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Final triste/malo de Gascoigne - Perdóname/ Remordimientos

Bueeenas noches a todos, os traigo los finales triste y malo de Gascoigne :3

Sí, los dos juntitos, pero ahora os cuento queridos míos.

El final triste es el primero que tenemos, y se llama "Perdóname"

Al acabarlo, aparecerá el final Malo, llamado "Remordimientos"

El final malo se engancha al final triste en un punto, así que es como si leyésemos esto y en un momento dado nos saliesen dos caminos diferentes, sois libres de elegir lo que queréis leer :3

Y lo subo por la noche para que nadie os vea llorar (ok, soy una maldita dramática, la verdad que acabo de terminarlos :3)

Disfrutad la lectura, y sobre todo, por favor, no me odiéis ^^

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INTRODUCCIÓN PARA AMBAS OPCIONES - "MI HOGAR"

La cazadora cenicienta se encontraba sentada en un bordillo mirándose reflejada en un charco de agua clara. Si se concentraba y miraba fijamente, se podía ver reflejada, o eso pensaba, porque en ese charco sólo veía a una chica tuerta con sus ropas llenas de sangre y suciedad, y su ojo izquierdo, que una vez fue brillante como la sangre de los viales, estaba apagado, sin vida. Sin ganas de vivir. Se puso las manos en la cara y escondió el agujero de su rostro con la venda de su vestimenta.

Su viaje les había llevado de vuelta a Yharnam y habían hecho un alto en una pequeña plaza que hace unos años hubiese sido hermosa y sencilla, llena de vida, buena para un mercado. Yharnam es un lugar digno para morir, no está abandonado ni perdido fuera del mundo, así que no debería ser denigrante morir en él. Pensamientos negativos la acosaban día y noche, quitándole las ganas de seguir adelante.

¿Cuáles eran sus causas? Bueno, había estado con Gascoigne durante varios meses, y la relación se había deteriorado un poco. No me malinterpretéis, no están mal. Es sólo que... nuestra cazadora está perdiendo la cabeza con la locura y ya no ve las cosas como antes. Ella no se ve joven, linda, limpia y apta para seguir al lado de Gascoigne. Se ve en el charco más envejecida, estropeada e inútil para él.

Gascoigne, sin embargo, mantiene su mínimo de cordura cuando no hay peligros cerca y presiente que su cazadora no se encuentra bien. Muchas veces cuando tienen que continuar con su viaje y ella se queda atrás o no se levanta para continuar, él retrocede y le empuja con el morro con algo de comprensión. Él también está cansado, está mayor, tiene el alma herida.

Parece ser que nuestra cazadora, Akame, cansada de las voces en su cabeza, huidas y viajes, sólo busca caer de una vez y desaparecer del mundo... o a eso la empujan sus demonios internos. El día en que Gascoigne no deje de caminar para ayudarla a levantarse y seguir andando, el día en que a él le deje de importar su presencia y continúe sólo... será el día en que Akame cierre los ojos para siempre, allá donde la deje tirada.

Akame levantó la cabeza frotando su único ojo para no dejar caer una lágrima y se encontró el rostro convertido en bestia de Gascoigne. Desde la primera vez que le vio en el Camposanto de Oedon, Gascoigne nunca volvió a forma humana. Su estado empeoraba cada vez más haciendo que Akame quedara hundida en la impotencia. Pero eso es algo que él no le ha echado en cara.

Ella dio una sonrisa un poco falsa tomando su cara entre sus manos y juntó sus frentes. Era lindo que él siguiese preocupándose por ella, que la esperara, que la observara. Pero todo acabaría pronto, en el momento en que ella acabara volviéndose inútil para él... o en el momento en que su locura la convenciese de ello.

Pero Gascoigne no era tonto ni se chupaba el dedo. Aunque su estado fuese salvaje y lamentable, entendía bien el sentimiento de su cazadora, y no la consideraba inútil en absoluto. Ella había estado ahí en los buenos y malos momentos, cosa que pocos hacen, y lo que empezó siendo una compañera de viajes con ganas de aprender de él, acabó siendo la compañera de su vida.

Gascoigne levantó una zarpa para rodear su cabeza de cabello ceniciento y evitar que se separase de él mientras sonreía con tristeza internamente. Su chica no aguantaría mucho más ese tipo de vida, acabaría consumiéndola, y no le gustaría en absoluto abandonarla a su suerte un día en que él no la animase a continuar ni mucho menos dejar que ella cayese finalmente presa de la locura, transformándose en otro monstruo. No, no le dejaría experimentar ese dolor... aunque él tuviese que... acabar por darle a Akame un final rápido e indoloro...

Gascoigne levantó la cabeza agarrando con la punta de los dientes la gorra de lobo gris de Akame y se alejó caminando con ella en la boca, haciendo que ella sonriese un poco y se levantara siguiéndole. Gascoigne, en su locura, quería volver a Yharnam para enseñarle algo a su querida cazadora, algo que él pensaba que seguiría estando intacto después de tanto tiempo: su hogar.

Se detuvo delante de una bonita casa un poco más apartada del resto y el vello de su lomo se erizó. La cazadora se puso a su lado y observó la casa con la puerta abierta, razón por la que Gascoigne tenía el lomo erizado, pensando en que alguien había entrado a su casa.

Empezó a caminar despacio entrando y olfateando. Akame miró alrededor y le siguió. Una casa oscura pero acogedora, con todo recogido y ordenado le daba la bienvenida al padre de la familia después de mucho tiempo.

La cazadora se acercaba a abrir una ventana y que pasara la luz. Se dio cuenta que al lado de una ventana había una silla apoyada para que una pequeña personita se subiese a ver, y una muñeca al lado de la ventana. La tomó despacio entre sus manos. Era de trapo y tenía algo de polvo. Tenía grabado en el vestido con un bordado "Pequeña Viola".

Notó una respiración en su espalda y una garra peluda envolvió su mano con cuidado cogiendo la muñeca de ella. Gascoigne examinó la muñeca con las fauces entreabiertas y acarició su vestido con su pulgar. Después, despacio y con cuidado, la volvió a dejar apoyada en la ventana, donde estaba. La pequeña Viola se encargaba de vigilar la ventana esperando la vuelta de Gascoigne a casa cuando Viola no podía estar pendiente de la ventana, así que lo mejor era dejar a la muñeca cumpliendo su misión, pues ahora Gascoigne quería encontrar a sus hijas.

Subió al piso de arriba seguido de la cazadora y se tuvo que agachar y poner de lado para pasar por los marcos de las puertas. Gascoigne buscaba a sus hijas en sus cuartos caminando cada vez más rápido y haciendo notar su nerviosismo al no encontrarlas. Akame puso una mueca triste. Era normal no encontrarlas, pero tenía una mínima esperanza, aunque sólo fuera para hacer feliz a Gascoigne. Él necesitaba ser feliz. Ella necesitaba verle feliz.

Ella se acercó y le tomó de uno de sus enormes brazos. Gascoigne miraba al cuarto de las niñas. Lo bueno es que la casa no tenía el olor de ningún intruso, así que puede que sus niñas se hubiesen ido a un lugar seguro y que estaban bien. Sí, seguro que era eso.

Bajaron juntos fuera de la casa para mirar a los alrededores. Pronto empezaría a anochecer y pasarían la noche dentro de la casa, donde por lo menos tendrían un buen techo. Gascoigne atravesó la verja al lado de su casa y vio algo que se movía con el viento atado a la ventana por fuera, que no se veía desde dentro: había un lazo con sangre atado a un barrote y una caja de música en la esquina. Se le dilataron las pupilas de sus ojos vendados al reconocer el lazo del pelo de su hija manchado de sangre y su caja de música favorita.

Dejó que su zarpa acariciase el largo del lazo con suavidad mientras lo pasaba entre sus temblorosos dedos y lo soltaba para que siguiese meciéndose en el viento de la tarde noche. Olía vagamente a su hija, y el resto a sangre. La cajita también tenía un restregón de sangre y puso su zarpa encima, mucho más grande que ella.

Akame se acercó a su lado observando su mal estado y miró la cajita. Tomó sus manos con cariño moviéndolas hacia ella con la caja entre ellas y movió despacio sus zarpas para poder darle cuerda para él, ya que con sus enormes dedos y uñas sería imposible. Al poco empezó a sonar una linda melodía que Gascoigne reconoció muy bien.

Acercó su enorme rostro a ver la caja de cerca con la mandíbula entreabierta mientras que multitud de sentimientos y emociones le invadían el pecho y la mente. Recordó cenas, besos de buenas noches a sus hijas mientras dejaba que escuchasen la melodía antes de dormir, bailes con sus princesas mientras ellas se subían a sus pies y bailaban a la vez que su padre... eran demasiado cosas para evitar no llorar.

Por primera vez en mucho tiempo, Gascoigne empezó de nuevo a volver a forma humana con lentitud con la caja entre sus manos.

De la venda de sus ojos escurrieron ríos de plata que se perdieron en su pelo mientras cerraba la mandíbula con un gesto de tristeza mirando la caja sonar hasta que se detuvo la música. Apretó la caja entre sus zarpas bajando la mirada al suelo mientras dejaba caer más lágrimas y emitía un gruñido interno de dolor.

Eso hizo que la cazadora se estremeciera de tristeza. Le quitó con cuidado la cajita de las manos para colocarla en la ventana y acercó el rostro de la bestia hacia su hombro para darle un mimoso abrazo a ese enorme cuerpo lleno de dolor, asumiendo que Gascoigne había perdido a sus hijas para siempre. Cerró los ojos disfrutando de su forma humana unos instantes, pero al momento su pelo volvió a crecer y se separó de él.

La transformación de nuevo a humano le había durado el tiempo en que la música hizo efecto en él. Ahora volvía a ser la bestia de siempre. Akame miró la cajita cerrada. Tal vez... si pudiese conseguir que esa melodía sonase para siempre, Gascoigne no volvería a ser un monstruo...

Dejó que se acercase al lado de una escalera para mirar el horizonte y que le diese un poco el viento mientras pensaba, y ella cogió la caja y la examinó detenidamente. Tal vez, si pudiese meter algo o atrancar el mecanismo de alguna manera, podría obligar a la llave a girar sin descanso.

Sonrió felizmente en todo lo bueno que sería para ellos mantenerle siempre en su forma humana, poder ver al hombre del que se enamoró tal y como es para toda la eternidad sonaba maravilloso. Giró para ver a Gascoigne, que miraba petrificado bajo la escalera. Cuando se pudo mover un poco, bajó de un salto.

Ella parpadeó y tomó la cajita levantándose. ¿Qué ha visto para que se ponga tan mal?

Se asomó al borde para ver a Gascoigne en el piso de abajo al lado del cuerpo inerte de una niña pequeña. Tendía una enorme zarpa hacia ella que retiraba cerrándola antes de tocarla porque no se atrevía a hacerlo. Su cuerpo estaba realmente tenso y tembloroso al acercarse.

