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One-shot de Digno de ser rey [AU EOA Fanfic] #2

Nota de la autora: El One-shot a continuación estaba planeado como un cómic que abarca los últimos dos días del 30 días OTP que tenía de EOA en base al fanfic, pero debido a ciertas cuestiones se me hizo imposible terminarlo, por lo tanto he decidido pasarlo al modo de One-shot, el mismo abarca los días de “haciendo algo ridículo" y "haciendo algo dulce" con el shipp de Esteban x Amor.
Espero que les guste.

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Elijha era de esas personas fáciles de describir con palabras simples: paranoico, sobreprotector, amargado, preocupón, serio, impaciente y asocial. Se sabe que solo tenía dos personas a las cuales consideraba sus amigos, y buscaba a una de ellos para aclarar algunas preguntas. ¿Dónde estuvo todos estos años? ¿Porqué mintió sobre su identidad? ¿Qué hacía ahora en Ávalor? ¿Qué tramaba?

En otra época, Amor junto a Creed eran las últimas personas de las cuales tendría sospechas, pero le dolía que la amiga que estimaba al punto de cuidarla y amarla como si fuera su hermana, haya dado ya tantas mentiras sobre su pasado y sobre quién era ahora. Cansado de todo este circo, y arrastrando a Creed, quién más optimista se mantenía al creer que Amor tenía sus motivos para haberles mentido tanto, la buscaron por el castillo.  Conocía perfectamente a la persona a la cual preguntarle si la había visto, y créanme, no se agradaban mutuamente.

Se encontraron en el mismo pasillo, el detective de piel negra y traje completamente oscuro dirigía la misma mirada fría que el alto moreno de traje rojo le daba.

—Esteban.

—Elijha.

—¡Y yo soy Creed!— añadió el hombre de rastas. Su comentario arruinó el momento y estreso más a su compañero.

—¿Tiene idea de dónde está... Estela?

—¿Se refiere a Amor?

—A menos que tenga un tercer nombre con el que también nos allá querido engañar a todos.— Elijha miró a su compañero con el ceño fruncido y con un ademán de suplica para que se callará.— ¿Qué? Esa Amorcito se ha vuelto muy misteriosa. Tal vez su verdadero nombre no sea ni Amor ni Estela. Tengo la teoría de que se llama... ¡Pancracia!

—¡Que te calles!— gritó Elijha.— Y usted responda ahora.

El canciller se cruzó de brazos molesto.

—Mire. A pesar de lo que usted, y varios puedan pensar, yo no le he echo nada malo.

—No, nomás burllyng.

Tanto el canciller como Elijha miraron a Creed enfadados.

—Se dice bullying.— corrigió Elijha.

—No, burllyng, de burla.

Esteban se harto de que siguieran haciendo comentarios con respecto a la forma que trato a Amor cuando él era adolescente y ella una niña pequeña, no tanto por lo mal que se veía Esteban ahora que sabían que era grosero con una niña que lo admiraba, sino porque ya no es secreto que Esteban está enamorado de ella, y al principio no tenía idea que se trataba de la misma niña que molestaba. La ironía de por sí era algo de lo que algunos se burlaban, y por supuesto que Esteban y Amor eran quienes más avergonzados se sentían, y recordárselo no era lo que quería.

—¡El punto es que ella está bien!— exclamó exasperado.— Está en la cocina, bebiendo café.— continuo con cierto tono de tristeza.

Le invito un café y espero poder hablar con ella pero... Bueno, si Esteban se fue, debió ser porque claramente no salió bien. Cada vez que intentaba enmendarse con ella solo parecía alejarla más, y eso le dolía.

Estaba quedó en un ligero trance mientras seguía analizando que hizo o dijo que estuviera mal como para que se enojara con él, pero Elijha lo saco se sus pensamientos al jalarlo del cuello de su traje, mostrándose muy preocupado y asustado, al igual que Creed.

