Parte I
Comenzaba a oscurecer y el frío calaba hasta los huesos. El pueblo más cercano se veía aún lejano, pero ni el chico ni la chica aflojaron el paso. Deseaban encontrar un sitio donde dormir y algo de comida caliente. El hombre que los había llevado hasta el cruce de caminos les había dicho que encontraría una posada donde podrían pasar la noche.
-Ahí estarán seguros – había dicho el viejo granjero – Por favor, no vayan a pasar la noche a la intemperie y sobre todo, no se alejen de la carretera ya que el páramo es muy peligroso en esta época del año. Principalmente hoy que hay luna llena.
Los chicos asintieron y agradecieron nuevamente al hombre mirando como la destartalada camioneta llena de ovejas se alejaba y se perdía de su vista. Continuaron andando sin detenerse y casi sin hablar. El cansancio ya era visible y no deseaban gastar energías en una charla.
La noche ya había caído cuando ellos llegaron al pueblo y se detuvieron frente a una posada. Olía a asado y a sopa caliente, sus estómagos rugieron y con rapidez entraron en el lugar. La risa y los murmullos de los comensales callaron de golpe al notar su presencia. Todas las miradas estaban puestas en ellos, ¡parecían bichos raros! Ellos saludaron con cortesía pero no recibieron respuesta alguna. Se acomodaron en una mesa que estaba vacía y la dueña se acercó a ellos.
-¡Buenas noches! – dijo la chica - ¿Podría traernos un poco de asado y algo de sopa? Afuera está helando y necesitamos calentarnos.
-¡No hay! – fue la dura respuesta de la mujer.
-¡Entonces algo de té y tostadas por favor! – exclamó el chico con una linda sonrisa.
-¡No hay! – volvió a decir la vieja.
-¿Y qué hay? – preguntó la chica un poco desesperada ante tanta negativa.
-¡Aquí no hay nada de eso! – intervino un hombre calvo y de mirada fría – Sólo licores y cerveza.
-Les puedo hacer el té – comentó la posadera ignorando la respuesta del hombre – Enseguida se los traigo.
Las miradas siguieron sobre la pareja y ellos sólo se limitaron a observar el lugar, un tanto incómodos. Los ojos de la joven se posaron en una de las paredes del salón. Sobre esta se encontraba un pentagrama de plata y debajo de este, unas pequeñas dagas del mismo metal formando una cruz. A sus costados estaban un par de velas encendidas, ¡eso era extraño! Para la época en la que estaban viviendo, eso parecía sacado de un libro de brujería muy antiguo.
-¿Para qué es eso? – pregunto la muchacha señalando el pentagrama – Es una especie de protección, ¿no es sí?
Nadie respondió, sólo se miraron unos a otros y movieron la cabeza en señal de desaprobación. La chica no pasó desapercibidos los amuletos que colgaban de los cuellos de todos los que se encontraban dentro de la posada. Eran pentagramas de plata, como el que estaba en la pared.
-¿De qué se protegen? – preguntó el chico - ¡No me digan que creen en hombres lobos! – exclamó le muchacho – Por favor, ¡eso es de la edad media! Estamos en pleno Siglo XXI, todos sabemos que los hombres lobo no existen. – dijo y se echó a reír junto a su compañera.
-Yo no me burlaría si fuera tú – dijo el hombre calvo – Será mejor que se vayan de aquí, ¡no tenemos lugar para ustedes!
-Pero... - se quejó la chica.
-¡Largo y no vuelvan! – gritaron todos.
-No dejen que se vayan – intervino la posadera – Hoy es luna llena, corren peligro afuera.
-Por supuesto que no – exclamó un joven con una cicatriz en la mejilla - ¡Los hombres lobo no existen! Nada malo les pasará si pasan la noche afuera.
Las risas estallaron entre todos los presentes, excepto en la dueña de la posada y los jóvenes. Estos tomaron sus cosas y salieron apresuradamente del lugar. ¡Esa gente estaba loca! Cómo se les ocurría creer en vampiros, hombres lobo, brujas y todas esas cosas que sólo existían en los cuentos y en las películas. Se echaron a andar muy molestos y hambrientos.
