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Un lugar seguro (Npc's rescatados)

(Me encanta esta foto 👆 :3 )
Petición de @miguelito743

La cazadora bajaba las escaleras del Distrito de la Catedral con las ropas llenas de sangre. Su bastón enroscado iba arrastrando y se sentó al final de las escaleras. Miró la entrada de la catedral y suspiró. Quería descansar y era el único lugar seguro de la zona. Pero ahí no se puede descansar tranquilamente.

Suspiró y se levantó para entrar despacio.

- ¡La cazadora ha vuelto!

El primero que le daba siempre la bienvenida era el extraño individuo de la capa roja, aunque estuviese al final de la estancia.

Su risita y sus raras pintas desde el primer momento le parecieron curiosas y cualquiera sospecharía de él, pero resultó ser sólo un simpático incomprendido.

- ¡Cariño! ¡Ven, mira! Te estoy tejiendo una bufanda bien calentita, que por la noche ya hace frío...

La segunda solía ser la abuelita. Puede que delirase varias veces y pensase que la cazadora era realmente su nieta, pero le regala algunos sedantes cuando la veía decaída y estaba entretenida y tranquila en su sillita.

Adella hacía una parada en sus rezos para darle un saludo breve y continuaba con sus oraciones. La cazadora la notaba cada día más distante. La tensión se notaba cuando  hablaba de Arianna, la prostituta que esperaba sentada en la silla a que la cazadora subiese los escalones para saludarla. Puede que no se llevara bien, y hace poco, la cazadora la escuchó reírse sola.

Y luego estaba el que no saludaba, no se despedía, ni nada por el estilo. Sólo pelearse y lanzar indirectas hacia todos que hacían daño. La única que no se callaba y le respondía era Arianna, que tenía su genio.

La cazadora se sentó en las escaleras justo al lado de la silla de Arianna para descansar, y ella acarició su pelo despacio. Era la que mejor le caía de su... estraña familia de la catedral.

- Si si... hola querida cazadora mía, cariño, amada y respetada por todos... - decía ese hombre sentado al lado de la puerta - ... ¡Mentirosa! ¡Que me dijiste que me fuera a otro lugar para que me matasen y vine yo sólo aquí! ¡Ja, que listo soy!

- Tú lo que eres es un idiota engreído - le respondía Arianna - Ella te recomendó la clínica para que experimentasen contigo, ¡Bicho raro!

- ¡Callate tú, puta!

- No me des esas voces que puedes ser hijo de una de mis amigas del burdel, ¡hijo de puta!

La cazadora suspiró largamente con la cabeza caída a un lado. Todos los días así... siempre igual... y no callaban.

- ¡Si aguantarte antes de vecina era un coñazo imagínate ahora!

- ¡Piensa un poco en mí, que tengo que ver tu estúpida cara todos los días! ¿Por qué crees que me siento dándote la espalda? - Arianna era buena devolviendo las pullas.

- ¡Porque es lo que acostumbras a hacer cuando estás con un hombre en la cama, te falta inclinarte, guarra! - pero el otro no paraba.

- ¿¡A que bajo y te reviento la boca?! - Arianna se levantó enfadada.

- ¡Ven si te atreves, que te reviento la tuya a poll*zos!

La cazadora lanzó un disparo al techo con su trabuco que los silenció a todos. Adella dejó de rezar y de taparse los oídos asustada. La abuelita, que ignoraba de una manera brutalmente asombrosa esa pelea mientras tarareaba, se le cayó el ovillo de lana al suelo mientras tejía, y el encapuchado rojo se escondió un poco en su tela.

La cazadora bajó lentamente las escaleras hasta ese hombre desconfiado con gran seriedad.

- Hey, hey... vale, ya paro, no te acerques... - dijo él subiendo los pies a donde estaba sentado.

La cazadora lo agarró de un brazo y lo retorció en su espalda. Al estar en ese sitio, no tenía escapatoria. Lo sacó de la catedral sujetandolo con fuerza y giró el carro hacia la derecha mientras él gritaba.

Su voz se volvió muda y sus ojos se abrieron como platos al ver de espaldas a ese monstruo vestido con túnicas negras y un saco con sangre en su hombro. Si seguía gritando y retorciéndose, se daría cuenta de que estaban ahí.

La cazadora lo empujó un poco más hacia él sin soltarlo y él se negó temblando. Le daban mucho miedo esos tipos tan grandes. Era un aviso. Como siguiera metiéndose de esa manera, no ya con la cazadora, si no con las prostitutas, formaría parte del saco de ese monstruo.

Ella le puso la zancadilla y lo tiró al suelo y después se fue a la puerta. El hombre se apresuró a levantarse y correr al interior de la catedral, pasando por el lado de la cazadora que lo esperaba por si ese hombre del saco lo perseguía, pero no fue así. Si ese hombre pudiese ver lo que ella, con gran lucidez veía, le hubiese asustado de una manera mucho mayor. Miró a lo alto de la catedral, donde Amygdala el Grande estaba enganchado mirándola. Los humanos ignoran que los dioses están entre nosotros.

Volvió dentro de la catedral y subió las escaleras hasta Arianna, y se cruzó de brazos mirándola hasta que le pidió disculpas. Le agradecía que la defendiese y tuviese su genio, pero que no se pasara.

Ella respetaba ese oficio como cualquier otro, y por eso mismo aceptó su sangre como su regalo, para demostrarle que la excusa de ser prostituta le daba igual. Cosa que a Adella no le hizo ninguna gracia.

- ¿¡A ella no la sacas fuera?! - le gritó el hombre antes de sentarse.

La cazadora le miró rápidamente mandándolo callar y con la amenaza de sacarlo fuera de nuevo. Así que el hombre se sentó de nuevo criticando en voz baja.

La abuelita miraba alrededor suyo.

- Oh, me he quedado sin regalitos para la cazadora... ¡salgo fuera un momentito, ahora vuelvo!

La cazadora abrió los ojos y miró a Adella, que se levantó rápidamente para ir con la abuelita.

- ¡Señora, por favor, no salga! - fue tomandola del brazo.

- Pero tengo que ir a por regalitos para la cazadora, ella tiene problemas...

- Miré, encontré el otro día - ella sacó de su túnica tres sedantes - yo no los uso, regaleselos a ella...

- ¿De verdad? - dijo ella tomándola - ¿Tú no tienes problemas?

- Yo estoy bien... - mintió ella llevándola de nuevo a su silla.

Esas tres tenían un círculo monótono. La abuelita le regalaba siempre sedantes a la cazadora porque le hacía ilusión ayudarla, y cuando se le acababan quería salir fuera dola a buscar más. Así que la cazadora, cuando la abuelita dormía, le daba esos sedantes a Adella, para que evitase que la abuelita saliese de la catedral y darle los dichos sedantes. Y así sucesivamente para evitar que a la abuelita le pasara algo. Ella estaba algo mal de la cabeza y no recordaba muchas cosas, por eso cada vez que Adella se los daba, era como la primera vez.

El tipo aguafiestas le repetía una y otra vez que se diese cuenta del engaño a esa vieja loca, pero para la abuelita... era como si ese hombre no existiese. No lo oía, no lo miraba, no le hablaba.

La cazadora se sentó en una silla como la de Arianna entre ella y el hombre de la capucha roja una vez que se cambió de atuendo. Suspiró largamente al encontrarse cómoda.

- Cazadora... - le llamó el hombre de rojo - ¿Has encontrado a alguien más para traer a este lugar seguro?

La cazadora asintió pesadamente.

- ¡Aquí no traigas a nadie más, que estamos llenos! - gritó el hombre de la esquina.

Pero ella les indicó que tuvo que matarlo.

- Vaya, al final no eres tan tonta, hiciste bien en matarlo - dijo cruzando los brazos.

- ¡Tú tendrías que haber sido ese hombre! - le gritó Arianna.

- ¡No empecéis de nuevo, por favor!  - dijo el hombre de rojo - ¡Sus razones habrá tenido, y señor, aquí hay sitio de sobra para los cuerdos desamparados! - él se giró hacia ella con una sonrisa comprensiva - Explícanos, cazadora...

La cazadora suspiró y empezó a contar su estancia en el Bosque Prohibido. Les contó que en una enorme casa encontró a un hombre en el tejado que no era un monstruo, asi que se acercó a verle y a comprobar que estaba cuerdo.

Entonces vio a su lado un par de cadáveres y que ese hombre de rodillas estaba limpiando su sangre con un trapo. Al hablar con él, se dio cuenta de que era un tipo muy agradable y lo más importante: cuerdo.

Sin embargo, mientras el hombre contaba su situación, la cazadora no podía evitar pensar en una cosa: ¿Que hace un tipo cuerdo, sólo en un tejado de una casa llena de monstruos, en medio de un bosque, limpiando la sangre de dos cadáveres del techo?

Disimular. Eso acabó deduciendo. Comprendió que era un monstruo que había matado a esas personas y que al ver venir a una cazadora quiso disimular... limpiando, mismamente. Así que tuvo que matarlo para que no engañase a nadie más.

La historia era tan curiosa y tan fantasiosa que acabaron todos por creerla, menos ese tipo enfadado de la esquina. Ninguno tenía motivos para sospechar de la cazadora.

- Oh, bueno... en ese caso, gracias, cazadora. Tu intuición nos ha salvado a todos. - el hombre de rojo sonrió cruzando las manos.

En ese momento, todos oyeron unos pasos haciendo eco y se pusieron alerta. Si daba eso, quería decir que venían desde las escaleras de la capilla de Oedon y miraron todos a la cazadora. Ella no se ponía en guardia por si era un enemigo.

- Cazadora... hay alguien... - susurró el hombre de rojo.

La cazadora sonrió levantando la cabeza. Desde la puerta asomó una pequeña niña rubia que entro tímidamente.

- Esto... hola... esto es... ¿la capilla de la Catedral? Una cazadora me dijo que esto era un lugar seguro...

Tenía las piernas sucias del agua ponzoñosa de las alcantarillas y los ojos rojos de haber llorado mucho. También llevaba un broche rojo muy bonito. Sonrió aliviada al ver a la cazadora sentada y mirándola.

- Si... tiene razón - dijo el hombre de rojo a la niña con una sonrisa tierna- ... este es un lugar seguro.

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Oye, pues es el más largo hasta ahora, ha sido interesante hacerla :3

Esta es mi visión de los npcs que conviven en la catedral (en mi caso)




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