Cuando tuvo el valor de acercar sus dedos hacia el cadáver y empujó un poco su cuerpo con ellos, que dio un balanceo pequeño para ver que se quedaba en el mismo sitio. La niña no se movió por su cuenta, no era una broma la sangre de su cabeza ni la piel pegada a su cuerpo, ni el olor a descomposición de la niña que se suicidó al verse sola en el mundo tan joven.

Gascoigne emitió un sonido de su garganta mezcla de enfado, odio e incredulidad. ¿Cómo había pasado esto sin que él se enterase? ¿Era su culpa? ¿Su niña se había tirado o la habían matado? ¿Cómo no pudo evitar perder a su hija? ¿Cómo pudo estar tan mal de la cabeza durante unos meses... como para olvidarse de sus hijas?

Retrocedió un poco y se sentó sobre sus patas traseras mientras su cuerpo temblaba del odio que ahora mismo tenía hacia él y hacia todo el mundo, y se cubrió la cabeza y la cara con sus enormes zarpas. Akame bajó deslizándose por la escalerilla y aterrizó en el suelo.

Observó el cadáver de cerca sin tocarlo y miró a Gascoigne. Ella nunca había perdido a alguien tan cercano como para poder comprender su dolor, el dolor de encontrar algo como esto, por eso, ella se imaginaba perderle a él. Debía ser algo horrible, pues lo amaba demasiado, cuerda o loca.

Su mente estaba demasiado dañada como para recordar si fue ella la niña que le habló por la ventana o no, pues no llegó a verla bien y era algo que había olvidado hasta ahora. Pero ya no se podía hacer nada por ella, salvo enterrarla y dejarla descansar. Ahora ella necesitaba curar el dolor del corazón que estaba padeciendo Gascoigne en este momento y que le duraría mucho tiempo. Se acercó a su lado despacio y suspiró mirando su estado de nerviosismo.

Gascoigne, en ese momento, no era consciente del mundo que le rodeaba. Su mente se estaba abarrotando de imágenes, recuerdos, preguntas y su corazón se aceleraba ante tantos sentimientos contradictorios. ¿De quién es la culpa? ¿Quién le ha hecho olvidarlo todo? ¿Por qué no ha regresado a casa, aunque hubiese cometido un femicidio? Él quería a sus hijas, no era su culpa, era la locura, era la peste de Yharnam, el virus... monstruos por todas partes, acabarás siendo una de ellas, tarde o temprano...

Dejó escapar un largo suspiro y dejó de temblar. Se clavó las uñas en la cabeza dando con la respuesta a sus preguntas tan ansiadas. La culpa de que él se hubiese olvidado de sus hijas... la tenía la cazadora Akame.

Ella le buscaba, ella le quería, se marchó con ella porque su presencia eclipsó el resto de deberes y obligaciones que tenía como padre de familia y le convirtió en un hombre libre. Se volvió a enamorar, se olvidó de sus hijas, le hizo enloquecer y no le ayudó a mejorar en nada con su estado. Gascoigne sólo iba de mal en peor, con esa chica a su lado contaminándole como si fuese un foco de polución. Y él mientras tanto, queriéndola y protegiéndola... que ciego había estado.

Sí... la culpa de la muerte de sus hijas... la tiene Akame, la cazadora tuerta de ojo escarlata como los viales de sangre.

Notó como las manos de esa traidora cogían sus zarpas y las separaban despacio de su cabeza para que no se hiciese daño y poder mirarle la cara. Gascoigne la miró de reojo enseñando los dientes en un gesto de odio y enfado al tenerla tan cerca. Ella giró la cabeza un poco confusa, y le dedicó una tímida sonrisa para animarle. Maldita cazadora, ¿¡cómo puedes sonreírme en este momento?!

Con un rugido lleno de dolor, agarró a la cazadora por el cuello y levantándose la estampó contra la pared de ladrillo a su lado, sin soltarle el cuello y haciéndola gritar de dolor. Se agarró a la zarpa de su cuello mirándole con sorpresa y confusión. Cada vez que intentaba mover los labios para hablar o llamarle, la presión en su garganta aumentaba.

Gascoigne no quería oírla, no quería saber nada, no quería excusas tontas ni súplicas pidiendo perdón. Ella podría defenderse un poco agarrando sus armas o dándole una patada en la mandíbula, pero no lo hacía. No quería herir a Gascoigne, cualquier cosa menos eso. Incluso si se le acababa el aire de sus pulmones, nunca levantaría su arma delante de la persona que ama.

Abrió temblorosamente su ojo izquierdo para mirarle. No recordaba que Gascoigne tuviese tantos dientes ni que su pelo pudiese erizarse tanto. No sabía qué era lo que había hecho para enfadarle, pues siempre buscaba lo mejor para él. Cómo intentar hacerle saber, que fuese lo que fuese lo que le había provocado ese estado contra ella, lo lamentaba. Lamentaba haberle hecho enfadar, lamentaba no haber sido suficientemente buena para él... y lamentaba haberse convertido en una carga aburrida para que él ahora tuviese que deshacerse de ella... y dejar que él continuase solo.

El pensar que Gascoigne quedaría solo... le hizo entristecer de gran manera. No había nada en su mente que no fuera él, ni siquiera su persona. Por eso, si quitarla de en medio le hacía bien a Gascoigne, que así fuera. Le amó, le amaba y le amaría demasiado, allí donde acabaran los cazadores muertos. Esos pensamientos, hicieron que su ojo rojizo empezase a lagrimear y soltase algunas gotas plateadas sobre la garra de Gascoigne.

Gascoigne apretó más los dientes con un gran gruñido gutural de furia. Ver que ella empezaba a llorar en una situación así le daba claras muestras de cobardía y arrepentimiento a Akame. El que ella llorase en estos momentos le daba odio, rabia, furia... y no, no le iba a perdonar de ninguna de las maneras.

