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Fiesta de los cazadores (Parte 1) La cena en casa de Gascoigne

Bueno, aquí viene un nuevo one shot que va por partes, porque aunque quiera, me salen demasiado largos y es más ameno ponerlo por partes (supongo)

La foto de la portada es amor, Alfred de papá Noel, Brador de Rudolph, Valtr con su bastón de caramelo, el cazador, Gascoigne, Henryk, Gehrman, la Muñeca, Lady María, Simón, Yamamura, Eileen modo planeador, Yuri, y el cuervo sangriento de Cainhurts. Vamos, toda la tropa, pero desgraciadamente, aquí no salen tantos.

Bueno, para quien no lo sepa, esto es una reunión pacífica de los cazadores que se juntan para celebrar la Navidad, haciendo un alto en sus quehaceres. ¿Cómo reaccionarán las hijas de Gascoigne cuyas historias nos han hecho tanto daño cuando conozcan a los "amigos" de su papá?

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En la vieja y fría ciudad de Yharnam, caían del cielo nocturno pequeños copos de nieve. El suelo ya estaba nevado y hacía bastante frío. Era Navidad. No había tiempo ni ganas... ni gente para celebrar nada a fin de año, pues la gente deliraba dentro de sus casas esperando volverse loca. Y sobre todo, todo estaba en silencio. Excepto por un ruido de arrastre que se escuchaba por una plaza.

Un gran hombre vestido de negro arrastraba los cadáveres de unos perros y unos cuervos. Luego los lanzaba por un precipicio y se sacudía las manos. Seguidamente, tras tirar todos los cadáveres, con una pala, tiró toda la nieve manchada de sangre detrás, dejando la plaza libre de monstruos y de sangre.

Sonrió un poco satisfecho mirando alrededor. Todo alrededor de su casa estaba limpio y seguro... para que al acabar la cena sus hijas pudiesen salir a jugar con la nieve sin riesgos.

Volvió con paso lento a su casa, de donde salía luz y humo de la chimenea. También salía un cálido olor a comida delicioso. Gascoigne entró a su casa y colgó su sombrero y abrigo a la vez que dos pequeñas niñas corrían desde la cocina hacia él.

- ¡Papá! ¿Podemos salir a jugar con la nieve hasta que sea la hora de la comida? – preguntó la mayor.

La suave negación con la cabeza del gran cazador era su respuesta.

- Un poquito papi... hasta que llegue la gente... - preguntó la pequeña.

Su padre les había escogido uno pequeños vestidos de manga larga abrigados y muy bonitos para sus princesas. Ahora que ellas perdieron a su madre (aunque ellas piensan que mamá está de viaje) Gascoigne quería pasar más tiempo con sus hijas, todo lo que su trabajo le permitiese. Las niñas, al ser tan pequeñas, no le gustaba nada que estuviesen solas tanto tiempo. Por eso ellas tenían a su... niñera.

- ¡Pues si tú no nos dejas, la nana si nos dejará! – la mayor fue corriendo a la cocina mientras la pequeña se rindió abrazando la pierna de su padre.

Si papi dice que no, es que no. La mayor es un poco más rebelde.

- Nana...

La niña apareció abrazando la cintura de una cazadora que, de momento, estaba de niñera en casa de Gascoigne. Ella que en sus tiempos se dedicaba a matar monstruos, ahora cuida de las niñas de Gascoigne cuando él no está. ¿Quién mejor que una cazadora para cuidar de ellas? Podía intentar entrar una bestia o caer un cuervo por la chimenea. Además, Gascoigne la conoce, las niñas también, y hay confianza. La cazadora, que había hecho un alto en su trabajo, estaba encantada de cuidar a esas dos preciosidades.

- Lo siento, chicas...pero papá dice que después de cenar. Tenemos que esperar a los invitados y yo necesito ayuda en la cocina... si tuviese unas ayudantes guapas y serviciales... podríamos jugar un poco si queda tiempo antes de que vengan – Zoba sonreía batiendo en un bol la masa de sus galletas de postre.

Ellas hincharon mofletes, pero si se portaban bien y se quedaban dentro, Zoba les dejaría lamer la masa de galletas crudas que quedó en el cucharón. Zoba se acercó a Gascoigne mientras él preparaba la lumbre, calentando el hogar.

- ¿Todo bien por ahí fuera?

- Todo limpio... - dijo solamente.

- ¿Saben llegar aquí todos los invitados?

- Supongo. Y si falta alguno, no importa – dijo lanzando un tronco al fuego, avivando e iluminando su cara.

- No digas eso... son nuestros amigos, Gascoigne... a ti lo que te pasa es que no sabes cómo se llevarán con tus niñas.

Gascoigne siguió mirando el fuego callado. Zoba era la reina de dar en el clavo.

- Ah, Gascoigne... conoces a tus hijas mejor que nadie, son cariñosas, curiosas y tiernas... - ella se puso detrás poniendo las manos en sus hombros, mientras que él estaba sentado en el suelo echando troncos al fuego – Ellos las respetarán, son seres humanos inocentes. Ya verás como no pasa nada, tampoco puedes estar toda la cena en tensión...

Gascoigne puso una mueca. Maldita cena de Navidad... pero era la primera que sus hijas pasarían sin su madre. Así que llenaría la casa de gente para ocultar su ausencia.

Las niñas se asomaron desde la cocina a ver a su padre con Zoba delante de la chimenea. Ellas querían que mientras su madre no estaba, Zoba fuera su madre. Cocinaba ricas galletas, las acostaba con un besito y leía cuentos, jugaban juntas y sobre todo, las quería. Las abrazaba mucho y demostraba cariño por los seres con menos culpa del mundo. Se escondieron en la cocina cuando ellos miraron hacia ahí.

- Voy a hacer galletas con las princesas y las tengo entretenidas, ve a ponerte una ropa más formal para ser el anfitrión.

Se dirigió con una sonrisa a la cocina preguntando por el chocolate, y corrió antes de que las niñas lo cogiesen. Gascoigne soltó un pequeño suspiro. Si sus hijas estaban felices, todo iba bien, y todo merecía la pena. Se miró su ropa de cazador. No es que quisiera cambiarse, pero estaba absolutamente convencido de que sus invitados vendrían también con sus ropas de cazador, y que él sería el único con pintas... diferentes.

Se levantó y se fue a paso lento al piso de arriba, por lo menos a cambiarse la ropa, esa estaba un poco manchada de sangre. Al llegar al último escalón, escuchó un suave golpeo en su puerta.

- ¡Yo abro, yo abro! – la hermana mayor se precipitó a la puerta.

Aquella chica mayor que ha visto a su padre ir y venir varias veces de su trabajo raro se preguntaba muchas veces cómo serían los amigos de su padre, pues sólo conocía a su abuelo Henryk. Abrió la puerta rápidamente... y gritó.

El grito hizo que Gascoigne bajase las escaleras de cinco en cinco y que Zoba saliese de la cocina con el cuchillo jamonero y el delantal puesto. La niña se escondió detrás de Zoba mientras su padre se asomaba a la puerta enseñando los dientes. Poco a poco se fue relajando y recuperó la compostura.

- Gascoigne, yo me ocupo de esto... - Zoba mandó a la niña a la cocina y tomó a Gascoigne del brazo entrándolo a la casa despacio.

Zoba vio a Gascoigne entrar y salió fuera mirando. Entre la noche cerrada y los pequeños copos de nieve, vio alejada una silueta, que se alejó rápidamente de la casa cuando la niña gritó, sabiendo lo que le venía encima.

- Ven, no pasa nada... - río mientras le tendía la mano.

La figura se acercó despacio, caminando sin tocar la nieve, sin hacer sonido ni dejar huella, hasta volver al marco de la puerta. Se lo pensó un momento antes de entrar en la casa, sacudiéndose antes la poca nieve que cubría su traje de plumas. Era normal que la niña se asustara de abrir la puerta de golpe y ver al cuervo.

- Eileen, pasa... eres la primera, pasa al fuego y caliéntate...

- No me gusta la impuntualidad, siempre llego con antelación a todo. Puedes observar mientras el ambiente.

Zoba sonrió mirándola. La Cuervo era muy única. La acompañó hasta el salón y la dejó frente al fuego.

- Ponte cómoda... supongo... y por favor, no saques las armas ni hagas movimientos bruscos... ¿de acuerdo? Es por las niñas...

Zoba se sintió incómoda de decirle eso a su amiga. Sabía de sobra que Eileen no sería mala ni les haría daño, pero ella que iba a saber que una niña le abriría la puerta y se asustaría así. La cena empezaba muy bien con esto.

Zoba volvió a la cocina a echarle un ojo al horno y a las niñas. Le explicó a la mayor que era de las "amigas" de papá, y que va vestida así para darle miedo a los cuervos malos que hacían mucho ruido. Pero ella no era mala.

Mientras Zoba se acercó a la gran mesa del salón a encender las velas de los centros de mesa y colocar las servilletas con forma de origami de garza. La hermana mayor iba detrás de ella escondida para poder acercarse segura al cuervo, que se había sentado apartada, cerca de la lumbre. No se sentó por cansancio, no se sentó por educación. Se sentó para estar a la altura de las niñas. Eileen no es que fuese muy alta, pero no necesitaba altura para intimidar. Zoba la miró cuando colocó la última servilleta.

- Ella se llama Eileen, es una mujer, amiga mía. ¿Quieres hablar con ella?

La niña no contestó. Se limitó a mirarla escondida mientras se agarraba al delantal de Zoba.

- Hola pequeña... siento haberte asustado...

La niña abrió más los ojos cuando vio que ese Cuervo gigante estaba hablando, con una suave voz de mujer madura. Ya no parecía tan terrible.

Zoba fue a la cocina para empezar a sacar algunos entremeses y vio a Viola en la puerta de la cocina mirando a la invitada seriamente. Tenía una muñeca tomada de la mano.

- Viola... ¿te asusta también Eileen? Verás...

Zoba iba a ponerse a contarle a Viola otro cuento sobre Eileen para que le aceptase, pero la pequeña se empezó a reír de la nada.

- ¡Es un pajarito grande! – dijo señalándola riendo - ¡La hermana tuvo miedo del pajarito!

Zoba parpadeó un poco con la boca abierta mirando la niña. Luego miró a Eileen, que aunque no se le notaba, le sorprendió lo dicho por la menor de las hijas de Gascoigne, que hablando del rey de Roma, bajó las escaleras al oír la risa de su querida hija.

- ¿Viola? ¿Qué son esas risas, pequeña muñeca?

La niña volvió a reírse al oír a su padre y se escondió en la cocina con Zoba. Ella llevaba los primeros entrantes típicos de una cena de Navidad a la mesa, y Gascoigne cogió una silla para sentarse mirando al Cuervo.

- Espero tener una noche en paz con todos vosotros... - dijo el cazador.

- Si sólo me lo dices a mí en privado, es porque consideras que yo soy la problemática – Eileen se cruzó de brazos – No era mi intención asustar a tu niña.

- No es por eso. Es tu condición de cazadora de cazadores. Vas a estar rodeada de ellos, ¿no habrá tentación?

- Eso me ofende, Gascoigne... - dijo mirándolo - ¿Me consideras una máquina de asesinar cazadores en cuanto los veo... o consideras que nos reuniremos una panda de locos necesarios de asesinar?

- No hablemos de muerte esta noche, no por lo menos delante de mis hijas. Ellas deben mantener su inocencia y disfrutar de su infancia todo lo que puedan... sin saber lo que hay ahí fuera...

Eileen entrecerró los ojos mirándole y se mordió la lengua. No quería liarla en Navidad, en su casa y con sus niñas. Ella no es así. La niña mayor se sentó al lado de su padre y Gascoigne cogió a su pequeña Viola y la alzó al vuelo imitando el sonido de un rugido. Su niña se puso a reír.

- ¡Papi, te salieron colmillos de nuevo! – dijo sin dejar de reír.

La sentó en su regazo mientras ponía el lazo de su pelo bien puesto, y giró la cabeza un poco cuando escuchó la puerta tocar de nuevo.

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Y bueno, así acaba el primer capitulito. No es tan interesante ni tan realista como es Bloodborne, pero espero no decepcionaros ^^

Nos leemos! ^^



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