-Debemos darnos prisa – dijo el chico – Tenemos que encontrar un lugar en donde pasar la noche. El frío está calando más y parece que pronto lloverá.
-¿Llover en octubre? ¡No me jodas! – exclamó la muchacha.
-Estamos en Inglaterra y aquí siempre llueve. – respondió el joven andando por el camino a grandes zancadas.
-Debí escoger primero Italia – se quejó la chica – Y no andes tan a prisa que estoy cansada y tengo hambre. ¿Tienes más caramelos?
El chico le tendió un par de chocolates y ella los comió con desesperación. Se tomaron de las manos y comenzaron a andar dando saltos, como dos niños pequeños mientras cantaban a todo pulmón.
-Is someone getting the best, the best, the best, the best of you? – gritaban los chicos con todas sus fuerzas – Is someone getting the best, the best, the best, the best of you?
En medio de su canto, una llovizna gélida se dejó caer sobre ellos. Gritaron y corrieron en busca de un sitio para guarecerse. Estuvieron corriendo durante un rato, sin percatarse que en su huida dejaban la carretera y se adentraban en el páramo. Para su fortuna, la lluvia cesó y la luz de la luna llena alumbró su camino.
-¡Estamos empapados hasta el culo! – Bromeó el muchacho.
-¡Ya cállate y sigue caminando! – Bufó la mujer - ¿Por qué tuvimos que hacer este viaje? – Preguntó recargándose en el hombro de su amigo.
-Porque vas a casarte y será lo último que hagamos durante tu soltería – Rió él abrazándola – Deja de ser tan gruñona, ¡pobre de tu marido!
Los amigos rieron a grandes carcajadas, manteniendo su camino. Cruzar Europa como mochileros les había parecido una estupenda idea, pero lo que no se imaginaron fue que quedarían varados en el norte de Inglaterra prácticamente a mitad de la nada. De pronto, una especie de aullido lúgubre y misterioso rompió la quietud de la noche, en el momento justo que la luna llena brillaba al máximo en lo alto del cielo.
-¿Qué fue eso? – Preguntó el hombre – ¿Lo escuchaste?
-¡Claro que lo escuché! – Dijo la mujer - ¡Regresemos!
-¿A dónde? – Respondió el chico mirando a su alrededor - ¡Estamos en el páramo! ¡Nos hemos perdido!
Una mirada de terror se reflejo en el rostro de la chica, ¿perdidos? No era posible, se habían salido de la carretera y ahora no podían encontrar el camino de regreso. El tenebroso aullido volvió a escucharse, seguido de una especie de resoplido y bufido. ¡Ese lobo estaba cada vez más cerca! Ambos se tomaron de la mano y se echaron correr mientras un tremendo escalofrío les recorría la espina dorsal.
Un tropel estaba detrás de ellos, pegado a sus talones. Los chicos corrían a toda velocidad, sin embargo, el peso de su mochila les hacía difícil su tarea. El resoplido de la fiera, lobo o lo que sea que fuera estaba ahora a su izquierda, protegido por la sombra de los árboles del páramo. La bestia bufaba de manera salvaje y de nuevo dejó escapar otro aullido, mezclado con rabia y regocijo, como si creyera que esa sería una cacería fructífera.
El hombre y la mujer dieron media vuelta, la bestia los esperaba en frente. Esa cosa se movía veloz y el miedo ya estaba causando estragos ellos. Unos malignos ojos amarillos brillaban, mientras que un hocico babeante y lleno de enormes colmillos sucios chasqueaba la lengua dándose cuenta que estaba frente a un suculento festín. La primera en verlo frente a ellos fue la mujer, un enorme y colosal lobo color negro se levantó en sus patas traseras y aulló a la luna de una manera triunfal y malévola. Ella lanzó un espantoso alarido y corrió despavorida, separándose de su compañero. Sin embargo, él no vio nada.
-¡Espera! – Gritó a su amiga – Regresa, regresa.
