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Faltaban apenas doce horas para que comenzara la fiesta y la mansión Xin Li ya era un hervidero de gente. Los fríos y altos pasillos se habían convertido en un carnaval de sirvientes y hombres fuertes cargando sillones y sofás con estampados extravagantes de un lado a otro. La mayoría de esos hombres eran humanos. No olían ni la mitad de bien que la sangre servida en el desayuno y por eso nadie los molestaba, ni siquiera los neófitos que vagaban por los pasillos del primer piso, observando todo con asombro. En la mansión Xin Li, nadie pasaba sed.
Jungkook estaba convencido de que estaba siendo vigilado. Llevaba ya unos minutos en el tercer piso observando el ajetreo desde lo alto e imaginaba lo caótico que sería todo cuando llegara la noche. Abajo, en el primer piso, un vampiro vestido de negro (como los guardaespaldas de las películas) se encontraba al otro lado del salón, justo frente a él, y llevaba gafas negras. A pesar de que no podía notar la dirección de su mirada, Jungkook sentía una presión sobre él y no le sorprendería que lo estuvieran custodiando. No después del accidente de la semana pasada.
Había dicho que no fue su culpa, pero en el fondo sabía que sí lo era. Lo hizo más por capricho que por necesidad, pero lo perdonaron rápido, como siempre. Supuso que la vigilancia sería para que no atacara a los humanos que se encontraban trabajando en la mansión, y ese pensamiento hizo que sonriera ladinamente.
Jungkook intentó probar su teoría y caminó hacia la izquierda. Lo hizo lento, como si estuviera aburrido e ignoró al hombre de traje. Caminó hasta llegar al otro extremo de la mansión, justo en los pasillos superiores sobre la gran entrada (una puerta de caoba con detalles intrincados), y cuando volvió su mirada hacia el primer piso, el hombre se había trasladado en sentido contrario hasta quedar frente a él otra vez.
—¿Ya te probaste el traje? —preguntó una voz a sus espaldas y Jungkook se giró con despreocupación para encontrarse con la sonrisa rosa y brillante de Yi jie. Era una neófita de apenas tres meses y a pesar de lo perfectamente maquillada que se encontraba, aún tenía algo de sangre seca en la comisura de sus labios.
—Tienes un poco aquí —Le informó Jungkook y se tocó sus propios labios. Yi jie, tan despierta como siempre, ladeó la cabeza con dulzura y se acercó para tocar los labios de Jungkook. Él sabía que ella había entendido, y aún así dejó que lo tocara. Yi jie tenía una fascinación con las personas, especialmente con los humanos, y por alguna extraña razón le dedicaba esa misma admiración a Jungkook. Ella decía que algo en él le recordaba a un niño triste, pero Jungkook sabía que sus ojos negros no demostraban nada de tristeza.
Después de acariciarle los labios con la punta de los dedos, Yi jie se apartó y se limpió con cuidado para no arruinar su labial dorado. Jungkook suspiró algo cansado, aún faltaban horas para que comenzara el espectáculo y ya se sentía agotado.
—Tienes que probarte el traje —insistió Yi jie y el vampiro asintió, solo para que dejara el tema. Hace dos semanas, Luhan había traído a un diseñador europeo para que confeccionara el traje de Jungkook. En las palabras de Luhan, sería "innovador, brillante y revelador" y ninguna de esas palabras entusiasmaba a Jungkook. Y el atuendo, aquella horrible pieza, había llegado aquella mañana en una caja larga y delgada envuelta en cinta azul. Cuando Jungkook vio una manga con lentejuelas, salió de la habitación y dejó que Luhan se encargara de lo demás.
Ahora, comenzaba a creer que la aparición de Yi jie había sido planeada. Todos sabían que Jungkook tenía un lado suave con ella y rara vez rechazaba sus ideas o invitaciones (incluso esa vez que salieron de excursión a la ciudad y terminaron asesinando a veinte personas en un club solo porque el DJ se negó a poner una canción de Twice).
—Te verás bien, las lentejuelas te quedan —Le consoló la chica, y se apoyó sobre la baranda. En un ágil salto, se sentó sobre esta y sus pies quedaron colgando al vacío, moviéndolos al ritmo de las pisadas en el primer piso, algo caótico y sin inicio ni final.
—Ni siquiera pienso asistir a la fiesta —refunfuñó Jungkook y Yi jie abrió los ojos de forma tan cómica que estuvo tentado a reír. Sin embargo, sabía que no era algo gracioso—. Ya sé, Luhan me va a matar, pero no tengo ganas de... convivir. No esta noche.
