MinGi apretó los dientes, la tensión acumulada en la zona de su cuello aseverándose cada vez más. La irritación haciéndose presente. De manera fugaz se preguntó por cuánto tiempo lo estarían siguiendo. Se supone que estaban en horario laboral, carajo.
Dando grandes zancadas se encaminó directamente a su oficina. Pero antes de que pudiera cerrar la puerta, un brazo se interpuso, oponiendo resistencia y poco después, tres individuos se hallaron dentro. Viéndole de forma crítica.
—¿Se les ofrece algo?— masculló una vez tomó asiento tras su escritorio.
—Que vengas con nosotros.
MinGi no tuvo que levantar el rostro para ver quién respondió con tanta aspereza, el tono malhumorado de San lo conocía de memoria.
—¿A dónde?
—Fever.
Ante la respuesta, el moreno apretó los puños. ¿Por qué seguían insistiendo?
Él no iría a ese lugar nunca, ni en esta vida ni en la siguiente. De existir la reencarnación, claro. En nombre de Jesús, ¿por qué no dejaban el tema de lado?, llevaban dos semanas insistiendo con lo mismo.
MinGi comprendía que tenía que alimentarse, no era estúpido y sus músculos estaban tan tensos en todos sitios que se terminarían rompiendo. Pero prefería irse al campo y cazar algún conejo, que meterse a un club de mala muerte para conseguir algo de nutrientes.
En su defensa, la fachada general del lugar no le convencía. Aunque nunca haya estado allí antes. Aparentemente era un lugar donde vampiros y humanos podían convivir con total tranquilidad, disfrutar de sus placeres más retorcidos sin límites y porquería similar. No odio, no discriminación. Un espacio donde las fantasías eran eternas como la fiebre en una noche de verano.
El paraíso prometido.
Tan secreto que pocos sabían cómo llegar, supuestamente.
Pero él había hablado con algunos compañeros de su misma especie, más liberales e irreflexivos y todos habían concluido que no era tan seguro. Si te topabas con la persona equivocada las posibilidades de terminar en las noticias dado por desaparecido o en el peor de los casos, anunciado como muerto, eran altas.
No importaba cuántas décadas pasasen, habían personas que gozaban de matar vampiros. Después de todo, eran monstruos sin corazón. Seres que debían erradicarse.
Y de alguna manera, muy pero muy vaga, él no culpaba a los humanos por dicho pensamiento. No llevaba mucho tiempo viviendo, pero sí el justo como para saber que eliminaban aquello que les causaba temor y escapaba de su comprensión. Estaban tan llenos de ellos mismos que no concebían espacio para nada más. Incluso en sus creencias, limitaban cuanto podían.
Si bien habían algunos vampiros inmiscuidos entre las personas, ya sea siendo figuras públicas o simples componentes activos de la sociedad, habían otros que optaban por mantenerse al margen. MinGi era uno de ellos. Porque insistía, los humanos no se hacían a la idea de convivir con ellos en paz. No lo creían posible, de hecho.
Por esa razón, él prefería mantenerse lejos del recinto del Diablo. Aunque según los religiosos ellos eran sus siervos. Creados para sembrar el caos y robarse el alma de los inocentes.
—MinGi...
El tono de advertencia del más bajo le hizo resoplar, dejando su texto a un lado levantó la mirada. Completamente indiferente ante su disgusto.
—Dije no hace dos días, diré no hoy también.— replicó entre dientes—. Muévanse fuera y póngase a trabajar.
—Yo no soy tu empleado.— intervino WooYoung, apoyado en una pared y desinteresado.
—Entonces, ¿no tienes trabajo al cual asistir?
—No trabajo.— dijo el castaño con su ceño fruncido—. Hice dinero suficiente en el siglo anterior. ¿Así de hambriento estás?
Recordando ese pequeño detalle, asintió. WooYoung es sinónimo de flojo. Con respecto a su memoria, siempre tuvo algunos fallos, llevar un mes sin ingerir nada más que carne no era el causante.
—Usa la cabeza, por favor.— farfulló San, su tono rozando la exasperación—. Eras un noble. Necesitas algo más que flores y conejos.
Chasqueando su lengua, MinGi no encontró cómo refutar aquello. Las flores adormecían su hambre mientras que la sangre de animales pequeños le daban los nutrientes justos para poder enfrentar los días y sus largas jornadas de trabajo, pero ninguno conseguía llenarlo. No era suficiente para su cuerpo.
Tenía conocimiento de eso, maldición.
