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1. Touchstarved.

✩ Notas del autor: ¡Hola mis bonitos lectores! De tanto tirarme en broma (pero no tan en broma) el tema de los vampiros y hombres lobos finalmente salió algo, pero, pero, perooo es un poquito más oscuro de lo que probablemente se hubieran imaginado, al menos al comienzo. Este fic es participante en la dinamica @febuwhump realizada en tumblr y como siempre, yo usaré los promps que se dan. Cero fe en esta dínamica porque soy una persona insegura y ansiosa basalmente~ pero al menos me saco la espina de escribirlos en este plan.

✩ Género: Vampires/ Enemies to lovers/ Slow Burn/ Fantasie.

✩ Ship: AshEiji/ WongLung/ MaxGriff.

✩ Dedicatoria: Este fic existe gracias a dos personitas, la primera es deokumura, que fue la encargada no solo de crear estas ilustraciones maravillosas de vampiros, sino que fue la escritora que me inspiro a sacarlos porque tiene una imaginación demasiado profunda y creativa, mi solcito, te dije que estaba muerta de nervios por sacar esta cosa, solo espero que te guste. Y la otra persona tiene que ser MrGako, onda, bromeo no ironicamente con tus memes de lobos en este fic de manera activa XD perdón, la raíz cerebral quedó y ya no la puedo sacar. Pucha, en serio gracias a las dos por tanto apoyo que le han dado a mi perfil a lo largo de los años, las quiero caleta, así que espero que esta dinamica al menos las entretenga.

✩ Advertencias: Lo intrinseco al canon de banana fish y violencia tanto implicita como explicita. Y demasiadas referencias a crepusculo.

Izumo (prefectura de Shimane), Japón.

Trece años atrás.

Eiji corre por la playa de Inasa.

Sus sandalias hacen un eco húmedo a través de la oscuridad, las gotas se alzan de su suela de madera para volver a caer en el mar por un canto sordo, primero dibujan un círculo que se expande de forma lenta y morosa a los alrededores con hilos de plata, caen sobre huellas que no alcanzan a sedimentar antes de que la espuma cerúlea las arrastre, el oleaje azota furibundo en el fulgor lunar, no obstante, eso no detiene a Eiji, ni tampoco las algas enredándose en sus tobillos ni el peso salado del mar ante los bordes de su kimono. Necesita llegar al templo. Necesita rezar y presentar sus ofrendas a tiempo.

Así que corre a través de la playa aún si es media noche, su madre todavía no debe estar en casa, se quedó trabajando con las demás vecinas porque el tratamiento de papá es demasiado costoso como para que lo puedan sostener. No es que él pueda hacer mucho, lo sabe, ni siquiera es un adolescente sin embargo, siente que si no hace algo va a volverse loco.

Así que corre al templo cerca de la playa.

Corre. Corre. Corre.

Y sus pasos rechinan contra la arena. Plic. Plic. Plac.

Y el tiempo se le escurre entre los dedos.

Tic. Tic. Tac.

—¡Espérame, onii-chan!

Solo cuándo escucha un jadeo entrecerrado romper a través de las olas del mar, ser arrastrado entre la brisa glacial y perderse bajo las estrellas como motitas de hollín en una fogata invernal comprende que no ha venido solo.

—¡Espérame!

Hay una niña corriendo detrás de él con el cabello totalmente rizado y desparramado encima de sus pestañas brunas y sus ojos brillantemente cafés, son rasgados e idénticos a los de mamá, Eiji siempre envidió los rasgos más "asiáticos" de su hermana puesto que incluso siendo un niño se burlan de las facciones más aniñadas que tiene.

—Masako.

Onii-chan. —Algo se quiebra dentro de su corazón al verla con su kimono desarreglado abrazando un peluche de su caricatura preferida contra su pecho y con una sola sandalia intentando alcanzarlo, es una noche helada y los alientos se transparentan cada vez que hablan—. Yo igual quiero ir a rezar.

Es peligroso, quiere decirle.

Deberías volver a casa.

La noche no es el único peligro que acecha y todos los habitantes en el pueblo lo saben y lo respetan.

—Por otō-san...

—Lo entiendo. —No tiene la crueldad necesaria para negarse así que le extiende una palma, Masako sonríe mientras se aferra aún más a su animal de felpa—. No te apartes de mí.

