El equilibrio del mundo (Parte Final) Lo que le hace ser admirable
Bueno, con esta entrega damos por finalizado El equilibrio del mundo, para alegría de unos y para tristeza de otros.
Una cosita, en esta parte SI hay referencias, pero NO están señaladas. A ver si salen solas :3
Después de esto, a ver que one shots nuevos llegan :3
Disfrutadlo :3
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- ¿¡Djura?! ¿¡Djura está vivo?!
Zoba corrió rodeando el boquete y buscó por dónde empezar a bajar, saltando hacia piedras que se quedasen estables. Fue como pudo hacia ese brazo gritando su nombre y notó cómo movía un dedo. Comenzó a mover las piedras de mediano tamaño de encima suya.
Liberó su torso del peso y su cabeza herida llena de polvo, que tosió un poco lleno de polvo y sangre. Sacudió su cabeza soltando más polvo.
- Ah... maldita sea...
Él giró los ojos y los cerró cansado cuando la cazadora se tiró encima suya a abrazar el medio cuerpo que tenía fuera.
- Aparta, cazadora... - volvió a toser.
- No Djura... tú no lo entiendes... - ella levantó su mirada llena de lágrimas apretando los dientes, con la cara roja – No puedo aguantar... el perder más amigos... no, Djura, no...
Él iba a volver a hablar, pero la cazadora le puso ambas manos en la boca.
- ¡No! ¡Ya se lo que me vas a decir! ¡Ya se lo que te pasa! ¡Sé que lo has perdido todo, sé que estás cansado, que quieres morir...! Pero no te voy a dejar... eres valioso... eres muy valioso... - ella puso su mano en la vieja mejilla de Djura - Me lo debes, he cumplido con lo que me confiaste, te ayudé a abrir la puerta...
Djura cerró la boca mirándola. Vio de reojo venir a una nueva mujer para él. La Muñeca había bajado después con cuidado. Miró a la cazadora, que intentaba liberar el brazo derecho y las piernas de Djura, bajo unas enormes losas que no podía mover.
- No siento las piernas... tampoco el brazo...
- No me digas eso... - decía ella mientras intentaba empujar la piedra todo lo que podía, pero no conseguía mover ni un milímetro la enorme piedra.
- No sigas... estoy atrapado aquí... no sé que tan mal he hecho como para no dejarme morir en la caída... sino que tengo que morir aquí sin poder moverme... sin monstruos que devoren mi cuerpo.
- ¡Djura, cállate! – dijo mirando a ver si podía usar algo de palanca – Conseguiré sacarte de aquí y luego te daré unos viales de sangre.
El viejo Polvorilla miró al cielo suspirando. No podía mover sus extremidades, pero no sentía dolor. Giró la cabeza y miró a un lado. Su poderoso Estacador estaba ahí tirado, con la suerte de que no le había pasado nada.
- Si tantas ganas tienes de sacarme de aquí puedes cortar mis miembros con mi arma...
- Ja, lo dices como si fuera lo más normal del mundo... - ella dio una risa sarcástica – Quedarías inválido o morirías por perder la sangre.
- Seguramente ya no pueda caminar – dijo con una sonrisa tranquila mirando el cielo de su Viejo Yharnam.
- No te voy a cortar nada... - dijo apretando los dientes mientras descargaba toda su fuerza contra un último empujón hacia una piedra.
Este último ataque acabó con un grito de dolor y con Zoba agarrándose el hombro. Hasta para ayudar hay que hacerse daño a sí mismo a veces... sin conseguir nada a cambio.
La enorme piedra que cubría las piernas de Djura se rodeó de un haz de luz eléctrica azul, y empezó a elevarse despacio en el aire y a apartarse. Se dejó caer unos metros más allá. Zoba la miraba con la boca levemente abierta y miró a Djura. Él estaba igual, pero mirando a la Muñeca. Zoba se giró a ver. La Muñeca parpadeaba varias veces intentando quitar un brillo luminoso azul de sus ojos, pero la piedra del brazo de Djura se movió también hasta apartarse. La Muñeca se frotó los ojos hasta hacerlo desaparecer.
- ¿Cómo... has hecho eso? – dijo Zoba impresionada.
- Yo... - dijo la Muñeca mirando las piedras – Yo sólo deseé que se movieran... cuando se hizo daño al intentar empujarlas...
La cazadora dio una sonrisa a la Muñeca antes de mirar a Djura. De sus ropas cenicientas salía sangre y temblaban sus miembros.
- Te tocaré despacio, ¿de acuerdo? Dime si lo notas o te duele...
Zoba sólo tuvo que poner su mano rozando una de sus piernas para que Djura girase su cabeza hacia otro lado apretando los labios.
- Todo es culpa mía, Djura... no sabes cómo lo lamento...
- No te culpes tanto. Ya aburres. Mi brazo se atascó en el arma, no podía escapar. Tampoco quise hacerlo ni que te cayeses conmigo al vacío.
Ella se fue detrás de él y levantó su torso un poco. Se sentó y dejó la cabeza del viejo Polvorilla descansara en su regazo. Sacó uno de los viales de sangre que le sobraron y levantó su cabeza despacio.
- No creo que me haga mucho efecto...
- Cállate ya, todos los viejos sois iguales, unos quejicas. Yo por lo menos intento y pruebo cosas para ayudar. Por lo menos que puedas levantarte... o a las malas puedes ir flotando mientras te lleva la Muñeca...
Zoba dio una pequeña sonrisa mientras le miraba desde lo alto y quitaba con cuidado un poco de polvo de su ropa. Djura cerró su ojo y se dejó hacer con un suspiro. Mujeres, siempre se salen con la suya.
*
*
*
El fino cuerpo huesudo de Amygdala terminó cayendo derrotado al suelo, y desapareció tras un enorme brillo (y dejando un bonito cáliz) María echó un vistazo hacia las escaleras por las que se fueron Zoba y Djura. Al ver que no venía nadie, miró de reojo a Gehrman, que se acercaba despacio a ella. Le dio la espalda mientras hacía por caminar, pues sabía lo que le venía encima.
- María, espera...
Ella apretó los labios un poco dándole la espalda todavía. Gehrman se detuvo a un par de metros de ella. Tampoco la iba a agobiar.
- Tenemos que hablar...bueno... tengo que hablar contigo...
- No hace falta, no hay nada de qué hablar – ella apretaba el mango de sus armas.
- Gírate. Quiero verte la cara.
La voz de Gherman, aquella voz que le ordenó la masacre de tantas personas inocentes, aquella persona a la que admiraba terminó siendo una marioneta del poder. Pero no, ella era más tonta por hacerle caso aun sabiendo que todo eso estaba mal, era inmoral y muy incorrecto. Se giró despacio hasta mirarle a los ojos. No había tenido mucho tiempo durante la batalla para observarle detenidamente. Estaba igual que como lo recordaba, aunque seguramente no fuese así. Él dio una pequeña sonrisa.
- Todo este tiempo mirando tu rostro tallado en porcelana... creo que hice un buen trabajo ahora que puedo volver a ver el original...
Gehrman dio una risa un poco forzada mientras daba un paso, pero María se alejó otro.
- Sienta bien el exterior, ¿no crees?
- Sí... - contestó con un susurro.
- Tú puedes salir de tu maldición sólo cuando... tienes la fuerza de voluntad al sentir dolor de nuevo... ¿cómo...?
- No preguntes – le cortó – Sólo vendré cuando la persona a la que amo me necesite. Cuando sufra, vendré, cuando llore, vendré, cuando se quede sola, vendré y nunca más me iré.
- Sola... - murmuró Gehrman, pero dio una pequeña sonrisa sin nada de maldad – Me alegro por ti, María...
- Si no tienes nada más que decirme, ha sido un placer... volver a pelear con usted.
María se giró en dirección hacia las escaleras, pero una mano agarró su brazo. Ella se volvió a poner tensa. Gehrman aún no se lo había dicho, y estaba esperando por escuchar una cosa que a la vez se negaba a aceptar. Volvió a girarse aguantando la respiración.
- Lo siento, María...
Ahí estaban. Esas palabras arrastradas que tanto le costó decir. Esas dos palabras que valen por la vida de cientos de personas, por la misma vida de María y su sufrimiento. Dos palabras que puede decir cualquiera, pero hay que tener valor para decirlas en esta situación. María temblaba sin que se notase. ¿Rabia? ¿Frustración? ¿Miedo? ¿Qué esperaba sentir cuando llegaran estas palabras de Gehrman? Ella sabía que algún día las escucharía decir, tarde o temprano, y eso sería un poco de ayuda para sanar su roto interior.
- ¿Podrás algún día plantearte mi perdón?
Su silencio decía mucho. Tal vez, en futuro... su dolor desapareciese para siempre, con ayuda de su pareja y su alma más sanada. Se giró olvidando sus pensamientos al escuchar venir a alguien. Zoba subía las escaleras ayudando a Djura, sujetando sus hombros y costados, lentamente, mientras sus doloridas piernas avanzaban torpemente.
- Venga, que ya llegamos... mira, todo ha salido bien, un último esfuerzo, Djura...
- Yo ya no tengo por qué seguir esforzándome... hoy perdí más de lo que te puedes imaginar...
- Pero no es tiempo de lamentos – Zoba dio una pequeña sonrisa.
Djura se dejó caer en el hombro de Zoba, y ella le recriminó con maldiciones. María sonrió mirándolos y se acercó corriendo a ayudar cuando ellos acabaron las escaleras ascendentes. Le ayudó a cargar al viejo Polvorilla renegón y llevarlo cerca de dónde estaba Valtr, recostado con una mano en su herida, esperando que la sangre le ayude a sanar. Tumbaron al Polvorilla y le dieron más sangre.
- Nada mal para un viejo como tú... - dijo Valtr al ver volver al hombre que le socorrió antes.
- No estás tan lejos de que los jóvenes te llamen viejo también – contestó con un suspiro.
- Más le valen que no me llamen así... - Valtr acabó la frase con una pequeña sonrisa.
Eran dos viejos mercenarios, cada uno por su causa, en los que el día de hoy fue el infierno para ambos, perder a sus amigos, perder su causa de vivir.
María se giró para volver con Zoba, y la encontró charlando con otra persona. Con una mujer, realmente parecida a ella. Muy parecida. Una mujer que, si tenía su mismo rostro, podría gustarle a Zoba. ¿Pero quién es ella?
María se acercó con la mirada seria hacia ellas, agarró a Zoba por un brazo haciendo que se alejase de esa mujer de antiguas vestimentas y abrazándola por la espalda mientras le plantaba cara a esa mujer.
La mujer de piel de porcelana giró la cabeza un poco mientras ponía las manos en su regazo, cruzando sus ojos cristalinos con los azules de aquella cazadora de pecho sangriento. Gehrman se acercó a ver las reacciones de aquella extraña reunión. La copia y la original, reunidas, se ven la cara por fin. Zoba, en medio de las dos, siendo abrazada por María, sonreía.
- Mira... estos que quedan aquí, son lo único que me queda... - dijo mirando a la Muñeca – A Djura ya le conoces, el cazador retirado que cuidaba de las bestias de Viejo Yharnam. Has visto que es directo, serio, cabezota, pero sus ideales son fuertes y puros, lo que le hace ser admirable.
Djura giró la cabeza un poco hacia ellas tumbado y miró al suelo después.
- A su lado sentado, está Valtr, el líder de la Liga. Aquellos que se dedican a exterminar la mugre de este mundo mientras son cazadores. Sé que no le caigo muy bien, y espero que me perdone algún día, pero es un líder maravilloso. Adora al resto de Confederados como si fueran sus hermanos y siempre cuida de ellos... pase lo pase... y ellos, puede que no lo digan, pero se enorgullecen de él, lo que le hace ser admirable.
Valtr escuchó callado y apretó la mano en su herida un poco mirando al suelo. Era demasiado orgulloso como para mirarla, demasiado orgulloso para ver que Zoba no le guardaba ningún rencor por culparla de todo.
- Aquella bestia herida... agonizante y derrotada sobre los escombros es Gascoigne, aquel padre de familia del que te contaba historias cuando empecé como cazadora, aquel hombre que me enseñó a defenderme con un hacha sin darme clases, aquel que me enseñó las puertas... y que finalmente cruzó la que no debía al perder a su amigo. Pero Gascoigne es en realidad un hombre bueno, es maravilloso. La gente le ama... y le sigue amando, lo que le hace ser admirable.
(Enamoradita de esto)
La bestia enorme, tirada entre los restos de la casa, no se movía nada y permanecía tirada con severas heridas en su cuerpo, y no dejaba que nadie se acercase a él. Le gruñía, y su instinto de supervivencia de bestia no le respondía al reconocer a las personas a su alrededor. Él simplemente, esperaba ahí tirado como un animal herido a que se le fuera la vida.
- Y esta chica que me abraza, es la chica especial que conocí encerrada en la torre del reloj, en la Pesadilla del Cazador – ella acarició los brazos de Lady María mirándola, intentando relajarla – Por pocas me mata... pero no. No sabría decirte cómo nació nuestro vínculo especial, sólo que, cuando me di cuenta, ambas sentíamos lo mismo, y nada nos impedía hacerlo más fuerte. María lo pasó muy mal en el pasado y tiene relación con Gehrman, ella tiene un corazón enorme y siempre busca lo mejor para los demás y remendar sus errores de cualquier manera, siempre acude a mí y me encuentra cuando la necesito, no sé cómo lo hace, nunca me lo ha dicho, pero me encuentra en cualquier lugar llegando siempre a tiempo. Muchas veces le digo que me deje morir, que vuelvo al Sueño del Cazador... pero es una cabezota y no quiere que experimente lo que es morir demasiadas veces.
- Cada vez que te mueres, me muero yo detrás de la pena. No puedo soportar que muera nadie más si puedo evitarlo – María le agarró los mofletes sin dejar de mirar a la Muñeca seriamente, aunque le diga mientras piropos a su chica.
