La cita ideal (Alfred)
Damas y caballeros, cazadores y cazadoras, por primera vez en esta recopilación de One-Shots de Bloodborne, tenemos... ¡La primera cita!
Hemos tenido one shots de todo tipo, ¡¡pero por fin una cita!!
Vamos a ver que tal me sale :3
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En lo alto de una torre en el distrito de la catedral, un chico rubio estaba sentado en el borde mecía sus pies nervioso. Estaba vigilando un camino escondido que salía desde la plaza central con nervio. Llevaba horas ahí subido esperando a que alguien apareciese de vuelta en ese camino.
Una preciosa y joven cazadora había partido en busca del legendario Castillo de Cainhurts, y por lo visto, lo había conseguido. Sin embargo, él nunca lo encontró. Deseaba llegar allí para encontrar a la reina de los Sangrevil y darle muerte, pero esa pequeña se había adelantado.
Siempre que seguía ese camino llegaba al Paso del Osario de Hemwick, pero nunca conseguía una salida para el castillo. Y por un lado tenía un poco de impotencia por tanto tiempo perdido, pero por otro tenía felicidad de que la cazadora siguiese con su viaje fructíferamente.
Se enamoró al momento de esa pequeña niña dulce de ojos azules y cabellos rubios atados en una trenza floja apoyada a un hombro que recorría un poco perdida las calles del Distrito de la Catedral con un enorme martillo eclesiástico al hombro. Tan pequeña, menuda y tan fuerte. Pero no cambiaba su arma a una más fácil de manejar.
Estuvieron hablando durante días mientras él fingía encuentros casuales para poder estar cerca de ella y poder conocerla un poco más. Era simpática, abierta, cariñosa, curiosa... ya no se encontraban chicas así gracias a la purga de Yharnam.
Escuchó unos pasos detrás de él y se giró rápidamente. Vio aparecer a una cazadora rubia, con una trenza y un martillo eclesiástico. Pero no era la chica que esperaba.
- Alfred... - dijo ella acercándose.
- Henriett... - le contestó ella mientras dejaba el martillo para sentarse a su lado - ¿la sigues esperando?
- Sí... bueno, no... pero que si la estoy esperando, estoy preocupado...
- ¿Preocupado por mi hermana pequeña?
- Sí... bueno, no... ¿eh? – Alfred dejó de mirar el camino para mirar a la vieja cazadora para nada vieja.
Henriett rio mientras mecía sus piernas. Alfred la inspeccionó bien la cara. Sí... realmente se parecían una barbaridad. ¿La linda cazadora hermana pequeña de Henriett? Eso explicaría por qué no deja su martillo eclesiástico.
- Sí... mi linda hermanita atrae, ¿verdad?
- ¿Cómo... cómo se llama? – preguntó parpadeando rápido.
- ¿Me estás diciendo que te has enamorado de ella sin saber su nombre?
Alfred se quedó mirándola fijamente. Tras unos segundos, asintió despacio.
- Que te lo diga ella entonces – contestó Henriett mirando al frente.
- Vaya... esto es un tanto incómodo... ¿no te incomoda que hable de ella contigo?
- En absoluto... - dijo ella sacando dos botellines de cerveza – Lo creas o no, sienta bien que dos personas hablen de aquella a la que aman... de forma diferente, no sé si me entiendes... no hay... muchas personas con las que hablar...
- Sí... - Alfred cogió el botellín que le ofreció y volvió a mirar el camino – Henriett... no sé cuántos te habrán dicho que les gusta tu hermana, pero lo mío, te aseguro que aunque ha sido corto, no es para nada pasajero. La quiero de verdad...
Henriett dio un trago al botellín sin mirarle y se quitó el sombrero.
- La gente no sabe que somos hermanas, por eso nadie me dice nada, eso tendrás que preguntárselo a ella... su número de pretendientes. Aunque Alfred... tú me caes bien. Eres sincero y firme con tus ideas. Tienes tus objetivos claros y tienes futuro. Eres líder de los Ejecutores, ¿no?
- No quiero que ella se interese por mí por ser líder de una asociación. Hay un hombre aquí detrás, dentro de estas ropas... ese tipo sincero de ideas claras que dijiste...
- Alfred, estoy realmente lejos de ser un psicóloga – dijo riendo – no tienes que intentar quedar de buenas conmigo. ¿Qué intentas? Si lo que estás intentando es hacer que me caigas bien para que te de buen visto para mi hermana, eres un primitivo.
Alfred suspiró mirando el pasillo escondido.