El muchacho corrió detrás de su amiga, seguido del colosal lobo que bufaba y resoplaba. La chica volvió el rostro y gritó mientras daba un traspié y caía dando una voltereta. El joven corrió más a prisa para auxiliar a la mujer, se inclinó delante de ella y le tomó la mano, intentando que se levantara. Un nuevo grito de terror brotó de la garganta de la chica, en sus ojos se reflejó el miedo indecible ante la pavorosa visión que se cernía a sus espaldas, fue entonces cuando el joven volvió el rostro y contempló a la espeluznante criatura; un gran lobo que les ¿sonrió? lleno de maldad y gozo.
El chico levantó los brazos, pero eso fue todo lo que pudo hacer, pues el lobo saltó sobre él y lo arrojó al piso, mientras que se abalanzaba directamente a su cuello, quebrándolo en el acto. La fiera arañó y destrozó, girones de ropa, carne y sangre saltaron en todas las direcciones, mientras que el horripilante crujir de mandíbulas llenaba los oídos de la mujer que no pudo moverse, paralizada por el pánico.
El lobo dejó los despojos de su víctima y contempló a la mujer. Del hocico enrojecido manaba la sangre mientras se acercaba lentamente a ella, mirándola fijamente y caminando en círculos, acorralándola. Ella temblaba como una hoja, parecía hipnotizada ante esa mirada que ya no era amarilla, sino de un azul verdoso. Un débil quejido se escapó de los labios de la chica e intentó correr hacia cualquier parte y salvarse de una muerte segura. El lobo la dejó ir pero cuando ella apenas se hubo alejado unos metros, se lanzó en su persecución y de un golpe la hizo caer de nuevo al piso.
Ella gritó de manera horrible y desgarradora cuando el temible animal saltó sobre su cuerpo y le mordió las piernas, ella se arrastró con un esfuerzo sobrehumano, pero el lobo posó su enorme pata sobre su espalda. La mujer gritó otra vez, pues sus gruesas uñas atravesaron su ropa hiriéndola terriblemente y desgarrándole la piel. Su muerte estaba cerca.
Un disparo rompió el silencio y la bestia saltó a un lado, mirando amenazadoramente al grupo de hombres que se acercaban a él blandiendo un pentagrama de plata.
-¡Atrás! – Gritaban - ¡Atrás bestia infernal!
El lobo les mostró los dientes, gruñó y corrió entre los árboles para perderse en la espesura del bosque. Al verlo alejarse, los hombres se movilizaron para auxiliar a la mujer y al chico, mientras que otros llamaban a la policía.
-¡A él lo devoró! – Murmuró el joven de la cicatriz en el rostro que estaba en la taberna – Sólo dejó unos huesos y nada más – Gimió - ¡Qué terrible, qué terrible!
-¡Ni una sola palabra de esto! – Lo amenazó el hombre calvo – Los atacaron unos lobos.
-Ella está viva – Murmuró un tipo de cabello largo y cano - ¿Qué vamos a hacer?
-¡Ni una palabra, he dicho! – Gritó el calvo – Fueron los lobos ¿entendido? – Y todos asintieron ante esa orden. De cualquier manera, nadie les iba a creer.
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El detective Sebastian Stan miró las fotografías que le había enviado el médico forense. ¿Qué era eso? ¿Huesos llenos de músculos? ¿De carne? ¿Qué clase de animal había hecho semejante atrocidad? Seguramente una manada de lobos hambrientos. Pero, ¿qué hacían ese par de jóvenes en lo más profundo del páramo? El detective tenía muchas interrogantes en la cabeza. La gente de ese pueblo le había dejado muy claro que las acciones habían sido llevadas a cabo por los lobos. En esa época del año y especialmente por las noches, atacaban a todo lo que se moviera, por tal motivo ellos encerraban muy bien a su ganado y animales de compañía. Ya habían tenido muchas bajas debido a los ataques de esas bestias voraces.
Stan guardó las fotografías en la carpeta correspondiente al caso. No estaba demasiado convencido con las ideas que se generaban en su cabeza. Tampoco estaba satisfecho con las explicaciones de esos lugareños. Actuaban de manera sospechosa, mirándose entre sí y murmurando por lo bajo. Entre eso susurros, las palabras licántropo y hombre lobo llamaron su atención... pero, ¡estaría loco si creyera en semejante superchería! La mente del detective era una maraña de ideas. Nervioso, Sebastian comenzó a caminar de un lado a otro, analizando el caso que acababan de asignarle y encendió el televisor.
El noticiero de la tarde estaba atiborrado sobre el brutal ataque de esos turistas. La gente especulaba al respecto, la mayoría decía que se trataba de un ataque por parte de una manada de lobos, otros decían que era algo más siniestro y oscuro, obra de un demonio o una bestia poseída por el maligno. El golpeteo de la puerta llamó su atención y giró la cabeza abruptamente, centrando su atención en la manilla de la puerta que giraba lentamente. Un hombre entró y le dedicó una sonrisa torcida.
-¡Hola, Seb! – Dijo su compañero – Vengo del hospital.
-Hola, Bud – Murmuró el detective - ¿Qué te dijeron?
-La víctima está consciente – Respondió Bud – El médico dijo que podía brindar su declaración.
-¿Ahora mismo? – Preguntó Sebastian tomando su saco mientras Bud asentía – Entonces vamos al hospital, ¿qué estamos esperando?
Sebastian salió de su oficina junto a su compañero y subieron su auto. Condujeron veloces por las calles de la ciudad. Era de vital importancia tener la versión de los hechos de parte de la víctima. Ella era la única testigo y, por desgracia, su vida pendía de un hilo. La pobre mujer quedó, prácticamente hecha pedazos; las piernas desgarradas y la espalda hecha girones. Los médicos habían hecho de todo para mantenerla a salvo y casi resucitarla. Los hombres entraron en el hospital y se presentaron ante el médico que atendía a la chica.
-Sólo no la agobien mucho – Murmuró – No aguantará muchas emociones.
Sebastian asintió y entró junto a Bud, quién de inmediato tomó la cámara para grabar la declaración de la chica. Ella estaba recostada sobre la cama, tenía el rostro desfigurado y estaba conectada a montones de aparatos. Por su aspecto, Sebastian dedujo que no sobreviviría. Era demasiado para una chica tan frágil como ella. El detective se acercó despacio hasta la cama y la tomó de la mano. La muchacha abrió los ojos y lo miró, parecía que adivinaba sus pensamientos.
-¡Fue un hombre lobo! – dijo con voz ahogada – Una bestia
-¿Un qué? – exclamó el detective, bastante sorprendido - ¡No te entiendo!
-Un hombre lobo – volvió a decir la mujer – Esa bestia nos atacó, apareció de la nada. Los de la posada no quisieron ayudarnos y nos mandaron directo a la muerte.
-¿Pero qué hacían ahí? – preguntó el detective – No entiendo, no comprendo la relación de este ataque con un hombre lobo. He visto cosas así, hay hombres trastornados que se creen bestias. ¡Un loco psicópata!
-¡No! – dijo con lágrimas en los ojos – Fue un hombre lobo, una bestia. ¡Y sonreía! Parecía que disfrutaba de su carnicería– exclamó la muchacha – Primero nos rodeó y luego se abalanzó sobre mi mejor amigo, ¡lo devoró en un instante y yo no pude ayudarle! – Gimió mientras derramaba abundantes lágrimas – Después me atacó a mí y ya no recuerdo nada. ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¿Lo va a atrapar? ¡Prométame que lo va a hacer! – Exclamó la joven cada vez más alterada.
-Te lo prometo – respondió Sebastian tomándola de la mano para intentar controlarla, no era conveniente que se sobreexcitara – No voy a descansar hasta que ese maldito asesino esté tras las rejas. Ahora descansa – le pidió a la mujer y junto a su compañero abandonaron la habitación.
