O solo estás conmigo por la deuda de tus padres? ―parpadeó una vez más para espantar las lágrimas―. ¿Tienes algún amante, Minji?
Eso la hizo enfurecer, lo supo de inmediato. Minji se puso de pie, con el rostro rojo por la ira, sin embargo, permaneció en su lugar.
―No puedo creer que me estés preguntando eso ―le escupió la mayor, antes de girarse y marcharse de allí.
Se quedó sola unos minutos en silencio, sin saber qué hacer exactamente, hasta que decidió recoger los platos. Sin embargo, cuando hizo el amago de levantarlos, su estómago dio una voltereta y tuvo que correr al baño a vomitar.
Una semana después, sentada en la tapa del inodoro y encerrada en el baño, miró el examen de embarazo frente a ella.
Vaya. Positivo.
Haerin pensó que, cuando ese día llegara, iba a sentir una inevitable emoción que le haría llorar. Es decir, ahora también lloró, pero de la angustia que sentía.
Ni siquiera sabía cómo se lo contaría a Minji, que parecía más fría y lejana que nunca. Si antes llegaba tarde, ahora era peor, y apenas hablaban algo entre ellas. En sus peores momentos, Haerin pensaba en el ofrecimiento de Kazuha, y el loco impulso de llamarla se apoderaba de ella.
Si antes quiso un hijo con desespero, ahora no tenía idea de lo que quería. Estaba muy asustada de la idea de un niño, pues si las cosas seguían así, Minji apenas estaría en su crianza y eso le rompía el corazón. Parecía que la alfa quería ese bebé para complacer a las personas, así como también lo deseó ella en su momento.
Que ironía, entonces, porque las dos, a pesar de sus diferencias, eran también muy similares. Demasiado similares y diferentes a la vez.
¡Gracias por leer!
🖤
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