Beso de despedida (Gehrman)
¡Llega Gehrman a los One Shots¡ ^^
¿Que haré con nuestro inocente abuelito que se levanta de la silla de ruedas convertido en todo un motherfucker?
Ahora mismo lo vemos! :3
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La muñeca se asomaba curiosa al interior de la casa de Gehrman. Él estaba delante de la lumbre con los ojos cerrados con las manos sobre su bastón. No estaba dormido porque no se le escuchaba roncar, sólo descasaba y pensaba.
A la muñeca le gustaba porque Gehrman estaba más vivo y brillante que de costumbre. Como si siempre estuviese de buen humor.
- ¿Crees que por tener los ojos cerrados no sé que me estás espiando?
Gehrman abrió los ojos y la miró con una pequeña sonrisa. La muñeca pegó un pequeño sobresalto al haber sido descubierta. Se incorporó y se acercó a él.
- Me gusta ver lo feliz que parece... pero lo hago a escondidas porque creo que le dará vergüenza que me vea...
Gehrman dio una pequeña risa negando. Cogió un libro cercano a él.
- ¿A dónde fue nuestra cazadora la última vez?
- A la Frontera de la Pesadilla, Gehrman...
- Ah... si... tengo algunos libros y anécdotas...
Abrió un libro y leyó el índice. Gehrman siempre le contaba historias del lugar que visitaba la cazadora, cómo era aquel lugar cuando él era un joven cazador. Así, la cazadora volvía con más ganas al lugar. Le había tocado una jovencita muy curiosa, y eso le daba un poco de vida.
La muñeca se giró mirando hacia el exterior. La cazadora había vuelto y subió las escaleras a prisa.
- ¡Gehrman, Gehrman! - entró felizmente.
Tenía el pelo corto y marrón, del mismo color que sus ojos, y traía sus ropas del Coro muy sucias, mojadas y estropeadas.
- ¡Hola, preciosa! - la cazadora dio un beso en la fría mejilla de la muñeca como de costumbre.
- Bienvenida a casa, querida cazadora - dijo siguiendola con la mirada hasta Gehrman.
Él también recibió su beso en la mejilla de costumbre.
- Bienvenida de nuevo... ¿Qué ha pasado para que tus ropas estén asi? Siéntate a mi lado, sécate al calor del fuego...
La cazadora dejó a un lado su Cimitarra de Cazabestias y se acercó al fuego a poner las manos.
- He estado en la Frontera de la Pesadilla por primera vez... es un sitio muy pedregoso y triste, no hay casi nada de vegetación... y hay unos monstruos muy raros, blancos con la cabeza torcida y hacen sonidos raros...
- Son un tipo de mutación extraña de un licántropo... son molestos y cabezotas. Mejor pillarlos desprevenidos por la espalda.
- ¡Sí, eso hice! - la cazadora le miró con una sonrisa que hacía calentar la triste alma de Gehrman más que cualquier chimenea - Pero... bueno... no duró mucho mi experiencia nueva... - su mirada se volvió un poco triste pero con la pequeña sonrisa.
- No te preocupes... es normal caer varias veces en un lugar que estás descubriendo... puedes caerte todas las veces que quieras siempre y cuando te levantes después - Gehrman la miraba con una tranquila sonrisa.
- Pero fue raro, Gehrman... yo... nunca me... - la cazadora se alejó del fuego y se sentó en el suelo a su lado.
- ¿Sí? - preguntó él poniendo el libro en su regazo.
- Me empujaron... a una grieta llena de agua venenosa y no pude salir a tiempo... - bajó la mirada escondiendo su cara.
- ¿Que te empujaron? - Gehrman mostró interés.
- Una especie de araña con cabeza humana... ya te hablé de ella hace un tiempo...
- Aja... - Gehrman lo dijo despacio mientras se frotaba la barbilla. El nombre de Paches se une a su lista de "asesinar".
- ¿Tienes algo que contarme de ese lugar?
Gehrman la miró en silencio. Sentada con las piernas cruzadas mirándole con esa brillante sonrisa... ¿Cómo no satisfacerla? Parecía que siempre tenía hambre de curiosidad.
- Si, siempre tengo algo para ti...
Gehrman empezó a contarle algunas historias de aquel lugar tan cercano a las pesadillas. Le contaba cosas que él recordaba y cosas que venían en los libros que escribieron otros cazadores acabados en famosos eruditos.
La muñeca hacía té para ellos y escuchaba también, aunque no entendía muy bien a qué se referían a veces, aprendía cosas del mundo exterior. Luego la cazadora, con el estómago caliente de la cena solía quedarse dormida sentada al lado de Gehrman apoyada en su silla, y él no se movía por no despertarla.
La estancia de la cazadora llegando al Sueño del Cazador había hecho que Gehrman dejase de sufrir tanto, pues ahora esperaba la vuelta de la cazadora que no pasaba de él como si fuera un viejo más. Le hacía sentirse joven de nuevo.
Con sus consejos, la cazadora llegó lejos. Derrotó enormes rivales, investigó profundas cuevas y aprendió cosas nuevas que se moría por contarlas a Gehrman.
Su última charla frente a la chimenea fue hablando de la reina Yharnam y su hijo secuestrado, cuando escuchó un llanto de bebé. Ahora ella estaba a punto de ir a buscar al niño.
El tiempo había pasado muy rápido desde que ella llegó a sus vidas. Ni siquiera se esperaba a morir en cuánto encontraba un arma con truco, pues corría a llevársela a Gehrman para enseñarle una de las armas perdidas que él creó.
Igualmente hacía cada vez que conseguía una prenda de ropa nueva quería enseñarsela a la muñeca y que le diese su más sincera opinión... o sea... siempre la misma.
Atuendo de cazador carbonizado = "ese atuendo te queda muy bien, querida cazadora"
Traje de Cuervo = "ese atuendo te queda muy bien, querida cazadora"
Atuendo de ceniza de hueso = "ese atuendo te queda muy bien, querida cazadora"
Todo siempre igual, excepto cuando se puso una cabeza dilatada como la de los enfermos del pabellón de investigación. En este caso, la muñeca se quedó pensativa unos segundos para luego decir "ese atuendo te queda muy bien, querida cazadora"
Ella se lo quitó con una mirada seria y las mejillas hinchadas.
- Si sigues con eso nunca podré ser tan bonita como tú... - murmuraba sin ninguna maldad.
Y antes de que la muñeca hiciese una de sus preguntas inocentes siempre recibía un abrazo de la cazadora.
Pero ahora era distinto. La cazadora pelearía en la Galería de Mergo, muy seguramente ganaría y entonces acabaría todo. Acabarían sus vistas, sus besos al llegar y al despedirse, su eterna energía y buen humor. Las historias frente a la chimenea, los libros sobre la mesa y dormir a altas horas de la noche por escuchar al primer cazador.
Gehrman miraba por la ventana cómo la muñeca jugaba con los mensajeros mientras les ponía lacitos en la cabeza. Suspiró negando.
- ¿Se va a sentir triste cuando la cazadora se marche?
- No es como los otros cazadores que han pasado por aquí... - Gehrman miró al suelo - Ellos no dejan huella.
- Ella no ha dejado sus huellas en ninguna parte, Gehrman... - la muñeca entró en la casa.
- En nada que tú no tengas... - Gehrman se frotó el pecho con algo de dolor.
La cazadora había dejado su huella en todas partes dónde Gehrman podía mirar. En la chimenea, en los libros, en la pared llena de armas... y en la memoria del viejo cazador.
- Mi tiempo con la cazadora se acaba... ella debe irse de aquí, debo liberarla... del sueño. Ya no habrá más historias frente a la chimenea... ni anécdotas... ni gritos ni risas cuándo vuelva buscándonos...
- Eso es cierto, Gehrman... ustedes dos se veían muy bien juntos... eran como un abuelo y su nieta contando cuentos de antaño.
Gehrman se quedó paralizado un momento y después frunció los labios. Como un abuelo y su nieta... así era como se veían ambos.
Se miró en el sucio espejo colgado en la pared, que limpió un poco con su manga. Si, efectivamente... era un viejo delgado en silla de ruedas, cojo y sin ganas de vivir.
- ¿Acaso ya no se acordaba de su estado? - la muñeca le preguntó mientras lo sacaba despacio de la casa.
- No es eso... sólo que... últimamente me sentía... más joven...
- Gehrman sigue siendo el mismo de siempre, nada ha cambiado en usted. Sólo en que come un poco más que antes cuando la cazadora viene a comer con usted.
- Ya lo sé, cállate ya... Llévame bajo el gran árbol... la cazadora vendrá pronto... dile que venga a verme...
En cuánto salieron de la casa, empezaron a salir unas pequeñas llamas por las maderas de la casa, provocando un gran incendio del desequilibrio del sueño.
Un poco después, la cazadora llegó, y la casa ardiendo fue lo primero que vio y escuchó. Pegó un grito y empezó a correr hacia dentro.
- ¡Gherman!
Entró por un lado y salió por el otro.
- Pues no está, menos mal... - rio un poco pensando en el ridículo que había hecho y bajó la cuesta para ver a la muñeca sentada en un bordillo.
Ella se levantó y se puso delante.
- Bienvenida a casa, querida cazadora... Gehrman te espera al pie del gran árbol. Deberías ir a su encuentro, tenéis que hablar de algo importante.
- ¿Pero Gehrman está bien? - preguntó ella.
- Gehrman está igual que siempre, cazadora.
La cazadora suspiró. Todo lo que dijese siempre sería igual. La muñeca sólo ve por fuera. Se giró para ir al encuentro de Gehrman, pero la muñeca tomó su mano.
- Cazadora... veo a Gehrman más joven que de costumbre.
- ¿Más joven?
- Y más vivo... - ella dio una pequeña sonrisa.
La cazadora se encogió de hombros y caminó despacio hasta llegar a una verja, abierta por primera vez. Se asomó dentro a ver un campo lleno de flores blancas y la luna resplandeciente en el cielo parecía mayor que de costumbre. Echó a correr en cuanto vio a Gehrman.
- ¡Gehrman, Gehrman!
Él levantó la cabeza viéndola correr hacia él con sus ropas blancas entre las flores. Sería una bonita imagen para recordar.
- ¿Por qué arde la casa? ¿Que ha pasado?
- Tranquila... no pasará nada. Es señal de que has acabado tus misiones como cazadora... - el suspiró con una sonrisa cargada de tristeza mirándola - Es momento de terminar con todo.
- Gehrman, tengo muchas cosas que contarte... - dijo arrodillandose delante de él con una sonrisa - He visto a la reina Yharnam, ¡La de las historias! Es una mujer muy alta, con vestido de novia y su vientre...!
El primer cazador la interrumpió poniendo un dedo sobre sus labios.
- No queda tiempo para nuevas historias frente a la chimenea, cazadora... - dijo mientras la movía hacia su cabeza para acariciar su pelo - la luna está en su sitio... es momento de que vuelvas a casa.
- ¿Volver a casa? ¿Cómo?
- Pequeña y curiosa cazadora... ahora que has cumplido tus misiones, debes morir. Pero no temas, despertarás dónde debes estar, y todo esto que has vivido lo recordarás como un mal sueño... y poco a poco lo olvidarás para seguir con tu día a día normal.... - Gehrman apretaba el bastón entre sus manos con disimulo.
- Pero... no he terminado... aún hay muchos lugares que no he descubierto, enemigos, dioses... - ella miró hacia la casa en llamas.
- Cualquiera en tu lugar estaría deseando volver a casa... -Gehrman levantó la mirada un poco.
- Este sitio es la única casa que tengo... al que puedo volver sintiéndome segura, en el que me reciben con un "bienvenida a casa"...
- Siempre has seguido mis consejos, cazadora, hazlo una última vez, pues nunca te han venido mal...
- Pero Gehrman... si muero aquí, nunca podré volver... ¿Ya no me queréis más?
- No pienses eso... por eso mismo te aconsejo morir, cazadora, porque las otras opciones no son buenas para ti.
- ¿Que otras opciones? - ella se mostró interesada.
- Podrías plantearme cara y desafiarme. Si yo muero, me iría yo de aquí... por fin...
- ¡Entonces enfréntate a mi, Gehrman! - ella sacó su arma, parecida a una guadaña - ¡Déjame darte muerte y que descanses de una vez!
Gehrman la miró con una pequeña sonrisa tranquilamente mientras el viendo movía los cabellos de ambos.
- Descansar... suena maravilloso... pero... ¿A qué precio? Tú ocuparías mi lugar aquí...
- Puedo hacerlo, me gusta este lugar. Estaría con la muñeca y le contaría al resto de cazadores tus historias - ella se frotó el brazo con una sonrisa.
- Yo también pensé que me acabaría gustando este lugar... - dijo teniendo una mano para tomar una de la cazadora - Pero los cazadores somos aventureros de almas libres... somos como pájaros que nacen libres de ir a los lugares que queramos... y el cambiar radicalmente nuestra vida a esta tan sedentaria y triste... hace que se nos muera el alma, envejezcamos y nos deprimamos... No voy a dejar que tú, un bonito jilguero libre como el viento y alegre como la primavera se pudra aquí encerrado en esta jaula de flores y piedras.
La cazadora miraba con tristeza las manos de Gehrman mientras tomaba las suyas.
- ¿Entonces tú por qué acabaste en esta jaula?
- Porque no tuve elección... - dijo cerrando los ojos con una triste sonrisa - ...tenía que pagar por numerosos pecados...
Ella miró al suelo intentando pensar algo deprisa.
- Pero... si yo te venciese y... - miró a la luna - en el caso en que yo la derrotase también...
- No podrás - Gehrman hizo que volviese a mirarle a él de nuevo - No has hecho las cosas bien como para tener tanta fuerza en tu interior para derrotarla a ella... - miró de reojo la luna de sangre.
- Perdón, Gehrman... si yo hubiese sido mejor cazadora... si yo hubiese logrado... -apretó su mandíbula mirando al suelo con tristeza.
- Hiciste bien... créeme... - él volvió a acariciar su pelo - ...yo estoy pagando condena por obedecer a mis superiores... y tú no vas a hacer lo mismo. Hazme caso, cazadora... retírate ahora que puedes. Hazlo por aquellos que no pudieron hacerlo... aquellos que no pudieron elegir.
La cazadora soltó una lágrima mirando al suelo enfrente suya, y la secó rápido con su ancha manga del Coro. Miró a su alrededor mientras se levantaba. La muñeca estaba subiendo la pequeña colina para llegar hasta ellos y se quedó de pie al lado de Gehrman sin decir nada.
- ¿Me... dolerá? - preguntó mirándolo de reojo.
- Puedo hacerlo rápido e indoloro... - le aseguró Gehrman mirándola casi sin expresión.
Ella dio entonces una pequeña sonrisa asintiendo.
- Entonces... entonces está bien. Si puedo irme por la puerta grande de aquí gracias a ti... entonces está bien, no guardo ningún rencor...
- Eso consuela algo a este viejo...
Observaron a la cazadora darles la espalda y arrodillarse mirando las flores. Gehrman agarró los posabrazos de su silla y se levantó despacio. Sus dos pies tocaron el suelo, su cuerpo se volvió joven y vivaz, más fuerte y más alto, los signos de vejez desaparecieron y sólo quedó un antaño cazador con interesantes vestimentas y una guadaña a sus espaldas.
Miró a la cazadora que parecía más pequeña que de costumbre. Estaba cortando unas flores y entrelazando los tallos creando una fina corona de flores blancas.
- ¿Una corona de flores? - preguntó Gehrman a sus espaldas.
- Sí... como nunca me ponía la parte de arriba de mis atuendos pues... supongo que ahora es un buen momento...
Gehrman se arrodilló detrás de ella y pasó sus brazos por sus laterales para quitarle la corona de las manos despacio y levantarla hasta ponerla sobre su pelo castaño.
- Así está mejor... - dijo sin quitarse de su espalda.
La cazadora quiso girarle a verle la cara, pues notó que algo en él había cambiado, pero Gehrman lo impidió.
- Has estado muy bien, cazadora. Has cumplido con honores tu cacería y has hecho del mundo un lugar un poco mejor. Tienes mi respeto... y mi deseo de volvernos a ver algún día en buenas circunstancias.
Gehrman la tomó de los hombros para impedir que se girase y acercó su rostro para besar la suave mejilla de la cazadora, despidiéndose de ella. Luego se levantó y retrocedió para su guadaña, que colocó en su cuello.
Ella se giró lentamente a mirarlo de reojo y con una pequeña sonrisa, cosa que le molestó a Gehrman mientras giraba la guadaña, colocándose.
- No quería que me vieses así - le dijo secamente.
- Y yo quería ponerle rostro al protagonista de todas las historias que me contabas... - sonrió cerrando los ojos volviendo a girar la cabeza al frente.
Gehrman sintió una pequeña puñalada en el pecho de culpa y apretó la mandíbula. Este sería, sin duda, el golpe más le costaría dar, la cabeza que más dolor le daría recoger, y la despedida más dolorosa.
