›«Perfecto»‹
Omnisciente
— Ya saben a dónde ir, pequeñas – sonrió mientras entregaba las cartas restantes a las lechuzas que se encontraban presentes.
Suspiró, movió su mano ligeramente, firmar tantas cartas la había saturado.
A lo lejos, muy lejos, varios niños y adolescentes esperaban con ansias las cartas, las cuales contenían sus notas que habían logrado o la invitación a formar parte del colegio.
Mientras, otros estaban sorprendidos por la mera aparición de unas lechuzas, sin esperar que pronto iniciarán un gran viaje que explicaría el porqué de aquellas místicas y raras cosas que sucedían a su alrededor, a tal punto de llegar a ser mágicas.
Así, fue como de poco a poco las lechuzas iban llegando a sus respectivos objetivos, dejando las cartas y esperando su premio por cumplir.
Y, a pesar de estar cansada, una lechuza parda de un color grisáceo se acercó hacía una de las tantas casas del Valle de Godric, llevando consigo no solo una, si no, cinco cartas.
Al llegar, entro por la ventana y dejó las cartas en la mesa mientras que aterrizaba en una de las sillas.
Una pelirroja con aspecto amable le dio una pequeña caricia, mientras tomaba un poco de comida y agua especiales para el animal.
— ¡Chicos! ¡Llegaron las notas de Hogwarts! – anunció cuando llegó a las escaleras, a la espera de que su hijo y los amigos de este bajarán.
— ¡Ahí vamos Mamá!
— ¡Ella no es tu mamá!
— ¡Dejen de comportarse como críos!
— ¡Chicos, vi a Adhara por la ventana! – comentó Peter.
Todos lo miraron, para luego salir corriendo en dirección a la puerta, donde se habían escuchado unos golpes.
Sin ni siquiera preguntar quién era, la castaña, el miope y pelinegro abrieron la puerta para luego lanzarse encima de la chica que estaba tras ella.
— ¡LO SENTIMOS! – gritaron al unísono.
Todos cayeron sin excepción, provocando quejidos por el impacto
— Chicos, no puedo respirar – exclamó.
— ¡Peter se une! – gritó mientras se lanzaba sobre todos su amigos, causando aún más quejidos de parte de todos.
— ¡Peter! – se quejaron.
La pelinegra suspiró, y miró a su acompañante que la esperaba a solo unos pasos.
— ¿Me ayudas? – suplicó la pelinegra.
— Son tus amigos, no los míos – respondió la Pelirroja.
James, al escuchar la voz de su Lily, se paró de inmediato y se arregló para acercarse a la linda pelirroja.
— Lily flor, ¿Sabes lo linda que estás hoy? – sonrió y desordenó si cabello.
— Sí, sí, está muy bonita – Sirius, quien intentaba recuperarse de la caída, se acercó hacía su amigo.
— Hola Lils – sonrió cordial Remus.
— Hola Remus – correspondió.
— Pero... ¿Por qué a Remus lo saludas y a mí no? – se quejó James.
— No cambias Jamie, no cambias – negó con la cabeza la castaña – Ahora concentremos en lo importante – aclaró.
El trío de amigos asintieron, los dos varones tomaron de cada brazo a la pelinegra y la dirigieron adentro mientras que la castaña los dirigía, dejándola en una silla sentada.
— ¡No nos escribiste por una semana! – reclamó Paula.
— ¡Nos abandonaste por Quejicus! – continúo James.
— ¡Ni me respondiste cuando te llamé por el espejo! – le siguió Sirius.
— ¿En serio me van a reclamar esas cosas? – ellos negaron, para luego agachar la cabeza.
— Somos unos idiotas – admitieron.
— Pero... ¿Tú quieres a estos idiotas? – preguntó Paula temerosa por la respuesta.
— Lamentablemente, así es – aceptó Adha, los tres chicos se abalanzaron de nuevo hacia ella, pero ella los frenó haciéndose a un lado – Sin embargo, no es la primera vez que hacen esto – habló seria, los tres muchachos tragaron saliva.
— Lo sabemos... – murmuraron como niños regañados.
Adhara solo los siguió mirando, esperando a que alguno dijera o haga algo, al no notar eso soltó un quejido.
— No puedo tener de amigos a unos leones que, al mínimo instante que me vean con mis amigos – recalcó las últimas dos palabras – empiecen a insultarlos por ser serpientes. Les recuerdo que yo también lo soy – aclaró con molestia mientras jugaba.
— Pero tú no eres como... – Adhara lo cortó.
— Ni se atrevan a completar esa estúpida frase de "tú no eres como los demás Slytherins" – ella rodó los ojos – Soy una serpiente, y a mucha honra, no me importa lo que todos digan sobre mi casa o compañeros, ni siquiera lo que ustedes puedan decir, pero – sus ojos se ensombrecieron – si alguien, por lo más mínimo que haga, agrede o hace sentir mal a los míos, no saldrá bien parado de eso – se alejó de ellos y volvió a su postura firme.
Los chicos tragaron grueso al notar su aura, sí, no cambia duda del porqué ella estaba en Slytherin, además de su astucia y elegancia, no le temblaba la varita cuando de proteger a los suyos se trataba, y ellos lo sabían claramente.
— ¿Me entendieron? – asintieron rápidamente.
— Bien... – Remus apareció buscando la manera de cortar el ambiente – ¿Cómo convenciste a Lily que viniera? – desvío la conversación.
— Oh, eso – Adhara se encogió de hombros – Ella me lo pidió – contestó.
— ¿¡Cómo!? – preguntaron todos a la vez.
— ¡Adhara! – chilló Lily.
— ¿Ops? – le dio una mirada divertida a la pelirroja quien negó con la cabeza.
— Así que, ya no te resistirás a mis encantos, peli-peli – sonrió coqueto, mientras se acercaba a él.
— No te hagas ideas en la cabeza, Potter – se quejó Lily – Solo vine para hablar con Remus – el mencionado la miró confundido.
— ¿A mí? – la pelirroja asintió.
— Sí. ¿Ya abriste la carta de Hogwarts? – él negó, ¿Que tenía que ver eso con que haya venido?, Se preguntaba.
Y antes de que pudieran seguir la conversación, la Señora Potter los llamó a todos de nuevo para que vean sus cartas de Hogwarts.
— Oh, Adha querida, que alegría volver a verte – admitió – Ya extrañaba una figura femenina que pusiera orden a estos chicos – le comentó, causando que Paula de ofendiera en son de broma.
— Me duele Mamá Euphemia.
— ¡Que no es su madre! – se quejó el Potter celoso.
— Hijo, ya hablamos de esto – exclamó la mayor – Aquí están sus cartas mis niños – sonrió con cariño, mientras que le entregaba a cada uno su correspondencia.
— ¡Pero miren esto! Nos han mandado otro libro más en Historia de la Magia que el típico – mencionó con asombro Paula – Qué raro que recién lo hayan agregado y no en la carta anterior – exclamó.
— Tal vez el Profesor Bins decidió cambiar su método de enseñanza – comentó Remus, mientras notaba que tenía una carta extra que sus amigos no tenían.
Con el ceño fruncido y temor a que fuera algo malo relacionado con su pequeño problema peludo, decidió empezar a leer, su cara se relajó al notar que no se trataba de una expulsión por su debida condición y expresó asombro mientras cogía aquella medalla de los colores de su casa.
— Sí, me suponía que eras tú el quien me iba a acompañar en las guardias – comentó la pelirroja menor con una sonrisa, ganándose la atención de todos los presentes.
— ¡Remus! – soltó con asombro Potter.
— ¿Cómo es esto posible? – cuestionó Sirius.
— ¡Nos has traicionado! – exclamaron los dos.
— ¡Te has convertido en un perfecto prefecto! – soltó Peter con fingido dolor, mientras se abrazaba con sus otros dos amigos y juntos se lamentaban de haber perdido a tan buen soldado.
— Yo... ¿Prefecto? – murmuró él licántropo aún sorprendido de tal noticia.
¿A caso Dumbledore se había vuelto loco? Tener a un hombre lobo como estudiante era un cosa, ¿Pero nombrarlo prefecto? Él no quería creer que era lo suficiente como para tener tal cargo sobre sus hombros.
La castaña, quien había notado el cambio de humor de su pareja, se acercó a él y, acariciándole su mejilla, le dio un pequeño beso.
— Eres mucho más valioso de lo que crees, cariño – murmuró – Y ni siquiera tu pequeño problema peludo va a cambiar eso – sonrió.
Y Remus comprendió en ese momento, que no encontraría una persona que lo comprendiera tan bien como su castaña.
Con los ánimos mejorados, se animó por darle otro beso más a su castaña y después abrazarla, agachándose un poco en el proceso para ocultarse en el cuello de su adorada Paula.
— ¡Iugh! Dejen de darse tanto amor – exclamaron los merodeadores presentes.
— Sin duda ustedes no cambian – negó con la cabeza Adhara – Bueno, iré a ayudar a Mamá Euphemia – y desapareció de la vista de sus amigos.
— Y Lily Flor ¿Segura que viniste por Remus? – desordenó su cabello y se acercó a ella.
— Sí, Potter. Además, con Adhara teníamos algo planeado hoy, pero quería cerciorar lo que me suponía – contestó mientras desviaba la mirada.
— No me lo trago, pero es bueno verte después de tiempo – sonrió sincero, Lily al notar aquella sonrisa, solo desvío su mirada sonrojándose.
— Ven Peter, hay que hacernos compañía mutua porque dos de nuestros soldados han caído – Sirius comentó.
— ¿Y qué me dices de Adhara? – insinuó la castaña, quien seguía junto a su Lunático.
— ¿Eh? ¿Tú qué sabes? ¿Te ha dicho algo? – preguntó el pelinegro y antes de que pudiera seguir, la voz de la Matriarca de los Potters los llamó para poder desayunar – Tú me contarás lo que sepas, Lovegood.
— Ya lo veremos, Black – retó, desafiándolo con la mirada, todos se dirigieron a la mesa, notando que Adhara ayudaba a poner los alimentos en ella.
— Que tengan provecho – anunció.
— ¡Servido! – pronunciaron todos para después empezar a comer.
Y entre comentarios y risas, fue como todos desayunaron, hasta que lo único que los mantenía en aquella mesa, era la amena conversación que no acababa.
— Me alegra escuchar que seas prefecto, Remus, te lo mereces querido – expresó la Potter mayor con gran cariño, el mencionado se sonrojó.
— Gracias, Mamá Euphemia – le contestó sonriente.
— Y díganme, ¿Ya sabes quién va a ser tu compañera? – preguntó interesada.
— Oh, es Lily – respondió Peter.
— Querida, felicidades – sonrió amablemente a su gemela de cabello.
— Gracias Señora Potter – le sonrió.
— Deja las formalidades, cariño, puedes llamarme Euphemia con tranquilidad – le sonrió.
— Ganándote a la Suegris – le murmuró Adhara burlona, la pelirroja le dio un golpe disimulado.
— Bueno, ahora sí los dejo mis niños – se despidió mientras se paraba de mesa – Siéntense en casa, chicas – les brindó una sonrisa a la pelirroja y pelinegra.
— Bien, también venimos por otra cosa, ¿No Adha? – insinuó la pelirroja.
— No comiences con ello, Tomatito – desvío la mirada.
— ¿Qué sucede? – preguntaron intrigados.
— ¿Se lo dices tú, o yo? – la pelinegra bufó mientras buscaba algo de su bolsillo.
— Bien, pero si se nos rompe un oído va a ser tu culpa, pelirroja – exclamó.
— Vamos, no creo que nos sorprenda tanto lo que vas a decir – comentó Sirius.
— No tienes ni una idea, Black – sonrió Lily.
— Déjense de misterios y ya digan...
— Me nombraron prefecta – exclamó y mostró la insignia.
—...lo – Potter se quedó estupefacto.
Como si estuvieran conectados, todos parpadearon a la vez, pensando que solo fuera una imaginación.
— ¿QUÉ? – gritaron a la vez.
— ¿Cómo es posible? – gritó la castaña.
— ¡No tú! ¡No tú! – negaba James.
— ¡Dijiste que nunca dejarías que esto pasará! – exclamó Sirius.
— ¿Cómo pudiste? ¡Me engañaste! – chilló Peter.
— Tu... – Remus no salía del asombro, más cuando reaccionó sonrió, comprendiendo por qué Lily le había obligado a venir – Ella quiere renunciar, ¿Cierto? – la pelirroja asintió satisfecha, sabía que podía contar con el más sensato de los merodeadores.
— Exacto, y ya le he dicho que es una terrible idea. Es su oportunidad para demostrar que puede llegar a ser más que una alumna algo revoltosa – habló Lily con un tono de regaño.
— Y yo ya te dije que me gusta ser una alumna revoltosa – rodó los ojos la pelinegra.
Remus asintió ante tal información, mientras que los demás seguían gritando.
— ¿Cómo es posible que los soportes? – preguntó Lily, mientras se tapaba con molestia un oído.
— Esto no puede estar pasando, no puede – James murmuró.
— Créeme, hay veces en que no lo hago – contestó.
— ¿Por qué ella Merlín? ¿Por qué? – preguntaba Peter.
— Bueno, supongo que Snape sería tu compañero, ¿No? – preguntó Remus con curiosidad, la serpiente asintió – Pero, ¿Por qué quieres renunciar? – la pelinegra bufó.
— Me traicionó. Me traicionó – murmuró él otro pelinegro.
— Mejor sería, ¿Porque no renunciar? – Lily le dio una advertencia con su mirada – Es que simplemente no estoy hecha para esto, ¿A caso creen que soy tan paciente como para tratar con los de primer año? – cuestionó.
— James, ¿Y ahora qué hacemos? – dramatiza Paula.
— En realidad, sí, si lo eres. Te recuerdo que siempre ayudas a algunos niños que andan perdido – Lily habló.
— No lo sé, ella... Nos dejó – respondió el miope.
— Bien, mala excusa, lo admito. ¿Pero creen que tenga tiempo para poder ser prefecta, bromas y estudiar?
— No lo entiendo ¿Cómo pasó eso? – se lamentó Sirius.
— De hecho, siempre te quejas a qué tienes demasiado tiempo libre – Remus respondió está vez.
— Pero, no debe ser tan malo, ¿Cierto? – Paula se preguntó a sí misma, para después acercarse hacía los tres recientes prefectos.
— Vale, entendí, no soy buena ideando excusas. Pero ¿Creen que yo cumpliré todas las reglas?
— Uno no rompe las reglas si no lo descubren – habló Paula – tú me enseñaste eso – le guiñó un ojo.
— ¡Paula! Pensé que estarías de acuerdo conmigo – se quejó.
— Perdimos a la otra gemela, Canuto, la perdimos – James habló.
— Admítelo Adha, tu mereces esto, aunque no lo parezca – sonrió maternalmente Lily.
— Sigo sin procesarlo... – susurró Peter.
— ¡Ya cálmense! – expresó Adha, y les dio un pequeño golpe a los tres merodeadores que estaban dramatizando.
— Gracias, no podría seguir aguantándolos – murmuró Lily.
— Digo lo mismo – le siguió Remus.
— Escúchenme, si quiero ser o no prefecta, es mí decisión. De verdad, gracias por intentar convencerme, pero simplemente no siento que lo merezco – la pelinegra los miró – ahora ¿Podemos cambiar de tema? – ellos asintieron al verla tan incómoda.
¿Por qué se negaba tanto a la idea de ser prefecta? Era la pregunta que rondaba en la cabeza de todos.
•°•(...)•°•
— ¡Muchachos! ¡Se les hace tarde! – anunció la Matriarca de los Potter.
— ¡Ya estamos listos! – anunció Remus, quien ya portaba en su ropa la elegante insignia de Prefecto.
— Bien, entonces todos de la mano, no tenemos tiempo para ir de una manera muggle, por lo que nos vamos a aparecer – todos se quejaron, no era una sensación a la que estaban acostumbrados – Muchachos, ustedes fueron los que se demoraron, así que de la mano, todos – ordenó.
— Esto no hubiera pasado si hubieran ordenado sus maletas antes — bufó Remus.
— Uy, al parecer el humor de prefectos ya le apareció — exclamó Sirius.
— Y yo que pensaba que no ibas a ser de esos estirados — comentó James.
El prefecto solo rodó los ojos ante las infantiles expresiones de sus amigos, por lo que ignorándolos, se acercó a Mamá Euphemia, quien le sonrió maternalmente para después darle una mirada severa a su hijo y mejor amigo, quienes callaron y acataron las órdenes dichas por la matriarca hace unos minutos.
— Tienen todo, ¿Cierto? — ellos asintieron, y a los segundos todos sintieron aquel estirón en el estómago y pudieron ver alrededor suyo un montón de imágenes rápidas hasta que sintieron como cayeron en suelo duro.
— ¡Mira má! ¡Si es real! — exclamó un niño, mientras veía con asombro el tren escarlata.
— Los voy a extrañar, cuídense mucho Hijos — una madre se despedía muy cariñosa de su hijo, quien tenía la apariencia de un muchacho de tercer año, y una mueca de incomodidad.
—Bien muchachos, si se olvidaron de algo saben que pueden escribirme y con gusto les mandare lo que se olvidaron, mis pequeños — los observó con gran cariño, percatándose de lo rápido que habían crecido — Disfruten de este año mis niños, y espero que no me lleguen tantas cartas por ustedes — se despidió, todos los chicos se acercaron a ella para abrazarla con mucho cariño y prometerles que se cuidarán igual que como todos los años.
Con una gran sonrisa, los Merodeadores se subieron al tren escarlata para luego buscar aquel vagón donde se conocieron por primera vez, el cual estaba hechizado para que nadie que no fuera ellos entrará, tenían suerte de que al ser casi uno de los últimos hasta ahora no se dieran cuenta de tal encantamiento.
— Casi nuestro último año, muchachos — exclamó James — tenemos que ir pensando en que bromas haremos para empezar a lo grande este año — todos los presentes sonrieron mientras asentía.
— Bien, me tengo que ir — anunció Remus, quien recibió algunas burlas de sus amigos provocando que saliera de aquel lugar con una sonrisa.
Por el camino se encontró con su Pelirroja amiga, quien se acercó hacía al ni bien haberlo visto.
— ¿Crees que vaya? — preguntó la pelirroja, Remus no tuvo que preguntarle a quien se refería, ya que él también se hacía esa pregunta.
— Conociéndola, debe o de estar esperándonos en el vagón o simplemente esté con Slughorn en su vagón montando todo un lío — le respondió — Pero sinceramente, no sé qué podemos esperar de Adha, ella es tan...— lo dejó incompleto, pero la pelirroja asintió comprendiendo.
No existía alguna palabra clave para describir a la pelinegra, puesto que siempre te aparecía con algo nuevo cada día.
En el camino, a pesar de aún no saber todas las reglas, ambos prefectos de Gryffindor controlaron el desorden que se encontraban por cada pasadizo, si querían hacer un buen trabajo en todo el año, debían de empezar por algo.
Al notar como llegaban al vagón especial, Remus se adelantó para abrir la puerta y dejar que su compañera entrara.
