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❈•≪08. Diversión doméstica≫•❈

MinGi sintió la risa burbujear en el medio de su pecho y sin restricciones, la dejó salir. Genuino y verdaderamente divertido con el espectáculo que HongJoong estaba brindándole a la distancia.

Su cabeza se sacudió con incredulidad y él procedió a vaciar el poco contenido que su botella de agua tenía. Agradecido con el frío líquido que acarició su garganta.

HongJoong a cuatro metros suyo se rió también, no podía escucharlo a causa de la música pero la mueca alegre en su cara se lo decía todo. Estaba teniendo un buen rato. Y notarlo le contentó por alguna razón.

Cuando sus miradas se encontraron, la extensa sonrisa del pelinegro se amansó. Reduciéndose a un gesto ladino y visible. El mestizo pestañeó en su dirección mientras que sus manos se sujetaban del alargado tubo cilíndrico, la música que lo envolvía era lo suficientemente lenta como para que sus movimientos torpes puedan amoldarse a ella.

Y si bien él sabía y reconocía que el pelinegro era bueno bailando, en ese preciso instante y en aquel espacio, no se le estaba dando muy bien. De vez en cuando trastabillaba con sus propios pies y sus giros entorno al tubo parecían causarle mareos.

En cambio la mujer a su lado, era hábil. Sus movimientos estaban coordinados a la perfección con los tiempos de la música extranjera. La fluidez en sus transiciones entre paso y paso, era impresionante. Y sus caderas se contoneaban con una sensualidad orgánica. Incluso las personas alrededor de ellos lucían encantados, hechizados por esa dama de corta cabellera. Por sus gritos y silbidos animados podía concluirlo. Era notorio.

Sus ojos volvieron donde el mestizo y éste le recibió con una sonrisa torcida. Una muy suya que extrañamente era incompatible con la forma entornada con la cual su mirada le enfocaba. Ese detalle le hizo ladear el rostro.

Pero el cambio de música lo distrajo como a todos los demás. Seguía siendo una pista americana, sólo que ahora más lenta y con sus tiempos marcados en comparación a la anterior.

Ambos participantes sobre aquel reducido escenario se detuvieron, intentando procesar el nuevo ritmo. El noble notó que del par, la chica fue rápida al recomponerse. HongJoong tardó unos segundos en hacerlo pero aún así su vigor se mantuvo. Y tan pronto comenzó a moverse, pareció más determinado. La torpeza seguía acompañándolo pero en menor medida.

MinGi observó cada uno de sus movimientos con atención, su seriedad atrapándolo. Era hipnótico verlo descender, pasando a estar en cuclillas. Sus piernas se abrieron lentamente mientras que la parte superior de su cuerpo seguía moviéndose. La oscura cabellera del mestizo caía sobre sus ojos y hacía de su apariencia una tentación atrayente. No sólo para él, sino para otros espectadores. Imagen que se reforzó apenas sus manos se deslizaron por la parte interna de sus muslos. Acariciándose con astucia calculada.

Sus manos subieron y subieron, arrastrándose por el material de su camisa. Pasaron de su abdomen a su pecho, para luego tocar su esternón descubierto con su mano izquierda. Sus dedos se sintieron y MinGi contuvo la respiración cuando HongJoong acarició su cuello expuesto. Los alaridos emocionados aumentaron enseguida reveló un poco más de piel por unos efímeros segundos. Y el moreno sintió su garganta secarse cuando el pelinegro se enderezó con lentitud, sosteniéndose del tubo. Una vez derecho, dio un giro alrededor del caño, sus caderas estaban en sintonía con sus ademanes gráciles. Y al verlo detenerse, su corazón se retorció en una necesidad oscura en el momento que su pequeña criatura hizo el amague de lamer el tubo para seguidamente balancear su cuerpo en una onda definida.

Los espectadores enloquecieron y redujeron la distancia aún más, en un acto desesperado por tocar y ser partícipes del envolvente espectáculo de alguna forma posible. Notando la incomodidad que la situación parecía estar causándole al mestizo, el noble se levantó de su asiento y se encaminó en su dirección. Algunos cuerpos los tuvo que pasar con brusquedad. Estaban demasiado ensimismados para escuchar sus palabras que solicitaban permiso.

Una vez estuvo al frente de todos, estiró sus brazos hacia HongJoong. Éste se rió gozoso a causa de quién sabe qué y se bajó del escenario circular con evidente torpeza. Estrellándose en su cuerpo con violencia.

—¿Qué tal lo hice?

Inclinándose para verlo, MinGi pronunció una exclamación reflexiva—. No estuvo mal.— dijo en un murmullo, acompañándolo de un breve asentimiento.

—¿Fui el mejor?— preguntó el pelinegro con sus brazos rodeándole la cintura. En respuesta, el noble rodeó sus hombros.

—Por supuesto, estuviste sensacional.

Riéndose otra vez, HongJoong le mostró una expresión complacida para luego ocultar su rostro en su pecho. MinGi anduvo de esa manera de regreso a sus asientos. En su camino ignoró las miradas resentidas que estaba recibiendo por arrancar la llamativa criatura de sus garras.

Desplomándose en los cómodos asientos, el pelinegro lo arrastró con él. Y el moreno no lo terminó por aplastar gracias a que sus sentidos estaban notoriamente mejor colocados.

Tampoco es como si el mestizo estuviera borracho, ni siquiera achispado. Quizás y viéndolo bien, sólo estaba demasiado alegre. Sus organismos tardaban mayor tiempo en digerir el alcohol, sin importar su marca o si estaban mezclados con otros. Lo mismo les sucedía con las drogas, incluso las más fuertes. Ellos necesitaban de una hora o dos para que les hiciera efecto, siempre y cuando las estuvieran consumiendo de manera continua.

Y el pelinegro se había bebido dos cervezas y vasos pequeños de tequila, nada más. En su lugar, él se bebió tres cervezas. Así que en su observación, estaban bien ambientados.

El pelinegro suspiró ruidosamente para acto seguido inclinarse hacia delante hasta apoyar sus brazos cruzados sobre la mesa. En ellos, descansó el lado izquierdo de su rostro. Su expresión era sosegada y sus párpados se hallaban algo caídos mientras le miraban.

El corazón de MinGi se estrujó ante la imagen, la neblina tóxica pulsó a través de sus venas. Tirando de su razonamiento lejos. HongJoong se veía tan indefenso. Sus nervios se tensaron ante el estímulo oscuro albergado alrededor de su mente. Una necesidad sombría y posesiva hacía de sus pausadas palpitaciones unas más constantes.

Guiado por ese incomprensible impulso malicioso, el noble se inclinó hasta que su rostro se ocultó en la curvatura del cuello impropio. Su nariz entró en contacto con la piel y provocó que el mestizo contenga la respiración por unos insignificantes segundos.

HongJoong tenía una fragancia dulce sobre él, ligeramente perceptible y agradable. Pero lo que más atraía a MinGi era el sonido persistente de la sangre bombeando mediante las venas contrarias. El sonido estaba por encima de lo normal o lo esperado en vampiros, y notarlo era arrebatador. No al punto de ser enloquecedor, para su fortuna, pero la sensación de querer devorarlo se encontraba allí.

Luego de inspirar hondo, el moreno se encargó de depositar un beso sobre la piel ajena antes de tomar distancia.

—¿Así de irresistible soy?

La broma coqueta del vampiro más joven le hizo sonreír y en lo que fingía pensar una respuesta, su mano derecha se estiró hacia sus cabellos. Deslizándose entre ellos de forma vaga, los apartó de su vista.

—No eres de infarto pero sí, admito que eres algo irresistible.

El contrario resopló—. Deberías limitarte a dar una afirmación contundente y listo. Tampoco eres una especie de dios, ¿sabes?

Divertido, el pura sangre se rió—. Si algún religioso te escucha te forzará a beber agua bendita para purificar esa boca sucia tuya.— susurró por lo bajo, dejando las caricias en su pelo para presionar su índice sobre su nariz—. No les agradan los blasfemos de tu clase.

—¿Y esa sería...?— cuestionó el joven con una ceja en alto.

—Vulgares sin remedio, por supuesto.

HongJoong rodó sus ojos y optó por no darle una respuesta, y en cambio dejó que sus párpados se apretaran entre sí, decidiendo que disfrutar de los toques en su cabellera era mejor que gastar saliva en replicar creencias ajenas.

No sabe cuánto minutos pasaron, pero la respiración del mestizo se aligeró hasta que se volvió indistinguible. No se había dormido, mucho menos entrado a una etapa de reposo. Simplemente estaba relajado, dejándose hacer. Y MinGi estaba contento con la situación.

—Eres alguien curioso.

Muy a su pesar, el moreno se vio obligado a enfocar su atención en el amigo de su criatura, el único alto de ellos y de quien nunca recordaba el nombre. Éste se mantuvo al margen de toda su locura anterior. Había presenciado la misma desde un principio después de todo y aunque lo supiera, no le importó. No es como si hubiera hecho algo malo o descaradamente promiscuo.

—¿Lo soy?— preguntó con su usual monotonía. En respuesta recibió un corto asentimiento—. ¿De qué manera?

—Eres un noble y si bien quieres destrozar a mi preciado amigo, puedes controlarte.— señaló con falsa emoción—. Incluso si te estás muriendo de hambre, me impresionas.

