❈•≪18. Promesa incumplida≫•❈
Cuando tres noches pasaron y un nuevo día se posó sobre el horizonte de la gran ciudad, MinGi sintió una carga insoportable en la boca de su estómago. La acidez allí alojada fácilmente podía confundirse con un simple malestar, pero en realidad era el peso de la inquietud. Amargo e inconfundible.
En su pecho estaba esa sensación persistente de que HongJoong no cumpliría su juramento.
Y esto nada tenía que ver con su pesimismo, ya deseaba él que así fuera, pero el universo nunca era tan generoso. La fecha acordada estaba por llegar en menos de 24 horas y hasta el momento no había tenido señales del mestizo. Lo que ocasionaba que la preocupación bajo su piel ardiera como si se tratara de una llama interminable. Era demasiado irritante estar consciente de sí mismo y sus agitaciones internas de esa forma. Pero no podía hacer otra cosa más que esperar y carajo, que mal se le daba hacerlo.
Tras largar una exhalación profunda, enfocó su atención en el hombre que se hallaba a su lado explicándole sobre los inconvenientes que pudieron solucionarse en su imprenta asociada y de aquellos que no. El período de lluvias había arruinado algunas maquinas y materiales por las filtraciones del edificio. Asunto que le comentaron hacía dos meses, solucionaron. Pero ahora veía que no y simplemente lo eludieron.
—¿Usted es el supervisor, cierto?
El tipo de mediana edad y barba irregular asintió de inmediato—. Lo soy, señor Song.
—¿Y dentro de sus funciones está el vigilar que sus empleados cumplan con las tareas que les asignan, correcto?
—Correcto señor.
Al notar por dónde estaba dirigiéndose con sus preguntas, sus oídos captaron el sutil sonido que hizo con su garganta al tragar grueso. Seguramente nervioso.
—Entonces y sólo para estar seguro, ¿usted asignó a alguien para que repare los daños del lugar hace dos meses en mi última visita, donde me aseguraron que lo hicieron pero al final no fue así y hoy, señor Ahin, me dice que no tiene idea de cómo esto pudo pasar cuando su trabajo consiste en que lo sepa?— las pupilas del susodicho temblaron y sus labios se cerraron, cualquiera fuera su explicación, desistió de ella sin mucho esfuerzo—. No soy su jefe así que no puedo despedirlo, pero tenemos un contrato, debería ser responsable si no quiere sufrir una demanda por ocasionarme pérdidas.
—Me encargaré de esto, señor Song. Siento las molestias.
—Debería hacerlo.
Con esto dicho, se giró sobre sus talones para volver por su cuenta. No necesitaba ser escoltado y bastante tuvo de interactuar con humanos. Su día consistió en eso y quería un respiro de regreso a su editorial.
Caminar ayudó a que sus pensamientos no recayeran en el mismo tema, las personas que pasaban a su lado o los autos a unos metros eran distracción suficiente, el sonido de sus voces al hablar con quienes les acompañaban o el de los neumáticos sobre el pavimento húmedo resultaron en una buena manera de amortiguarlos.
Era pasado el mediodía y el sol apenas iluminaba el cielo con su luz, las nubes grisáceas se deslizaban por el manto apagado y débilmente celeste con lentitud. Algunas alcanzaban a cubrir la estrella de fuego por unos segundos antes de seguir con su rumbo. La brisa era como una caricia reconfortante y pese a la evidente contaminación a causa de los vehículos, era agradable disfrutar de ella.
Y al encontrarse en su editorial, su alivio no duró mucho más, el señor Yang lo interceptó en el momento exacto, de camino al elevador.
—Un gusto volverlo a ver, señor. Supe que se tomó unas cortas vacaciones en mi ausencia, ¿demasiado trabajo?
Su falsa cortesía hizo que una vena en su frente palpitara por el disgusto, prefería que le soltara algún comentario absurdo y moralista a que le viera con esa sonrisa de negocios poco creíble.
—No considero que eso sea un asunto que le incumba.
—Sólo me preocupa la calidad de su funcionamiento, lo noto pálido. ¿No ha estado durmiendo bien?
—A diferencia de ustedes, nosotros podemos prescindir de ello. Tenga una excelente tarde, señor Yang.
Sin esperar a su contestación, salió fuera del elevador y tras saludar a quienes estaban por los pasillos, ingresó directo a su oficina. Yéndose a su escritorio para, sin más demoras, abrir uno de sus cajones, no le llevó mucho encontrar un pequeño espejo. Era la quinta vez en el día que el estado de su piel era mencionado y quería comprobar por su cuenta cómo es que lucía. Al verse, se preguntó de dónde los humanos sacaron la ridícula idea de que ellos no tenían alma, cuando en primer lugar, era un concepto que ellos crearon. Insustancial y abstracto. Se cuestionaba también, cómo esto afectaba el que no pudieran ver su reflejo en cualquier superficie que lo proyectara.
Quien haya empezado con eso debió estar fuera de sus sentidos, definitivamente. No le interesaba barajar otra posibilidad.
Pero de regreso a cómo se veía, sí estaba notablemente pálido. Sus ojeras incluso resaltaban un poco y eso no tenía relación con la falta de sueño que en su especie era irrelevante. Desentendiéndose de la situación, guardó el espejo y se dispuso a trabajar.
Para cuando el manto oscuro se instaló sobre ellos y cubrió todo a su alrededor de luces artificiales, los pensamientos de MinGi dejaron de oscilar; HongJoong no cumpliría. Lo supo cuando las agujas en su reloj de muñeca descansaron sobre el punto culmine de manera determinante. Darse cuenta se sintió desagradable, hundió su pecho y llenó su corazón de amarga decepción.
El mestizo siempre le había parecido alguien confiable. Bromeaba constantemente, sí, pero cuando hablaba en serio, se notaba. No sólo en sus palabras, sino que en su mirada también. Era genuino, sin embargo, la situación actual debió resultarle compleja de digerir. Y aunque él eligió darse tan pocos días para considerar todos los puntos necesarios, ni siquiera eso pareció bastar. De lo contrario estaría allí. Y si bien fue una posibilidad que anticipó, asimilarla no se le estaba dando de la mejor manera.
Sentado en su patio con Kkima por los alrededores, se dio cuenta que una patada al estómago sería más soportable. Los asuntos suspendidos y a medias nunca fueron de su preferencia.
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Muy bajo, demasiado alto, ese era un tanto delgado, esa persona era muy robusta y la otra desalineada. Los brazos de MinGi se cruzaron mientras que sus ojos seguían atentos a quienes salían de Illusion con prisa. Diversas contexturas y rostros pero ninguno era lo que esperaba. Luego de veinte minutos, asumió que HongJoong no había ido a trabajar. Pudo ingresar y confirmar que fuera así, pero lo descartó al reconsiderarlo con mayor profundidad. No tenía sentido que lo hiciera.
Con un resoplido se colocó su abrigo con propiedad y con la frustración que hacía de sus pisadas unas marcadas, se puso en marcha para ir a casa. Esa noche de viernes había sido un desastre de insatisfacciones. Y tan pronto pudo coger un taxi, se dijo que se deshiciera de esa idea recurrente en el fondo de su mente, cuanto más rápido lo hiciera, mejor seria.
Había tenido bastantes experiencias a lo largo de su vida como para saber que aferrarse no lo llevaría a un puerto fructífero, por el contrario, terminaría estancándose. Y suficientes errores había cometido en ese estado como para querer sumar otros a la lista.
El rumbo había sido dictado, que se acostumbrara y siguiera adelante.
Luego de pagarle al chófer, respiró hondo y se dirigió hacia la entrada de su casa. Percatándose de los ladridos entusiasmados de su cachorro, arrugó el ceño. Alguien estaba de visita sin habérselo anunciado antes, nada nuevo y al notar que no necesitaría usar sus llaves, las guardó en su maletín oscuro.
No acabó de ingresar cuando una voz curiosa y palabras arrastradas llegaron a sus oídos.
—¿Dónde estabas?
Sus ojos se rodaron ante la pregunta, ¿desde cuándo debía informar qué hacía luego de salir de trabajar?
—Por ahí.— comentó con simpleza, dándole una rápida mirada a San—. ¿Por qué estás aquí?
—¿No puedo visitar a un amigo?
Su respuesta ni siquiera se formó cuando su atención fue a parar en YunHo, quien apareció en la escena como si nada. Venía de la cocina con tranquilidad, sus prendas lucían cómodas y en sus manos había un paquete de frutos secos que claramente sacó de uno de sus gabinetes. Sumándolo todo, era obvio que llevaban allí un tiempo.
—¿WooYoung está con ustedes?
—En el baño.— respondió el más alto, sentándose junto a San.
MinGi sólo asintió, despojándose de su abrigo y maletín. ¿Qué podía decirles? Desde que se conocieron a causa del antiguo mortal, se dio cuenta de los hábitos que tenían por invadir su pequeño mundo personal. Para esta altura había dejado de importarle. Asimismo, los cuatro se habían tomado atribuciones con los otros aún si carecían de la autoridad para hacerlo.
Dirigiéndose a su cocina, el noble fue directo a su nevera de donde extrajo un poco de carne congelada. Subiéndose las mangas de su camisa para que no le estorben, sacó una tabla de madera y luego de colocarla sobre su encimera, cogió un cuchillo. Sólo consiguió hacer dos cortes cuando la voz del bajo mestizo se proyectó en su dirección.
—Te ves de la mierda, ¿sabías?
Él no le respondió, no lo creía necesario y en su lugar se puso a buscar un sartén en el cual poder preparar su cena. Lo que le tomó un minuto exacto, lapso que bastó para que el trío se terminara de establecer en su mismo espacio.
—San habla en serio.— murmuró WooYoung a sus espaldas—. Te ves un poco... mal.
—¿Lo siento?— replicó desinteresado, dedicándose a prender el fuego.
—¿No te dio una respuesta todavía?
De los tres, YunHo fue directo al hueso. No adornó su tono ni usó palabras sutiles, él quería saber sobre ello como los otros dos, no era tonto. Últimamente siempre que lo habían ido a visitar tenía relación con el mestizo y no los culpaba, con el secretismo alrededor y el cuidado casi excesivo que tuvo, era comprensible.
—Se podría decir que lo hizo.— contestó luego de pensárselo un momento.
—¿De verdad?
Su amigo se escuchaba impresionado por una razón que el pura sangre no entendió, ¿era difícil de creer o directamente el mestizo dio la idea de no ser fiable? Y al girarse a mirarlo por sobre su hombro, era notorio que su respuesta suelta no era algo que esperara tampoco.
—Sí, decidió no mostrar su cara a pesar de la promesa que hizo.
El ruido que hizo la carne al entrar en contacto con el sartén fue determinante, el silencio en la cocina se percibió extrañamente denso y nadie siquiera respiró por unos segundos. MinGi podía escuchar sus pensamientos ir y venir, apostaba incluso que si se volteaba, los atraparía con sus miradas cruzándose.
—¿Entonces... no cumplió?
Fue gracioso escuchar a San, el más directo de los tres, vacilar a la hora de hablar.
—¿Acaso no es lo que dije?— como reflejo, una de sus cejas se enarcó a pesar de tener sus ojos fijos en su futura cena.
—¿De cuánto fue el plazo?— quiso saber YunHo.
—Menos de una semana.— musitó luego de sacar su porción de carne hecha y colocarla sobre un plato—. Límite que alcanzó hace dos días.
—¿No lo buscaste?
Sereno, el pura sangre apagó el fuego y luego de coger unos cubiertos, ocupó su asiento. No tenía prisas por esclarecer las dudas de sus amigos y con lo afligido que había estado, lo mínimo que esperaba de ellos es que no fueran demasiado insistentes.
—Al parecer hoy no fue a trabajar.
—¿Y qué hay de su casa?— cuestionó esta vez San.
La textura de la carne era blanda, tenía buen color y aroma pero al momento de tragarla, en su garganta se sintió como una piedra. Fue desagradable y el agua que bebió por consiguiente apenas lo consoló.
—Nunca estuve ahí antes.
Su confesión puso una expresión caída en WooYoung, algunos pliegues destacaron entre sus cejas y sus ojos claros se desviaron de los suyos.
—¿Lo dejarás así?
San lucía realmente interesado y perplejo, lo que le causó ligera sorpresa, ¿qué pretendía que hiciera?
—Le dije a HongJoong que si no podía decidirse, que tomara eso como una respuesta. Lo que aplica también para mí.— explicó en un tono plano, dándole rápidos vistazos a todos. Asegurándose de que le siguieran el hilo—. Juró por sangre y no cumplió, no está aquí y no lo estará, puedo apostarlo. Supongo que esta es su respuesta. Se acabó.— afirmó tajante, y sin darse cuenta su ceño se frunció—. Ahora pueden respirar con calma y dejar de estar sobre mis hombros innecesariamente.
La sonrisa que les otorgó fue falsa, sus labios estaban demasiado apretados y sus comisuras apenas se alzaron para retratar el gesto. Y es que para ser sincero, el noble no quería convencer a nadie de nada, su estado de ánimo era malo. Pese a que no llegara al extremo de ser una mierda, no veía la necesidad de esforzarse en ocultarlo o fingir que era decente, como si se tratara de una simple molestia temporal.
—¿Y... estás bien?
Sus cejas se alzaron ante la pregunta del mestizo más joven—. ¿Te refieres a si no lloraré?
—No, tú estabas un poco... ya sabes— San hizo bruscos ademanes con sus manos en un deseo porque se le comprendiera, lo que no resultó—, obsesionado.— susurró ahogado.
¿Así es cómo había sido interpretado? MinGi encontró esto curioso, desde su perspectiva y completa honestidad, no era una observación correcta. Desde el inicio tuvo algunos desaciertos con HongJoong pero mayormente intentó complacerlo, ya sea al darle su atención, escuchar cualquier cosa que tuviera para decirle o incluso ir a Fever. Sitio que le desagradaba. Pero nunca llegó al punto de querer estar con él todos los días y en las ocasiones que compartieron más de una noche juntos, tenía que reconocerlo, fue por iniciativa del pelinegro. Y es por esa misma razón que desconocía de la ubicación de su departamento, sólo una vez se ofreció a acompañarlo y porque la situación se dio. De lo contrario dudaba que hubiera pasado y es que nunca estuvo realmente curioso al respecto. Es más, sabía dónde trabajaba y sin embargo, fue de visita en una única ocasión.
Cuando se trató de CheolSu, YounHa o MooJin su actitud fue constante, no dudó ni se cuestionó muchas cosas, simplemente las hizo sin pensarlas. Regalos, cenas o salidas, todo nació de él. Quería mantenerlos interesados y que permanecieran entre sus redes. En cambio con HongJoong dejó que las cosas fluyeran.
A grandes rasgos esas eran las mayores diferencias que de momento, podía notar entre la que había sido su actual relación y las anteriores que sí habían tenido raíces obsesivas. Y si se guiaba por estos parámetros, el mestizo no encajaba allí.
—No era así.— murmuró luego de acabar con su jugosa cena. El escepticismo que obtuvo de dos de sus amigos le hizo bufar con exageración—. Pasó un tiempo desde la última vez que me enamoré, supongo que fue eso.
Y como si nada, se levantó y les dio la espalda, dispuesto a lavar lo usado. Antes de que abriera la llave, sus oídos captaron cómo las palpitaciones de un corazón se alzaban por sobre las otras sosegadas. Ese frenesí llamó su atención y con ojos analíticos miró a cada uno de los presentes; WooYoung se veía consternado y San inseguro pero nada más allá. Sus ojos se hallaron con los temblorosos de YunHo y lo supo, ese martilleo ansioso le pertenecía.
—¿Sucede algo?
Su amigo sacudió la cabeza—. Nada, recordé que tengo un compromiso pronto.
No le creyó, pero no se lo dijo. Mientras más rápido se fueran, mejor.
Realidad que se cumplió hasta dos horas después, el último en irse fue San. Por algún motivo estuvo más conversador de lo normal pero no le dio mayor importancia, había sido agradable invertir un rato con él sin discutir sobre su vida como en los últimos meses habían hecho.
Y cuando Kkima se durmió a su lado en el sofá, por fin se dignó a tomar su teléfono. Al principio no hizo nada, se lo llevó a la oreja y observó los números que ya conocía con detenimiento, sin atreverse a presionarlos. No era por temor, sino que por simple indecisión. ¿Hacerlo o no?
Decidiéndose por no enredarse en vacilaciones, los marcó. Sinceramente él no tenía expectativas, estaba seguro de que su llamada no sería tomada, pero lo fue. Cerca del segundo tono y cuando estuvo por cortar. Eso sí, nadie se pronunció. Lo que le intrigó, ¿por qué atender entonces?
—Oye— su voz sufrió de una notable inflexión, obligándolo a carraspear para repararla—. Conoces mi horario de trabajo, si no quieres verme al menos aprovecha ese tiempo para pasar por la ropa que tienes olvidada en mi armario. Agradecería que no entraras por el patio, usa la puerta.— mordiéndose la piel de su mejilla, se detuvo por un segundo. Las palabras que había preparado, las olvidó—. Yo... de verdad siento lo que hice.
La línea murió con esas últimas palabras. La noche no fue consuelo suficiente para el pura sangre y la luz de la luna que se filtraba por la puerta de cristal que daba al patio, fue el único testigo del momento exacto en que MinGi, inconscientemente cerró su mano en el aparato hasta romperlo. La desilusión se sintió como plomo en sus entrañas y antes que el ardor en su corazón se prolongara, él decidió que le sería más conveniente si lo apagaba.
Y lo hizo.
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