El cazador y la sanadora (Parte 2) Te he echado de menos
- ¿Jack?
La chica seguía llamándole sin que le contestase. Tenía aún una voz de niña y decía su nombre terminado en una curiosa "u" de acento oriental.
- ¿Jack, no te acuerdas de mí? ¿Tanto he cambiado?
- N-No... no es eso...
O tal vez sí. El caso es que la pequeña niñita con la que jugaba de pequeño se había convertido en una jovencita curiosa. Ya tenía cuerpo de mujer empezando a formarse y había crecido bastante, pero no tanto para superarle. Llevaba el pelo recogido en dos coletas altas y un vestido llamativo y extranjero. Desde luego, era obvio que no se dedicaba a cazar bestias. Su pequeña y linda hermanita había sobrevivido para convertirse en una mujer fuerte.
Ella sabía que Jack no era muy expresivo ni reaccionaría fácil, así que decidió acercarse ella hasta él para darle un abrazo que acabase con la soledad de los últimos años. Tomó sus manos temblorosas obligando a abrazarle fuerte y ella se acurrucó en su pecho apegándose a él. Seguía teniendo el cuerpo pequeño y muy fino y era fácil rodearla con los brazos.
Jack la empezó a apretar fuertemente contra él mientras hundía su cara en su hombro. Sí, era ella, no cabía duda, y estaba ahí, con él, como si le hubiese perdonado al instante haber permitido que se separaran cuando eran tan pequeños, dejándola sola. Zoba se giró un poco a verle, pero sus rastas escondían su cara.
- Jack... ¿vas a llorar...?
- ¡Claro que no! - él se separó un poco con una sonrisa divertida - ¡Es más, deberías ser tú la que vinieses corriendo y llorando hacia mí! ¡Es típico de ti!
- Es parte de crecer, Jack... - dijo con una cálida sonrisa - He madurado... bueno, eso creo, pero sigo siendo la misma de siempre. Tenemos que hablar de muuuuchas cosas...
Ella tomó sus manos y sonrió feliz apretándolas. Ahora que se habían encontrado, harían lo posible por no separase jamás. Volvían a necesitar el apoyo del uno y del otro.
Jack tiró de sus manos hacia él con fuerza para atraerla y la volvió a apegar a su pecho todavía más fuerte meciéndola bruscamente. Sí, él sacaría la felicidad que llevaba dentro de volverla a ver, pero estrujaba su cara fuertemente contra su ropa para no pasar la vergüenza de que ella le viese la cara. Tonterías de los hombres.
Ella empezó a darle pequeños puñetazos y a removerse con agobio, pero él no la soltó hasta que quiso. Zoba se separó tomando una gran bocanada de aire. Tenía las mejillas manchadas con sangre fresca que quedó de los cazadores en la ropa de Jack.
- ¡Casi me ahogas!
- Exagerada.
Él tomó sus mofletes y tiró de ellos frotando sus pulgares para limpiarle la sangre a la vez que le ponía muecas graciosas. Sus mejillas seguían siendo pellizcables, aún más cuando ella se enfadaba (>o<)
- ¡Eres rudo!
- Sigues siendo quejica, te estoy limpiando una mancha de sangre.
- No me manches el vestido... - dijo con un puchero.
- Tan pijita como siempre...
Soltó sus mofletes y vio como ella se los masajeaba. Miró ese atuendo tan extraño y llamativo que llevaba, sin parecerse a ninguno de los trajes que él estaba acostumbrado a ver.
- No son ropas... adecuadas para una noche de cacería... ¿Y tus armas?
- No me dedico a cazar bestias, Jack. No estoy hecha para eso. Nunca tuve la valentía de enfrentarme a una bestia, de empuñar un arma, ni de llevar sobre mi consciencia la carga de matar, ni en mi pecho el pecado de arrebatar una vida.
Jack comprendió de inmediato su forma de pensar. Había conocido a otra persona que respetaba la vida de una bestia, pero Zoba pensaba un poco diferente. Respetaba la de las bestias y las de los humanos. Esto se debería a que por fin se había convertido en una enfermera.
Empezaron a caminar despacio y sin rumbo para hacer un espacio más cómodo entre ellos.
- Entonces... - dijo Jack mirándola - ¿Has conseguido al final ser una enfermera? Lo digo por el respeto que le tienes a la vida...
Ella lo miró sonriendo, pero negó despacio.
- No soy una enfermera, ni médica, ni una filósofa de la vida. Decidí respetar la vida fuese lo que fuese el día de mañana.
- ¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Sabía que no acabarías siendo una enfermera!
- ¿Qué? - Zoba se paró mirándolo - ,¿Lo sabías? ¿Sabías que... no llegaría lejos?
- No me refiero a eso... - le indicó con la cabeza que continuara caminando - Es que cada día cambiabas de profesión.
- Si, es verdad... un día quería ser poetisa, otro día pertenecer a la Iglesia... enfermera fue el último que dije.
- Recuerdo que estuviste unos días queriendo ser cazadora, como yo - dijo sonriendo - aunque te daba mucho miedo...
- Porque no quería perderte...
Ella se quedó mirando al horizonte con una mueca triste frotándose un brazo.
Jack miró al suelo con tristeza rascándose la nuca. Y ahora es cuando ella se ponía a llorar y le pegaba por alejarse y tenían que salir corriendo porque sus gritos atraían a demasiados monstruos. Pero no fue así.
Ella se frotó los ojos y suspiró. Dio un giro bailando y su mejor sonrisa.
- Pero... ahora estoy bien... ya estoy bien... soy una sanadora con energía y confiada. Hace mucho que no me salen lágrimas.
- Sanadora...
Jack observó su figura. Un lindo vestido que brillaba en la noche y el suave tintineo de sus campanas.
- Pero... ¿Que hace una sanadora?
- Los cura a todos. Humanos, cazadores, bestias... - se acerca a él y susurra - Y resucitarlos...
Jack se quedó mirándola. Resucitar...
- Jack... ¿Has visto a unas mujeres tapadas con una campana, que suelen estar apartadas y escondidas?
Jack abrió la boca.
- Tú me resucitaste... cuando morí contra los cazadores...
- ¿Guay, eh? Puede que no recuperes tu sangre, pero ganas tiempo en ir y venir. Sirve bien para cuando te matan de sorpresa, de un par de golpes... y el rival no se espera que vuelvas al momento - dijo con su sonrisa inocente.
- Guay, guay... ¿Entonces eres... como ellas?
- Mmm... pero más fuerte. Porque tengo dooooos campanaaas - dijo sacudiéndolas despacito y enseñándolas feliz.
Jack rió y le pellizcó el moflete otra vez.
- Jack, acompáñame, quiero enseñarte mi casa - ella empezó a bajar unas escaleras.
Jack la siguió pensando. ¿Incluso se había quedado una casa?
Tras atravesar un portón corriendo y riendo huyendo de la mano huesuda de Amygdala, entraron a Yahar'gul. Jack miró hacia las altas iglesias llenas de Amygdalas, tranquilas, observando, disfrutando del silencio de la aldea abandonada.
Miró a Zoba caminando delante de él indicando el camino. Le chocaba que una chica sola no llevase armas, por muy sanadora que fuese, aquí había bestias. Pero le chocaba todavía más que no viese ninguna. No aparecían infectados, ni perros, ni nada. Solo Amygdalas.
Con el miedo que da este sitio... con lo oscuro y triste que es... ¿Cómo vive aquí Zoba con lo asustadiza que es?
- Zoba...
- Dime Jack...
- ¿No te da miedo vivir en este sitio tan... triste? Da miedo.
Ella giró a verle sin dejar de caminar.
- Cuando estaba viva sí...
Jack alzó las cejas un segundo, pero Zoba no pudo evitar ponerse a reír.
- ¡Pero tú desde cuando haces bromas! -él la tomó de los hombros acercándola.
- Pues desde que me acuerdo de ti y las tonterías que decías cuando éramos pequeños. Lo pasé mal el tiempo que estuve sola, tú seguro que también. Pero... encontré a alguien que vela por mí, me cuida y me protege. Me ayudó cuando pensaba que me hundía totalmente y pude ver... la vida de otra manera. Por eso me ayudó a ser sanadora. Y le debo mi vida. Algún día os presentaré.
Jack la observó callado un poco, analizando la situación. No iba a reconocer que le molestaba que su hermanita hubiese encontrado a otra persona que cuidaba de ella, pero eso le consolaba
- Me has echado mucho de menos... ¿Verdad?
- Claro que sí... y a mi no me da vergüenza como a ti admitirlo. Te quiero, Jack, y te eché de menos.
Dio un pequeño chillido y empezó a correr con Jack detrás, que seguramente quería hacerle cosquillas. Era su pequeña hermanita.
Desde lo alto de un edificio, dos ojos veteranos observaban a ese par de jóvenes correr por las grises calles abandonadas de Yahar'gul.
Las plumas de su negro atuendo se movían suavemente con el viento y estaba alerta por las Amygdalas de alrededor. Los había estado siguiendo y espiando desde que se encontraron en Yharnam.
Eileen no se fiaba. No le gustaba eso. Ese nuevo reencuentro sólo causaría una catástrofe y sabía que debía bajar a protegerle, pero... ellos se veían muy felices juntos. Una felicidad así ya no se encuentra en ningún lugar de este podrido mundo.
Los tendría vigilados a ambos, les dejaría disfrutar un poco, pero su instinto nunca fallaba. Ellos debían estar separados.
------------------------------------
Bueno, esto va bien, supongo.
Cuando acaben mis exámenes y se me pase esta depresión de mierdi por esto, seguiré escribiendo.
Nos leemos ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro