Bloodborne Pokemon
- Te digo por millonésima vez, Alfred, que no quiero enfrentarme a ti en un combate - decía la cazadora/entrenadora caminando.
- Pero es la única forma de que te vuelvas más fuerte. Hay pokemon en Yharnam que con la luna roja se vuelven muy agresivos, y a no ser que tu pokemon evolucione... - decía el chico caminando a su lado.
- No vamos a pelear - dijo ella convencida - Mi amiga y yo huiremos de todo.
Alfred puso una mueca de desaprobación mirando al pokemon de su amiga, siempre fuera de su pokeball y a su lado, tomando su mano y dando pequeños saltos. Siempre que alguien ajeno a Zoba la miraba, la pequeña Kirlia se escondía detrás de ella.
Alfred tenía razón. En Yharnam abundan muchos pokemon de tipo siniestro y fantasma, siendo Kirlia, de tipo psíquico, débil ante ellos. Si la entrenaba y la hacia evolucionar a Gardevoir, psíquico/hada tenía muchas más probabilidades de ganar contra ellos y defenderse. Pero Zoba no quería que Kirlia pelease, ni Kirlia quería pelear.
- ¿Ni siquiera contra mí? Sabes que Gallade nunca le haría un daño exagerado, es su hermano mayor...
Zoba miró al Ejecutor seriamente entrecerrando los ojos. Esa era la cara que ponía ella cuando no había nada más que hablar.
Luego tomó a Kirlia y la subió a sus hombros. Era aún una chica joven y alegre, y no quería que ella se volviese un pokemon que sólo sirve para herir a otros, como la mayoría. Kirlia era la pequeña bebé de Zoba.
Yharnam era una curiosa ciudad, en la que convivían los monstruos y los pokemon, extrañamente, sin enfrentamientos entre ellos, abundando por gran mayoría de tipo siniestro y fantasma. Pero, ¿Dónde estaban los otros? ¿Habría otros pokemon?
En su paseo por Yharnam hacia la casa de Zoba, pasaron por la plaza central. De entre las cajas y ataúdes abandonados, un Rockruff corrió hacia ellos ladrando y moviendo la cola nervioso, indicando su territorio.
- Que lindo, tan pequeño y tan matón - dijo Alfred con una sonrisa de lado - Zoba, deberías enfrentarte a él, es de tipo roca.
La chica se asomó a ver al Rockruff que enseñaba los dientes en posición defensiva. En su cuello llevaba un lazo blanco atado a un lado, cubriendo las piedras de su cuello. Ella sonrió.
- No es una buena idea - dijo tomando los pies de Kirlia sobre sus hombros - Ese Rockruff tiene dueño, hasta me arriesgaría a decir de que poca edad.
- No puedes saber eso - dijo Alfred sacando a Gallade de su pokeball.
- Sí puedo, los Rockruff demuestran su cariño restregando las piedras de su cuello contra sus dueños, por lo que duelen. Así que las tiene vendadas para que pueda hacerlo sin herir.
- Vale, sigue poniendo excusas para no combatir - dijo girando los ojos - Pero al menos mira cómo se hace, usaremos ataques que Kirlia pueda aprender.
- Allá tú con las consecuencias - dijo ella encogiendo los hombros.
Y cuando Alfred se concentró en el combate, Zoba dio media vuelta y se fue.
- ¡Atended, Zoba y Kirlia! - dijo sin saber que se habían marchado - ¡Gallade, Psicorrayo!
Su pokemon, elegante y obediente, empezó a cargar su ataque para lanzarlo contra el pequeño Rockruff, que agachó las orejas y la cola y retrocedió hasta chocarse contra la pared, viendo cómo se acercaba a él esos colores tan llamativos, terminando en una explosión de polvo que lo cubrió.
- Buen golpe, Gallade - sonrió Alfred.
Cuando el polvo se disipó un poco, se vio el contorno de una figura delante del Rockruff de pie y quieto. Era la figura, bastante enfadada, de un Bisharp.
- Bisharp... ya veo - dijo Alfred - Al ser también de tipo siniestro, un ataque psíquico no tiene efecto contra él. ¿Pero qué hace un Bisharp protegiendo a un Rockruff?
Un aullido heló la sangre de cualquiera, siendo lo único que se escuchaba en la noche. El Rockruff aprovechó y huyó a una casa cercana, mientras el Bisharp se acercaba frotando las cuchillas de sus brazos. De la oscuridad más remota de un callejón, aparecieron dos brillantes ojos enfundados en odio y locura, que daban pasos saliendo de ella: un Lycanrock forma noche, una evolución de Rockruff.
