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❈•≪16. Confrontaciones y revelaciones≫•❈

«Esto no fue una buena idea».

Haber aceptado la proposición de JongHo comenzaba a darle una sensación desagradable en el cuerpo y no sabía a causa de qué precisamente se debía esto.

Desire se escuchaba como un lugar elegante en el que poder pasar el rato, aparte de que su amigo lo mencionaba como el sitio ideal donde perderse y quizás sus expresiones eran discutibles, porque encontrándose allí, discrepaba. Los callejones sucios y húmedos eran más agradables que... eso.

La música era una mierda y no importa a qué pared mirase, todas estaban llenas de garabatos feos, dibujos a medias y maldiciones en varios idiomas. La pintura verde mal colocada era un dolor a la vista y el suelo repleto de colillas de cigarrillos y latas de cerveza era simplemente asqueroso. No comprendía cómo su amigo tuvo la decencia de asegurar que era similar a Fever sólo que con un público más eufórico. Las palabras que él hubiera usado para describirlo habrían sido pocas y claras. Ese bar era un auténtico tiradero, oloroso y sin nadie decente a simple vista.

Es que vamos, le habían ofrecido cuatro tipo de drogas diferente en la entrada y él no habría puesto mala cara si al menos estuvieran en un empaque limpio. Pero no, incluso la jeringa que le ofrecieron estaba usada. Por favor, si se notaba a leguas. Que JongHo estuviera a gusto con esa clase de ambiente le era impactante. Estaban en un bar de mala muerta, literal. Si Min...

Golpeándose la frente con su palma, HongJoong se maldijo por tercera vez en esa noche. Se supone que estaba allí con el propósito de distraerse y dejar de tener presente a MinGi, aunque en realidad eso no sería del todo posible. Sí, no se hablaban y su situación actual no era la mejor por decirlo de alguna forma, pero pese a ello, el pura sangre seguía siendo su proveedor.

No era tonto ni mucho menos ciego, sabía que su amigo lo había llevado hasta ese lugar con la finalidad de que termine enfocándose en alguien. La excusa de que necesitaba "divertirse" y "bailar" un poco para perder toda esa tensión reprimida no se la tragaría tan fácil. Se conocían hace cuarenta años, por favor. En este punto hubiera preferido que fuera honesto con sus intenciones. Dios, si hace dos noches le había dicho de manera franca que necesitaba alguien más flexible en su vida. Un vampiro monógamo no era un compañero que debía tomarse con tanta seriedad. No por mucho tiempo, al menos.

Él habría deseado desconectarse de esa "conversación", pero lastimosamente no tenía las capacidades para hacerlo y si bien su cara había expresado con suma excelencia su querer, fue ignorado y escuchó cada pequeño "comentario" sin más. Todos giraron entorno a lo mismo; era demasiado joven como para encapricharse con alguien de esa forma, no era una relación práctica y por supuesto, comenzaba a olvidarse lo genial que era tener múltiples fuentes y proveedores.

—¡¿No te traje para que dejarás de pensar tanto?!

HongJoong apenas se inmutó por el grito y su mirada tardó en posarse en el mestizo a su derecha.

—¡Creí que había sido para que me revolcara con alguien!

—¡También!

La risa de su amigo siempre le había parecido contagiosa, ponía un encanto en su rostro casi infantil sin embargo, esta vez él sólo lo miró. Sin sentir esa sensación alegre. De repente se sentía sofocado y harto.

JongHo quería que no pensara en nada pero le daba motivos para hacerlo, YeoSang por el contrario, le exigía que pensara en todo con diligencia. De esa manera sólo le causaban un mayor agobio y sinceramente, no le ayudaban.

—¡¿Por qué tienes otra vez esa cara?!

HongJoong se preguntaba de qué cara hablaba, ¿estaba con el ceño fruncido o una mueca?

—¡No sé de qué hablas!

Su amigo resopló—. ¡No te hagas! ¡¿Y por qué rayos traes eso puesto?!— inquirió al apuntar hacia su cuello, dándole una mirada reprobatoria a su protector—. ¡Por si no te das cuenta, así limitas las posibilidades!

Sus labios se apretaron entre sí unos segundos—. ¡Ya deja el tema!— pidió en un mascullo—. ¡No me lo voy a quitar!

—¡¿No te sientes como un perro con eso?!

—¡No vas a lograr convencerme!— advirtió con una mirada entrecerrada—. ¡En serio, ya déjalo!

Las facciones impropias perdieron todo rastro de diversión y sus ojos cafés le dieron una mirada evaluadora.

—¡No somos el enemigo, Hong!— le dijo con seriedad—. ¡Ni YeoSang ni yo!

—¡¿Y cuándo dije que lo fueran?!— con un chasquido de su lengua, empezó a caminar hacia donde recordaba, estaba la barra. Necesitaba otra cerveza.

—¡Así es como nos miras!

—¡No es cierto!

Y es que si lo fuera, él no tomaría en cuenta todo lo que le dicen. Ya fuera en bromas o regaños. Seguro, no siempre lo hacía con la mejor actitud ni cara aparentemente pero, ¿no tenía derecho a dar sus opiniones?

No le sentaba bien que se expresaran de una forma tan despectiva y negativa de MinGi, eso no era una novedad. Y en su defensa ellos habían tenido en términos amplios, una entrañable relación por lo que él hablaba desde esa experiencia. Pero eso no significaba que viera a sus amigos como el enemigo. Y es que allí no había uno, pero al parecer esa era su percepción únicamente.

—¡Es cómo nosotros lo sentimos!

La botella que estaba en su mano se deshizo en pedazos por la sorpresa más que inesperada, sus pasos se detuvieron y el ardor en su mano izquierda pasó a un segundo plano casi de inmediato. La estupefacción lo congeló por un momento.

«Esto tiene que ser una broma», pensó y lentamente se giró sobre su eje, sus ojos no tardaron en dar con los de YeoSang. Estaba a menos de un metro de JongHo.

—¡No me mires así!— pidió Choi en un ruego—. ¡Sólo le dije que estaríamos aquí, nada más! ¡Lo juro!

—¡¿Había algo más de lo que me tuviera que enterar?!

Escuchó preguntar y en lugar de responder, HongJoong decidió cambiar su rumbo violentamente. Empezaba a cansarle el hecho de que tuviera que gritar para que le entendieran y viceversa.

—¿A dónde vas?— le preguntó el rubio cuando se encontraron afuera.

—A un lugar donde no estén y pueda beber algo en paz, ¿no es obvio?

—¿Y eso de que te servirá?

