2. Flinching.
Hi~ Me encorazona demasiado que haya sido tan bien recibido esta parodia fea de crepusculo, juro que no es eso, la trama ni se parece, pero siempre me divierte hacer los paralelos y los tiro mucho en el fic. Una cosa importante que se me olvidó mencionarles ayer es que Skip se convierte basicamente en el hijo adoptivo del AshEiji, así que lo veran bastante por estos lares, pero eso. cocoa_daya este va para ti por tu cumpleaños, eres una persona a la que quiero caleta, ojala haya sido un día muy rico y gracias por estar acá.
Espero que les guste~
Nueva York (centro de Manhattan), Estados Unidos.
La actualidad.
Eiji se arrodilla en los bancos de madera, la rimbombancia de los cantos gregorianos es ronca, áspera y abrumadora, la sensación le recuerda a una avalancha, aún así se esfuerza por mantener las manos pegadas a la frente y recibir la oración que están recitando.
Su mirada pende desde la pulcra madera barnizada hacia los refinados vitrales, sus esbozos se hallan rebosantes de ángeles, santos y otras imágenes bíblicas, sus puños se contraen dónde debería haber una cruz mientras una oleada de rabia asciende para asentarse como nudo en medio de su garganta, le da coraje que solo refieran la luz en la catedral cuando las sombras acechan a pleno día, quizás es lo mejor entonces piensa mientras reciben la bendición final a la espera de que eso pueda limpiarlos.
Pero no lo hacen, ninguna oración es capaz de limpiar la sangre en sus manos. Cuerpo. Alma. Huesos.
—Esto es un dolor de culo. —Eiji debe presionar su boca con ambas palmas para evitar que se escape una carcajada infantil en plena misa—. Voy a quedarme dormido.
—Shorter, sé respetuoso.
—Estoy siendo respetuoso. —Se defiende—. Pero hombre, son tan aburridos, creo que me matarán de puro sueño.
—Podrías no haber venido. —Las rodillas de Shorter golpean sutilmente las de Eiji sobre la banca de madera, hay complicidad en este toque. Hay culpa compartida.
—Para Nadia es importante que venga. —Suspira—. Y así puedo convencerte de ir a beber con todos nosotros, la manada te extraña.
—¿La manada o tú?
—Yo y Sing. —Un mohín inconsciente brota entre sus mejillas.
—Anda, tomar aire te hará bien. —Una sonrisa coqueta es compartida—. Y cosas más deliciosas que el aire, peso ligero.
—No creo que este sea el momento para hablar de emborracharme.
—Ejem.
Las señoras de adelante los fulminan con sus miradas ante semejante actitud, Eiji se encoge en aquel suéter mullido mientras que Shorter se limita a acomodarse los lentes de sol sobre el arco de la nariz y bajo sus mechones purpúreos, Eiji solía pensar que su amigo podía ser un vampiro a causa de aquel mal hábito que tiene de usar anteojos 24/7 porque cuando los vampiros desean sangre no consiguen controlar ni la aparición de colmillos ni los ojos rojos y para su sorpresa, le atañía la casta "contraria".
Shorter es un hombre lobo.
Uno de los pocos que todavía siguen con vida.
Aunque al inicio Eiji se juró enemigo de todo lo que no fuera humano no tardó en inferir que su odio se reducía a los vampiros y de hecho eso lo llevó a obsesionarse con el tema, a cazarlos, aunque aún no logra asesinar uno con sus propias manos ciertamente ayuda la rivalidad entre especies (y mucho más considerando lo aterrador que es Shorter con tal de proteger a su manada, es el alfa). Pero esto no tiene importancia en la misa, no ahora.
Eiji reza.
Ora por Izumo. Ora por sus examigos. Por su familia. Por su padre. Por su madre. Por su herman-n...
—Entonces yo te cuidaré, lo prometo.
Y yo no rompo mis promesas por nada del mundo.
Ora por venganza.
Está sediento de venganza y eso lo ha mantenido con vida.
—Joder, casi muero de aburrimiento ahí dentro. —Cuando finalmente la misa concluye y transcurrió el momento de intercambiar abrazos, ambos se levantan de los asientos amaderados para estirarse.
—¿Tu hermana sabe que vienes con esa actitud?
—No. —Resopla—. Y tú no le dirás. —Eiji rueda los ojos.
—¿Qué gano yo al protegerte el trasero?
—Mi más devota gratitud. —El nipón se cruza los brazos por encima del pecho, eleva una ceja y saca un chillido de indignación que deja más que claro que esto no bastará—. Y mi bendición para casarte con mi discípulo, serías el futuro omega de la manada.
—¿Qué diablos es un omega?
—¿Cómo puedes preguntarme eso? —Shorter se mira sumamente ofendido ante su ignorancia, casi parece al borde de un infarto agarrándose la musculosa y dando bocados erráticos tal como pescado fuera del agua—. Un omega es quién carga las crías del alfa, ¿acaso no has aprendido nada conmigo?
—¿Cómo se supone que cargue las crías de alguien? Soy un hombre. —Entonces Shorter grita contra sus dos palmas haciéndole saber que es un ignorante.
—¿Acaso no sabes nada de la reproducción de los hombres lobos? Somos una especie bastante gay.
—¡No! ¡No sé!
—¡Si vieras los memes que te mandamos entenderías de qué estoy hablando! —Eiji suelta un alarido agotado, se lleva los dedos para acariciarse su entrecejo y suplicarle a Dios que le dé aguante aunque claro, Dios nunca lo ha escuchado antes ¿verdad?
—No voy a ver tus memes de lobos, Shorter.
—¡Ei-chan!
—¡Skip!
El pequeño niño corre entre las filas de madera, se abre paso entre el mar de señoras con sombreros demasiado grandes para sus cabezas de alfiler y con perfumes que huelen a naftalina, rodea el grupo de hombres que son buenos en domingo y se quitan la máscara apenas salen de misa, hasta que por fin puede saltar hacia los brazos del nipón, es recibido más que gustoso, por supuesto es débil contra los niños y más por la cruz martillada con culpa que lleva a causa de Masako.
—Ten cuidado, es peligroso que corras así.
—Tengo cuidado. —Skip se queja, se han tenido que sentar otra vez para poder distribuir el peso de ambos sin desplomarse—. Mira, hasta me abroché los zapatos y todo.
—Wow, eres un niño grande. —Shorter se inclina para poderle hablar a Skip, sus zapatillas golpetean los banquillos de madera y lanzan varias luces de colores por la fricción, no sabe cómo le permitieron el paso a la catedral con un accesorio así (y más considerando lo estricta que puede ser la comunidad religiosa en Nueva York)—. Pero te los ataste mal.
—Mph.
—¿Quieres que te ayude?
—Sí. —Skip le estira una pierna a Shorter—. Ash no me ayuda. —Y es acá cuando la respuesta le cae como un balde de agua fría.
El padre de Skipper.
Ash Lynx.
Un hombre pulcro, devoto a su familia e inhumanamente dotado.
Una farsa.
Eiji infiere que no puede ser tan perfecto como finge y existen demasiados cuchicheos alrededor del hombre, dicen que es revente a la familia y aún así nunca ha hablado de su esposa o de cómo Skipper llegó a su vida, al contrario de su fachada suele aparecer con diferentes mujeres en las noches siendo justamente lo que su apariencia de Adonis da a entender, le da tristeza por Skip pero siendo honesto Ash le pone los pelos de punta y preferiría no involucrarse en cosas innecesarias, la venganza todavía lo aguarda.
—¿Cómo tu papá no te ata los cordones?
—Ash es así. —Hay un deje de tristeza en el tono del niño—. No es muy expresivo.
—Siempre he tenido curiosidad de por qué lo llamas Ash y no papá. —Entonces Eiji se permite comer por el fisgoneo.
—Eso es porque...
—Es de mala educación hacerle este tipo de preguntas a un niño. —Y entonces hay una mano helada encima de su hombro.
—Lo siento.
Eiji retrocede de golpe a causa del sobresalto, el toque incluso a través del suéter quema pero no es una sensación cálida, sino que quema igual que la nieve lo haría en la piel desnuda prolongadamente expuesta, tiene sabor a hipotermia entre sus labios temblorosos y aunque la iglesia tiene calefacción mira a su aliento transparentarse en una delgada niebla de telaraña que delata el frío, los ojos verdes de Ash lo golpean a través del helero, su corazón late igual que un ave a punto de ser masticada por un gato malicioso antes de que rompan el roce y esos ojos verdes observen con disgusto al pequeño.
—No me gusta que hables con ellos. —No le preocupa en lo más mínimo mantener apariencias, odia que pasen tiempo con el niño y en más de una ocasión el tema ha aparecido—. Vámonos.
—Pero quiero quedarme un rato más con Ei-chan.
—Vámonos.
—¡Ei-chan sí juega conmigo! Tú siempre estás ocupado... —Las pupilas de Skip se colman de lágrimas de rabia, aprieta sus puños contra los bordes de la jardinera y se baja de un salto, las zapatillas brillan en colores rojizos y luego azulados dentro de la catedral, todos están mirando.
—No armes una escena. —Hay suplica y ternura congelada en su voz—. Vámonos.
—Bien.
Ash le ofrece una mano que Skip se niega a tomar.
—Ese fue todo un espectáculo. —Shorter silva llevándose ambas manos detrás de la nuca, palpando sus cabellos rebeldes contra el elástico de la camiseta gastada y roñosa—. Vámonos, Eiji.
—Sí.
Y aunque efectivamente acompaña a la manada a beber algo de la expresión de Skip se queda contra los bordes de su cabeza, no es lo suficiente para distraerlo, más se posa en el rabillo de su mente ya listo para saltar cuando menos se lo espere. Igual que Izumo. Masako. Ese vampiro.
—Miren a quién traje.
—¡Eiji! —Sing se levanta con una sonrisa brillante de la mesa, posee el cabello alborotado en ráfagas pinchudas y lacias—. Shorter no me dijo que vendrías. —Está usando un mandil, seguramente Nadia le pidió ayuda con la cocina y a eso se debe su apariencia andrajosa.
—No tenía muchas ganas de beber.
—Vamos, ya fuimos a misa, somos unos chicos buenos. —Shorter lo abraza por los hombros, aunque los hombres lobos dejan impregnadas feromonas en sus seres queridos con tal de protegerlos y a la vez de marcar territorio, los humanos son incapaces de olerlas, se pregunta si las tendrá pegoteadas.
—No creo que así funcione.
—Claro que sí. —Acaban arrastrándolo a una mesa—. Es hora de emborracharnos hasta que seamos gays entre nosotros.
—Creo que no es necesario que te emborraches para que eso pase. —Nadia se detiene con un plato de metal en una mano mientras la otra la utiliza para tirarle la mejilla al menor.
—No me avergüences frente a los chicos. —Gimotea.
—Eso lo haces tu solito, alfa de la manada. —El sarcasmo en su voz brilla junto a una sonrisa—. Dios.
Intenta concentrarse el resto de la tarde en socializar con los chicos, mañana le espera un día pesado de trabajo gracias a que esa obsesión por los vampiros lo ha llevado a descuidar su rol como asistente de fotografía y por muy paciente que Ibe pueda ser, comprende lo imprescindible que es devolverles a sus clientes un trabajo pulcro. Suspira. Piensa en Skip. En sus ojitos cristalizados por un sentimiento que si bien, le es innombrable al mismo tiempo sabe que es familiar como si lo tuviera a la punta de la lengua y se quedara mudo segundos antes de pronunciarlo.
¿Qué será?
—Te noto más desanimado que de costumbre. —La expresión de Sing es dura, con el pasar de los años no solo se ha vuelto mucho más grande que Eiji físicamente, sino que ha tenido que crecer más rápido de lo que todos desearían, es pesada la carga de ser el sucesor y mucho más de alguien como Shorter Wong.
—Es porque sigue pensando en vampiros.
—Tch. —Sing gruñe entre dientes—. Esos chupasangres me ponen la piel de gallina.
—Le dije lo mismo. —Shorter va por su décima cerveza—. Pero Eiji insiste en que hay vampiros cerca de esa iglesia así que lo acompaño, además a Nadia le gusta verme espiritual, espera que eso ilumine mi mente para que tome pronto a mi omega.
—¿Por qué crees que hay vampiros ahí?
—Un presentimiento. —Musita—. Es una sensación de estómago, me es difícil de explicar.
—Eiji. —Los dedos de Sing tamborilean alrededor de su propia jarra de cerveza—. ¿No serías mucho más feliz si renuncias al tema de los vampiros y te unes a la manada?
—Soy un humano.
—Sí pero... —Un rubor descarado se posa en las mejillas del más joven—. Hay otras maneras de que pertenezcas ¿sabes?
—¡Ah! Te dije que debías ver los memes de lobos. —Shorter gimotea totalmente borracho, su nariz se encuentra alumbrada igual que un reno de navidad mientras sus palabras se arrastran con dureza por su paladar casi como si fueran lijas—. Pásame tu celular, te los voy a mostrar ahora.
—No quiero verlos.
—Eiji. —Su nombre sale con un hipeo—. Pásame tu celular, es de vida o muerte.
—Bien. —Sin embargo, al tantear entre los bolsillos de sus jeans no encuentra nada—. ¿Eh? —Todos sus sentidos se ven inundados de pavor, no gana lo suficiente como para permitirse un celular nuevo y menos sino ha terminado ni la presentación para mañana, oh Dios, lo van a despedir.
—¿Qué ocurre? —Sing es más perspicaz y tiene mejor resistencia al alcohol.
—Debió caérseme mientras orábamos. —Eiji se levanta—. Iré a buscarlo, regreso enseguida.
—¿Quieres que te acompañe?
—Creo que debes cuidar del trasero borracho de tu maestro mientras tanto. —Sing bufa constipado.
Así que Eiji regresa a la catedral de Nueva York.
Es de noche.
La edificación se encuentra sumida totalmente en la oscuridad, primero vacila antes de entrar, palpa la maciza puerta de madera, desliza los dedos por los magnánimos adornos de oro y joyas esperando tal vez que se encuentre cerrada, pero no lo está, mete lentamente su cabeza para observar por una grieta que queda entre los portones, aprieta una palma en su corazón y se obliga a desplazarse hacia el interior, el gigantesco pasillo suelta un alarido gélido hacia el altar, intenta no mirar ni hacer ruido, se siente como un intruso arrastrándose por las paredes de un sótano húmedo, el viento susurra un nombre en un suave gorgojeo. Eiji. Las hojas se mecen contra la ventana en un rezo silencioso.
Vete, le dice su cabeza.
Corre.
Pero necesita cumplir con Ibe, para eso requiere del celular así que se adentra aún más, las zapatillas rechinan contra los tablones de madera. Plic. Plic. Plac. La luna está riada, los murales religiosos que en el día tanto le molestan ahora impresionan seguirlo con la mirada.
Se concibe enterrado vivo. Es sofocante. Como si las entrañas de la catedral lo estuvieran engullendo paso a paso. Llega hasta las bancas cerca de la entrada, el aire es denso, se aprecia obstruido adentro de sus pulmones, Eiji se agacha para tantear el teléfono en la oscuridad, las paredes de piedra crujen a esas horas de la noche dando la sensación de que la iglesia tiene vida propia. Latiendo. Respirando.
—¡Ayuda!
Entonces... escucha ese grito.
Se apaga tan pronto lo oye.
Vete, repite la voz en su cabeza.
Huye.
No obstante, antes de que se percate ya está mirando en dirección al altar, hay una chica inerte bajo el mesón de granita, justo encima de la biblia y al lado de la ostia, jadeos entrecortados se extinguen igual que el color de sus labios, sus ojos quedan clavados, abiertos y muertos en dirección a la puerta mientras alguien está encima de ella, devorándola. Cabello dorado. Piel angelical. Ojos rojos. Sangre. Hay sangre goteando hacia un par de afilados colmillos. Ash. El nipón se cubre la boca, retrocede en un paso lento y precavido mitigando las náuseas, aferrándose igual que un ratoncito envenenado al resqueme de vida que yace entre sus venas.
—Me viste.
Pero todo intento fracasa.
—Me viste, Ei-chan.
Ash se aparta de la chica, tiene la boca embarrada de sangre, hay un hambre inhumana encendiendo sus pupilas, su papá le enseñó que nunca debía huir de los monstruos porque los monstruos siempre van a cazar. Son más rápidos y carecen de alma. No tienen miedo. Por ende huir es incitarlos a jugar.
Eiji retrocede y corre por la catedral.
Ash lo caza.
Mañana se viene potente, estoy nerviosa porque siento que acá flaqueo un poquito con el AshEiji y ya saben, tengo basal ansioso y catastrofico así que de verdad me servirá el feedback que tengan que dar por último para saber que esta feo, no sé. De cualquier manera, muchas gracias por tanto, se les quiere un montón.
Nos vemos mañanita~
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