—¿Es por el accidente? Sabes que no fue tu culpa, no tenías forma de saber que ese humano era un cazador. Mira, Jaehyun ya te perdonó, no es como si necesitase el corazón o el pulmón derecho.
Ese era el problema en aquella mansión. Nadie necesitaba nada realmente, pero aún así vivían ostentosamente entre lujos y fuentes de sangre encendidas las veinticuatro horas. Era como vivir dentro de un centro comercial con aquella música sin letras ni voces, perdidos en el tiempo. Lo peor de todo, que en un principio no había resultado tan trágico como ahora, era que todos perdonaban a Jungkook. Todos, incluso Luhan. Podía hacer un berrinche y romper todos los jarrones caros de una habitación, quemar una pintura, matar a un par de personas para descargar su ira injustificada con el mundo, infiltrar a un cazador (en la ignorancia de dicho cazador, quien creía que solo estaba haciendo un buen trabajo) para ver qué sucedía porque se aburría de la monotonía de aquel lugar.
Lo había hecho todo y seguía intacto.
Su único consuelo era cuando Dhyana venía de visita. Ella lo trataba como a un subordinado más, no como el niño mimado que estaban creando, y era refrescante cuando le arrancaba un brazo por hablar sin permiso o cuando lo empujaba contra una pared, enterrando las uñas en su cuello para sacar un poco de sangre y volver locos a los neófitos, quienes deliraban con cualquier tipo de sangre, ya fuera humana o de vampiro.
Reagan era divertido también, aunque nunca los dejaban estar solos por mucho tiempo. En las palabras de Inge, Reagan era un imbécil y era cuestión de tiempo para que dijera algo inapropiado. Jungkook aún tenía que averiguar a qué se referían con inapropiado porque Paula le enviaba fotos desnuda a diario, bien temprano, y nadie decía nada.
—No es por eso. Tan solo... no tengo ganas de festejar —confesó llevándose una mano a la nuca para acariciar su cuello. A veces tenía la extraña sensación de dolor justo en su columna y le dolía el cuello como si tuviera algo dislocado. Luhan decía que era un recuerdo de su transformación, que le habían roto el cuello cuando fue convertido y ahora tenía aquella memoria del dolor. Yi jie observó con atención los gestos de Jungkook y frunció los labios, haciendo una mueca que no quedaba para nada con su rostro juvenil.
—Pero habrá una subasta, a ti te encantan las subastas —replicó la muchacha, pero Jungkook negó con la cabeza al mismo tiempo que soltaba una ligera risa sarcástica.
—No, ese es Luhan. Él ama las subastas.
Yi jie se mostró ofendida por la corrección, pero no habló más. Sacó la lengua y se marchó, lanzándose al primer piso con un grito de triunfo. Solo los humanos se apartaron asustados del escándalo.
Cuando Jungkook volvió su atención al vampiro de traje, este ya no estaba y Yi jie se despedía de él agitando la mano como si tuviera cinco años.
(...)
Contrario a todos sus deseos, terminó por usar el traje con lentejuelas. Gracias al cielo era negro y tan solo la chaqueta brillaba como una esfera de disco, aunque los pantalones ajustados y la camisa de seda no ayudaban mucho a darle un toque más casual.
Luhan se encargó de arreglarlo, desde la elección de zapatos a estilizar su cabello. Jungkook intentó luchar, pero una sola mirada de Luhan y el recordatorio de lo que había sucedido con el cazador infiltrado fue suficiente para callarlo.
El tema del cazador aún era un tópico sensible. Aunque a Jungkook personalmente no le importaba cuántos vampiros habían salido lastimados, se sentía culpable de haberlo hecho por un motivo tan banal como el aburrimiento. Aunque, a medida que pasaban los días y lo pensaba, comenzaba a creer que era más una provocación para generar un cambio radical. Tal vez si lo encerraban en los calabozos se entretendría un poco, había varios prisioneros, tanto vampiros como humanos, con los que no podía hablar porque no tenía acceso a aquella área. Aquella era la única restricción que tenía en la mansión y, por ende, era el único lugar que le daba esperanzas para soportar un día más sin suicidarse.
A veces soñaba sobre los secretos que se ocultaban en los labios de esos prisioneros y sentía una pizca de emoción por atacar a seguridad y hacer una redada, secuestrar a todos y marcharse hasta que Luhan, o más probablamente Dhyana, lo interceptaran.
Pero nunca lo hacía porque, curiosamente, siempre tenía cosas que hacer. Probarse zapatos nuevos, acompañar a Luhan a Beijing, bailar por las noches o beber como si fueran dioses griegos. Su itinerario estaba lleno y pocas veces se las arreglaba para hacerse un espacio y sembrar el caos. Pero, cuando lo hacía, se encargaba de que fuera recordado.
La fiesta era demasiado. Todo era dorado y rojo. Luhan llevaba una túnica con el bordado de un dragón y Jungkook estaba casi seguro que era de algún emperador. Yi jie revoloteaba entre los invitados y destacaba tanto como una mariposa en un jardín de flores. Todos iban con atuendos extraños, nada parecía ser sacado de esta década y eso no ayudaba a que Jungkook se sintiera menos disfrazado. Destacaba por vestir de negro en un mar de colores soleados, y destacaba, también, por ser un Abraxas.
Todos los vampiros que se cruzaban en su camino hacían una reverencia de noventa grados. Con hombros rígidos y espaldas rectas, se inclinaban ante él a pesar de ser el Abraxas más joven e inexperto del grupo. Además, en esa fiesta solo había dos: Luhan y él, así que no tenían más opción. Ignorarlo significaría una falta de respeto para la mansión Lin Xi y el delito podía ser condenado con años de tortura. Una vez, según escuchó Jungkook, un sirviente miró a Luhan a los ojos por un segundo. Ese segundo le costó diez años crucificado en el jardín de su antigua mansión y, cuando Luhan se cambió a su mansión actual, lo soltó para traerlo y encerrarlo en los calabozos. Según el vampiro, aún podría servirle cuando terminara su condena, decían que hacía los mejores masajes de pies que Luhan hubiese tenido y que le tenía apego emocional.
Jungkook estaba seguro de que jamás condenaría a alguien por mirarlo, aunque debía admitir que le gustaba que le tuvieran miedo y que no se atrevieran a subir las cabezas más allá de su hombro, incluso si eran más altos que él. Le hacía sentir importante y tal vez ese era el verdadero motivo por el cual todavía no huía de allí.
La fiesta, en pocas palabras, era tan extravagante como Luhan. Había humanos en jaulas gigantes flotando desde el techo de la estancia y esa era una temática recurrente en las fiestas y cenas de Luhan. Le encantaban las jaulas. Los humanos no bailaban, solo se movían con parsimonia y encantaban al público con miradas largas y pestañas bien maquilladas. Algunos ni siquiera iban vestidos, pero Jungkook no encontraba fascinante a ninguno.
Yi jie tenía razón, Jungkook prefería las subastas, pero jamás lo admitiría en voz alta. A pesar de correr el riesgo de caer en la maldición del ganador, el dinero era de Luhan, y el vampiro le había dicho hace mucho tiempo que podía hacer lo que quisiera en esa mansión. Nunca le dio límites o restricciones, y Jungkook se encargó de tomarle la palabra durante los primeros meses. Ahora, cuatro años después, ni siquiera encontraba satisfacción en gastar dinero ajeno, pero le seguía gustando coleccionar humanos salvajes, de aquellos que no querían estar allí por su voluntad. Había algo en sus miradas desesperadas, los ojos rojos e impregnados con lágrimas que los volvían erráticos y eran la medida de caos perfecta que Jungkook buscaba.
Por supuesto, la mayoría terminaba muriendo. Los primeros que Jungkook tuvo murieron por su culpa y lo reconocía. Había bebido de ellos sin tomar precauciones y los drenó. Los que vinieron después eran historias más complicadas. Algunos se suicidaron, Jungkook no había previsto aquello, mientras que otros se acostumbraban a la vida dentro de la mansión y se hacían un platillo más dentro de aquellas paredes. Cuando eso ocurría, Jungkook los abandonaba de inmediato, no le interesaba tener otro mueble más en su habitación.
Por esa razón aceptó asistir a la fiesta después de todas sus quejas y negativas. Hacía un par de meses que no se conseguía un humano nuevo, el último había pasado a ser propiedad de Kaede, una vampiresa que odiaba a Jungkook y que siempre se esforzaba por seducir a todos los humanos que él elegía. La causa de su odio aún era desconocida para el vampiro, pero tampoco es como si fuera importante. A veces terminaban odiándose por cosas sin sentido o solo porque los ojos de alguien eran más negros durante el día. Entre vampiros, las traiciones y remordimientos eran tan comunes como el perdón. Podían odiarse, pero jamás darse la espalda. Eso los diferencia de cualquier humano rencoroso.
Jungkook creyó que moriría otra vez para cuando llegó la hora de la subasta. La fiesta, tan aburrida como cualquiera, se había extendido hasta la madrugada, y alrededor de las tres comenzó la verdadera diversión. Desde una grada en el tercer piso y con un micrófono brillante, Luhan hizo callar las conversaciones para anunciar que debían bajar al subterráneo, donde se efectuaría la subasta. Prometió grandes sorpresas, así que todos comenzaron a seguir las instrucciones y descendieron por las escaleras de mármol hacia el salón subterráneo donde había incluso un escenario. Aquel lugar era el teatro personal de Luhan y, cuando se aburría o estaba de buen humor, hacía que los humanos que tenía aprisionados actuaran para él. Jungkook había visto las obras más bizarras sobre aquel escenario, pero siempre terminaban con algún final sangriento donde los vampiros del público subían y se alimentaban de los actores.
Esta vez habían decorado el escenario con uvas, ramas y hojas que le daban el aspecto de un montón de parras. También había máscaras características del teatro, pero de piedra y esculturas griegas, que Jungkook sabía eran reales y no una simple imitación. Al parecer, la temática de esa noche era el teatro griego, y era más que obvio que la tragedia tendría lugar en un par de horas. Jungkook tan solo esperaba conseguir un buen asiento y un humano rebelde.
—¡Bienvenidos sean a la décima subasta del año! —exclamó Luhan apareciendo en el escenario. Se había cambiado de traje, ahora llevaba uno blanco y brillante con una túnica griega que le colgaba desde un hombro, cayendo sobre su pecho—. Esta es una fecha muy especial —continuó diciendo desde el micrófono, y cuando todos los presentes estuvieron sentados en las butacas y en silencio, prosiguió—. Estamos en la víspera de la vendimia y qué mejor celebración que la presentación de tributos al más puro estilo griego antiguo.
Todos aplaudieron, otros silbaron, la noche prometía bastante.
Luhan hizo un ademán con las manos para que cesaran.
—No queremos hacerlos esperar más, ¡así que comencemos!
En vez de que iniciara una obra de teatro, cuando el telón se abrió detrás de Luhan dejó ver a una sola muchacha atada de manos con un listón del color del vino. Estaba vestida de blanco también, en una túnica parecida a la que portaba Luhan y nada más. Estaba mal puesta, porque un pecho se le escapaba y una pierna larga alcanzaba a verse desde las gradas. Jungkook, en su posición privilegiada en un palco, notó que estaba llorando.
La muchacha en sí no era nada especial. Tenía el cabello largo y negro, y su piel blanca estaba demasiado pálida, casi enfermiza. También se le notaban algunos huesos en los hombros. Era demasiado delgada para considerarse atractiva entre los vampiros.
—Nuestra primera ofrenda es una joven bastante especial. Luce inofensiva, pero les sorprenderá saber que, antes de ser capturada, asesinó a dos de nuestros mejores recolectores.
Apenas fueron dichas esas palabras, las ofertas se dispararon. Jungkook no sabía si era cierto o no, pero Luhan nunca había sido de los que mentían para vender algo. Tampoco es que necesitase vender, el dinero humano no era más que una entretención cuando se tenía la eternidad para conseguir algo. Pero la emoción y la sensación de haberle ganado a los demás era lo que movía estas subastas.
Jungkook estuvo tentado a dar una suma por ella, pero luego lo pensó. De verdad no tenía ganas de tener a una humana, eran aburridas, lloraban mucho y siempre intentaban seducirlo, y desde hace tiempo que había dejado de sentir cosas por otra mujer que no fuera Paula. En realidad, había dejado de sentir cualquier deseo que no fuera hacia la vampiro y nunca se lo cuestionó o planteó. Y no comenzaría a hacerlo ahora.
Se llevaron a la chica con facilidad. El segundo tributo no tuvo tanta suerte. Era otra muchacha, mucho más joven, y por alguna razón nadie pujó por ella. Demasiado pequeña, algo fea y también huesuda. Jungkook sospechó que las debían tener desde hace tiempo prisioneras y que estaban mal alimentadas, porque a menos que afuera de la mansión vivieran en un mundo post apocalíptico, no había motivo para que estuvieran tan delgadas.
Después de unos incómodos minutos en los que nadie pujó, Luhan le sonrió al público, sin inmutarse por la falta de interés, y preguntó:
—¿Nadie está interesado en esta belleza? —inquirió con burla y fue ahí que Jungkook lo comprendió. Esa chica nunca estuvo destinada a ser comprada, solo era parte del espectáculo. Como si todos supieran lo que venía, se oyeron murmullos de expectación y Luhan, tan reluciente como siempre, se acercó hasta la joven, la sostuvo del cuello y la levantó un poco, haciendo que sus pies quedaran colgando y que se removiera en un inútil intento para que la soltara—. Tal vez necesitan oler a nuestra diosa griega.
Y apenas dijo esas palabras, clavó sus uñas en el cuello de la humana y comenzó a brotar la sangre como si fuera la savia de un árbol. La muchacha profirió un grito de terror y los ojos de todos los vampiros se concentraron en el show. Ni siquiera miraban con sed o con hambre de violencia, no había otra motivación más que la comedia. Era cómico verla sollozar, darse cuenta que si seguía sangrando moriría, que podrían morderla hasta dejarla vacía en un par de minutos. Pero no ocurrió nada de eso, Luhan tan solo la soltó con un gesto de pena, un puchero fingido, pero antes de el cuerpo de la humana pudiera tocar el suelo, la mano de Luhan pasó velozmente sobre su cuello y, con las uñas, hizo un corte en toda la yugular. Para cuando chocó contra el escenario, ya se estaba ahogando con su propia sangre.
—¡Una verdadera lástima, pero prosigamos! —exclamó Luhan y todos aplaudieron y vitorearon. La subasta continuó y nadie recogió el cuerpo de la humana. Quedó allí hasta que murió y su sangre se hizo insoportable con un hedor a muerto que podía envenenar a cualquiera que oliera desde muy cerca. Solo cuando se acumularon tres cuerpos sobre la madera, vinieron un par de humanos a recoger los cadáveres.
Jungkook pensó que esta era la subasta más aburrida que hubiese presenciado. Nunca habían matado tantos humanos en una, normalmente con dos bastaba para avivar al público, pero ya llevaban cinco muertes y comenzaba a creer que el objetivo de esta subasta en específico era derramar sangre.
Jungkook se puso de pie, ya harto de todo, cuando de pronto, la voz de Luhan se hizo más suave.
—Nuestra siguiente ofrenda es un tributo. Vino a nosotros para conocer el Olimpo y el día de hoy lo hará. Por favor, denle aplausos a nuestro siguiente producto —lo dijo todo sin gritar, sin animar sus gestos ni su voz. Fue con una delicadeza extraña, y solo por eso, Jungkook volvió a sentarse. Amarrado también, entró al escenario un humano joven, un chico. A diferencia de los otros que lucían estropeados a pesar del disfraz griego con el que habían sido vestidos, este humano parecía lucirlo como si fuera una segunda piel. También era una túnica blanca, pero más holgada que le cruzaba el hombro y el pecho, y en las sogas que sostenían sus muñecas, había enredaderas de hojas y flores que alguien había adornado. Un privilegio por no haber sido secuestrado como el resto, por haber venido a voluntad propia.
No era el tipo de humano que Jungkook buscaba, pero algo en él llamó su atención. Sus mejillas rosadas, al igual que su cabello, eran una verdadera vista y se produjo una exclamación ahogada entre el público. No solo fue su rostro sereno e inocente lo que produjo un efecto extraño entre los vampiros, sino que también su cuerpo. Lucía suave, cómodo y tierno a pesar de estar marcado y bronceado (incluso brillante, pero Jungkook supuso que lo habían bañado en aceites para tener más impacto). Aquel humano no lucía como una víctima más, lucía como alguien que sería convertido en un ser inmortal tarde o temprano para que su belleza no se marchitara nunca.
Antes de que Luhan dijera el monto inicial, alguien gritó una suma excesiva de dinero y solo eso bastó para que todos los brazos se levantaran gritando números. Jungkook vio asombrado cómo todos los presentes se peleaban por conseguir a ese humano, y aunque habría sido sencillo subirse al escenario y pelear a muerte por él (seguro que habría sido divertido), todos se mantuvieron bastante civilizados. Tal vez querían impresionar al pequeño humano.
Jungkook no iba a pujar por él, eso lo tenía claro, pero eso no impidió que se quedara a ver su destino. Cada vez que Luhan iba a golpear su martillo para cerrar el precio, alguien más gritaba otro número excesivo. Jungkook estuvo concentrado tanto rato en aquel proceso que, cuando volvió su mirada al humano, se dio cuenta de que este lo estaba observando fijamente.