Gallade retrocedió hasta estar delante de su dueño y protegerle. Alfred los miró a ambos con seriedad. Le sonaban mucho esos pokemon, ¿De quién serían?
- Zoba, tenías razón, no fue buena idea - seguía hablando Alfred - Ahora sí que estaría bien que me ayudases en un combate de dos contra dos... ¿Zoba?
Alfred se giró para ver que efectivamente se encontraba solo. Maldiciendo entre dientes, Alfred tuvo que comerse ese marrón él solo.
Mientras, Zoba seguía caminando por su cuenta en una zona despejada. Sabía desde un principio que no era buena idea atacar al Rockruff, pues conocía bien a su dueña. Pero Alfred es un poco testarudo. Conociendo a los pokemon y a sus dueños, no hace falta hacer un enfrentamiento... por ejemplo, ella no necesitaba pelear contra la gran sombra que la seguía desde hace un rato por mucho miedo que diese. Solía aparecer cuando ella se quedaba sola, sin ningún acompañante, y se quedaba con ella hasta que encontraba a alguien o se marchaba al Sueño del Cazador.
Llegando a la Catedral y sentándose en las primeras escaleras, Zoba bajó a Kirlia y abrió un zurrón oscuro que llevaba en la cadera. Lejos de haber sus cuchillos, munición, viales y papeles, había pokehabas, pokecubos, pokelitos y bayas. Kirlia se ponía a bailar cada vez que ella tocaba su zurrón.
Zoba sonreía, y le daba una pokehaba amarilla, un pokecubo rosa, un pokelito verde, y una baya Aranja. Con eso ella comía feliz.
Zoba miró cómo el gran Pokemon que la seguía aterrizaba en la barandilla a su izquierda, siendo un impresionante cuervo negro de más de dos metros de altura y 75 kilos.
- Corviknight, ¿Un pokelito sabor chocolate? - ofreció ella.
El pokemon la miraba con un ojo en el lateral de su cabeza y la giraba para mirarle con el otro, sin darle una respuesta.
- ¿Un pokecubo mejor? - dijo ella lanzandole uno al aire.
El pokemon lo picoteó antes de que cayera al suelo y lo engulló. Zoba sonrió para después ver a Kirlia caminar a verle con curiosidad.
Tras haber estado un rato juntos, Zoba y Kirlia se despidieron del pokemon de Eileen y entraron en la Catedral para viajar al Sueño del Cazador.
Apareciendo allí, la Muñeca dormía sentada en su sitio, apoyada junto a su pokemon, en la misma posición que ella pero a la inversa. Zoba pasó al lado de la Muñeca y de Gothitelle sin hacer ruido hasta subir a la casa de Gehrman.
El anciano estaba asomado al portón en su silla de ruedas mirando a la enorme luna blanca en el cielo.
- Buena noche, Gehrman – saludó ella.
- ¿Ya vienes otra vez a gandulear y a escaquearte? – preguntó él sin girarse.
- Nooo... - ella giró los ojos – Vengo a reparar las armas y a tomar unas cosas del almacén - dijo cuando en realidad se llenaba el zurrón de dulces para pokemon.
Gehrman no respondió. Parece ser que no se sentía muy bien. Ella se giró a mirarle, viendo cómo el anciano bajaba la cabeza y tragaba saliva como si llevase dentro un gran dolor.
- ¿Gehrman?
- Arregla tu arma y no olvides limpiarla – dijo él – La sangre de las bestias es una sustancia corrosiva. Haz que la noche termine pronto...
Zoba tomó a Kirlia en brazos y tras una mirada insegura hacia el primer cazador, bajó las escaleras para marcharse. Gehrman volvió a levantar la mirada hacia la luna, viendo la silueta a contra luz del pokemon que mantenía toda esa locura en pie: Darkrai, el pokemon pesadilla, aquel que llevaba ahí desde que él llegó a formar parte de ella.
- Deseo que esto termine pronto... tú, pokémon deseo... si puedes oírme, cumple mi deseo – pidió juntando las manos Gehrman mirando las estrellas, con esperanza de que Jirachi le escuchara.
De vuelta a la Catedral, Zoba se estiró mirando la fresca noche con una sonrisa.
- Estaría bien que fuésemos a explorar un ratito y a ver a un viejo amigo, ¿no crees, Kirlia?
