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Carcasa confeccionable (Micolash x Rom)

Me llena de orgullo y satisfacción presentarles este shippeo :3

Pues mientras me como el trozo de tarta perteneciente a @Miguelito140898 por no venir a mi cumple, pues estoy escribiendo esta locura que tenía pensada desde hace tiempo :3

Quería ponerle de título "Barbie accesorios" que viene siendo lo mismo, pero no pintaba muy bien. ¿Por qué se llama así? Ahora lo veremos.

La historia empieza hace mucho, mucho tiempo, en un lugar de Yharnam de cuyo nombre no puedo acordarme... ah, Byrgenwerth. Pues ahí veremos como Micolash, nuestro protagonista masculino con un puñado de años menos tiene una historia de "amor" con una profesora llamada Rom.

A lo mejor es un poquito más aburrida que las anteriores, o tal vez os engancha, no lo sé, a ver qué opináis vosotros.

Y por último, a lo mejor el Lore no está bien puesto o algo, pero claro, me he inventado la historia y han cambiado cosas y se me han ocurrido otras.

Por cierto, son más de 8000 palabras, quiero un premio.

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- ...por eso, con los hallazgos acaecidos en nuestras expediciones a la tierra de los primeros pthumerios y nuestros avances científicos... y nuevas investigaciones... creo que podemos ser lo suficientemente egoístas... porque tenemos la capacidad de hacerlo... de crear... nuestro propio Grande... a partir de los conocimientos que tenemos sobre ellos con las conchas de poder arcano...

Willem tosió mientras se mecía un poco en su mecedora. El discurso que estaba dando en aquella aula de Byrgenwerth era lento, pesado y no acababa de convencer ni ser aceptado por los pocos presentes de la sala.

Aquella sala típica de universidad con asientos ascendentes en forma de anfiteatro estaba poco iluminada y provocaba somnolencia ayudada con la voz del maestro Willem.

En primera fila había un hombre de mirada seria y brazos cruzados que le plantaba cara al maestro Willem. Cada palabra que decía le convencía más de que sus ideales estaban cada vez más alejados de los de su maestro. Lawrence lo tenía claro, pero de momento no tenía otra opción más que seguirle.

En la segunda fila más a un lateral, otro estudiante que garabateaba en una libreta lo que podrían ser apuntes sobre el tema, pero que en realidad dibujaba y coloreaba runas con un lápiz. Caryll se distraía fácilmente.

Y finalmente, en la fila más alta, en un oscuro rincón, un hombre de piel pálida y marcadas ojeras daba leves golpes con sus uñas al reposabrazos de su asiento mientras apoyaba su mejilla en otro puño. Tenía los ojos cerrados y gesto cansado. Pero no cansado físicamente. Mentalmente de escuchar siempre las mismas tonterías.

Micolash era un fiel partidario de llegar más allá. Más allá de donde quería el maestro Willem. Experimentar con la sangre prodigiosa... sentir lo que sienten los Grandes... ver el mundo y poder hablar con ellos... El humano es codicioso, y Micolash lo es mucho.

- Por último, os pido humildemente... que lo que acabo de contaros permanezca en completo secreto para el resto de habitantes de Byrgenwerth...

Cuando Willem dio un suspiro, Lawrence se levantó de su asiento y salió rápidamente del cuarto. Caryll levantó la cabeza, recogió sus libretas y se fue sujetando un montón de papeles.

Micolash se levantó sin hacer ruido y puso bien la silla sin que chirriase. Bajó sin hacer un ruido por la escalera mientras vigilaba con la mirada a Willem. Cuando llegó a la puerta de la esquina...

- Micolash... - dijo la rota voz de Willem - ¿Te quieres escaquear?

Él giró los ojos y se alborotó el pelo un poco con un gesto pidiendo paciencia. Lo tenía un poco más largo que como se suele ver y le escondía a veces sus ojos claros. Se giró un poco hasta la silla grande.

- No, maestro Willem - dijo con una sonrisa falsa - ¿Que se le ofrece?

- Micolash... eres mi mejor alumno... las mejores notas, las mejores ideas, el mejor futuro te espera a ti... si no fuera por tus intenciones ocultas e ideas macabras serías una persona muy confiable... a quien dejar todo al mando...

Micolash hizo una mueca a un lado sacando la lengua. Willem tenía los ojos cerrados y no veía sus insultos.

- Micolash... tengo que pedirte un favor... demuéstrame que puedes ser una persona confiable... necesito que analices a los estudiantes, profesores y resto de la universidad... necesito que encuentres a alguien que sea capaz de entregar su cuerpo y alma al proyecto... que quiera ser un Grande. Busca al más apto... y sólo comentaselo a él lo que hemos hablado aquí... en el caso que se niegue y veas que se le va a ir la lengua...

Willem le indicó con la cabeza que ya sabía que tenía que hacer. Micolash sonrió de lado. Qué bonito es matar... teniendo permiso.

- Claro maestro... haré lo que sea... y encontraré al mejor candidato.

Sin esperar respuesta salió de la habitación. Caminó ligero con mirada seria por los pasillos y bajó por la gran escalera. ¿Examinar a todos los alumnos y profesores de Byrgenwerth? Es mucho trabajo... sobre todo si se lo encasquetan a la persona más antisocial de todo el lugar.

Salió fuera al aire y miró al cielo del atardecer. Se puso bien su ropa y caminó al lado de la barandilla. Su trabajo empezaría mañana, que hoy ya tenía planes.

Se acercó a una esquina del patio sin hacer ruido y se asomó a un rincón escondido. Encima de una piedra había una chica sentada. Tenía muchos libros alrededor y tenía la cara metido en otro. Le daba la espalda y sólo dejaba ver su abultado pelo rizado.

- Con lo acogedora que es la biblioteca... un rinconcito oscuro y rodeado de sabiduría... y te tienes que venir aqui, entre raíces, hojas y bichos...

Ella le miró de reojo y le dio la espalda todavía más con un bufido.

- Que quieres, Micolash, me estás interrumpiendo.

- Ah, Rom, no seas así... te estoy recomendando un buen sitio...

- Es que me gusta este - ella cerró el libro mirándolo - Lejos de los estudiantes, al lado de la naturaleza y mirando al mar.

- Y con el milpiés rondando por aquí - Micolash sonrió de lado.

- Es inofensivo, lo sabes, es la mascota... que pesado eres...

- Ser pesado puede traer cosas positivas.

- Micolash, para ya, eres un hombre raro, oscuro, inexpresivo y nada convencional.

Micolash la miraba con una sonrisa. Enfadarla así le gustaba, pues... estaba guapa de todas formas. Giró la cabeza cuando el enorme milpiés pasaba por ahí y se giró a mirarlos. Bajó curioso a verlos y Micolash aprovechó para agarrar la enorme flor brillante de su cabeza y se la ofreció.

- ¿Sigo siendo un hombre raro, oscuro, inexpresivo y poco convencional?

- ¡No le hagas daño!

Rom le dio con un libro en la cabeza y le hizo soltar la flor. El milpies gigante se fue corriendo y la chica recogió sus libros.

- Micolash, no lo intentes más. No me gustas, no me gustas nada de nada. Soy una mujer madura, inteligente, con carácter, y con ideas claras.

- Claro, como a mi me gustan - dijo sonriendo y frotando su cabeza - Me atrae mucho el carácter y la inteligencia, el exterior es sólo una carcasa confeccionable...

Ella se giró mirándolo mientras se quitaba los rizos de la cara.

- ¿Una carcasa...confeccionable? ¿¡Me estas llamando encima fea?!

- No, no es eso... tu carcasa está muy bien también.

Micolash se llevó otro librazo en la cara que le hizo caerse hacia atrás en la barandilla. Cayó de cabeza sobre la hierba con las piernas por encima. Bufó.

- Mujeres...

Se colocó bien y se sacudió la ropa quitándose el polvo y las hojas secas. Al mirar, Rom ya se había ido. Se fue caminando hasta la vieja biblioteca donde solía encerrarse leyendo hasta el amanecer... saltándose comidas y muchas horas de sueño.

Bajó las escaleras y cogió un candelabro. Entró sin hacer ruido. La bibliotecaria dormía sobre el mostrador sin enterarse. Giró los ojos y se fue a las estanterías más alejadas llenas de polvo hacia una pequeña mesa y colocó su candelabro. Miró alrededor y le llamó la atención una pequeña luz al final de otro pasillo. Que raro, por la noche, él era el único allí. Por eso le gustaba. La bibliotecaria no contaba.

Fue a ver apoyado en una repisa y se asomó. Reconoció esa melena rizada iluminada por unas velas y el sonido de pasar hojas de un libro. Vaya, Rom le había hecho caso.

- Te pones como te pones... y al final me haces caso...

Ella soltó otro bufido y cerró su libro.

- Otra vez tu... - dijo levantándose.

- Si vienes a mi rinconcito recomendado por mí, no se de que te sorprendes...

Micolash se colocó detrás suya y empujó su silla hacia ella, que le golpease en la parte trasera de las rodillas y la obligó a sentarse de nuevo.

- ¿Que lees? - le quitó el libro de las manos y lo examinó - Ah... un libro sobre los Grandes... no es realmente fiel a la verdad pero es entretenido.

- ¿Qué quieres decir? - Rom levantó una ceja.

- Que esto son invenciones y deseos del autor - Micolash se sentó enfrente - Si quieres la verdad...

Él le tendió por la mesa empujando con tres dedos un libro viejo.

- ...podría prestarte este. Claro, si quieres la verdad...

Rom observó el libro. Sus ojos mostraban interés.

- ¿Sabes sobre los Grandes?

- No por algo soy de... los favoritos del maestro Willem... - Micolash miró a otro lado como si no se orgulleciese de su puesto.

Rom miró algunas páginas por encima. Por momentos, sus ojos brillaban cada vez más, a la vez que se ampliaba la sonrisa de lagarto de Micolash. Tras un par de minutos de silencio, Rom abrió la boca.

- ¿Me hablarías de los Grandes?

Micolash se echó hacia atrás en la silla.

- Tienes un libro ahí delante que habla de ellos. Seguro que prefieres leer tranquila y callada sin que nadie tan pesado y molesto como yo te interrumpa...

Micolash se levantó para irse de la mesa y le dio la espalda, pero Rom agarró su muñeca.

- No me refiero al libro... me refiero a lo que tu sabes... a todo lo no escrito... por favor...

Micolash sonrió enormemente sin que le viese. Que bien sienta que te rueguen, sobretodo cuando te llevan dando de largas mucho tiempo.

- Bueno... no se... - Micolash volvió a sentarse sonriendo con lentitud.

Recordó la petición que le hizo el maestro Willem, de buscar a alguien digno de ser un Grande, o un prototipo de ello. ¿Sería Rom la indicada para eso? ¿Estaría bien contarle el proyecto? La tendría un rato embelesada con su labia, sabría cosas que casi nadie sabe... Sería... más cercana.

Tras unos segundos de mirarla detenidamente mientras golpeaba la mesa con sus uñas y Rom miraba expectante, se levantó.

- No tengo nada que contarte.

Micolash se alejó dejando a Rom confusa. Dio una mueca bufando y cogió el libro que le dio para leer.

Micolash salió de la biblioteca a paso ligero con los brazos cruzados en la espalda. No, Rom no. No es la indicada. Le gustan los Grandes, es curiosa, saca sus propias reflexiones y es valiente. Joder, sí, es perfecta. Pero es perfecta tal y como es, y personas así deben quedarse así. No debe cambiar, no debe perderse. No debe perderla.

Sonrió falsamente mirando al cielo. Escogería al primer estúpido que se presentase por ahí. Total, saldría mal.