- No lo sé... no soy un caballero, no tengo mucha experiencia con mujeres y mis objetivos son... un poco extremos. Sabes por lo que quiero matar a la reina de los Sangrevil...
- No me importa – dijo acabando el botellín – eso le tiene que importar a mi hermana. Parece que me estás tirando los tejos a mí...
- ¡No, no, no! ¡quiero decir...! ¡Que quiero a tu hermana! ¡Y quiero tu aceptación para que cuando vuelva por ese camino bajar a recibirla antes que tú y...!
Alfred apretó la mandíbula y los puños. Sacó de sus ropajes una pequeña caja y la sostuvo entre sus manos. Henriett alzó una ceja mirándolo. Cogió el mango de su martillo eclesiástico y lo desenganchó para sacar la espada sin hacer ruido.
Alfred abrió la caja para enseñar la runa de Caryll Fulgor. Henriett suspiró aliviada.
- Por pocas te pongo la espada en el cuello... ¡pensaba que sería un anillo! ¡Te mataba!
- ¡¿Un anillo?! – dijo mirándola con un sonrojo - ¡No! ¡Eso... es demasiado rápido! Quiero respetarla... ir despacio... ella se lo merece... - dijo con una pequeña sonrisa tierna.
- Mi hermana, Alfred... - dijo ella guardando la espada - ... se merece el mundo. El mundo entero. Se merece todas las cosas buenas y ella siempre lo niega. Tiene una humildad en su corazón tan grande que siento envidia, pero orgullo de que esa sea mi hermana. Así que a mí no tienes que pedirme permiso, o hacer que me caes bien. Sólo inténtalo y espero que te vaya bien.
Ella dio dos palmaditas cariñosas a su hombro y se levantó recogiendo para marcharse. Alfred miró al frente cerrando la caja. Estaba nervioso, pero su corazón estaba tranquilo. Ahora sólo quedaba que él tuviese el valor para acercarse luego a ella y... empezar a unir sus destinos.
Antes del anochecer, una sombra apareció por el camino. Alfred tenía los ojos cerrados pero abría uno de vez en cuando por el cansancio. Al verla llegar, se apresuró a levantarse del borde casi tirando por la torre su Rueda de Logarius y se precipitó a bajar corriendo a su encuentro. La vio desde lejos venir arrastrando su martillo con cansancio mientras subía la pequeña cuesta.
El corazón de Alfred se llenó de calor al verla venir desde arriba y sonrió tontamente. Se echó el pelo hacia atrás y bajó caminando a su encuentro.
- ¿Cazadora? – dijo a unos metros de distancia.
Ella levantó la mirada y le dedicó una sonrisa tranquila. Llevaba el mismo atuendo que su hermana mayor y su trenza estaba desecha y algunos mechones cruzaban su cara. Ella estaba bonita de cualquier forma, o eso pensaba Alfred. Él se acercó un poco al ver que sus ojos azules se nublaban y corrió a ofrecerle sus brazos antes de que ella se desmayara.
La cazadora se sujetó la cabeza apoyada en sus brazos, y Alfred la vio más cerca que nunca.
- ¿Estás bien? Tienes mala cara... seguro que estás agotada...
La cazadora negó un poco sonriendo mientras se levantaba apoyada en sus brazos. Dijo en un susurro que descansando en su casa junto a su hermana, al día siguiente estaría como nueva.
- Permíteme acompañarte a casa... no me gustaría que te desmayases y... de noche la actividad de los monstruos incrementa. Así que... así que... - él rascó su nuca intentando acabar la frase.
La pequeña cazadora apartó de su cara los mechones sueltos riendo despacio. Nervioso estaba muy mono. Sonrió asintiendo mientras ponía sus pequeñas manos sobre su antebrazo. Alfred se tensó un momento pero dejó escapar una risa nerviosa.
- Te acompaño... tú me indicas el camino... no te desmayes o me las veré con tu hermana...
Sonrieron y empezaron a caminar despacio hacia la casa donde la cazadora vivía con su hermana. Además... así Alfred sabía dónde vivía su enamorada y su futura cuñada.
Llegaron a la gran catedral y giraron a la derecha. Vivían en una de las casas alejadas cerca de la iglesia donde, supuestamente, había un monstruo invisible que sólo los cazadores podrían ver. La cazadora llamó a la puerta de una manera singular. Su hermana se apresuró a abrir y sus ojos se encontraron rápidamente con Alfred.
- Te veo hasta en la sopa, Ejecutor... - le quitó a su hermana de sus brazos y la metió en la casa.
- Perdona, Henriett, pero...
- Pero nada. Ya sé lo que has hecho. Gracias... pero ahora esta señorita necesita descansar – dijo abrazando a su hermana pequeña y quitándole sus armas.
- Sí, claro, claro...
La pequeña cazadora se marchó hacia el interior de la casa y Alfred procedió a retirarse, pero la detuvo la mano de Henriett.
- ¿La has invitado a salir, al menos?
- ¿C-cómo? – dijo Alfred sorprendido.
- ¿Qué excusa tienes para la próxima vez que la veas? ¿Otro estúpido encuentro casual en la ciudad? No juegues con mi hermanita, ve directo.
Alfred tragó saliva e hinchó el pecho.
- Llámala.
Henriett sonrió de lado y llamó a su hermana pequeña. Apareció con el pelo suelto y parte de su ropa quitada. Alfred evitó mirarla a los ojos con un pequeño sonrojo. ¿¡Es que esta chica no se da cuenta del impacto que tiene sobre él?!
- Me gustaría... quedar contigo pronto... para hablar, conocernos un poco... ya sabes... dentro de un par de días, cuando... estés descansada y recuperada totalmente. Bueno, sólo si quieres, yo no te obligo...
Fue interrumpido por una risita de la cazadora que asentía felizmente.
- ¿E-Eso es un sí?
- ¡Claro que sí, joder! – Henriett agarró la puerta - ¡Ahora vete que tiene que descansar! – empujó a su hermana para adentro, para que no viera la sonrisa socarrona que le dedicaba a Alfred antes de cerrar la puerta.
Alfred se quedó muy aturdido ante la forma de hablar de Henriett, pero comprendía que tenía que verse dura ante los ojos de su hermana, que no parezca que casi estaba siendo la celestina entre esos dos. Caminó despacio con una sonrisa socarrona y algo tonta. Tenía una cita. Todo el día subido en la torre esperándola había tenido sus frutos.
Durante los días próximos, Alfred consiguió ir a Cainhurts y completar su objetivo de asesinar a Annalise. Quería que en su cita con la cazadora demostrarle que era un hombre serio, con principios, y de ideas claras.
Habían quedado en el lugar dónde se conocieron por primera vez, en aquel lugar cercano a la entrada de Viejo Yharnam. Alfred estaba de espaldas mirando con cariño la caja. Tenía pensado un sencillo paseo en que conectarían mucho más y entonces le ofrecería pertenecer a los Ejecutores junto a él. Y bueno... poco a poco, poco a poco... haría todo lo posible por que naciera algo bonito entre ellos.
Tan sumido en sus fantasías y deseos de futuro, que no sintió a una sombra acercarse tras él con una daga escondida entre sus ropas.
A la tarde, la pequeña cazadora salió de su casa con su atuendo de cazadora y sus armas. Su hermana le prohibió ir de fácil en la primera, y no le daría ese gusto a Alfred de ver con lindas ropas a su hermana. Ella caminaba con un pequeño sonrojo de felicidad. Era su primera cita y esperaba no estropearlo con su timidez. Se paró en la puerta y tomó aire profundamente para entrar con una sonrisa... que pronto se le quitó de la cara.
Alfred estaba tirado en el suelo de rodillas mientras sus ropas se llenaban de tinte color vino. La cazadora salió corriendo a por él con un pequeño grito y se lanzó a su lado gritando su nombre. No... no podía aceptar que estuviese muerto...
Escuchó un pequeño gemido de parte del hombre, y con cuidado le obligó a tumbarse mirando al cielo. Alfred tenía la mano en su vientre, por donde salía sangre también de una herida que le había atravesado completamente, desde su espalda hasta su bajo vientre. Algo que no tendría solución, por muchas medicinas que tomase ahora.
Sus ojos oscuros la miraron mientras empezaban a humedecerse en lágrimas al ver su triste cara asustada desesperada.
- Ah... - tosió un poco - ... que bochorno que me veas así... - dijo Alfred con la voz ronca.
La cazadora negó rápidamente y trató de quitar sus manos de su herida para ver la gravedad de la situación, pero Alfred sujetó su muñeca impidiéndoselo.
- Estaba tan... sumido... pensando en nuestra cita de hoy... organizándome mentalmente para que todo saliese perfecto... y... bajé la guardia... quería que estuvieses orgullosa de pasear con una persona como yo...
Los ojos de Alfred empezaron a soltar lágrimas de dolor al ver que la cazadora empezaba a llorar de verle así. Extendió una mano temblorosa hasta su cara intentando secar sus lágrimas, pero al pasar su pulgar por su cara, llenó de sangre su mejilla.
- No... lo siento... - la cazadora tomó su mano entre las suyas negando y la apretó con cariño... - ...parece que estropeo todo lo que quiero arreglar...
Tosió hacia un lado soltando un poco de saliva mezclada con sangre y respiró con dificultad.
- Parece que... no te das cuenta del efecto que tienes en los hombres... - dijo con una triste sonrisa - ...eres la clase de chica que está en peligro de extinción ahora mismo... tenía tantas... pero tantas ganas de pasar más tiempo contigo... era como una droga...
La cazadora acarició su cara despacio y puso su cabeza sobre su regazo con cuidado.
- Ah... esto es demasiado cómodo... no esperaba que sucediese... tan pronto... yo que quería ir despacio contigo... disfrutarlo todo... no me mimes de esta manera, me vas a malcriar...
Los ojos de Alfred seguían soltando lágrimas con una sonrisa que hacían que la cazadora sintiese un enorme dolor en su pecho y le impidiese dejar de llorar.
- Tengo tantas cosas que decirte... tantas cosas que contarte... tantos piropos que decirte... todas las horas del día... y que te sientas a la altura de tu maravilloso ser... y tan poco tiempo para pasar contigo... es mucho pedir que sonrías, ¿verdad?
La cazadora frotó sus ojos llorando. Si sonreía ahora, saldría una sonrisa falsa, y él no quería que la recordase así.
- No importa... tengo un amplio repertorio de sonrisas tuyas y no se me olvidará ninguna... - volvió a toser toscamente y puso una mueca de dolor.
La cazadora se abrazó a él suavemente mientras sus lágrimas caían sobre su cuerpo, cada vez más frío, cada vez más alejado del mundo de la vigilia.
- Quería enamorarte... despacio... que sintieses lo que yo he sentido con un flechazo... pero poco a poco... despacio... sin prisa... quería pedirte... - la cajita cayó de entre sus ropas hasta el suelo... - ...quería... finalmente... - sus ojos se pusieron más oscuros y fijos en un punto, y un hilo de sangre salió por un lateral de su boca... - ...pedirte... salir formalmente... tras una cita ideal...
Los ojos de Alfred quedaron entrecerrados mientras expiraba por última vez grabando la cara de su chica en su retina, pero recordándola con una de las tantas sonrisas que había visto de ella los días pasados.
La pequeña cazadora lanzó al aire un alarido de dolor con impotencia, un grito desgarrador que expresaba todo el dolor que sentía por aquella persona especial que la trató con cariño y respeto desde el primer instante, un poco cortado a veces, pero firme y maduro.
El dejar que Alfred se despidiese de ella le impidió a ella hacerlo de él. Puede que no estuviese firmemente enamorada de él, pero no le costaría mucho conseguirlo si seguía por ese camino, algo que ya no podría ocurrir...
*
Henriett salió de la casa poco después que su hermana pequeña. Ella era una gran hermana mayor y estaría espiando esa cita desde principio a fin, para vigilar a su hermana y a ese hombre. Tenía esa espinita clavada de que si Alfred se salía con la suya, ¡le quitaría a su hermana!
Un grito lleno de dolor, angustia e impotencia le heló el cuerpo al reconocerlo de inmediato. Sacó su espada y salió corriendo en busca de su hermana, sabiendo que algo malo le había pasado, y que el culpable sería Alfred. Lo iba a matar.
Llegó a la pequeña capilla y se encontró con la peculiar escena. Guardó su espada con cuidado y caminó despacio hacia su hermana llorando abrazada al cadáver de Alfred. Vaya una bonita forma de comenzar y terminar la primera y última cita.
*
Unas semanas después, Henriett y su hermana pequeña estaban en lo alto de la torre desde donde se veía el pequeño camino escondido hacia el Paso del Osario de Hemwick. Henriett bebía un botellín de cerveza y su hermana pequeña tenía zumo en una pequeña cantimplora. Se subían todas las tardes a contemplar el atardecer antes de volver a casa.
Recogieron sus cosas y Henriett tiró delante. La pequeña miró al sol esconderse finalmente y se levantó guardando su cantimplora. Recogió su nueva arma gigante, la Rueda de Logarius que su amado dejó sin dueño y se la cargó en la espalda para seguir a su hermana hasta la casa. Mañana será otro día, y la pequeña cazadora aprendió que mañana puede ser peor que hoy, así que habría que disfrutar todos los días al máximo. Es lo que querría Alfred, ¿no?
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¿Se os ha caído una lagrimita?
Quiero una hermana mayor como Henriett ;-;
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