— ¿Por qué se demoraron tanto? Ya me estaba aburriendo — ni bien haber notado el brillante cabello de su amiga pelirroja, la Serpiente presente había soltado aquel comentario.
Adhara se encontraba sentada con sus codos apoyados en la mesa del centro, mientras que jugaba con su cabello que en ese momento hacía función como un bigote. Su mirada sin duda había delatado lo aburrida que había estado.
— Nadie te pidió que llegaras antes que todos, Jones — habló la Premio Anual, quien por los colores de su uniforme, delata que era una destacable Ravenclaw.
— En realidad, se supone que tanto prefectos como premios anuales deben de ser los primeros en llegar al tren, puesto que su reunión debe de terminar antes de que el tren salga, para así evitar que los estudiantes hagan alguna travesura en todo el camino, en especial, para corregir algunos comportamientos que atenten a los de primer año que vienen del mundo Muggle — respondió con el semblante neutro.
Los presentes se sorprendieron ante lo dicho, Adhara al ver sus caras de sorpresa dejó de jugar con su cabello para verlos.
— ¿Qué? ¿Soy la única que me informé de esto? — soltó.
— ¿Desde cuándo te volviste una experta en ser prefectos? — le preguntó Remus. La última vez que habló con ella ni siquiera tenía interés de ser partícipe de esto.
— Ayer — respondió con una sonrisa— Bueno, ¿Comenzaremos, Amanda? — le preguntó a la premio Anual, quien rodó los ojos.
— Si tan informada estas, ¿No quisieras ser tú la que dirija la Reunión? — los presentes allí pudieron notar como la tensión se formaba entre estas dos brujas.
— Oh, querida, sé que soy mejor que tú, pero no por ello te voy a quitar tu trabajo. No me gusta humillar a la gente sin razón, así que adelante — le brindó una sonrisa falsa — Vamos, que nadie aquí te juzgara por ser tan... — le dio una mirada de arriba abajo — Tú — la Ravenclaw estaba lista de lanzarse encima de la Serpiente, pero su compañero la detuvo.
— Bien, señoritas, Amanda — le envió una mirada seria mientras la sostenía de la cintura.
Adhara solo miro a su lado, donde se encontraba su querido amigo serpiente, quien solo negaba con la cabeza.
— ¿Qué? Ella empezó — murmuró, sintiéndose ofendida ante el poco apoyo de su amigo.
— Lo que tú digas, A — murmuro de vuelta divertido.
— No me simpatizas — Severus soltó una muy silenciosa risa que solo pudo ser oída por aquellas dos personas que lo conocían bien.
— Muy bien muchachos, lo primero que tienes que saber es sobre los puntos...
Y fue en ese momento, en donde Adhara sabía que no había vuelta atrás, ya no podría dejar su cargo como prefecta, después de todo, ya había tenido una larga conversación con Slugy cuando lo fue a visitar en el castillo días atrás, en donde después se había unido Minnie, quien los había escuchado cuando paseaba por el castillo, y finalmente, culminó cuando Dumby también se unió.
Aquel director ya no iba a tener más caramelos muggles de mi parte, pensó la pelinegra mientras intentaba concentrarse en lo que el lindo premio anual hablaba.
Sí, sin duda tenía cierto parecido a aquellos hermanos que conocía, pero la actitud de controlar todo y ser el más inteligente arruinaba su linda apariencia gentil para convertirla en un ególatra cerebrito.
— Y con eso es todo. No se olviden que solo ustedes pueden saber la contraseña de las duchas de los prefectos — culminó el Premio anual después de un largo tiempo.
— Con esto, cada uno puede regresar a sus vagones, más no se olviden de ir rondando controlando la conducta de los estudiantes — ordenó Amanda, quien sonrió con autosuficiencia por tener el poder sobre la muy deseada Adhara Jones.
— Sí, Sí, lo que digas. ¿Ya dejaste de hablar para poder irnos? Juro que mis piernas se han entumecido — comentó Adhara, y miró directamente a Severus para luego soltar — Tendrás que cargarme en caballito Sev — pidió con una mirada suplicante hacia la serpiente, quien solo asintió.
Y dando por terminada la reunión, Adhara se lanzó sobre Sev, a la espera que este la llevara al vagón que compartía con sus amigos serpientes, sin antes decirle a Remus y Lily que después de que sus piernas se dignaran a despertar, iría a buscarlos.
Ambos observaron como el dúo de pelinegros se desaparecen a lo largo de los vagones, yendo por la dirección contraria a la que ellos irían. Con una sonrisa divertida por tal comportamiento de su amiga, ambos regresaron a sus respectivos vagones, mientras que obviamente cumplían su cargo como prefectos, y ponían orden entre los niños que jugueteaban o hacían algunas travesuras.