El pokemon asintió felizmente y dio un paso de baile adelantándose a ella por el camino. Zoba sonrió yendo con ella. A excepción de pocos monstruos huidizos y varios pokemon mirando desde las sombras, Yharnam era tranquilo. Había varios cazadores por la zona, lo que aseguraba cierta tranquilidad. Excepto... por cierto sonido que parecía una canción.
Zoba se detuvo mirando alrededor y Kirlia corrió a agarrarse a su pierna con miedo. Era una canción que se acercaba, con marcha y ritmo, cantando por una sola voz. Zoba, sin pensárselo mucho, empezó a mover el cuerpo al ritmo muy tranquila, haciendo que Kirlia la mirase sorprendida.
Al fondo de la calle se vio una luz azulada que se movía con el ritmo de la canción y ellas se echaron a un lado. Un Marowak Alola venía moviendo su hueso en llamas haciendo su baile y su marcha caminando por el centro de la calle. Kirlia sonrió con ojos brillantes ante el baile del pokemon y se puso a dar saltos, haciendo que el pokemon se detuviese.
- Buena noche Marowak – Zoba sonrió - ¿Dónde te has dejado a tus mini confederados?
El pokemon puso el hueso en el suelo apoyado como un báculo y miró detrás de él. Al no ver a nadie, dio un salto.
- ¡¡WAAAK!! – gritó.
Luego se escucharon pequeños llantos y de la oscuridad corrieron a su encuentro dos pequeños Cubone con su hueso en alto y ojos lagrimosos. Al estar cerca de él, intentaron hacer girar su hueso como él. Uno se golpeó con él en la cabeza y el otro se cayó al suelo. Ambos miraron llorosos a su líder.
- Marowak... - murmuró el líder con una mano en la cara.
- Todo es cuestión de práctica – dijo Zoba agachándose – Tenéis tiempo para aprender y fijaros en él, pues pensad que cuando evolucionéis, vuestro hueso crecerá y podréis prenderlo en llamas para hacer vuestra danza.
Los pequeños se frotaron los ojos, y viendo que Marowak seguía su camino hacia el Bosque Prohibido con su ritmo y su marcha, se levantaron del suelo y corrieron hasta ponerse en fila tras él y empezaron a mover su hueso intentando seguir el ritmo, pero muchas veces debían parar y correr detrás de él para no perderle de vista.
- Son adorables, ¿verdad, Kirlia? – dijo ella mirándola sorprendiéndola bailando la danza de Marowak – Venga, sigamos...
Y entrando por una entrada subterránea, llegaron a la gran Puerta de Viejo Yharnam, cerrada a cal y canto con la advertencia de Djura pegada. Y como Zoba era muy Zoba, pues entraba en Viejo Yharnam como Pedro por su casa, además que no era para nada la primera vez, casi tenía entrada VIP en el lugar. Tras la puerta, se escuchó la voz de Djura por el lugar.
- ¿Otra vez aquí? ¿Qué se te ha perdido tantas veces aquí? – dijo molesto.
- ¡¡HOLA DJURA!! – dijo ella saltando y agitando los brazos para que le viese bien - ¡¡He venido a ver a tus pokemon!! ¡¡Traigo dulces!!
Djura suspiró largamente para sí mirando desde su arma los saltos que daba junto a su pokemon. Se apartó de la mira y le gritó.
- Espera ahí, no avances ni un paso – dijo secamente.
Zoba asintió y se sentó en el bordillo. Mientras, Djura se apartó de su arma y vio como varios pokemon pequeños se acercaban a mirar también por la mira a la cazadora. Pichus, Cleffas, Swablus...
- Eh, cuidado con eso – avisó el Polvorilla – Podéis disparar sin querer, ahora viene Zoba.
Mientras, Zoba veía venir por el pequeño puente al pokemon de Djura corriendo a cuatro patas, que al ponerse en dos, le indicó que le siguiese. Ella se levantó con su amiga y siguieron a Zangoose por Viejo Yharnam.
Los monstruos se apartaban del camino si venían al pokemon agitar sus garras y lanzarles una mala mirada, así que no intervenían para nada y les dejaban tranquilos. Cuando llegaron a la escalera que subía a la torre de Djura, varios pokemon empezaron a salir de la catedral de al lado. Corrían chillando feliz y se lanzaban encima de la cazadora en busca de los dulces que ella traía.
- ¡¡Furreeeeet!! – dijo ella abriendo los brazos hacia el pokémon hurón gigante, que se lanzó a sus brazos todo esponjoso y suave.
A Zoba le encantaba abrazar a ese pokemon, era un enorme peluche cariñoso. Todos los pokemon que un día poblaron Yharnam antes de la plaga se refugiaban en Viejo Yharnam mientras tanto, y la mayoría, siendo pequeños y adorables, sólo buscaban caricias y juegos.
El Zangoose de Djura se apoyó en la pared, al lado de la escalera, observando a los pokemon y vigilando que ninguno sufría daños. Los pequeños comían pokehabas y demás sentados en el suelo mientras Zoba les observaba con una sonrisa. Kirlia se acercó a Zangoose con un gran pokelito de color naranja, bonito y decorado y se lo tendió con una sonrisa, sin tenerle ningún miedo.
Zangoose le dirigió una mirada fría y dura, intentando que se alejase, pero sólo conseguía que la pequeña Kirlia le tendiese el dulce con más ganas. Zangoose miró hacia la torre, viendo a Djura sentado en el borde, también vigilando, hasta que miró a su pokemon y en la situación en la que se veía. Con un gesto de la barbilla, le indicó que lo hiciese.
Su pokemon puso la mano para que ella dejase el dulce ahí, y lo observó y olfateó. Levantó las orejas cuando dio una lamida. Kirlia le miraba con una sonrisa y los ojos cerrados, esperando a que se comiera el dulce entero. Zangoose suspiró y se comió el dulce de un bocado. Ella dio un aplauso de felicidad, lo que hizo que el serio pokemon relajase la expresión con una sonrisa pequeña.
- Eres igual de tsundere que tu dueño... - susurró Zoba.
- ¿Qué habláis de mí? – preguntó Djura desde lo alto cruzando los brazos.
- Nada nada... que oído tiene el viejo – dijo susurrando aún más bajo dando una pokehaba a un Eevee antes de levantarse – Que me voy ahora a Yahar'Gul, que atajo por aquí.
Djura no respondió, y continuó mirando alrededor. Cuando terminaron de jugar con ella, los pequeños pokemons se despidieron de ella, y Zangoose les acompañó hasta el pasillo que acababa en la puerta de Yahar'Gul.
Cuando el pokemon se marchó y Zoba iba a cruzar la puerta, un gritó le hizo sobresaltarse.
- ¡¡Zoba!!
- ¡No he sido yo! – dijo simultáneamente.
- ¿Cómo que no has sido tú? – Alfred llegó caminando seriamente hacia ella - ¡Me dejaste sólo contra los pokemon de Gascoigne y Henryk!
- Te dije que yo no quería pelear... - contestó ella con su sonrisa inocente – Al final he ganado yo por huir.
- Eres mala... - dijo cruzándose de brazos sin mucha maldad.
- Nada de eso. Los pokemon se parecen a sus dueños, y Kirlia es un ángel inocente, por lo cual yo también.
- Sí, y la reina Annalisse es una lagarta al igual que su Salazzle – dijo girando los ojos.
- Tú lo has dicho – dijo ella con inocencia caminando por la aldea abandonada.
- Pero Zoba, dejando de lado todo eso... - él le seguía – de verdad, debes entrenar...
- De vuelta la burra al trigo – dijo girando los ojos y deteniéndose delante de una puerta, donde se veía una gran calle de Yahar'Gul con seriedad.
Alfred seguía hablando, pero Zoba sólo tenía la vista fija al final, donde una manada de pokemon furiosos comenzaba a correr persiguiendo a dos individuos.
- Vaya, parece que hay gente en problemas... - dijo Alfred mirando donde ella.
- ¡Ya voy yo! ¡No hace falta que vengas, nos vemos luego y me sigues regañando!
Dicho esto, Zoba comenzó a correr todo lo que podía por las escaleras de los lados para no ir por la calle con los pokemon agresivos. Kirlia la seguía de cerca, preocupada pero segura, hasta llegar a donde habían acorralado a los individuos contra una esquina. Un Lucario se puso delante a gruñir y defenderlos, delante de Mightyenas, Raticates, Toxicroaks, y otros pokemons así, listo para pelear.
- ¡Lucario, me cago en mis muertos, les partes la cara por mí! – dijo uno.
De la pokéball del otro salió un Pancham con ganas de guerra, pequeño pero matón, que cuando se fue a acercar, su dueño lo recogió del suelo.
- De eso nada, que te comen – le dijo a su pequeño panda.
- Me cago en Dios, Alder – dijo el mayor – Suelta al crío que de un par de yampos que Lucario cuida de él.
- ¡Que no! >:v
- Pues o pelea o nos tiene que venir ayuda del cielo... - dijo el mayor, con rastas, negando.
- ¡Ya viene tu ayuda divina al rescate! – gritó Zoba saltando por la escalera hacia ellos y aterrizando encima del chico de las rastas.
Kirlia también se lanzó con alegría, pero Lucario la atrapó antes de que cayese al suelo.
- ¡Zoba, por mis muertos! – gritó el mayor en el suelo, con Zoba encima - ¿¡Se puede saber que coño haces, hija mía?!
- ¡Pues meterme en el lío! – dijo sonriendo – O los tres en el problema o ninguno, siempre me dejáis fuera de la diversión.
- Pero vamos a ver... - dijo el chico dando un largo suspiro tranquilizador - ¿Tú eres tonta, comes flores, te falta una neurona o que te pasa? – dijo con toda la tranquilidad que pudo.
- A ratos soy tonta – admitió levantándose – Cuando estoy con vosotros la estupidez se contagia.
Mientras ellos dos discutían, los pokemon salvajes se miraron sin entender nada, y un Mightyena se acercó a Alder sacando los dientes.
Él se abrazó a su Pancham y sacó su Hoja Dentada, con la que dio un golpe en el morro al pokemon hiena con el lado no cortante.
- ¡Fuera, Firulais! ¡Fuera, fuera! – dijo moviendo la mano.
- ¡Pan, Pan! – dijo su pokemon imitando con la mano el movimiento de su dueño.
- Tú sí que sabes enfadarlos, bravo Alder – dijo el mayor levantándose y sacudiéndose la ropa de polvo.
- Bueno, se supone que ahora debe ocurrir algo genial para que podamos salir vivos de esta – dijo pensando el menor – El más débil debe sorprendernos con un súper ataque o algo así.
- ¿Algo así? – dijo la mediana tomando a Kirlia en brazos – Pequeña, sabes que siempre te protejo de todo, pero esta vez, como sabes que cuando me junto con ellos no pienso lo que hago, pues si al menos le hubiese pedido a Alfred que viniese, nos podría ayudar, pero no puede ser... así que, no te pido que entrenes y evoluciones, sólo que nos ayudes un poco a Lucario y a Pancham.
La pequeña asintió con una sonrisa, y saltando de sus brazos corrió hacia subir a la escalera, dejando a todos perplejos cuando se puso de pie en la barandilla mirando la luna, con un rostro sereno. Luego, extendiendo sus brazos y respirando profundamente, apareció entre ellos una gran bola de energía muy brillante, que crecía de sobremanera a la vez que ella se concentraba con la luna blanca detrás de ella.
- ¡Genial, Kirlia, Fuerza Lunar! – dijo Zoba saltando.
Y con un chillido de guerra, la gran bola de energía fue hacia los pokemon salvajes, que siendo la mayoría de tipo siniestro y fantasma, un ataque de tipo hada era devastador. Los que quedaron en pie salieron huyendo, y detrás, los heridos con gemidos.
- ¡Esa es mi Kirlia! – dijo su entrenadora feliz girándose a verla.
Pero Kirlia ya no estaba ahí. Sobre la barandilla, con su vestido blanco y verde ondeante con la brisa de la noche, había una Gardevoir, que sonrió con cariño al ver que era poderosa y pudo ayudar.
- Mírala, que parecía tonta... - dijo entre risas Jack, que se llevó un yampo de Zoba, haciendo que el que se riese ahora fuera Alder y Pancham, los dos de la misma manera y con el mismo gesto.
- Gardevoir... mi pequeña... - dijo ella tendiendo los brazos a su pokemon.
Gardevoir no se lo pensó dos veces y saltó a sus brazos desde la altura, haciendo que ambas se cayeran al suelo entre risas.
- Bueno, después de momento de película súper emotivo – dijo el mayor – Quiero saber por qué coño aparece era horda de pokemon de la nada. ¡No hicimos nada de ruido!
- Huy si, Jack siendo ruidoso es lo más raro del mundo – dijo la mediana con ironía – Tal vez están influenciados por un pokemon con malas intenciones que sólo busca ver el mundo arder.
- Entonces tiene que ser de tipo fuego, claramente – dijo Alder asintiendo a la vez que Pancham.
Ambos le miraron seriamente.
- Ni pizca de gracia, oye – dijo el mayor serio.
- Bueno, al menos lo intenté...
- ¡Ahí está! – dijo Zoba señalando - ¡He visto a un pokemon espiando en un callejón! – dijo empezando a correr.
