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Capítulo 02

La noche de bodas Haerin estuvo muy nerviosa, sin saber cómo actuar ante Minji. La alfa conservó la calma en todo momento, luciendo tan experta ante ella, y Haerin se preguntó con cuántas omegas habría estado antes.

Fue amable, paciente y dulce. Se encargó de prepararla bien para que lubricara y se apretara, y luego de marcarla, lamió su sangrante herida. Hasta la acurrucó a su lado, acariciándole el cabello y abrazándola contra su cuerpo. Haerin durmió muy bien en brazos de Minji, sabiendo en ese preciso instante que su lugar era junto a su nueva alfa. Esa perspectiva no sonaba un poco mal en aquel momento.

Tampoco sonaba mal en la actualidad, mientras escuchaba a Minji gruñir arriba de ella, moviendo sus caderas contra las suyas. Haerin gemía con cada nueva embestida, sintiendo la polla de Minji dentro. La habitación entera olía a sexo, sudor y feromonas: la omega estaba en su cuarto día de celo, ya a punto de finalizar, así que debían aprovecharlo lo más posible. Los días de celo eran su período más fértil, por lo que Minji se aseguraba de anudarla lo suficiente para que el útero de la castaña recibiera todo su esperma.

Haerin, tan agotada como estaba, no se corrió esa vez, pero si sintió el nudo de la alfa en su coño. Gimoteó por el placer, aunque también por el leve dolor: su entrada se encontraba un poco irritada por la cantidad de veces que lo hicieron. No sabía dónde entraría más semen, además, se sentía demasiado llena y con el vientre hinchado. No le sorprendió cuando Minji se quitó, minutos después, y el semen se filtró fuera de su entrada.

Cayó boca abajo en la cama, tratando de recuperarse y oyendo la respiración agitada de la contraria. La azabache también debía estar cansada por hacerse cargo de ella.

―¿Cómo te sientes, bebé? ―preguntó Kim, minutos después.

―Duele ―murmuró, sin pensarlo, antes de mirarla. La alfa tenía una expresión sorprendida.

―¿Qué? ―dijo―. ¿Te... te hice daño? Por Dios, Hae...

―¡No, no! ―se corrigió, confundida por el celo. No sabía bien lo que estaba diciendo―. No, eso no... Lo siento, alfa ―se puso a lloriquear, aturdida―. No quería...

―Shhh, shhh ―jadeó Minji―. Deja que te revise, Haerin-ah.

Haerin soltó un quejido en señal de protesta, pero se quedó quieta al sentir las manos de la mayor en su vagina. Con demasiada vergüenza, dejó que separara sus paredes, observando su interior. Debía estar sensible y cubierta de semen.

―Está un poco irritada ―se preocupó―. Hae, si no querías...

―Siempre quiero, siempre quiero ―protestó Haerin. No le confesaría que le gustaba tener sexo con ella en sus celos, porque Minji era más atenta y cariñosa―. Estoy bien.

La mujer no se veía convencida, por lo que se bajó de la cama para ir al baño. Haerin comenzó a sollozar, sensible por el celo y sintiéndolo como un rechazo a su omega, y ni siquiera se calmó cuando Minji volvió, con una crema en sus manos. Era una pomada.

Balbuceó débiles protestas al sentir a Minji aplicándole el ungüento en el borde, sin llegar a tocar su entrada.

―Tal vez debería ir a limpiarte...

―¡No! ―saltó Haerin―. ¡No, no! Bebés, bebés ―trató de explicar la omega, desesperada.

Si la bañaba y le limpiaba la entrada, podría disminuir sus posibilidades de embarazo. Lo que menos quería era eso, considerando que había pasado cerca de un mes desde que la madre de Minji le preguntó sobre cachorros. Haerin sentía demasiada presión encima, porque no quería que acabara el año sin quedar preñada.

Los rumores a su alrededor iban aumentando, especialmente esos de que Minji tenía amantes. Estaba poniéndose demasiado nerviosa con el pasar de los días, y no mejoraba el hecho de que su alfa estuviera llegando un poco más tarde las últimas semanas.

―Está bien, cariño ―suspiró―. Vamos, es mejor que duermas, apenas has pegado un ojo.

―Ven aquí, por favooooor ―pidió la más baja, mirándola con lástima.

Minji le revolvió el cabello.

