Parte V - Final
Sebastian despertó después de un rato de haberse quedado dormido. Miró el reloj y se dio cuenta de que era tarde. Tenía un par de mensajes en el móvil. En uno de ellos, Bud le hacía saber que William acababa de ser liberado, que su abogado estaba furioso y dispuesto a demandarlos. Sebastian respondió brevemente que le importaba un carajo, que después arreglarían eso. Suspiró y revisó el otro mensaje, se trataba de su esposa, quién le informaba que acababa de llegar a la clínica de Hardy y que intentaría hablar con él. El detective bufó, molesto consigo mismo por haberse quedado dormido y en lugar de responderle con un texto, decidió hacer una llamada a Ava.
Ava escuchó con horror cómo su teléfono sonaba y con las manos temblorosas tomó la llamada, se trataba de Sebastian. Su teléfono apenas había timbrado, pero eso fue suficiente para que el temible ser se detuviera y comenzara a olfatear el aire. El característico olor del miedo penetró la nariz del hombre lobo y este chasqueó la lengua. ¡Otra cacería fructífera!
-¿Q-qué... sucede? – Susurró la chica con voz temblorosa.
-¿Dónde estás? – Preguntó el hombre con preocupación - ¿Pudiste hablar con Hardy? Aunque en realidad no importa si hablaste con él pero, ¡respóndeme! – Continuó cada vez más alarmado y preocupado - Ava, necesito que regreses a casa o me digas que estás en un lugar seguro – Exclamó un poco alterado al darse cuenta que su mujer no le respondía.
-N-no puedo... decirte nada... ahora – Gimió la mujer – Y-ya no... hables, por favor – Sollozó al darse cuenta que el hombre lobo se encontraba junto a ella – El hombre l-lobo... l-lo vi – suspiró – Está... junto a mí.
El detective se estremeció de terror al escuchar las palabras de su esposa. ¿De qué estaba hablando? ¿Un nuevo ataque del hombre lobo y ella se encontraba justo en el mismo escenario? ¡No podía creerlo! Su espina dorsal fue recorrida por el sudor frío del miedo, las manos le temblaron y comenzaron a sudar al tiempo que su garganta y su boca se secaba, mientras que percibía el sabor amargo de la bilis que ascendía.
-¿Qué? – Preguntó Sebastian – Ava, por favor, no juegues. ¡Tranquila! Conserva la calma y ocúltate en un lugar seguro – Murmuró sin saber qué más decir pues estaba paralizado por el terror – Iré a buscarte pronto.
-N-no puedo – Gimió Ava cerrando los ojos – Él está aquí... ¡Está junto a mí! – Sollozó - ¡Tengo miedo, mucho miedo! Sé quién es el hombre lobo, él es... – Dijo la mujer pero su revelación fue interrumpida por un grito desgarrador al sentir su aliento caliente sobre su cabeza.
El licántropo había escuchado un sonido agudo detrás de unos arbustos, olfateó el ambiente, olía a miedo, olía a mujer... el mismo aroma que despedía la psiquiatra. Sonrió y comenzó a avanzar lentamente, hasta colocarse junto a la rubia que se encontraba agazapada. Ella lo había seguido, ¡pero era lógico! Él mismo lo predijo, estaba seguro que la mujer no se iría tal y como se lo pidió, por eso permitió que lo siguiera y que contemplara su transformación. Ahora ella estaba ahí, a su merced y hablando, con toda certeza, con el detective. Se inclinó aún más y le olfateó el cabello mientras ella dejaba escapar un grito de terror.
-¡Ava, Ava! – Gritó Sebastian al escucharla gritar - ¿Qué está sucediendo?
Sebastian se paralizó aún más cuando escuchó un gruñido, seguido del maldito aullido del Hombre Lobo. Él estaba con Ava, ese desgraciado estaba atacando a su mujer y él no estaba ahí para salvarla. Debió haberla detenido, pero ya era muy tarde. La desesperación lo invadió, ¡debía ir a buscarla!
Ava se arrastró sobre la tierra y el pasto, a toda velocidad, tratando de alejarse de ese monstruo. Gritó de nuevo cuando sus piernas se enredaron en el pasto crecido y miró cómo ese ser avanzaba lentamente hasta ella.
-¡Alto! – Gritó la psiquiatra - ¡Detente, por favor! – Sollozó – No me hagas daño. ¡Yo no te he hecho nada!
-¡Te dije que te largaras de una vez por todas! – Exclamó el lobo con su potente voz – Pero eres una mujer muy necia y pagarás por meterte en lo que no te importa.
Sebastian escuchaba, ¿cómo era posible que esa bestia pudiera hablar y razonar? Lo poco que sabía de hombres lobo era que se trataba de seres irracionales que, poseídos por la locura de la influencia lunar o una maldición, enloquecían y perdían la cordura; olvidándose de todo y atacando a cualquier ser vivo que estuviera frente a ellos, sin distinguir si eran conocidos o completos extraños. Pero este era muy diferente a cualquiera que el folklore hubiera descrito.
-¡No! – Gritó de nuevo Ava - ¡Por favor! – Le suplicó mientras gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas - ¡Estoy embarazada! – Lloriqueó – Te prometo que huiré y jamás revelaré tu secreto...
-¿Crees que me preocupa tu banal existencia? – Le preguntó el lobo Hardy - ¿Crees que tendré compasión por el inmundo ser que crece dentro de ti? – Continuó y dejó escapar un feroz gruñido - ¡Estás equivocada, mujer! Mi maldición está ligada a todos ustedes, estoy hecho para matar y para gozar con el dolor de los demás, cada muerte me fortalece, me llena de vida y nada puede hacerme daño. ¡Fui creado por dioses! Para castigar a los hombres por sus pecados y tú Ava, ¡eres una pecadora!
La mujer dejó escapar un nuevo alarido de horror cuando la lengua babeante del lobo le recorrió la cara, se estremeció cuando el aliento caliente volvió a recorrer su piel. Cerró los ojos y comenzó a rezar, pero las ideas habían muerto en su cerebro, no podía recordar nada, sólo miseria y muerte. La sola presencia del Lobo había convertido sus momentos de felicidad en recuerdos agrios.
-¡Ava, Ava! – La voz de Sebastian se escuchaba por el móvil que estaba en el piso – Si le haces algo, maldito perro infernal, ¡juro que te perseguiré hasta el último confín del mundo para darte muerte! No me importa perecer en el intento, pero te aseguro que ¡acabaré contigo!
El Hombre Lobo lanzó un rugido ominoso sobre el teléfono celular. Resopló con furia y sin piedad se abalanzó sobre Ava. Ella debía morir, esa mujer era un estorbo para sus planes, Tom debía atraer al detective hasta sus fauces y esa era la única forma de lograrlo. ¿No creía? Ahí estaba la prueba tangible y viviente de su existencia. Al final, el licántropo saldría vencedor.
Sebastian escuchó el lastimero grito de Ava, mezclado con los gruñidos de la bestia. Ese maldito la estaba asesinando, ¡no había tenido piedad de su esposa! ¡Ava estaba embarazada! El licántropo no se conformó con exterminar a un inocente, lo había hecho también con su hijo no nato, ¿qué mal le había hecho? Ninguno. El hombre también gritó y cayó de rodillas sobre el piso, mientras derramaba lágrimas de rabia, dolor e impotencia.
El detective ya no escuchó los gritos de Ava, sólo el abyecto crujir de los dientes del lobo sobre los huesos de su esposa. ¿Por qué? No comprendía nada, ¿qué era lo que ese animal quería de él? Se levantó como autómata y caminó hasta el cuarto que siempre cerraba con llave, lo abrió y encendió la luz. Se trataba de su armería, tomó todo lo que pudo y lo colocó en un saco, cogió cartuchos y cargadores para su armamento y se echó la bolsa al hombro.
-¿Aun estás ahí, perro? – Preguntó Sebastian con los dientes apretados.
No hubo respuesta.
-¡VOY A MATARTE, DEMONIO! – Gritó Sebastian contra la bocina del teléfono sin importarle nada - ¡VOY A ACABAR CONTIGO! ME LAS VAS A PAGAR MUY CARO – Continuó gritando hasta perder la voz ya que un nudo se atravesó en su garganta, volvió a caer al piso y se echó a llorar.
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Bud se estacionó fuera del edificio dónde vivía Sebastian. Su compañero lo había llamado, explicándole incoherencias. Realmente no sabía que pensar, Sebastian le habló del Hombre Lobo, de Ava y su intento en ayudarlo, del embarazo de su esposa y de cómo él había escuchado que esa bestia atacaba a la mujer. Mientras le explicaba, Seb gritaba, sollozaba y maldecía. Estaba demasiado alterado y Bud temía que su amigo cometiera una locura.
Sebastian lo esperaba afuera del edificio y ni bien se había estacionado cuando abrió la puerta del vehículo y entró en él, mientras decía.
-¡Conduce a prisa! Vamos a matar a esa bestia.
-¿Qué estás diciendo? – Preguntó Bud – quiero que me explique las cosas, ¡realmente no te entiendo!
-¿Eres idiota? – Murmuró Stan mirándolo cómo si no lo reconociera - ¡Ava está muerta! ¡MUERTA! Ese animal, esa bestia, ese ser infernal la asesinó – Gritó el hombre mientras su rostro se descomponía en una mueca de dolor – También asesinó a nuestro hijo. Te lo dije... ¡ella estaba embarazada! – Gimió lleno de pesar y comenzó a llorar otra vez.
Bud continuó conduciendo, mientras intentaba procesarlo todo. ¿Qué hacía ella allá? ¿Cómo se daba cuenta Sebastian de que había muerto? No le había explicado nada, lo que le dijo eran palabras aisladas, mezclando todos los hecho de manera desordenada y el hombre no alcanzaba a procesarlo todo. Si realmente había sucedido esa desgracia, comprendía el dolor de su compañero. Sabía de los intentos de Ava y Seb por tener un hijo y ahora que ese sueño se hacía realidad, todo se vestía de oscuridad y se manchaba con sangre.
-¿Qué hacía ella ahí? – Preguntó Bud - ¿Por qué permitiste que fuera? ¡Y sola!
-¡Ella insistió! ¡Ella quería ayudar! – Gimió y se tiró del cabello - ¡Fue mi culpa... mi maldita culpa! – Gritó con rabia - ¡Maldito animal! Mil veces maldito. Debía haberla acompañado, no debí darle importancia a mi cansancio.
-¡Basta! – Lo interrumpió Bud – Deja de culparte, ¡no eres culpable! Culpable el licántropo, ¡él es el único culpable de todo!
-Por eso iremos a buscarlo – Dijo Sebastian respirando agitadamente – Vamos a exterminarlo, nos desharemos de esa terrible plaga de una vez por todas... ¡Ava me dijo que ella sabía quién era el Hombre Lobo!
-¿Y sabes dónde está? ¿Qué fue lo que te dijo? – Preguntó Bud pisando el acelerador – Yo voy a ayudarte, Seb, ¡juntos lo vamos a matar!
-No me pudo decir más, el monstruo la atacó – Suspiró y se frotó el rostro – Ella había ido a ver a Hardy.
-Ese veterinario conoce al monstruo, ¡lo sé! Tienes razón – Murmuró Lancaster - ¡él va a tener que decirnos la verdad! Y si no quiere, ¡lo obligaremos a hablar!
Bud condujo velozmente en la carretera. Guardaron silencio durante todo ese rato y una vez que llegaron al pueblo, aminoró la marcha. No se había detenido aún, cuando un grupo de oficiales los detuvieron. Los hombres se veían un poco abatidos y no sabían cómo comenzar a hablar.
-¿Qué sucede? – preguntó el detective Lancaster - ¿Algún problema?
-Malas noticias – dijo uno de los hombres – Especialmente para el detective Stan. – exclamó – Hace un rato escuchamos unos aullidos y un grupo de hombres fuimos a investigar que había sucedido. Desgraciadamente no encontramos al animal pero nos topamos con una visión aterradora. El cuerpo de la doctora Phillips estaba destrozado, ¡esa bestia la mató!
-¿Exactamente en qué sitio? – preguntó Sebastian – Les agradezco lo que han hecho, pero yo necesito encontrar a ese maldito animal y terminar con él.
-Vamos primero con Hardy, Sebastian. – dijo Lancaster – Tenemos que interrogarlo ¡ya!
-¿Puedo ver a mi esposa? – preguntó Sebastian al grupo de policías.
-Creo que no deberías, si lo haces te... - dijo Bud pero fue interrumpido por Stan.
-¡Quiero ver a mi esposa! – gritó – Quiero ver como la dejó ese desgraciado.
-Síganos, detective. – exclamó uno de los oficiales y Sebastian fue tras ellos, seguido de Bud.
Al verlo entrar en el salón que les servía de "Morgue", el doctor Ackles se acercó a Sebastian y lo recibió con un fuerte abrazo.
-¡Lo siento mucho, Sebastian! – dijo el forense – No pensé que esto ocurriría, la vi llegar y me dijo que se quedaría en casa de Hardy si se lo permitía.
-¡Entonces ese bastardo no se lo permitió! – exclamó Sebastian con furia - ¡Quiero verla!
-No creo que sea conveniente – respondió el médico – Es mejor no llevarse una mala impresión. Suficiente tienes con saber que ella falleció.
-Debes hacerle caso al doctor Ackles – intervino Bud – No va a ser bueno para ti, ¡no tienes porque vivir con esto, Sebastian!
-Quiero verla, ¡ella era mi esposa! – exclamó entre lágrimas - ¡Por favor, quiero verla!
El forense lo tomó de la mano y lo llevó hasta una mesa donde estaba el cadáver de Ava cubierto con una sábana blanca. El médico suspiró, sería un trago amargo para el detective pero no podía impedir que la viera, al final de cuentas el hombre tenía razón... ¡ella era su esposa!
-Tienes que ser fuerte, hijo. – exclamó Stephan quitando la sábana de golpe.
Sebastian retrocedió horrorizado y Bud se tapó la boca para no gritar. ¡Era una visión espantosa y triste! Ava o lo que quedaba de ella había sido parcialmente devorado. La bestia sólo había respetado su rostro y parte de su torso. Las piernas las había perdido y uno de sus brazos había sido cercenado. A Sebastian le dieron arcadas e inmediatamente el médico cubrió los restos con la sábana y pidió a Bud que sacara a Sebastian de ahí.
El detective Stan estaba mareado y a punto de desmayarse, su corazón estaba destrozado. Cayó de rodillas y comenzó a gritar de dolor, llamaba a voces a su esposa y con los puños cerrados golpeaba el piso. ¡Tenía que ser una pesadilla! Pero desgraciadamente no era así, esa era su realidad. Su amada esposa había sido devorada por un Hombre Lobo y él no había hecho nada para defenderla. Prefirió quedarse a descansar que acompañarla hasta ese maldito lugar.
Cerró los ojos que estaban nublados por las lágrimas y vio el dulce rostro de Ava que le sonreía. ¿Cómo ese ser inmundo había sido capaz de algo así? No la había respetado a pesar de que ella se lo suplicó. Le había pedido que la dejara ir, le había dicho que estaba embarazada. Ambos iban a convertirse en padres después de tanto tiempo de intentarlo, ¡cuando ya habían perdido todas sus esperanzas! Esa bestia infernal había acabado con sus sueños e ilusiones. Ava era inocente y también su hijo, así como todos los demás que habían muerto en las garras de ese ominoso licántropo. No entendía porque había tanta maldad en ese hombre, ¿qué se ganaba con sembrar tanto terror y muerte en esa región? ¿Cuál era su objetivo? Simplemente no entendía, debía encontrarlo y el único que conocía su paradero era el doctor Hardy.
-¡Vamos con ese veterinario! – dijo Sebastian a su compañero – Pero antes hay que armarnos hasta los dientes.
Buddy y un grupo de hombres siguieron a Sebastian hasta la clínica de Tom. Necesitaban respuestas urgentemente o al menos una pista que les indicara el paradero de la bestia. Stan no tenía idea de cómo acabar con un hombre lobo. No contaban con balas de plata u objetos de ese metal. Tampoco conocía el nombre con el que el hombre lobo había sido bautizado, para llamarlo tres veces y así terminar con la maldición. Necesitaba la ayuda de un experto y ese experto era Hardy.
El viejo Stuart estaba muy preocupado por su amigo Ed, lo había visto salir y también había visto que una mujer rubia lo había seguido. La misma mujer que había preguntado por él. También había escuchado los aullidos del lobo y había visto la movilización de la policía. Había escuchado que la mujer estaba muerta, el lobo la había hecho pedazos. Pero de Hardy no mencionaron nada. La mente del hombre era un maremagno de ideas y de dudas, mientras que una parte de su cerebro sacaba a relucir una inquietud que él tenía desde hacía mucho tiempo. ¿Sería posible que su querido amigo Ed fuera esa bestia demoniaca? ¡Imposible! Tom era incapaz de hacer daño a alguien, aunque en ocasiones le sorprendía su mirada malévola y esa aura oscura que de vez en cuando se apoderaba de su joven amigo.
Sebastian, Bud y los agentes llamaron a la puerta de la casa de Tom, nadie respondió o salió a abrir. La casa estaba en penumbras, parecía que Thomas no se encontraba en el lugar. Volvieron a llamar sin resultados satisfactorios, iban a entrar de alguna forma u otra y así lo hicieron, forzaron la puerta de la entrada e irrumpieron en la casa, llamando a voces al hombre. Sin embargo, el lugar estaba desierto. El Doctor Hardy había recogido todas sus pertenencias y se había largado. ¿Pero a dónde? Nadie lo había visto salir del pueblo y todo el lugar estaba vigilado por la policía, ¡eso era muy extraño! Intentaron encender las luces, no funcionó, el veterinario cortó la corriente dejando la casa sumida en la oscuridad. ¿A dónde demonios había huido ese cobarde?