Escuchar un pequeño sollozo con una de las características sonrisas tristes suyas fue el detonante que le hizo reaccionar. La agarró más fuerte del cuello y la lanzó contra la casa que había al lado, haciendo un ruido estruendoso con la puerta, rompiendo una parte convertida en astillas y cayendo al suelo.

Gascoigne se acercó con el lomo erizado y enseñando los dientes dispuesto a matarla, pero dos disparos le dieron en el lomo y le hicieron gritar de dolor. Retrocedió de dos grandes saltos lejos de ahí y miró hacia lo alto de la escalerilla. Ahí en lo alto había un chico vestido de cazador con ropas de Yharnam y un trabuco humeante en la mano. Le lejos parece que tenía unas grandes ojeras y una mirada de ojos pequeños muy seria cargada de odio.

Vio a la cazadora tirada contra la puerta y apretó los dientes. Sacó un cóctel molotov y lo lanzó contra la bestia. Estalló muy carca de él soltando unas llamaradas... ¿azules?

Gascoigne rugió corriendo y de un salto subió a lo alto de la escalerilla para enfrentarse a ese nuevo cazador que le acosaba. Al llegar arriba, no vio al cazador, pero si había un cóctel retardante en su ventana. Rugió a la vez que explotaba y empezaba a quemar parte de las cortinas y la casa.

Igual que el fuego espanta a algunas bestias, a otras las vuelve locas. Sobre todo si están devorando el que era su hogar. Empezó a dar golpes a las llamas lleno de ira mientras rugía. Arrancó pedazos de madera ardiendo quemándose las manos y los lanzó a la calle, intentando extinguir el fuego. Tras unos minutos de pura adrenalina que le dieron las llamas, el fuego no se propagó hacia más lugares de la casa a cambio de un boquete que hizo él rompiendo la ventana y la pared.

Gascoigne jadeaba cansado con los ojos inyectados en sangre de puro nervio mirando cómo las llamas de los objetos lanzados a la calle se consumían, entre ellos, una pequeña muñeca de trapo que había vigilado la casa y esperado su llegada durante varios meses.

Lanzó al aire un rugido de rabio y se giró de nuevo para ir a donde lo dejó con la cazadora. Al asomarse, vio al cazador que le había disparado y quemado su casa. Estaba de rodillas en el suelo tomando el cuerpo de la cazadora entre sus brazos mientras acariciaba sus mejillas y su pelo con calma, y juntó sus frentes mientras cerraba los ojos con fuerza evitando llorar.

Tantos meses buscándola, tanto tiempo sabiendo que estaba con esa bestia, tanto tiempo tras ellos sin llegar a pillarlos... y ella nunca pudo verle ni recordarle. Miró con tristeza su apagado ojo escarlata, igual de oscuro ahora que la sangre que salía por su boca blanca, causada por la rotura de su espalda contra el enorme portón de madera que se había llevado su vida. No, era esa bestia plateada quien se la había llevado. Se despidió de la que una vez fue su novia antes de ser arrastrados a cazadores con un pequeño beso en los labios y la dejó cuidadosamente en el suelo, cerrando su ojo con un dedo.

El cazador llamado Dabi se levantó del suelo y miró a Gascoigne en lo alto de la escalerilla. Puede que nuestro cazador no sea de los mejores, pues dedicó su tiempo a rastrearles, no a derrotar grandes monstruos ni a ganar experiencia en los combates, pero una cosa si era segura: haría todo lo que estuviese en su mano para hacer pagar a Gascoigne por llevarse a su chica lejos de él.

Dabi sacó de su espalda una Hoja de Entierro (la de Gehrman, recordemos) y la puso en modo de largo alcance. Gascoigne se reuniría con sus hijas muy pronto, y él obtendría su venganza, o eso pensaba... porque un Gascoigne en forma bestia enfadado, después de sufrir tanto, asesinar a su compañera y haber impedido que su casa arda, no es para nada fácil.

Y efectivamente, así fue. La hoja de entierro de Dabi no podía mantener a Gascoigne alejado de él, y esa enorme bestia siempre encontraba un hueco por donde entrar a sus defensas y asestarle un gran golpe. Sus ojos brillaban a través de su venda y su boca babeaba demasiado. Era su estado máximo de locura. Tras unos minutos en los que pudo agotar suficiente al cazador, consiguió arrebatarle el arma y derribarlo al suelo, cerca de los cadáveres de su hija y de Akame.

Sin darle tiempo a reaccionar ni a que Dabi pudiese defenderse, Gascoigne entrecruzó los dedos de sus manos sobre su cabeza y comenzó a dar mazadas con sus brazos sobre el pecho del cazador. El sonido de su caja torácica rompiéndose le daba ánimos a la bestia a seguir destrozándole. Su cuerpo tendría un boquete en el pecho tan grande como el que tenía su casa.

Hasta que no notó sus manos atravesar su cuerpo y dar mazazos contra el mismo suelo, no se detuvo. Jadeó dejando salir un poco de vaho mirando sus temblorosas manos llenas de sangre y los restos del chico que quedaban delante suya. Su cabeza estaba intacta pero llena de sangre y los restos de su pecho dejaban un reguero de sangre y trozos de costillas. Se apartó de él jadeando e intentando calmarse. Esta furia en él no era nada normal. Su vista estaba nublada y notaba húmedos sus ojos. ¿Estaba llorando? Miró como goteaba sangre de su venda al suelo, y no era de Dabi. Le salía sangre de sus ojos. La locura y la fiebre estaban llegando demasiado lejos.