San y YunHo eran vampiros comunes. Sus respectivas familias en algún punto de la historia se habían mezclado con los humanos y fraternizado con ellos, creando mestizos. Beber sangre no era esencial para ellos, su organismo la necesitaba pero no con tanta desesperación como el suyo lo hacía. Ellos perfectamente podían pasar tres o cuatro meses incluso sin consumir una gota y sus funciones seguirían siendo óptimas. Tampoco presentarían cambios extremos hasta días después.
WooYoung en cambio...., él era un caso especial. Antes humano y ahora vampiro, el moreno siempre se preguntó si verdaderamente dio su consentimiento para que lo transformaran. Un siglo había pasado y ese tema seguía siendo delicado. Manteniendo su pregunta sin una respuesta. Lo único que sabía con certeza, es que su necesidad por sangre era tan débil como su capacidad para perdonar fácilmente.
Luego estaba él, un noble. El linaje de su familia era malditamente puro. Compuesto en su totalidad por genes de vampiros, los cuales no tenían rastro alguno de alteración o intervención humana. Nada. Ni siquiera de mestizos. Estaba "limpio". Era perfecto.
Según los de su especie, porque en su opinión personal, no lo era. Su necesidad por sangre era comparable a la de una persona ordinaria por agua. Sólo que él podía aguantar un mes o poco más sin ella. El no beberla desgastaba sus funciones, dejaba su apetito insatisfecho, su humor se iba a la mierda y sus posibilidades de amanecer muerto y no llegar a los quinientos años, incrementaban.
«Vaya perfección», escupió para sus adentros.
Y MinGi estaba dispuesto a seguir negándose, porque era terco y en verdad Fever no le daba buena espina, pero de repente una punzada de dolor atravesó su cabeza, haciéndolo callar. Encogiéndose en su silla, halló una forma acertada de describir la sensación: como si alguien estuviera despedazando sus nervios con pinzas. Tomándolos con sumo cuidado para luego tirar de ellos hasta arrancarlos fuera.
Sus amigos se acercaron a socorrerlo, aunque su manera de hacerlo fue haciendo preguntas que no podía responder y amontonándose en su espacio personal.
A sabiendas de que estaba en su límite, MinGi accedió a las exigencias del trío.
Pronto descubriría que Fever sería el menor de sus problemas.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
La primera impresión del club nocturno que el vampiro se hizo fue simple; demasiado ruidoso. Pero claro, ¿qué más podía esperar de un lugar así?, era lógico anticipar muchas cosas menos silencio.
Y de no ser por las cegadoras luces de neón, se podía decir que el recinto estaba casi sumido en la oscuridad. El moreno suponía que para brindar mayor intimidad y sensualidad. Sin embargo, no descartaba que fuera para ocultar otros aspectos que tuvieran que ver con la sanidad.
Le daba igual si estaba siendo muy crítico, pero habían caminado bastante y atravesado varios callejones para llegar, tenía fundamentos para serlo. Pese a ello, reconocía que los asientos en la zona de reservados eran cómodos.
De ahí en más, lo único que podía agregar es que quería irse a casa. Jugar con su bebé antes de ir a dormir. No se la había pasado ni bien ni mal. Y aunque debería de estar buscando a alguien para alimentarse, desde que se sentó en la mesa que sus amigos reservaron con anterioridad, no lo había hecho. En su defensa creyó que la concurrencia de vampiros sería mayor a la que, de hecho, se encontraba percibiendo.
A MinGi no le gustaban los humanos. Bueno, en realidad no le gustaba su sangre.
Excepcionales fueron los casos donde halló alguno que se adaptara a sus gustos. Si ingerían demasiado alcohol, su sabor se volvía amargo. Si estaban hasta el culo de drogas de cualquier tipo, su gusto era repulsivo y su organismo lo terminaba repeliendo. Vomitando lo poco que hubiera bajado por su garganta. Si consumían medicamentos, lo mismo sucedía.
En cambio la sangre de los convertidos, iba de un extremo al otro, pudiendo ser insípida o metálica y poco apetecible dependiendo el sujeto. Y en sólo en tres ocasiones probó la sangre de un noble y MinGi catalogaba dichas experiencias como decepcionantes. El sabor de todos había sido pesado, difícil de precisar y asqueroso.
Por todos esos motivos es que prefería la sangre de los mestizos, ellos eran más de su agrado sin lugar a dudas. La mayoría del tiempo al menos. Después de todo cada ser tenía un gusto y un paladar, diferentes entre sí.
—¿No deberías estar de cacería?
