El equilibrio del mundo (Parte12) Que corra la sangre
Bueno, pues después de unos asquerosos episodios depresivos (que asco de vida y sociedad) me vuelvo a poner al día, que hay que acabar esto.
Lo bueno es que de ver algunas fotos nuevas me dan ganas de hacer one shots nuevos (pensando en un One Shot donde Henryk quiera vengar a Gascoigne y se pelee con Eileen y la cazadora, que no lo he hecho :3)
Así que, vamos al lío, a ver si puedo descrifrar mi letra cursiva escrita rápido de mi borrador de clase. Ahora os lo enseño y veréis por qué suspendo xD
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Iosefka marchaba hacia el exterior de la iglesia dando saltitos de felicidad. El poder estar cerca de Micolash era su mayor deseo y se prometió hacerle feliz. Por eso le guardaba una bonita sorpresa. Salió fuera a observar al agotado Polvorilla atacar los numerosos miembros de la bestia. No tenía reparo en disparar a las cabezas que gritaban.
Ella soltó una risita un poco cursi al ver que Djura mantenía una expresión estoica. No permitía que sus sentimientos se adueñasen de él, pero no le duraría mucho, pues las balas no son eternas.
Además, miradlo, le tiemblan las piernas y viene cansado de una batalla anterior... y esa cara arrugada... Djura ya no es un joven, ha vivido mucho. Un pequeño despiste... y el Polvorilla caería. Estaba segura... y ella nunca se equivoca.
- Será muy hermoso verte morir a manos de las bestias que tú mismo cuidabas - dijo cruzando los brazos con una sonrisa - Cría cuervos y te sacarán los ojos...
*
*
*
Dentro de la iglesia, Micolash miraba a la Muñeca con una sonrisa. Los tentáculos de su mano se movían suavemente.
- Lo ideal sería llevarte a mi Pesadilla y experimentar contigo allí... de todas las formas que se me ocurran. Ah, por donde empezar... tengo tanto que hacerte en tan poco tiempo...
Los tentáculos de Micolash se movieron nerviosos y dieron un latigazo al suelo. La Muñeca permanecía impasible.
- ¿Qué harás conmigo? - preguntó ella.
- ¿Acaso importa? Acabas de aceptar un trato conmigo.
- Me da curiosidad - dijo moviendo suavemente la cabeza.
- Dudo, la verdad. Creo que primero te atacaré para herirte - los tentáculos se abalanzaron a por ella de nuevo con vida propia, pero él los detuvo - Quiero saber si tienes la capacidad de regenerarte... ¿la tienes?
- Hoy ha sido la primera vez que he muerto y resucitado - dijo ella mirando los cristales rotos - Nunca me han herido antes...
- ¿Entonces cómo sabías que podían resucitar?
- Simplemente lo sabía. Tengo el conocimiento de que puedo hacer muchas cosas que no he intentado.
Micolash dejó salir un sonido gutural de su garganta como signo de satisfacción.
- Tengo tantas ganas de abrirte e inspeccionar tu interior...
- ¡¡Micolash-sama!!
Él giró los ojos suspirando. El grito que provenía de la yandere loca no expresaba alerta o advertencia. Sólo rabia y celos. Se giró para verla acercarse.
- ¿Has hecho ya lo que te dije? - dijo mirándola.
- Sí... - ella le dirigió una mirada llena de ofensa.
Iosefka había oído su conversación con la Muñeca. No iba a ignorar el evidente interés de Micolash por esta nueva mujer e iba a intervenir para defender lo que era suyo. Eso de examinar el interior de la Muñeca... no, no y no.
- Micolash-sama, ¿Qué harás con esta mujer? ¿No tienes suficiente conmigo? Ella es demasiado alta y tiene... un rostro enfermizo. No es bonita - ella se abrazó al brazo no tentaculoso de Micolash.
- ¿Qué que haré con ella? Lo que quiera. Ella es mía ahora... - dijo sonriendo sin quitarle la vista a la Muñeca - Su interior es tan interesante...
- ¡El mío también, Micolash-sama! - dijo tomando su mano - Micolash-sama, yo...
- No seas celosa, es agobiante - él quitó su mano y empezó a avanzar hacia la Muñeca.
Iosefka apretó los dientes con frustración. Quería la atención de Micolash sólo para ella, así que tendría que usar su as en la manga.
- Estoy embarazada, Micolash-sama, de un Grande...
Micolash dejó de caminar y quedó entre ambas mujeres. Se giró lentamente hacia Iosefka juntando las yemas de los dedos de ambas manos.
- ¿En... serio? - puso una enorme sonrisa bastante interesada que a Iosefka le dio un vuelco el pecho.
- En serio, Micolash-sama... llevo muy poco, pero, podré conseguirlo - ella dio un sonrojo con los ojos brillantes.
- Ah, caray... - decía lentamente - eso sí me interesa*. Vine buscando cobre y encontré oro...* - le dolía la mandíbula de sonreír.
- Micolash-sama... - ella se acercó un poco a él - Pronto empezaré a sentirme mal y a delirar, tendré mareos... por eso le necesito a mi lado, necesito su atención y apoyo para poder salir adelante y dar a luz a un Grande... que sea nuestro... un hijo de Micolash-sama.
El cerebro de Micolash trabajaba a toda velocidad midiendo la situación. Por un lado era genial que estuviese embarazada de un Grande... que sea suyo, ella se volvía útil a la vez que inútil. Tendría que cuidarla, protegerla, y para eso no había tiempo ni ganas. Por otro lado, el papel de padre no era para él, de ninguna de las maneras, pero la idea de que el proceso saliese bien le daba la obtención de un Grande que podría manejar a su antojo sin la necesidad de gastar cantidades industriales de energía y magia. Y si el proceso salía mal, Iosefka se volvería loca, y es que podía estar más aún, y se volvería todavía más dependiente de él y pesada. En ese caso se desharía de ella, pues ya era inservible.
Mientras Micolash y Iosefka se miraban delante de la Muñeca, empezaron a aparecer numerosos mensajeros a su alrededor con cara de pocos amigos. Llevaban cócteles molotovs. Iosefka los vio por detrás de la espalda de Micolash.
- ¡Cuidado, Micolash-sama!
Iosefka se agarró a la ropa de Micolash para apartarle de delante de los mensajeros, pero el más rápido logró darles con el cóctel antes de que Micolash saltase lejos con Iosefka tomada de la cintura con ayuda de sus tentáculos. Micolash golpeó la capa en llamas de Iosefka para apagarlas, mientras ella se abrazaba a él y sollozaba del dolor. Su brazo derecho, cuello y parte de la cara se habían quemado.
- Micolash... -sama...
- Tengo una Campana de Sanación, ahora solucionamos esto...
Micolash miraba seriamente a la Muñeca y a los mensajeros a su alrededor, quietos ahí. Ah, mensajeros... seres que podían viajar desde el Sueño del Cazador al mundo de la vigilia... sin ningún tipo de restricción... que interesantes...
Había uno sentado en un escalón con una libreta escribiendo una factura que luego pasaría a Zoba de todos los cócteles usados para defender a la Muñeca.
- No está bien que ella te proteja de esa manera - dijo la Muñeca - Ella está embarazada y tú deberías cuidar de ella.
Micolash iba a abrir la boca para soltar algo realmente ofensivo para ambas, pero Iosefka quitó su cara quemada del hombro de Micolash con una gran expresión de odio. Su rostro quemado, hinchado y rojo le dolía horrores.
- Tú no eres nadie para exigirle nada a Micolash-sama. Eres una Muñeca andante que no vivirías si no es por el poder que te han dado, ni siquiera tienes personalidad, ni sentimientos... ¡Ni siquiera sabes lo que es sangrar!* ¡No sabes lo que es sentir un amor tan fuerte que actúas por el bien de alguien sin importar lo que te pase a ti! Micolash -sama es lo único que tengo ahora... ¡y por él y nuestro futuro hijo hago absolutamente lo que sea! ¡Absolutamente todo! ¡Como si tengo que matar a quien sea, lo he demostrado asesinando al líder de los Ejecutores!