- Ya va la loca corriendo a lo suicida... - Jack suspiró – Por eso vamos los tres.
Llegando al callejón, Zoba estaba parada mirando fijamente a la oscuridad en tensión.
- Aquí no hay nada – dijo el mayor.
- Sí, sí está, es tímido... - dijo ella convencida.
Gardevoir metió la mano en su zurrón y sacó un pokecubo de color amarillo, que lanzó rodando por el suelo. Esperaron unos eternos segundos hasta que apareció una silueta amarilla que empezó a comer el dulce.
- ¡Es un Pikachu! – gritó Alder.
- Pues es un Pikachu muy feo – aclaró Jack.
- ¡Es un Mimikyu! – dijo Zoba con ojos brillantes de emoción.
El pokémon, al escuchar su nombre, se giró hacia ellos, con el dulce a medio comer con unos tentáculos de oscuridad.
- ¡Me encanta! ¡Es la primera vez que veo uno! – Zoba seguía emocionada.
- ¡Pues yo lo mato! ¡Lucario!
Cuando el pokemon aura avanzó, el Mimikyu devoró de un bocado el resto del dulce y empezó a correr por la oscuridad, siendo perseguido por los chicos. El Lucario se detuvo e hincó una rodilla en el suelo, preparando algo parecido a un Kame-Kame-ha, siendo en realidad, una Esfera Aural mientras apuntaba al pokémon. Lanzando su ataque y dándole, hizo que el Mimikyu cayese al suelo con su traje algo roto.
- ¡No te confíes, no le has hecho daño! – gritó Zoba - ¡Tienen la habilidad Disfraz, y el primer golpe no surte efecto porque daña sólo el disfraz que lleva encima y lo rompe!
El Mimikyu se levantó del suelo con la cabeza de su traje arrastrando y desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Los chicos llegaron a donde desap0areció y le buscaron con la mirada. Lo vieron corriendo por el callejón paralelo.
- ¡Pero este pokémon es un cabronazo! – gritó Jack intentando correr más que el resto seguido de su Lucario que corría como Naruto.
- ¿Qué es exactamente? – preguntó Alder a la mediana.
- Mimikyu es un pokémon de aspecto horrible, que para conseguir cariño y aceptación lleva un traje del más querido, Pikachu. En realidad no es agresivo, sólo muy asustadizo, y este, un tanto cabronazo – contestó ella corriendo.
- ¿No es tipo eléctrico?
- No, es hada/fantasma, es una combinación muy fuerte y no tiene apenas debilidades.
Zoba dejó de correr cansada, y Alder también. Veían a Jack seguir corriendo detrás del pokemon entre los callejones y cada vez que estaba a punto de atraparlo, desaparecía de su vista en un momento, con su traje arreglado de nuevo. Lucario también se detuvo cansado, y fue con los demás a ver al tonto de su dueño seguir corriendo detrás del pequeño.
- Me gusta el pokémon – confesó Alder.
- A mí me encanta – Zoba sonrió.
- ¿Tendrá dueño? – preguntó.
- Sólo tienes que ver que pelea de la misma forma que su dueño, corriendo por pasillos y desapareciendo cuando lo alcanzas.
En ese momento, el Mimikyu pasó cerca de ellos y se escondió en una ranura dentro de una pared desapareciendo y Jack, con su velocidad de carrera, por pocas se estrella contra el muro.
- Que pocas luces tienes... - dijo Zoba negando.
- No sé cómo sigues vivo... - Alder negó.
- Callaos ya... - dijo frotándose la nariz – Vamos a irnos a alguna parte a hacer algo.
Todos pensaron en qué podían hacer para pasar el rato... hasta que Alder lo dijo.
- ¿Vamos a molestar a Djura? :D
- OSI OSI Vamos – Jack empezó a caminar.
- ¡No! ¡No! ¡Eso sí que no! – Zoba corrió detrás - ¡Que luego se enfada conmigo y no me deja entrar a ver a mi esponjoso Furret!
Los dos chicos comenzaron a correr con la mediana detrás, haciendo pucheros, y Gardevoir sonrió, preparando una enorme Fuerza Lunar para lanzárselo a los chicos.
- ¡Ahora si vais a correr con ganas! – les gritó ella desde atrás.
Y empezando a reír mientras veía a los chicos huir de su ahora fuerte pokémon, Zoba hizo lo posible por hacer que nadie fuese a molestar a su viejo tsundere favorito, que tiene que mantener su paraíso de pokémon adorables.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro