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Diario del Pabellón de Investigación (Lady María Especial 5k)

Resucitando entre los muertos, me encuentro aquí otra vez, la escritora pesada esta (y Lady María :3)

Y bueno, no quería subir esta historia porque la presenté a un concurso en mi universidad, en realidad esta que vais a leer no, una más corta con menos días, pues se me llenaba el tope permitido y no era plan de entregarlo con un tamaño de letra 3, aún así os lo voy a enseñar tal y como lo he presentado.

En esta esta historia en la que María nos cuenta cómo ha sido su vida en el Pabellón de Investigación desde que llegan los aldeanos enfermos hasta que... hasta que llega lo que ya sabéis (y metido una cosa no real con la historia, si os acordáis de qué es al verlo, decidlo :3)

Veréis cómo avanzan las cosas, cómo se transforma su diario de investigación frío, serio, seco y meramente informativo a unas viejas hojas donde ella desahoga sus tristezas, frustraciones y penas.

Bueno, espero que os guste esta historia en forma de diario :3

(Pd: si veis saltos en los días no me he equivocado, son días en los que María no escribe)

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Día 1:

Hoy, queda inaugurado el Pabellón de Investigación. Todos los utensilios están listos, todas las habitaciones preparadas y he conseguido el mejor personal posible para tratar a los enfermos. Es un gran lugar del que no me siento satisfecha por su nacimiento, después de todo es mi culpa por no hacer nada. Gehrman me ha dicho que me vendría bien poner por escrito lo vivido cada día, seguramente para no volverme loca aquí, sigue tratándome como una niña. Si hago esto es porque sus consejos son buenos, aunque sea un ciego de su trabajo insensible, pero también para que quede memoria y constancia de lo vivido y trabajado que se llevará a cabo en el Pabellón.

Día 2:

Los niños más pequeños son los que peor se encuentran, ellos junto a los ancianos. Ya tengo todos los informes de todos los pacientes, todos tienen sus habitaciones y sus tratamientos están siendo preparados. Sé a ciencia cierta que la mayoría de ellos serán primeros usados para investigar, por eso algunas camillas llevan incorporados grilletes para muñecas y tobillos. No me gustan. Me parece inmoral. Yo estoy aquí para darles una salvación a estas personas infectadas por mi cobardía y mi sometimiento a los jefes, y quiero tratarlos como humanos, no como las bestias a las que estoy acostumbrada a matar. No voy a volver a obedecer a nadie.

Día 5:

Realmente, estos enfermos necesitan atención todo el día y toda la noche. Los enfermeros y los médicos trabajan todo el día y empiezan a sentirse agotados, por eso he tenido que sustituir a algunos para que puedan descansar. Aprenderé, por lo menos a saber cuidar y darles las ayudas mínimas a estos enfermos, antes de que su cuerpo comience a mutar y rechacen la comida. Tenemos que obligarles a ingerir alimentos y guardar el suero todo lo que podamos. He descuidado mi diario sin querer un par de días, pero no tengo avances ni resultados que compartir. Sólo queda confiar en los doctores y en los eruditos que nos envían de la ciudad como voluntarios para analizar la situación.

Día 6:

Los enfermos no consiguen dormir por las noches. Los enfermeros le han inyectado gran cantidad de sedantes y algo más de lo que no recuerdo el nombre, semejante a una droga para dormir con una inyección. Tengo mucho miedo de que no puedan dormir, en parte por sus dolores, en parte por todo lo que debe estar sucediendo en su cabeza. Tengo entendido que en un país enorme y frío se llevó a cabo un experimento con cinco personas que intentaron que no durmiesen en un mes, y los resultados fueron horribles. Tengo mucho miedo de que los enfermos pierdan la cordura y se vuelvan agresivos.

Día 9:

Mis miedos se materializan en forma de locura viva. Algunos enfermos llevan casi una semana sin dormir y eso afecta mucho a su salud mental. Hemos probado a inyectarle la máxima cantidad de somnífero permitido a un varón corpulento de mediana edad, pero no ha conseguido dormir ni calmarse. Sólo ha convulsionado unos minutos, entre gritos y golpes en la camilla, hasta que ha muerto unos segundos después de un paro cardíaco. No es la primera muerte aquí, ni será la última, ni la que me duela más, ni la que me duela menos, pero esto me quita una esperanza en el futuro. Vivo rodeada de médicos asustados y enfermos sufriendo.

Día 10:

Un médico ha dimitido después de que un enfermo le atacase creyéndose una bestia con grandes garras en las manos. Ya se ha marchado a la capital, pero después de él, irán varios más. Hemos intentado cubrir la cabeza de los enfermos con un gran casco de tela que no le deja pasar la luz ni ver nada, para evitar que se pongan nerviosos cuando se encuentran en compañía de otros enfermos o doctores. La infección ha llegado a sus oídos, no pueden oír muy bien. Intentando hablar con ellos hemos descubierto que escuchan sonidos del mar, del lugar de donde vino el monstruo que soltó las esporas infecciosas sobre la aldea. Lo único que escuchan es ploc, ploc, ploc.

Día 12:

Ayer fue un día triste en mi vida. Enterré a más de 20 niños que han muerto por la infección, y digo que fue triste porque soy la única que se preocupa de darles sepultura a estos niños, además de ser la única que se preocupó de dejarles unas flores y velar por sus almas. Parece ser que el trabajo de un doctor acaba en la sanación o muerte del paciente, pero el trabajo del respeto y luto de un fallecido es de humanos con corazón. Mis doctores se están volviendo sádicos y manipuladores. Ya no tratan a los enfermos como personas, sino como cosas, monstruos, incluso algunos, como juguetes. Prefiero que dimitan a esto, pero realmente necesito una cura para ellos, por lo que tengo un gran debate mental. Ellos sólo trabajan si hacen con ellos lo que quieren... pero eso supone maltratarlos. Aún hay niños, mujeres, personas... dentro de esas batas blancas llenas de sangre y suciedad, lo sé. Tengo ganas de dormir bien alguna noche.

Día 15:

Dos enfermeras han dimitido por un supuesto caso de abuso sexual por parte de un paciente que no me creo. Estos enfermos no tienen desvaríos de lujuria, ni siquiera saben lo que hacen. No pueden ver ni oír, ni mucho menos creo que tengan la correcta cordura de abusar de dos mujeres a la vez. No tienen el valor de decirme a la cara la verdad, que tienen miedo, que quieren irse. No las culpo, yo también tengo miedo.

Día 17:

Vengo de enterrar a 8 personas más. Anoche, un paciente dio un grito tan desgarrador que se rompió las cuerdas vocales. No podemos intervenirle porque no conseguimos inmovilizarle, sube y baja las escaleras del pabellón sin descanso alguno agitando los brazos, luchando por gritar de nuevo. Todo esto me duele en el alma. He encontrado algo de paz escapándome de vez en cuando al balcón, donde puedo ver la terraza con un gran cultivo de girasoles brillantes y bellos. Aquí el aire es puro y limpio, y los gritos de dentro se oyen tan lejanos que parece que no pertenecen a mi realidad. Estoy segura que a Adelinne, la única joven que queda que puede comunicarse, le encantaría.

Día 18:

Como suponía, a Adeline le ha sentado muy bien el aire del exterior y ha merecido la pena. Adeline está esquelética y su cabeza se ha hinchado dentro de la tela que tiene por casco en la cabeza, y a diferencia de otros pacientes en los que el sonido del mar de sus oídos llenos de fluidos enloquece, a Adeline le relaja ese ploc, ploc, ploc. He bajado a la terraza y le he traído unos girasoles. Ella no sabía lo que eran, pero me ha llamado "amiga". Es la primera vez que sonrío después de tantos días.


Día 21:

Se acaban de cumplir tres semanas desde la inauguración del lugar, y acaban de dimitir casi tres cuartas partes de mi personal del pabellón de investigación. No les voy a culpar por abandonar una causa de la que no son culpables, pero sí que les culpo por abandonarla cuando sus "juguetes" ya no les divierten. Ya no buscaban una forma de intentar salvarlos, sólo un entretenimiento diario que les sacase de este infierno en el que llevamos metidos tres insufribles semanas. Gracias a ello, el 98% de los enfermos son agresivos y el 70% de las muertes son paros cardíacos al no poder soportar sus débiles cuerpos tanta presión, y el otro 30% obviamente suicidios tirándose por los balcones y barandillas. No hay forma de sujetarlos ni calmarlos. La locura es contagiosa.

Día 23:

Han dimitido los últimos del personal a mi servicio, después de varios abusos por parte de los enfermos. Me los creo porque lo he visto y lo he vivido. Este no es un lugar seguro para nadie. Les he dejado marchar, incapaz de mirarlos a los ojos, pues me avergüenzo de haber sido incapaz de llegar más lejos. No hemos conseguido una cura, ni un análisis de estas raras esporas que afectaron a los habitantes de la aldea proveniente de ese ser muerto en la orilla. Sabía desde el primer instante en que no debíamos tocarlo, pero por qué... ¿por qué son los humanos tan curiosos? Tanto que hacemos daño...

Día 25:

Llevo dos días intentando leer las anotaciones de los doctores de sus investigaciones de los enfermos, intentando preparar la medicina con mis poca experiencia de enfermera, pero no sirve porque no puedo inyectarla en ninguno. Sólo Adeline me ha dejado y después ha suspirado largamente. Ya no habla conmigo, ya no puede comunicarse. Sólo la tengo en una habitación, atada a una silla sin dejarla mover. No quiero que se vuelva agresiva como el resto, que se arranque la piel ni que grite hasta romper sus cuerdas vocales. Sólo necesito estudiar los informes y mucha fuerza para seguir adelante. Le prometí a Gehrman que si hacía esto era para tener resultados y justificar mis malas acciones. Gehrman... ¿dónde estás ahora? ¿Por qué no vienes a enseñarme a usar una jeringuilla como me enseñaste a usar la espada? ¿Por qué no vienes auqnue sea a verme? ¿Ya no soy tu aprendiz? ¿Ya no soy importante para ti? Necesito de tus consejos, necesito a alguien con quien hablar, no quiero sentirme sola. Te echo de menos, maestro.

Día 27:

Hoy he enterrado a Adeline.

Día 30:

En la torre del reloj que hay encima del Pabellón de Investigación no se escucha nada. No se oyen los gritos de los enfermos ni los golpes que pegan contra las barandillas, ni el molesto ploc, ploc, ploc que dicen escuchar. Estar en la torre me hace descansar, me hace dormir mucho más de lo que ha hecho mi cama en este mes. Si no fuese por mi diario, no sabría contar cuántos días llevo aquí, cuántos han pasado, qué días no he escrito en él por cansancio o incapacidad. Pero esos enfermos me necesitan, siguen llamándome aunque me esconda. Han aprendido a decir "Lady María" muy bien. Cada vez que los oigo gritarlo me hace odiarme cada vez más, pues me recuerdan con todo el dolor de su grito de agonía quién fue la culpable de su estado. Lady María, Lady María... la que no supo decir que no.

Día 31:

He derramado lágrimas sin darme cuenta mientras me cortaba las venas de mi mano derecha sin sentir dolor con las espadas con las que asesiné a tantos monstruos y personas. He podido ver cómo caían varias gotas al suelo, pero aquí sigo, viva. Sabía que no iba a ser tan fácil, en el fondo muy muy cobarde. He vendado mi muñeca y he vuelto a la torre del reloj astral. No puedo dormir, no puedo descansar. Vivo en una constante agonía y alteración que me hace pensar que el corazón se me parará en algún momento tras sentir una gran punzada interna que me devuelva la razón. Estoy bien, sigo cuerda. No me tiro por los balcones ni grito golpeando sin sentido. Sólo quiero descansar.

Día 33:

Gehrman, sácame de aquí, por favor, no puedo más... te lo suplico, ven a por mí. Lo admito, tenías razón, como siempre tienes, tus órdenes debieron ser dogmas para mí, debía haber matado a los enfermos, debía haberme quitado los problemas de encima, debería haber sido tan fría como tú. Seguro que me odias por haberte abandonado y quedarme en este infierno luchando por una causa perdida. No debía haber desafiado a los dioses, no debimos hacerlo, pero si ambos fuimos malditos o castigados por ellos, no quiero quedarme sola aquí, encerrada en esta torre del reloj. Gehrman, no puedo salir de aquí, por favor, no quiero retroceder y volver a la aldea. No sé dónde dejé la llave... Maestro por favor... vuelva... me arrepiento... si usted no vuelve a rescatarme de aquí y volver con el resto de cazadores la vida no tiene sentido para mí. Tengo miedo de quedarme sola para siempre, tengo miedo de no volver a ver a nadie nunca más, me oprime el pecho y ni siquiera puedo llorar. Quiero golpear a alguien, quiero que alguien me golpee y me llame "tonta" por haber pensado que podía salvarles, para limpiar mis pecados, para recuperar mi honra, por querer ser humana. Te juro, Gehrman, te juro que aunque no tenga valor en estos momentos, mi locura me hará hundir mis espadas en mi pecho para encontrar el descanso que ansío como no vengas a detenerme. No quiero volverme loca. No quiero estar sola. No quiero desgarrarme la piel ni quiero sufrir por haber intentado ser humilde. Te espero aquí... ven, Maestro.

Día 865:

Aún sangra la herida de mis armas en mi pecho sin cerrarse. Hace años que las clavé en mí esperando morir, sola en la torre, sin que nadie me echase de menos. Hace años que cerré los ojos esperando irme, y ese día no llega. Estoy maldita por los dioses, todo ha sido en vano. Los cadáveres deben descansar en paz, pero el mío no lo hace. Siempre la pagan quienes menos culpa tienen.

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Y con esto y un bizcocho, a dormir formando un ocho. "One Shots e Historias de Yharnam" tiene de estado COMPLETO.

Gracias por haberme seguido hasta aquí ^^


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