❈•≪06. Encuentro inevitable≫•❈
MinGi quería golpearse, debió de prever esta situación. Pero mantenerse encerrado en sí mismo no fue de ayuda.
Sus amigos eran clientes frecuentes de Fever, antes de que él pisara un pie dentro del lugar, ellos llevaban asistiendo por semanas. Que en las veces que fue, no hubiera visto señales de ninguno. No significaba que hubieran renunciado al sitio o encontrado otro mejor al que ir.
Había sido ingenuo de su parte suponerlo.
Así que no debió sorprenderse ni crisparse cuando YunHo y San aparecieron a sus espaldas, tranquilamente llamaron a su nombre y tomaron asiento en la mesa que reservaron con HongJoong horas antes de llegar. Ni siquiera estaban solos, una vampiresa los acompañaba.
—Creí que no volverías a mostrarte por aquí.
Las palabras burlonas de YunHo le sentaron fatal, no iba a mentir. No le hicieron gracia en lo más mínimo. Él estaba muy consciente de cuán reacio había sido a asistir con ellos en primer lugar y que estuviera allí por sexta vez no le favorecía ni mucho menos hacía de sus palabras unas confiables.
HongJoong se rió y muy a su pesar, se deslizó fuera de su regazo. Sentándose a su lado.
—¿Tus amigos?
—Para mi desgracia.— musitó luego de arrebatar al impropio su botella de cerveza. Y en su defensa, a él se le fue quitada antes.
—Ignora eso, sólo finge que no le caemos bien cuando lo hacemos.— pronunció el de cabellera azul, su timbre afable, mientras que sus ojos se movían en todas direcciones sobre el pelinegro—. Deja que nos presente— agregó con una sonrisa—. Este de aquí es YunHo y yo soy San, ¿tú eres...?
—Un gusto, soy HongJoong.
MinGi le dio un trago largo a su bebida alcohólica, captando el momento exacto en el que sus amigos compartían una mirada llena de entendimiento. No le sorprendía que el de hebras verdes estuviera familiarizado con ese nombre, conociendo a San como lo hacía, había acudido a ellos por respuestas. Barajando la posibilidad de que tal vez y sólo tal vez, WooYoung o YunHo lo conocieran.
Su deseo por mantenerlo oculto duró tres insignificantes días luego de que hubieran comido juntos, estaba decepcionado.
—El gusto es nuestro. No oímos demasiado de ti.
El comentario amistoso de YunHo estaba teñido por la burla. Sabiendo lo astuto que era, su mente debía de estar haciendo un par de acertadas conjeturas ahora mismo.
Y si bien HongJoong no le contestó, sus labios le ofrecieron una sonrisa.
—¿Se conocen hace mucho?— preguntó San, en sus ojos brillo el anhelo por información.
La diferencia entre los amigos del mestizo con los suyos, es que éstos no dudarían un segundo al hacer una pregunta. Si querían saber algo, irían por ello. No se cortaban a sí mismos, tenían el encanto necesario como para no verse abrumadores y el humor justo como para hacer de la situación entretenida.
—Un par de semanas. Así que me tomaré el atrevimiento de decir que sí. Lo hacemos.
—Interesante. ¿Y todavía no te aburres?
MinGi enarcó una ceja, sin embargo, HongJoong se carcajeó. Como si le hubieran contado el mejor chiste jamás dicho por nadie antes. Sus ojos se voltearon, pronto podían ser tres las personas que se terminaran riendo a costa suya.
—Estoy bien por ahora, sin quejas al respecto.
—Si cambias de opinión puedes decirme. Nadie te culparía.
«Imbécil», pensó mientras evitaba resoplar. Su noche no estaba yendo como lo esperaba, y aunque supiera que ese no era un motivo para fastidiarse, le daba igual. Lo estaba haciendo por adelantado, al día siguiente tendría a tres buitres sobre su cabeza molestándolo. Y ellos se encargarían de despedazar su templanza por la necesidad de respuestas.
—Lo tendré en cuenta. Gracias, supongo.
—Por favor, a ti.— exclamó YunHo—. Ese tipo prefiere tenes su trasero aplastado en su sofá a salir y conocer a alguien, tienes mis respetos por cambiar eso.
El noble apretó su mandíbula, si su rostro pudiera adquirir color, seguramente se habría teñido de rojo. No sabría discernir si por la vergüenza de aquella verdad a medias o por el enfado que la misma le causó.
Prefería estar en su casa con Kkima, sí, maldición ¿y cuál era el problema? Buscar un compañero para alimentarse era mucho trabajo, insistía., a diferencia de esos idiotas que llamaba amigos, él tenía algunas cuestiones que considerar.
—Oh, uhm wow... wow.
El joven vampiro a su derecha intentó reírse, pero el gesto fue bajo y algo forzado. Pero no lo suficiente como par que el para frente a ellos lo notara. Ese detalle y que estuviera presionándose en su costado, le llamaron la atención. Una de sus cejas se elevó por segunda vez y se dedicó a observarlo con atención. Preguntándose de qué se ocultaba.
De sus amigos no parecía ser, evaluó con rapidez. Aunque lentamente dejaba de estar cómodo con sus palabras y confidencias no solicitadas. Al mover su mirada, la respuesta brilló en su cara con más descaro del que hubiera querido. La joven vampiresa que se mantenía sujeta al brazo de YunHo, tenía sus ojos clavados en HongJoong. Bueno, en su cuello expuesto para ser específicos.
Al seguir su línea de visión, pronto entendió porqué.
Con anterioridad sus colmillos habían arañado, de manera intencionada, el cuello contrario mientras bailaban o fingían hacerlo, eso no importaba mucho. Lo que resultó con su piel abierta, de forma ligera y superficial, pero abierta al fin. Y cualquiera con una buena nariz podía percibir la fragancia a sangre fresca que provenía de esas insignificantes laceraciones.
Ella lo había hecho y lucía encantada.
Inclinándose hacia delante, el noble dejó su botella de cerveza vacía sobre la pequeña mesa de cristal. Su irritabilidad acentuándose a lo largo de su cuerpo. Ignorando la mirada inquisitiva de YunHo, chasqueó sus dedos en dirección a la pelirroja. No obtuvo respuestas.
MinGi bufó ante esto—. Oye, chica.— llamó en un mascullo malhumorado, con el cual consiguió dos reacciones; que parpadeara y se enfocara en él—. Si no quieres que rompa tu lindo cuello en dos, deja de verlo.
Su expresión inicial fue de asombro, claramente no anticipaba que señalaran su actitud de esa manera y como si fuera algo malo. Y es que vamos, de ese grupo, era probable que fuera por lejos, el antinatural allí. A los vampiros les fascinaba compartir.
Pero a él no, y la criatura que estaba a su lado era su alimento hasta que se aburrieran del otro.
—¿Disculpa?
Su ceño estaba arrugado y la confusión no era falsa, pero el moreno sólo se concentró en los colmillos contrarios. Los había expuesto por si la posibilidad de que algo pasara entre todos, se diera.
Y no era descabellado, a tres metros de ellos habían cinco y diversos vampiros disfrutando de ellos entre sí como si nadie más estuviera alrededor.
—Que dejes de verlo, me estás fastidiando.
La chica pareció comprender, su expresión se relajó antes de tornarse incrédula—. ¿Monógamos?— preguntó con una mueca. No le respondió y eso pareció bastarle—. ¿Tú también?
YunHo se rió—. Por supuesto que no, nunca.
¿Por qué su estilo de vida, poco práctico pero que no afectaba a nadie, estaba siendo debatido de imprevisto?
Sintiendo como jalaban de su camisa, MinGi dejó de pensar en las maneras más lentas y dolorosas de torturar a sus amigos y dirigió su atención a HongJoong.
—¿Quieres ir a otro lugar?
—¿No deberían irse ellos?— farfulló y con su pulgar apuntó al cómodo trío.
—¿Donde nosotros?
Su cerebro no tardó demasiado en decirle a qué se refería el más bajo, para cuando lo entendió, se levantó sin más. Despidiéndose entre dientes.
—Tus amigos son curiosos.
—Oh cállate, son como dos malditas ampollas en el talón. Prefiero los tuyos.
El vampiro joven se rió, claro que prefería a sus amigos. Los había visto al pasar pero jamás cruzaron palabras, aparte de saludos vagos. Ni siquiera conocía sus nombres, sólo el de JongHo.
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Suspirando profundamente, MinGi cerró sus ojos cuando los labios de HongJoong se posaron cerca de su manzana de Adán. No la besó, simplemente continuó subiendo hasta llegar a la zona donde su pulso resonaba con mayor presencia. Sus dedos se aferraron a las caderas ajenas cuando su piel fue succionada. En cambio su lento corazón se tambaleó en su sitio por el gozo.
Las manos del pelinegro se deslizaron a lo largo y ancho de su tibia piel, cada tramo lo acariciaron con suavidad, sin apuros. Sus uñas participaron sin causar daños.
Los besos húmedos y las succiones al azar continuaron, sus jadeos llenaron de forma tenue el silencio de su habitación y cuando las caderas del mestizo giraron, sus entrañas se sintieron más pesadas. El calor bajo su piel se expandió por todo su cuerpo, quemando sus nervios y vaciando su mente. Sus ideas se esfumaron y la rigidez en sus músculos aumentó.
El placer los rodeó con fervor, tirando de ellos con una dulzura incomparable. Tan seductora y vertiginosa. Haciendo del íntimo espacio un infierno pasional, uno ardiente que contrastaba con la temperatura reducida de sus cuerpos. Como si sus pieles estuvieran cubiertas por la sutil calidez de inicios de la primavera, y no por el ardor abrasador de la lascivia.
Tembloroso, MinGi abrió sus ojos. Los colmillos de HongJoong lo habían apartado de su neblina propia en el instante que rozaron la zona de su clavícula. Exhalando ruidosamente por su nariz, su cuerpo se sacudió cuando aquellos finos caninos se presionaron donde yacían, ocasionando que sus tejidos se tensaran. Reticentes a la petición contraria de abrirse.
Sus dedos se enterraron sobre la tierna carne impropia y de su garganta escapó un quejido gutural cuando el pelinegro consiguió destrozar aquellos hilos de epiteliales que revestían sus músculos. Sus párpados se apretaron con fuerza entre sí cuando el calor de la próxima liberación se instaló y se enfatizó en lo bajo de su vientre.
La lengua de HongJoong se deslizó por su laceración y antes de redirigirse a otra zona, succionó la misma. Las sensaciones placenteras estallaron en el cerebro de MinGi, pero apenas pudo identificarlas y llenarse de ellas, cuando la curvatura de su cuello fue maltratada sin reservas. Esta vez su piel no opuso mayor resistencia, la rudeza con la cual aquellos colmillos se incrustaron en él, fue tanta o más, como para que siquiera existiera alguna.
Torpemente el moreno consiguió mover su mano de la cadera ajena a su miembro. Apretándolo un segundo, le arrebató un lamento estrangulado. Sin embargo, no dejó de beber. Al acariciarlo en su hendidura, sintió como el cuerpo que le apretaba, se estremecía.
Los toques sobre tan íntima parte, no duraron mucho más que un par de frenéticas caricias. El ardor de la liberación los envolvió y persuadió a sus cuerpos de dejarse arrastrar. Fue así como ambos sucumbieron al más puro de los placeres carnales.
Con sus brazos envolviéndose alrededor de la cintura de HongJoong, MinGi se hizo hacia atrás, tumbándose en su cama. Sus respiraciones agitadas, regulándose lentamente. La oscuridad quieta del entorno, adormeciéndolos.
Y a regañadientes, el noble apartó el lánguido cuerpo de la criatura sobre él. Colocándolo a su lado. Con sus pies arrastrándose, salió de su habitación y se dirigió a su cuarto de baño. Una vez allí se deshizo del preservativo y lavó sus manos. Pasando de observarse en su espejo cogió una toalla, humedeciéndola antes de volver donde el mestizo estaba.
Escuchándolo bostezar, se encargó de limpiarlo con la mayor rapidez y eficacia posible.
—Que amable.
Al levantar su mirada, MinGi dio de lleno con las brillantes y escarlatas de HongJoong. Su mueca socarrona siendo una sombra apenas visible.
—¿Prefieres que te deje dormir con toda esa basura pegajosa entre tus piernas?— inquirió con una ceja en alto.
—No me estaba quejando.— replicó con un encogimiento—. Sólo destacando tus buenos gestos, es todo.
Resoplando, el de hebras café se enderezó luego de comprobar que su tarea estaba bien hecha. Aprovechándose de la situación, golpeó el trasero ajeno con su palma abierta.
—Si ya tienes la energía suficiente métete bajo las sábanas por tu cuenta.
El pelinegro se rió abiertamente de su seriedad repentina, pero no comentó nada al respecto y obedeció. Arrastrándose hacia las almohadas con la naturalidad propia de alguien que ya había estado en esa habitación varias veces.
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