―Tengo trabajo, Hae, ya me he atrasado mucho con tu celo ―se bajó de la cama, buscando su bata―. Si necesitas algo, estaré en el cuarto de trabajo, aunque échate a dormir.

Antes de que pudiera replicarle, Minji salió de la habitación y cerró la puerta con suavidad. Haerin observó la pared, conteniendo las ganas de llorar. Si hubiera sido un día normal habría razonado de otra forma, sin embargo, con el celo y sus hormonas alteradas, era mucho peor.

Tal vez Minji sí la estaba engañando. Lo más probable es que estuviera decepcionada porque su omega no le estaba dando cachorros, además de no ser atractiva y muy inteligente. Debía estar buscando alguna omega con la que reemplazarla pronto, por eso tampoco se interesaba en ella durante sus celos. Pareciera que Minji estaba allí más por un deber que por otra cosa, y eso le lastimaba muy profundamente.

Se acurrucó bajo las sábanas, lloriqueando entre hipidos. Sin embargo, sus lamentos se vieron interrumpidos cuando sintió la puerta siendo abierta.

―Haerin, ¿qué pasa? ―preguntó la alfa, cansada.

―Nada ―barboteó la menor―, estoy... estoy durmiendo. Duermo, alfa.

―No estás durmiendo. Sabes que compartimos un enlace, ¿cierto?

Ahora sí se puso a llorar con ganas. Sentía que Minji se estaba quejando ante el hecho de estar unidas. De seguro le fastidiaba un montón que estuvieran conectadas de esa forma.

―Me abandonas ―lloró―. Te vas, no me quieres, me abandonas.

―Claro que no, Hae ―Minji sacudió su cabeza, yendo a la cama―. ¿Qué dices? Jamás te abandonaría.

―Noooooo ―negó la omega―. Me olvidas, me olvidas...

Minji frotó el puente de su nariz, acostándose en la cama a pesar de saber que tenía demasiado trabajo que hacer. Haerin murmuró un par de cosas más antes de sacar su cabeza, lo suficiente para que sus ojos se fijaran en los de su esposa.

―¿Dormirás si me quedo aquí? ―preguntó, Haerin asintió apenas―. Venga, vamos, a dormir.

Haerin se arrastró y abrazó a la alfa, suspirando por el aroma a cítricos rodeándola. Minji le besó la frente, agotada, pero cerró sus ojos. Tal vez una siesta le ayudaría a ambas en ese momento.

No sabía por qué se estaba arreglando tanto para esa salida, y soltó un suspiro bajo con derrota, bajando el labial antes de mirarse al espejo.

No estaba haciendo nada malo, ¿cierto? Es decir, sólo saldría con Kazuha a comprar un par de cosas. Se lo dijo a Minji el día anterior, pero su esposa no lo tomó mucho en cuenta, toda la tarde atendiendo llamadas, y dijo que no había problema con eso. Sin embargo, no quitaba que se siguiera sintiendo un poco culpable, especialmente al ver cuánto se esforzaba en lucir bien, como si quisiera impresionar a alguien.

Bueno, es que debía hacerlo, ¿no es así? Irían a muchas tiendas e iban a encontrarse con demasiada gente que le reconocería. Si le veían algún descuido, no dudarían en empezar con sus susurros. Por lo menos, si la iban a criticar, que no fuera por el modo en que vestía. A Haerin le gustaba ser colorida, pero no pegaba demasiado bien en la aristocracia. Minji jamás le decía algo, sin embargo, tal vez se avergonzaba de ella cuando vestían con tanto descuido.

Volvió a suspirar, mirando su ropa: unos pantalones negros, una camisa celeste, su pelo ordenado cuidadosamente. Aburrido, pero aceptable.

Salió de su casa, subiendo al auto y dirigiéndose al restaurante en el que iba a juntarse con Kazuha. Almorzarían antes de ir a comprar. Según lo que le contó la alfa, acababa de mudarse a un departamento más grande y pensaba que necesitaba nuevas cosas que le dieran un poco de color. Tuvieron que esperar un par de semanas para verse, pues Haerin tuvo su celo la semana pasada, además de que Kazuha también estaba ocupada con su trabajo.

Estacionó su vehículo, bajándose y yendo al interior del bonito lugar. Era un lujoso, pero pequeño restaurante, especializado en comida italiana. Kazuha ya le estaba esperando en el interior, así que se sentó frente a ella con una expresión tímida.

―Rin ―saludó la más alta―, ¿te gustó el lugar?

―Es muy bonito ―concedió Haerin―, pero no creo conocer mucho de la cocina italiana.

―¿No? ―le sonrió―. Bueno, yo puedo ayudarte. Me gusta mucho probar platos de distintos países. El año pasado fui a Italia por vacaciones, así que quedé encantada con la comida que servían.

―¿De verdad? ―Haerin estaba realmente admirada―. Siempre he querido ir a Europa. Es decir, me gustaría conocer un montón de lugares del mundo...

―¿Y Minji no te lleva? ―cuestionó, un poco confundida―. En sus vacaciones-

―¡Ah, Minji unnie está muy ocupada y no quiero molestarla con mis tonterías! ―dijo con nervio. Su voz salió un poco más fuerte de lo que hubiera deseado, así que agarró la carta para fingir buscar un plato que le llamara la atención.

―¿Es la esposa de Kim Minji? ―escuchó murmurar, cerca suyo.

―Sí, mira qué desagradable es. Ahora entiendo porque tiene una amante...

Tosió con fuerza, como queriendo ahogar esas palabras. Kazuha no se veía muy satisfecha frente suyo, pero lo ignoró, concentrando su mirada en los nombres italianos de la carta.

―Haerin, no son tonterías. Deberías hablarlo con ella, estoy segura de que Minji te llevaría ―ladeó la cabeza―. Y si no lo quisiera, puedes pedírmelo a mí y yo te llevo.

La surcoreana sintió sus mejillas ponerse coloradas ante el ofrecimiento, sin embargo, no tuvo tiempo para responder, pues apareció el mozo a preguntarles si ya estaban listas para ordenar. Kazuha pidió un plato llamado orecciette alla plugiese, mientras que Haerin dijo el primer nombre que atrajo su atención: melanzane alla parmigiana. Ambas pidieron, además, agua para acompañar la comida.

―¿Cómo va todo el trabajo? ―le cuestionó, decidida a cambiar de tema.

―Un poco pesado ―confesó la alfa―, tuvimos un escándalo con una actriz la semana pasada y estoy encargada de cubrirlo todo de la mejor forma.

―Qué horrible ―comentó Haerin, y puso una cara triste―. Lamento si te estoy quitando tiempo, no quiero...

―Haerin, ¿qué dices? ―Kazuha parecía sorprendida―. No me estás quitando tiempo, es más, estoy muy feliz de que hayas accedido a salir conmigo. Estar contigo jamás es tiempo desperdiciado.

Volvió a sentir sus mofletes ruborizados, y, por un breve instante, un pensamiento cruzó su cabeza. Lo que daría porque fuera Minji la persona que le dijera eso, quien se hiciera un instante para compartirlo con ella.

Se obligó a hacer desaparecer aquella idea. Minji hacía todo lo posible, trabajaba mucho para que no les faltara nada, y si bien no era cariñosa, no era motivo para quejarse. Haerin sólo estaba siendo egoísta.

Sin embargo, no entendía también por qué Kazuha le decía esas cosas. La alfa podría enfocar esos coqueteos en un omega o una omega que estuviera libre, ¿por qué le coqueteaba y le sonreía tan encantadoramente? Qué afortunada sería la pareja de Kazuha, pensó con envidia, porque recibiría todas esas palabras y atenciones que ella tanto deseaba.

―¿Está engañando a Kim? ―escuchó murmurar―. Qué vergüenza de omega.

―Cuando la vi por primera vez supe enseguida que era una puta barata.

Trató de componer una sonrisa en su rostro.

―Kazuha, no deberías decir esas cosas ―le dijo, y ladeó su cabeza a propósito para mostrar la marca en su cuello, como queriendo recordarle que ya tenía una esposa―. ¿Hay alguien en el trabajo que te interese?

―Nadie por el momento ―Kazuha no dejaba de observarla con intensidad―. Tengo los ojos puestos en otro lado, Rin.

Haerin quería pedirle que se detuviera, que dejara de hacer eso, porque le estaba poniendo en serios aprietos. No porque le incomodara y se le hiciera desagradable, todo lo contrario: disfrutaba demasiado de la forma en que le trataba, y eso no estaba bien. Ella ya tenía una esposa a la que amaba y respetaba, ¿no era serle infiel desear lo que otra alfa le decía? Sin embargo, no podía evitarlo, y le hacía sentir de una forma ruin y rastrera. Minji no se merecía eso.

Era extraño, pensó Haerin, ya que no era como si se estuviera enamorando de Kazuha o algo así. Es decir, podía sentir una leve atracción, pero lo que le provocaba emociones encontradas era la forma en que le trataba. Haerin quería eso, aunque lo que deseaba con todo ahínco era que fuera Minji la persona que actuara así. Atenta, cariñosa, preocupada y cálida. No tan obsesionada con su trabajo, halagándola y haciéndola sentir segura de lo que ellas tenían. Que no fuera siempre costumbre, que algo se saliera de la rutina, que hubiera sorpresas de por medio.

Sin ir más lejos, en dos días más, sería su aniversario de bodas. Hasta ahora, Minji no había dado indicio alguno de recordarlo. Haerin tendría que preguntarle en la tarde si harían algo, para no llevarse una decepción como el año pasado.

―Estás muy pensativa ―comentó la japonesa al verla en silencio.

Haerin parpadeó, tratando de enfocarse en la realidad.

―Lo siento, es que estoy algo preocupada —habló, sonriendo con disculpa―. Pero no hablemos de eso, Kazuha. Dime, ¿qué es lo que necesitas para tu nuevo departamento?

La comida transcurrió con normalidad, y una hora después, estaban saliendo del lugar. Se dirigieron hacia el centro comercial más cercano para ir a distintas tiendas, y si bien Kazuha no escatimó en halagos, transcurrió con total normalidad. En realidad, fue muy agradable salir con la alfa, a pesar de todo. Incluso, la chica le compró unos bonitos esmaltes para sus uñas cuando vio que Haerin se les quedó mirando. Quiso rechazarlos, sin embargo, la extranjera insistió tanto que tuvo que aceptarlos, con una sonrisa enorme en su rostro.

Por otro lado, también aprovechó ese momento para buscarle un regalo a Minji para el aniversario de bodas. Luego de mirar tantas cosas, decidió comprarle una cámara fotográfica nueva. Haerin sabía que uno de los pasatiempos que le gustaba hacer a la azabache, en su poco tiempo libre, era sacar fotografías. Los últimos meses se había estado quejando de que su vieja cámara le estaba fallando, y como no tenía demasiado tiempo para ir a comprar una nueva, parecía el regalo perfecto para Haerin.

Cerca de las seis de la tarde, fueron a comer un helado. Haerin estaba pensando que ya debía marcharse a preparar la cena, Minji llegaría en una hora más a casa, pero antes de poder hacerlo, recibió una llamada. Era su esposa.

―¿Sí, Min? ―preguntó, esperando a Kazuha, que estaba pidiendo su helado.

―Hey, Hae, ¿cómo va todo? ―saludó Minji, pero no esperó una respuesta, porque siguió hablando―. Cariño, te estoy llamando porque llegaré un poco más tarde hoy también.

―Oh ―Haerin, por primera vez en muchos días, no se sintió mal por lo que estaba escuchando―. Está bien, no te preocupes. ¿Tienes mucho trabajo?

―Demasiado papeleo ―escuchó de fondo una voz femenina―. Sí, ya voy ―habló la alfa a la otra persona.

―Está bien ―repitió, un poco incómoda―. Um, de todas formas, ¿cómo a qué hora estarás en casa? Estoy fuera...

―¿Fuera? ―Minji volvió su atención a ella―. ¿Sigues con Hanni?

Haerin se quedó en silencio un momento, viendo llegar a Kazuha, que se sentó a su lado. No quería sentirse lastimada por la pregunta de su esposa, pero no pudo evitarlo.

―Estoy con Kazuha, Minji ―respondió.

―¿Kazuha? ―ahora Minji parecía sorprendida―. ¿Por qué no me lo dijiste?

―Te lo dije ayer ―contestó―, me dijiste que no había problema.

―Porque te escuché que saldrías con Hanni —replicó la mayor, molesta―. Estoy segura de que dijiste eso, Haerin.

―No, dije Kazuha ―insistió―. Ya, no importa, nunca me escuchas. Vuelve a trabajar, Minji, nos vemos después.

Pudo sentir, a través del enlace, vibraciones de molestia y enojo. En cualquier otro momento, Haerin no habría dudado en echarse atrás, en pedir perdón y preguntarle si había algo que podía hacer para calmarla. Sin embargo, ahora, sólo permaneció en silencio.

Minji resopló.

―Te veo más tarde ―masculló, cortando.

Haerin empujó su lengua contra su mejilla en clara señal de molestia, antes de sentir como sus labios se curvaban hacia abajo. Una parte de ella quería gritar y llamar a Minji para protestar, pero eso no sería bien visto, además de que la alfa era su esposa.

―¿Una discusión? ―preguntó Kazuha, llamando su atención.

La omega lamió su helado, tratando de relajarse y no tensar su expresión.

―A veces, las parejas peleamos ―explicó, porque no quería volcar todos sus sentimientos sobre Kazuha.

―Rin ―dijo la alfa, comprensiva―, puedes contarme lo que quieras, ¿lo sabes? Somos amigas.

Haerin vaciló un momento, porque esas cosas no se las había contado a nadie, ni siquiera a Hanni. Sentía que su amiga no la comprendería, pues Hanni tenía una linda relación con Danielle, que nació en base a la atracción y el amor que sentían. Ellas decidieron casarse, no fue algo arreglado.

―Minji es fría conmigo ―dijo, y esas fueron las primeras palabras que la impulsaron a seguir hablando.

Antes de darse cuenta, le contó todas las inseguridades que tenía sobre sí misma y sobre la relación con Minji, empezando por el hecho de que la alfa era descariñada y más centrado en el trabajo que en otra cosa. Le habló sobre la posibilidad de que fuera infértil y lo que produciría en su matrimonio, pues un hijo era fundamental para seguir con el legado de los Kim. Le contó sobre las sospechas que tenía de que Minji le estuviera siendo infiel, de que estuviera mirando hacia otro lado, porque ella sólo era una incomodidad para la azabache.

Por Dios, le soltó todo sin pensarlo un poco, y cuando se dio cuenta, cubrió su boca con ambas manos, apenada y avergonzada. Kazuha estaba en silencio, un poco atónita con todo lo que acababa de oír.

―Lo siento ―se disculpó la menor―, no quería... No estoy siendo ingrata, sólo...

―Rin ―suspiró―, no pidas perdón, ¿está bien? No tienes que pedir perdón por sentirte así. Tus emociones son válidas, no debes ocultarlas o reprimirlas. No frente a mí, al menos.

Haerin sorbió por su nariz, sin darse cuenta de que sus ojos estaban llorosos hasta ese momento. Los limpió con rapidez, sabiendo que no quería llorar, al menos no en público.

―Es sólo que... me he sentido muy sola —habló, apenada―. Siento que Minji no me ama y sólo soy una carga.

―Deberías hablarlo con ella, sobre cómo actúa contigo. Está bien que su personalidad sea de esa forma, pero te afecta indirectamente, y eso no es bueno para las dos ―vaciló un momento―. Sobre si te engaña... Es decir, conozco a Minji y sé que no es ese tipo de alfas, Rin, pero... si quieres, puedo echarle un ojo.

―¡No, no! ―saltó Haerin, espantada―. No, yo... Si me engaña, prefiero no saberlo ―confesó, temerosa―. Prefiero no saberlo por terceros.

―De todas formas, insisto en que es algo que se debe hablar ―continuó Kazuha―. Las relaciones se basan en la confianza y la comunicación ―un instante de silencio―. Sobre lo del embarazo, Haerin, no estoy segura de eso. Sé que para muchos alfas es importante tener cachorros. Pero, aún así, si ella te rechaza por eso, es una idiota.

Haerin no pudo evitarlo, y se rió al escucharla decir eso con total convicción.

―No digas eso...

―Es verdad ―sacudió su cabeza―. Un hijo no lo es todo en un matrimonio, Rin. A mí no me importaría no tener hijos si te tengo a ti.

La omega ahora sentía que iba a llorar al escuchar eso. No era justo, para nada justo, ¿por qué las cosas eran tan complicadas en ese momento? ¿O era sólo ella quien se estaba enredando en ese asunto?

―Kazuha... ―comenzó a decir.

―Haerin ―le interrumpió, amable―. Eres como una pequeña flor, ¿lo sabes? Sólo que te falta florecer.