—¡¿Le diste café a Amor?!— Creed fue el siguiente en jalar a Esteban.

—¡¡¡Nunca debes darle azúcar o cafeína a Amor!!!

—¡Suéltenme!— gritó Esteban apartándose y acomodándose el traje.— Ella ya es una adulta, sino pudiera tomar café me lo habría dicho.

—¡Si ya te mintió antes, ¿Porqué crees que no lo hizo ahora?!— exclamó Creed. Él y también Elijha nunca antes tuvieron tanta prisa por encontrarla, así que casi tuvieron que empujar a Esteban para ir deprisa a la cocina, seguidos del enfadado canciller.

—¡No sean ridículos!— aseguraba Esteban.— ¡Les aseguro que ella esta-

—¡¡¡Wiiiiiiiiii!!!

—Enloquecida.— pronunciaron Elijha y Creed serios.

Los tres se detuvieron al ver aquella ráfaga que pasó a su lado gritando, su velocidad era tal que los despeinó y casi los tira. Elijha y Creed solo se sorprendieron por unos segundos, ya habían visto esto antes, Esteban era el único que permaneció atónito. Era obvio que la ráfaga que corría y creaba un torbellino por toda la cocina era la mismísima Amor.

—¡Wiiiiii! ¡¡Yupi!! ¡MIRÉNME ESTOY CORRIENDO, SALTANDO, SALTANDO, CORRIENDO, BRINCANDO, JUGANDO! ¡SIIIII! ¡ESTOY CORRIENDO! ¡CORRIENDO!— gritaba la mujer acelerada que pasaba cuál torbellino por paredes, muebles, e incluso el techo, dejando un desastre a su paso.

—Y es por esto... Que no le damos café... Ni nada que tenga azúcar... A Amor...—Elijha titubeaba al tratar de reprimir su impulso de golpear a Esteban. De nuevo, Creed era el único que parecía estar tranquilo.

—Sí, la cafeína y los azúcares la alteran demasiado.— explicó Creed recargado en el marco de la puerta.— Es como su droga. Lo sé porque yo ya me he drogado. Ustedes solo lo entenderán si se drogaron, ¿Alguna vez se han drogado? ... Ay, a mi no me engañan, todos alguna vez lo hemos hecho.— dijo en un tono más juguetón.— Ustedes tienen cara de que lo hicieron. Ya, díganme, ¿Ustedes de cual se metían?

—A tí las drogas te dejaron secuelas, ¿No?— inquirió Elijha en alución a la actitud tan babosa de su compañero.

—Por supuesto que sí.— Y Creed no lo negó.

Elijha se volteó hacia el canciller con una mirada fría.

—Espero en esta cocina tengan bien guardado todo lo que tenga azúcar o-

Un bote de un litro de helado salió disparado y manchando las paredes.

—¡¿Dejaste que comiera helado?!— gritó Elijha.

—¡No sabía que se ponía así! — se excuso Esteban.— ¡De niña comía helado a diario!

—Si, ahora eso le trae problemas a su salud.— repuso Creed.

—¡¡¡ELIJHA!!!— Amor rugió mirando como una fiera furiosa al gótico fornido, manchada de helado de chocolate en todo su ser.

Elijha y Creed retrocedieron lentamente tratando de calmarse ellos y a su amiga.

—Amor... Cálmate...

—¡¡¡TÚ ME MENTISTE!!! ¡¡¡EL YOGURTH NO SABE IGUAL QUE EL HELADO!!!

—¡Es por tu propio bien! —gritó Creed.— ¡Ahora baja esa bolsa de gomitas!

Amor, mientras miraba atenta y malévolamente a sus amigos, lentamente iba abriendo esa bolsa de gomitas y las devoraba, mientras que en cada movimiento le gritaban advertencias de que no lo hiciera, pero al final Amor dejo vacía la bolsa de gomitas por completo.
Su semblante cambio. Amor estaba percibiendo un aroma, aproximadamente a unos 20 o 40 kilómetros de distancia.