Remus, como todo buen caballero que es, acompañó primero a Lily en su vagón, y se despidió tanto de ella como de sus amigas que estaban dentro del compartimiento antes de dirigirse al suyo. Al llegar, sus reflejos lobunos lo ayudaron a esquivar una bengala perdida que desapareció por el pasillo. Miró con una ceja alzada a sus amigos quienes solo rieron al darse cuenta de lo sucedido.
— ¡Buenos reflejos, Lunático! — comentó Sirius, mientras Remus se sentaba a su lado — ¡Ves Bambi! Eso es lo que te falta para ser un buen cazador — se burló.
— ¿Te hago recordar que tú te caíste de tu escoba cuando éramos niños? — todos voltearon a ver a la pelinegra que se encontraba en la puerta.
— Miren quien llegó, La nueva prefecta — comentó James, Adhara se acomodó a su lado y el la rodeó con su brazo — Entre nos, ¿Crees que podrás regalarnos puntos por ser tan guapos? — cuestionó.
— Corrección, les quitaría puntos ya que serían ilegales...
— Aw, no creía que pensabas eso pelinegra —expresó James, con su ego por las nubes
—Eso es mucho viniendo de ti, star — Sirius apreció.
—... ilegalmente tontos — las exclamaciones de indignación y burla no se hicieron esperar.
Riendo, fue como aquel grupo pasó la mayoría del viaje, aunque por cosas de serpientes, Adhara se tuvo que ir casi por la mitad de este, justo momentos después de cuando Paula se había unido. Quedaron en que se iban a encontrar para llegar juntos a Hogwarts en los carruajes.
— Llegamos — anunció Remus, mientras que junto a sus amigos salían del vagón.
— Iré a buscar a Adha — anunció Sirius.
— ¡Cuidado con perderse por andar de cariñosos! — le gritó James.
— ¡No me hagas hablar Cornamenta!— advirtió Sirius con burla, a lo lejos escuchó la risa de su mejor amigo, más eso no lo hizo voltear a verlo.
Sabía que estaba cerca de su pelinegra, cuando empezó a notar los colores verdes y plateados en los uniformes, con una mueca de disgusto siguió adentrándose por aquel pasillo.
Se detuvo justo a unos metros de donde podría notar a su hermano y otros chicos mayores que él, con el ceño fruncido se escondió en uno de los vagones vacíos para escuchar la plática.
— ¿Cómo es posible que alguien como tu sea de importancia para él? — creyó reconocer la voz de Mulciber.
— ¿Acaso estás cuestionando sus decisiones, Mulciber? — esa voz si la reconoció, era la del rubio teñido.
— No es lo que piensas, Malfoy. Solo dudo del comportamiento que... — más fue interrumpido por otra vos que no supo distinguir.
— Regulus está más que bien preparado y lo ha demostrado — alguien estaba molesto, pensó— No hagas que nuestro señor se enoje por la desconfianza que estas advirtió — un bufido se escuchó — Pero si necesitas pruebas, él te lo puede demostrar — y después de ello solo pudo escuchar silencio.
Sacó su varita de su bolsillo por instinto, aquello no le daba buena espina, suspiró y empezó a contar para poder salir a enfrentar lo que sea que estaba pasando.
— Uno...— susurró mientras con su mano movía lentamente la puerta del vagón — Dos... — sostuvo con más fuerza su varita — Tres — salió rápidamente de allí más nadie estaba delante suyo.
— ¡Petrificus Totalus! — escuchó detrás de él.
Sirius quedó quieto en el suelo, mientras que sentía como su atacante se posiciona en su rango de visión, viendo a su pequeño hermano.
— ¿Qué crees que hacías acá, hermano? — siseó, Sirius pudo sentir como lo decía con odio — ¿Acaso Madre no te enseñó modales? — cuestionó, Sirius solo pudo intentar hablar, cosa que no logró — Me olvidaba, nunca te prestó atención a menos que sea para castigarte — se respondió a sí mismo, mientras se agachaba.
Se escucharon risas, y ante el mayor de los Black pudo notar a Mulciber, Avery, Malfoy y un chico más, todos ellos eran Slytherin de séptimo año.
— Miren nada más — Mulciber le golpeó la mejilla — La deshonra de la familia Black quiso hacerse el héroe — se burló.
— Levántelo — ordenó Avery.
Uno al cual no pudo reconocer y Malfoy hicieron caso y lo alzaron de los brazos. A pesar de saber que estaba bajo el encantamiento petrificador, Sirius intentó moverse para dar su merecido a esas asquerosas serpientes, más solo logró soltar un gruñido.
— Wow, cálmate fiera — se burló el que lo sostenía.
— Creo que es hora de demostrar a qué lado eres leal, Black — Mulciber comentó — Solo tienes que darle lo que se merece este traidor de la sangre — añadió.
— ¿O es que acaso no eres capaz de atacar a tu hermano? — Avery
— Él no es nada mío — soltó el menor de los Black.
— Demuéstralo — ordenó Mulciber.
El menor miró con frialdad a sus compañeros antes de dirigirse hacia Sirius y dale un golpe en su estómago, Sirius sabía que si hubiera estado en todos sus sentidos, hubiera soltado un quejido, más solo cerró los ojos por el dolor.
— De nuevo — alguien ordenó, y el mayor de los Blacks recibió otro golpe.
Regulus, aunque por fuera mostrara que ello no le afectaba el golpear a su hermano, por dentro solo quería ir a esconderse en los brazos de su pelinegra amiga, él nunca quiso nada de esto, él no quería hacerlo, pero lo que estaba en peligro era su vida, y a pesar de que Sirius fuera su hermano, se apreciaba más como para morir por alguien quien no cumplió su promesa.
— Es suficiente, el tren ya está por partir — anunció Malfoy, y con un gesto le indicó a su compañero para dejar al pelinegro en el suelo.
Sirius pudo notar como todos desaparecían de su vista, al igual que sentía como algo de sangre se deslizaba por su nariz. Por su mente recorrían millones de argumentos sobre el porqué no utilizaron magia contra él y solo utilizaron el método muggle, entre ellos se encontraba el hecho de que aquellos hechizos quedarían en el registro de su varita, al parecer su hermano no era tan ingenuo como creía, pensó con ironía.
El silbato del tren sonó, y se puso a pensar en cuánto se demorarían sus amigos para darse cuenta que él no se encontraba en Hogwarts, lo más probable el tiempo en el que los pequeños hematomas desaparecieran junto a las pruebas de aquel acto que podía llegar a expulsarlos, pero a pesar de ello no sería capaz de ir a decírselo a alguien, su orgullo y reputación quedarían más destruidos de lo que ya está.
— ¿Pero que mier...? ¡Sirius! — Sirius sintió como le daban la vuelta, más no quiso abrir los ojos, su orgullo estaba por los suelos y no quería mirar a la persona que lo estaba ayudando.
— Finite — y hasta después de esas palabras, Sirius pudo recuperar el control de su cuerpo.
— Joder Sirius, levántate de una vez — pero el pelinegro solo pudo soltar un quejido — Eres un idiota Estrella.
— No me vengas con eso ahora, Adhara — soltó él.
¿Algo peor que la persona que te guste te encuentre en aquel estado? No, no había nada, pensó el pelinegro.
— Bien, gruñón, pero debemos de salir del tren antes de que parta — anunció, pero el pelinegro ni siquiera se movió — Si son los chicos los que te preocupan, ellos ya se fueron — Sirius asintió y se paró, un quejido involuntario salió de él, más ignoro los preocupados ojos de su pelinegra y se encaminó hacia los carruajes.
— Curaré eso, y no voy a aceptar una negativa — anunció la serpiente, el león no comentó nada pero se dejó tratar.
Adhara soltó un suspiro pesado mientras murmuraba por lo bajo algunos hechizos curativos, ambos estaban demasiado cerca, pero el pelinegro no estaba de humor como para soltar algunos de sus típicos comentarios.
— ¿Dirás que fue lo que pasó? — cuestionó cuando terminó de curarlo, pero no recibió ni siquiera una mirada — Deja de comportarte como un idiota y contesta — demandó.
— Fue Regulus — soltó en un gruñido — junto a Malfoy, Avery, Mulciber y un castaño de nariz deforme.
— Crabbe — Sirius asintió ante el apellido.
Ambos se quedaron en silencio hasta que la pelinegra tomó sus manos para evitar que se lastimara por la presión que hacía en ellas.
— Sirius, Regulus no está pasando por un...
— ¿Qué fue lo que discutiste con él el día que fuimos al Callejón Diagonal?— Adhara parpadeó incrédula ante tal pregunta.
— Me seguiste — afirmó
— ¿Qué fue lo que discutieron? — volvió a preguntar.
— No es algo que me concierne, si quieres una respuesta debes de hablar con él — se negó a responder.
— Adhara, mi pequeño hermano me acaba de golpear para demostrar alguna lealtad extraña hacia esas serpientes — la pelinegra suspiro.
— No te voy a negar algo que ya sabes, Sirius.
Y en ese momento algo dentro de él se rompió, su pequeño hermano se había convertido en lo que él más aborrecía en el mundo, algo que no debe de ser pronunciado. La pelinegra notó su estado de ánimo, por lo que no dudó en abrazarlo para demostrar que estaba allí para él. El mayor de los Black se aferró a ella, sabiendo que si no lo hacía se sentiría más vulnerable de lo que ya estaba.
Ya casi al final del recorrido, Adhara se separó de él para hablarle.
— Sirius — el nombrado murmuró algo inaudible que demostraba que la estaba escuchando —No es tu culpa ¿Me escuchaste? No lo es.
— Yo lo abandoné, Adha, ¿Cómo no puede ser mi culpa?
— Porque estabas buscando tu bienestar, y puede sonar egoísta, pero estabas sufriendo en esa casa, y ambos sabemos que no fue solo verbalmente.
— Pero era mi hermano, y lo dejé con esa arpía.
— Walburga es quien tiene la culpa, Sirius, no tú — la pelinegra le obligó a conectar miradas — Y tanto tú como Regulus tienen que entender eso — el pelinegro asintió.
— Gracias — susurró. Se escondió en el cuello de su pelinegra, quien se quedó congelada por un momento.
La serpiente sabía con bastante claridad que debían de hablar sobre las últimas cosas que estaban pasando entre ellos y en qué situación los ponía, más no quería que por alguna cosa que diga se arruinara todo, por lo que se permitió dejar de lado sus dudas por un momento y disfrutar de ello, ya después podría cuestionarse que es lo que tenía o no que hacer.
Sirius se relajó ante las caricias de Adhara, se dejó llevar por estas y se acurrucó más. Ambos disfrutaban de estar entre los brazos del otro, sintiéndose cada vez más unidos y conectados, como si sus corazones se coordinaran para latir en la misma sinfonía.
Se separaron solo para juntar sus frentes y poder rozar sus labios, ambos tenían los ojos cerrados, el momento era tan idóneo que no tenía por qué ser visto para saberlos.
Las respiraciones se mezclaron y sus labios poco a poco empezaron a juntarse, jugaron un rato a tentarse entre sí, y cuando ambos iban a exterminar el espacio que existía entre ellos, el carruaje dio un salto por una piedra y se separaron justo a tiempo para ver cómo faltaba muy poco para llegar al castillo.
— Creo que lo mejor sería... – murmuró Sirius recibiendo un monosílabo de Adhara.
Sus miradas conectaron de nuevo y así fue hasta que se separaron para ir con su grupo de amigos, quienes los estaban esperando en las puertas del castillo.
— ¿Por qué la demora, Canuto? – James hizo bailar a sus cejas, provocando carcajadas a todos los leones allí presentes.
— No o creerás si te lo digo – ironizó el pelinegro, los demás solo rieron antes de encaminarse hacia el gran salón.
— Ya te estabas demorando, A – soltó Severus – Pensaba que me ibas a abandonar en esto de ser prefectos – Adha negó con la cabeza.
— Si lo hiciera, creme, Sluggy, Minnie y Dumby harían hasta lo imposible para que recapacitara – les comentó.
— Bien, porque sabes que no podría soportar solo a esos mocosos de primero – expresó, a sabiendas que todo el grupo sabía lo difícil que se me hacía el hablar con alguien que no sean ellos, sin importar que sean menores o mayores.
— Calma Sev, no lo tendrás que pasar solo – Adha le dio un pequeño empujón para luego encaminarse al gran comedor.
Pero en ningún momento, aquellas miradas se desconectaron, y a pesar de todo el trayecto que hicieron hasta llegar al comedor y sus respectivas mesas, el chocolate y plateado nunca se desconectaron, dejando así que ambos colores se combinaran, al igual que los sentimientos que estos esconden.
— A menos disimula ¿No crees? – se burló Remus, ganándose un pequeño empujón de su amigo.
— No lo fastidies Lunático, déjalo hacerle ojitos a su chica – comentó James.
— Al menos él si es correspondido – murmuró por lo bajo Peter, ganándose exclamaciones de sorpresa de parte de dos de los merodeadores y uno de ofendido de parte del miope.
— ¡Buena esa, Pet! – el susodicho solo sonrió.
Mientras con las serpientes, la tensión en ellas era algo notable, a pesar de que Adhara intentará desaparecer la, se notaba que no estaban de ánimos para una simple charla.
— Está bien – todos dirigieron su mirada al escucharla sería – Chicos, de verdad, está bien – les sonrió un poco – Sé que no todos aquí lo hicieron por voluntad propia, y si aun así fuera de esa manera, no creo que serían capaces de hacerme algo o que de verdad lo deseen – se encogió de hombros.
La gran mayoría se relajaron algo por sus palabras, más aun así siguieron tensos, la marca que tenían en sus brazos les estaba causando un ardor en esos momentos, significando que si revelarán algo él lo sabría, y no sería algo bueno.
Las serpientes asintieron sin ser capaces de decir algo, pero aun así, valorando que alguien no los viera como los demás lo hacían cuando se enteraban: con miedo.
Adhara no tenía miedo de ellos, y se los hacía ver en su mirada, sentían la empatía que ella les brindaba y como en verdad se esforzaba por comprender por qué llegaron hasta ese hecho, sin juzgarlos.
Sino, comprendiéndolos.
•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•
Dejaré está capítulo de 6000 palabras y estás imágenes como ofrenda de paz y me retiraré lentamente...
Psdt: os juro que intentaré publicar uno o dos capítulos por semana.
Psdt 2: ¿Les gustó el capítulo? no saben lo mucho que dude en escribirlo xd
Los ama,
Ale♠
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro