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❈•≪20. Final≫•❈

Luego de que semejante revelación estallara en su cara, muchas cosas habían cambiado por no decir que casi todas. Y basados en la lógica, ese era el rumbo que debían tomar por naturaleza.

Sus vínculos se habían estirado hasta un punto de tensión insoportable. WooYoung estuvo encima de él de manera constante, preocupado e intentando animarlo. Porque desde aquella noche fría, su ánimo no hizo otra cosa que ir en declive. El peso de la pena, el sentimiento de traición y la impotencia fueron una combinación que inesperadamente no supo manejar. Se quedó estancado en sus emociones que no sabían hacer otra cosa que sólo engullirlo.

San por otro lado, le dio su espacio. Respetó que se sintiera para la mierda y entendió que quisiera arrancarles la cabeza. Además, consolar no era su fuerte y a ninguno le interesaba verlo poner su esfuerzo en ello.

Por Dios, MinGi en realidad no quería el consuelo de nadie. Le sabía a insuficiencia, amarga y pesada pero a nada más. Y de hecho, eso lo hacía sentir peor por alguna razón, pero no importaba cuántas veces se lo dijera al castaño, éste seguiría dándole abrazos repentinos, besos cálidos en las mejillas o simplemente optaba por hacerle compañía en su casa. En lugar de hablar hasta por los codos de cualquier cosa que haya visto para distraerlo, se convertiría en una presencia quieta a su alrededor; callada y él odiaba esto tanto. Esa compasión silenciosa acentuaba su malestar.

Porque carajo, incluso cuando ellos se conocieron en 1742 y se hizo cargo del chico cuando era una obligación que no le correspondía tomar, Jung nunca dejó de hacer preguntas, de hablar vaya, aún si él no era para nada amable y ahora, tantas décadas después, lo veía guardar silencio por primera vez. El nuevo escenario en el que estaba envuelto, era asqueroso.

En cuanto a YunHo, sólo se decidió por cortar con sus lazos. Sin dudarlo. No era una existencia que quisiera tener en su vida después de lo que le hizo. Los vampiros no intervenían en las relaciones de otros, no usaban sus trucos entre los suyos, era una especie de acuerdo no dicho que tenían todos entre sí. Formaran parte de un aquelarre o no. Hacerlo era sobrepasar los límites y ese mestizo en particular los había cruzado como si no fueran nada. Había abusado de su confianza y del lugar que ocupaba en su vida con una arrogancia excepcional, y su sangre todavía hervía al recordarlo. Porque incluso si había sido un gran amigo, su deseo por querer abrirle el pecho con las manos y arrancarle el corazón estaba allí. Presente, oscuro y contaminando cualquier rastro de buenos recuerdos que hubiera en su memoria.

Y qué poco le interesaban esas memorias ahora.

Verle la cara en el trabajo no ayudaba, lo hacía sentir enfermo porque para su desgracia seguían siendo compañeros. Todavía no encontraba a alguien que pudiera ser un reemplazo apropiado. Y él en serio necesitaba otra persona para que ocupara su puesto de una vez y hasta que no hallara alguien con un nivel de eficiencia similar, no lo despediría. Podía repudiarlo y guardarle todo el rencor que quisiera, porque estaba en su maldito derecho, lo había jodido y sido una de las causas de que su corazón se rompiera. Sin embargo, no cometería una estupidez. Atascarse con sus funciones o darle trabajo a un incompetente no era algo que tuviera planeado.

Para diciembre, sus resoluciones habían conseguido establecerse al igual que sus prioridades a un nivel bastante decente. Ahogarse en un pozo de autocompasión lo tenía harto así que dejó de estar tan metido en su mente. Se enfocó en su trabajo, en entrevistar personas y leer los manuscritos apilados que tenía en un rincón de su habitación. Hizo lo que se le daba mejor y funcionó, por momentos y cuando no estaba en su casa principalmente.

Kkima fue un factor fundamental en su rutina, tener al cachorro a su lado y constantemente pidiéndole atención sirvió para distraerlo. Fue sanador y reconfortante pasar tiempo con él. No tenía la presión de hablar sobre sus sentimientos o de cómo estaba, no tenía que forzarse a nada porque se trataba de un simple perro. No podía exigirle esas cosas, ni siquiera con la mirada como lo hacían sus amigos.

Para finales de enero, tanto WooYoung como San comenzaron a seguir adelante. Volvieron a sus actitudes indiscretas y propias de cada uno. Aceptaron que no había nada que quisiera compartir con ellos. Y esta vez, nada tuvo que ver con su terquedad o reticencia natural. En lo absoluto. Todo lo que tenía para decir, fue dicho aquel día de noviembre y en su opinión personal, era innecesario repetirlo.

Pero muy en el fondo podía reconocer que no quería hacerlo tampoco.

Ninguna parte del asunto.

Estaba realmente desesperado por olvidarlo, quería que sus heridas cerraran de una vez. Las suyas y las que había ocasionado en otros. Sólo quería avanzar. Que su corazón dejara de sangrar. Y poner esa catarata de sentimientos en voz alta, lo mantendría aferrado a recuerdos que por ahora necesitaba soltar. Expresar sus padecimientos a otros siempre le había resultado de la misma forma, hasta que entendió que su mecanismo para sanar se basaba en conciliar consigo mismo.

Cuando llegara a ese punto, las sombras que lo mantenían en un espiral de arrepentimientos y culpas, desaparecerían. Sucedió antes y volvería a suceder. Se conocía mejor de lo que lo conocía nadie.

Pero a inicios de febrero, cuando su dolor había disminuido considerablemente, una aparición inesperada como indeseada, llamó a la puerta de su casa. Haciéndolo trastabillar en sus respectivas determinaciones.

—Encontrar tu casa acabó llevándome más tiempo del que estimé.

Fue lo primero que escuchó apenas abrió la puerta, reconocer a quién se hallaba inexpresivo al otro lado y a las casi tres de la mañana no fue tarea difícil. Su marca a un costado de su cara era inconfundible y bastante distintiva.

Sus cejas se alzaron hasta casi camuflarse en su cabellera caída.

—¿Por qué estás tú aquí?

—Vine por lo qué sea que HongJoong se haya dejado. Dámelo.

Su ceño se arrugó ante sus palabras secas y exigentes, sus brazos se cruzaron y sus ojos nunca abandonaron los contrarios. Analizándolo a la par que se preguntaba para sus adentros quién rayos se creía que era.

—¿Él te lo pidió?— finalmente cuestionó.

—No, como dije, estuve intentando dar contigo desde la llamada que hiciste a su departamento.

¿Llamada...? Fugazmente se sintió desconcertado por tan peculiar mención y pese a la ambigüedad en ella, bastó para las piezas que debían ir en su sitio, encajaran.

—¿Cómo...? ¿Tú la atendiste?— inquirió, y más arrugas adornaron su entrecejo.

—Sí, ahora por favor, lo de mi amigo.

La tensión en sus brazos aumentó y su pecho ardió con enojo, tener el descaro de venir hasta su casa y con esa actitud, estaba impresionado. Porque carajo, él se consideraba alguien arrogante pero viéndolo a YeoSang allí le hacía cuestionarse qué tanto en verdad lo era. ¿Dónde estaban los límites de lo que debía tolerar como invasivo y qué no?

Apoyándose en el marco de la entrada, hizo su mejor esfuerzo por no mandarlo a la mierda. Tenía algunos pensamientos a los que le gustaría dar forma y teniéndolo ahí, lo aprovecharía. Más daño no podría causarse.

—¿Amigo?— repitió en un bufido desdeñoso—. Quisiste lavarle la cabeza sobre su propia especie y le mentiste en su cara, no suenas como su amigo para mí.

—Como si tu opinión me importara. Sólo dame...

—Conseguiste que se fuera, que lo dejara todo y a todos, ¿debes sentirte satisfecho, no, gran amigo?

Sus palabras ácidas causaron una fisura en la inexpresividad ajena y sus facciones se crisparon. La sorpresa brilló en sus ojos por un segundo. No se esperaba que lo supiera pero lo hacía, tenía contactos y en una noche de enero cuando su mente no dejaba de dar vuelta a la misma interrogante y sus entrañas estaban apretadas por el desosiego, preguntó a las personas correctas para obtener la información correcta.

HongJoong había dejado Seúl.

Pese a que era una idea que había rondando su cabeza en más de una ocasión, el impacto que le causó cuando se lo confirmaron, fue aplastante. Se había sentido desorientado, genuinamente desconcertado por la decisión que el pelinegro había tomado. Pero no lo juzgaba, con una visión más clara de la situación comprendió que en su lugar habría hecho lo mismo; alejarse de todos.

¿Por qué siquiera debería quedarse? Era más sencillo y conveniente irse, hacer su vida en otro país. Empezar de cero.

—Cortó contigo, no tengo quejas.— dijo el rubio, impasible.

—Seguro que no.— destacó en un resoplido, su mirada se entornó; crítica—. Pero deberías preocuparte por las consecuencias, puede volver o no y si lo hace, nada te da la certeza que seguirá siendo tu "amigo".— agregó luego de enderezarse.

—¿Queriéndome generar inseguridades?

—¿Cómo tú a él?— replicó al instante en un tono filoso, tomándolo por sorpresa—. De todos modos, no te daré nada. No son tus pertenencias, sólo viniste a perder el tiempo y en lo que a mí concierne, puedes pudrirte. Me encantaría que te quedarás ahí hasta que el sol saliera, lo desagradable de tu personalidad debería ser más evidente.

Sin darle espacio a una contestación, retrocedió y le cerró la puerta en la cara. Increíblemente le había sentado bien decirle todo eso aunque ni siquiera había sido la mitad de lo que en realidad habría querido, pero estaba parcialmente conforme.

MinGi quiso preguntarle por qué, ¿por qué hacerle eso a HongJoong? Las veces que YeoSang salió a flote en algunas de sus conversaciones nocturnas o incluso en Fever, siempre había sido mencionado con cariño por el mestizo. Incluso si no decía mucho, estaba ese tono afable y esa mirada cargada de aprecio.

El rubio no tuvo que torcer las cosas de esa forma. Pudo ser honesto con el pelinegro desde el momento cero, explicarle y dejarlo tomar su decisión por cuenta propia y listo. Como el adulto que era. Faltar a su confianza por un motivo egoísta había sido estúpido, pero esa cruz no le pertenecía a él, por lo que no era asunto suyo cómo el otro la cargara.

Suficiente tenía con las suyas.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Fue a mediados de marzo, que los pendientes que el noble tenía atrasados, cobraron relevancia. Su teléfono por ejemplo, desde aquella vez, no lo repuso. Así que, si había recibido alguna llamada de quién sea, nunca se enteró. Señal de que era momento de reponerlo.

Mismo pensamiento que tuvo para su inexistente mesa de centro, era práctico tener una. No sólo para el desayuno sino que también para cuando le gustaba trabajar en su sala. Colocar sus manuscritos o las primeras ediciones de los libros que le mostraban en su sofá, era irritante en algún punto. Además, a Kkima le gustaba subirse a veces. Estuvieran sus cosas ahí o no.

Tuvo que comprar un nuevo juego de taburetes para su cocina, al final no sólo había roto uno en su arrebato. Luego de que sus piernas se hubieran entumecido por estar en cuclillas llorando, se levantó de golpe y tomó otro para estrellarlo contra la pared más cercana. La discusión entre YunHo y San lo habían colmado para ese entonces, fue una mezcla entre gritos y empujones. Reclamos y críticas. Mierda de la que no quería estar al tanto, asimismo el dolor de su cabeza había llegado a un extremo de lo insoportable y toda esa caótica situación lo empeoraba.

Ya no tenía sentido que se recriminaran sobre ningún aspecto, ¿en qué cambiaría? Exacto, en nada. ¿Juzgar los actos del otro regresaría el tiempo? Por supuesto que no. Era pura basura con la que buscaban sentirse mejores y superiores en cuestiones morales. Los cuatro lo sabían. Y en su presencia él no tenía porqué soportar nada de eso. No lo haría tampoco, así que luego de mandarlos al infierno, les dijo que se largaran. Podían lidiar con sus conflictos y presuntos remordimientos en otro lado que no fuera su maldita casa.

Esa noche no había evolucionado ni concluido muy bien ahora que lo recordaba. Pero no le importaba demasiado. No tenía ningún arrepentimiento tampoco, incluso con aquello que involucraba sus pertenencias hoy hechas añicos. No tenían valor alguno más allá del económico.

Y una vez lo repuso todo, no se sintió ni mejor ni peor. A lo que decidió no darle mayor trascendencia.

Y fue para inicios de abril, en plena primavera que MinGi concluyó que era hora de conseguir una nueva fuente. En todos estos meses estuvo alimentándose a base de suministros del hospital, el conocido de WooYoung que trabajaba allí se había esmerado en su labor por buscar algunos que fueran compatibles con su organismo hasta que lo consiguió. No fue sencillo, por supuesto pero se lo agradeció con la mayor de su sinceridad y dinero. Bastante dinero de hecho.

Las belladonas siguieron en su dieta también, el ardor de su veneno era lo más cercano que estaría de esa sensación. Se había acostumbrado, notó en alguna ocasión y hace un par de semanas atrás.

Pero fue en una noche del mismo mes que se lo comentó a sus dos amigos, estaban en su casa, cenando carne porque el castaño así lo había decidido. Algo habitual y cómodo. Y el noble hizo mención de dicha resolución, porque quería hacerlo. No se sintió forzado a decirlo, no quería demostrar que ya había sanado, porque en teoría aún no lo había hecho, sólo... le nació. Quizás en un intento por ser más abierto con ellos o quién sabe, no estaba seguro y analizar las razones de fondo no le entusiasmaban.

—¿Tienes en mente dónde buscar?

San fue el primero en hablar, su tono había sido tranquilo y casi aburrido, contradictorio con el interés que reflejaban sus ojos cafés.

Su pregunta lo mantuvo en silencio por unos prolongados segundos, para sorpresa de muchos, la justicia había tomado la decisión de clausurar Fever. Noticia que el dueño no tomó de buena manera, había realizado algunas reparaciones en el lugar para aumentar su atractivo al público cuando la recibió. Varios clientes asiduos del sitio se quejaron también pero no había nada que pudieran hacer.

Desde el último altercado que hubo allí, le siguieron otros con la misma intensidad y una regularidad inesperada. El caos y la violencia fueron los servicios principales del recinto lo que inevitablemente atrajo la atención de la policía y su posterior intervención. Declararon a Fever como un sitio conflictivo, vulgar y que ofrecía servicios inconcebibles. En función de mantener la baja y cuestionable moral de sus participantes a raya, fue cerrado. No podían existir sitios que fomentaran las desviaciones sexuales y las conductas libertinas o en exceso lujuriosas.

De ese suceso se habló por semanas pero los más conservadores estuvieron complacidos de que por fin se hubieran tomado cartas sobre el asunto que "creaba brechas en su sociedad" y "pervertía a sus jóvenes sanos", pura mierda. Él no había cambiado su opinión del lugar y nunca lo haría; era inseguro y poco confiable. Sin embargo, no era un imbécil, y como la mayoría no le costó darse cuenta que esos habían sido argumentos blandos y los humanos sólo hicieron uso de su poder, punto. No había qué discutir. Allí afuera todavía habían burdeles que se encontraban en perfecto funcionamiento al igual que otros cientos de prostíbulos, pero poco se hacía al respecto.

Era más complejo que tratar con vampiros, al parecer.

—En los sitios a los que solía ir antes de que ustedes decidieran intervenir.— su voz al responder fue plana, no había una emoción en particular. Lo que sirvió para dejar en claro que no se los estaba recriminando en serio.

—Oye, fue una nueva experiencia para tu aburrida vida. Deberías ser más agradecido.

La réplica del mestizo lo hizo rodar sus ojos, aunque tuviera razón y fuera una simple broma, de todas formas dijo:

—Tú deberías agradecer que siga permitiéndote comer en mi casa.

San fingió indignarse con su ataque pero quien tomó la palabra esta vez fue WooYoung. En un tono serio y honesto.

—No verás asomo de nosotros, cero intervención, preguntas o lo qué sea.— sus brazos se cruzaron en una negativa fugaz y sus ojos castaños brillaron con aplomo al proseguir—. Nos mantendremos al margen en todo momento.

—Aprendimos la lección.— adjuntó el mestizo, de acuerdo con el otro vampiro.

—Así que suerte.— pronunció el castaño, sonriéndole.

—La necesitas a falta de carisma.

—Y de humor.— siguió Jung.

A partir de ahí, ambos continuaron haciendo comentarios y pequeñas pullas inofensivas sobre sus aparentes faltas y desventajas sociales. Él sólo los ignoró con una falsa expresión malhumorada pero por dentro halló algunos creativos y divertidos.

Aunque si tenía que ser honesto, MinGi también esperaba que la suerte le sonriera. El año anterior había sido agitado, desde el inicio hasta que todo se estropeó. Sin embargo e irónicamente, podía reconocer que había sido de los mejores que había tenido en la última década.

Experimentó todas las sensaciones posibles con la mayor de las intensidades, amó algunas y odió otras pero no se arrepentía. Incluso si le daban la posibilidad de volverlo a vivir todo, lo haría. Con ciertas variaciones, claramente. Además, estaba casi seguro que no volvería a sentirse de la misma forma por nadie pronto. Había valido la pena, aún si su corazón se rompió hasta sangrar.

Y deseaba que la nueva fuente que busque tenga una sangre que sea de su agrado o mínimo compatible con su organismo, porque sabía que esa iba a ser una tarea que le iba a costar esfuerzos de todo tipo. Pero dicen que con un nuevo año, una nueva vida. No estaba emocionado al respecto, pero sí predispuesto a intentarlo.

Era momento de avanzar.




F I N.

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