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El amor de una bestia (Padre Gascoigne)

Petición de 0TheCrow0
Y se que también le gustará mucho a @miguelito743

Rugidos de agonía y dolor resonaban por las alcantarillas de Yharnam y habían espantado a todos los monstruos, que se habían escondido en recovecos.

La cazadora avanzaba con su linterna de mano encendida y un rociador de llamas en la mano izquierda. En la derecha, tenía tomada cariñosamente la zarpa de un monstruo, que caminaba a su lado con pequeños gruñidos aguantando el dolor de su cuerpo de humano transformándose en monstruo.

La cazadora a veces se detenía y lo abrazaba y acariciaba su rostro con cariño, diciendole palabras dulces y apretando sus zarpas dándole ánimos con seguir adelante, que fuera se sentiría mejor.

El monstruo, que una vez fue el Padre Gascoigne, luchaba por seguir siendo humano, lo que le causaba dolor y sufrimiento a su cuerpo. Pero la presencia de la cazadora a su lado y el amor que le demostraba le daban fuerzas para seguir adelante.

Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo habían pasado juntos. Puede que días, puede que semanas, puede que meses... ninguno lo sabía a ciencia cierta, pues el tiempo pasa de manera diferente para un loco que para un cuerdo.

Hicieron un descanso en lo alto de una escalera de madera, a salvo y alerta, donde la bestia se tumbaba en el suelo para ser abrazado por la cazadora hasta calmar su dolor con palabras sinceras.

Ella lo abrazaba frotando su espalda y poniendo la cara en su cuello susurrando, mientras la bestia gimoteaba por lo bajo y gruñía suavemente. En algunos momentos de lucidez, él correspondía a su abrazo, y sus manos se volvían más humanas, su espalda recta y su mandíbula más pequeña.

La cazadora había cedido a la locura. A veces tenía arrebatos de ira, pero estaba muy lejos de convertirse en bestia. El cuidar de Gascoigne la obligaba a no dejarse llevar por esos impulsos, pero sus ideas no eran claras. Ella pensaba que llevarlo al Camposanto de Oedon le ayudaría, pues ahí se conocieron y pensaba que era la cura para su bestialidad.

Ella se incorporó observándolo. Lo quería, le gustaba, y se sentía felíz cuidando de él. Estaban juntos en esto.

Gascoigne se incorporó olfateando el aire y enseñó un poco sus dientes. Había algo interesante. Bajó de un salto de nuevo al agua sucia y la cazadora le siguió deslizándose por la escalera.

Él olfateo dando unos pasos en dirección a un túnel y miró fijamente. La cazadora puso la mano en su hombro y miró hacia donde él miraba. No veía nada con la oscuridad, pero si él estaba así, algo pasaba.

Un rugido agudo hizo eco en los túneles, seguido del grito de una niña pequeña. La bestia no tardó un segundo en echar a correr a cuatro patas al origen de los gritos a gran velocidad, seguido por la cazadora.

Al final del túnel, un cerdo enorme se acercaba al trote salpicando agua sucia a por una niña que temblaba en el suelo, sucia y con su vestido mojado llorando de miedo, viendo acercarse a ese horrible puerco, y sólo se le ocurrió pensar en quien la había protegido desde que nació...

- ¡Papá, ayudame! - gritó llorando.

Se cubrió la cabeza con las manos a la vez que la tapaba la sombra de una bestia que saltó desde detrás suya para enfrentarse al cerdo antropófago.

Se agarró a su morro para clavar sus uñas en los ojos del jabalí, que no dejaba de gruñir ensordecedoramente y empezó a embestir paredes para quitarse a Gascoigne de encima.

La cazadora tomó a la niña de los brazos cargandola y se la echó al hombro para llevarla a un lugar seguro lejos de la pelea de las dos bestias, pero antes lanzó al aire su hacha que la bestia recogió. La pelea duraría poco.

La cazadora se alejó con la niña que aún lloraba pero se abrazaba a su cuello. Su vestido mojado pesaba mucho.

- Cazadora... - dijo cuando vio su cara - gracias... como no me traía noticias de mi mamá y de mi papá, decidí... irme a un lugar seguro mientras... la casa sola me daba miedo y usted me habló de la capilla de Oedon...

La cazadora la mandó callar con un dedo en sus labios y limpió su cara con un pañuelo. Un gruñido ensordecedor y un enorme cuerpo derrumbándose indicó el final de la pelea.

La cazadora se giró para ver a Gascoigne mirando el cadáver del cerdo gigante mientras el agua sucia de volvía escarlata, y él se giró hacia las chicas. Era más bestia que nunca, completamente... pero sus ojos estaban tranquilos. No había más deseo de matar. Se acercó con pasos lentos pero seguros mirandolas a ambas.

La cazadora retrocedió un par de pasos abrazando a la niña, que se giró para ver al monstruo que la salvó.

- ¡Papá! - dijo ella con una sonrisa y una dulce voz.

Gascoigne hecho una bestia se detuvo delante de ella. Aún con todo el pelo, el tamaño y su bestialidad, su hija lo había reconocido. Ella le tendió los brazos con una sonrisa y Gascoigne se acercó para que ella pudiese agarrarse a su cuello. Lo rodeó con cariño y se apegó a él, mientras Gascoigne la sujetaba con sus zarpas.

Ella juntó sus caras y frotó sus narices, luego sus mejillas mientras empezaba a reír y luego le dio besos a la cara de la bestia. Gascoigne empezó a emitir un sonido parecido a un ronroneo pero más potente y grave. Ningún estado de locura, bestialidad o transformación podía hacer que dejase de reconocer y querer a su hija, y a ella no parecía importarle mucho el físico de Gascoigne, pues le había demostrado que era el mismo de siempre.

- Papá... le pedí a la cazadora que te buscase a ti y a mamá, estaba preocupada... ¿Os habéis hecho amigos?

Gascoigne miró a la cazadora fijamente. Amigos amigos... no era la palabra. Cómo explicárselo a la pequeña...

- Vuelve a casa conmigo mientras la cazadora busca a mamá... mi hermana vendrá pronto...

Gascoigne negó suavemente echándose la niña al hombro y empezó a subir la escalerilla, seguido de la cazadora. En lo alto, la niña tomó una garra de la bestia y empezaron a caminar, escoltando a la niña hasta la Capilla de Oedon.

En la puerta de la Catedral, Gascoigne tendió la mano de su niña a la cazadora para que la llevara dentro mientras él se alejaba dos pasos.

- Papá... ¿Tú no vienes? - preguntó ella girándose.

Gascoigne dio un gruñido grave bajando la cabeza con algo de pena. El largo pelo que le cubría todo el cuerpo tapaba su cara y sus ropas rotas ondeaban al viento suavemente.

Ella soltó la mano de la cazadora y corrió hasta su padre para abrazarle, siendo rodeada por una de sus zarpas despacio.

- Sé que no puedes venir conmigo ahora porque tienes que ayudar a muchas personas más, como siempre hacías... - ella puso sus pequeñas manos en la cara de la bestia que era su padre - y cuando salves s todas las personas de Yharnam, mi hermana y yo estaremos aquí esperando a que regreses con mamá para vivir todos juntos de nuevo. Ten mucha suerte papá, te quiero mucho...

Ella besó la monstruosa cara de su padre y volvió corriendo a tomar la mano de la cazadora para entrar a la catedral. Gascoigne se quedó mirando cómo entraban. Luego se retiró caminando a la barandilla de al lado al mirar al horizonte.

Fue consciente por unos segundos que nunca podría hacer lo que su hija le pedía. Su niña pequeña... que nunca pidió nada, nada más que no le faltase su padre nunca... él no iba a salvar a nadie más, no podía traerle a su madre y nunca podría entrar en la catedral con ella. Él ya era un monstruo. No tenía perdón ni salvación.

La cazadora salió de dejar a la niña en buenas manos y miró a la bestia. Fue a su lado y puso su mano sobre su zarpa. La tomó y llevó a su boca para besarla, sin provocar reacción ninguna en él. Tiró suave de su mano para incitarle a caminar.

Ellos sí salvarían a una persona más, su otra hija, y entonces se perderían de sus vidas para siempre. Puede que llegase el día el que él ni siquiera reconociese a sus hijas y no quería que acabasen como su madre, puede que lo hiciese la cazadora en su lugar... pero ella prometió cuidarle y quererle, tanto si eso significa morir finalmente, habrá pasado los mejores días de su vida en compañía del hombre que admira.

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Molaría mucho que Gascoigne hubiese salvado a su hija antes de que fuera el cazador a socorrerla. Pelos de punta ON.

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