Sebastian se quedó pensativo, no comentó nada durante el camino de regreso a la estación de policía. No comprendía nada, lo que había dicho esa chica era muy incoherente y sin ningún tipo de sentido. ¿Un lobo que sonríe? Un hombre quizá, muy loco y enfermo, pero un hombre lobo. Los hombres lobo sólo existían en las películas, los cuentos de terror o en las leyendas medievales. Recordó que de pequeño, su abuelo llevaba colgado al cuello un pentagrama de plata. Según el anciano, le servía de protección contra los hombres lobo que vivían en los bosques de Rumania. De niño le había impactado, pero ahora sabía que se trataba sólo de leyendas, de mitos que la gente nutría con su imaginación. Pero ahora...
-¿Por qué estás tan callado? – preguntó Bud rompiendo el silencio – Te quedaste impactado y no es para menos. Esa chica está hecha pedazos, ¡ese hombre estaba completamente loco!
-¿Y si no fue un hombre? – respondió Sebastian con otra pregunta – Si hubiera sido una manada de lobos, no quedaría nada de los dos chicos. Y estoy seguro que un psicópata, por muy enfermo que esté, no se va a comer a un hombre adulto, ni hace una masacre de esa magnitud – Murmuró frotando sus manos en el rostro – Ese chico fue devorado, viste el cuerpo, ¿no? - Preguntó y Bud asintió - ¡Ya no sé! Esa muchacha estaba lúcida y por la manera en que hablaba no creo que mienta. De cualquier manera, esta tarde viajaremos a ese lugar y visitaremos la posada. Ahí nos sacarán de dudas.
-Por supuesto – respondió Bud – Debemos investigar más a fondo, tenemos que atrapar a ese maldito psicópata. Muy pronto va a estar encerrado – exclamó el hombre – No si antes lo mato primero al hijo de puta.
Sebastian siguió conduciendo con la mirada fija en el camino. Necesitaba investigar un poco más. Ya tenía el testimonio de la chica, sabía que había sido un hombre. Iba a buscar a ese desgraciado hasta el mismo infierno y lo iba a atrapar.
El sonido del móvil lo sorprendió y de inmediato cogió la llamada, se trataba del doctor que atendía a la chica.
-Buenas tardes, doctor Watson – Dijo Sebastian - ¿En qué puedo ayudarle?
-Se trata de su testigo, detective – Murmuró el médico – Después de que usted dejó la habitación, ella comenzó a alterarse cada vez más, tratamos de tranquilizarla y estabilizarla pero fue imposible.
-¿Qué está tratando de decir? – Preguntó el detective - ¿Ella se encuentra bien? – Exclamó con preocupación – Vamos, ¡no se quede callado!
-Su testigo ha muerto, detective Stan – Dijo el hombre con tristeza – Evocar esos recuerdos fue demasiado, ella no lo pudo soportar. ¡Murió de miedo!
Sebastian no respondió, terminó la llamada sin esperar más explicaciones. Estaba estupefacto, apenas hacía unos minutos que acababan de hablar con la joven, pero ahora ella estaba muerta. Bud lo miró lleno de interrogantes, pero esperaría a que su compañero dijera algo, sin embargo, Sebastian no articulaba palabra alguna.
-¿Está todo bien? – Preguntó Bud en un susurro.
-La chica ha muerto – Murmuró Sebastian - ¡Se murió de miedo, Buddy!
Bud abrió la boca, pero no pudo decir palabra alguna. Sabía que esa chica estaba muy grave y que tenía pocas esperanzas de vivir y si lo hacía, su vida sería precaria y muy triste. Pero ahora estaba muerta, ¡todo había sido tan rápido! ¿Y si en verdad se trataba de un hombre lobo? Recordaba cosas vagas de su niñez, su abuela le contaba una anécdota que vivió cuando era niña. A su amiga se la había llevado el hombre lobo. ¡Todos en la comunidad conocían la historia! El hijo del granjero era un hombre lobo, pero había sido capturado y quemado en la hoguera. Después su abuela le había hecho la aclaración, el muchacho sólo padecía esquizofrenia, y que tiempo después, los ataques continuaron y de la nada, todo se acabó.
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El Veterinario del pueblo, Thomas Hardy se inclinó sobre una de las ovejas que pertenecía al viejo Stuart. El anciano y su nieto sujetaban al animal para que el doctor pudiera vacunarla, pero parecía que no iba a ser tan fácil.
