La primera nevada llegó más pronto de lo que muchos estimaron, incluso las predicciones que se hicieron en las noticias estuvieron lejos de acertar. Noviembre y su frío no fueron bienvenidos por algunos.
Para MinGi, no fue un acontecimiento que supusiera de grandes cambios. Pocos en realidad, en su armario la ropa abrigada fue la protagonista y en su cama las sábanas ligeras desaparecieron. Los días nublados y donde el sol apenas daba señales de estar oculto entre esas masas de cristales móviles y sin alguna forma, eran sus favoritos. Aunque no se escuchara lógico, le era relajante. Su cachorro por otro lado estaba menos activo a su causa.
Y luego de que esa reunión creativa finalizara, pensó que no sería mala idea pasarse por su tienda de mascotas de preferencia, tenía que renovar las galletas de Kkima. Comprar unas distintas quizás. Dirigiéndose a su oficina, divisó las siluetas de sus amigos salir del elevador. Desde aquella conversación hace cuatro semanas, todos se habían calmado. Desde el más insistente hasta el de menor intervención. Aún habían algunos asuntos que hacían de su ambiente uno tirante pero en general, todo aparentaba haberse serenado.
En su oficina, se encargó de recoger sus cosas. Había una escritora en la que se hallaba interesado por lo que, quería darle un vistazo a su manuscrito de inmediato. Esa noche de viernes parecía ser la ideal para ello, la trama de suspenso le llamaba la atención. Colocándose su grueso abrigo y guantes, cogió su maletín en el momento exacto en que los dos mestizos abrieron la puerta. Él apenas los miró antes de indicarles que se dirigieran fuera. De camino al elevador, no hablaron. Nada inusual, últimamente los silencios parecían ser zonas seguras. Era cómodo y si no tenían nada que comentar, ¿para qué gastar palabras en banalidades innecesarias?
—Te llevo.
Ofreció YunHo en cuanto se encontraron expuestos a la salvaje intemperie, el invierno no se había instalado hace mucho pero su presencia era innegable. Su brisa podía colorear cualquier mejilla y hacer temblar a quien no estuviera bien protegido de su caricia brusca.
Sin hallar motivos por los cuáles negarse, MinGi accedió. Otro día iría a la tienda por los dulces de Kkima. Y en esa quietud, se subió al auto del alto. San silbaba una melodía que no conocía en el asiento de copiloto mientras que él se dedicaba a mirar por la ventana. Sólo para distraerse con algo: otros vehículos que los pasaban, edificios o personas que se convertían en siluetas borrosas. Cada imagen que captaba por más distinta que fuera a la anterior, en su concepción, todas lucían insulsas. Pero esas eran las consecuencias de apagar sus emociones y decidido a no recordarlo, siguió con la misma actividad por más insatisfactoria que fuera.
Fue por sólo unos minutos, hasta que su casa estuvo ante sus ojos. A sabiendas de que sería seguido, agradeció a medias y no puso el seguro en la puerta. Por el contrario, la dejó abierta. En su perchero colocó su abrigo, se sacó sus guantes y en su sofá, dejó su maletín. Todavía no compraba una mesa de centro nueva. Un pendiente pospuesto de tantos.
Desentendiéndose de esto, se encaminó hacia la cocina. El aroma de la carne preparándose y otros condimentos que no identificaba con la misma facilidad, llenaron sus fosas. Kkima advirtió de su presencia con ladridos entusiasmados.
—YunHo y San están aquí.
WooYoung no se volteó a verlo pero asintió, en señal de haberlo escuchado. Por el resoplido que liberó, la noticia no era de sus favoritas. No lo culpaba, de nuevo había discutido con quien tenía Choi por apellido. Siempre que la fecha se acercaba era igual, todos estaban tan acostumbrados que ya no suponía mayores sorpresas. Aunque honestamente, él prefería que cerraran ese ciclo de una maldita vez. Tener que actuar como mediador se volvía insoportable con los años.
Y deshaciéndose de esos pensamientos también, se giró sobre sus talones para salir. Antes de prepararse su cena, quería cambiarse a unas prendas más cómodas. En su camino a las escaleras, no se olvidó de coger su maletín. El cual pasó a yacer sobre su cama. No hurgó mucho tiempo en su armario, simplemente agarró lo primero que sus ojos vieron y etiquetaron como indicadas. Un pantalón de lana gris y una remera sencilla de color azul marino y mangas largas. No necesitaba más para estar en su casa.
