Mi princesa celosa (Henryk)
La cazadora llegó a la siguiente zona en que invocaria a Henryk. Tenía muchas ganas de pasar un rato con él, ultimamente ella no había tenido tiempo que dedicarle al cazador. Por eso le tenía una pequeña sorpresa preparada.
Había asesinado a la cazadora que bajaba las escaleras sin ningún escrúpulo, porque tenía en su mano una campana de invocación y se dirigía a unos mensajeros que seguro que invocaban a Henryk. Ni muerta iba a dejar que esa mujerzuela invocara a SU Henryk y lo pusiera en su contra.
Tocó la campana y se fue corriendo a esconderse tras una esquina. Tenía que salir perfecto. Ojalá le gustase.
Henryk apareció mirando alrededor y se encontró solo. Miro a su alrededor, a los sillones rojos, las grandes estanterías, esa gran lámpara del techo... pero no había nadie. Vio a la cazadora tirada en un rincón del suelo y en un segundo se temió que fuese SU cazadora.
Pero no, esa cazadora no era tan bonita, ni mucho menos. Vio las heridas, hechas con furia y rabia en la cabeza y en pecho y le faltaba una mano. Cualquiera diría que lo hizo una bestia, pero Henryk al ver a una campana de invocación llena de sangre detrás del cadáver... sólo pudo deducir que era una bestia celosa. Muy celosa.
Sonrió de lado y miró con disimulo a una esquina donde una sombra se movió un poco. Se quitó de ahí y se fue caminando hacia el sillón tranquilamente, como si no hubiese visto nada y sólo iba a esperar a que apareciese su invocador.
La cazadora tomó aire y se miró a un pequeño espejito. Se puso bien el pelo y se armó de valor. Dio dos pasos saliendo y miró a los sillones buscando a su cazador. Él sabía desde el principio que algo se trama su cazadora, así que quiso seguirle el juego a ver que tramaba.
Levantó la cabeza para mirarla... y no puedo apartar la vista de su hermoso vestido burdeos. La cazadora sonrió tímida mirandolo. Se había puesto el vestido que encontró en un cofre del castillo de Cainhurts y se había soltado el pelo. Henryk la miraba sorprendido, verla con otra ropa... parecía otra persona distinta.
Se dejó caer en el sillón de una manera... provocativa y analizó con la mirada a la cazadora que se acercaba con paso lento luciendo su vestido.
(Soy muy fan de esta imagen, la amo)
Ahora más que su cazadora era... su princesa. Su princesa celosa.
Ella se dio una vuelta enfrente de las escaleras para que él pudiese verla por todas partes. El rubor de sus mejillas delataba que era la primera vez que se arreglaba para un hombre.
Henryk le indicó con dedos que se acercase sin quitarle la mirada de encima. Llevar el vestido con el corsé le hacía darse cuenta de las curvas tan bonitas y provocativas que tenía su caza... su princesa.
Se levantó cuando ella llegó a su lado y tomó su mano haciendo una profunda reverencia. La cazadora intentaba esconder su sonrisa y sonrojo, pero los ojos del cazador podían verlo todo. Bajó la tela que tapaba su cara su besó la mano de su princesa.
Luego volvió a sentarse tirando un poco de su mano y la invitó a sentarse en sus rodillas. La cazadora iba a hacerlo como muchas otras veces, abriendo las piernas, pero se detuvo. Con vestido no se hace eso, y se sentó de lado sobre las rodillas del taciturno cazador. Él acarició sus piernas por encima del suave vestido mientras rodeaba con la mano libre su cadera para que no se cayese.
Ellos habían estado juntos así algunas veces, pero siempre en el bosque o en Yharnam, así que no podrían disfrutar de la comodidad de un lunario abandonado, con cómodos sillones y el silencio de la biblioteca.
Ellos no se quitaban ojo, sólo para ver de vez en cuando las manos del contrario acariciar la ropa del otro por encima de las telas, a veces con una lentitud desesperante. La cazadora no necesitaba preguntarle si le gustaba... pues el cazador se la comía con los ojos. Le encantaba ver a su cazadora convertida... en su princesa celosa. Demostraba que no dejaba de ser cazadora tuviese la ropa que fuera.
Ella le sonrió con un poco de sonrojo y el cazador tomó sus mejillas para acariciarlas con los pulgares. Se preguntaba cómo podía ser tan dulce a veces. Lo volvía loco. La cazadora agarró uno de sus dedos con los dientes y tiró suavemente del guante para quitárselo y dejar sus manos descubiertas. Henryk no dejaba de mirarla. Ella quería que le tocase directamente, sentir la calidez de su cuerpo.
Las manos del cazador se pusieron en su cintura y empezaron a trepar lentamente por sus laterales y su abdomen, y ella se quitó el pelo del pecho sin dejar de mirarlo. Llegaron a sus senos y pasaron por encima alargando sus caricias y haciendo un poco de presión, a lo que ella dio un suspiro cerrando los ojos. Henryk nunca la había tocado así.
Sus manos llegaron a la piel de su pecho y cuello, eran cálidas y la acariciaban con las yemas de los dedos, haciéndola estremecer. Llegaron a sus mejillas y la cazadora las tomó mientras abría sus brillantes ojos un poco. La mirada del cazador había cambiado a una de depredador, que la miraba deseando devorarla. La cordura de sus ojos desapareció cuando ella metió la punta de uno de sus dedos en la boca y lo mordió despacio.
Henryk sacó su dedo y descendió por su cuerpo hasta sus senos de nuevo, pero esta vez arrastrando su escote con los dedos para bajar su vestido.
La cazadora sonrió negando y quitó sus manos de su cuerpo. El premio vendría cuando Rom, la araña vacua (como la odio) estuviese muerta. Pero un beso, sí que le daría a su cazador.
Se apoyó en su pecho y se inclinó a besarle como le gustaban, un beso largo y lento... que Henryk hizo más apasionado y fogoso mientras acariciaba sus caderas. Henryk acarició su lengua con la suya mientras hacía gimotear a la cazadora sonrojada.
Al separarse rápidamente besó su oído, cuello y pecho mientras empezaba a desabrochar la parte trasera del vestido.
La cazadora suspiró mientras se rendía con una sonrisa. Bueno, es importante ir relajado y desfogado a una cacería, ¿no?
*
*
*
Regresaron ambos tomados de la mano y llenos de sangre después de su enfrentamiento con la araña. La cazadora llevaba su ropa normal y una sonrisa tonta y boba. Su cazador, y ahora su amante, era totalmente suyo.
Cuando apareció ese brillo verde azulado del cuerpo del cazador, se apresuraron a besarse y a despedirse... no hasta dentro de mucho tiempo.
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