-La última y la más difícil, ¿no lo crees Ed? – Preguntó el anciano.
Tom sonrió al ser llamado por su primer nombre. Toda la gente que él apreciaba y que lo conocía de años atrás lo llamaba así. Tom le aplicó la vacuna a esa oveja y esta fue liberada, baló y pegó un salto antes de alejarse de esos humanos.
-Todo listo, Stuart – Murmuró Tom – Parece que el rebaño ha aumentado y me alegro por ti.
-Por fortuna – Exclamó el anciano – Recuerdo que hace unos años casi me quedo en la ruina por culpa de ese horrible lobo.
-Hablando de lobos – Lo interrumpió Tom - ¿Cómo está Chris? – Preguntó refiriéndose al enorme lobero irlandés que cuidaba de las ovejas del anciano Stuart.
-Está mucho mejor – Sonrió con amargura – Gracia a tu ayuda, de lo contrario estaría muerto. Ahora sólo anda en tres patas y ya no puede salir al campo.
-Hay que hacer algo con ese lobo – Comentó Tom colocando la mano sobre el hombro del anciano - ¿Escuchaste lo que le pasó a esos turistas? Fue lamentable – Suspiró el veterinario.
-¡El hombre lobo los hizo pedazos! – Gritó Stuart.
-¡Calla, calla! – Exclamó Tom muy alarmado – Sabes que no debemos mencionarlo o los aldeanos van a enloquecer, están muy obsesionados con esa criatura.
-Si al menos supiéramos quién de todos los que habitamos en el pueblo es, ¡ya lo hubiéramos quemado en la hoguera! – Bufó el anciano - ¿Crees que las trampas funcionen?
-Las desactivó todas – Exclamó Thomas acariciando su tupida barba rubia – Es un hijo de puta muy inteligente. Hoy por la mañana terminé de revisarlas y tuve que volver a colocarlas. Nada cayó, ni un conejo.
-¡Maldita bestia infernal! – Bufó Stuart – Pero, ¿quieres una cerveza, hijo? – Preguntó – este asunto del lobo me pone de malas y sé que una cerveza me relajará.
Tom sujetó al anciano del brazo y juntos caminaron hasta la taberna. Antes de llegar al local, un auto se detuvo y dos hombres descendieron de él y entraron seguidos de Stuart y Hardy, quienes se sentaron en la barra, junto a los desconocidos, que se trataban de Sebastian y Buddy. Hardy observó con detenimiento a Sebastian, quién al sentirse observado giró el rostro y lo primero que vio fue la mirada penetrante del hombre rubio y barbado. De momento, su primera impresión lo sobresaltó ya que sintió un pequeño escalofrío. Esos ojos reflejaban maldad, quizá ese hombre escondía algo maligno. Después sacudió la cabeza, eran ideas tontas.
-¿Ustedes viven aquí? – Preguntó Sebastian al ver a Tom y al anciano.
-Depende – Dijo Hardy con sequedad - ¿Quién es usted?
-Soy el detective Sebastian Stan y mi compañero Bud Lancaster - Respondió señalando a su amigo – Estamos trabajando en una investigación.
-Mucho gusto, detectives – Respondió Thomas – soy el doctor Hardy y él es el señor Stuart.
-¿En qué podemos ayudarles? – Preguntó el anciano - ¿Es sobre los chicos que fueron atacados por el lobo?
-La manada de lobos – Intervino la posadera – Fueron los lobos, ¡ya lo dijimos! Nos hemos cansado de repetirlo – Murmuró muy malhumorada – Los de la televisión ya nos tienen hartos.
-Ayer por la tarde interrogamos a la única sobreviviente del ataque y ella nos dijo que ustedes los habían mandado directamente a las fauces del lobo – Dijo Bud frunciendo el ceño.
-¡Qué disparate! – Gritó la posadera – Ellos comenzaron a insultarnos y a burlarse de nuestras costumbres. Aquí los yanquis no son bienvenidos, son demasiado entrometidos y poco respetuosos – Bufó la mujer – Es cierto que discutimos, pero ellos tomaron la decisión de marcharse.
-¿Ustedes dos vieron algo sospechoso el día del ataque? – Preguntó Sebastian dirigiéndose al anciano y a Tom.
-¡Yo no! – Exclamó el viejo Stuart – No salgo de noche y menos en esta época, mis huesos me duelen con el frío.
-Ese día yo viajé a Londres – Comentó Tom – Tengo una pequeña clínica veterinaria y fui a surtir medicinas y vacunas. Regresé un día después y fue cuando me enteré de todo. ¡Es terrible lo que sucedió! Me apena mucho.
-Entonces – Intervino Bud - ¿Nadie aquí puede decir más al respecto?
-Más de lo que ya hemos dicho – Exclamó la posadera – No, ya nada más. Pueden marcharse ahora.
Sebastian y Bud se pusieron de pie para abandonar el local. La gente actuaba extraño, a excepción del veterinario y el anciano, ello se veían más tranquilos, parecían ajenos a todo lo que sucedía en el pueblo. Los ojos de Sebastian recorrieron la taberna en busca de algo sospechoso y se detuvieron justo en el pentagrama de plata y las dagas, ¿qué era todo aquello? De pronto recordó el medallón de su abuelo.
-¿Qué es eso? – Preguntó el detective – Es una imagen muy curiosa.
-Se trata de una antigüedad – Comentó Hardy – ¡Tiene años ahí en la pared! – Murmuró rascándose la cabeza – Según la creencia, hace cientos de años un hombre lobo atacó este poblado, diezmando considerablemente la población. Un par de años después apareció un valiente dispuesto a acabar con la bestia y ¡lo hizo! Lo mató utilizando ese pentagrama de plata como escudo y esas dagas como arma. El hombre que acabó con la bestia era uno de mis ancestros – Sonrió Tom.
-¡Es un adorno en la pared! – Bufó la mujer que atendía la taberna – Forma parte de la historia de este poblado. Nada más que decir. Ahora, ¡fuera de aquí! – gritó la mujer señalando la puerta.
Sebastian y Bud abandonaron la taberna, pero antes de salir, Stan pudo sentir la dura mirada del médico sobre él. Un nuevo escalofrío recorrió su espina dorsal y por un momento creyó que los ojos de ese hombre cambiaban de un tono azul verdoso a un rojo intenso. Movió la cabeza, ¡ya estaba teniendo alucinaciones! El veterinario fue muy amable con ellos, pero algo dentro de él le decía que no debía confiar en ese hombre.
Caminaron hasta su auto, ahí se encontraba recargado un joven con una cicatriz en el rostro. El chico se notaba nervioso y balbuceó algo sin sentido, algo sobre un lobo.
-¿Qué cosa? – preguntó Bud - ¡Tranquilo amigo!
-¿Vas a decirnos algo? – preguntó Sebastian.
-Fue... fue un hombre lobo – exclamó el joven de la cicatriz – Esa bestia infernal vive entre nosotros. Ataca a nuestros rebaños y a nuestras familias. – exclamó con tristeza – Yo perdí a mi padre y por poco yo también pierdo la vida. – dijo abriendo su camisa y mostrando unas horribles cicatrices en el pecho.
La sangre de los agentes se heló al contemplar esas horribles marcas en el pecho del joven, quién inmediatamente se abotonó la camisa.
-Deben irse ya, los efectos de la luna llena aún no terminan y esa bestia atacará esta noche. – dijo el chico – Puedo sentirlo – exclamó – Nadie estamos seguros, esa protección de plata no sirve de nada. – balbuceó y se alejó a toda velocidad.
El detective Stan y su compañero Lancaster se miraron sorprendidos. ¿Ese chico estaba diciendo la verdad? Tenían que averiguarlo, debían pasar la noche en ese lugar.
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¿Quién podrá ser el hombre lobo? ¿Tienen alguna idea? ¡Pronto lo averiguaremos! No se pierdan la continuación de esta historia. ¿Qué les pareció este inicio? Espero sus comentarios y gracias por leer.
Maria Decapitated
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