Las palabras del rubio picaron a su curiosidad de manera certera pero ligera. Aunque suene incompatible. Principalmente porque él no se sentía famélico, estos últimos cinco días estuvo ocupándose de alimentar a HongJoong, sí. Pero estaba bien con esto porque así se supone que ellos debían funcionar; dar, recibir, dar para volver a recibir. Un acuerdo equitativo y que beneficiaba a las dos partes que lo conformaban.

Asimismo, su hambre había sido saciada. No necesitaba ingerir de la sangre de HongJoong con tanta regularidad. Cada tres días o una semana estaba bien, era lo usual antes de que sus entrañas se revolvieran en busca de nutrientes.

Y por ese motivo, MinGi no entendía a qué se refería el contrario cuando aseguraba que él se "estaba muriendo de hambre". Porque no era así.

—Una disculpa, pero no entiendo a qué te refieres.

El rubio sonrió, repentinamente su inexpresividad quedó olvidada. Y ahora fue reemplazada por la socarronería—. ¿No?— preguntó con fingida sorpresa—. Como sabrás, soy un noble también pero a diferencia de ti, si quiero algo, simplemente lo tomo.— agregó sin un tono en particular, pasando a observar su oscura bebida con fugacidad—. Por lo que sé, tú preguntarás.

El noble frunció su ceño—. Sigo sin comprender tu punto.

—No hay uno, pero por favor, no destroces a mi amigo. Agradecería que sigas manteniendo el control.

Y él pronto entendió, la resolución de sus ideas aclarándose de repente. Como si ésta lo hubiera golpeado. Las palabras del segundo noble allí eran literales; No te devores a HongJoong.

El saberlo le provocó unas inmensas ganas de reír y el impulso de estrellar su puño en la cara del atractivo vampiro. Unas reacciones contradictoria y viscerales, pero honestas. Él en serio quería hacer esto último.

Cuenta la leyenda que los nobles eran seres que poseían un hambre insaciable, desgarradora y a comparación de otras, inconmensurable. Voraz, vaya. Criaturas despiadadas que buscaban alimentarse a toda costa, sin reparar en nada más. Ellos no sólo bebían del manjar rojizo de sus víctimas, sino que se las comían.

«Semejante estupidez», pensó el moreno mientras masajeaba el puente de su nariz.

Tantos años que había vivido, tantos compañeros que había tenido; hombres, mujeres, vampiros o mortales. No discriminaba, su especie no lo hacía en realidad. Y jamás en sus 157 años devoró a nadie. Ni siquiera en aquellos más descontrolados y primitivos. Nunca.

En su organismo no había lugar para tan sangrienta necesidad, ni siquiera en su tumultuosa mente.

Ese mito, que no lo era tanto, se ajustaba a vampiros recién convertidos. Ellos estaban tan desesperados por satisfacerse que aparte de secar el cuerpo de sus víctimas, habían altas posibilidades de que se los comieran. No por completo y sólo algunas partes en específico. Por eso los supervisaban y los humanos los odiaban con desmedida intensidad. Los vampiros eran y actuaban la mayoría del tiempo como bestias.

Daba igual si podían razonar, si podían sentir emociones a mayor o menor escala, el que pudieran trasmitirlas era aún más irrelevante. Para los humanos ellos eran seres que a duras penas tenían pulso, calor corporal y escrúpulos al actuar. Eran aborrecidos y temidos. Y quienes aceptaban su existencia eran pocos.

Nadie sabía cómo llegaron a crearse, cuál era su propósito en esta vida y por qué eran lo que eran. Y ante la falta de respuestas, intentaban acabarlos. Buscando restablecer el "orden natural" de su civilización.

Dispuesto a dar una contestación al expectante vampiro, su atención se vio alterada cuando percibió que alguien tiraba de la prenda del mestizo a su izquierda. Queriendo bajarle el cuello de su camisa. Al notarlo, su mano fue a parar a dicha muñeca en menos de un segundo.

—Oh, lo siento.

Al alzar su mirada, las facciones infantiles de YunHo bañadas por la sorpresa, le dieron la bienvenida. Sus cejas estaban elevadas y sus ojos bien abiertos. Apresurándose a reaccionar, aflojó el agarre en la muñeca contraria hasta que la soltó.

—Si San te ve hacer eso, no te dejará en paz por un rato largo.— aseguró el de coloridas hebras, tras un chasquido de su lengua.

—Me tomaste por sorpresa.— replicó en una pobre justificación. Su expresión se mantuvo tan plana como normalmente era—. ¿Qué haces aquí?

—Su cara se me hizo familiar y simplemente me acerqué para comprobar, no te vi.— MinGi enarcó una ceja ante esa contestación, era el más visible de ambos. Pero antes de que pudiera expresarlo, YunHo fue rápido al agregar:—. No sabía que conocías esta área, ¿entretenido?

El moreno asintió, decidiéndose por dejar pasar ese pequeño detalle. Él se había entretenido bastante con el espectáculo de HongJoong. Aparte de asombrarse con el hecho de que Fever tuviera ese pequeño rincón escondido, donde cualquiera podía subirse a los reducidos escenarios y brindar de gratis, un baile a su antojo. Por lo que se le comentó, no habían profesionales contratados para ello. Si alguien quería presenciar un baile en un tubo, que lo ofreciera. De otra forma no lo tendrían.

—No me la pasé mal.— murmuró en respuesta, su mirada dirigiéndose al acompañante de su amigo. Era la misma vampiresa de la vez anterior—. Aquí es más tranquilo.

—Lo es.— concordó sin adornos, escueto—. ¿Está dormido?

—Como si eso fuera posible.

Liberando un quejido bajo, HongJoong no tardó en acomodar su postura. Enderezándose para seguidamente, mirar por sobre su hombro. Su atención se enfocó en el alto y recién llegado mestizo.

—Es bueno volverte a ver. Luces genial.

—Gracias.

Lo que sea que YunHo fuera a decir, fue interrumpido por su acompañante. Los estaban esperando y quería sentarse, ante sus palabras se despidió de ellos para luego alejarse.

—Oye.— con su rostro girándose, la mirada de MinGi se colocó sobre HongJoong. Éste se encontraba sonriéndole. Una de sus cejas se elevó preguntando por el motivo en silencio, pero el pelinegro se limitó a alzar sus brazos para rodearle el cuello, y en respuesta él pasó a envolver su cintura. Pegándolo más cerca de su cuerpo—. No deberías escuchar su mierda, YeoSang sólo dice tonterías.

«YeoSang», repitió el noble en su mente. En un intento por relacionar el nombre y el rostro del vampiro a pocos centímetros de distancia con mayor efectividad.

—¿Y cuál de todas ellas debería de ignorar?

—La de no devorarme, por supuesto.— respondió en segundos, con su rostro inclinándose hacia un lado—. Ambos sabemos que no tengo problemas con eso.

—No creo q...

—Seguro que no.— interrumpió el rubio en un resoplido—. Pero no sabía que ser desmembrado estaba dentro de tus nuevas fijaciones sexuales.

—Te lo dije; tonterías.— murmuró el pelinegro con diversión, todavía viéndole. Decidido a pasar de su advertencia.

—Entonces, ¿sólo debería comerte, cierto?— su compañero asintió—. Desgarrar tu piel y arrancarla fuera— agregó con su diestra arrastrándose por debajo de la prenda contraria, sus dedos arañaron la superficie mencionada—, hacerte sangrar— mencionó cuando sus uñas se presionaron sobre la tierna carne—, que te retuerzas del dolor y agonices hasta que consiga robarte tu último aliento. Eso sería devorarte por completo, ¿no?

El cuerpo de su pequeña criatura se apegó al suyo cuando sus dedos lograron abrir su piel superficialmente. Sus labios se separaron a causa de un quejido y su mirada se estrechó.

—No suena como un mal plan para mí.— sentenció ante la falta de palabras por parte del mestizo.

Ninguno lo notó, pero YeoSang les dio una mirada reprobatoria. Era cruda y honesta, desaprobaba aquello que tenían.

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Con una exhalación ruidosa liberada, MinGi reforzó su agarre entorno a la nuca de HongJoong tan pronto se dio cuenta de sus intenciones por enderezarse. Obligándolo a mantener su rostro pegado a la superficie suave de su cama, mientras que el resto de su cuerpo continuaba empinado.

Cuando su oposición se perdió, su mano izquierda lo soltó y pasó a deslizarse a lo largo de su espalda. Tanteó la tersa piel bajo su tacto con detenimiento, descendió por ella con lentitud hasta que sus yemas alcanzaron las heridas insignificantes que le hizo en Fever.

Tocándolas, el mestizo se estremeció con ligereza. Eran cuatro líneas enrojecidas que seguramente para mañana ya no estarían allí y que descomponían aquella pulcra imagen.

Su respiración se congeló, el fuego contenido en su pecho se agravó cuando su entrepierna se pegó a la silueta ajena. Las únicas prendas que les cubrían funcionaban como una barrera para que el contacto de piel con piel, no se concretara.

Sus cuerpos se frotaron entre sí vagamente, en busca de saciar parte del calor que se hallaba alojado en lo profundo de sus entrañas y que discordaba con aquel que prevalecía en el exterior y por sobre sus cuerpos. Este era tenue, como una tibia capa persistente.

Apartándose por unos pocos centímetros, el noble le dio vuelta al mestizo. Y una vez su espalda descansó sobre el colchón, se deshizo de su ropa interior. Teniéndolo a su merced y desnudo. Al sentir sus labios resecos, pasó su lengua por ellos. Sus manos ansiosas recorrieron la piel de aquellos muslos con parsimonia. Asegurándose de sentirlos con propiedad, encantado con su textura bien conocida y guiado por ella, se encontró agachándose. Su diestra envolviéndose alrededor de la erección impropia. De su propietario obtuvo una maldición ahogada.

Besando su largo, a su mente llegó una idea retorcida que no dudó en llevar a cabo y tan pronto HongJoong se enderezó, apoyándose sobre sus palmas para verle mejor, sus palabras se dispararon fuera en un tono aterciopelado que disfrazaba la maldad en sus intenciones.

—¿Debería jugar con esto como acordamos?— preguntó con su rostro tan cerca que su aliento lograba hacer suspirar al mestizo, quien lucía desorientado. No comprendía qué estaba diciéndole—. Oh, ¿ya lo olvidaste?— agregó con falsa sorpresa, su pulgar presionándose sobre la hendidura—. Hacerte sangrar— recordó por lo bajo, en un susurro fantasmal. Su dedo comenzó a frotarse sobre la humedad en la punta, haciéndolo temblar. Aquellos orbes castaños le enfocaron cargados de entendimiento y él sonrió, un gesto torcido y que dejaba al descubierto sus imponentes colmillos—. ¿Qué dices, cariño?

Su boca se abrió dispuesta a tragar la longitud contraria, pero el pelinegro cortó sus acciones. Inclinándose hacia delante y empujando su rostro lejos con ambas manos. Desesperado por apartarlo de su delicada zona.

—Tú, desquiciado ba...

—Sólo bromeaba.— interrumpió con buen ánimo, sin perder el gesto adornando sus labios—. No haría algo como eso.— aseguró poco después, presionando la parte inferior de la erección que aún permanecía entre sus dedos—. No sin consentimiento.

—Ni en tus más locos sueños te lo daría.

A sabiendas de eso y sin nada por decir, volvió su atención a lo importante allí. Los movimientos de su diestra aumentaron de manera gradual, pasaron de caricias controladas a unas más aceleradas. Su mano no sólo subió y bajó por ese largo, cada tanto presionó la base en busca de prolongar su estimulación y de crispar aquella ansiosa criatura que deseaba con cada fibra caliente de su cuerpo culminar con toda esa tortura. Sentimiento que se potenció cuando sus testículos fueron molestados de igual forma.

Queriéndose distraer de su propio problema, MinGi besó la cara interna de aquellos muslos. Fueron toques superficiales y aleatorios, su lengua participó con moderación. Desperdigó algunas pocas marcas rojizas entre medio de sus acciones. Su toque final se dio cuando sus dientes se abrieron paso y destruyeron ese tejido sensible, casi de inmediato sus labios se tiñeron de carmín. La carga de placer que viajó por su torrente fue demoledora, sus entrañas se apretaron y su vista se volvió borrosa por un segundo o tal vez dos. No pudo precisarlo a causa de la sacudida que el cuerpo de HongJoong dio, ésta le ayudó a ser consciente de que sus movimientos se habían vuelto erráticos. Se encontraba cerca, y al notarlo se alejó. El contacto rompiéndose de manera abrupta.

El reproche de su compañero quedó a medio camino y se transformó en un quejido cuando el frío del lubricante entró en contacto con su piel ligeramente más caliente. El moreno había sido descuidado y lo derramó sobre su abandonada erección sin avisos previos.

Instalándose entre sus piernas, el noble se apoderó de su boca por primera vez en varios y largos minutos. Sus labios se aplastaron con desesperada entrega y sus lenguas se enredaron vehementes. En un encuentro de arrebatadora fogosidad.

Moliéndose, uno de los dedos traviesos del alto consiguió infiltrarse por sus cuerpos y llegar hasta la entrada impropia, los músculos que la componían se opusieron parcialmente a su intromisión. Proporcionando caricias circulares, la resistencia disminuyó hasta que se le concedió autorización e ingresó por completo. La participación de un segundo dedo no se hizo esperar.

El contacto de sus bocas se cortó debido a un jadeo necesitado por parte del mestizo, su respiración se había acabado y requería de un momento para renovarla. Concediéndole de tiempo para ello, el noble decidió entretenerse con su cuello. Apresando la piel que lo recubría entre sus dientes, la maltrató tanto como pudo a la vez que sus dedos continuaron estirándolo.

Tan pronto el tercero se sumó a los anteriores, su pequeña criatura comenzó a respirar con mayor inconsistencia. Sus jadeos entrecortados chocaron contra su oreja. Haciendo de su endeble control, una verdadera misera. Una que se vio aún más jodida en el momento que flexionó sus dedos y éstos parecieron dar con aquel dulce punto. El gemido del pelinegro y sus uñas arrastrándose en sus hombros le hicieron delirar. El moreno siseó y se dispuso a frotar aquel hallazgo con mayor ímpetu.

Las palpitaciones de su corazón trastabillaron, volviéndose irregulares. El anhelo punzó a lo largo de sus venas y cuando fue difícil de ignorar, se dijo que ya era hora. Sacando sus dedos, MinGi tomó asiento sobre sus talones, llevándose consigo el cuerpo tembloroso y desorientado de HongJoong. E ignorando su mirada crítica y balbuceos inquisitivos, hizo que se colocara de espaldas. Su ropa interior hacía rato pasó a formar parte del suelo de su habitación, por lo que pudo verter lubricante sobre su erección desatendida sin restricciones. El contraste de temperaturas haciéndole suspirar.

Sosteniéndolo por sus caderas, lo dirigió a su encuentro sin más demoras. En lo profundo de su garganta vibró un gemido, aquel anillo de músculos delineaba su miembro a medida que ingresaba con exquisita precisión. Sus paredes se comprimían a su alrededor hasta el punto de lo asfixiante. El ardor que atravesó sus nervios fue desesperante, cada fibra de su ser estaba tan tensa que en algún momento se rompería.

Sus ojos se cerraron y su frente descansó sobre el hombro del mestizo, quería tomarse un segundo para detallar cada sensación. Segundo que fue realmente efímero, la criatura más joven meció sus caderas y mandó una descarga eléctrica por su columna vertebral. El placer fundió sus neuronas e instaló un nudo en la boca de su estómago.

Con su agarre afianzándose en la cintura impropia, inició un vaivén marcado. Uno con el cual correspondió los movimientos circulares del pelinegro. Sus manos se deslizaron por su torso, en un principio sin un rumbo fijo. Simplemente tocaban. Disfrutando de la temperatura elevada. Pero tan pronto sus yemas rozaron sus sensibles botones, encontró con que desquitarse.

Es más, sus dedos cosquillaron, ansiosos de jugar con ellos. Y al hacerlo, la consistencia del mestizo se vio perjudicada, como si su cuerpo hubiese olvidado cómo moverse, fue torpe en ello. Sus pequeños dedos apretaron la carne de sus caderas, el noble no supo si por la falta de balance repentina o en una advertencia.

Cualquiera sea, no le importó. Él prosiguió con lo suyo, sus dedos tiraron de aquellos botones, intercaló con pellizcos maliciosos y presiones al azar. Pero cuando los frotó con mayor vigor del requerido, de su propietario escapó un jadeo quebrado al mismo tiempo que su cabeza se inclinó hacia atrás, aplastado por las sensaciones y el excesivo calor que se arremolinaba en su vientre. Sujetándolo por su negra cabellera, el vampiro mayor se enfocó en maltratar la piel a su alcance.

La oscuridad de la habitación amoldándose a ellos, cubriendo sus corazones de cruda necesidad. Su ritmo controlado se vio arruinado y la lascivia hizo de sus movimientos unos ansiosos. Quemó sus nervios y nubló sus mentes, llenándolas con ideas tentadoras. Y el fuego pasional atrapado en esas cuatro paredes, los sedujo. Intoxicó sus organismos con discreción calculada. Una que transformó sus movimientos erráticos en unos más despiadados.

Consumido por la lujuria, MinGi se impulsó hacia delante, llevándose a HongJoong consigo. Su mano derecha fue a parar a su nuca anteriormente maltratada y por segunda vez, aplastó su rostro contra el colchón. Forzándolo a que arqueé su espalda.

Cautivado, sus embistes fueron más duros. Y con ellos corrompieron el silencio nocturno, el cual se vio llenado por el sonido de sus pieles húmedas estrellándose entre sí. Actos vulgares acompañados de maldiciones.

La fina cuerda que los ataba se rompió y tras bombear el miembro ajeno de forma desordenada por unos insignificantes minutos, el clímax los golpeó respectivamente. Y la sensación arrasó con todo a su paso, devoró sus almas y tiñó sus corazones de negro por completo.

Antes de que desapareciera, el noble maniobró el cuerpo del mestizo con maestría. Redujo la distancia entre ellos y sin preparaciones de ningún tipo, despedazó el tejido blando a disposición. La sangre brotó de inmediato; el dolor entrelazado con el placer, un grito estrangulado y un quejido complacido. Discrepancias para ellos irrelevantes, las convulsiones se habían prolongado y el éxtasis puro estallado por todas partes. Sus sistemas se sintieron embriagados.

Y tuvo que transcurrir un minuto entero para que finalmente, el vampiro de hebras café se decidiera por soltar al más joven. Su rostro se alejó unos centímetros y tras un par de rápidos parpadeos, logró visualizar la nueva herida. No era espantosa, tenía que admitir, pero tampoco precisa. La rudeza con la cual atravesó la piel fue la justa como para crear una laceración irregular y más alargada de lo que debería de ser. Y por esa abertura todavía fluía algo sangre y a pesar de ser una cantidad mediocre, posó sus labios sobre ella con la finalidad de limpiarla.

Sólo tardó un par de segundos, al acabar rompió la unión de sus cuerpos. El último recuerdo que tuvieron de ella fue un estremecimiento.

Sus pies se arrastraron hacia el baño, MinGi se deshizo del preservativo y seguido a eso, orinó. Sintiéndose aliviado, lavó sus manos para luego tomar la toalla de siempre y regresar a su habitación. HongJoong seguía en la misma posición.

Le dio una pequeña mirada antes de encaminarse a su armario por prendas de vestir, y una vez se puso un pantalón cualquiera y cómodo, se dirigió hacia el pelinegro. Subiéndose sobre él, comenzó a limpiarlo. Consideró que empezar por lo micro y seguir con lo macro estaría bien y a su sería práctico, por lo que, las heridas fueron prioridad. Y en todo lo que duró el proceso, sus ojos las detallaron con admiración, eran bastantes y al tomar consciencia de esto, una parte de su corazón se encogió. Quería plasmar otras. Ese hecho le desconcertó y no por serle desconocido o inesperado, sino por lo familiar del mismo.

Ignorándolo, se dedicó a terminar con su tarea. Tan pronto corroboró que no quedó ningún lugar sin atender, se dispuso a vestirlo, colocándole ropa interior y una vieja remera sin mangas. Para cuando quiso apartarse, fue atrapado por piernas y brazos.

—Tengo hambre.— fueron las palabras rasposas del mestizo y en respuesta le acercó su muñeca, pero aparte de una mirada de ceño fruncido, recibió un beso casto sobre la piel. Por un motivo que no comprendió, el gesto le causó un ligero ardor—. De eso no, quiero algo sólido y dulce.

El alto inclinó su rostro, «¿algo dulce?», se preguntó reflexivo. En su cerebro buscó por información que corresponda con la vaga descripción recibida. Tardó largos segundos en ello.

—¿Te gustan las frutas?

Fue lo único que vino a su mente luego de un minuto. Eran de las pocas cosas que podían ingerir sin preocuparse a una reacción alérgica y que al parecer, en tiempos pasados los ayudó a disfrazar su naturaleza y pasar desapercibidos entre los humanos.

La expresión de HongJoong brilló con su pregunta—. ¡Maldición, sí!— respondió, su agarre volviéndose más apretado a causa de la emoción—. No tengo preferencias, cualquiera está bien. Pueden ser simples o caramelizadas, ¡da igual!— exclamó efusivo, sus labios curvados—. Mientras sean dulces estaré contento.

—Veré qué puedo conseguir.

—¿A ti no te gustan?— inquirió, curioso.

MinGi ladeó su rostro y pensó en su contestación—. No se trata de gustar o no, en este punto es más sobre que estoy tan acostumbrado a ellas que me aburren.

—¿Todas o alguna fruta en particular?

—Todas.

—Lástima.— le dijo tras chasquear su lengua—. Las manzanas caramelizadas son una de sus mejores invenciones.

—Si tú lo dices, supongo que lo son.

—¿Las haz probado siquiera?— le preguntó el más bajo, dejando su burla pasar. Él negó—. No puedo creerlo. ¿Y no tienes curiosidad por su gusto?— sus ojos le vieron con atención, interesado en qué pudiera decirle—. No sólo por eso, sino todos los alimentos que rechazamos.

—Algunas veces.— admitió con un breve asentimiento—. No somos ajenos a la curiosidad, hay elaboraciones que se ven interesantes y me hacen querer probarlas. Pero no es algo que me perturbe tampoco.— agregó con un encogimiento, deteniéndose para considerar sus siguientes palabras—. Los humanos no pueden alimentarse en base a extremos, por mucho que lo deseen. Necesitan consumir variedades sin importar sus cuestionamientos morales o sus cuerpos no tendrán las vitaminas y nutrientes suficientes. En cambio nosotros no, y si bien tenemos una dieta reducida, estamos en mejores condiciones.

—Existimos de esta manera por alguna razón, supongo.— el alto concordó en silencio—. Okay, suficiente charla, ahora ve por mi comida.

Con un resoplido falso, el pura sangre se enderezó cuando fue soltado. Cogió su anterior remera del suelo y se la colocó de camino a la puerta. Anunció que no tardaría mientras salía. Cuando se halló en el primer piso, divisó a su cachorro durmiendo sobre su sofá. Sacudió su cabeza con fugacidad y caminó hasta la entrada, procurando hacer el menor ruido posible. Con su calzado puesto y su billetera en el bolsillo, se colocó sus gafas de sol.

Agradecía que a cuatro calles se encontrara una tienda de conveniencia que se mantenía abierta las 24 horas o él no tendría idea de dónde carajos sacar frutas. En su cocina no había nada.

Con un suspiró, miró a su alrededor. Las calles estaban silenciosas, no habían transeúntes a la vista ni vehículos pasando. Él disfrutó de esa tranquilidad inusual y del clima fresco, su andar se ralentizó incluso. La luna lo acompañó por dos calles más hasta que se perdió en los interiores de la brillante tienda.

Su presencia no fue desapercibida, tanto el dependiente como el grupo de adolescentes allí se fijaron en él, dándole una mirada de completa extrañeza. Y él los entendía; el cielo estaba aclarándose, las estrellas estaban desapareciendo y más importante aún, eran las cuatro de la mañana. ¿Quién rayos usa lentes de sol a esa hora?

Escasas personas, seguramente. Poco le interesaba salvaguardar las apariencias, le era irrelevante cuando su identidad corría riesgo de quedar al descubierto. Porque él no necesitaba ver su reflejo para saber que sus ojos se encontraban brillando en su color natural; morados. Y es que vamos, habían pasado diez o tal vez trece minutos desde que tuvo sexo y se alimentó, no volverían a ser negros hasta dentro de un par de horas.

Desentendiéndose de su alrededor, se puso en marcha. Casi siete minutos tardó en hallar un condenado postre frutal, bufando dio zancadas hacia la caja. No sin antes coger unos dulces.

—¿Noche difícil?— le preguntó el dependiente.

El noble frunció su nariz con sutileza, por su olor sabía que ese hombre era alguien maduro, al contrario de lo que podía suponer por su apariencia engañosa. Lucía como alguien joven que todavía no parecía estar en sus veintes pero sin dudas lo estaba. Y cerca de dejarlos, de hecho.

Quien solía estar en la caja cada vez que él iba era un hombre de mediana edad.

—Así es, noche difícil.

No hubo otro intercambio y lo agradeció, de la misma forma que lo hizo al pagar. Su caminata de regreso fue apresurada, había apreciado el escenario con anterioridad como para querer hacerlo por segunda vez.

En cuanto atravesó la puerta de su habitación, los ojos escarlata de la criatura fueron lo primero con lo que se topó. Luego notó que se había movido, ahora yacía sentado bajo las sábanas y con su espalda apoyada en el cabecero de la cama. Acercándose a él, le tendió la pequeña caja.

—Aquí tienes.

Dando un par de golpes al aire, HongJoong lo cogió de inmediato y le mostró una enorme sonrisa de dientes expuestos, fascinado con que le hubiera cumplido el capricho, supuso MinGi.

—Muchas gracias.

Quitándole importancia al gesto, realizó un ademán con su diestra. Para seguidamente meterse bajo las sábanas, al lado izquierdo del mestizo.

—Son de chocolate blanco.— anunció el pelinegro con buen ánimo en su voz antes de llevarse una fresa a la boca y girarse para verlo—. Sabe bastante bien, gracias.

Él se tomó de un momento antes de pronunciar alguna palabra y simplemente lo miró.

—En verdad eres como un niño a veces.

Su amante lo miró mal—. Sería genial si comenzaras a ahorrarte esos comentarios. Apestan.

—Sabes que no fue nada, sólo come.— replicó en un bufido. Al recordar sus dulces los sacó de su pantalón y se los mostró—. Bebé.— llamó con suavidad—. Irónicamente aparte de tu sangre, lo único dulce que puedo tolerar sin aburrirme y que provenga de los humanos es esto.

—¿My chew?— pronunció el pelinegro con acento, una vez se decidió a prestarle atención—. ¿Y a qué sabe?

—Este en particular a frutilla. Pero hay de otros sabores. Suelo comer un par de camino al trabajo.

—Lo tendré en mente.

—No tienes qué.

El joven vampiro resopló—. Sólo cállate, por favor.

Decidiéndose por obedecer, cerró sus ojos. Dispuesto a entrar en su estado de reposo. Tenía que levantarse para ir a trabajar dentro de unas pocas horas y aunque dormir no era necesario para ellos, su energía se vio drenada con la actividad así que la quería recuperar.

Tenía demasiados asuntos por delante.





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