- ¿Al líder... de los Ejecutores?
Los tres miraron hacia las escaleras. Zoba bajaba las escaleras despacio sujetando las armas de Eileen.
- ¿Tú... has matado a Alfred? ¿A mi amigo Alfred?
Iosefka endureció la mirada al verla. Que oportuna la niña...
- Te he hecho una pregunta – insistió Zoba al acabar las escaleras.
- Sí, lo he hecho. Le asesiné para proteger a Micolash-sama.
Antes de que Zoba pudiese abrir la boca, se escuchó un gran grito de agonía desde el exterior, miles de bocas gritando, y miles de ojos llorando.
- Micolash-sama... el nuevo Renacido...
- Iré fuera. No puedo permitir que ese ermitaño loco consiga hacer demasiado ruido a mi Grande.
Micolash desapareció en un segundo en su nube de niebla y fue hacia el exterior. Iosefka se quedó mirando hacia el lugar donde había estado Micolash. Escuchó un sonido silbate y luego un pinchazo en su mejilla sana. Un cuchillo le pasó rozando y se giró hacia Zoba.
- Qué valiente atacando por la espalda... - dijo mirándola con ojos helados.
- Si Alfred estuviese vivo, te diría lo mismo – Zoba se acercaba lentamente.
- No tienes pruebas de que yo le haya atacado por la espalda...
- O sorpresa. La prueba es que está muerto. De otra manera nunca le hubieses matado. Nunca, nunca, nunca. Alfred está a un nivel muy superior al tuyo.
- Ya no, querida... aprende a hablar de él a partir de ahora en pasado. Está muerto. Muerto... - dijo sacando su cuchillo de entre sus ropas.
- Nunca me fie de ti... nunca... - Zoba negaba suavemente con rabia. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que nunca saldrían, por lo menos ahora no – Tengo que pagar con tu muerte muchas cosas... tus mentiras, tu falsedad, tu locura, el nunca poder volver a abrazar a Alfred o ver su sonrisa sincera... que te hayas aliado con mi enemigo y muchas cosas más de las que no me constan.
- Que me alíe con tu enemigo no debería de importarte, pues nunca fuimos amigas, ni lo seremos. Voy a estar al lado de Micolash-sama para siempre.
- Vais a ser muy felices. ¿Dónde está, por cierto? Preocupándose por su engendro antes que de curarte esa herida que la puede curar en dos segundo moviendo una campanita y perdiendo un poco de su poder en ti... ¿duelen, verdad?
- ¡No me importa! ¡Micolash-sama debe guardar todo el poder arcano que pueda y usarlo bien, él debe mantenerse todo el tiempo que pueda en el mundo de la vigilia para estar conmigo! ¡Si debo sufrir el tiempo que sea para estar con él un minuto más, seré feliz!
- Estás peor de lo que pensaba... - Zoba empuñó las Hojas de Piedad – Siento todavía más ganas de matarte... supongo que las armas de Eileen tienen su esencia.
- ¿Ah, juegas con juguetes que no son tuyos? ¿Y sabes usarlos? – ella sonrió de lado.
- Tengo un poco de experiencia en este terreno...
- Claro... si consideras el fracaso como experiencia*
Zoba enseñó los dientes con rabia. El enfrentamiento va a empezar. Los mensajeros cogieron cócteles y cuchillos para ayudarla, pero la Muñeca puso su mano deteniéndoles. Era un asunto que Iosefka y Zoba debían solucionar solas... ni aumentar la factura que luego le pasarán a Zoba.
*
*
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Micolash salió al exterior de Viejo Yharnam. Vio a su Renacido de espaldas y fue con precaución a ver que pasaba. Djura estaba de rodillas en el suelo con la cabeza baja y los hombros caídos. Sus piernas no tenían fuerza, su nariz había reventado del esfuerzo como un caballo de carreras del esfuerzo. No sentía sus pulmones, su garganta sabía a sangre, el flato estaba presente.
El Grande estiraba sus grandes manos deformes hacia él con cuidado, pero no llegaba a tocarle. No se atrevía. Notaba que si le rozaba, le derribaría. El Grande no le había herido en absoluto. Djura estaba así por el sobreesfuerzo de querer asesinarle lo más rápido posible para dejar de sufrir.
- ¿No crees, Polvorilla, que ya has perdido demasiado el tiempo? – Micolash se sentó en una gran roca – Tus piernas no te sostienen, tus manos no te responden, tu ojo ya no ve... Estaría bien que descanses tranquilamente, tu misión ha acabado, Viejo Yharnam ha sido asolado... ya no tienes por qué luchar, ya no tienes por lo que vivir...
Djura no se movía absolutamente nada. Ya no jadeaba, y tenía la cabeza baja, sentado en sus rodillas. Parecía que una ligera ráfaga podría tirarle al suelo.
- Acepta tu derrota, Polvorilla, has vivido demasiado... más de lo normal, das pena. Incluso al Grande que he creado siente pena por ti y no te ataca.
En realidad, el nuevo Renacido tenía otros motivos por los que no atacar. Recuerdos, memoria, moralidad y respeto. Aunque hayan cambiado mucho y ahora estén así, lo recordaban. A él y a sus acciones. Djura movió su ojo hacia Micolash, sin mover nada más.
Realmente, ese maldito tenía razón. Casi siempre la tiene. Él ya no... no... ya no tiene motivos ni ganas para continuar.
*
*
*
Zoba estaba limpiando la sangre de las armas de Eileen con mucho mimo y la mirada sombría. Tirada en el suelo, Iosefka herida de muerte, deliraba agarrando su vientre acuchillado. Su entrepierna también estaba húmeda de sangre.
- Mi hijo... - dijo escupiendo sangre – maldita zorra, mi hijo... me ha costado tanto... tanto tenerlo... la alegría... de Micolash-sama y mía...
- Ahorrate esas palabras, y deja de alabarle tanto. No te aguanta, no te soporta, no te quiere.
- Callate... cállate, zorra... - ella apretaba los dientes luchando por vivir.
- ¿Y sabes por qué lo sé? Porque lo conozco estupendamente. Sólo te usa porque le das lo que quiere. Pero en fin, si así has sido feliz...
Iosefka clavó los dedos en sus heridas para sentir más dolor y mantenerse consciente, sabiendo que así ganaría unos segundos de vida. Empezó a reír con su típica risa de yandere.
- Yo... yo juro, juro por todo lo que no aún no se conoce... losa saberes ocultos, todo aquello alejado de las manos de los hombres... por los Grandes... juro vivir, por para Micolash-sama... servirle, quererle y cuidarle... y hacer lo posible por... darle un hijo...
Con otra de sus risas, Iosefka fue engullida por la típica niebla gris que se lleva a los cazadores. Eso le hizo sospechar. ¿Por qué así? Daba igual, lo importante es que no volviese. Suspiró. No le gustaba asesinar.
- Has hecho lo correcto, Zoba* - la Muñeca se acercó a ella.
- Que bueno verte por aquí...
- Sólo quería ayudar, pero en realidad sólo estorbaba...
- No digas tonterías... ¡ah! ¡Me escondiste cuando fui al Sueño del Cazador que Eileen estaba ahí!
- Te vi con prisas y ocupada... no quería distraerte... lo lamento... - ella hizo una reverencia hacia delante.
- Ay, no puedo enfadarme contigo*...
Zoba se abrazó a ella con una sonrisa. Su cabeza se acurrucaba en su pecho duro de Muñeca y le hacía sonreír. La Muñeca acariciaba con lentitud su pelo, como siempre que hacía cuando la cazadora volvía de enfrentarse a un boss y le entraba una pataleta porque no conseguía derrotarle con varios intentos.
- Aún no ha terminado su misión, cazadora. Micolash está fuera con el Polvorilla que me hablaste y puede enfadarse mucho si ve que has asesinado a su... ¿compañera?
- Acoplada, llamémosla – sonrió levantándose.
Un mensajero se acercó a ella con una notita y se la tendió. La Muñeca miró al cielo un segundo y dio un pequeño suspiro.
- ¿Qué es esto? ¿Una factura... de 26 cócteles molotovs? ¡Pero yo no he usado esto, son muchísimos ecos!
- Ah, los canijos... - dijo la Muñeca con su voz suave – ellos me defendieron con esto cuando Micolash quería experimentar conmigo... y ahora pretenden cobrarte a ti.
- Espera un momento... ¿experimentar contigo? ¿Con mi muñequita guapa? Le voy a matar...
Antes de que la cazadora saliese, la Muñeca la tomó de la mano.
- Que funcionen tus manos correctamente... - dijo haciéndole una cruz en la palma de la mano – Que tu cabeza piense correctamente – le hizo otra en la frente – Pero ante todo antepón el corazón – dijo haciéndole la última en el pecho.
- ¿Qué es esto? – preguntó Zoba.
- Un hechizo simple, pero inquebrantable* - dijo con una sonrisita la Muñeca – Me lo enseñó Gehrman, dijo que él no hizo caso a este hechizo para los cazadores... y que así le fue. Aunque no se por qué me enseñó eso a mí, si no tengo cerebro ni corazón...
Zoba sonrió mirándola. Ay, Gehrman, que orgulloso... enseñárselo a la Muñeca para que ella fuera a enseñarlo a Zoba. La cazadora arrugó el papel y lo lanzó al suelo mientras caminaba a paso ligero hacia afuera. Los mensajeros dieron palmas animándola en plan "¡Bien hecho! ¡Tú demuestra quien manda!"*
El mensajero que le dio la nota entrecerró los ojos. No se iba a escapar, ya le pagaría.
*
*
*
Fuera, Djura movía sus manos temblorosas hasta dentro de sus ropajes y sacó una pequeña cajita. La vació en sus manos, haciendo caer tres balas, que empezó a meter en su arma de fuego lentamente, intento relajar sus manos que estaban obedeciéndole sin fuerza. Micolash levantó la barbilla y alzó las cejas mirándole con superioridad.
- ¿Todavía seguirás intentándolo con tres tristes balas? Esto ya no es divertido, es triste...* Patético diría yo... bueno... sigue atacándole si quieres, yo podré sanarle después.
- Tres tristes balas, dice... - Djura susurró con los labios resecos – se nota que siempre has estado solo... - sus susurros eran tan bajos que Micolash no llevaba a oírlos – Cada una de estas tres balas que guardo en el corazón... vienen de cada uno de los cadáveres de mis tres discípulos... mis amigos... eran las tres últimas... las que hay que quedarse siempre para usarlas para uno mismo... juré usarlas sólo en una emergencia – Djura tosió cerrando el cargador de su arma – Espero que me perdonen si fallo los disparos, pues son mis últimos recuerdos de ellos. Les representan.
Micolash vio como Djura apuntaba su temblorosa arma hacia el Renacido, que gruñía por lo bajo. Sonrió y sacó de entre sus ropas la Campana de Sanación.
- Hazlo, Polvorilla, ataca sin miedo... - dijo sonriendo de lado.
Djuro inspiró profundamente. Debía ser rápido y letal. Aguantó la respiración unos segundos y giró el brazo rápidamente apuntando a Micolash, disparando las balas una detrás de otra seguidas intentando controlar sus temblores.
La primera bala dio en su mano derecha, haciendo soltar la campana, que rodó hasta caer por una grieta. La segunda rozó su hombro izquierdo, y la tercera fue a su costado. Micolash maldijo gritando.
- No... ¡No, no, no! ¡Lo olvidaré todo!
Djura sonrió un poco cogiendo su Estacador. Sus chicos no le han fallado. Puede que los dos primeros no fueran letales, pero si el tercero. Es una zona muy mala.
Micolash vio de lejos venir a Zoba caminando hacia ellos, y dedujo al momento que había matado a Iosefka, junto al feto que llevaba en su interior. Todo por dejarla sola y preocuparse más por su Grande.
- Puaj... ya se echó a perder*...
Gruñó enfadado y empezó a huir hacia otra dirección, agarrando sus heridas.
Djura inspiró profundamente de nuevo agarrando su Estacador con ambas manos. Usando sus últimas reservas de fuerzas, levantó su arma por encima de su cabeza y la clavó entre las losas del suelo. Tiró de ella haciendo palanca con un grito de ánimos y dolor, creando una grieta que comenzó a avanzar hacia el nuevo Renacido. Él era el dueño de Viejo Yharnam, él conocía su ciudad. Sabía dónde había terrenos inestables, que lugares aguantan menos peso. Djura debía saber cómo manejar el entorno a su favor.
El suelo de losas viejas alrededor del nuevo Renacido comenzó a colapsar y a derrumbarse, hasta que la bestia cayó por su propio peso, derribando un puente detrás de él mientras se escuchaban gritos, algunos de alegría por su muerte inminente. Las piedras a su alrededor cayeron y comenzaron a enterrarlo entre una nube de polvo. Zoba vio el panorama a lo lejos. También cómo las losas delante de Djura caían al vacío. Esperaba que el Polvorilla retrocediese... pero no lo hacía.
- ¡Djura, apártate de ahí! – Zoba comenzó a correr en su dirección.
El Polvorilla la miró jadeando suave. Su brazo estaba bien enfundado en su arma clavada en el suelo y no tenía fuerza para soltarlo y levantarse para correr. Le dedicó una suave sonrisa con sus labios manchados de la sangre de su nariz antes de esconderse entre el polvo y que el resto de losas a su alrededor se derrumbasen también.* (así muere un personaje Disney, emoji de corazón roto)
Zoba dejó de correr mirando a su alrededor para encontrarle. Cuando la nube de polvo desapareció, sólo quedaba un gran boquete a su alrededor. Abajo, una gran aglomeración de enormes trozos de calzada, aún con polvo flotando.
- Djura...
Ella se acercó un paso más y la losa que pisó cedió bajo su peso también. Pegó un grito y sintió algo muy frío agarrarle de los brazos. Alzó la mirada y vio a dos mensajeros sosteniéndola, con gesto de que no aguantarían mucho. La Muñeca se acercó con un pequeño trote y se agachó a ofrecer sus manos para ayudarle a subir.
- Gracias... - dijo mirándola a ella y luego a los mensajeros. Ellos le enseñaron la factura – Ah, entiendo, si me caigo y me mato pierdo los ecos, que os debo, ¿no? No me ayudéis nunca sin pedir nada a cambio...
Su pequeña rabieta con los labios apretados hacia los mensajeros escondía la tristeza de no haber sido más rápida para ayudar a Djura a levantarse. Siempre llegaba tarde a todas partes...
- Cazadora, no te desanimes... rápido, Micolash se escapa... ahora va herido... encuéntrale y dale muerte.
La Muñeca indicó con su mano el rastro de sangre que se alejaba de la escena.
- No... debe sufrir... debe sufrir mucho... él mató a Henryk, por su pelea han caído los hermanos Madaras, Eileen fue devorada, aunque está en el Sueño del Cazador, Alfred murió, y ahora Djura... ¡y ahora ha hecho cosas horribles!
- Cazadora, no sea rencorosa...
- ¡Soy muy rencorosa, de siempre! ¡Hago todo lo posible para caerle bien a los demás y ser útil, ¿por qué nada me sale bien?!
- Si hay algo que diferencia a las personas de las bestias es la humanidad. Y es humano perdonar...
- No sé por qué una Muñeca como tú me habla de humanidad – dijo ella con enfado.
La Muñeca calló un momento y retrocedió un paso mirándola.
- Yo sólo... lo leí en un libro...
- Lo siento... lo siento, perdóname... me he calentado. He dicho cosas hirientes y no debería. Me tratas demasiado bien. Sólo... da igual... iré a por Micolash... ¿me esperas para volver juntas con los demás? Quiero que conozcas al resto de los cazadores en persona.
Zoba intentó poner su mejor sonrisa evitando llorar. La Muñeca asintió despacio y la vio correr siguiendo el rastro de sangre que soltó Micolash.
- Encuentra tu valía en el mundo de la vigilia...
*
*
*
Micolash acabó en unas escaleras en un lugar apartado de Viejo Yharnam y se derrumbó en ellas. Su mano herida apretaba su costado, y la sana tenía el hombro dolido. Ya no tenía fuerzas para huir más. Se quitó la jaula de Mensis de su cabeza y la puso a su lado. Tenía la vista nublosa. Su final se acercaba.
- Ah... bueno... fue bueno mientras duró*... - tosió un poco soltando sangre.
Escuchó los pasos resonar de unas botas de cazador e intentó enfocar su mirada para ver venir a Zoba con paso lento. Ella se paró observándole con gesto serio, hasta que él dio una pequeña carcajada.
- No tienes ni idea del dolor y todo el daño causado por tus juegos que le has hecho a esta ciudad y a sus habitantes. Y me encargaré personalmente que nadie como tú vuelva a interferir de esta manera.
- Ah, Zoba... le quitas lo divertido a la vida*... - dijo él riendo sin fuerzas, tumbado mirando al cielo en las escaleras.
- ¿Y bien? ¿Estás contento? Querías ganarlo todo, Micolash... y has acabado sin nada. Tenías tantas ganas de poseerlo todo...tenías un buen plan, y bien, ¿lo hiciste?
- Si...
- ¿A qué precio?
- Lo perdí todo*... - Micolash puso una sonrisa amarga con los labios y dientes manchados de sangre.
- Ahora toca morir, Micolash, esperemos que definitivamente.
- No creas que me hace especial ilusión... - tosió quejándose de dolor – Esta experiencia... me da hambre de más...
- Yo preferiría que murieses de una vez – le dijo seria y cortante.
- Hay destinos peores que la muerte...* - dijo con su sonrisa amarga.
Su cara se puso más pálida de lo normal, remarcando sus ojeras y su pulso disminuyó considerablemente. A la cazadora incluso le dio pena ver su estado. Ella en realidad, no deseaba el mal a nadie.
- Siempre me quedará una pregunta, Micolash... ¿Qué eres realmente?
Micolash sonrió mientras empezaba a aparecer la niebla negra a su alrededor y cerraba los ojos.
- Soy lo que los dioses han hecho de mí*...
(¿Qué personaje de anime muere disparado y tirado en medio de unas escaleras?)*
Su cuerpo fue envuelto en la niebla y se consumió. Micolash había muerto finalmente. O por lo menos, había abandonado este mundo. Suspiró dejándose caer de rodillas al suelo. Que día tan intenso... pero la recompensa estaría cerca. Disfrutaría al máximo la satisfacción de presentar a la Muñeca al resto de los cazadores de los que hablaba, bueno, eso si Amygdala no había hecho una masacre.
Salió fuera caminando y miró al cielo. Todo parecía más tranquilo. Fue caminando hacia la Muñeca, que estaba mirando el borde del boquete por el cuál cayeron el Renacido y Djura.
- Micolash ha muerto, ya nos podemos ir de aquí...
- Eso es una gran noticia, pero... creo que antes deberíamos bajar ahí... - dijo la Muñeca sin mirarla.
Zoba se acercó asustada. No quería imaginar que el Renacido estuviese vivo aún, le daba un ataque. Sin embargo, siguiendo el dedo a donde apuntaba la Muñeca, encontró un brazo sobresaliendo por unas piedras. Si ese cuerpo estuviese muerto, habría desaparecido.
- ¿¡Djura?! ¿¡Djura está vivo?!
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Y así acabamos el penúltimo capítulo :3
Espero que disfrutéis de la sobre carga de memes que he puesto, que me he lucido.
¡Nos vemos! ^^
Por cierto, esta es mi hermosa letra del borrador, cursiva a prisa, la llamo :3
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