En la cocina el único que parecía darle conversación al joven del grupo era YunHo, San se mantenía en un rincón, callado pero con los ojos atentos en el castaño. Su cabeza se sacudió ante el escenario familiar, pero no hizo comentarios al respecto. Su enfoque estuvo en tomar uno de los cortes vacunos ya preparados por el vampiro más joven y colocarlo en un plato, estaba a punto medio y casi sin condimentos. Complacido con esto, le agradeció a quien se coló en su casa hace dos noches. Agregar la palabra intruso, hizo que WooYoung le viera mal. MinGi sólo le sonrió como reflejo y fue hacia su alacena, de ella extrajo una bolsa que despertó el interés en los presentes. Y como si no fuera consciente de esto, cogió dos racimos de la planta y los dejó en su plato.
Apenas se llevó una baya a la boca, San habló:
—¿Todavía no buscas a nadie?
El pura sangre prefirió sentir la explosión amarga proveniente del brillante fruto negro en lugar de responder. Lo saboreó hasta que ya no quedó rastro de su acidez.
—No.
—Pasaron cuatro semanas.— le recordó sin un tono en particular. Viéndolo con ojos inquietos.
—Sí, lo sé.
Con su tenedor pinchó un trozo de carne y el jugo rojizo que salió de éste, humedeció aquellas hojas que se hallaban más próximas. Al masticarlo, apenas pudo percibir su gusto. Sin importarle demasiado, cortó una flor y la comió como si nada. La acidez existente en sus hojas débilmente moradas calentó su estómago. Sus entrañas dejaron de retorcerse ante ese dulce ardor.
—¿Y no tienes planes de...?
MinGi sacudió su cabeza, concentrado en la belladona en su plato. Sus músculos se adormecieron cuando digirió el segundo racimo por completo. Y para ese punto, la carne que bajaba por su paladar era totalmente insípida.
—Al menos deberías beber de algún animal, podemos ir contigo a buscar alguno.
Las palabras de YunHo fueron suaves, no había tensión y su mirada no reflejaba sus inquietudes. El noble apenas pestañeó al darse cuenta. WooYoung lo miró con desosiego antes de servir la cena para sus amigos. Ninguna fibra en su cuerpo reaccionó.
—Tus venas comienzan a notarse.— agregó el más alto ante su mudez. Ansioso por alguna respuesta, tal vez.
MinGi se percató de ese detalle también, fue la noche anterior luego de bañarse y ver su reflejo en el espejo, principalmente aquellas que se ubicaban por debajo de sus ojos eran las más evidentes hasta el momento. Su color sombrío alertarían a cualquiera sobre cuál era su verdadera especie. Porque siendo francos, ¿qué humano tenía venas negras? Ninguno. A menos que tuviera algún problema en su flujo sanguíneo o algo se le hubiera dañado, pero incluso así, no serían tan visibles.
Varios de sus empleados le dieron más de dos miradas por esto. Extrañados con su apariencia pero ninguno se atrevió a preguntar.
—Sí, me di cuenta hace no mucho.
WooYoung apenas se llevó algo de su cena a la boca cuando dejó sus cubiertos a un lado y le dedicó una mirada arrugada: estaba preocupado.
—Puedo conseguirte sangre similar a la suya, conozco a personas que trabajan en un hospital, lo único que necesito saber es su tipo.
El moreno ladeó su rostro y lo observó con detenimiento, en sus ojos castaños brillaba con sutileza la súplica. Quería ayudarle y saberlo no hizo que su corazón dormido se conmoviera. Ni siquiera el percibir cómo los tres cuidaban no pronunciar el nombre de HongJoong hizo que algo en su sistema se alterara. En ese estado todo era insustancial y monótono.
—HongJoong era tipo B.— respondió con sencillez, a su costado sintió más que vio, como San se removía en su asiento. El que lo nombrara con tanta deliberación provocó esa reacción—. Pero no todos saben igual, él era dulce por ejemplo.— agregó hacia el joven de cabellera castaña—. Debiste preguntar eso en su lugar.
—Lo tendré presente entonces.
—No es necesario.— replicó luego de levantarse de su asiento y recoger lo usado—. Tenía planeado ir a las afueras mañana.
WooYoung le hizo saber que aún así, lo haría. En respuesta sus hombros se movieron con ligereza, si quería gastar su tiempo en eso, era libre de hacerlo. Él no era nadie para entrometerse.
—¿Qué es eso?— preguntó YunHo luego de que el noble sacara un vaso de la nevera.
Los ojos de éste se movieron hacia el líquido amarillo con fugacidad y antes de darle un sorbo. Como recordaba, su garganta ardió al digerirlo.
—Té de belladona.
Su contestación no cayó bien. YunHo presionó sus labios, WooYoung suspiró con pesadez y San meneó su cabeza con brevedad, en un gesto reprobatorio. A MinGi no le importó, además de que todos sabían que le beneficiaba ingerirlo.
Tan pronto se lo acabó y limpió lo que yacía en el lavado, se giró a verlos.
—Iré a revisar un manuscrito, pueden marcharse o quedarse. Ya saben dónde está todo.
Y con su comunicado expresado, se fue. La discusión que se armó en aquel pequeño espacio fue un eco de total irrelevancia en su cabeza.
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MinGi no tuvo que ir a las afueras de Seúl, cuando la noche del sábado se colocó sobre el cielo, sus amigos aparecieron en casa con un animal dentro de una caja. Sus cejas se curvaron ante ese gesto imprevisto. El gato siseó en todo momento, ansioso por la situación y el encarcelamiento forzado al que fue sometido.
—¿Ahorrándome el trabajo?
Su tono fue demasiado serio para que se notara que bromeaba. O que intentaba hacerlo.
—¿Para eso están los amigos, no?
El noble sacudió sus hombros hacia la contestación de San, los amigos cumplían diferentes funciones en la vida de uno y discutir sobre ello no le interesaba.
Curioso por el minino, se acercó a la caja: era un macho adulto, pelo corto y marrón con líneas negras. Sus ojos verdes le miraban con desconfianza mientras que su cola se retorcía. Era bonito a pesar de su agresividad.
Intrigado por su collar morado, intentó alcanzarlo para leer las inscripciones en la placa circular, pero quien lo portaba se apresuró en arañar su mano en una advertencia de que no lo tocara. Fue una acción predecible, por lo que apenas registró el ardor que ésta le provocó. En su lugar, actuó con la misma rapidez que el pequeño depredador tan pronto destacó su impulso por querer huir. Su precisión al cogerlo por el cuello en cuanto saltó fuera de la caja, fue impecable. El animal liberó un chillido agudo ante la rudeza con la cual su corpulento cuerpo fue impactado contra la dura mesada. Y al verse en un escenario desfavorable, empezó a mover sus patas en todas direcciones con salvajismo.
Ignorándolo consiguió leer la placa; Seol era su nombre, tenía cuatro años y por la dirección allí grabada, sabía que sus dueños no se encontraban muy lejos. Levantándolo en el aire, lo evaluó fugazmente. La desesperación con la que se sacudía era increíble, sin dudas estaba lleno de energía. Si no lo tuviera tan bien sujeto habría conseguido zafarse. Y de camino a la puerta que daba a su patio, el minino continuó retorciéndose por su libertad, su llanto agudo y desesperado hizo que su cachorro en la planta superior comenzara a ladrar.
—Tienes suerte.— le susurró con un tono plano, casi aburrido.
Y sin más, aflojó su férreo agarre entorno al cuello del gato y lo vio caer torpemente sobre sus patas. Desorientado, el animal corrió lejos de su persona hasta que estuvo fuera de su propiedad, a sus espaldas las quejas de sus amigos no tardaron en ser vocalizadas.
—¿Por qué rayos hiciste eso?
La indignación de San no era sólo palpable en su voz, en su rostro podía verse a la perfección. Sus cejas caídas y los pliegues en su frente eran innegables.
—No me pareció apetecible.
—Déjate de tonterías.— exigió el mestizo entre dientes.
Él sólo pasó por su lado sin decirle nada, mientras que sus ojos observaban cómo sus heridas producto de la resistencia del minino, comenzaban a cerrarse con lentitud. Superficialmente, se fijó en las venas de sus brazos; eran imposible de ocultar.
—No estás en situación como para ser exigente con un maldito gato.
—¿Quién lo dice?
De regreso a la cocina, tomó la caja y tras romperla, la tiró a la basura. Girándose en el momento justo que San ingresaba y se colocaba a centímetros de su espacio personal. El desapruebo y el enojo eran las emociones que prevalecían en su mirada de ojos cafés.
—Tu cuerpo.
MinGi enarcó una ceja sutilmente y bajó su mirada hacia el dedo que se presionaba en su pecho, su violenta forma de expresarse no le intimidó. Ni siquiera le molestó. De a poco empezaba a recordar las ventajas de hallarse en ese estado.
—Oigan, chicos, no hay porqué gritar. Calma.
YunHo se acercó a ellos de inmediato y colocó sus manos entre sus cuerpos para que tomaran distancia uno del otro. Lo que el pura sangre encontró, aparte de innecesario, ridículo. No es como si estuvieran por irse a los golpes.
—¿No tuviste tiempo suficiente para hacer tu duelo acaso?— cuestionó el mestizo, alejándose cinco pasos—. Ahora encárgate de alimentarte.
¿Ellos creían que tenía que ver con HongJoong? Sinceramente no comprendía porqué tenían que llevarlo para ese lado. No era así. Él se alimentaba, a base de flores y carne pero lo hacía. En cuanto su cuerpo pidiera por mayores nutrientes, recurriría por estos. Aunque ese era el caso y se encontraba aplazándolo.
—Te equivocas.
—No lo hago.— replicó con frustración—. Maldición, ¿por qué eres tan testarudo?
Su contestación fue interrumpida por la aparición abrupta de WooYoung, su cabellera era un desastre y sus ojos viajaban por todos, quería entender a qué se debía la discusión. Pero nadie le dijo nada, el recipiente que traía entre manos cobró mayor relevancia y al notarlo, resopló y con cierta brusquedad lo depositó sobre la mesada.
—Conseguí tres tipos sanguíneos diferentes, tuve en cuenta tu criterio de que fueran dulces.— le informó con un tono casi formal—. Pero antes de dártelos, tengo una condición.
—WooYoung...— llamó YunHo, desconcertado con sus palabras.
—No, es una mierda tratar con él estando de este modo. Quiero sus emociones de regreso.
—Que estupidez— masculló San en un bufido, su paciencia a punto de romperse—. Sólo dásela.
—No— repitió con firmeza—, es desesperante ver cómo no se inmuta, no importa lo que uno diga, le da igual.— aseguró tras apuntarlo con su dedo, el gesto ofensivo le fue irrelevante al moreno—. ¿No lo ven?— inquirió con un tono elevado, producto de su naciente irritación.
—¿Qué importa?— intervino el mayor de los mestizos, acercándose al castaño—. Ya hablamos de esto, sólo...
—No, escúchame.— exigió en un tono terminante, viéndole con dureza—. Yo ahora podría subir y patear su perro hasta matarlo y ni siquiera me gritaría, ¿eso les parece correcto? Saben que ama a Kkima.— su mirada acusadora fue de Jeong a Choi—. Ustedes sólo escupen basura en su oído, una y otra vez. Nunca se callan y es por esa porquería que se estancó.
—No proyectes en él, WooYoung.
La advertencia de San fue un golpe sucio para el castaño, sus parpadeos se detuvieron y su expresión se descompuso. Había tocado fibras sensibles. Con eso, la tensión se potenció con exageración, cualquiera podía percibirla. Era como una capa fina a su alrededor que los mantenía estáticos, dudosos de actuar.
Y harto de todo, MinGi abrió la piel de su pulgar y con firmes zancadas se acercó a WooYoung, al tomar su diestra llevó a cabo la misma acción. Sorprendiéndolo.
—Prometo cumplir con tu condición.— exclamó cuando sus dedos se presionaron entre sí.
—¿Sin truco?— preguntó con sus ojos entrecerrados, receloso.
Él respiró hondo, cada músculo en su cuerpo se puso rígido y los nervios en su cabeza parecieron cobrar vida por un corto instante, mientras que en su pecho hubo una sensación de pesadez que desapareció gradualmente. Como un nudo que perdía su forma. Y esa capa de inamovible frialdad que había sido puesta, desapareció.
—Sin trucos.
Sus labios gruesos se movieron con lentitud hacia arriba y si bien la sonrisa que delinearon fue ligera, la calidez que albergaba simple gesto fue honesta.