Arrancándose el trozo de la botella que todavía estaba incrustada en su palma, se detuvo y con brusquedad se giró a verlos. El eco que hizo el cristal oscuro al impactar cerca de los pies de YeoSang fue decisivo.

—Por esta razón te pedí que no le dijeras nada.— farfulló entre dientes, la frustración y el enojo levemente olvidados reaparecieron con mayor fervor—. Están preocupados por mí, lo entiendo, ¿creen que yo no lo estoy? Que repitan los mismo una y otra vez no ayuda.— aseguró con vehemencia, desesperado por hacerse entender—. Criticarme tampoco y juzgar mis sentimientos menos.

—Tú tienes que...

—Largarme, nos vemos.

—Maldición Hong, ¡él sólo está contigo por conveniencia! ¡Ya acéptalo, carajo!

El pelinegro no le dio una respuesta, sólo dio grandes zancadas y se alejó de ellos lo más rápido que pudo. Que YeoSang quisiera jugar esa carta en particular le parecía mezquino. Toda relación que se formara entre vampiros era por conveniencia, que intentara señalarlo como algo malo o por lo que tenía que sentirse inquieto lo enojaba.

Al final, los llamados de sus amigos se volvieron susurros difusos que se perdieron en la lejanía.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—¿Qué carajos...?

Con un resoplido, MinGi dejó sus manuscritos a un lado y se enderezó en su asiento. El silencio no se prolongó por mucho, unos pocos segundos quizás, hasta que el golpeteo incesante sobre su puerta volvió a escucharse y a llenar la oscuridad de la noche. Kkima lo acompañó con algunos ladridos.

Fijándose en su reloj de muñeca, comprobó la hora; 02:37 marcaban las agujas. A pesar de que era temprano, dudaba que alguno de sus amigos se hallara allí y fuera dueño de tanto alboroto. La última vez que los vio fue hace dos días, el jueves, cuando los tres se decidieron pasar por su casa y ver "cómo lo llevaba". Su falta de comunicación y apariciones le generaban curiosidad y extrañeza a partes iguales, según le comentaron desde que regresó de Ulsan.

Aparte de eso, YunHo le había dado a entender que en la mañana estaría en su casa.

Y en cuanto los golpes reaparecieron, él por fin reaccionó, levantándose para encaminar a la sala. A pesar de su creciente irritación, no se apresuró. Tanto su andar como sus movimientos al abrir la puerta fueron serenos, calculados para ser tardíos, porque para sus adentros sabía con qué podría toparse.

Y la realidad que se había negado a mostrarse se encontraba allí, parada a unos centímetros y cabizbaja.

En su mente había visualizado un par de posibles escenarios de cómo realmente llegaría a ser su reencuentro, a cada uno los había analizado hasta el cansancio, incluso consideró sus personalidades y probables estados de ánimos con tal de ser lo más preciso. Pero aquello que se encontraba ante él fue un panorama que nunca surgió. Y estar en su presencia no le gustaba. HongJoong olía a alcohol y para que un vampiro tuviera ese hedor tan marcado encima debió pasar horas ingiriéndolo. Sus ropas estaban sucias y mojadas. Pero lo que más resaltaba su cerebro en ese instante, era el aroma a sangre. Suyo y ajeno.

Sus nervios se tensaron y el disgusto simplemente llenó su sistema. Ver al mestizo en ese estado no era algo que hubiera anticipado en su imaginación pero por sobre todo, le preocupaba el no tener idea de por qué o cómo terminó viéndose de esa manera. Sin embargo, él se recordó un detalle que no debía hacer a un lado sólo por las nuevas y sorpresivas circunstancias, habían pasado casi tres semanas desde la última vez que ellos tuvieron algún tipo de contacto.

Habían sido largos días en concepciones humanas y si bien en términos de vampiros eso era nada. Un gramo de irrelevancia en sus vidas. A sus ideas fue un aspecto que no le importó y cuando un nuevo amanecer se posaba sobre el horizonte, traía con ella una reflexión más. Igual de interminable que las anteriores.

Que el mestizo estuviera allí luego de casi tres semanas le generaba sentimientos encontrados. La sensación era tan palpable como exasperante. Porque se escuchara impulsivo o exagerado, eventualmente asumió que las cosas entre ellos habían terminado. No se le daría una oportunidad para explicarse o explicar qué demonios ocurrió y nada podría hacer para cambiarlo, sólo debería soportarlo hasta que su memoria tachara al vampiro como un compañero más en su existencia y que en su corazón ya no estuviera su nombre grabado.

Y es que en su cabeza todo había sido tan caótico que esa respuesta fue la más lógica que pudo sacar de un mar de confusiones. Porque si se tenía todo en cuenta, aquella no era una conclusión que pudiera etiquetarse como errada o precipitada.

—¿No dirás algo?

Su pregunta retumbó en el silencio de la madrugada e hizo eco entre ambos. Sumiéndolos en una mayor tensión que hasta entonces, había sido desconocida para ellos.

HongJoong no dijo nada, tampoco se movió pero MinGi escuchó el momento en el que la desesperación abarrotó su corazón e hizo de sus palpitaciones un desastre demasiado evidente.

—Veo que no.— masculló en un chasquido, dándole una mirada evaluativa—. ¿Planeas quedarte ahí parado hasta que el sol salga o vas a entrar de una vez?

El alto respiró hondo y sus dedos reforzaron su agarre entorno al picaporte cuando la quietud de la noche no hizo más que acentuarse entre los dos.

Pese a que no hubo una respuesta o siquiera una mirada por parte del más bajo, sus ojos pudieron captar cómo sus manos se abrían y cerraban consecutivamente en puños. La acción era tan sutil, casi imperceptible. No sabía si por los nervios o en busca de calmar la tensión en su cuerpo, aún así, no descartaba que fuera una mezcla de ambas. Y tomándolo en cuenta, se dijo que no tenía por qué ser rudo o grosero con él a propósito. De todos modos, ¿a dónde lo llevaría esa actitud?

—Sólo pasa, anda.

Al parecer, esas palabras pronunciadas en un tono suave fueron la clave para que el mestizo reaccionara. Y si bien se notó vacilante, el impropio alzó su rostro y le dio una mirada fugaz antes de ingresar por la pequeña abertura que le dejó al hacerse a un lado.

El noble tardó en cerrar la puerta y todo a causa de la perplejidad que lo asaltó tan pronto vio el destrozado estado de aquel rostro. La parte superior de su labio estaba abierta, su mejilla izquierda inflamada mientras que la derecha se hallaba enrojecida y algo magullada. Y no acababa ahí porque su frente tenía un corte transversal, de unos cuatro centímetros tal vez y un feo hematoma a su alrededor.

—¿En qué lío te metiste?

Murmuró para sí mismo luego de que la impresión lo abandonara. Mirándolo por última vez, se fue escaleras arriba. Kkima no lo siguió.

Al llegar a su habitación fue directo a su armario, algunas prendas del pelinegro todavía permanecían allí, apiñadas en un rincón. No se demoró mucho y tras hurgar por unos pocos minutos, encontró ropas que le servirían de reemplazo. Dejándolas sobre su cama, procedió a sacar una manta, para acto seguido también coger una almohada. Tomándolo todo en sus manos, se fue al baño. Allí obtuvo un pequeño botiquín de primeros auxilios, no era realmente necesario pero mejor era prevenir.

A pesar de la carga, consiguió maniobrar con ellas bastante bien y no tardó más de lo necesario en llegar junto al estático mestizo. Kkima estaba entre sus piernas y por primera vez, deseaba tener su atención. Pero el joven vampiro ni siquiera le veía.

Desentendiéndose de la imagen, se encargó de preparar el sofá para su invitado no previsto. Fue diligente en su actividad y quizás, la prolongó innecesariamente pero en cuanto acabó, se enderezó, dispuesto a dirigirse a quien se mantenía con sus ojos clavados en el suelo. Como si ese fuera su punto seguro.

Esa repentina incomodidad entre ambos era tan extraña que le generaba malestar y unas intensas ganas por huir a un espacio donde no tuvieran que mirarse.

—Espero que estés cómodo en el sofá— dijo en un tono ahogado por la tensión—, ahí tienes ropa, el botiquín para tus heridas y ya sabes dónde está el baño.— agregó luego de impostar su voz—. Si quieres comer algo, creo que todavía quedan algunos de tus dulces en los gabinetes, puedes buscarlos. Nos vemos.

A sabiendas de que no se le daría una contestación, MinGi se fue a la cocina. Recogió sus manuscritos y libretas, para luego de apagar la luz, llamar a su cachorro e irse directo a su habitación.

Aunque HongJoong hubiera ido hasta su casa, no lucía con ánimos de conversar, así que lo dejaría en paz. Aparte de que evidentemente no había tenido una gran noche. Él no lo presionaría y en su lugar adelantaría trabajo. Era la opción más sensata y productiva que podía tomar por sobre cualquier otra.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Cuando una nueva mañana llegó, MinGi dejó su trabajo a un lado y estiró sus extremidades superiores. Había leído, tomado notas y hecho correcciones por alrededor de ocho horas. Tres manuscritos se encontraban a un lado, apilados a la perfección y revisados por completo. Se sentía satisfecho con semejante progreso.

Levantándose de su cama, se encaminó a su baño donde no le tomó mucho tiempo prepararse. Alistado y con las mismas prendas, anduvo por su pasillo con tranquilidad y de la misma forma bajó las escaleras. Si no se enfocaba en la inminente confrontación que tendría, podía decir que esa era una mañana de sábado bastante agradable. Fuera el cielo estaba cubierto y el clima era algo fresco, una excelente combinación en su opinión personal.

Y al encontrarse en la primera planta, siguió de largo no sin antes mirar de soslayo hacia donde el mestizo estaba. No sabía si como él, simplemente permaneció despierto toda la noche o por el contrario, descansó algo.

Por su mente pasó la ligera duda de cómo transcurriría todo entre ellos dos, estaba nervioso y también intrigado. Esperaba que no fuera tan malo, decir que tenía esperanzas de que todo fluyera con naturalidad, sería mentirse. Y la ingenuidad no era una característica de su especie.

Con su café listo, pasó a preparar el del mestizo. Verter el líquido caliente en la taza que el impropio declaró como suya, fue lo sencillo. Recordar cuántas cucharadas solía añadir, detuvo sus acciones en el aire por dos minutos enteros. Le gustaba dulce pero tampoco a un extremo, es lo que solía decirle cada vez que él le hacía algún comentario innecesario.

—¿Cinco o siete?— se preguntó en un susurro—. ¿O eran ocho?

Tras sisear un insulto, se decidió porque la cantidad fuera cuatro, en su concepción esa sería azúcar suficiente. Y dirigiéndose a su alacena, buscó los alimentos particulares del mestizo; su pan integral y su bolsa de frutos deshidratados.

Para facilitar su traslado, lo acomodó todo en una bandeja y luego de una profunda exhalación es que se dirigió a la sala. Por su gesto recibió un agradecimiento quedo y de ahí en más los únicos sonidos que llenaron su entorno fueron insignificantes. La incomodidad era tangible para ambos, casi como un velo pesado que los tenía rígidos y dudosos de hacer movimientos muy grandes.

Estar uno junto al otro de esa manera era una experiencia desconocida y casi agónica. Incluso el tiempo parecía haberse desacelerado y si la circunstancia fuera diferente, él no lo vería como una desventaja. Pero por Cristo, apenas podía beber su café de lo insoportable que era estar allí. Y si continuaban de ese modo, probablemente terminaría volviéndose loco.

—Oye— aunque carraspeó, en su voz destacó un ligero temblor—, a ti, tu cara... ¿qué te sucedió?

El pelinegro dejó de masticar la ciruela en su boca por un segundo, y el moreno no supo identificar si fue por la sorpresa que su pregunta le causó o si por el hecho de que se atrevió a decir algo.

Cualquiera sea, no le importó. El que estuviera pensativo sobre si contarle o no, tuvo mayor peso.

—Tenías razón.

Sus palabras fueron tan bajas que a duras penas las etiquetaría como audibles.

—¿Sobre qué?

—Cuando lo mencionaste yo... bueno, para serte sincero creí que estabas delirando. No le di importancia.— confesó en un mismo tono, inclinándose para dejar su taza sobre la pequeña mesa de centro—. Pero ayer... fue una mierda. En verdad fue de mis peores días.— el mestizo entrelazó sus dedos y dejó caer su rostro unos centímetros—. Fui a un bar en la zona este, tomé demasiado y cuando quise irme, comenzaron a seguirme. Eran cinco sujetos y yo... ni siquiera tengo idea de cómo supieron qué era.— fue efímero pero había cierto reproche al final. ¿A causa de qué? No sabía. Quizás por su aparente imprudencia—. Creo que ir por un atajo no fue mi mejor idea, esos bastardos me acorralaron y bueno, mi cara dice cómo me fue.— el resoplido del pelinegro estuvo ausente de gracia a pesar de que esa había sido su intención—. Pero sigo siendo un vampiro así que.

Su declaración no fue concretada pero implícitamente quedaba claro qué había hecho con esos hombres. Matarlos.

Lo que le daba igual, siempre y cuando hubiera ocultado bien los cuerpos. La policía rara vez hacía su trabajo cuando ellos eran los implicados, aún así no había que tentar a la suerte.

Y yéndose un poco más allá, podía suponer cómo esos tipos se dieron cuenta de su identidad, era bastante obvio una vez se lo consideraba. Una persona no puede beber por dos horas enteras e irse a tropezones únicamente. Lo normal sería esperar que sufra de algún desmayo o termine muerto por un coma etílico.

—¿Sólo consiguieron golpearte?

—Sí, pero... no puedo contraerlos.

La inquietud del mestizo sobre sus colmillos era genuina, sus manos se estrecharon entre sí e incluso su corazón se detuvo por varios segundos ante la mención del problema que estos tenían.

Y en su lugar estaría igual, no eran un adorno en su dentadura, eran un medio para alimentarse.

Luego de dejar su café sobre la mesa y sin detenerse a pensar en nada, MinGi se inclinó hacia HongJoong, hasta que sus ojos dieron con aquellos castaños.

—Déjame ver.— pidió con suavidad—. Puede que no sea nada grave.

Tras una profunda respiración, el pelinegro accedió, enderezándose. Antes de pasar a lo importante, le dio un rápido vistazo a su rostro. La herida en su labio se había cerrado, la inflamación de su mejilla disminuido su volumen y el corte en su frente perdido rojez.

Satisfecho con eso le pidió que abriera la boca.

Los colmillos del más bajo se veían bien, si no se buscaban los detalles, porque si se fijaba en el izquierdo se notaba que estaba astillado, seguramente por el forcejeo al que fue sometido a manos de los hombres en su afán por removerlo. Eso sí, no lucía como la gran cosa y al estar todavía en crecimiento, cabían las posibilidades de que la marca desapareciera o por el contrario, se quede allí. No podía saberlo con exactitud. Pero en cuanto los tocó, ninguno se percibió flojo. Sus encías en cambio, estaban bastante enrojecidas.

—¿Te duelen?— preguntó luego de tocarlos cerca de la base, la cabeza contraria se sacudió en negación—. De acuerdo, ¿qué tal a...?

—¡Detente!— pidió, sosteniéndolo por las muñecas—. No toques ahí.

Su pulgares se alejaron de sus encías al instante—. Parece ser el único lugar donde sientes dolor y teniéndolo en cuenta, no se ve grabe. Pero lo más recomendado sería que vayas a un profesional por una mejor opinión y examen.— le aconsejó luego de soltar su rostro—. Hay un vampiro en el sureste, tiene un centro de atención en Gangnam. Bite U, poco original, lo sé. Pero es bueno.

—Gracias, lo tendré en cuenta.

Tal vez no era el momento indicado, pero al sentir el ambiente más ligero entre ambos, aunque fuera leve, MinGi sólo dijo lo primero que le vino a la mente en un anhelo por mantenerlo.

—Si me sonríes ahora te verás más letal.

Opuesto a lo que esperaba, HongJoong sí le sonrió. Con los labios apretados y fugaz, pero estuvo bien para él, ayudó a que la tensión constante siguiera su camino por amainarse.

—No deberías ser así cuando tenemos que hablar.

Sus cejas se alzaron con esto—. ¿Estás dispuesto a escucharme?

—Supongo que es justo en lugar de sólo asumir que quieres comerme.— respondió con moderación, encogiéndose de hombros.

El pura sangre se rió por la expresión que el contrario usó, era demasiado literal para su gusto, y la mirada que recibió de su parte le importó tan poco.

—¿Qué?— dijo el mestizo, ofendido con su gesto burlón—. ¿Me dirás que no quieres hacerlo?— inquirió con una ceja en alto, mostrándose más receptivo a qué pudiera decirle.

—Ya que estás dispuesto a saber, hoy aprenderás qué es una mentira universal por el bien común de la especie.

—¿Estás siendo serio?

—Totalmente.

—Entonces, ¿es mentira?

—No del todo.— concedió luego de una pausa reflexiva.

—¿Qué significa eso?

—Que tampoco es una verdad.

—MinGi...— advirtió el pelinegro entre dientes, harto de sus respuestas a medias y eso que habían sido pocas.

—Lo siento.— murmuró éste, ligeramente apenado—. Pero piénsalo, ¿por qué crees tú que en las academias te enseñan a moderar cuánta sangre ingieres?

La expresión de HongJoong se descompuso por completo, de una evaluativa pasó a una desconcertada y de esta a una vacilante para terminar con el ceño arrugado por completo. Sin tener una idea clara sobre qué decir.

—¿Para que la víctima dure más tiempo?

—Una respuesta típica, pero sé honesto, ¿no piensas que haya algo más?

—¿Por qué me lo cuestionaría?— preguntó en su lugar, viéndole con incomprensión.

—¿Y por qué se te hace lógico que quiera comerte?

—Lo intentaste de hacer.— acusó con una mirada entrecerrada y su dedo señalándolo—. Pasó, y ninguno de nosotros lo imaginó.

—Hubo un incidente, sí, pero no traté de cometer un acto de canibalismo.— afirmó con pequeñas arrugas en su frente. Así de fácil el ambiente ameno quedó atrás—. ¿O para ti eso tiene sentido, que un vampiro quiera comerse a otro?

—Entonces, ¿qué carajos quisiste hacer?— inquirió con mayor ímpetu del anticipado—. Dudo que darme el beso de la muerte cuando ya soy un vampiro.

—Sólo trataba de alimentarme.

—¿Y en el proceso matarme?— cuestionó con un tono cargado de sarcasmo.

—Llevaba mucho sin ingerir algo, fue mi culpa, lo reconozco pero eso podría pasarte incluso a ti.

—No soy un pura sangre.

La risa que escapó de la garganta del moreno fue vacía y realmente corta.

—¿Quién te mintió de esa forma?— preguntó sin un tono en particular, mirándolo de manera directa y seria—. No se limita sólo a los puros, es algo propio de cualquier vampiro.

—¿Y por qué nunca he perdido el control y hecho... eso?

—Porque en las academias te dieron pautas a cumplir y como buen ciervo las seguiste, todos a tu alrededor lo hicieron también. Y tú mismo lo dijiste, ¿por qué cuestionarlo?

—No tiene sentido— masculló el pelinegro en negación—, ¿por qué nadie habla de eso?

—Pero lo hacen, simplemente te lo venden como una leyenda. Un mito antiguo y que se limita a un lado del total.— respondió con sencillez—. Nosotros somos depredadores, cariño, nos alimentamos de sangre, ¿cómo crees que resultarían las cosas si a todos los vampiros se les hablara de un hambre que va más allá de la superficial que sienten después de unas pocas semanas?

—No lo sé.

—Terminaríamos arrasándolo todo, no habrían presas de las que alimentarnos y es casi seguro que moriríamos de hambre.

—¿Y cómo es posible que tú sepas tanto?

—Cariño, tenemos casi cuarenta años de diferencia, ¿crees que no significan nada? ¿Es en serio?— le preguntó casi con incredulidad ante su falta de reacción o respuesta—. Son casi cuarenta años.

—¿Y qué?— masculló a la defensiva.

Él decidió que ese asunto no era tan importante como para discutirlo así que lo dejó pasar, enfocándose en lo que debía.

—Las academias se crearon como una medida desesperada para acabar con las purgas. En esos años en los que tú ni siquiera eras un feto, he vivido siete de ellas.— agregó vehemente, con su dedo índice apoyándose en su palma izquierda para mayor énfasis—. Siete momentos en la historia en la que humanos y vampiros intentamos acabar con el otro. Para la decimocuarta purga, yo tenía 53 años y existían sólo tres academias y para jóvenes. Viví mi existencia como vampiro de manera plena, sin restricciones o normas a diferencia de tu generación. Sé de lo que hablo.

—Pero en Fever, YeoSang y tú tuvieron una conversación...

—Esa vez tu amigo hablaba de manera literal.— explicó entre dientes, interrumpiéndolo—. HongJoong, no soy un caníbal y no quiera comerte.— farfulló con leve crispación, llevándose las manos a la cabeza. ¿Por qué era tan difícil de creer?

—¿Entonces?

—¿Cuándo sabe mejor la sangre?— quiso saber el alto en lugar de contestarle. La desesperación teñía su voz.

—¿Qué tienes eso que ver con algo?

MinGi resopló y con notoria brusquedad se subió la manga de su remera, su brazo derecho quedó expuesto.

—La sangre sabrá mejor o peor dependiendo el estado de la presa, ¿cierto?— masculló con un tono demandante que exigía por una respuesta, y el mestizo se la dio en forma de un afirmación muda—. Pero ambos podemos estar de acuerdo que mientras mayor sea nuestro interés por la presa, su sangre será más deliciosa, ¿sí o no?

—Sí.— murmuró el impropio en un tono quedo.

—Bien, tú eres alguien listo HongJoong y ahora es cuestión de sumar.— le comentó como si no fuera nada, intentando controlar su voz—. Te gusto y mi sangre es de tu agrado, ¿qué crees que pasaría si bebes por más tiempo del que acostumbras?

El pelinegro no le respondió, su boca se abrió para luego cerrarse y su mirada se tornó distante. Obstinado con la idea de que nada ocurriría por ser un vampiro común. Pero su corazón lo traicionó con sus palpitaciones ansiosas.

—Siempre que bebes de mí, lo haces por treinta segundos, a veces veinte. Quiero que ahora lo hagas por un minuto y medio.— le pidió luego de extenderle su brazo.

—No tiene sentido, no pas...

—Compruébalo.— exigió de inmediato, y su contraparte sacudió la cabeza con lentitud—. Hazlo, vamos.

—Déjalo, es inútil. Súbete eso.

—No, inténtalo.

El más bajo golpeó su ofrenda lejos—. No lo voy a hacer.

—¿No?— repitió con una ceja enarcada y una mirada retadora—. Pensé que estabas aquí porque no querías asumir nada.

Y con sus palabras, su brazo fue tomado con violencia. Al ardor que apareció tan pronto su piel fue desgarrada, le acompañó el dolor. El rosado en los labios de HongJoong cobró vida, tiñéndose de un intenso carmín gracias a su sangre mientras que de su garganta escapó un gemido placentero que contrastó con su siseo.

Cuando se cumplieron diez segundos, aquellos ojos castaños que le miraban de mala manera, fueron llenados por el vibrante escarlata que le correspondían. A los treinta segundos, MinGi estiró su mano y apartó el flequillo impropio de su rostro. Aprovechándose de esa acción para tener la excusa de tocarlo. A los cincuenta segundos las manos del mestizo reforzaron su agarre y luego de que veinte más transcurrieran, su mirada se desenfocó. Desentendiéndose de él. La ferocidad destelló en sus luceros y para cuando el límite impuesto llegó, los colmillos del mestizo se enterraron en otro tramo de su piel. Sus labios se torcieron en una mueca por esto mientras veía la sangre deslizarse por su brazo hasta caer sobre el material del sofá. Fue una gota seguida de otra hasta que se creó una mancha notoria. A los dos minutos sintió el adormecimiento extenderse por la zona afectada y para comprobar el estado de su movilidad, contrajo sus dedos cuatro veces. En ello fue tardío e irregular.

Percatándose de estos detalles, comenzó a llamarlo por su nombre a la vez que intentó de apartarse. HongJoong no cedió con facilidad y se aferró a él incluso con sus uñas. Por el forcejeo continuo entre ambos, recibió un par de arañazos a lo largo de su antebrazo y bíceps derecho.

Hacer que volviera a sus sentidos fue más difícil de lo que MinGi esperó, todo por no querer causarle daño. Porque podría haber usado la violencia. En su lugar, su mesa de centro se rompió, su piso se vio ensuciado y él se llevó otras lesiones en el proceso. Y seguramente también espantaron a Kkima porque el cachorro no mostró su rostro por ningún lado a pesar de que hace no mucho había estado cerca de ellos entretenido con uno de sus juguetes.

Sus miradas terminaron fijas, y sus respiraciones ligeramente alteradas suspendieron el tiempo con brevedad antes de que todo cayera en un silencio sepulcral donde ni siquiera los sonidos del exterior se atrevían a intervenir.

HongJoong comenzó a murmurar palabras ininteligibles en lo que se arrastraba de regreso al sofá, importándole poco tener que andar por el caos de entre medio. MinGi lo vio subirse y abrazarse a sus piernas mientras se ocultaba detrás de sus rodillas. Mirándolo, él no diría que estaba afligido o desconsolado. Su reacción era una mezcla entre la incredulidad porque haya pasado algo que esperaba, no sucediera, y el sentimiento apabullante que solía tenerse cuando se demostraba que una verdad, no lo era del todo.

Dándole su espacio, el noble pasó a concentrarse en sus heridas. Si exceptuaba las que tenían que ver con los colmillos del mestizo, ninguna era muy seria. Es más, los rasguños superficiales ya empezaban a cicatrizar. Su remera había sido la única perjudicada en realidad. Lástima, pensó.

—¿Así te sentiste aquella noche?

Atraído por el débil susurro, su mirada se alzó hacia su propietario. Quien no se había movido un centímetro. Le generaba curiosidad que todavía estuviera dispuesto a conversar o para ser precisos, hacer preguntas.

Incluso en esas circunstancias podía ser tenaz, se lo reconocería como una fortaleza.

—Sí.

—¿Y siempre te sientes así?

Tras suspirar, el moreno se levantó del suelo para dejarse caer a una distancia cercana pero no invasiva del pelinegro.

—Claro que no.

—¿Cómo es posible?

—Con una alimentación apropiada es inexistente.

—No entiendo.

Sus labios ladearon una sonrisa fugaz y sin dar espacio a las dudas, giró su cuerpo en dirección del más bajo para facilitar su acceso y con toda la confianza del mundo, quitó sus brazos a un lado. No hubo resistencia de su parte y cooperó a la hora de alzar la cabeza.

—Usualmente suelo beber pocas cantidades en intervalos cortos. De esa manera mantengo mi hambre superficial a raya y mi estómago contento.— bromeó con ligereza, limpiándole los rastros de sangre que se hallaban en su boca y mentón con la manga de su delgada remera—. Piénsalo de manera simple, los humanos comen día con día para poder enfrentarse a la vida y sus funciones en esta. Nosotros con poco, podemos resistir semanas.

—Eso no es muy esclarecedor, ¿sabes?

—Deberías no interrumpir entonces.— replicó luego de soltar su rostro. Sus dedos no se resistieron y le proporcionaron una sutil caricia en la mejilla—. En verdad es algo sencillo; tengo un compañero, bebo de él con regularidad pero pocas cantidades, las justas como para saciar esa primera capa de hambre y tener los suficientes nutrientes. De esta forma, no despierto la segunda capa. Hay un balance.— explicó con suavidad, con sus manos colocándose a un mismo nivel para una demostración visual—. Y todo porque mi cuerpo está recibiendo lo que necesita sin interrupciones.

—¿Y por qué me atacaste?

—Porque fui descuidado. Contigo rompí esa rutina, tomé más de lo que debería y en períodos alejados.

El contrario asintió y su expresión lució más relajada a medida que comprendía.

—Yo te presioné así que, uhm, supongo que tengo algo de culpa también.

—Creí que no eras partidario de las disculpas.— comentó con asombro falso.

El tono del más bajo se tambaleó a la hora de responder, producto de la vergüenza supuso el alto.

—Creo que ahora puedo entender su propósito.

Él le sonrió con fugacidad—. Descuida, yo lo hice hoy así que estamos a mano.

HongJoong le dio una mirada prolongada antes de levantar su puño y golpear su pecho. Agradecía que no fuera en el lado lesionado de éste.

—No bromees, ninguno de los dos estuvo bien.

—Lo sé, y lo siento.

—Todavía tengo una duda.— anunció luego de lo que pareció ser una pausa para asimilar la nueva información que se le dio—. Antes de mí, no estabas en un vínculo con nadie, ¿cómo es...?

—Tenía reservas— dijo con simpleza, interrumpiéndolo al saber por dónde iría su pregunta—. Mi antigua compañera me dejó algunas y aunque no eran muchas, cumplieron su función. La sangre de algunos animales y las flores ayudaron también.

—¿Por eso tus cambios físicos eran leves?

—Exactamente.

—Y sólo para confirmar, ¿ese frenesí es propio de cualquier vampiro?— el alto se limitó a darle un asentimiento breve pero firme en respuesta—. ¿Sin excepciones?

—Sin excepciones.— repitió con seguridad.

—¿Seguro?

No le dijo nada de inmediato, para sus adentros notó que, si bien se veía calmado en su mirada había un brillo débil y desesperado porque le diera una negativa. Le generaba curiosidad saber cuál era su origen. ¿A qué o quién se aferraba?

—Sin lugar a dudas.

Con esta declaración dicha, el silencio volvió a establecerse a su alrededor. El ambiente anterior y agresivo fue apartado de sus mentes, más no olvidado. Pero no era un hecho que debiera de sorprender a nadie, desde que se encontraron esa madrugada ambos se habían sumergido casi sin darse cuenta, en una tormenta de irregularidades. Fueron de un estado de ánimo a otro con brusquedad, permanecieron en puntos muertos y efímeras zonas seguras. Todo en pocas horas.

Y quizás no estaban tomándose la situación con la tranquilidad que deberían, pero sus sentimientos pasionales casi los obligaban a llevar todo ese asunto con una velocidad agotadora. Saltando de cuestión en cuestión con un atropello que en realidad no era necesario.

Y tan pronto los pensamientos del pura sangre comenzaron a girar entorno a la posibilidad de ponerse a limpiar ese desastre a su pies, la voz del mestizo se hizo presente.

—Aún sigo sin saber qué decisión tomar.— su comentario fue casi una confesión susurrada, sencilla y honesta. Sin mayores adornos emocionales—. ¿Por qué?— le preguntó con su rostro inclinado.

Él le dio una larga mirada antes de menear su cabeza, incrédulo y divertido. Que se lo preguntara con semejante seriedad era gracioso y de alguna manera ofensivo.

—Tú nunca lo admitirás en voz alta, ¿eh?— observó con buen humor—. Te gusto demasiado y tienes miedo, ahí está el problema.

HongJoong arrugó su ceño—. ¿Cuándo dije que lo tuviera?

—No tienes que hacerlo, esto te delata.

Su dedo no llegó a apoyarse en el esternón contrario cuando el pelinegro le dio un manotazo inofensivo, en rechazo a su afirmación. Su mirada entrecerrada no contenía ningún sentimiento negativo tampoco. Era sólo teatro. Por un momento se preguntó si no estaba de nuevo avergonzado. Vampiros y miedo no eran palabras que alguien asociaría con normalidad.

—Déjate de estupideces.

Él se rió, para ese punto y luego de tantas emociones experimentadas, necesitaba hacerlo. Liberar tensión de una forma natural y sana.

Pero su despreocupación no fue bien recibida, el puño que fue impactado en sus costillas con toda la saña posible se lo hicieron saber de manera clara.

—Admitir que te da miedo la idea de no saber qué hacer, si romper nuestra relación o permanecer en ella, no es tan grave. No te tomes tan en serio el papel de que somos monstruos.— murmuró con afabilidad, sonriéndole a la par que chocaba sus hombros. Quería minimizar su aflicción de alguna forma.

—¿Y qué harías tú en mi lugar?

—Una estupidez.— contestó de inmediato, sin detenerse a pensarlo—. ¿Qué?— preguntó ante la mirada escéptica que se le dio—. ¿No me crees?

—No te ves como alguien que sea espontáneo.

MinGi rodó sus ojos con exageración—. Eso no tiene nada que ver.

—Seguro.— farfulló el pelinegro para sí—. Entonces, ¿no me dirás algo sobre que debo pensar en mí y buscar a alguien más?

Sus cejas se curvaron hacia arriba, ¿era en serio?

—Tú me gustas, lo sabes.— empezó con un tono que procuró, se escuchara neutro—. Ahora mismo yo podría decir muchas cosas, por supuesto, y todas serían mierda egoísta. La consideración no es mi fuerte.

—¿Pero?— dijo el joven vampiro, viéndole con atención.

—¿Por qué supones que habrá uno?

—Es una especie de don.— respondió con rapidez, sin querer darle mayor profundidad a tan irrelevante tema.

—Pero si estás indeciso, tómate más tiempo, ¿no es lógico? No tienes presiones de mi parte.— aseguró con una voz calmada y una expresión que dejaba ver su franqueza—. Si todavía dudas, en mi opinión, eso ya es una respuesta.

—Pero no es una que te gustaría.

Eso lo dejó sin palabras.

¿Qué clase de impresión le dio? Fue la primer y única pregunta que surcó su mente en una mitad de segundo. Él no iba a negar una obviedad como esa, porque sí, no le iba a sentar bien si le decía que prefería cortar lazos. Le sentaría fatal de hecho, pero no se enojaría ni mucho menos le tendría algún tipo de resentimiento.

Tenía muchos defectos en su haber; era impaciente, malhumorado, desconsiderado y a veces un idiota que gustaba irritar a sus amigos o personas que no le caían muy bien. Pero con casi 158 años sobre sus hombros, aprendió el significado de aceptar las decisiones de otros, a si no fueran de su agrado.

—No me voy a enojar, si es lo que te preocupa.— comentó en un tono amistoso—. Te lo dije en un principio, ¿recuerdas?— continuó con una sonrisa y su mano proporcionándole sutiles caricias en la nuca—. Siempre y cuando lo digas, no habrán problemas y tampoco lágrimas.

Su broma tuvo el efecto esperado a pesar de ser mala. El mestizo se rió.

—¿Siquiera lloraste alguna vez?

—Muchas, no seas prejuicioso. Eso te quitará encanto en el futuro.

—Lo tendré presente, supongo.— replicó sin mayor entusiasmo—. ¿Pero sabes qué acabo de notar?— no fue lo único que le susurró—. Eres más atento de lo que piensas.

¿Lo era?

HongJoong exhaló de manera ruidosa ante la falta de respuesta e inesperadamente para MinGi, terminó con ese pequeño cuerpo recargado contra el suyo. De repente y al ver hacia abajo, se sintió nostálgico. Agobiado ante el único pensamiento que rondó su mente en ese preciso instante; él extrañaría esos momentos de interacciones simples y casi puras.

Rodeándolo con sus brazos, sintió el deseo por apagar sus emociones, exacerbarse. Quizás de esa manera sería más soportable la situación en la que estaba. Contradictorio si tenía en cuenta lo que había hablado con sus padres en Ulsan, pero tal vez ellos estaban en lo cierto.

—Oye— llamó el más joven—, dame tu mano.

—¿Para qué?

—Una sorpresa.— comentó el impropio, escueto y sin festividad alguna.

—No me gustan.

Alejándose, el mestizo le miró con censura para luego simplemente tomar su diestra por cuenta propia. El rictus serio en su boca le hizo gracia. Era demasiado expresivo.

Pero su jocosidad no llegó muy lejos, porque sin darle ningún tipo de explicación, aquel vampiro de brillantes ojos escarlata, empleó la uña de su índice para realizar un corte en su pulgar. El tejido se abrió con facilidad y el sangriento líquido brotó fuera sin restricciones. Sus labios se torcieron en una mueca y sus pensamientos corrieron como locos en su cabeza cuando el pelinegro enseguida imitó la misma acción sobre su dedo, también derecho. Su respiración se extinguió en cuanto la sangre se asomó y la astuta criatura se apresuró en juntar ambos pulgares.

—Prometo darte un respuesta en menos de una semana.— declaró con sus ojos clavándose en los suyos. Su honestidad fue aplastante.

—Pudiste sólo decirlo, ¿sabes?— musitó el moreno una vez el contacto se rompió y su voz se estableció lo suficiente como para hablar.

El impropio se encogió de hombros—. Esto tiene mayor valor para nosotros. Ahora, te daré mi voto de fe.— informó con tranquilidad, subiéndose la manga de su brazo derecho hasta que su muñeca quedó al descubierto—. Para que puedas afrontar los siguientes días.

—No es necesario...

—Lo sé.

—Entonces no tienes que...

El pelinegro resopló ante su resistencia.

—No digas nada y sólo acéptalo.

—Eres algo mandón, ¿no te lo mencioné antes?— comentó al sujetar la muñeca ajena con suavidad.

—Y tú tardas demasiado para mi gusto.

—¿Apresurado por alguna razón?

—¿Piensas dejar eso ahí tirado?— replicó con una ceja enarcada en cuanto sus colmillos aparecieron en escena.

Él no dijo más y aceptó el mandato contrario de buena gana. Hasta ahora había sido su mejor momento que carecía de sentido el querer perturbarlo.

De ahí en adelante se dedicaron a limpiar y juntar el desastre que yacía a unos centímetros de ellos. No cruzaron muchas palabras, casi ningunas en realidad pero no fue algo contraproducente, por suerte.

Cuando la hora de despedirse llegó, el más bajo sólo masculló un hasta luego y cruzó su puerta sin esperar a que le diera alguna contestación de regreso. Él no le dio mayor importancia y decidió ir en busca de Kkima. Si YunHo aparecía allí, llamar a la puerta no es algo que haría.

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HongJoong no partió de inmediato a su departamento, apenas se halló en la intemperie, tomó asiento en un lugar donde no sería visible para MinGi. Y cubriéndose el rostro con ambas manos, respiró profundo. Necesitaba eso. Detenerse por un segundo.

Porque siendo honesto, ese día se había sentido como una montaña rusa. No era una exageración, y para su desgracia había sido de aquellas que tienen demasiadas curvas para su gusto. Sin embargo lo peor no era eso, sino la cantidad de información que estaba atascada en su cabeza y todavía no se daba el trabajo de digerir.

Y en la madrugada cuando se apareció por esa casa, no tenía expectativas de ningún tipo. Prefería eso a tenerlas demasiado elevadas o por el contrario, muy bajas. De ese modo evitaba llevarse alguna decepción y a lo largo de sus cien años aprendió que así, la vida era mejor. Era relativamente más fácil.

Pese a ello, sí obtuvo un par de considerables desilusiones. Unas que sinceramente no pudo prever ni siquiera en doscientos años.

«¿Qué se supone que haré ahora?».

Su vida había sido lo suficientemente longeva como para que hubiera experimentado diversas situaciones, entre ellas estaba el discutir con sus amigos, por supuesto. Y si bien habían existido peleas serias, incluso con sus voces elevadas, al final del día terminaban con alguna solución o disculpa. Podía contar con los dedos de una mano las veces en que no fue así y de hecho, alguno de ellos acabó distanciándose por semanas. En un intento por buscar sus propias resoluciones sin influencias de nadie. Lo que no le parecía mal.

A diferencia de los humanos que vivían por un par de años, ellos lo hacían por cientos, desaparecer unas semanas, algunos meses o incluso años, era como si nada. Verdaderamente no les sumaba ni les restaba. El tiempo para ellos, aparte de no tener ninguna importancia real, transcurría con una lentitud incomparable y casi desagradable.

Por lo que su especie se aprovechaba de esas ventajas para tomarse algunas libertades.

Ahora bien, lo que estaba causándole molestias era el innegable factor de que le habían mentido. Y sí, los amigos lo hacían, mayormente de forma inofensiva. Con mentiras blancas y pequeñas, aprendió de los humanos. Su caso había sido lo opuesto, le habían mentido de manera descarada y visto la cara prácticamente. Y no fue sólo uno, sino que ambos.

«Vaya mierda», pensó para su adentros.

Él amaba a sus amigos, pero por sobre ese sentimiento mundano y ordinario, su especie valoraba la lealtad.

—¿Ya te decidiste por entrar?

Con su ceño fruncido, HongJoong levantó la mirada. Unos ojos grandes y cafés le miraban con interés. Tragándose un comentario despectivo, acomodó su postura sin pararse. Simplemente para no verse tan insignificante.

—¿Vives cerca?— preguntó en lugar de responder.

Encontrarse con uno de los amigos de MinGi no estaba en sus planes y menos cuando se trataba del obsesivo del grupo. Y su apodo, a pesar de cómo pudiera interpretarse, no era malicioso. O no del todo.

Pero los amigos del pura sangre tenían conductas y personalidades marcadas. El mestizo de cabellera azul era descarado y malditamente franco, de ahí su título. Por otro lado se hallaba WooYoung, tenía sus momentos donde podía ser inquisitivo pero en términos generales era simpático, de trato ligero. En cambio el alto frente a él era demasiado sañoso. Le cogía manía a quienes no eran de su agrado con rapidez, podía notarlo. Él era el ejemplo perfecto de esto.

Y aunque se parecía a YeoSang en algunos puntos, no le tenía el más mínimo aprecio. A ninguno de los tres para ser franco.

—En realidad no.— le respondió el alto con un tono plano—. Tengo algunos pendientes cerca, ¿qué hay de ti?

—Disfruto del clima. Dicen que comenzara la temporada de lluvias pronto.

YunHo asintió pero no siguió su camino, sólo se quedó allí, parado a unos tal vez, dos metros. Era obvio que pensaba en algo.

—Te ves afligido, ¿no lo solucionaron?

HongJoong enarcó una ceja—. ¿Qué sabes al respecto?

—No mucho, pero no estuvo concentrado en nada y por su expresión estaba claro para todos que tuvo que ver contigo. ¿Con quién más?

Él no estaba seguro, pero en el tono contrario aparte de notar monotonía, destacó lo que era un ligero matiz de resentimiento. Pero reiteraba, es lo que percibía. Y por esta razón, no descartaría el que se estuviera equivocando.

—¿Estás esperando que diga algo en específico?— murmuró luego de apoyar su mejilla en su mano izquierda.

—Para nada, sólo sentí curiosidad. ¿A qué le temes?

Él no se molestó en dar una contestación a esa pregunta. O en siquiera pensar una. Ellos no tenían ningún nivel de cercanía como para compartir sus temores, existentes o no. Así que en lugar de ignorarlo, se decidió por cambiar de tema.

—¿Tú sabes algo sobre un hambre extrema?

Las facciones del impropio se movieron con sutileza; sus cejas se elevaron y sus ojos le dieron una mirada de interés genuina.

—¿Él te habló de eso?— su única respuesta para el alto fue asentir de forma vaga—. ¿Y no tenías idea?

—No, pero puedo darme cuenta que tú sí.

YunHo le dio una mirada prolongada, no lo conocía bien, nada en realidad, pero podía darse cuenta que en su cabeza estaba considerando algo por segunda vez. Tal vez su petición indirecta, qué decirle o qué tan dispuesto se hallaba en verdad para hacerlo. Podían ser un sin fin de aspectos diferentes de los que, lógicamente no podía saber con exactitud.

Y un minuto pasó cuando la resolución brilló en todo su rostro juvenil. Dándole un aire calculador pero refrescante.

—Tengo algo de tiempo por si quieres hablar.

Esas fueron sus palabras, no habían intenciones ocultas ni alguna emoción en particular. Fueron casuales y carentes de toda expresividad posible sin llegar a ser vacías. HongJoong no les dio muchas vueltas, ¿por qué debería? Se escuchó convincente y para él, una puerta o ventana que se abriera, debía de ser aprovechada de una u otra forma.

Motivo por el cual concluyó que era hora de ponerse en marcha y alejar su trasero de aquel frío suelo.

—Andando.

MinGi había sido bastante claro al explicarle sobre esa, para él, desconocida condición en su especie. Fue paciente también y soportó el que le hiciera las mismas preguntas una y otra vez, lo que apreciaba. Realmente lo hacía.

Pero si alguien más podía hacerlo y de paso confirmar algunos puntos que fueron tratados, desde su perspectiva era genial. Una oportunidad a tomar, sin dudas y como mencionó con anterioridad.





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