—¡Huele a buñuelos!— espetó contenta, y salió disparada de la cocina corriendo. Los tres hombres restantes miraron inquietados el rumbo por el que se fue Amor.

—Muy bien —hablo Elijha.—, en un problema lo primero siempre es señalar al culpable: ¡¡¡Esteban!!!

—Mejor saltemos esa parte.—sugirió Creed.— Ahora tenemos que atraparla.

—¿Atraparla?— cuestionó el moreno ofendido.— ¡No es un animal!

Creed quería mucho a Amor, pero hasta él aceptaba que tenía un comportamiento salvaje que ameritaba medidas de seguridad semejantes a las que se tiene con una bestia, como lo son felinos salvajes, que era a lo que más le recordaba Creed. Prefirió no discutir con Esteban en referencia a qué no actuarán como si cazaran a un animal salvaje –porque la situación no era muy diferente que digamos.– y prefirió convencerlo de que dejarla suelta así sería un peligro para la sociedad.

—¿Entonces prefieres que corra por el castillo multiplicando escenas como las de la cocina?— preguntó apuntando la cocina destruida mugrienta.

(...)

El cansancio de los tres era reflejado en sus frentes arrugadas, labios torcidos y una expresión de arrepentimiento por haber nacido, pero no era tiempo de lamentos, ahora que era de noche, deberían de buscarla. Colocaron estratégicamente varios dulces –chocolates, galletas, pasteles, pan de dulce,..,– en diferentes lugares del castillo. La gente se percataba de la desaparición de alimentos, pero era fácil dejarle toda la responsabilidad a Elena y seguir ellos buscando capturar a la bestia que habían dejado suelta.

Elijha demostró que había superado a Esteban en ser exagerado. El tipo casi decía «¡Quítense que aquí les voy!», pues no le basto con las trampas, llevaba consigo una red para atrapar mariposas, esperando con suerte capturar a Amor a su paso.

—¿Qué tan necesaria es la red?— inquirió el canciller.

—Es MUY necesaria.— apuntó Elijha.— Si lo que le preocupa es que la trate bien, déjenos esto a Creed y a mí.

—Usted si que es increíble.— escupió el moreno con sarcasmo.— Después de todo lo que he hecho, ¿Aún cree que la voy a lastimar?

—Lastimo a una amiga mía, casi una hermana.— dijo Elijha claramente ofendido y deteniendo el paso para fulminar al canciller con la mirada.

El que Esteban fuera un hombre de poder no le impedía a Elijha tratarlo como a un igual, y no como a alguien superior a él.

—Sin mencionar que ya conocemos el secretito que le guarda a su familia, ¿Porqué confiaría en usted?

—¡Bueno, usted no dejo de acosarla ni molestarla creyéndola cómplice de Los Delgado! ¡¿Porqué confiaría YO en usted?!— exclamó Esteban más enojado. — La lastimo.

—¡Usted la lastimo antes!

—¡Suficiente!— ladró Creed, consiguiendo callar a los otros dos.— Dejemos en claro algo. ¡Los tres! No solo la hemos lastimado, sino que también la hemos decepcionado. Déjenme que desmonte las cosas:

«Psicológicamente hablando, de manera inconsciente, Amor buscaba en un hombre la protección y cariño que no obtuvo de su abusivo padre. Fue con Esteban y vio que él solo la ignoraba y la menos preciaba, igual que su padre. Pero Elijha tampoco es mejor, sospechaba que Amor falsificó sus documentos para entrar a la universidad, y la delataste, arruinando su carrera. Le mentiste y la humillaste, igual que su padre, solo que de forma indirecta e intencional. Luego estoy yo. Sé que no he sido el mejor con ella y que fui y sigo siendo una persona inmadura que no supo guiarla bien, de nuevo, igual que su padre.