Con su contacto roto, vio al contrario relajarse. No por completo, pero su rostro se veía menos contraído.
De las bolsas con sangre, él cogió una al azar. Si todas tenían las mismas características, significaba que eran dulces. Sin excepciones. Por lo que no tenía que ser riguroso. Una vez tuvo un vaso a su alcance, realizó una cuidadosa perforación en la bolsa. Con el líquido carmín hasta arriba, dejó la reserva en una posición adecuada para que nada se volcara. Girándose sobre sus talones, la bebió sin mayores preparaciones.
El que estuviera fría hizo que su ceño se frunciera pero eso no lo detuvo, fue hasta el final y para cuando ya no hubo nada, se lo mostró a sus amigos. No era necesario y sólo pretendía fastidiar a dos de ellos. Con el vaso en el lavado, MinGi se desentendió de sus comentarios sobre que no había sido tan difícil y porquería similar. Su enfoque permaneció en sí mismo porque aunque hubieran transcurrido unos pocos segundos, supo de inmediato que no se sentía bien. Sus entrañas se apretaron y su garganta se sintió quemar. Sosteniéndose de la encimera, dobló su postura. Sus ojos se cerraron y sus venas empezaron a palpitar.
—¿Qué te sucede ahora?
La pregunta de YunHo fue como un zumbido entrecortado, a duras penas pudo registrarlo y aunque quiso darle una respuesta, no pudo. Su estómago se revolvió y él comenzó a toser sangre hasta que el dolor surgió. Y que sus amigos se acercaran con urgencia a comprobar qué estaba pasándole, fue invasivo. Lo detestó. Era un claro ejemplo de incompatibilidad, no tenían que enloquecer por ello. No se moriría.
Y apartándolos con cierta brusquedad, consiguió servirse un vaso con agua.
—Puede que sea estúpido de mi parte preguntar, ¿pero no te dejó alguna reserva?
Enderezándose, el noble miró a San—. ¿De qué hablas?
—HongJoong, ¿sólo se fue y te dejó así?
MinGi chasqueó su lengua, ¿estaba culpándolo? Porque eso era lo único que le faltaba y estaba de más decir, que no se encontraba de ánimos como para discutir semejante estupidez.
—Cállate, por favor.
—No, cállate tú.— replicó el mestizo con rudeza, luego de pasar ambas manos por su cabellera y desordenarla—. Dijiste que juró por su sangre, bien. Eso nos da el derecho de buscarlo y cobrar su falta. Es popular, alguien debe saber dónde carajos se esconde. Preguntemos.
—San, te dije que te callaras.— recordó con voz grave—. Hazlo.
El susodicho maldijo—. Hay que traerlo.— insistió con cada vez más arrugas sobre su frente—. Que nos deje una reserva o dos hasta que estés mejor. Después de hacerlo puede seguir con su vida como si nada...
—San— advirtió YunHo.
—No te pongas de su lado.— farfulló el joven mestizo con irritación—. Tú eres el más disgustado por esto, desde el principio lo estabas.— prosiguió con mayor fervor—. HongJoong nunca te gustó, dijiste que te daba mala espina y que no nos confiáramos. Mira cómo terminó por su culpa.
El moreno afirmó su agarre en el vaso, su cabeza le dolía como el infierno y la verborragia ilógica de San empezaba a colmarlo.
—No fue su culpa.
—¿Todavía tienes fuerzas para defenderlo?— le cuestionó con evidente incredulidad—. Fuiste igual con CheolSu— le acusó con acidez—. Y MooJin, por favor, por esa vampiresa eras capaz de ignorarnos semanas enteras. Siempre tan terco, incluso ahora.— exclamó con sus brazos en alto, señalándolo—. Te ves repugnante, tu piel..., tus venas. Abre los ojos, no estás siendo objetivo. HongJoong te abandonó, ya no tienes que defenderlo. Se fue, no va a vo...
MinGi explotó, las emociones que había sepultado con las actuales lo desbordaron y en su desesperación por callarlo, arrojó el vaso que sostenía al suelo. Cerca de sí mismo para reducir el posible daño a cualquiera. Y el estruendo que ocasionaron los cristales al quebrarse tuvieron el efecto deseado; silencio repentino.
—Con un demonio, te pedí que dejaras de hablar.— masculló con palabras tensas, viéndolo directo a los ojos—. No lo estoy defendiendo, mierda. Cuando digo que no tiene la culpa, es verdad. No la tiene.
—¿Y tengo que creerte?— replicó el contrario con sus brazos cruzados.
—Me da igual si no lo haces, sólo déjate de tonterías. Era mi responsabilidad haber hecho reservas con su sangre, desde el inicio de la relación, no suya.— musitó con un tono rotundo, negándose a ser contradicho—. No tiene sentido que lo quieras culpar.
—Mírate...
—Maldición, basta.— tan pronto su puño cerrado golpeó la encimera, los tres vampiros se sobresaltaron. No por el sonido, no hubo uno. Les impactó la acción y su indiferencia a pesar del horrible hematoma que decoró su piel casi al instante—. Échame la culpa por insensato, por todas mis imprudencias, adelante. Estarías en lo correcto al hacerlo, pero el que se haya ido no te da el derecho de atacarlo. Lo sabes tan bien como yo.— y al notar su afán por interrumpirlo, agregó—. Cuando sucedió lo de WooYoung no te juzgué ni te critiqué, lo cuidé cuando tú debiste hacerlo. Era tu responsabilidad y la ignoraste, no tienes autoridad para hablar.
Ante su evidente ataque, San se quedó sin réplicas. Sus labios se apretaron y su postura se mantuvo reticente. Y dejándolo estar, se preparó para buscar con qué limpiar el agua derramada en el suelo.
—MinGi.— llamó YunHo con un tono tranquilo—. Aunque no te guste el que se haya ido...
—¿No es obvio que no quiero hablar del maldito tema?— inquirió luego de encontrar un trapo.
—Sólo intentamos que entiendas.
Restregándose el rostro con ambas manos, el moreno se tomó de un momento antes de hablar. Él comprendía en la situación que estaba metido, no era ciego o estúpido. Pero que ellos intentaran solucionarlo o en todo caso, intervenir, era lo que no aprobaba. Él podía buscar nutrientes, que lo forzaran era asfixiante. Tenía sus tiempos y conocía su cuerpo mejor que nadie.
—Mira, yo no quiero enojarme y ustedes realmente no quieren que me enoje. Déjalo, por favor.— demandó con un tono seco—. Si tienes la clave de porqué todo terminó así o HongJoong optó por dejarme, puedes compartirlo, de lo contrario preferiría que todos ustedes mantuvieran la boca cerrada.
La acidez en su tono fue la suficiente como para que ninguno hiciera amago de querer decir algo. Lo que le hubiera conformado si, de los tres corazones que allí latían con regularidad, uno no se hubiera detenido de repente. Esa ausencia fue tan obvia para él, como si una vela hubiera sido apagada. Y haciéndole caso a su intuición, sus ojos se clavaron en los de YunHo. El sonido estalló dentro de su cabeza con el encuentro de sus miradas. El ruido de sus palpitaciones fue tan estruendoso que su rostro se contrajo, después de todo, su cabeza no había dejado de doler.
—¿Qué sabes?
WooYoung y San se mostraron confundidos con su repentina pregunta, pero el receptor de ésta, lució una expresión indecisa. Sabía a qué se refería pero no se veía demasiado predispuesto a darle una respuesta.
—No cambiará nada...
—Al demonio eso, dímelo.
La tensión a su alrededor se espesó con esos segundos en silencio, y de los cuatro, ninguno se movió. Simplemente mantuvieron sus posiciones.
—¿Recuerdas esa vez en la que dije que iría a verte pero nunca llegué?— el moreno le dio un corto gesto afirmativo, expectante por lo que tuviera que decirle—. Me topé con él en la acera, se veía lleno de inquietudes y a pesar de que se esforzó por ocultarlas, es alguien fácil de leer. No me costó notar que necesitaba confirmar algunos puntos con alguien más y me ofrecí.— sus hombros se sacudieron con su confesión—. Así terminé en su departamento, ¿quieres la dirección?
¿De qué le serviría conocerla? Exacto, de nada. Si el mestizo ya decidió que no quería verlo, él respetaría eso.
—No, hay algo más y quiero saber qué es.
—Tú en serio conseguiste espantarlo.— reveló sin mayores preparaciones o adornos—. Estaba tan perdido y a medida que profundizaba en su preocupación por tu "condición", era más evidente. Así que me aproveché de eso, le mostré hasta dónde serías capaz de llegar la siguiente vez que quisieras alimentarte.— admitió con sencillez, inexpresivo y en un tono moderado—. ¿Sabes de qué me di cuenta? HongJoong confía demasiado en los vampiros.
MinGi no necesitó preguntar qué significaba la expresión: "mostrarle de qué era capaz". La indirecta era lo suficientemente clara, como para que sus otros amigos la captaran. El asombro en sus rostros no reflejaba ni la mitad de sensaciones que él se hallaba experimentando ahora mismo. Todas contradictorias, iban desde la incredulidad hasta el enojo, la indignación e incluso la negación.
Alejándose del notorio e irrelevante caos a sus pies, se encaminó hacia el alto mestizo con determinación. Su seriedad puso en alerta al par de espectadores.
—Muéstrame.
Su petición desconcertó por un instante al contrario, lo supo por las momentáneas arrugas que aparecieron en su ceño.
—¿Por qué te someterías a algo como eso?
Él no podía esperar que, luego de escuchar cómo jugó con la mente de HongJoong, se quedara conforme. Porque no había manera de que sucediera, quería ver qué imágenes proyectó en su cabeza.
—Sabes el motivo, ahora muéstrame.
—No lo voy a hacer.
Sus puños se apretaron con esto—. ¿Tengo que rogarte?
—¿Qué más da? No hay...
—Por favor.— cortó con rapidez.
—Déjalo, no te llevará a nada y...
—Por favor.— repitió entre murmullos—. No puedo fingir que no te escuché, yo... por favor.
YunHo suspiró, rendido y cerró sus ojos con fugacidad. Para cuando los abrió eran rojos y se clavaron en los suyos de forma directa. En cuanto se le indicó, ambos comenzaron una cuenta regresiva en voz alta. De 20 a 0. A pedido del mestizo, fue sujetado de los brazos por WooYoung y San con la finalidad de mantener su peso, ya que lo ideal era que estuvieran sentados. O en una posición más cómoda que esa.
Y en cuanto se le dijo, pasó a cerrar sus ojos. Dejándose arrastrar por la bruma de la sugestión. Ingresar a ese estado fue sencillo para él debido a su inicial predisposición.
Lo primero que apareció en su inconsciente fue un escenario lejano, estaba con HongJoong en lo que aparentaba ser una representación bastante precisa de su habitación, por la falta de ropa en ambos, no era difícil deducir qué habían hecho. El ambiente era ameno, evidentemente no podía escuchar la plática que parecían compartir pero ambos sonreían, lo que era buena señal y en cuanto se acercó para observar al mestizo más de cerca, éste le entregó a su reflejo, su muñeca. Una acción simple pero común entre ellos. Alimentarse de ella fue bien, hasta que la situación se descontroló. Su reflejo se había lanzado hacía el pelinegro, con intenciones de someterlo. Una de sus manos sujetó las impropias, inmovilizándolo. Y por su expresión, supo que estaba en pánico. Con sus colmillos había destrozado su muñeca y parte de su clavícula. La escena le hizo apartar la mirada momentáneamente: su corazón se había encogido. Pese a ello, tuvo que admitir que no encontró nada sospechoso hasta que, de espectador pasó a ser el actor principal. Él se encontraba sobre HongJoong, con una mano en su boca en un intento por suprimir sus alaridos desesperados que ahora, le eran tan claros como cualquier otro sonido. Sus ojos suplicantes estaban sobre los suyos mientras que su cuerpo sufría de convulsiones por el violento ataque. En su palma podía sentir como su respiración se debilitaba a la par que veía como el brillo escarlata de sus ojos disminuía gradualmente.
Si el cambio hubiera sido más sutil, él no habría notado que en realidad se le estaban implantando nuevas imágenes. Pero se dio cuenta, y el atrevimiento de YunHo le sentó fatal. Y aunque intentó tomarlo entre sus manos, quienes lo sostenían notaron que su cuerpo ya no era ligero y había vuelto, por lo que fueron rápidos para detenerlo.
—¿Por qué le hiciste eso?— preguntó con su mandíbula tensa.
—Él accedió.— contestó al retroceder unos pasos, precavido—. No es tonto MinGi, HongJoong sabía que se trataba de una ilusión.
El vampiro se soltó del agarre de sus amigos con rudeza y empezó a dar vueltas en su mismo eje. Que YunHo le restara tanta importancia a lo que había hecho le enfermaba, tanto que quería reírse de la histeria.
Sí, las ilusiones eran trucos que ellos usaban por un fin en específico. Sin embargo, sus bases eran sólidas; una fobia, un miedo, un pensamiento recurrente, un trauma o un sentimiento abrumador. Con estos recursos, ellos creaban una serie de proyecciones en la mente de la víctima ya sea para inmovilizarla, acorralarla en algún punto de la cacería o para causarle un pico de estrés tal como para que se sumerja en lo más profundo del pánico. Y para que esto funcione, necesitaban que la ilusión fuera creíble. El escenario, los adornos, el sonidos y la situación en sí, eran detalles que debían cuidar.
YunHo acentuó los temores de HongJoong hasta ese extremo y aunque fuera un truco, se lo compró. Él casi lo hace también, logró sentir la desesperación proveniente del pelinegro, su dolor al mismo tiempo que su cuerpo experimentó el calor familiar de su hambre y esa sed enloquecedora que le acompañaba. Por un segundo le convenció. Si no hubiera sido tan brusco en su transición, se habría creído el engaño de que era capaz de hacerle eso a alguien.
—¿Por qué interviniste?
—No se hacían bien.
¿No se hacían bien? La incredulidad lo atravesó con furia, ¿cómo carajo él podría saberlo?
Su respuesta le hizo sentir indispuesto y en un arrebato, MinGi pateó uno de los taburetes más próximos a su alcance y con una facilidad preocupante, el material cedió: rompiéndose una de las cuatro patas. WooYoung ahogó un grito por la impresión.
—No tenías la autoridad para hacerlo.— farfulló al girarse y enfrentarlo—. Él iba a decidir..., tú...— sus palabras le fallaron cerca del final.
—¿Y si se quedaba a tu lado, qué?
—Incluso yo sabía que eso no iba a suceder, carajo... ¿Cómo pudiste?— sus manos fueron a parar a su cabellera. La situación lo comenzaba a desbordar.
—Usa la razón— le pidió el más alto con su ceño ligeramente arrugado, disconforme con su actitud—. Esa cosa de que estabas enamorado era una excusa, pronto se convertiría en una nueva obsesión, y lo sabes.
¿Qué rayos tenía que hacer para demostrar que no era así? Él realmente aprendió de sus anteriores experiencias, mejoró esa imperfección y comprendió que no podía seguir de esa manera. Se condenaría a sí mismo de lo contrario.
El dolor en su cabeza se intensificó con la avalancha de pensamientos que lo atacaron de repente. El sentimiento de traición en su pecho era sofocante, aún más cuando quería golpear a YunHo pero no podía. Y en su lugar terminó por destruir el taburete por completo, lo que consiguió al patear sus uniones. Como era de esperarse, eso no sirvió para confortarlo.
—No debiste hacerlo.— murmuró por lo bajo. Sus palabras ahogadas.
—Mira el estado en el que estás, ¿en serio crees que no debí?
—¡¿Cómo rayos estarías tú si te rompen el corazón?!
Expresar su realidad en voz alta, fue más trascendental de lo que esperó y la desolación estranguló su corazón con un vigor grotesco. La mirada cargada de lástima de WooYoung se encontró con la suya y agravó su desconsuelo.
—Era lo mejor.
—YunHo— vocifero San—. Ya basta.
El nombrado enarcó una ceja—. ¿Hace un rato no dijiste que no me pusiera de su lado?
—Yo no tenía idea de que habías hecho eso.
—¿Y por qué es diferente?
—Sabes por qué, nosotros no usamos esos trucos en los nuestros.
La discusión que se desató entre esos dos fue como ruido de fondo, inaudible e irrelevante. MinGi no la registró y en su lugar, cedió al temblor de sus piernas. Uno que hizo de su postura, una lamentable al terminar de cuclillas. Su rostro acabó oculto entre sus manos. La represa que contenía sus sentimientos se quebró ante la cantidad de filtraciones que sufrió en esa fría noche de noviembre. Sus lágrimas no tuvieron un efecto reparador ni lograron apaciguar la mitad de su dolor, incluso el abrazo que recibió de WooYoung le supo insuficiente.
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