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El equilibrio del mundo (Parte9) Los locos siempre tienen razón

Vamos a ver si acertamos las referencias que dice mi loquillo :3

Es que creo que se me han olvidado hasta a mí XD

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La mujer puso una mueca de disgusto al escuchar su nombre.

 - Satisface mi curiosidad, mujer maldita... ¿realmente tenéis una relación amorosa?

 - Si - ella no cambiaba su serio rostro ni su fría voz.

Zoba se levantó con cuidado y se sacudió las piernas acercándose. María le tendió una mano tomando la suya para atraerla y darle un suave abrazo.

 - No te preocupes, soluciono esto y estoy contigo... no sigas llorando, no estoy enfadada contigo... - ella tomó sus mejillas y limpió sus ojos con ambos pulgares para después acercarse a ella y darle un tierno beso en los labios.

Zoba dio una pequeña sonrisa asintiendo y bajó del tejado en busca del carrito de Mergo, ya que el bebé volvía a llorar. María cogió sus espadas y volvió a mirar a Micolash fríamente, que lo tenía preso entre el tejado y su bota. El huésped había metido sus manos por dentro de los barrotes de su jaula tapando su cara mientras reía en voz baja.

 - ¿Qué te hace tanta gracia? - preguntó endureciendo la mirada.

Micolash movió sus manos para tapar sólo sus ojos, revelando su sonrisa y un poco de sangre de su nariz.

 - Así que... una relación lésbica entre ambas... se nota bien quién es la chica dominante... dime... ¿cómo hacéis cuando ambas queréis mantener...?

 - ¡Callate! - la espada de Lady María se hincó en el tejado entre una nube de niebla.

 - Por qué poco... me has pillado con la guardia baja - Micolash se asomó detrás de un torreón limpiando la sangre de su nariz - Ya nos veremos, Lady María... tengo poco tiempo y muchas cosas que hacer ahora... aunque si quieres, un futuro día de estos podemos hablar los tres largo y tendido... de cómo os desenvolvéis juntas...

Micolash desapareció en una nube de niebla con una risa llena de diversión antes de que Lady María se abalanzase sobre él.

 - Que asco me da... - susurró ella para sí.

Caminó por el tejado hacia un pórtico por detrás de la iglesia para ver a Zoba meciendo un bulto de mantas entre sus manos mientras tarareaba una canción y entraba dentro. Ella sonrió con cariño y de un salto, cayó detrás de ella. Zoba dio un salto y un pequeño grito.

 - Tranquila... - dijo sonriendo - ¿y ese bebé?

 - Es una larga historia... ¿y Micolash?

 - Se me ha escapado... pero no importa, tú me eres más importante ahora.. recuerda... soy tu ángel de la guarda... siempre que necesites a alguien, ahí estaré.

Ella tomó a su pareja por la cintura mientras Zoba empezaba a caminar contándole la historia de Mergo mientras María sonreía. Era con la única persona con la que María podía hacer esa expresión, con la que podía sacar su verdadera faceta cariñosa. Ah, y la única persona que podía llamarla solamente María.

*
*
*

Alfred bajaba las escaleras corriendo para llegar a la iglesia. Paró un momento para mirar a su alrededor y no encontrar a nadie. Lo rodeó y entró por detrás para llegar a una pequeña capilla donde estaba el cenotafio de Logarius.

 - Maestro... - dijo en voz baja arrodillándose - deme la fuerza para continuar. No quiero perder la cordura infundada por su valor.. y necesito más fuerza para... - miró a otro lado con un leve rubor y terminó bajando la cabeza - para rescatar... a mi... princesa...

Soltó un suspiro de alivio, como si se liberase de haberlo dicho por fin, de haberle confesado a su maestro que tenía a alguien a quien cuidar, sobre todo ahora que no estaba Eileen. Juntó las manos en un rezo esperando que la voz de su maestro llegase a su corazón.


- Honorable ejecutor, tú que sigues el camino de mi sombra, escucha lo que te digo... tu princesa está en otro castillo* y ya ha sido rescatada... por otra princesa...

Alfred abrió los ojos, mostrándolos sin expresión y levantó la cabeza lentamente hacia la estatua. En lo alto estaba Micolash sentado, moviendo una pierna, sonriendo enormemente por su bromita.

 - No tienes respeto por nada y por nadie - dijo Alfred levantándose - No tienes derecho a hablarme así ni mucho menos a burlarte del maestro Logarius de esa forma. Baja de ahí, este es un lugar sagrado.

 - Vengo a avisarte, ejecutor, que el que avisa no es traidor. Desenamórate de tu querida Zoba, o el golpe será mayor. Ni le gustas tú, ni le gusta tu sexo... aunque todavía puedes hacer algo si resulta ser de ambos bandos... - dijo acariciando su mentón y mirando hacia un lado, como si se le estuviese ocurriendo algo.

Alfred lo miró con odio levantando una ceja. No entendía muy bien a que se refería. Micolash sonrió de lado y cerró sus manos dejando fuera los índices y corazones, que después entrecruzó ambos formando unas tijeras.

 - No te creo. Eres un maldito mentiroso que sólo busca hacer daño de cualquier forma - Alfred apretó los puños.

 - Siempre puedes asomarte dentro de la iglesia. Verás una hermosa escena de dos jovencitas con un bebé dándose cariñitos... - dijo extendiendo una mano hacia ella, como invitándole.

 - No voy a hacer nada de esto. No voy a obedecer nada que salga de tu boca.

 - Oh, mejor, mejor. No hagas nada... - sacó de nuevo su sonrisa de lagarto - Lo único que el mal necesita para triunfar es que los hombres de bien no hagan nada.*

 - Todo lo que dices acerca a los hombres a la perdición, deja de provocarme. Yo debo seguir el camino de la luz de mi maestro Logarius.

 - Ten cuidado, ejecutor, mide tus pasos... porque cuanto más cerca estás de la luz, tu sombra se hace más grande...*

 - ¡Para ya! ¡Cállate! ¡Loco descerebrado...! - Alfred le dirigió una mirada de odio puro - Seguro que eres el hazmerreír de los eruditos...

 - ¿Y si me ven como un hazmerreír, como un loco descerebrado? Aunque no andarían muy desencaminados*... - Micolash lo miraba divertido.

 - ¡Que pares ya y te bajes del cenotafio de mi maestro Logarius!

Alfred tensó su brazo agarrando su rueda con fuerza y con un potente giro de cuerpo, lanzó el enorme arma contra Micolash como si fuera un frisbee gigante. Él, sorprendido por la brutalidad del ataque, no tuvo tiempo de reaccionar y acabó golpeándole en el pecho y derribándolo por detrás, pero se esfumó entre niebla antes de tocar el suelo.

 - Luego se enfadan los cazadores si digo que son unos brutos descerebrados... - se escuchó decir en el aire.

Alfred recogió su arma con la mandíbula apretada de rabia. Micolash siempre jugaba con él, aprovechándose de que era un hombre un tanto... inocente, y eso le hacía tener algo de miedo oculto. Miedo a que los locos siempre digan la verdad, miedo a que Micolash hubiese acertado con todo.

Vio por detrás de la capilla a Zoba empujar un carrito de bebé con una mujer que no conocía a su lado. La tenía tomada de la cintura y se acercaba a ella demasiado, demasiado para el gusto de Alfred. Parece ser que ahí no había una amistad, estaba surgiendo algo más. No, ya había surgido. El loco tenía razón. Siempre estuvo enamorado de alguien que no podía corresponderle. Ojalá se hubiese declarado a ella hace un tiempo... seguro que Zoba le explicaría sus orientaciones más sutilmente que lo hizo Micolash. Seguro que lo asumiría mejor... porque ahora tenía el corazón muerto.

Realmente... su princesa no estaba esperando a ningún príncipe.

*
*
*

Enfrente de la iglesia, Zoba miraba muy preocupada al carrito. La presencia de Mergo era minúscula y se le escuchaba sollozar.

 - María... Mergo no se encuentra bien... está muy débil y cansado...

 - Que no te extrañe que ese bastardo le haya robado toda la energía y el poder - dijo con seriedad asomándose al carrito - Hay que llevarlo con su madre ahora si o si. Y lo harás, porque yo te escoltaré.

Zoba entrecerró los ojos un poco mirándola. Rápidamente le pellizcó la mejilla.

 - ¡Ay! ¿Por qué has hecho eso? - María se puso la mano en la mejilla.

 - Tengo que asegurarme de que no eres Micolash. Ha podido darme el cambiazo en cualquier momento para volver a quitarme a Mergo - dijo convencida.

 - ¿Tú crees que lo ha dado? No me has quitado los ojos de encima en ningún momento... - ella puso una postura femenina poniendo sus manos en las caderas.

Zoba se sonrojó mirando a otro lado y empezó a empujar el carrito escondiendo su vergüenza, pero María la tomó del brazo deteniéndola.

 - Contesta a una cosa - dijo acercándose.

Antes de que Zoba preguntase un por qué, María la tomó de la nuca para besarla de esa manera tan característica de la dueña del reloj astral. Siempre hacía a Zoba sonrojarse como el vientre de las arañas humanoides de Cainhurts, daba igual cuántas veces se besasen. Luego se separó mirándola a los ojos.

 - ¿Crees que Micolash besa así? - le dijo con una pequeña sonrisa.

 - Eh... esto... no, no... - ella seguía roja, y se ponía nerviosa al quedarse sin palabras - ¡y que tampoco se como besa Micolash!

 - Ni lo sabrás - María sonrió acariciando su mejilla con cariño.

Corrieron con el carrito hacia la plaza subiendo escaleras, donde el ambiente estaba cargado y oscuro. Los tres cazadores estaban en su límite. Yharnam vio enseguida el carrito con su hijo y se levantó, y en ese instante, el Sabueso y la Nodriza detuvieron sus ataques. La reina se acercó cruzando la plaza y aceleró el paso cuando su hijo empezó a llorar.

María agarró la mano de Zoba y la apartó corriendo del carrito yendo hacia los cazadores antes de que Yharnam llegara hasta ellas, que se precipitó a mirar dentro del carrito. Mergo calló al reconocer a su madre tocarle, y la Nodriza saltó a su lado a ver el estado del niño. Zoba y María se alejaron para estar a salvo junto a los otros cazadores.

Djura estaba de pie delante de Valtr, protegiéndole, que estaba tirado en el suelo con una herida en su vientre. Gascoigne estaba tirado entre los escombros de la casa a la que fue lanzado. No se había levantado, no podía hacerlo. Sólo daba de vez en cuando gemidos de dolor como un perro gigante.

 - Menos mal que habéis venido con el niño... no aguantábamos más... - dijo el Polvorilla sentándose, permitiéndose un descanso.

Vieron cómo Yharnam tomaba a su hijo en brazos como podía, con sus manos encadenadas y lo empezaba a mecer mientras cantaba.

 - "Hijo del corazón, deja ya de llorar, junto a ti yo voy a estar, y nunca más te han de hacer mal"*

Mergo dejó de llorar conforme escuchaba a su madre, que se sentaba en un borde para mecerle. La Nodriza echó un vistazo a los cazadores. El niño se había reunido con su madre y estaba bien, muy débil, pero bien. Su labor había terminado. Desapareció en una espesa niebla soltando unas plumas negras.

Lady María suspiró satisfecha, y se acercó a repartir un poco de sangre entre Djura y Valtr. Cuando iba a dirigirse a Gascoigne, miró a su alrededor buscando a Zoba. Estaba más alejada, debajo de la Capilla, agachada. Estaba mirando fijamente las Hojas de Piedad de Eileen, que era lo único que quedaba de su amiga.

Las tomó con cariño levantándolas, asombrándose de lo poco que pesaban, pues estaba acostumbrada a su gran hacha. Sonreía un poco con nostalgia, sin darse cuenta de que la sombra de la mano de Amygdala se acercaba sobre ella despacio.

 - ¡Zoba!

Lady María apareció a su lado en un abrir y cerrar de ojos y con su Rakuyo cortó uno de los dedos del Grande, haciéndole soltar sangre. Levantó a Zoba del suelo y retrocedió con ella.

 - ¡Ni la mires! ¿¡Me estás escuchando?! ¡Ni la mires! - le gritó con ganas.

De ninguna manera Amygdala se desharía de Zoba al igual que lo hizo con Eileen. Corrió con ella hasta llegar con Djura sin dejar de mirar al Grande, que movía sus ojos y tentáculos hacia todas las direcciones. Fue entonces cuando, considerando el hecho de atacarle y gritarle como una invitación a pelear, bajó de la Capilla y se situó en la plaza levantando sus manos delanteras.

 - Oh, venga... - Djura puso una mueca de cansancio y dolor.

 - Maldición... - susurró Lady María.

Valtr se quiso levantar para empezar, pero Djura le indicó con una mirada de advertencia que mas le valía que no lo hiciese. Valtr es un cabezota. María apretó los dientes. Era su responsabilidad ofrecerse a pelear contra el Grande, pues ella le había provocado y era la única que podía luchar en condiciones. Pero eso suponía dejar a Zoba sin protección, sabiendo que tenía que encargarse de buscar a Micolash, ya que lo conocía tan bien.

 - No queda otra, yo me encargo... - María dio un paso al frente con su arma - Yo le he provocado y yo solucionaré esto.

 Todos la miraron sin saber qué decir. Zoba se arrepintió de lo más profundo de su corazón por ser tan tonta. María era fuerte, muy fuerte... pero Amygdala era un Grande. Sacó su arma caminando hacia su rival, cuando el sonido de una campana de convocación resonó por la plaza con un suave tintineo que llamó la atención de todos.

Zoba levantó la cabeza mientras abrazaba con cuidado las armas de Eileen y a su lado aparecieron unos mensajeros locos de felicidad. Aplaudían, bailaban y reían tocándola, intentando decirle que su lugar de invocación no estaba roto. Uno de ellos le hizo un corte de manga a Djura a la vez que señalaba hacia lo alto de la Capilla de Oedon. 

Un ataque de una onda cortante llegó desde arriba y alcanzó al Sabueso justo por la mitad, separando el cuerpo del monstruo que había parado de atacar cansado y matándolo. A Yharnam no pareció importarle en absoluto. Sólo le cantaba a su hijo, haciendo que el pequeño recuperase fuerza.

 - Vaya... al final... al ayudante del cazador siempre le toca solucionar todos los jaleos...

Esa frase le dio un estremecimiento por la médula a María, que miraba incrédula a lo alto de la Capilla, hacia esa voz que hablaba gravemente desde lo alto.

 - Esta noche, Gehrman se une a la cacería.

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Bueno bueno, pues Mergo ya está con su madre tranquilamente, pero sin poder ni energía, porque Micolash se lo ha quitado todo, ¿para qué lo querrá? ¿Para qué quería venir al mundo de la vigilia realmente?

¿Por qué me gusta tocar tanto los coj*nes metiendo más rivales de donde no los puedo sacar? Para traer a personajes como el nuevo que ha llegado ;3

Nos leemos! ^^

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