Pensó en la cazadora teniendo una vida normal lejos de Yharnam en una ciudad extranjera, llena de felicidad y normalidad mientras escuchaba su guadaña silbar al viento, dando un corte limpio... y finalmente el sonido de su pequeño cuerpo cayendo al suelo.
La muñeca bajó la mirada mientras entrecruzaba los dedos de sus manos en señal de ruego y cerraba los ojos. Gehrman se quedó de pie un rato, incapaz de mirar el cuerpo de ropajes blancos tirado entre las flores y su cabeza con la corona unos metros más allá.
- Sin duda... - dijo volviendo a dirigirse a la silla de ruedas - ...tengo el peor trabajo del mundo...
*
Unas semanas habían pasado desde lo sucedido, y en el Sueño del Cazador reinaba la normalidad y tranquilidad. La muñeca hacía té en silencio mientras Gehrman miraba desde lejos una corona de flores marchita colocada dentro de una vitrina.
- Gehrman no quiere asumir que desea que vuelva - la muñeca le colocó en el regazo un pequeño plato con una taza de té.
- No quiero asumir muchas cosas que son verdad - dijo poniendo una mueca con una sonrisa - los viejos somos muy testarudos.
- Yo sigo esperando a que vuelva - dijo limpiando la tetera.
- Pues deja de esperar - sentenció el primer cazador moviendo la cucharilla de su té.
- No puedo, eso sería descortés hacia ella - ella contestaba dándole la espalda.
- ¿Descortés? ¿Y tú cómo estás tan segura de que ella va a volver?
- Pues porque no nos dio un beso de despedida a ninguno de los dos... y siempre lo ha hecho - dijo tomando un paño.
- Que tontería... - dijo dejando de mover la cuchara y mirándola - Te explicaré algo... la gente no tiene que saludar y despedirse siempre. Hay gente que se marcha sin despedirse para que nadie la eche de menos, y gente que cuando se despide, es porque tiene un mínimo interés en que alguien le detenga. Ella no se despidió de nosotros.
- Por eso mismo es que volverá. Ella no es así - decía testarudamente - Ella dijo que este era su hogar.
- Hay veces en las que no sirve discutir contigo... - él levantó la taza hacia sus labios - Te lo diré de otra manera... ella no va a...
- ¡Gehrman, Gehrman! ¡He vuelto!
La alegre voz que provenía fuera de la casa de Gehrman le sorprendió tanto que su taza cayó sobre su regazo quemándole las piernas y dio un grito de dolor mientras una alegre cazadora subía hasta la entrada de la casa con unas prendas de ropa extranjeras.
- ¡Hola preciosa! - se puso de puntillas para besar la mejilla de la muñeca.
- Bienvenida a casa, querida cazadora... - contestó mirándola con una sonrisa.
- ¡Gehrman, Gehrman! - fue a su lado felizmente y besó la mejilla del sorprendido y aturdido primer cazador.
Él tenía los pantalones manchados de té y las manos un poco quemadas y no quitaba su incrédula vista de ella. Esa chica de pelo corto marrón y ojos castaños con la radiante sonrisa. Ella se sentó delante de él.
- Creo que... me ha vuelto a tocar esto de ser cazadora - dijo rascándose la nuca y guiñando un ojo mientras sacaba la lengua - Tengo muchas cosas que contarte...
La muñeca se encogió de hombros con una pequeña sonrisa y se dispuso a hacer más té para la invitada.
Él acercó su temblorosa mano mojada de té hasta sus pelo y lo acarició suavemente, como si no se creyese que ella había vuelto con él. Acarició un par de mechones castaños y un pétalo pequeño y blanco cayó de ellos hasta su mano.
Dio una gran sonrisa lentamente mientras acariciaba el pétalo junto con sus cabellos.
- Si... bienvenida a casa de nuevo... siéntate junto al fuego con una taza de té y cuéntame todo... quiero saberlo todo de ti...
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Estaba últimamente dándole un final triste a todo y me desmotivaba un poco, así que dije, ¿Por que no uno con final feliz para Gehrman?
Y mi consciencia me respondió: "Porque estás haciendo one shots de Bloodborne... y allí nadie tiene final feliz"
Y me pasé mi consciencia por dónde yo me sé y le di a Gehrman un final feliz, dentro de lo que cabe.
¡Espero que os haya gustado! :3
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