En conclusión: los tres somos la misma basura, los tres la hemos lastimado, los tres la hemos decepcionado, ¡Y los tres estamos metidos en este problema!»

Las palabras de Creed eran tan tajantes como hirientes, pero que tuviera razón no lo hacía más listo que ellos. Es cierto que los tres querían a Amor, pero los tres cometieron errores y la decepcionaron. Pero quizás lo más hiriente era ser comparados con el padre de Amor. En el pasado no conocían de la familia de la que provenía Amor, pero ahora estaban concientes del ambiente dónde ella nació y se crío, y lo último que querían era causarle a ella el mismo dolor que su padre, su madre, su hermana, que toda su familia entera había provocado en ella. Es en la edad adulta dónde mejor queda en exhibición las consecuencias de haber tenido una infancia sin amor.

La agresiva e impulsiva actitud de Amor tenía sentido si se miraba la vulnerabilidad a la que había sido expuesta, como la que sufre una niña desnuda a la interpérie y bajo una tormenta de fría lluvia y vientos, o como el de un animal criado y golpeado en cautiverio. Era una persona que actualmente sentía que siempre era amenazada, y por ende, siempre debía estar a la defensiva, porque nadie iba a protegerla ni amarla de verdad. Era lo que Amor de verdad sentía. Era lo que su subconciente había dado por concluido luego de buscar afecto de parte de otros y no tener éxito. Sabía que lo de su noviazgo actual ni siquiera era verdadero el sentimiento.

Podríamos ponernos a discutir sobre que es lo que realmente mueve a Amor, algunos pensaran que es demasiado valiente para hacer lo que hace, otros pensaran que tiene tanto miedo que siente que debe demostrar que no es así.

Le gusta aparentar que sabe cómo actuar y que sabe todo, y que ni el más mínimo comentario ofensivo podría lastimarla. «Es igual a mi, supongo», pensó Esteban.

Hubo un silencio incómodo que reino por el pasillo. Los tres hombres estaban emocionalmente heridos por la cruda realidad que uno de ellos había expuesto. Fuera o no cierta la conclusión de Creed, había logrado su cometido: hacer que Elijha y Esteban dejarán de discutir, y por fin pudieran encontrar a su amiga en equipo.

Oyeron una campana sonar movida por las cuerdas que pusieron para cuando supieran si una de las trampas fue activada.

—Esa es la de mi habitación.— mencionó el canciller mientras seguían con la mirada aquella cuerda.

—Ay, no.— gimió Creed.— De nuevo hay que ir a lo que parece "El museo de Esteban". Hay pinturas y bustos tuyos repletos allá.

—Lo se, ¿No es bellísimo?

—¡Ya no hablen y caminen!— exclamó Elijha.

En cuanto llegaron vieron la puerta entre abierta. Con delicadeza la empujaron hasta que quedó abierta. Efectivamente Amor cayó en una trampa. Estaba sobre la cama devorando una dona, y bebiendo de una mamila. Que si les parece raro es porque Creed fue el autor de esa trampa.

—¿Una mamila?— preguntaron el canciller y el detective a la par a Creed.

—¿Qué? No derraman ni una gota así que me pareció buena idea.

—¿Y exactamente qué tiene adentro?— cuestionó ahora Esteban.

—Pues café.

—¡¿Café?!— repitieron a todo volumen Elijha y Esteban. Amor llena del frenesí del azúcar no se inmutó y continuo degustando.

—¡¿No se supone que no debe beber café?!— reclamo Esteban.— ¡Me regañan a mí por darle café sin saber que le afectaría! ¡¿Y sabiendo tú cómo se pone le das más?!

—¡¿Tienes idea de a qué hora por fin podrá irse a dormir?!— se le unió Elijha.

—¡Lo hice por dos buenas razones!— gritó Creed en su defensa.— ¡La primera es porque una dona sin un buen café no se disfruta! ¡Y dos, solo miren como brillan sus ojos y trata de negarte en darle un cafecito!