- No digas eso... - decía mientras intentaba agarrar sus mejillas – Por estas cosas y mucho más, es lo que le hace ser admirable.
Zoba miró alrededor con un poco de pena. No había nadie más a quién presentarle a la Muñeca, pues a Gehrman ya le conocía. Eileen la conoció en el Sueño del Cazador... pero no podía presentarle a los gemelos, a Henryk... a su mejor amigo Alfred... aquel chico tan simpático, siempre a su servicio... tenía tantas ganas de presentarle a la Muñeca, la otra persona que siempre estaba a su servicio...
La Muñeca echó un vistazo alrededor. Era raro que esos hombres, tan poco sociables, más su pareja, fueran los amigos que le quedaban a una persona tan tierna e inocente como ella... y que ella los amaba.
- Entonces... ¿estos son tus amigos? – preguntó ella finalmente mirando a Zoba de nuevo.
- Mis mejores amigos – dijo con una sonrisa triste.
- Me alegra ver que estás bien cuidada en este mundo cruel... - la Muñeca dio una pequeña sonrisa que hacía sonrojar hasta el rostro más estoico.
María se alejó con Zoba de ella a la vez que Gehrman se acercaba mirándola.
- Cada día me sorprendes más... - dijo mirando a la Muñeca – Nunca pensé que podrías venir a este mundo... e incluso hiciste que yo pudiese venir... pero el Sueño del Cazador no puede quedarse sólo.
- No está solo, Gehrman, tenemos una invitada con nosotros a partir de ahora.
Gehrman hizo un gesto de curiosidad que acabó en una sonrisa.
- Bueno... mi misión aquí ha terminado – se giró hacia Zoba – Gracias... por invocarme, y permitir a este viejo volver a aparecer por aquí. Pero ahora debo volver a sentarme en la silla de ruedas... que asco me da.
Gehrman tendió un brazo a la Muñeca, mientras ella se acercaba a rodear su antebrazo con el suyo y tomarlo.
- Nosotros nos vamos, dejemos a la nueva generación cazar bestias...
Gehrman empezó a caminar con la Muñeca mientras aparecía a su alrededor un brillo azul. La Muñeca se giró hacia las dos chicas despidiéndose con la mano mientras desaparecían para regresar al Sueño del Cazador.
Zoba sonrió mirando la cara de María, que aún no se creía la existencia de una mujer tan parecida a ella, creada por Gehrman... para no sentirse tan solo. Ella cruzó sus ojos azules con los de Zoba y dio un pequeño sonrojo.
- ¿Qué me miras tanto? – dijo con una mueca.
- A ti, claro... - contentó con una sonrisa.
- No seas tan linda, por favor... aquí no... - dijo dándole un gran abrazo escondiéndola en su pecho.
No quería que nadie más viese la linda cara que tenía su chica en ese momento, así que la escondía en su pecho, siendo sólo para ella. Mientras Zoba se reía en su pecho con felicidad de que todo hubiese acabado.
- Bueno... ya ha terminado todo... ¿no? – preguntó la más joven.
- Lo siento, pequeña... pero todavía no...
Zoba se apartó de su pecho mirando hacia donde miraba su chica. Parece ser que la pelea con Amygdala había eclipsado la presencia de la reina Yharnam con Mergo sentados en una esquina de la plaza, sin intervenir, sin hacer ruido, sin molestar. Mergo no había llorado más y estaba tranquilo entre los brazos de su madre, que dirigió su mirada desde su hijo hasta los cazadores que quedaban en el lugar. Se levantó con su invisible retoño en brazos y empezó a caminar hacia las cazadoras con lentitud.
Rápidamente, Lady María se puso delante de Zoba sacando sus espadas mientras ella se llevaba sus manos a las Hojas de Piedad que llevaba en el cinturón. Pero la reina avanzaba sin ser hostil para ellos. Aquella enorme mujer se inclinó hacia ellas a una distancia prudencial a observarlas de más cerca, pasando su triste mirada desde la dura de Lady María a la curiosa de Zoba, tras de ella.
Se acercó con más prudencia, mientras acercaba sus manos encadenadas hacia ellas pero manteniendo a Mergo entre sus brazos. Zoba apartó despacio a María al ver que las manos iban hacia ella, cosa que la cazadora maldita permitió muy tensa por si se decidía a atacar. Las blancas manos heridas de Yharnam se pararon a unos centímetros del rostro de Zoba, que la miraba confusa. Miró el rostro pálido de la alta mujer, que se encontraba triste como siempre, pero sintiendo alivio. Un brillo extraño apareció en sus manos, y Zoba no dudó en sacar sus armas y apuntar con ellas a la reina, antes de que María hiciese algo.
Las temblorosas Hojas de Piedad delante de las manos de Yharnam no le asustaban a la reina ni hacían que el suave brillo de sus manos se perdiese, retrocedió un poco levantando sus manos y tocó la punta de sus armas con la yema de sus dedos, dejando parte del brillo en ella. Luego se alejó unos pasos sujetando mejor a su bebé.
El brillo en la punta de sus armas se hacía más fuerte y más extenso delante de ella, pero Zoba no apartaba la mirada. Era bastante... hipnótico. Era hermoso y hacía un sonido suave. El brillo empezó a tomar forma y a volverse cada vez más oscuro, hasta el punto de que el brillo en la punta de sus armas se transformó en unos dedos enguantados negros, que siguieron tomando forma hasta su altura y el suelo, revelando una figura negra con una capa emplumada, con máscara de pico y una capucha, que estaba tocando la punta de sus armas con ambas yemas de sus índices. Eileen había vuelto al mundo de la vigilia.
La cuervo se miró separando un poco sus dedos del arma, viéndose de nuevo en la plaza donde fue asesinada unas horas atrás, miró a Zoba, a María y a Yharnam.
- Vaya... esto es algo inesperado... - dijo la Cuervo.
No le hacía falta mirar a Zoba para saber que su pequeña cazadora estaba llorando de nuevo. Ah, su pequeña llorona... el regalo que la reina le había dado por haberla ayudado a volver con su hijo era maravilloso. Que Eileen volviese a su lado... Algunos pensarían que Eileen no estaba muerta del todo, y que para eso mejor, ¿por qué no traer a Alfred? Porque Alfred estaba muerto, y Eileen continuaba su existencia gracias a su entierro celestial, donde sigue viva en el Sueño del Cazador. La reina sólo pudo traer la realidad de Eileen de nuevo a este mundo.
Zoba dejó que las armas de su amiga cayeran al suelo para acercarse a abrazar de nuevo el pecho de Eileen. La Cuervo suspiró, escondiendo en su máscara una sonrisa de satisfacción al escuchar de nuevo el llanto característico de la cazadora torpe y llorona.
- Ay, de mi llorona... llorona, de azul celeste... - le decía acariciando su pelo con paciencia.
La Cuervo era más alta que ella y la cabeza de Zoba encajaba muy bien bajo su máscara. El mejor lugar para llorar.
- Eileen... el que puedas ser tan fría y despiadada y a la vez tan dulce y buena conmigo es lo que te hace ser admirable... - dijo entre lágrimas.
- No soy dulce. Retira eso – dijo la Cuervo sin moverse y mirando al frente.
Pero Zoba negaba abrazándose feliz a ella mientras disfrutaba de tener a su amiga de nuevo con ella... para siempre. María suspiró. Aquí no se podía meter y tenía que aguantar que su chica le diese mimos a otra mujer, aunque no en el aspecto que le preocupaba. Además, no muchos tienen agallas para llevarle la contraria a Eileen.
La reina se retiró satisfecha con su trabajo caminando con su hijo en brazos, pero el pequeño Mergo dio un pequeño grito, haciendo que su madre se detuviese. El resto de cazadores pudo observar cómo la reina avanzaba hacia el monstruo herido tirado en el suelo destrozado haciendo caso omiso de sus gruñidos de advertencia. Dejó de hacerlos cuando escuchó a Mergo.
Sus ojos entrecerrados y nublosos veían a la gran figura blanca de Yharnam, pero no a Mergo. Sin embargo, sí que lo sentía. Sentía a ese bebé inocente, ahora al lado del aura de su madre, y soltó un resoplido de alivio.
Yharnam se arrodilló a su lado tendiendo la bola de mantas que era Mergo hacia él. Gascoigne movió su cabeza sangrante como pudo hacia ella para intentar ver mejor, cuando escuchó una tierna risa a la vez que una pequeña mano tocando su rostro.
Su cuerpo se llenó de vitalidad y energía, su dolor desapareció con un calor agradable y empezó a encoger de tamaño. La reina se levantó después mirando como un hombre vestido con ropas rotas, casi tan alto como ella, se intentaba levantar del suelo con temblores. De su cuerpo cayeron al suelo polvo y restos de madera. Miró sus manos, humanas de nuevo antes de mirar hacia delante, a la reina y a Mergo. Gascoigne, aun loco y cegado por la rabia, se había controlado para consolar a Mergo del miedo y frío, ¿por qué no tener él también una recompensa por parte de ellos?
La reina Yharnam retrocedió con algo similar a una sonrisa en su rostro en la cara y tras unos segundos desapareció en un haz de luz, dejando en el aire la risa de su bebé.
Zoba se acercó al enorme hombre de ropas rotas sin ningún miedo.
- Gascoigne... ¿cómo te encuentras?
Tardó unos segundos en mirarla y asimilar.
- Ah... - su boca soltó vaho – Es como si acabara de despertarme de una pesadilla...
Miró a los cazadores heridos mientras se sentaba a descansar, asimilando que, ahora sí, todo había acabado.
María suspiró mirando el panorama. Ahora sí, era hora de marcharse.
- Zoba, debo irme...
Ella se giró a verle.
- ¿No te puedes quedar con nosotros un rato más? Ahora que está todo tranquilo...
- Por eso mismo... ahora que está todo tranquilo, estás a salvo. Eileen cuida muy bien de ti...
- Pero María...
Ella le puso un dedo en los labios callándola. Atrajo a su chica hacia su pecho y dejó sus labios en la frente mientras frotaba sus brazos desnudos.
- Tienes frío... - le susurró.
- Quedate un poquito más conmigo... pasará mucho tiempo hasta que te vuelva a ver... - ella puso un puchero triste.
- Siento no poder calentar tus brazos fríos... - dijo mirando sus manos muertas y frías – Mi cuerpo muerto siempre está frío... y es muy incómodo...
- En verano tiene sus cosas buenas... - dijo con una pequeña sonrisa.
- Hay que ver cómo eres... - María dio una pequeña sonrisa.
Le dio un pequeño pico en los labios antes de separarse de ella como si le costase separar su cuerpo del pequeño albino.
- Mira, Eileen te está llamando...
Zoba se separó para mirar a la Cuervo, que estaba agachada al lado de Valtr. No le estaba llamando. Miró de nuevo a María y se encontró sola. Le había engañado. Siempre pasaba igual. María no se despedía nunca, no se le daba bien soltar a su pequeña novia. Así que le hacía estas crueldades. Era duro para ambas, pero María... nunca lo hacía. Seguía pensando que su presencia era efímera y poco importante para el resto. Sin embargo, siempre dejaba un atisbo de soledad en todo el cuerpo de Zoba.
Se acercó a los cazadores viendo cómo el Polvorilla se levantaba tembloroso. Sus piernas volvían a tener fuerza y se sentía mejor.
- Gracias... por todo... - susurró apoyándose en su arma derecha – pero ahora debo volver a mi hogar.
Zoba puso una mueca. ¿Su hogar? ¿Djura sigue teniendo hogar? Sí... pero Viejo Yharnam no es apto para él ahora. Su torre donde estaba su gatling estaba derruida, no había monstruos, la puerta que lo defiende rota... y sobretodo, estaba lleno de recuerdos. ¿Cómo permitirle eso? Se quedó mirando al Polvorilla hasta que se le encendió la bombilla.
- ¡Djura! – Zoba corrió a su lado deteniéndole.
El Polvorilla le dirigió una mirada cansada, cansada del día, cansado de ella.
- Espera, por favor, no te vayas tan deprisa, descansa un poco más... siéntate...
- No quiero – sentenció – Quiero irme de aquí y descansar, alejarme de estos asesinos de bestias – dijo mirando de reojo a los cazadores – Dormir... sin escuchar alaridos de bestias...
- Por favor, sólo un poco más... tengo algo para ti... - dijo ella juntando sus manos con una sonrisita - ¡Un regalo!
- ¿Un regalo? No quiero nada de ti... - Djura iba a continuar caminando, pero Zoba no se quitaba de delante.
- ¡Un regalo por tu ayuda! ¡Acéptalo!
- ¿En un arma de fuego? – dijo con un poquitito de interés.
- Eh... no... - dijo sin quitar su sonrisa dudosa.
- Entonces nada – continuó caminando.
Zoba miró a Eileen buscando ayuda, y la Cuervo bajó los hombros. Se cruzó con el Polvorilla y le dio una patada fuerte a su dolorida espinilla.
- Que te quedes quieto un rato y descanses ha dicho la señorita.
Djura levantó su pierna adolorida mirándola con los dientes apretados por no dar un grito de dolor. Ir a pata coja le molestaría, y la figura de la Cuervo delante de él, le obligó a sentarse en el suelo.
- Maldito pajarraco...
Eileen le dirigió una mirada a Zoba cruzando los brazos mientras ella echaba a correr a por su regalo con gran felicidad y le lanzó un beso desde lejos.
La Cuervo giró despacio la cabeza de nuevo hacia Djura sin mover nada más del cuerpo, como si fuera una estatua activada. Djura tenía delante a ese espantapájaros negro que le patearía las piernas si intentaba irse de nuevo. Que ofertón...
Tras unos interminables minutos que usaron los cazadores para recuperarse plenamente, Zoba apareció por unas escaleras con una cuerda tensa al hombro tirando de ella. Corría a veces cuando se destensaba la cuerda revelando a una bestia humanoide que la perseguía para atacarle. Tiró de la cuerda manteniendo la bestia al margen.
- ¡Perdón por la tardanza! – dijo con un poco de jadeo – Quiero presentaros a alguien...
Ella ató a la bestia con la cuerda a su alrededor apresando sus brazos, haciendo que se molestase mucho y chillase.
- Se llama Gilbert, es un conocido mío que acabó siendo una bestia, le reconozco porque le puse un brazalete de metal en un brazo. Gilbert es una persona cariñosa y afectiva, algo tímido porque es extranjero, pero tiene buen corazón. Quiero que te lo lleves a Viejo Yharnam y le enseñes que allí puede estar tranquilo contigo. Espero que Gilbert... sea el primero de muchas más bestias que vayan a Viejo Yharnam que tienen una historia detrás.
Djura la miraba serio. Pasaba su mirada desde ella a la bestia atada y sentada en el suelo, frustrada por no ser libre ni poder moverse. Una bestia no era un regalo. Lo que le estaba haciendo pensar tanto... era que ella estaba hablando de las bestias como si fueran personas, nacidas como personas con un pasado atrás.
- Está bien... me lo llevo... - dijo levantándose.
Zoba suspiró aliviada viendo como el Polvorilla sujetaba el extremo de la cuerda para llevarse a Gilbert como un prisionero de guerra. Observaron como el cojo cazador retirado volvía a Viejo Yharnam despacio, pero con seguridad, sin despedirse, sin voltearse.
Valtr miró a la joven cazadora sentarse a su lado. Su herida sangraba poco. Se miraron un segundo de reojo, y luego al frente.
- Es un bonito detalle para el viejo cazador... aunque bastante raro. Regalar chusma que una vez fue tu amigo...
- Gilbert no es chusma... - dijo molesta mirándole.
- Tenemos ideales diferentes, formas distintas de ver el mundo... por eso hay diferentes grupos y asociaciones. La Liga, los Ejecutores, Cazadores de Cazadores... cada uno elige su camino, pero si la Liga es quien más miembros tiene... por algo será. Aún no conozco alguna que se dedique a proteger a las bestias. Tienes mucho que aprender, eres demasiado joven...
Zoba observaba al líder herido. No parecía enfadado. Más bien... le estaba dando una lección.
- Por lo que te odiaba tan profundamente... es porque desprendes un aura que incita a protegerte... - dijo lentamente Valtr sin mirarla a la cara – todos sabemos que tú sueñas... no mueres definitivamente, por ahora... pero aun así, han muerto por procurar que no mueras.
- Quiero ser fuerte, Valtr... quiero eliminar esa aura infantil que hace que quieran protegerme, como tú dices. Ganaré seguridad, fuerza, habilidad y confianza en mí misma... y seré alguien... alguien que merezca la pena.
Valtr la observaba callado. Miró esos ojos brillantes y convencidos, de colores opuestos en ese rostro joven. Empezó a entrarle una risa floja, terminada en una carcajada. Zoba le miraba como si estuviese al lado de un loco.
- Ah... pequeña... ya me transmites ese aura asquerosa... ahora entiendo por qué Henryk te apartó y se sacrificó por ti...
Volvió el silencio incómodo entre ambos, pero no había incomodidad ni mal ambiente. Por lo menos, el rencor se disipaba.
- ¿Vendrás con nosotros a beber, no?
Zoba parpadeó mirando al líder. No le entendía muy bien.
- Tenemos que beber por los que hemos perdido... - el líder se apoyó en su báculo y se incorporó – Por todos ellos... y no sé si seré capaz de beber tanto...
- ¿Quieres que me vaya a beber... contigo? – preguntó Zoba perpleja.
- Que venga también el Padre Gascoigne y tu amiga la Cuervo, divirtámonos... y olvidemos este día de mierda...
Valtr empezó a caminar con lentitud con su báculo y el arma a su espalda. No pudo recuperar su casco y su pelo rubio se mecía con el viento, algo manchado de sangre. Gascoigne dio un gruñido gutural.
- Tengo cosas mejores que hacer... Henryk no me guardará rencor. Él sabe que los vivos son más importantes que los muertos – Gascoigne se levantó – Prefiero volver a casa, tengo grandes deseos de ver a mi familia... y de descansar... también descansar...
- Ah... - Valtr se giró a mirar a Gascoigne - ¿Vas a aparecer en casa con la ropa así, con las armas perdidas y destrozado? ¿Qué pensará... tu parienta?
Gascoigne agrandó su mueca. Eso sí, daría miedo. Mucho miedo.
- Vamos, Padre... el alcohol sana las heridas... las exteriores y las del corazón... - Valtr dio una sonrisa triste.
Tras unos segundos, Gascoigne le siguió caminando para ir a beber con él. Zoba se giró cuando sintió la mano de Eileen ponerse en su hombro.
- ¿Tienes ganas de beber? Ve con ellos y olvídate un poco de todo... - le dijo la mayor.
- ¿Qué crees que pasaría si una chica como yo que se emborracha con un bombón de licor se va a beber con esos hombres que se pimplan una botella y están frescos? No quiero pensar en nada malo, lo digo por las tonterías que podría hacer...
- Lady María estaría ahí en un segundo – dijo apretando su hombro con cariño – Es una buena mujer...
- Mejor ven tú conmigo... vamos los cuatro, ¿no? – dijo tomando su mano sonriendo – A todo esto, Eileen... ¿cómo te sientes?
- Sinceramente... desnuda...
Zoba empezó a reír girándose a verla. Sacó sus Hojas de Piedad de su cinturón y se las ofreció de vuelta. Ella las tomó con habilidad e hizo un par de maniobras admirándolas y sintiéndose completa de nuevo.
- Ahora sí... - las colocó en su cinturón – Mucho mejor...
Echó el brazo por encima de los hombros de Zoba con una suave risa y empezaron a caminar hacia los dos hombres que las esperaban para pasar una larga noche bebiendo, por los que pueden, y por los que no.
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El aire frío pasaba en corrientes por los enormes pasillos, empujando polvo y niebla, y acababa saliendo por los ventanales abiertos de la escuela de Menfis. Subido en uno de ellos con las piernas colgando, Micolash miraba al horizonte. Fue una sorpresa para todos que no hubiese muerto definitivamente, sino que volvió a la Pesadilla de Menfis, de donde nunca debió salir. Su pelo se alborotaba con el aire y su mirada perdida vagaba por el cielo. Se había quitado la jaula y estaba tirada a su lado, pues ahora no quería saber nada de los Grandes... en un tiempo.
Argos estaba por ahí, picoteando el suelo como si fuese un maldito pavo de verdad. ¿De qué le sirve un Grande que no puede ir al mundo de la vigilia? Pues lo mismo que ese cerebro enorme con ojos, que también es un Grande. Para nada. Tenía en sus manos la enorme hacha de Zoba, que quedó perdida por los pasillos de su biblioteca. Paseaba varias veces las yemas de sus dedos por el filo, cortándose, sin que le importase demasiado mientras meditaba.
- Ah... yo tenía metas... eran malvadas, pero eran metas... mis metas... alterar el equilibro del mundo... incluso crear un mundo donde los Grandes y los humanos convivan juntos...
Susurró al viento y después cerró los ojos. Todo había sido en vano. Bueno, ahora al menos, podría tener paz y tranquilidad de nuevo...
- ¡Micolash-samaaaaa!
Esa voz le derrumbó todas las esperanzas de la tranquilidad que buscaba con tanta ansia. ¿¡Pero de donde sale esta?! Miró al suelo y la vio a la entrada de la biblioteca mirando hacia él en lo alto. Su vestido estaba manchado en el vientre de sangre, como la reina Yharnam.
- ¡Micolash-sama! ¡He conseguido venir con usted! ¡Ahora viviremos juntos para siempre aquí, los dos juntos y solos!
Ella dio una de sus típicas risas yanderes y entró en el edificio. Micolash negó suavemente sin creerse lo que veía. Que cruz le había caído... menudo castigo... ¡No la soportaba! ¡No era útil, es pegotosa y una estúpida! Micolash miró al precipicio por la ventana.
- Si me tiro por aquí y me mato... ¿me moriré de una vez? – dijo con asco.
Bufó mirando al cielo. El equilibrio del mundo... si... se había alterado. Mandándole a esta a su vida. Cuando Iosefka llegó al piso donde estaba Micolash con un pequeño jadeo y una sonrisa de felicidad, Micolash iba caminando por la otra punta del pasillo.
- ¡Micolash-sama! ¡Espéreme! – dijo corriendo detrás - ¡Tengo ganas de abrazarle!
- ¡No me toques! – gritaba desde lejos - ¡No te acerques!
Él seguía escuchando esa voz chillona desde lejos mientras bufaba.
- Ah, Kos... o como algunos dicen, Kosm... libérame de esta carga...
Sinceramente, los Grandes no escucharían a Micolash esta vez. Ya habían acudido bastante, ya había jugado bastante. Ahora, mientras el resto de cazadores disfrutan de su noche, Micolash viviría eternamente con Iosefka, su admiradora loca a la que no soportaba... o quien sabe... hasta que tuviese la oportunidad de lanzarla por una ventana al vacío... o que se tirase él. Quien sabe...
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Y así termina nuestra bonita, triste, larga, pesada, aburrida, emocionante o lo que os haya parecido, historia :3
Ha sido un placer escribidla para vosotros y aunque esto suene a despedida... no lo es :3
Bloodborne da para más >:3
Ya es decisión vuestra seguir conmigo.
Nos leemos! ^^
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