Aunque el templo no está muy lejos de su hogar, impresiona pertenecer a un mundo diferente, todo el sitio se encuentra rodeado por un aura sombría, los grabados (alguna vez brillantes como si fueran de oro líquido) son apenas perceptibles a causa del desgaste, las campanillas arrojan un eco metálico que a estas horas se asemeja más al alarido de un animal que al simpático tintinear que acostumbran pero debe quedarse a pesar de eso. Debe hacerlo por papá.

Eiji hace una reverencia con la cabeza, deja una ofrenda, envuelve con una mano la cuerda para que pueda sonar las campanas, la textura se siente áspera contra sus dedos y no quiere ceder pero luego de varios intentos hace vibrar los carrillones, los pájaros que dormían arriba del techo gritan y el eco retumba por toda la playa, junta las palmas, las acomoda contra su frente y empieza a rezar enfrente del altar.

Hay muchas cosas por las cuales Eiji debe rezar.

Por su familia. Por sacar buenas notas. Para no dar problemas. Y para que los vampiros no los coman.

Eiji nunca ha visto a un vampiro, pero sabe todo lo que hay que saber de ellos o al menos eso siempre dice su abuela, es supersticiosa, por eso cada vez que la visitan les obsequia distintos amuletos: para los vampiros, los hombres lobos, las sirenas e incluso las ninfas.

Eiji y toda su familia son humanos.

Eso es un problema.

Una desventaja.

Pero se obliga a concentrarse en sus rezos, no quiere enfadar ni a los espíritus ni a las divinidades al mostrarse irrespetuoso, sus dedos terminan deslizándose de su frente al soporte de piedra que yace en la base del altar, las rocas están acomodadas de manera irregular y transportan un olor a frío que es diferente al del mar, este resulta más invernal, melancólico, espeso y poco oxidado. Es sangriento.

—Ya quiero irme. —Entonces su hermana lo agarra de la manga del kimono, sus ojos se encuentran rebosantes de lágrimas acumuladas—. Tengo miedo, este lugar no me gusta.

—Te dije que te quedaras en casa. —Su tono es comprensivo y tiene un deje maternal, ha aprendido a ser un adulto a pesar de su corta edad, pero son cosas de la vida y no se reprocha por eso, Eiji ama a su hermanita y a toda su familia por muy imperfecta que pueda ser—. ¿No quieres intentar rezar?

—Tengo un escalofrío, quiero volver con mamá.

Pero mamá seguramente seguirá trabajando.

Y llegarán a una casa vacía.

—Masako...

—¿Qué pasa si los vampiros vienen por nosotros? —La pequeña se aferra a su peluche tan recelosa que hasta el relleno cruje bajo el abrazo.

—Vampiros. —Eiji sonríe con amargura—. Eso no pasará, nunca hemos visto un vampiro en nuestras vidas y tenemos a los dioses para protegernos.

—¿Pero y si pasa?

—Si eso pasa... —Eiji se arrodilla enfrente de su hermana—. Nori Nori te protegerá. —Claro que esta respuesta la hace inflar las mejillas y esbozar un medio-puchero, el templo se halla iluminado a causa de una hilera de linternas de papel, aún así existe una sensación de oscuridad que la tiene pegoteada en la piel. En los huesos. En las entrañas. En la sangre.

—Nori Nori no puede protegerme, ¡es un peluche! —Se lamenta porque es una sabelotodo, le basta tener siete años para entenderlo todo acerca de la vida—. No puede cuidarme.

—Entonces yo te cuidaré. —Declara extendiéndole el meñique—. Lo prometo.

—¿De verdad?

—Sí. —La niña le corresponde el gesto—. Y yo no rompo mis promesas por nada del mundo.

—Gracias, onii-chan. —Masako sonríe visiblemente más aliviada—. ¿Sabes? Aunque mamá diga que eres débil, para mí eres la persona más fuerte del mundo.

—Pero...

—Eres la persona a la que más admiro, ¡mi onii-chan es genial!

Y esa confesión inocente hace que el corazón le duela, últimamente la están pasando tan mal gracias a la enfermedad de su papá, todos están anticipando el duelo lo mejor que pueden y a fin de cuentas es su madre la que debe trabajar dos o a veces tres turnos para pagar las facturas de la casa junto a las del hospital, no obstante Eiji queda herido siendo el saco de boxeo emocional, claro que entiende que Masako es una niña pero ¿qué hay de él? No tiene ni once años todavía.