—¡Si, cuando le brillan así los ojos es porque le da un shock de azúcar!— gritó Elijha enfurecido.

—¡Pero mírenla!— insistió Creed.

Los tres contemplaron a Amor. En efecto, sus ojos estaban en su punto máximo de brillo e intensidad, podrían jurar casi que aumentaron de tamaño junto a su pestañas. Comía a prisa la dona inflando sus cachetes y manchándose de chocolate, y después bebía de la mamila con cafeína. Terminaron suspirando un largo "Aaawwww" para quedarse embobados viéndola. El primero en volver a la realidad fue Elijha, quién negando varias veces la cabeza volvió a atraer la atención de sus compañeros por obligación.

—Bien, ahora que está aquí no hay que dejarla salir. Cierren la puerta y prepárense por si se pone salvaje. ¿Entendido?

—Entendido, compa.— respondió Creed quien se giró ahora a Esteban.— ¿Entendido compa dos? ... ¿Compa dos?— Pero Esteban no respondió.

El canciller era abducido por los atrayentes ojitos de Amor y sus tiernos cachetes inflados aún más, llenos de pecas y manchas. Mantenía una sonrisa boba con ojos de borrego a medio morir.

—Trae cara de pendejo.— murmuró Creed a Elijha quién también notó su falta de atención.

—Y no creo que nomás eso.— susurró Elijha.— ¡Canciller!

—¡Ay, aquí sigo!— exclamó de inmediato volviendo a la realidad.

—Habrá que cerrar la puerta.

—Y... tal vez deberíamos quitar las demás trampas... Antes de que alguien-

La sugerencia de Creed se interrumpió ante el sonido de una campana a lo lejos y el grito de una mujer. Se vieron nerviosos en respuesta al sentimiento de culpa.

—Vayamos ahora.— Creed se le adelantó a Elijha quién se detuvo en entregarle a Esteban la red.

—Vigilala, y ten la red por si acaso. Mantén la puerta cerrada, Y NO TE LE ACERQUES.— se acercó a susurrarle una última advertencia antes de dejarlo solo con ella.— Ella no solo muerde, también huele el miedo.

Miró bastante aterrado a Amor, quién devorraba sanguinaria y sin compasión el resto de donas que habían en aquella caja, y en momentos se detenía para acompañarlos con café.

Elijha salió aterrado corriendo y cerrando la puerta detrás de él. Esteban miró la red. «Que ridículo.», pensó él dejándola tirada en el suelo.

Amor ya había terminado las donas y el café. Al ver que no quedaba nada aventó la mamila y la caja lejos, y en su salvaje desesperación, un estado de la naturaleza feroz en el cual entro y del que no había rastro de conciencia pensante, mordía una de las almohadas blancas en la cama del canciller y la movía de lado a lado entre sus fauces.

—De acuerdo, esto si es raro.— pensó en voz alta.

Realmente dudaba de si debía hacerlo o no, además de totalmente ridículo que era, pero empezaba a forcejear con ella hasta que logró quitársela, Amor fue una rival digna en el enfrentamiento, pero su almohada blanca rellena de plumas de pavo sufrió las consecuencias, resultando rasgada.

Las plumas le provocaron tos y estornudos. Ya había empezado a gritar enfadado tratando de formular una frase con las palabras que se trababan en su boca, pero se percató del semblante triste en los ojos de Amor y su labio inferior por fuera remarcaba su tristeza al no tener más dulces. Era la misma cara que ponía cuando él la molestaba al quitarle sus dulces. Se preguntaba qué le veía entonces de divertido en hacerla tratar de alcanzar los dulces que le arrebataba.

En los últimos días el remordimiento no lo dejaba tranquilo. Ya había acumulado bastante en su vida, e intentaba enmendar sus absurdas y tontas acciones.

—De acuerdo, Amor.— dijo acercándose al buró de al lado de la cama para sacar algo de los cajones, su escondite secreto y tesoro personal: un pequeño frasco de galletas de chocolate en forma de cigarrillo.

En cuanto la destapó el instinto olfativo de Amor se activo, se enderezó en la cama y su total concentración se la llevó la galleta que sacó Esteban.

—No me gusta verte triste, querida, así que te daré UNA sola, si prometes controlarte. ¿De acuerdo?— inquirió con una sonrisa nerviosa. Aunque quería confiar en ella, sus brillantes ojos tenían una ligera pinta de amenazadores.

Pero Esteban seguía sin considerarse un tonto. Todo lo que hizo fue guardar de inmediato el frasco. Al girarse Amor tenía su rostro cerca del suyo. Sintió un cosquilleo que recorría su columna y a su paso dejaba su cuerpo tenso a la par que sentía sus mejillas arder. Sus chispeantes ojos y sonrisa tan dulce. El panorama de su rostro le atraía como el canto de una sirena, y lo hipnotizaba produciendo el mismo efecto, lo invitaba a que él también se le acercara. En vista de que no daba el primer paso, ella se acercó de imprevisto a tener sus manos en sus hombros y acercar su rostro hacia su cuello. De pronto sonrió nervioso y viéndose obligado a abrazarla.

Elijha y Creed regresaron para presenciar lo contrario a una escena romántica: una trampa puesta por Amor, dispuesta a robarse el frasco de galletas completo. Creed fue el primero en reaccionar.

—¡No, Amor! ¡No le muerdas el cuello!

(...)

Una barracada hecha con el colchón y las demás almohadas, de un lado Amor estaba distraída con varios empaques de dulces que le tuvieron que dar para que soltará a Esteban. Ahora mismo hacia figuras de mazapán de todos los del castillo.

Del otro lado, los tres estaban tendidos en el suelo, con ojeras, rasguños en la cara y la ropa destruida por los mismos rasguños. Estaban bastante casados.

—No fue tan difícil.— mencionó Creed tratando de levantarle los ánimos a sus compañeros.

—Si, por suerte aún conservamos los dedos.— apunto Elijha con ironía.

—Hablen por ustedes.— gimió Esteban sobando adolorido su cuello, despojado de su pañoleta amarilla ahora rota. Cubría ahora con su mano la marca que le dejo la mordida de su cuello. No le preocupa que tuviera que explicarlo mañana, para esconderlo tenía varios repuestos de ese pañuelo del mismo color y de su traje, pero vaya que le dolía y le incomodaba.

—Si, lo sé. Ahora estás marcado por esa loquita.— dijo Creed en burla, ganándose la mirada enfadada de Esteban.

—Luego tendremos que arreglar todo el desastre.— recordó Elijha con pesadez.

—Sí... ¿Esta cosa qué es?— preguntó Creed recogiendo una libreta rosa que había entre todas las demás cosas rotas.

Esteban observó por el rabillo del ojo el objeto del que Creed hablaba.

—Ese... Era el diario de Amor.— respondió.— Lo encontré cuando busque en el cuarto de "esto y aquello”— explicó llevando una mano a cubrir su cansado rostro.— los muñecos que ella había dejado cuando huyo de aquí.

—¿Pensabas dárselos ahora?— El canciller sintió hostil la pregunta de Elijha, aunque no se había dado cuenta de lo ridícula que era la idea hasta ahora.

—¿Y qué hay con su diario?— cuestionó Creed pasando las páginas para leerlas.

—Me pidió que lo quemara. No estoy tan seguro de hacerlo.— contestó melancólico.

—Mira esto— dijo Creed comenzando a leer una parte al azar del diario.—, “No quería espiar a Esteban en su cita. No imaginé que hiciera sonidos tan raros cuando le besan en el cuello.”

—Definitivamente lo voy a quemar.— aseguro Esteban con la cara roja y arrebatando el diario para arrojarlo lejos.