Había cometido una masacre víctima de la furia y el odio. Pero ahora, Gascoigne no podía comprenderlo, pues era una bestia. Se quedó observando sus zarpas llenas de sangre, y ni siquiera se percató de que alguien le observaba desde lo alto de la escalerilla.

FIN DE LA PARTE COMÚN - "MI HOGAR"

FINAL TRISTE DE GASCOIGNE - "PERDÓNAME"

- ¿Has terminado ya, o piensas seguir destrozándole la cara a ese iluso cazador?

Gascoigne giró la mirada lentamente hacia el origen de la voz enseñando sus dientes llenos de sangre. ¿Quién más podía venir ahora, a este mar de catástrofes?

Gascoigne gruñó un poco mirando esa máscara de pico y esas plumas negras ondear con el viento. A saber cuánto rato llevaba la Cuervo observando la pelea.

- Llevas muchos meses evitándome, Gascoigne, huyendo de mí y de tu triste final. Pero yo siempre, absolutamente siempre, acabo mis misiones. Y tú no eres una excepción. Has enloquecido hasta el punto de distorsionar tus recuerdos, de manejar tus emociones a tu antojo y de multiplicar tu fuerza usando la rabia.

La profunda voz de Eileen tenía la capacidad de hacer que Gascoigne se quedara quieto observándola, atento. Si se calmaba, podía entender sus palabras.

- Era fácil seguir la pista del muchacho que acabas de asesinar, por lo cual, él acabaría llevándome hacia ti y la cazadora corrompida... de la que ya te has encargado tú... que sorpresa... Pero mientras tú te dedicabas a vagar por el mundo olvidándolo todo y con la compañía de esa cazadora cegada en ti... yo no perdía el tiempo.

Gascoigne le lanzó un gruñido de rabia al reconocer que entre las plumas del atuendo de Eileen hacía tres o cuatro plumas más largas y marrones oscuras, pertenecientes a la gorra de su mejor amigo Henryk, otro que también había caído preso de las hojas de piedad de Eileen.

- Ah, Gascoigne... la vida quiso darte una oportunidad mandándote a tu camino a la pequeña cazadora... no la culpes a ella por seguir un nuevo camino juntos y no haber podido escapar de la peste de Yharnam... pues ni siquiera buscabais una cura. Sólo la compañía de ambos os aliviaban mutuamente los pesares.

Eileen les había observado de principio a fin, ¿por qué no había impedido que Gascoigne asesinase a Akame? Pues porque ella también estaba loca. Si Gascoigne lo hacía, trabajo que se ahorraba ella.

- ¿Sabes por qué estoy aquí, verdad? ¿Me estás escuchando? ¿Entiendes lo que te digo?

Gascoigne no se había movido apenas nada mientras seguía mirando a Eileen. Todo lo que ella decía, lo entendía, lo comprendía, y tenía razón. Sólo que no podía moverse porque su poca cordura estaba asumiendo la dura realidad que Eileen le contaba sin tapujos.

- Culpas a Akame de haberte apartado de tu familia, pero ella lo hizo inconscientemente. Sin embargo, no entiendes que tú le robaste a Akame del cazador. Claro, inconscientemente. Este cazador quiso ayudar a tu hija a encontrarte, a ti y a tu esposa, y volvió a tu hija a devolverle la caja de música que has estado escuchando y el broche de su madre. ¿No crees que has sido demasiado duro con él?

Gascoigne miró de reojo el cuerpo mutilado de Dabi. Nuevos sentimientos se apoderaron de él. Sí, puede que ayudase a su hija o lo intentase, pero había destrozado su casa, y además... había besado a Akame. Sí, puede que tuviese aún un poco de esos sentimientos rencorosos... pero era muy celoso. Y Akame era suya completamente. Nadie podía tocarla que no fuera él. Había desarrollado un amor enfermizo.

- Fíjate lo que has hecho, Gascoigne... has asesinado a las dos mujeres que amaste en tu vida víctima de la locura contra la que tanto luchabas... pero eres una bestia con razón, conocimiento, comprensión... sientes rencor, celos, amor... Créeme, estoy celosa - Eileen soltó una pequeña risa - Que en este mundo tan perdido alguien como tú, un viejo cazador cansado de la vida transformado en una horrible bestia haya encontrado a alguien que te amaba por encima de todas las cosas... que te cuidaba, te protegía y te acompañaba... dios, me hace sentir muy celosa... porque cuando yo me vuelva loca, no sé quién quedará cuerdo para matarme...

Gascoigne empezó a moverse caminando despacio hacia el cuerpo de Akame. Dabi le hacía cerrado el ojo y había puesto su sombrero sobre su cara, además de juntar sus brazos sobre su pecho. Eileen tiene razón... la cazadora sólo tenía la culpa de... haber tenido un ídolo como él y peor es, enamorarse tan perdidamente de un ser así.

Extendió una zarpa hacia ella y le dio golpecitos suaves zarandeando su cuerpo, igual que hizo con su hija, mientras emitía pequeños gemidos con la garganta llamándola. Parecía un cachorro arrepentido. Le dio otro empujón a su cuerpo haciendo que el sombrero cayera de su cara y mostrase sus bonitos rasgos, más pálidos de lo normal.

- No sigas. Ella no se va a levantar sólo porque te arrepientes. Nadie lo hace. Pero no te culpes, ahora eres un monstruo que no puede controlar sus impulsos, los demonios te comen por dentro. Así que, Padre Gascoigne, todos los cazadores que te han conocido te dan las gracias por tu valía y reconocimiento como cazador. Has sido un hombre fuerte, noble con los amigos, justo con los enemigos, querido por los tuyos y respetado por todos.