Alejando la botella de agua de sus labios, MinGi giró levemente su rostro hacia la izquierda. Encontrándose con la mirada de WooYoung, era el único que seguía con él. Aparte de dos tipos que desconocía pero eran amigos de éste. YunHo se había ido a bailar y en cuanto a San, no tenía idea. Simplemente desapareció entre la multitud.
—No hay nada que llame mi atención.— farfulló con su monotonía usual, acompañándola de un encogimiento de hombros.
Su amigo sacudió la cabeza, estaba disconforme con su contestación pero no lo suficiente como para que su buen ánimo cambie.
—Eres lo bastante viejo para saber qué hacer, me voy por un trago a la barra.— anunció, mostrándole una sonrisa fugaz antes de levantarse—. Nos vemos.
Y sin más, el castaño se fue. Él suspiró y se vació su segunda botella de agua poco después.
Mirando a su alrededor, se dijo que quizás era hora de que se moviera. Ver el entorno y quiénes estaban allí no lo iban a matar y posibilidades de perder más energía no tenía.
Pero tan pronto dicha resolución apareció por los rincones de su mente, un cuerpo se desplomó a su derecha. Pensando que era San, se giró a verlo. Y en respuesta, se encontró con una mirada castaña proveniente de unos ojos redondos que no eran de su amigo.
—¿Te molesta si me siento aquí?
MinGi enarcó una ceja—. ¿No?
Estirando sus labios en una sonrisa ligera, el chico se encogió en el lugar que anteriormente le había correspondido a San.
—Es bueno saberlo.— murmuró sin verle—. ¿Tu primera vez en Fever?— preguntó poco después, bebiendo de una cerveza que el moreno no había notado.
—Y última probablemente.— confirmó con simpleza, procediendo a coger otra botella de agua.
El tipo asintió, sin brindarle un respuesta de manera inmediata. En su lugar, prefirió darle otro sorbo a su bebida.
En cuanto a MinGi, él se hizo hacia atrás, hasta que su espalda entró en contacto con el respaldo del alargado mueble. Sus ojos manteniéndose sobre el rostro impropio, escrutándolo.
Sus facciones eran una mezcla curiosa entre sutiles y definidas en ciertas áreas específicas. Ojos redondos y grandes, su nariz no era muy larga ni ancha, al contrario, era lo suficientemente delgada y respingada al final.
Guiándose únicamente por su apariencia, podía conjeturar que aparentaba estar en sus veintes.
Y su mirada no terminó de recorrer las facciones ajenas, cuando la voz del pelinegro se pronunció.
—Siendo honesto contigo, harías bien si no vuelves.
—¿En serio?
Su contraparte murmuró una baja exclamación afirmativa para seguida de ella decirle—. No estoy seguro, pero creo que escapé a tiempo de un sujeto que estaba interesado en ofrecerme como sacrificio.— al finalizar, fingió que un estremecimiento le recorría el cuerpo.
Por esa acción, MinGi no sabría decir si lo que estaba escuchando era una tontería que intentaba ser graciosa o una verdad preocupante.
—¿Por eso estás aquí sentado?— el pelinegro asintió, rodeando el pico de su cerveza de vidrio con sus labios—. ¿Y es astuto resguardar tu integridad personal con otro sujeto desconocido?
Riéndose, el hombre más bajo se enderezó. Intentando igualar sus posturas, tal vez. Y con la gracia de una gacela cruzó su pierna derecha por sobre la izquierda, la punta de su zapato rozando superficialmente la tela de su tejano.
—Quizás no lo sea.— admitió en un susurro, sin perder su tinte juguetón—. Pero escuché que los nobles tienen buenas aptitudes sociales.— agregó sonriente, inclinando su rostro—. ¿Es eso cierto?
Y para sorpresa del vampiro, percibió como en el vacío de su pecho, su corazón daba una trémula palpitación.
—¿Cómo podría saberlo?
Su tono se proyectó inestable, lo sabía y aún así no se preocupó en hacer algo para impostar su voz.
—A menos que estés usando lentillas de colores, no pretendes que yo crea que tus ojos son naturalmente morados, ¿no?
«Así que era eso», pensó para sí. Aprovechando esa oportunidad para tomar conocimiento de su cambio parcial.
—No deberías creer todo lo que escuchas por ahí.— musitó una vez el recelo se hizo a un lado. Optando por dar respuesta a la primer interrogante.
—Ya veo.— farfulló evaluativo, estirándose hasta colocar su bebida sobre la mesa de cristal—. Lo tendré en cuenta.— le dijo sin un tono en particular, luego de unos pocos segundos—. Por cierto, soy Kim HongJoong.