—¿Qué quiso decir con sonidos raros? ¡No me digas que era ese mismo sonido que hiciste cuando te soltó la mordida en el cuello! ¡Ay, que asco! ¡Te prendió que te mordieran e hiciste ese sonido raro cuando llegamos! ¡¿No es así, cochino?!— inquirió Creed con intenciones burlescas.

—Cinco minutos.— musitó Esteban a la par que le daba un tic en el ojo izquierdo.— ¿Podrías dejar de burlarte de mi... ¡Por solo cinco minutos!?

—Shh.— Elijha los calló llevando un dedo a sus labios. Asomo el rostro por encima de la barracada de almohadas, y mientras observaba lo que Amor hacía, lo iba registrando en su libreta.— Ya son las doce horas con un minuto y quince segundos de la madrugada, luego de tres horas Amor ya parece haber finalizado con su réplica del palacio y el reino entero de Ávalor con las cajas y envoltorios de los dulces que le dimos de ofrenda para no sacrificar al canciller.

«Amor ya ha hecho inclusive figuritas de mazapán de nosotros y de toda la familia real. Veo que las acomoda en el castillo con mucho cuidado. A juzgar por sus ojos todavía debe poseer de un setenta y cinco a ochenta por ciento de azúcar en su sistema. Y sigo trabajando con un par de estúpidos».

—¡Oye!— reclamaron Esteban y Creed ofendidos. Al mismo tiempo que habían hecho esto, terminaron por asomarse y quedar asombrados con el detalle de la arquitectura hecha a escala.

—Wow. Es el reino entero. ¡Aww, ahí estoy yo!— exclamó él canciller contento al ver su figura de mazapán de él en miniatura.

Amor al terminar con su trabajo se puso en su cabeza el mechudo blanco de un trapeador el cual rompió partiéndolo a la mitad, y se puso en el pecho una nota con pegamento que tenía escrito el nombre de su hermana: Ash.

¿Alguna vez han visto Lilo & Stich? La escena del alien azul destruyendo y devorando su recreación de San Francisco sería una buena referencia pera darse una idea de cómo la mujer pecosa y con manchas de vitíligo en su piel morena empezaba a destruir todo el reino de Avalor, y a masacrar entre sus fauces las figuras miniatura de mazapán de todos. La sanguinaria escena de masacre contra mini mazapanes representando a gente real le heló la sangre a los tres, los más afectados y aterrados fueron Esteban y Creed que terminaron por abrazarse. Ninguno de los tres dejaba de ver estupefactos el nivel de destrucción.

—Creo que algo intenta decirnos.— supuso Creed, pero Esteban e Elijha volvieron a descartar sus ideas como simples tonterías.

—No más café y dulces para tí, ¿Eh?— señaló Esteban a Amor quién lo ignoro y puso toda su atención en destruir con sus dientes al mini mazapán de Esteban. Sintió un frío temblor de miedo recorrer su columna.

—¿Y ahora qué?— preguntó Creed.

—¡Nada!— aulló Elijha.— ¡Esteban lo provocó así que esto es su culpa! ¡Es tu problema! ¡Yo ya estoy cansado! ¡Vámonos ahora, Creed!

(...)

Amor se fue levantando lentamente, la cabeza le daba vueltas, y la poca luz le quemaba las retinas. Con su brazo cubrió sus ojos. Sentía estar sobre algo blando y suave.

Esteban estaba sentado en una silla vigilandola con la red en sus manos y unas grandes bolsas ojerosas debajo de sus ojos. En el transcurso de la noche su ropa se fue rasgando más, su cabello estaba completamente alborotado, y fue adquiriendo más mordidas de parte de Amor, pero no como él hubiera querido.

—Ya se le acabó el tanque de azúcar. Jeje.— balbuceó tratando de darse ánimos a pesar de sentirse del asco.— No se tardó mucho. Son solo las... Once de la mañana. Jaja. Casi no se sintió.— dijo con una sonrisa forzada.— Ahora sí puedo ir a dormir. Y me juzgaban por tomar siestas matutinas.

Amor gimió adolorida y cansada, pero no sabía de qué.

—Ay, mi cabeza... ¿Qué pasó?... ¿'ónde estoy?... ¿Porqué estoy mordiendo una manga del saco de Esteban?

—¿Ya lo olvidaste?

—¿Qué?

—Nada, olvídalo, imagino que estás cansada.— decía Esteban aprovechando que Amor tenía sus ojos cubiertos para cambiar su ropa rasgada a su pijama.

—Ay, no. Conozco esa voz.— se quejó Amor.

Después de cerrar las cortinas se acercó a su cama. Esteban estaba tan cansado como para llevarla a su cuarto o simplemente correrla, por lo que solo la empujó a un lado para poder meterse en las cobijas. Sintió compasión por Amor que pasaba por una especie de resaca por exceso de azúcar, así que también la acercó y la arropó.

—¿Qué haces?— preguntó Amor con desprecio en su tono.

—Tú también ya debes de dormir. Te ves cansada.

—¿Quién...

—Tú.

—... te pregunto?

Esteban miró enfadado a la mujer a su lado que de por sí ya se había acurrucado en las cobijas. Desde niña Amor se dormía enrollándose en las cobijas, y como un gato, ocultaba su cara entre sus manos que le cubrían con las cobijas.

—Aún te portas como una niña. No has madurado.

—De los dos tú me la ganas.

—Y además eres muy respondona.— le volvió a señalar Esteban molesto, o eso parecía.— Eres una malcriada y te deben de disciplinar.

—Si ni mi papá podía disciplinarme con el cinturón.

—No, yo no hablo de golpes.

¿Tonz?

Amor fue sorprendida al recibir cientos de besos que Esteban le plantaba en el rostro, así como la tenía abrazada. Los nervios se apoderaron de ella al igual que el carmesí en su rostro. Nunca admitirá lo mucho que disfruto de ese gesto, como siempre, estaba a la defensiva queriendo zafarse de sus cariños.

—¡No, no!— decía Amor entre risas y tratando de empujarlo y de pegarle débilmente en su espalda.— ¡Déjame! ¡Suéltame! ¡No quiero! ¡Quítate, menso!

Ya para dejar que pudiera dormir bien, la beso repetidas veces en sus cachetes, en su nariz y en su ojo, marcando el camino del corazón que formaba aquella mancha de vitíligo alrededor. Los dos sabían que podrían dormir bien esa ocasión.

—Te odio.— musitó Amor.

—Yo también te amo.— Esteban recibió en respuesta un gruñido por parte de Amor. Le plantó un último beso en su cabeza y la abrazo para quedarse dormido con ella.

—Descansa, Amor.

Ella bostezo.

—Pero si no tengo sueño.

—Si, si lo tienes.— dijo enternecido Esteban.

—No, papá.

Esteban ya no sabía si oyó bien o si la falta de sueño le hacía oír cosas que no, pero eso le recordó a lo que les había dicho Creed a él y a Elijha; pero también le trajo de vuelta el recuerdo de una ocasión, en la que Amor era una niña, se quedó dormida en el regazo de Isabel, y la pequeña por lo somnolienta que estaba le terminó llamando mamá por error. ¿Habrá tenido una relación sana con su madre también? Hasta ahora no había pensado en que quizás, no, en que en realidad, de niña no había recibido amor por ninguna de sus figuras paternas.

Lo último que sus ojos vieron antes de caer en un profundo sueño, fue a Amor dormida, con una sonrisa, y acurrucándose en él, ocultando su rostro en su pecho.

Todo muy lindo hasta que alguien entre y mal interprete la escena.

///

Por cierto que lo visto en los one-shots es cannon del fanfic.

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