En ese momento volaron dos hojas a una gran velocidad por el aire. Una hoja pequeña se clavó en su cuello, y la otra en su corazón, haciéndole dar un enorme grito al cielo que lo hizo partirse en dos y clavar las rodillas en el suelo con tristes gemidos de su garganta herida. Veía los borbotones de sangre salir empapando su pelo y cayendo al lado de su cazadora inerte. Se dejó caer de lado, sin fuerzas y cansado, mientras sus ojos empañados de su sangre miraban el perfil de su amada cazadora.

Tenía una expresión serena, tranquila y calmada, como si ella estuviese durmiendo a su lado. La chica que abandonó su vida para dedicarla plenamente a él, la cazadora que se puso siempre entre él y los monstruos, la que curó sus heridas, besó sus terroríficos rasgos y nunca le dejó pasar frío o hambre. Aquella a la que debía la vida, se la había acabado quitando.

Mientras que su visión se empezaba a volver rojiza por la sangre de sus ojos, recordó el lindo color de ese ojo que siempre estaba encima de él. El hermoso color escarlata de la mirada de Akame, rojo como los viales de sangre al recibir luz, se despedía de su amado. Antes de cerrar sus ojos para siempre, Gascoigne tuvo la cordura de pensar, que allá donde fuese a parar su alma una vez muriese, esperaba de todo corazón encontrar a Akame... y pedirle de rodillas si era necesario, que le perdonase.

El último aliento de vida de Gascoigne salió de su boca con un vaho blanco que movió suavemente el flequillo de Akame tendida a su lado, sonando como una disculpa en los oídos más agudos. Poco a poco, su cuerpo fue volviendo a forma humana, ahora que su arma no alojaba furia, rencor ni locura, podía volver a ser un hombre normal.

- No has tenido un final respetado muriendo contra un temible monstruo ni un final tranquilo postrado en una cama por tus heridas de combate o vejez - Eileen comenzó a bajar la escalerilla - Pero no es deshonroso morir como lo has hecho tú, dándote cuenta de tus errores y aceptando tu destino. Ahora te reunirás con tu familia, verás a tus hijas y a tus seres queridos, pero el ver de nuevo a Akame, será decisión suya.

Eileen se agachó y tomó en brazos a la pequeña cazadora levantándola. Se sorprendió por lo poco que pesaba y la colocó entre el cadáver de Dabi y el de Gascoigne.

- Tú que le has arrebatado la vida sin derecho ni oportunidad, serás puesto a juicio por Akame - Eileen tomó una mano de Zoba y la juntó con una mano de Dabi, igual hizo con la otra, juntándola esta vez con una mano humana de Gascoigne - Ella decidirá con quiere estar en el Más Allá, si con su primera pareja Dabi, caído en la batalla por vengar su muerte, o con el Padre Gascoigne, caído en la batalla por una cazadora de cazadores.

Eileen arrancó sus hojas del cuerpo de Gascoigne y se giró limpiándolas de sangre con un trapo viejo. Se retiró despacio caminando disfrutando de su próximo descanso desapareciendo de la vista de todos, igual que un cuervo, que sólo grazna cuando se avecinan malos augurios.

FIN DEL FINAL TRISTE DE GASCOIGNE - "PERDÓNAME"

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FINAL MALO DE GASCOIGNE - "REMORDIMIENTOS"

- ¿Has terminado ya, o piensas seguir destrozándole la cara a ese iluso cazador?

Gascoigne giró la mirada lentamente hacia el origen de la voz enseñando sus dientes llenos de sangre. ¿Quién más podía venir ahora, a este mar de catástrofes?

Gascoigne gruñó un poco mirando esa máscara de pico y esas plumas negras ondear con el viento. A saber cuánto rato llevaba la Cuervo observando la pelea.

- Llevas muchos meses evitándome, Gascoigne, huyendo de mí y de tu triste final. Pero yo siempre, absolutamente siempre, acabo mis misiones. Y tú no eres una excepción. Has enloquecido hasta el punto de distorsionar tus recuerdos, de manejar tus emociones a tu antojo y de multiplicar tu fuerza usando la rabia.

La profunda voz de Eileen tenía la capacidad de hacer que Gascoigne se quedara quieto observándola, atento. Si se calmaba, podía entender sus palabras.

- Era fácil seguir la pista del muchacho que acabas de asesinar, por lo cual, él acabaría llevándome hacia ti y la cazadora corrompida... de la que ya te has encargado tú... que sorpresa... Pero mientras tú te dedicabas a vagar por el mundo olvidándolo todo y con la compañía de esa cazadora cegada en ti... yo no perdía el tiempo.

Gascoigne le lanzó un gruñido de rabia al reconocer que entre las plumas del atuendo de Eileen hacía tres o cuatro plumas más largas y marrones oscuras, pertenecientes a la gorra de su mejor amigo Henryk, otro que también había caído preso de las hojas de piedad de Eileen.

- Ah, Gascoigne... la vida quiso darte una oportunidad mandándote a tu camino a la pequeña cazadora... no la culpes a ella por seguir un nuevo camino juntos y no haber podido escapar de la peste de Yharnam... pues ni siquiera buscabais una cura. Sólo la compañía de ambos os aliviaba mutuamente los pesares.

Eileen se puso de una forma más cómoda con los brazos en las caderas mientras miraba imponente desde lo alto.

- Es muy bonito usar a una jovencita de buen ver para olvidarse de tus obligaciones, de tus masacres, de tu pasado como padre de una familia... ¿verdad? Tú no tienes ni idea, Gascoigne, de lo que han pasado tus hijas...

Gascoigne entrecerró los ojos y frunció el ceño. ¿De qué está hablando esta mujer? ¿De qué conoce a sus hijas y por qué se mete en lo que no le importa?

- Te contaré algo de lo que no has sido consciente en su ausencia por tu hogar, Gascoigne... - ella observó el cielo a través de su máscara - Este cazador al que acabas de mutilar... tu hija Viola le pidió ayuda para encontrar a su madre y a su padre, pues él no había vuelto a casa y su madre salió a buscarle, olvidándose su cajita de música favorita, que torpe... - se dio un golpecito en la cabeza - Ya le había pedido con anterioridad a una cazadora, de cabello ceniciento y tuerta que la ayudase, pero ella no regresó. Por eso, ella le entregó la cajita por su seguridad, pero cuando él llegó a la escena del crimen, se encontró con que tú le habías robado a la cazadora, la que era su novia antes de ser arrastrados a ser cazadores.

Gascoigne gruñó internamente. Si Akame fue novia de Dabi... pero ella llegó aquí buscándole a él, a Gascoigne, a su ídolo. No, Akame ya era suya y de nadie más, no importa que hubiese tenido otras relaciones anteriores, importaba el presente. Aunque le dio celos el que otro hombre la hubiese amado, besado, o hecho el amor... Sacudió su cabeza igual que un perro quitando esos pensamientos que le harían volverse loco de nuevo.

- Además de eso, encontró el cadáver de una mujer rubia, con un broche rubí como el que describió de su madre. Así que tuvo la cortesía de volver, entregar a tu hija la caja de música y el broche, contándole que su madre había muerto y que su padre no iba a volver nunca a por ella, omitiendo la parte en la que decía que había cambiado a su madre por otra mujer - soltó las palabras con algo de rudeza.

Gascoigne estaba enfadado. No había cambiado nada. Sólo... que su mujer ya no estaba en este mundo... por la misma razón por la que ya no estaba Akame.

- El cazador salió sólo, sin experiencia, en busca de su novia perdida, mientras dejaba a tu hija pequeña sola en la casa, llorando por la pérdida de sus padres. Todo esto lo sé porque yo estuve con ella en ese momento...

Gascoigne levantó la mirada interesado. ¿Su hija Viola, con lo precavida que es, había dejado entrar en casa a una desconocida con tan malas pintas como Eileen? No, ella debía estar mintiendo.

- Yo no podía quedarme con ella, pues tenía que empezar a buscarte, Gascoigne. No quería que duraras mucho vivo y te volvieras más loco de lo que estabas. Le recomendé a la niña caminar por las alcantarillas de día, con cuidado, y dándole la dirección hacia unas escaleras que la llevarían sana y salva a la Capilla Oedon donde ya tenía a unas personas que se encargarían de cuidar de ella. Estuve un tiempo investigando en Yharnam mientras te buscaba a ti y a la cazadora, y al no encontraros, fui a la Capilla. Me dijeron que la niña no había llegado aún. Me dirigí a las alcantarillas a buscarla, es más, creo que la cazadora que tanto quieres me vio - dijo señalándola con el pico (recordemos cuando nos encontramos en el juego con Eileen en las alcantarillas, la primera vez) - Pero me era más importante encontrar a Viola... algo que nunca conseguí hacer...

Gascoigne escuchaba su historia petrificado. ¿Era cierto que Eileen la Cuervo se había preocupado de salvarle la vida a su hija menor? Cuando su pequeña más necesitaba de su padre... más había negado su ayuda... estando con Akame y sólo teniendo ojos para ella.

- Estuve un tiempo más hasta que averigüé que abandonasteis Yharnam, pero aún me quedaban cosas por hacer aquí como para emprender el viaje de seguiros y mataros... Regresé aquí de nuevo y me encontré con la hermana mayor de Viola. Llevaba aquí unos días, y no se había enterado de qué le había pasado a su familia. Intenté protegerla, intenté ayudarla, evité contarle nada acerca de su familia, y la mandé también a la Capilla Oedon. Esta vez, me aseguré de limpiar las alcantarillas de monstruos, de despejar el camino hasta allí para que la niña llegase a salvo, pues no tenía mucho tiempo que dedicarle... - ella miró nostálgica hacia las alcantarillas - Y sin embargo, ella se enteró de la verdad al ver el broche de su madre y la muñeca y el lazo de su hermana... la esperé durante un tiempo muy valioso frente a la Capilla... esperando ver venir a la niña... (segundo encuentro con Eileen delante de la Capilla de Oedon) y al volver de nuevo aquí... la encontré... tal y como tú la has encontrado...

Ella bajó la mirada hacia el cadáver de la niña tirada en el suelo. Gascoigne también lo volvió a mirar con el pecho lleno de dolor. Todo se le estaba derrumbando encima. El que la cuervo le contase cómo fueron las muertes de sus hijas le destrozaba la moral y le volvía a infundir rabia.

- Podría haberla enterrado, pero... necesitaba que tú la vieras. Necesitaba que vieras a tu hija muerta para que comprendieses de una vez todo el daño que le has hecho a esta familia, Gascoigne... - la voz de Eileen era mucho más dura que lo habitual - Te mereces todo lo malo que te está pasando.

Gascoigne miraba al suelo mientras su cuerpo empezaba a temblar. No sabía muy bien por qué lo hacía, pero no le gustaba. No sabía si tenía miedo, rabia, dolor, a qué o a quiénes... de dónde venía su angustia, de qué se aguantaba las lágrimas. ¿Akame? ¿Sus hijas? ¿Su difunta esposa?

- ¿Te falta una pieza del puzzle, no? - Eillen volvió a su posición recta y firme sin dejar de mirarlo fijamente - Sí... el... ¿por qué ella? ¿Por qué la mujer Cuervo ha hecho o intentado salvar a mis hijas? Muy sencillo, Gascoigne... muy sencillo...

Mientras decía estas últimas palabras, Eileen se agarró el pico de su máscara y comenzó a quitársela. Su voz empezó a cambiar, pues la máscara la distorsionaba y la transformaba en una conocida. Al instante, le llamó la atención un resplandor rojo en su cuello, seguido de unos ojos azules y unos cabellos rubios recogidos para que no le estorbase la capucha. Era imposible que Gascoigne, ahora mismo en un estado tan receptivo, no reconociese a la mujer con la que se casó hace años y con la que tuvo dos hijas preciosas. Era imposible, que Eileen el Cuervo fuese su mujer a la que creía haber asesinado.

- ¿Sorprendido? Parece ser que no eres el único de la familia que salía fuera a cazar monstruos. Dado que pasabas tan largas temporadas fuera de casa, era fácil ocultarlo. Un nombre nuevo, un traje bien tapado y un arma camuflada, y aquí me tienes. Tu "sumisa" y "cariñosa" exesposa convertida en una asesina de cazadores. No intentes recordar en qué momento me convertí en Eileen, pues llevo siendo ella mucho antes de que nos conociésemos.

Los temblores de Gascoigne habían aumentado mucho y ahora retrocedía despacio a cuatro patas. No se creía lo que veía, lo que escuchaba, todo debía ser una broma de mal gusto, una ilusión... no, su mujer estaba muerta. Él mismo la había matado.

- Estabas tan cegado ese día en el que la maldición de Yharnam te poseyó por primera vez que no veías ni reconocías nada. Sí, fue muy torpe por mi parte ir a buscarte sin la caja de música que tanto te gustaba, querido... así que lo mejor que podía hacer, era fingir mi muerte. Dejé que golpearas un cadáver cualquiera mientras me escapaba, pero dejé mi broche en él. Ningún cazador sabía cómo era yo, aparte de Henryk, una razón más para matarlo pronto, y sabía que mis pequeñas niñas, si describían a su madre, mencionarían el broche rojo que siempre llevo puesto... que me regalaste por nuestra boda.

Eileen se arrancó el broche del pecho y lo lanzó todo lo lejos que pudo, en dirección a las alcantarillas para perderlo de vista para siempre.

- Ya no significa nada para mí, ahora ambos somos personas libres. Nada nos ata, no tenemos familia en común - dio un salto para bajar las escaleras - Eres libre de rehacer tu vida, eso sí, como una bestia maldita por el mundo, como castigo por tu abandono, ya no hacia mí, sino a tus hijas. Ese es mi castigo hacia ti, Gascoigne. No matarte. Ahora vete, bestia, sufre en silencio y ruge de odio sin nadie a tu lado que te comprenda ni que te quiera. Llorarás solo, como hicieron tus hijas, sufrirás la pérdida de tus seres queridos sin que nadie te libere de este dolor, vagando por el mundo hasta que decidas tú mismo quitarte la vida, porque no creo que nadie se acerque a un monstruo como tú.

Eileen le miró por última vez con mucho odio, para tomar del suelo el cadáver de su hija mayor y echarla a su hombro con cuidado y cariño, haciendo un suave sonido con los labios como si temiese que se despertase con el zarandeo.

- Ahora huye, huye de aquí, ve a morirte sólo víctima de tus recuerdos tormentosos, que yo debo darle a mi hija un entierro digno.

Subió a lo alto de un poderoso salto y se perdió de la vista de Gascoigne con unos pasos mientras se llevaba a su hija. Gascoigne retrocedió negando hasta que sus patas traseras se encontraron al borde, y se llevó las manos a la cara y la cabeza. Sus tapadas pupilas titilaban de dolor e incredulidad. Esta vez... después de todo lo vivido en el día de hoy, no volvería a ver el mundo con los mismos ojos. Se veía como la bestia más inhumana del mundo, y eso es lo que sería en unos segundos, cuando no quedara ni una chispa de cordura en su cuerpo.

Lanzó al aire un gigantesco rugido terminado en un chillido agudo semejante a una súplica desesperada y huyó del lugar convertido en su totalidad en una bestia sin escrúpulos por los túneles de las alcantarillas, buscando huir de la realidad, buscando ser una bestia que olvidase todo lo vivido hasta ese día, o encontrar a alguien que pudiese librarle de la maldición y dejarle descansar, a ese viejo cazador portador de un hacha, de una buena vez.

FIN DEL FINAL MALO DE GASCOIGNE - "REMORDIMIENTOS"

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*me asomo escondida detrás de la Muñeca, y ella me mira sin entender nada*

Hola! >:3 Que tal los finales, os gustaron? Estoy aquí escondida para que no me tiréis cosas ni me peguéis, porque no os atreveréis a hacerle daño a la preciosidad de la Muñeca, verdad? :3

Muñeca: la cazadora tiene guardado, su Escudo del Lago, ¿quiere que se lo traiga?

No gracias, linda, tú eres mejor escudo :3

Muñeca: yo un escudo... no lo entiendo...

Ni falta que hace, cariño. Seguro que me odiáis mucho por como han acabado las cosas, pero tenía que escribir estas sorpresitas, así que espero que os haya entretenido un rato y espero ansiosa vuestras opiniones ^^ (o maldiciones, insultos, o lo que venga) *me vuelvo a esconder detrás de la muñeca agarrada a su vestido pero con los ojitos asomados*

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