A los dos días, Micolash preguntó en una clase del último curso que quién era la persona con mejores notas de la clase, procurando no elegir a alumnos que tuviesen clase con Rom. El profesor le presentó a una chica con enormes gafas y peinado de seta. Parecía poco sociable y solitaria. Perfecto.

Sacó a la joven de clase y caminaron hacia el lunario. Mientras, le comentaba sutilmente el proyecto que tenían entre manos. Pero en cuanto la chica entendió que su destino era ser un Grande, se negó. Tenía miedo y quería vivir su vida. Tenía planes de futuro, pasaba muchas horas estudiando por ello y no quería cambiar.

Micolash no decía nada. Esta chica no era válida. Sus prácticas eran de suficiente, pero la teoría era perfecta. Perfecta de vomitar en un examen el libro. Memorizaba todo y lo expulsaba. Ni siquiera sabía razonar ni crear sus teorías. Que chica tan insípida.

- Lo-lo siento, señor... no estoy interesada... y no creo servir para algo... de tan grandes dimensiones.

Se subió las gafas y escondió la mirada abrazando sus libros. Micolash sonreía falsamente, pero por dentro deseaba estrangularla. Necesitaba a alguien inteligente con la mente abierta, no a una tragalibros.

- Supongo que... no puedo convencerte...

Ella negó sin moverse del sitio ni mirarle a la cara.

- No te preocupes... encontraré a otro interesado. Te acompañaré a tu clase, que tienes que seguir estudiando.

Le puso la mano en la espalda y empezaron a caminar hacia las escaleras. Micolash miraba con disimulo a su alrededor. A esta hora no había nadie por los pasillos. Llegaron a la escalera.

- Chica... una última cosa...

Ella se paró antes de bajar y mirarle.

- Esto es un proyecto secreto aún... y no me gustaría que andes por ahí hablando de esto y revoluciones la universidad. Mi a mí, ni al director, ni a tus notas...

Ella negó rápidamente. Sus notas no, por favor.

- Entonces... puedo confiar en que te mantendrás callada... como una tumba, ¿cierto? – Micolash se colocó detrás de ella.

- S-Señor... yo le juro por mi vida que nunca diré nada de este proyecto a nadie... entiendo perfectamente cuán importantes es para ustedes esto... - la chica le miró de reojo un poco asustada.

- ¿Por tu vida? Entiendo... - Micolash la tomó por los hombros – Pues por tu vida, quédate callada.

Colocó sus manos en sus mejillas y con un giro brusco se escuchó un crujido a la vez que los ojos de la joven se ponían blancos. Luego la empujó con la punta de sus dedos en sus hombros a que cayese por las escaleras. Sus libros cayeron y el cuerpo bajó con estrépito, haciendo más ruido del que Micolash quería, que se mordió un labio viendo como caía rodando por las escaleras.

Escuchó unos pasos acercarse y empezó a bajar las escaleras rápidamente detrás de la joven.

- ¿Y ese ruido? – una mujer con el pelo castaño y rizado salió de un pasillo con cosas de clases en sus brazos.

Vio a Micolash bajar a por la joven y sacudirla abajo, y bajó también rápidamente.

- ¿¡Qué ha pasado?! – Rom se echó los rizos hacia atrás agachándose al lado de Micolash, que sostenía el cuerpo de la joven sin vida.

- No lo sé... supongo que se tropezó y cayó... he venido en cuanto he escuchado el ruido y ya no hay nada que hacer...

Micolash soltó el cuerpo de la joven en el suelo, con el cuello roto y le cerró los ojos. Rom se llevó una mano a la boca.

- ¿Qué vamos a hacer? Ha muerto una alumna...

- Se lo comunicaré al director – él la miró sin expresión alguna – Agradecería que nadie se enterase de esto, por lo menos hasta el momento correcto. No queremos que los estudiantes se alteren... ¿verdad, profesora Rom?

Ella le miró callada durante unos segundos antes de levantarse.

- Claro... claro... sé lo importante que es que los alumnos estén concentrados durante todo el día.

- Perfecto, pues... - intentó disimular una sonrisilla mientras miraba a otro lado.

Esa misma tarde, Micolash se reunió con el maestro Willem, Lawrence y Caryll. Tenía que comunicarles que la muerte de la joven no fue un accidente.

- Lo entiendo, Micolash... yo mismo te lo dije... - el maestro Willem tosió – No queríamos tener que hacerlo, pero todo sea por el bien de nuestro proyecto... se requieren sacrificios para alcanzar la gloria.

Micolash jugueteaba con uno de sus mechones mirando con desgana, intentando parecer algo afligido por su acción.

Lawrence, al ver lo absurda que estaba siendo la situación y lo poco que le implicaba, decidió salir de inmediato de allí. Tenía cosas más importantes que hacer. Caryll le siguió, sólo porque pensó que ya había terminado la reunión, ya que ni siquiera atendía. Sólo se dedicaba a sus dibujos.

Rom los vio salir desde el final del pasillo y se acercó con un montón de papeles para entregarlos a Willem, pensando que no habría nadie más dentro. Se detuvo fuera al escuchar que seguía hablando con alguien.

- Micolash... espero que no te vuelvas a equivocar... sólo necesitamos a alguien interesado en los Grandes... alguien que se fascine por ellos, por sus historias, alguien ambicioso que quiera... ser como ellos...

- La cría no fue suficiente, lo entiendo. Es más, es una insípida, me di cuenta tarde... - Micolash renegó – Y al menos la maté de una forma en la que no sufriera y pareciese un accidente.

- Muy poco propio de ti... ya que te gusta hacerte notar... - Willem se meció un poco – Pero agradezco que fuese así. Esta noche celebraremos el funeral por su alma, y quiero que te disculpes con ella antes de ser quemada.

Micolash dio una larga y cansada afirmación mirando al techo que en realidad era una rotunda negación. Rom entró en el aula y se quedó mirándolos abrazando sus papeles contra el pecho. Willem giró un poco la cabeza a verla.

- Ah... Rom... ¿me traes lo que te pedí?

Ella se quedó callada mirando a Micolash, a unos metros de ella. Él la miró seriamente. Sabía bien que los había escuchado.

- No sabía que fueses tan cotilla hasta el punto de espiar detrás de las puertas... - le dijo reprimiendo una mueca.

- Ni yo que tú fueses tan inhumano como para asesinar a una alumna inocente y verme la cara de tonta – ella se acercó a él a paso ligero.

- Pues bien que te lo has creído.

Rom le cruzó la cara de un guantazo que le hizo dar una vuelta completa a Micolash. Él se llevó una mano a su mejilla dañada y la miró con enfado.

- Micolash... - Willem se incorporó un poco – Sal fuera, por favor, yo me ocupo de la señorita Rom...

- Pues sí, porque como se quede voy a seguir golpeándole – Rom tenía la mano preparada para darle otra.

- Nadie ha hablado contigo para que respondas por mí, listilla... - Micolash se dirigió a la puerta lanzándole una mala mirada.

Rom puso los papeles encima de la mesa con fuerte sonido y se apoyó en ellos mirando a Willem.

- Rom... lo de la joven...

- No me interesa lo de la joven – le cortó con voz dura - ¿Qué es lo de ese proyecto para ser como un Grande?

Willem se quedó callado durante unos segundos.

- Vaya... también has oído eso...

- Por lo que he oído estoy interesada en formar parte de él – sentenció - ¿Una persona con interés por los Grandes, inteligente, capaz y valiente, que quiere ser como uno? Aquí la tiene, no busque más.

Willem la observó mientras se mecía. En los ojos de Rom había confianza, decisión y orgullo. Justo lo que quería. Antes de abrir la boca, Micolash entró de nuevo al despacho. Tenía la marca del guantazo señalado en su blanca piel.

- ¡No lo acepto! ¡No eres apta, no te he escogido por eso!

- ¡No me has escogido para putearme! – ella se giró enfadada - ¡Te pedí que me hablaras de esto en la biblioteca y no lo hiciste, sabías que me iba a interesar! ¡Podrías haberte ahorrado la vida de una joven si no fueses tan cabezota!

- ¡He dicho que no eres apta para tener más ojos y no lo eres! ¡La profesora que lee cuentos de Grandes no sabe nada de ellos en realidad! – las excusas que Micolash ponía para ocultar su verdadero motivo no eran muy buenas, pues no tenía tiempo para pensarlas.

- ¡Ya me he leído el libro que me dejaste anoche, sé toda verdad! – Rom se iba acercando enfadada.

- ¡No has tenido tiempo, es imposible que lo leyeras en menos tiempo que yo! – Micolash hacía lo mismo - ¡Tienes que dar clase a alumnos tragalibros!

- ¡Leo más rápido que tú porque tengo los ojos bien puestos y con menos ojeras que tú! ¡Bicho raro!

Willem golpeó el suelo con su báculo poniendo orden y silencio. Ellos se seguían mirando con la mandíbula apretada y los ojos ardiendo.

- Si la señorita Rom se ofrece voluntaria para el proyecto, bienvenida es. La conozco desde que era una alumna aquí, al igual que tú, Micolash, y acepto sus deseos. Rom... ven mañana, te lo explicaré todo... y guarda silencio sobre el proyecto... - Willem la miraba con tranquilidad, y luego miró a Micolash – Y tú... me gustaría saber los verdaderos motivos por los cuáles no quieres que Rom sea la elegida.

Él dio un bufido de desagrado mientras caminaba de un lado a otro con nerviosismo.

- Rom... antes de nada quiero decirte... si el proyecto es un éxito, estarás completamente a mi cargo. Cuidaré de ti como el Grande que serás y estaré siempre vigilándote para que tengas una buena vida. Si el proyecto es un fracaso... te dejo en manos de Micolash,

- Por fin una buena noticia... - él se giró mirándola por encima del hombro – Disfrutaré cada crujido que den tus vértebras mientras te rompo el cuello lentamente... - en sus ojos habían unas chispas de locura y odio.

- Micolash, controla ese odio... - Willem volvió a toser.

- Y usted esa tos... que cuánto más tose uno menos vive.

Con estas palabras, Micolash abandonó el despacho con un portazo tremendo, dejándolos solos a ambos. Willem suspiró cansado y miró a Rom. Ella tenía una sonrisa de felicidad en el rostro y una esperanza positiva en su corazón.

Pasados breves días que pasaron muy rápido, los preparativos estaban preparados para el proyecto. Era un fin de semana y tenían la universidad sólo para ellos: Willem, Lawrence, Caryll, Rom y Micolash, además de unos cuántos ayudantes que serían asesinados si el proyecto fracasaba.

En el viejo sótano tenían sitio más que de sobra. Había una máquina en el centro semejante a una cúpula transparente donde ataron a Rom a una camilla, después de hacerle beber cierta poción. Ella tenía el corazón nervioso, pero no estaba nerviosa. Sino entusiasmada. El pensar que pronto sería un Grande gracias a las investigaciones de los que fueron sus maestros le llenaba de orgullo y excitación.

Micolash observaba cómo se llenaban unas inyecciones y se preparaban otras para extraer la sangre de Rom. Tenía las manos escondidas debajo de sus brazos apoyados en sus costillas, mientras movía los dedos con nervio. No se sentía nada cómodo. No tenía un buen presentimiento.

Le preguntaron a Rom si se encontraba preparada, y ella asintió temblando un poco, pero sonreía. Los ayudantes se acercaron. Le inyectarían tanto conocimiento en su cuerpo que su cuerpo y mente mutarían hasta convertirse en un maravilloso Grande rebosante de saber.

Ella cerró los ojos y se dejó hacer. Sabía que dolería, y mucho, por eso necesitaba encontrarse relajada y tranquila.

Micolash apretó la mandíbula. Desde la distancia no le quitaba ojo, y esperaba, aunque no lo asumiese, que ella también le mirase aunque fuese un segundo, para despedirse al menos, ya que nunca volverían a hablar como antes. Pero eso no sería posible. Rom estaba enfadada con él por diversos motivos y no consideraba que se mereciese una despedida.

El tratamiento comenzó. Se cambiaba su sangre constantemente y se añadía en ella poder arcano. Unos cables conectados a su cabeza le inyectaban la sabiduría que iba a recibir. Esto duró pocos días. Pocos días en los que su cuerpo no recibía ni luz, ni alimento ni agua. Sólo sangre ajena y conocimiento. Sus niveles bajaban muchas veces hasta el borde de la muerte pero la magia arcana, manejada por Micolash, impedía que algo fallase en su organismo. Y era el único que escuchaba todos y cada uno de sus gritos, llantos y delirios.

Los demás iban y venían. Micolash se quedaba en su silla apartado observando, siempre, en todo momento. A veces se echaba pequeñas cabezadas pero no lo hacía tranquilo. No comía a no ser que alguien se acordase de él y le bajase algo de comida que tomaba sin saborearla apenas y sólo salía para ducharse e ir al baño, asegurándose de que alguien se quedaba al cargo de Rom.

Un día, la cúpula apareció rodeada por un velo blanco, semejante a varios hilos, creando un enorme capullo a la cúpula. A Micolash le pilló dando una cabezada y se despertó cuando le dolió el cuello. Dormir a lo Stephen Hawking le estaba destrozando el cuerpo. Lo único que cambiaba la tela es que no permitía que nadie entrase a la cúpula, ni que se viera nada en el interior. No se escuchaban ruidos, movimiento ni nada. Parecía el enorme capullo de una mariposa.

Willem propuso analizar un poco de esa tela, y si en 7 días no hay nada nuevo, la abrirían un poco para ver que había dentro, si Rom seguía viva o no. Micolash se acercó y acarició la tela. Había hecho reventar la cúpula y había cristales por el suelo. Micolash tenía paciencia, mucha. Era perseverante, maniático, un poco pesado... pero varios días en ese estado, metido en el sótano, sin resultados, sin luz... hacía crecer en su interior un nuevo odio desconocido para él. El odiar esperar. Odiar esperar unos resultados que no quería saber de un experimento que sabía que estaba mal hecho y que dejaban mucho que desear. Él, con tiempo, los materiales necesarios, instrumentos correctos y su cerebro en buen estado... conseguiría un Grande en condiciones.

Desvariando en sus delirios y pensamientos, se olvidaba del paso del tiempo y llegó el día ansiado para Willem. Como Rom no mostró ningún cambio, y el tejido fue definido como algo semejante a tela de araña con poder arcano, procedieron a llamar a un cazador para que rasguñase esa dura tela con su arma, y que les defendiese en caso de encontrar algo hostil ahí dentro.

Micolash daba golpecitos con los dedos en el reposabrazos mientras veía bajar por las escaleras a un cazador. Pero no era un cazador cualquiera...

- Bueno... ¿así que queréis que rompa esa barrera porque sospecháis que dentro hay un Grande?

El cazador se ajustó su chistera sobre sus cabellos canosos mientras acababa de bajar las escaleras con las piernas un poco abiertas.

- Exactamente... por eso necesitamos a un cazador con nosotros... bueno, al mejor cazador... - el maestro Willem estaba sentado en su mecedora apoyado en su báculo.

El cazador terminó de acercarse enseñando la guadaña que cargaba a su hombro.

- ¿Y si le disparo desde aquí? – preguntó con curiosidad.

- Gehrman... no queremos arriesgarnos a herirle... - el maestro Willem suspiró.

- Me siento ofendido de que no me hayan informado de nada de esto. Pensé que confiabais más en mí... - Gehrman separó su arma y se quedó con la parte cortante.

- Era un proyecto completamente secreto... entiéndelo... (Fire up that loud, another round of shots...)

- Puedo entender eso, pero lo que no puedo entender es que me mantengáis al margen de asuntos tan importantes y luego me llaméis para solucionarlos (Turn down for what)– la respuesta de Gehrman le hizo a Willem dar una mueca pequeña y una sonrisa de lado a Micolash.

Este último miró de reojo a lo alto de las escaleras, donde una joven adolescente de cabello ceniciento estaba en cuclillas espiando desde lo alto.

Todos miraron expectantes cómo la cuchilla de Gehrman cortaba lentamente el velo como si fuera mantequilla. Salió de ahí un poco de humo y se apartó rápidamente. Luego empezó a salir luz del interior, y la telaraña empezó a desprenderse y caer al suelo.

Gehrman retrocedió unos pasos sin guardar su arma hasta que detrás de la luz visualizaron una gran silueta negra en el centro. Cuando se fue del todo, vieron a ese Grande.

Una especie de araña gris y negra, enorme y fea, con pequeñas patas y cabeza dura llena de ojos. Era horrible... pero su cola era bonita. Su imagen dejó callados a todos los presentes. Con sólo verle, sabían lo que pasaba. No notaban esa aura poderosa y atemorizante que tenía Amygdala, por ejemplo, o Ebrietas. No tenía siquiera presencia.

Todos vieron como esa araña, a la que respetaron y dejaron el nombre de Rom, se quedaba ahí en medio sin moverse. No parecía agresiva, tampoco poderosa. Gehrman lo sabía, y se acercó a una de las sillas del fondo, cruzó las piernas y los dedos de las manos sobre su vientre, bajó su chistera y se puso cómodo. Sabía que a la mínima podía estar al lado del monstruo listo para atacar en menos de un segundo.

Tras su silla aparecieron unas pequeñas manos enguantadas y una cabeza curiosa de ojos azules. La joven cazadora curiosa que iba con él no tenía la entrada aceptada al sótano, pero como nadie le avisó a Gehrman de lo que estaban haciendo, él no avisaría a nadie de que coló dentro a la joven María. Le dedicó un suave siseo pidiéndole que guardase silencio y ella asintió observando al nuevo Grande.

Rom, esa enorme araña, no hacía por donde atacar a los espectadores. Ni comunicarse con ellos, ni mirarlos... estaba ensimismada en ella, o tal vez completamente ida.

- Rom... - dijo fuertemente el maestro Willem - ¿Nos puedes entender?

No hubo respuesta. Ni un movimiento, ni una mirada de sus numerosos ojos. Micolash apretaba el final del reposabrazos de su silla hasta que sus dedos se pusieron más blancos de lo que eran. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no levantarse e irse de ahí dando voces y soltando maldiciones. ¡Estaba vacía, maldita sea! ¿¡Dónde estaba ese conocimiento inyectado, todo ese poder arcano?! ¡¿Para qué quiere tantos ojos si no puede ver nada?! Lo único que han hecho ha sido un desastre, una aberración de ser. ¡¡No sirve para nada!!

Lawrence no decía nada, pero su casa expresaba todo el asco que llevaba dentro. Caryll, haciendo dibujos de sus runas. Gehrman, con los ojos cerrados, y María agachada tras la silla de su maestro asomada. Era muy joven aún, una pequeña adolescente con curiosidad y potencial. Willem se levantó pesadamente y miró al frente.

- Tenemos que votar... este experimento es... ¿éxito, o fracaso?

Todos guardaron silencio mirándose unos a otros. Ante la opción de éxito, Willem y Caryll levantaron la mano. Ante la de fracaso, Lawrence y Micolash.

- Gehrman... te necesitamos para que desempates esto... - Willem miró al cazador en la silla.

Él dio una pequeña sonrisa poniéndose bien la chistera.

- ¿Así que... no soy importante para saber que estáis creando un Grande, pero sí que lo soy para decidir si es una buena o mala decisión? ¿Ponéis en manos de un cazador el destino de una bestia?

- Gehrman, no seas rencoroso... - Willem suspiró.

- Soy rencoroso, pero sé olvidar y perdonar – él se levantó de la silla a la vez que María se escondía silenciosamente – Y si yo tengo que decir algo es que hay que matarlo antes de que se vuelva hostil.

- No vas a tocar a mi creación, Gehrman – Willem puso un gesto duro.

- ¿No me has llamado para protegerte de ella? – Gehrman abrió los brazos caminando hacia él riendo en voz baja.

- Pero no es una amenaza – Willem hizo el amago de levantarse a detenerle.

- Hasta el momento en que lo sea – Gehrman unió su arma para crear la guadaña mientras se acercaba cada vez más a Rom.

- ¡Créeme que si no estuviese en esta silla te detendría! – Willem hizo una mueca de dolor al intentar levantarse.

- La clara diferencia entre tú y yo, Willem, es que mi vida acabará en el momento en que me siente en una silla de ruedas, o sea, dejaré de ser un estorbo.

Gehrman levantó su guadaña por encima de su cabeza hacia el costado de la araña negra, pero alguien se interpuso abriendo los brazos delante de ella. Micolash, con dos cabezas menos de altura que el primer cazador, se interpuso delante.

- Creí que tú estabas entre los que opinaban que era un fracaso... - dijo con seriedad mirándole.

- Y lo creo firmemente. Pero no para matarla. Podemos analizarla, ver qué ha salido mal, arreglarlo, crear un Grande para nosotros. Si este es inofensivo, mejor para nosotros.

Gehrman analizó la mirada de Micolash. Tras esos mechones sin peinar, la tez pálida de malos días atrás y las ojeras de pequeñas siestas, había un hombre que realmente no se apartaría de ahí aunque Gehrman ejecutase su ataque. Y no por esa araña. Por una mujer. Gehrman guardó su arma.

- Me retiro por hoy, y esperaré con ansia el momento en que me llaméis para acabar con esta bestia cuando espabile, que con una gran sonrisa, os voy a mandar a donde ya sabéis – dijo con una enorme sonrisa mirando a Willem.

Él le mantuvo la mirada mientras Gehrman le miraba, dejando que María saliese del sótano sin que la viesen, para salir él después, pero se detuvo en la última escalera y miró a Micolash y a Rom. Se llevó la mano a su arma de fuego y apuntó.

- Te estoy apuntando a ti, erudito. Si te quitas, dañaré a la bestia, y puede que se ponga agresiva. Apártate sin tan valiente eres...

Gehrman disparó a la vez que Willem le recriminó. Micolash cerró los ojos y bajó la cabeza encogiendo los hombros. No se apartó del sitio, pero no recibió daño. Sin embargo, escuchó un chillido a su espalda. Se giró para ver a la araña con una abolladura en la carcasa dura de su cabeza.

Gehrman sonrió satisfecho soplando el cañón de su arma y la guardó. Micolash no se apartó. Apuntó queriendo a la araña. Sólo para ponerlos en un aprieto. Luego salió del lugar.

- ¿Rom...?

Micolash la llamó mientras la araña se movía. Dio unos saltos con ondas expansivas haciendo que él retrocediese y cayese al suelo. Luego, en vez de ser agresiva, giró sobre sí misma mientras desaparecía del sótano. Todos se quedaron sin palabras mirando el lugar.

- Por todos los Grandes... - Willem se puso pálido – Hay que encontrarla...

Pasaron días desde el suceso en el sótano. Rom no apareció. Revisaron primero el perímetro de la universidad y todos los cuartos. Segundo, expediciones hacia Yharnam para encontrarla y traerla de vuelta. Pero venían con las manos vacías. Tampoco hubo indicios por ningún lugar de que hubiese aparecido un monstruo extraño ni hubiese causado destrozos. Simplemente parecía que había desaparecido.

Ninguno hablaba de Rom en público, pero todos pensaban en privado en ella. Tanto a la profesora, como a la bestia. Sobretodo Micolash, cuyo nuevo rinconcito acogedor era el antiguo de Rom. Se quedaba sentado en la piedra abrazado a sus rodillas mirando el amplio lago mientras las ramas de los árboles le rozaban el pelo con sus hojas.

Se perdía en sus pensamientos muchas veces y dormía mucho más que antes. Dormir le permitía hacer pasar el tiempo más deprisa y pensar menos, aunque no estaba muy acostumbrado. Dio un bostezo mirando la superficie del agua. Estaba preciosa con el sol poniéndose y se reflejaba en la superficie.

Se quitó lentamente los brazos de las rodillas viendo el lago, cuando vio que tan transparente, podía visualizar el fondo, donde había un enorme velo que distorsionaba el fondo. Se levantó y se acercó más a la barandilla asomándose. Se veía muy poco, pero sí se notaba que había algo extraño.

Se sacó las cosas de los bolsillos que podían estropearse y ni corto ni perezoso, sabiendo nadar, pilló carrerilla para lanzarse al lago, sin pensárselo mucho.

Cayó al agua y empezó a bajar poco a poco hasta el fondo. Estaba rodeado de algo similar al agua, pero más suave y podía respirar ahí. Siguió bajando hasta que sus pies se hundieron un palmo en agua verdadera. Se observó y comprobó que realmente podía respirar. Luego miró al frente. A unos cuantos metros de distancia, estaba Rom. Ahí, quieta, sin moverse, convertida en ese Grande totalmente vacío tal y como se había ido hace unos días del sótano.

Micolash caminó despacio. El ambiente era algo húmedo y recibía buena luz de la superficie del lago. Era un buen hábitat para ella. Ella no se movió apenas nada cuando le vio tan cerca, sólo un leve cabeceo.

- Rom... - dijo Micolash con un susurro.

De nuevo no obtuvo respuesta. Era como llamar a alguien por un nombre que no era el suyo. Micolash se acercó un poco más. Vio la abolladura de su cabeza.

- No creas que te voy a pedir perdón, ni mucho menos. Mi dignidad está intacta – se sentó en el agua delante de ella – Yo quise evitar que esto te pasase, pero tú eres muy cabezota, más que yo, me sorprendiste. Y así acabaste. Pero no es culpa tuya. Mía tampoco. Willem, ¿recuerdas? Ese que tanto admirabas. Ah... realmente me dan ganas de golpearte. Y lo haré, necesito devolverte ese golpe para sentirme mejor, ya que tú huirás.

Micolash se sentó de rodillas y le dio un puñetazo en la cabeza a la araña, que ni siquiera cerró los ojos, pero se estremeció. Luego retiró la mano agitándola. Se hizo él más daño que a la araña. Rom sacudió su cabeza y caminó rápidamente hacia él, golpeándole con ella haciéndole caer de espaldas.

Micolash miró al cielo un momento y luego a ella. No le dolió mucho, fue sólo un empujón. La miró seriamente analizándole. Ella lo único que hizo fue devolverle el golpe. No sigue atacándole.

- Así que eres un... Grande no hostil... sólo me has devuelto el golpe... - dijo incorporándose y sentándose como un indio – Entonces... si no atacas, no haces nada, no piensas, y seguramente no me entiendes, ¿para qué sirves?

Rom no respondía de ninguna manera. Sólo estaba ahí.

- Te seré sincero, pues. Eres un ser vacuo completamente. No sirves para nada. No eres ni un humano, ni un Grande. Sólo... existes. Pero tu existencia es vulgar e inservible. Pero tú lo has querido así, tú lo asumes, yo no voy a seguir pensando y evadiéndome acordándome de ti. Ya eres pasado, una tontería, un capricho tonto.

Micolash se cruzó de brazos levantándose y mirándola con seriedad.

- Creo que eso es todo. Pero que si me acuerdo de más cosas que echarte en la cara, ya sé dónde encontrarte. Ahora, disfruta de tu inútil existencia encerrada en tu nueva carcasa, y esta sí que es fea. Negra, dura, y fea. Bah, ya estoy delirando...

Micolash empezó a caminar alejándose de ella con las manos en las caderas con un gesto de enfado. Bufó pensando en lo cabreado que estaba y lo poco desahogado que se había quedado aun diciéndole esas cosas. Miró alrededor pensando en cómo iba a salir de ahí.

Escuchó un chapoteo a sus espaldas y miró por encima del hombro. Rom le estaba siguiendo chapoteando con sus patitas. Se detuvo y Rom también, a una distancia prudencial.

- ¿No me sigas como un perro, eh?

Rom no dio respuesta. Micolash caminó un poco más escuchando ese chapoteo de nuevo. No se lo pensó dos veces, y al girarse dio una patada al agua mojando la cabeza de Rom. Se sacudió un poco quitándose el agua y se giró sobre sí misma. Levantó la cola y su parte trasera todo lo que pudo.

- ¡No, no, no!

Micolash corrió dos pasos antes de que una ola le barriese de lleno. Quedó tirado boca abajo en el agua. Se levantó un poco tosiendo y se quitó el pelo de la cara mientras Rom se le acercaba.

- De verdad eres una molestia...

La miró después que Rom diese unos saltitos. Los pelos de su espalda se erizaron y empezó a brillar un poco. De su lomo empezaron a nacer unas pequeñas azules claras y blancas. Micolash abrió la boca un poco. Le recordaban a las que él le ofrecía a Rom, la que tenía la mascota, pero más pequeñas. La araña se removía hacia los lados con algo similar a la felicidad por tener flores que la hiciesen más bella.

- Sigues igual de fea. Por lo menos a mis ojos, no te des tantos alardes – Micolash puso una mueca, pues se daba cuenta que no era tan vacua como pensaba – Si no has perdido la memoria, te dije que el exterior es sólo una carcasa confeccionable, a mí me atrae el interior, la mente. No te voy a dar halagos porque tengas un huerto en el lomo, eres un ser vacuo. Soso, seco, insípido. Aunque, bueno, si has podido enseñarme eso, por lo menos no te has vuelto del todo tonta – Micolash sonrió de lado.

Rom se acercó a él y levantó la cabeza antes de chocar contra su estómago mirándole. Él dio un paso atrás mirándola un poco mal y sorprendido por ese acercamiento. Estaba moviendo su larga cola lentamente.

- Te comportas como si tuvieras algo que agradecerme... que poco común... - Micolash no quitaba su cara de desagrado.

Al decir eso, Rom meneó su cuerpo un poco hacia los lados, como una afirmación.

- Oh vamos... - él levantó la cabeza riendo y apartándose - ¿Cuándo he hecho yo algo por ti?

Cada vez que Micolash se apartaba, Rom volvía a juntarse con él, de forma que lo estuviese rozando. Él bufó.

- ¿Quieres apartarte? Me estás agobiando, eres demasiado horrible y grande...

Rom le miraba fijamente mientras Micolash caía en la cuenta. Apartarse...

(Ponedla en voz bajita, porfi :3)

https://youtu.be/wnxULptpm2A

- No me aparté... - dijo mirándola con un susurro.

Micolash se arrodilló delante de Rom observando.

- No me aparté, lo sabes... ¿cierto? Pero aun así, te dio a ti... me engañó...

Micolash tendió una mano hacia su abolladura y la dejó ahí. Era frío y rugoso, un tacto poco agradable.

- Parece que todo el conocimiento al que fuiste expuesta... no sirvió de nada. Pero al menos no te volviste tan loca como para olvidar tus recuerdos... que locura.

Micolash empezó a reírse apartando la mano. Rom le miraba sin moverse. Cuando paró de reírse, suspiró y se quedó observándola. Finalmente, decidió hablar.

- Supongo que lo que esperabas es que viniese a burlarme de ti. Sí, es lo normal en mí. Pero no sabía que perder a un ser cercano podía doler tanto. Vamos... creo que esto es dolor...

Micolash se llevó una mano a su corazón mientras se agachaba a estar a la altura de la cabeza de Rom.

- Pensaba que me odiabas. Y si te soy sincero, cuando me acuerdo de ti, de la Rom de antes, pienso en cuando iba a acosarte a tu pequeño rinconcito lejos de los alumnos, o en cualquier otra parte... pero siempre seguido del guantazo que me diste. Me duele la mejilla si pienso en ello.

Se llevó la misma mano de su pecho a la mejilla. Rom se giró un poco hacia él con sus patitas.

- Supongo que me puse pesado porque era la primera vez que me interesaba algo y se me resistía. Eres una mujer difícil de domar, ¿sabes? Tienes mucho carácter... pero cada rechazo me... me gustaba más, creo. Supongo que era porque me confirmaba a mí mismo que me seguías gustando. Como nunca me ha gustado nada ni nadie... Me alegro en verdad, de que no hayas acabado siendo un ser tan vacuo, finalmente... que conserves un poco de la Rom que conozco es más que suficiente para dejarme tranquilo. Temía haberla perdido finalmente...

Micolash puso una mueca rara con un leve sonrojo.

- Suena raro en mí... pero me dejabas fascinado... a veces sólo, ¿eh?

Rom le miraba. Esta vez parecía que atendía.

- Haré que Willem cumpla lo que dijo. Te sigue buscando, y cumplirá la promesa de protegerte. La cumplirá él, porque yo no cumpliré la mía de romperte el cuello. Yo no puedo... seguir por aquí. Me faltas, Rom, y por eso quiero empezar desde cero por mi cuenta en otro lugar. Estarás bien aquí... nadie te encontrará.

Rom dio un pequeño paso hacia delante. Esperaba algo más.

- ¿Qué? No voy a decir cosas vergonzosas, si es lo quieres oír... - dijo mirando hacia otro lugar con ese leve sonrojo – Sólo... sólo déjame despedirme de esa Rom que tienes por ahí escondida. Creo que lo necesito para sacarme este dolor del pecho.

Rodeó el cuerpo de la araña y se arrodilló a un lateral. Abrazó su frío y rugoso cuerpo mientras cerraba los ojos. Rom se encogió hacia él, intentado atraerle, pero su regordete cuerpo dejaba las cosas a medio.

- Va siendo hora de irme... tengo cosas que hacer antes de irme... y quiero hacer cuanto antes. A ver si puedo irme esta noche... - Micolash se separó y se incorporó – Si me quedo más, me costará más irme...

Miró hacia la superficie pensando en cómo salir de ahí. Tal vez lo más normal sería ir caminando a la orilla, pero dudaba de que el velo de Rom rodease todo, creando esa pequeña zona de hábitat para ella.

Rom hizo la croqueta y levantó su cola. Una especie de meteorito con magia arcana nació del agua de debajo de los pies de Micolash, que hizo que le empujara bruscamente a la superficie sin que tuviese tiempo de reaccionar, sólo de gritar y de maldecirla internamente. Mientras Rom le veía subir, movió su cola de un lado a otro, diciéndole adiós.

Micolash salió disparado del agua y cayó del meteorito, que se perdió en el cielo como una estrella fugaz mientras él se daba un planchazo contra el agua del lago. Un minuto después salió a nado completamente empapado y con las ropas pesadas. Se frotó el cuerpo que le picaba del planchazo.

- Sigue siendo tan borde y bruta... pero ahora todavía más...

Se escurrió la ropa como pudo mientras caminaba hacia la universidad. A mitad del camino, empezó a reírse solo. Primero despacio, pero fue subiendo hasta ser de carcajada limpia. Echó la cabeza hacia atrás y el cabello de una sacudida mientras se reía mirando al cielo. Estos últimos días habían sido una completa locura. No muchos se creerían esta historia.

Bajó la mirada con una sonrisa enorme y los ojos llenos de lágrimas que no dejaban de llorar. No había tenido tiempo ni oportunidad de pensar en lo que le dolía el pecho y cómo le provocaba humedecer sus ojos.

Ver que estaba solo y que no volvería a verla le dio la libertad de soltarse, de llorar por haberla perdido, de reír por haberla encontrado. De haberla encontrado y haber comprobado de que era la misma por dentro...

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Pues satisfecha de lo que he escrito, sinceramente :3

Sólo espero que os haya gustado y que me dejéis vuestra más humilde opinión :3

Nos vemos en otro! ^^



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