—¡Ah! ¡Nori Nori!

En un descuido de la niña el peluche se cae, rueda hacia las profundidades del templo. Abandonado. Sucio. Oscuro.

Onii-chan. —Ella jala desesperada los bordes de su kimono, Eiji sabe lo importante que es el pájaro de felpa para su hermana—. No podré dormir sin él.

—Yo lo voy a buscar, no te preocupes.

Traga duro.

Está muerto de miedo.

Si bien, Izumo es un pueblo repleto de dioses también existen espíritus al acecho, espíritus malignos, siendo honesto no quiere tener que adentrarse a la boca del templo puesto que hay un aire...extraño emanando del soporte de granita, pero su hermana lo llamó "genial", dijo que lo admiraba, por ende es imposible retractarse en este punto, está hambrienta de cariño y debe proveérselo si es el mayor.

Eiji se adentra por el estrecho hueco cerca de la puerta, tantea el piso en busca del peluche, las velas dentro de las lámparas no alumbran nada y esa es una mala señal, se arrodilla, desliza sus manos en las grietas del piso, hay hilos testarudos de hiedra y maleza expandiéndose como si fueran venas del templo hacia su corazón, caen al suelo en forma de rendija, Eiji se adentra aún más, sus dedos trazan cada fisura de piedra, burbuja de moho, se introduce en el portón en silencio hasta que choca contra algo o más bien... alguien.

—¿Estaban buscando esto? —El peluche es lo primero en tomar forma bajo el tenue resplandor que ofrecen las lámparas.

—Nosotros no...

—Este amiguito interrumpió mis rezos.

Lo segundo que toma forma es la silueta de su papá, por supuesto que está acá, rezar es todo lo que le queda a un hombre de fe cuyos dioses lo han abandonado.

—¡Otō-san! —Masako corre a los brazos de su progenitor apenas lo reconoce—. ¡Sigues acá!

—Sigo acá. —Ríe.

—¿Estabas rezando? —Su padre asiente antes de endurecer falsamente su entrecejo a sus dos hijos.

—¿Qué hacen acá tan tarde?

—Rezando también.

—Saben que es peligroso salir cuando está oscuro ¿qué les hemos dicho mamá y yo?

—Es que Nori Nori quería dar un paseo. —Su hermana miente y es una terrible mentirosa y le alegra, sabe que la idea es ingenua, aun así, espera que conserve dicha inocencia.

—¿Eso quería Nori Nori? —Sin embargo, su progenitor les sigue la corriente, está tan débil que debe de acompañarse de un bastón para caminar, apenas reconoce al cadáver andante que se planta bajo el altar y parece aún más...frágil contra la luz plateada—. Hay que regañarlo al llegar a casa entonces, estará castigado sin televisión por todo el fin de semana.

—¡No seas malo con él! —Masako gimotea y extiende sus manos hacia papá—. ¿Puedes cargarnos? Estamos agotados.

—¿Eh? Tú y Nori Nori son muy pesados.

—¡Oye!

—Pero si Eiji me ayuda podríamos volver. —Su padre le extiende ese peluche de felpa—. ¿Me podrás dar una mano, campeón?

—Sí.

Eiji abraza ese peluche durante el camino de regreso, su padre está cargando a Masako en la espalda y aunque intenta disimularlo puede ver las huellas que el dolor deja, son sutiles y casi imperceptibles como su propio pasar por la orilla del mar, son arrugas que todavía no deberían estar en sus sonrisas, párpados demasiado apretados o temblores de brazos. Eiji no puede hacer nada más que mirar a su padre adelgazar cada día y volverse una hoja de papel y de repente, hay una pena azotando su pecho y solidificándose como un arrecife de coral que permanecerá intacto hasta que se desplome o estalle (lo que pase primero).

—Eiji. —La voz de su padre es calma a diferencia de las olas—. Tienes que cuidar a Masako y a mamá, eres el hombre de la casa.

—Tú eres el hombre de la casa. —Lo dice en un susurro apenas perceptible que ni siquiera él mismo consigue escuchar y en vez de enaltecerlo, prefiere hundir su mentón contra el peluche, es suavecito y huele a las flores que hay detrás de su casa—. Aún estás acá.

—Lo sé. —No mira a su padre—. Odio tener que pedírtelo.

Entonces no me lo pidas.

No tengamos esta conversación.

—Te pondrás bien. —Más que una declaración es una súplica—. Mamá y Masako te necesitan, sabes que no pueden hacer las cosas sin ti, ni siquiera se pudo devolver sola.

—Cayó rendida apenas la puse en mi espalda. —La niña dormita y babea contra la espalda del mayor quien se las ha arreglado para sostenerla con una mano y usar el bastón con la otra—. Tu madre me contó que estabas aplicando para el equipo deportivo en la escuela.

—Lo he pensado, sí.

—Es una grandiosa idea.

—No sino me verás. —Su agarre se tensa aun más contra el peluche—. Será triste ver a todo el resto con sus papás y a mí...

—Eiji.

—No importa, es una idea tonta.

—Escúchame, campeón. —Su padre detiene los pasos—. A veces las personas mueren, la muerte es falta de explicación, no discrimina, nos busca a todos de igual manera y a algunas personas el tiempo para partir les llega antes, puede darte rabia, claro que sí, pero ¿sabes? Me siento afortunado dentro de todo de saber cuánto me queda, así puedo aprovecharlo al máximo con ustedes.

—No es justo. —Apenas susurra con los ojos aguados—. No es justo que te haya buscado primero a ti, ¿por qué?, ¿por qué no podía pasarle a otra familia?

—No sé. —Su padre suspira y es un suspiro agotado, como si el alma se le fuera en esa niebla lechosa que se escapa de sus labios—. Pero sí sé que quienes mueren nunca se van por completo, los puedes llevar por siempre en tu corazón.

—Otō-san...

—Y yo espero que siempre me lleves en tu corazón, Eiji. —Su progenitor se inclina lo suficiente como para darle un beso sobre la frente—. Eres mi niñito y te amo infinitamente.

«Yo también te amo infinitamente, papá» quiere decirle.

A su padre se le dan las cosas cursis.

A Eiji no.

Así que en su lugar le toma la mano, abraza a Nori Nori y siguen el camino sin volver a mencionar el tema de la muerte.

Pero al llegar a casa todo lo que les espera es muerte.

Eiji es muy joven para poderlo recordar ni nunca podrá recuperar del todo los pedazos de esa noche, pero lo que sí recuerda es que al regresar el pueblo estaba mutilado. El mar era rojo. Su padre cubrió sus ojos e intentó callarlo. Había una montaña de cadáveres que no logró ver por el llanto y el horror. Abrazó con fuerza el peluche de su hermana. Y entonces... lo vio.

Un demonio con forma humana.

Un vampiro.

Cabello dorado cayendo en hileras salvajes sobre pestañas tan blancas que fácilmente parecían copo de nieve a medio congelar, piel perfectamente inhumana, un porte elegante, una belleza antinatural acompañada de facciones fuertes y varoniles, podría haber sido un ángel sino fuera por las gotas de sangre que caían como ríos desde sus brillantes colmillos y sus ojos rojos. Esta belleza no es ese tipo que te invita a quedarte, esta es la belleza de un depredador contemplando a una presa y planeando en cómo jugar con ella antes de engullirla.

El vampiro sonríe, deja caer con tanta violencia a la mujer que estaba devorando que se oye un crack cuando golpea el suelo. Su padre lo mira con pánico. No alcanza a soltar a Masako cuando el hombre le cae encima, solo puede empujar a Eiji y gritar una sola palabra.

Corre.

Así que eso hace y no aminora la marcha a pesar del llanto y el dolor que empieza a asentarse dentro de su corazón junto a la última charla que tuvo con su padre.

No es justo, repite en su cabeza.

¿Por qué?

¿Por qué no podía pasarle a otra familia?

¿Por qué a mí?

Y mientras el mar se tiñe de sangre y la noche se rompe con los gritos la voz de su papá muere contra su nombre. Eiji. Eiji. Eiji.

¿Qué pasa si los vampiros vienen por nosotros?

Debo decir que la química entre Ash y Eiji en este fic es muy tirada al enemies en una primera instancia, tengo mis dudas sobre cómo eso se siente porque ya saben, estoy mucho más acostumbrada a escribir a Ash y Eiji en un plan de friends to lovers, asi que estoy un poco oxidada a estas alturas. Pero de todas maneras espero que les guste, gracias por tanto chiquillos.

Nos vemos mañanita~

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