Sebastian encendió una lámpara que llevaba en el cinturón y los demás lo imitaron. El detective hizo varias señas para enviar a un par de hombres a diferentes puntos de la casa y buscar al veterinario.
-¿Dónde estás Hardy? – Gritó Sebastian – No te escondas, ¡quiero hablar contigo!
En la planta alta se escuchó un horrible grito de un hombre, seguido de un gruñido malévolo y en instantes, el cuerpo lacerado de un agente rodó por las escaleras. Todos los hombres se pusieron a la defensiva, apuntando con sus armas hacia la planta alta.
-¡No lo pierdan de vista! – Gritó Stan – Debemos matar a ese Hombre Lobo.
Un par de valientes decidieron subir por la escalera para investigar en la planta alta. Ambos hombres portaban armas de grueso calibre. Caminaron con sigilo, tratando de no hacer ruido. Cuando se encontraban a mitad del camino, de la nada apareció el gigantesco lobo y saltó sobre ambos; a uno de ellos lo mordió de la garganta, mientras que al otro le desprendió la mitad del rostro de un zarpazo. Se escucharon gritos y detonaciones. A pesar de que algunos disparos acertaron de lleno en el lobo, este parecía no sufrir ningún daño y ni siquiera sangraba.
-¿Qué clase de animal eres? – Preguntó Sebastian mirándolo fijamente a los ojos.
Durante una fracción de segundo, Sebastian se quedó petrificado, como hipnotizado por esos ojos malignos que también lo miraban detenidamente. En ese mismo instante, un escalofrío lo recorrió, esa misma sensación que experimentaba cuando se encontraba cerca del Doctor Hardy.
-¡Hardy! – Susurró Sebastian saliendo de su estupor – Thomas Hardy – Gritó – Thomas Hardy, Thomas Hardy....
El Hombre Lobo lo escuchó pronunciar su nombre, ¡el detective conocía ya su secreto! Era hora de atraparlo. La fiera dejó escapar un pavoroso aullido que lastimó los oídos de los presentes y escapó por la ventana echándose a correr en dirección del bosque.
-¿Qué fue eso? – Preguntó Lancaster sacudiendo a Sebastian que parecía un oligofrénico - ¿Por qué gritaste el nombre del Veterinario?
-¿No lo entiendes, Buddy? – Murmuró Sebastian - ¡HARDY ES EL HOMBRE LOBO!
Bud y el resto de los policías guardaron silencio. No podían creer las palabras de Sebastian, el Hombre Lobo siempre había estado frente a sus narices, tenían al asesino al alcance de su mano, pero... ¿quién se lo iba a imaginar? Parecía tan inofensivo, un poco tosco, pero inofensivo al fin.
-¡Pero no se queden ahí! – Murmuró Sebastian – Vamos tras él – Y miró a su compañero – Pidamos refuerzos, Buddy y que venga el forense a encargarse de los cuerpos.
Todos se movilizaron a la orden. Buddy, mediante la radio, pidió los refuerzos e hizo saber que había algunos hombres caídos. Los demás montaron en las camionetas blindadas y se lanzaron a la persecución de la fiera. Condujeron con dificultan entre los árboles, internándose cada vez en el espeso bosque norte.
De nuevo un aullido lúgubre resonó en sus oídos, el hombre lobo estaba cerca. Necesitaban tener los ojos bien abiertos, pues estaban en su ambiente y eso los ponía en desventaja. La camioneta que iba al frente de la expedición se descontroló, pues algo enorme y pesado había caído encima de ellos. ¡Era el hombre Lobo! El conductor gritó e intentó seguir por el camino correcto, pero el peso excesivo de la bestia si lo impedía y terminó por estamparse contra un árbol.
-¡Cuidado! – Gritó Sebastian a Buddy que conducía con dificultad – Ve por el otro camino, ¡hay que rodearlo! – Le indicó Sebastian, señalándole la dirección.
Bud tomó una curva y comenzó a seguir al animal, había mucha tierra suelta y las raíces de los árboles hacían que rebotaran dentro del vehículo. Sebastian tomó su rifle y se acomodó con dificultad para comenzar a disparar a la fiera, que saltaba entre los árboles, alejándose de sus captores.
-¡Va hacia ese claro! – Gritó un agente desde otro vehículo – No lo dejemos escapar.
Bud siguió el auto,parecía que ahora sólo quedaban ellos cinco, los tres hombres de la camioneta,Sebastian y él. ¿Qué les tenía deparado el destino? Quizá la muerte, como a susdemás compañeros. Pero eran ellos o el Lobo y no podían permitir que ese ser sesaliera con la suya. La camioneta donde viajaban dio un salto brusco y sedetuvo unos cuantos metros antes de llegar al claro del bosque. ¡Esa chatarrade porquería! Los hombres descendieron del auto y una de las llantas traserasestaba sin aire. No iban a llegar a tiempo, lo mejor era correr tras dellicántropo.
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Cuando llegaron al claro, Buddy y Seb fueron recibidos por una horrible visión, dos cuerpos con la cabeza cercenada estaban a los pies del lobo, mientras que el otro hombre aún se encontraba con vida, pero terriblemente herido.
-Por fin llegas, Sebastian – Murmuró el Lobo con su terrible voz – Ya casi amanece, pero antes de que eso pase, quiero darte un regalo.
Buddy miró con odio a la fiera, quitó el seguro de su arma y apuntó hacia él, disparó un montón de veces, descargando el arma en el cuerpo del lobo. Un aullido de ira los aturdió, el lobo arrojó a su presa y sin que Sebastian pudiera hacer algo para ayudarlo, cayó directamente sobre Bud, arrancándole la mandíbula de un mordisco. Las garras de la fiera abrieron el pecho del detective Lancaster y le arrancó el corazón que aún latía para devorarlo de un bocado.
Sebastian permaneció de pie, clavado en el piso sin moverse. Estaba petrificado, aterrado y aturdido por lo que acababa de suceder. ¡Su amigo Buddy! Primero Ava y ahora él. No iba a perdonárselo. Tenía que deshacerse de ese ser infernal en ese mismo instante.
-¡MALDITO SEAS! – Rugió Stan - ¡HA LLEGADO TU HORA!
-No gastes tus fuerzas – Gruñó el Lobo – Sabes que es inútil, ¡estoy maldito! ¿No te has dado cuenta?
-¿Qué demonios? – Preguntó Sebastian - ¿De qué hablas? ¡Eres una pesadilla! Es eso, es una perversa pesadilla y cuando amanezca todo acabará y tú estarás muerto... ¡Ava estará a mi lado y Bud...! - Gimió -¿Cómo es que puedes razonar? ¡No lo entiendo!
-¡Qué estúpidos y débiles son tus sueños! – gruñó el lobo – No cabe duda que estamos ante una involución, ¿aún no te das cuenta? La ciencia lo niega, ¡pero hay mucho más como yo! Hay clanes y razas organizadas en jerarquías... ¡yo soy un ser de Pura Sangre! Razonamos, hablamos y comprendemos – Murmuró acercándose hasta Sebastian - ¡Yo puedo ver a través de ti!
-¡Aléjate! – Gritó Stan y tomó su rifle, para descargarlo sobre el Lobo que, a pesar de las balas, se acercaba con lentitud hasta él.
-Yo puedo ver tu inmundicia, Sebastian - Sonrió el Lobo – He visto que eres cruel, despiadado, brutal y sin sentimientos. Te horrorizas ante las muertes que yo he ocasionado, ¿y tú? ¿No has asesinado, Sebastian?
-¡Eran culpables! ¡Debían morir! – Gritó el Detective cerrando los ojos y colocando sus puños sobre su cabeza.
-¿Estás seguro? ¿Realmente me lo puedes asegurar? – Le preguntó y el Lobo mientras Sebastian negaba con la cabeza – Ellos cómo todos los demás tenían familia, alguien que los esperaba, esposas, hijos, padres, hermanos, pareja. Te suplicaron que no los asesinaras, ¡pero no los escuchaste! Disfrutaste con su sufrimiento y dolor – Gruñó - ¿Cómo los llamaste? ¡Cerdos terroristas! Y sólo eran unos pobres inocentes, una aldea de campesinos que se mantenían criando camellos...
-¡Yo era un joven! – Gritó Sebastian defendiéndose – Estaba en el ejército, sólo seguía órdenes y... - cayó de rodillas - ¡YA BASTA! ¿POR QUÉ YO? – Preguntó Stan.
-Porque sabes tan bien cómo yo que lo volverías a hacer – Murmuró el licántropo acercando sus fauces al rostro del detective - Volverías a matar sólo porque te gusta el placer que experimentas al sentirte dueño de la vida de otros más débiles que tú. Porque has violado, torturado y asesinado. ¡No eres el dulce hombre que aparentas ser! El recto detective, el más justo. ¡VIVES BAJO UNA MENTIRA! – Gruñó y después lanzó un temible aullido de euforia - ¡No eres diferente a mí! Por eso te elegí para convertirte en el portador de mi maldición.
-¿De qué estás hablando? – Preguntó Sebastian con el rostro lívido y bañado en sudor gélido - ¿De qué maldición? – Gimió al darse cuenta que estaba perdido y que su pasado oscuro y todo lo que había decidido enterrar había salido a flote y esa bestia lo conocía cómo si se tratara de su propia conciencia.
-DE LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO – Gruñó Hardy – Hace tiempo, existió un hombre llamado Licaón, cruel y salvaje que disfrutaba asesinando inocentes y comiendo su carne. ¡El propio Zeus estaba horrorizado con todas esas atrocidades que él cometía! Así que decidió bajar a la Tierra convertido en un anciano y ver de cerca la maldad de ese hombre – Comenzó a narrar el licántropo – Zeus, al ver que Licaón no se arrepentía, decidió convertirlo en un Lobo, no sin antes maldecirlo.
-¿Y cuál es esa maldición? – Lo interrumpió Sebastian.
-Ser inmortal – Bufó el Hombre Lobo – No encontrar sosiego nunca, ni descanso. Sin conocer la calma o la felicidad, siempre mirando los pecados de los demás seres humanos y juzgándolos siempre, hasta el final de los días, persiguiéndolos y ser su verdugo.
-¿Pero yo por qué tengo que cargar con eso? – Preguntó Sebastian intentando huir - ¡Yo no sabía nada, yo era inocente! – Gritó - Así como toda la gente que asesinaste, como Buddy... ¡COMO AVA Y NUESTRO HIJO!
El hombre Lobo atrapó a Sebastian en plena huida y lo lanzó al piso. El detective cayó y rebotó con un golpe seco. Trató de incorporarse, pero una enorme y pesada garra lo mantuvo sobre el piso, aplastándole el pecho y la espalda.
-Sin embargo, ¡hay un rayo de esperanza para todos nosotros los malditos! – Exclamó la bestia – Puedes liberarte de esa carga si encuentras a alguien que sea peor que tú, alguien que sea capaz de ver tu aura de maldad con sólo mirarte a los ojos, un ignorante e incrédulo – Se carcajeó – Un hombre con un pasado tan oscuro que intente a toda costa de enterrarlo bajo la mentira de la justicia y la bondad... ¡Y YO TE ENCONTRE A TI, SEBASTIAN!- Aulló el lobo lleno de júbilo – Estoy a punto de ser libre y sentirme como mi padre se sintió cuando me maldijo a mí – Gritó aturdiendo al detective – Pero primero, debía atraerte con señuelos, los reconocerás como los turistas, el granjero y su familia – Dijo chasqueando la lengua.
Sebastian no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Todo eso se trataba de un plan meticulosamente trazado! Y ahora él estaba a punto de recibir ese terrible castigo, viviría el horror de ser el verdugo de la humanidad, cazando a los hombres, devorándolos y juzgándolos por sus pecados.
-Pero antes – Prosiguió la fiera – Debía librarte de todo lazo terrenal, como tus amigos, tu familia, la persona a quién amas. ¡Nada de eso es necesario ahora! Sólo los arrastrarías, ¡los condenarías junto contigo! – Rugió el lobo - Te aseguro que algún día vas a agradecérmelo, Sebastian.
El detective Stan miró a su alrededor mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Intentó evocar algún recuerdo feliz, pero todos se habían vueltos agrios y miserables. Ese ser monstruoso le arrebató la felicidad y lo condenaba. Sin embargo, ¡aún tenía una salida! Con grandes esfuerzos estiró su brazo para tomar el rifle y apuntarlo directamente a su sien, apretó el gatillo pero nada sucedió, el arma estaba descargada ya que en su intento de acabar con el Hombre Lobo, usó todos los cartuchos.
-¡Estas maldito, Sebastian Stan! – Gruñó el licántropo con tono triunfal – Te maldigo para siempre... ¡recibe en tu alma esta maldición que los dioses arrojaron sobre nosotros! Pasa de ser hombre a una bestia infernal, cada vez que la luz de la luna llena te ilumine. ¡Vive con este terrible tormento! Pero recuerda, incluso los malditos tenemos esperanzas... – Dijo el animal y se lanzó sobre él, mordiéndolo. De este modo le transmitía la Maldición del Hombre Lobo.
La luz del alba se abrió paso ante la oscuridad, bañando con sus primeros rayos el cuerpo del Hombre Lobo, quién se sacudió y convulsionó para retornar a su forma humana. Thomas Hardy se incorporó y se sacudió la tierra y suciedad que lo cubrían mientras miraba con desprecio al hombre que yacía desmayado a sus pies.
-¡Hasta nunca, Detective Stan! – Dijo con voz burlona y se alejó corriendo a través del bosque.
Thomas no paró de correr desnudo por el bosque. El viento gélido de la mañana golpeaba su cuerpo, pero no le importaba. Nunca se había sentido tan bien después de una noche de Luna llena. Gritó jubiloso mientras abrazaba su nueva vida, acercándose al pueblo.
Chris, el lobero de tres patas del viejo Stuart olfateó el viento y a su nariz llegó el peculiar aroma del veterinario. El animal se echó a correr, mientras que Stuart avanzaba con dificultad entre la maleza.
-¡Demonio de perro! – Jadeó el anciano – Recuerda que tu dueño es un viejo achacoso - ¿Qué has encontrado, bribón? – Murmuró mientras caminaba veloz hacia el bosque.
El anciano pegó un grito tanto de sorpresa como de felicidad al ver que Tom corría junto a Chris. Por un momento Stuart había pensado que él también había sido una víctima de la bestia, aunque su joven amigo estaba desnudo y parecía rozagante y feliz.... ¿Qué acababa de ocurrir?
-Ed, ¿qué te pasó? – Preguntó alarmado - ¿Por qué estás desnudo? – le preguntó quitándose la chaqueta para cubrirlo.
-¡No vas a creerlo! – Respondió Hardy esbozando una gran sonrisa – Pero tal vez algún día te lo cuente, sólo puedo decirte que me siento más vivo que nunca y es hora de largarnos de este maldito pueblo – suspiró – El horror que está por venir será peor que aquél que nos sacudía.
-¿Terminaron con el lobo? – Preguntó Stuart con curiosidad.
-La maldición no ha terminado, mi buen amigo – Suspiró el veterinario – Pero ahora la abominación tiene otro rostro. Es mejor marcharnos de aquí, Stuart. ¡Toma a tu familia y vete! Huyan lejos, a un sitio dónde nadie los conozca y donde no les hagan preguntas... tengamos un nuevo comienzo en un lugar dónde no existan maldiciones que nos aterren, en dónde las bestias nocturnas no existan para perturbar nuestro sueño, nuestras ilusiones, nuestra paz...
Stuart también suspiró y asintió ante las palabras de Tom. Después de escucharlo, lo comprendía todo, él había sido aquél que sembró las muertes, el responsable de la carnicería. Thomas era el Hombre Lobo que atemorizó esa región durante más de cien años y ahora parecía otro, ¡se había liberado! Se alegraba por Thomas, pero sentía pena por aquel hombre que cargaría con ese nuevo tormento de ahora en adelante. A su mente llegó la imagen del Detective Stan, ¿sería posible?
El anciano llamó a su perro y caminó junto a Tom, se irían de ahí, le haría caso a su amigo y huirían de la bestia. Intentarían alertar a los demás para alentarlos a abandonar ese pueblo maldito y buscar la paz que tanto habían deseado.
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UN AÑO DESPUÉS
El detective Stan miró hacia el cielo. Era la hora del crepúsculo y el espectáculo que presentaba era una delicia a los ojos. Naranja intenso, púrpura, azul añil, el sol estaba teñido de un rojo fulgurante... Rojo como la sangre. El astro descendió para perderse en el horizonte y dar paso a la luna llena... a esa luna sangrienta que bañó su cuerpo con su poderosa luz.
El hombre suspiró y dejó salir a la bestia. Lanzando un fuerte aullido a la luna, así comenzaba una nueva carnicería.
"La noche cae en un lugar donde reina hoy el miedo. Bajo el influjo inmortal de la luna y su luz, te hace mirar hacia allí donde brilla en lo alto. Y al mirar el destello en tus manos ves que no eres tú.
Duerme tu alma en el fondo de un sueño sin rumbo, como una plaga la bestia se adueña de ti. Arde tu sangre en el fuego que rompe tus venas y destroza lo poco de humano que queda hoy en ti. Y ahora está libre el mal que llevas dentro, la maldición por siempre existirá. El sueño del loco que vive encerrado en su mundo y no puede escapar.Cambia y deja salir a la bestia, que siempre has vivido con ella y ella hoy es parte de ti..." Tierra Santa / La Sombra de la Bestia
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Y así llegamos al final de esta historia de horror, de hombres lobo, de muerte, de una maldición. ¿Qué les pareció? Espero que la hayan disfrutado tanto como yo al escribirla. Les agradezco por todo,sus lecturas, votos y comentarios. ¡Hasta el próximo especial!
Maria Decapitated
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