No pudo evitarlo, y la abrazó. No le importaba si algunas personas la veían, si decían que no era un comportamiento adecuado para una omega, que ella ya estaba casada. Haerin sólo necesitaba un abrazo, nada más, y Kazuha estaba ahí en ese momento.

La alfa le devolvió el abrazo, tranquila y calmada, sin propasarse.

Al despedirse, más tarde, le agradeció lo que hizo por ella. Kazuha le dijo que no debía agradecer nada, y que pensara en todo lo que le dijo. Haerin prometió hacerlo.

Llegó a casa pasadas las siete y media de la tarde, sin sorprenderse al ver que Minji no estaba. De todas formas, fue a la cocina para preparar la cena, porque a pesar de que hubieran tenido una discusión, todavía tenía ciertas responsabilidades que atender.

La alfa llegó cerca de las nueve de la noche, con aspecto cansado y malhumorado. Haerin decidió no decirle algo, sólo saludándola, y la azabache pasó directo al cuarto matrimonial.

Por un instante, la omega pensó que no iba a cenar con ella por el enfado que sentía. Sin embargo, diez minutos después, Minji volvió con el pijama puesto. Haerin sirvió los platos.

Comenzaron a comer en tenso silencio. La menor pensó que tuvo que haber prendido la televisión, para al menos tener cierto ruido de fondo que supliera la falta de sonido.

―¿Cómo te fue con Kazuha? ―preguntó, a los quince minutos que empezaron a comer.

―Bien. Necesitaba ayuda con su departamento, así que compramos unas cosas para decorarlo.

―¿Fuiste a su departamento? ―continuó, con un tono que bordeaba la incredulidad.

Haerin parpadeó.

―No ―respondió, un poco desorientada―. Nos juntamos a comer y luego fuimos al centro comercial, nada más.

―Ah ―Kim tensó su mandíbula.

Otro largo silencio. La castaña decidió dar un paso más.

―¿Cómo te fue en el trabajo? ―preguntó.

Minji limpió su boca con la servilleta, sirviéndose un poco más de vino. Haerin se percató de que estaba bebiendo más de lo normal, lo que era demasiado raro. Por lo normal, solía controlarse bastante bien con la bebida.

―Pésimo ―contestó la alta―, mañana también tendré que hacer horas extra. El grupo está a punto de debutar y ya hay algunas fans que están acosando a los integrantes.

―Que horrible, Min―le miró de reojo―. Estaba pensando que el viernes...

―También deberé quedarme hasta tarde, tengo una reunión con el resto de los inversionistas ―le interrumpió, sacudiendo su cabeza. Haerin asintió, rígida―. Si querías salir, lo podemos hacer otro día, ¿está bien?

―Bueno, Min ―aceptó, sabiendo que eso no ocurriría.

Terminaron de comer poco después. Minji se fue al cuarto y Haerin se quedó lavando los platos, tratando de no llorar por el hecho de que su alfa olvidó el aniversario de bodas. Otra vez.

Cuando dejó todo limpio, fue al cuarto. Su alfa ya estaba acostada, mirando la televisión, y Haerin se puso el pijama antes de acostarse al lado. No pasaron ni dos segundos desde que se acomodó, cuando Minji gruñó y la abrazó con fuerza.

―Por Dios, apestas a Kazuha ―se quejó la mayor―. Muéstrame tu cuello.

La omega no se quejó ni protestó, sólo obedeció. Soltó un gemido en el momento en que los dientes se cerraron sobre su glándula de feromonas, y de forma inmediata, pudo sentir su aroma cambiar.

―¿Mejor? ―suspiró Haerin, con su omega menos tensa, más relajada.

Cuando iba al colegio, les enseñaban de distintas técnicas que las parejas podían realizar para eliminar la tensión entre ellas. Lo que Minji acababa de hacer era una de las más conocidas, con la alfa imponiendo su lugar como cuidadora y protectora. Además, si Haerin estaba envuelta en otro aroma, era bastante evidente que su alfa estaría irritada.

―Mucho mejor ―Minji lamió su herida, arrancándole un escalofrío―. Buenas noches, Haerin-ah.

―Buenas noches, Min ―fue lo único que dijo, sintiendo como algunas palabras querían empujar por su garganta para escapar.

No, lo haría otro día, cuando no estuvieran peleadas. Haerin sería valiente en otro momento.

Ahora, sólo disfrutaría su cobardía.

¡Gracias por leer!
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