Tenía la cabeza casi levantada para alcanzar su mirada en el palco y Jungkook se quedó helado. El humano lo miraba sin preocuparse por el escándalo que tenía frente a él ni por cuál sería su destino. No dejó de mirarlo ni siquiera cuando Luhan finalmente golpeó el mesón con su martillo, cerrando la puja por el humano. No apartó los ojos ni cuando Luhan lo llamó para que fuera con su nuevo dueño, para que bajara, para que dejara de mirar a Jungkook.
Su nombre resonó en todo el teatro y las cabezas de varios vampiros se giraron hasta que Jungkook sintió miradas de todas partes sobre él.
—Jungkook, ¿acaso has hipnotizado a nuestro pequeño semidiós? Ya te hemos dicho que no hagas eso con el humano de otros —comentó Luhan a modo de broma y, seguro, sonaba lógico, Jungkook había controlado a un par de humanos antes (cuando se aburría), pero esta vez no. La mayoría río del chiste de Luhan, y otros tantos, no. Jungkook no supo quién había ganado la subasta, pero imaginó que no estaba en el grupo de los que habían soltado una carcajada.
Solo por curiosidad, y para seguirle la broma a Luhan y hacerlo menos incómodo, Jungkook decidió controlar un poco al humano. Que hiciera alguna pirueta, alguna gracia para hacerlos reír. Pero cuando conectó su mirada con la contraria y pensó en la orden, el humano no se movió. Ni siquiera se inmutó. Jungkook frunció el ceño, contrariado por toda la situación, y volvió a intentarlo, esta vez sin reprimirse (a veces hacía que a los humanos les sangrara la nariz cuando enviaba órdenes con mucha fuerza), pero el humano no hizo más que levantar una ceja, casi desafiándolo, y esbozó una sonrisa de medio lado que solo dedicó para él.
—¡Bueno, sigamos con esto porque aún nos quedan un par de futuros dioses! —exclamó Luhan para cortar la situación y le dedicó una mirada severa a Jungkook para que se dejara de jugar, pero Jungkook no lo miró ni le dio importancia, porque justo en ese momento, se escuchó una gran explosión desde los pisos superiores y todo el teatro tembló. La gran araña que había adornado el techo se meció con vehemencia y cayeron pedazos de yeso y cerámica del techo. Los vampiros miraron con inquietud el techo, pero en medio del caos de vampiros que comenzaron a salir a una velocidad sobrehumana del teatro, posiblemente para subir y ver qué demonios pasaba, Jungkook siguió mirando al humano sobre el escenario, quien ya no sonreía, sino que miraba con determinación a los vampiros frente a él. Y cuando uno intentó aprovecharse del caos para lanzarse sobre él, el humano lo esquivó con elegancia y le dio una patada por la espalda. Jungkook sabía que era un humano, olía a humano, pero la patada tuvo tanta fuerza que el vampiro salió volando hacia los asientos de la primera fila y el pequeño saco de sangre adoptó una postura, mucho más peligrosa.
Y algo en la mente de Jungkook dolió. Dolió tanto que se congeló en su asiento y reprimió un bramido. Los ojos comenzaron a arderle y de pronto vio al mismo humano frente a sus ojos, pero era distinto. Fue un segundo, tal vez menos que eso, pero fue suficiente para que Jungkook oyera un nombre en una voz desconocida, una voz grave que le sobrecogió e hizo que sintiera una puñalada en el pecho donde no le latía el corazón. La voz era tan cálida, aterciopelada, y no tenía sentido que sensaciones tan dolorosas vinieran de algo así, pero aún así Jungkook lo sintió cuando la voz dijo el nombre: "Jimin".
*****
*mira el horizonte* here we go again.
Después de 30 mil años, la segunda parte de About Vampires al fin da inicio!!!! No sé qué decir sin ponerme a dar un discurso pero djkahdka si llegaron hasta aquí y no leyeron la primera parte, van a perderse de un montón de detalles.
¡Espero que lo hayan disfrutado! Como siempre, adoro escribir y si ustedes lo disfrutaron eso me hace más que feliz!!!
Pd. Para los que se preocupan por los ships: personalmente no me importa eso de los nombres de los ships en relación a quién es sub y top? (así le dicen, right?). Soy consciente de que si dice "taekook" entones la gente cree que es porque tae manda o algo así. Aquí no aplica, solo siento que taekook se lee más bonito y ya /o/
¡Qué tengan una bonita noche!
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