—Song MinGi.— pronunció el moreno, aceptando el apretón ajeno—. Un gusto.
—Al contrario, el gusto es mío.
Cogiendo una profunda inhalación, el más alto de ambos se recordó que el contacto entre sus manos estaba supuesto a ser efímero, como cualquier saludo debería de serlo. Así que fue él quien se alejó primero.
—¿Bailas, Song MinGi?
El aludido no pasó por alto la forma en la que cada letra que componía su nombre había sido arrastrada fuera de aquellos labios. Intencionada y cuidada.
Para sus adentros no dudó en reconocer las habilidades de la criatura. Era astuto.
Pero a diferencia de él, MinGi tendía a reflexionar sus acciones antes de tomar una decisión. No le gusta correr riesgos si sabía que obtendría perdidas. Tampoco era alguien que se fiara de extraños de buenas a primeras, por más descaradas que fueran sus insinuaciones. Sería demasiado imprudente de su parte sólo seguirle el juego al pequeño ser. Si su criterio le fallaba, terminaría insatisfecho y enredado con quién sabe quién.
Se supone que debería de estar considerando todas las posibilidades con mayor seriedad, incluso aquellas que fueran impensadas y un tanto exageradas. Sin embargo, allí estaba, levantándose y extendiendo su mano al impropio. Aunque bailar no le gustara y ninguno supiera a ciencia cierta en qué se estaban metiendo.
Pero la sensación vertiginosa que los envolvía y los empujaba a ser irreflexivos era más tentadora que la racionalidad monótona que debería de estar prevaleciendo por sobre cualquier otra cosa.
Y luego de que su invitación silenciosa fuera aceptada, el par anduvo entre muchos cuerpos hasta encontrar un espacio lo suficientemente despejado. Espacio que en realidad era casi un rincón oscuro de la pista.
Y se supone que habían ido allí para bailar, siguiendo el ritmo de la música ruidosa y un tanto acelerada. Pero sus tiempos eran incompatibles con aquellos que conformaban la pieza que se hallaba sonando por el recinto.
Es más, cualquiera que los viera podría decir que no estaban moviéndose demasiado.
Es como si ambos estuvieran suspendidos en algún punto indescriptible. Sus cuerpos a una distancia justa; ni muy lejos ni muy cerca. Las manos de MinGi posadas en las caderas de HongJoong, mientras que las manos de éste se mantenían enredadas en el cuello impropio.
Cuando hubo un amague de acercamiento por parte del vampiro, el pelinegro le mostró una sonrisa altiva y se apartó. Sin romper el contacto, simplemente se giró sobre su eje y apoyó su espalda en el pecho contrario. Deslizando sus palmas por los brazos del moreno, los pegó más cerca a la zona de su vientre.
Y recién ahí fue cuando comenzaron a moverse. Intentando seguir el compás de la música y no el de sus impulsos.
Hubieron algunos movimientos más desordenados que otros entre ellos, pero nada muy relevante. Sus cuerpos se acercaron y algunas veces se alejaron, sus manos formando parte del jugueteo. Tocando por ahí y por allá. Apretando o dejando una caricia al pasar.
Ni siquiera se puede decir que entraron en calor cuando lo cortaron, volviéndose a enfrentar. La espalda de MinGi chocando con la pared tras él a causa del empujón de HongJoong. Sus músculos no se resintieron y el impacto no le provocó nada más que un leve cosquilleo.
La pequeña criatura pegó sus cuerpos hasta que el aire dejó de interponerse entre ambos, aunque no hubiera ninguno. Sus labios rosados se estiraron en una sonrisa sugerente y los colmillos de MinGi ardieron por la tentación de ver la piel expuesta en el área de su garganta. Un músculo en su frente palpitó incluso.
—¿No te dijeron que jugar con el Diablo podría traerte consecuencias?
Su inquisición fue pronunciada una octava más baja de su tono natural y todo por la manera en la cual se estaba intentando contener.
El mestizo no le dio una respuesta de inmediato, al contrario. Se tomó su tiempo, ladeando su rostro a la izquierda en una acción calculada. Podía notarlo. Y en acompañamiento a ella, estuvo su dentadura. Quedando expuesta en un gesto intencionado y malicioso.
Inevitablemente, sus ojos se entretuvieron allí. Y en la acción que el pelinegro ejecutó poco después, una que ocasionó que las sombras alrededor de su corazón lo sofocaran. HongJoong asomó su lengua ligeramente por entre sus dientes superiores, deslizándola de un lado al otro. Para detenerla particularmente sobre su canino izquierdo. Lo observó acariciarlo y cerca del final presenció el vigor con el cual presionó su órgano contra su colmillo. El corte que se produjo fue insignificante y pequeño, pero de todas formas la sangre surgió.
Las aletas de la nariz de MinGi se expandieron por cuenta propia, inhalando la escasa fragancia que llegaba hasta él. Por ser una herida reciente, lo primero que captó fue frescura y para desgracia de sus nervios débiles, venía acompañado de la esencia inconfundible de lo dulce.
—Me gustan los riesgos.— susurró con sus labios estando a una corta distancia de los suyos—. ¿A ti no o es que ya tuviste suficientes?
No se molestó en responder. Encontraba más importante unir sus bocas que hablar.
Y apenas entraron en contacto, su lengua se deslizó en la cavidad impropia. Presionándose con la ajena, exigiendo y quitando. Sus lenguas se frotaron entre sí y también se enredaron.
Al separarse, los labios del moreno descendieron por la mandíbula ajena y se presionaron donde el tumultuoso pulso contrario yacía. Al succionar la piel que protegía las venas del pelinegro, lo escuchó contener el aliento. Repartió un par de besos húmedos en la zona mientras que sus manos inquietas se deslizaban dentro de la prenda superior ajena. Acariciando su espalda vagamente.
Haciendo los preparativos a un lado, sus colmillos se colocaron en posición y en un movimiento rápido, se empujaron hacia abajo. Desgarrando la piel en segundos, abriendo cada tejido a su paso. El cuerpo de HongJoong se estremeció y los ojos de MinGi se cerraron. Disfrutando del sabor llenando su organismo y del quejido adolorido que llegó a sus oídos.
Su agarre se tensó y continuó bebiendo. El sabor dulce de la sangre trasmitiendo oleadas de placer a su cerebro. Saciando lentamente un poco de su hambre.
Las uñas de la pequeña criatura entre sus brazos se enterraron en la carne de su espalda cuando sus caninos descendieron un poco más, completando aquellos miserables milímetros que le faltaron.
Estaba dispuesto a ir por un segunda ronda, cuando un inesperado y agudo grito se escuchó no muy lejos de ellos.
Caminando fuera de su nebulosa de placer, MinGi consiguió enfocar a una chica que miraba en su dirección. Estaba pálida y genuinamente horrorizada. Contrayendo sus colmillos, el noble deslizó su lengua por las laceraciones recientes. Limpiando los rastros de tejido líquido allí habidos.
En consecuencia, se halló liberando al vampiro más joven. Y los ojos escarlata de éste le dieron la bienvenida, la cual acompañaron con una mirada perezosa.
—Deberíamos volver donde nuestros amigos o nos meteremos en problemas.
Sus palabras fueron audibles pero notablemente arrastradas, tal vez y sólo tal vez, se había excedido. Pero su mente no reparó en ello por mucho tiempo, los vistazos curiosos que comenzaban a recibir lo opacaron.
—Creí que te gustaban las experiencias fuertes.— replicó una vez empezaron a alejarse.
La risa del más joven fue lo primero que llegó a los oídos del moreno, sus ojos en cambio, captaron la rapidez con la cual se giró para verlo y la comodidad, por no decir osadía, con la cual estiró sus brazos y enredó sus manos juntas. Caminando de espaldas y con sus ojos enfocándolo.
—Lo hacen, pero prefiero evitar las que podrían terminar conmigo en alguna funeraria.
—Inteligente, creo.
Ladeando una sonrisa, HongJoong se detuvo y por consecuencia, MinGi lo hizo también. Sus manos se soltaron y confundido, el mayor observó como lo que parecía ser una tarjeta, era colocada sobre una de sus palmas.
—Salí del trabajo así que las tengo conmigo.— murmuró el más joven, más para sí que para el contrario—. Fue agradable pasar el rato contigo, espero nos veamos pronto.
«¿Qué rayos...?».
HongJoong había desaparecido de su vista, como si fuera niebla. Simplemente se fue. Dejando a MinGi sin palabras. Con su ceño arrugado fijó sus ojos sobre el papel en su mano, era una tarjeta de presentación.
Había un nombre, un número de teléfono y el nombre de una empresa que no conocía.
El vampiro hizo dos observaciones. La primera constó de lo impredecible que había sido el sujeto y la segunda tuvo que ver con su día en aspectos generales; había sido como una montaña rusa, decretó antes de moverse hacia la salida.
Sus amigos estaban divirtiéndose por ahí, así que él se iría a casa.
❄
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro