›«No lo es»‹
Omnisciente
Sirius había agarrado una aberración a estar en su habitación.
Desde la salida de Hogsmeade, mucho había cambiado. Las reuniones que antes utilizaban sus amigos para repasar los cursos ahora se trataban de leer, examinar y señalar lo que creían que sucedía. Cada vez que entraba, un nauseabundo sentimiento lo embriagaba, quería comprender la razón por la cual su mejor amigo, a quien consideraba su hermano del alma, había permitido tal locura, pero no podía.
Lo que sus amigos hacían superaba por creces lo que él creía correcto.
Hubo muchas veces en las que deseó desaparecer todas las fotos, apuntes y documentos que habían clavado en una de las paredes que, casualmente, daba frente a su cama. Pero siempre era detenido por James, quien decía una frase que ya le estaba hartando por tan repetitivas veces que la escuchaba.
Solo queremos asegurarnos, confiamos en ella pero... ¿No te has preguntado qué le dicen las serpientes?
Lo que decían las serpientes le llevaba a la misma mandrágora.
Para Sirius, no tenía ningún sentido el cómo se estaban comportando sus amigos, no comprendía por qué ellos habían caído en las redes tejidas por las mentiras de McKinnon. No obstante, estaba seguro que todo esto había iniciado después de la discusión que habían tenido con la leona, esa en la que cuando llegó con su pareja a la habitación, la tensión inundó los cuerpos de sus amigos. Estaba casi seguro, que no solo habían hablado del gusto que la rubia tenía hacia él, como su miope amigo le había dicho esa vez. Tenía la ligera idea de que ella había inventado situaciones que comprometen a su Star con las serpientes aspirantes a mortifagos, como los seguidores de Voldemort habían decidido darse a conocer.
No era tan despistado como sus amigos pensaban, el pelinegro se había dado cuenta que cada vez que estaban en reunión y, él estaba por ingresar a la habitación, quienes se creen unos expertos investigadores comenzaban a esconder cosas.
El grupo de leones, a espaldas del pelinegro, seguían investigando sobre la leyenda.
Era más que claro que tres se negaron a seguir investigando lo que consideraban un cuento. Remus, Peter y Frank habían admitido que jamás buscarían más de esa leyenda que no tenía lógica ni sentido para su persona. Marlene había protestado, pero al ser calmada por Lily, comprendió que si aquel trío no quería investigar sobre ello, estaban en su derecho y no podía obligarlos.
Marlene, a pesar que solo mantenía cortas y formales conversaciones con el grupo de leones, estaba satisfecha de lo que había logrado. Claramente, los leones estaban buscando razones para excusar a Jone de las sospechas que Marlene había lanzado, pero mientras los leones más se adentraban y conectaban las situaciones que la rubia les contaba, estaban abriendo sus ojos y notando que, los sucesos que rodeaban a la serpiente, eran más sospechosos de lo que creían.
Al menos tenían algo claro en lo que respectaba a la leyenda de las grandes. De alguna u otra forma, estas grandes brujas habían logrado pasar los dones que cada una poseía a la hija de la muggle que sacó el libro donde estaba el cuento de "El silencio después del grito", pero, que no se había activado hasta que el don se heredó a otra persona. Si bien, los chicos consideraban de este un don, Marlene pensaba que el nombre adecuado para definirlo sería maldición. Porque, por más que hayan estado descubriendo las maravillas que lograron cada una de las personas a las que consideraban poseedores del don, no evitaba que, prácticamente, perdieran a casi todo ser querido cercano y que, llegada a cierta edad, la cual siempre rondaba desde los diecisiete hasta los veintitantos, estas posibles poseedoras tenían una muerte repentina.
¿Cómo considerar don a algo que posiblemente fuera el culpable de las muertes de las personas cercanas a ti? ¿Cómo considerarlo una maravilla cuando puede acabar con tu propia vida? ¿Cómo, si trae con ella la muerte?
Para Marlene McKinnon, ya era un hecho que Adhara Jone era poseedora de tal maldición.
¿Por qué, si no, habrían matado a Paula? ¿Por qué, si no, ella tenía la marca? ¿Por qué, si no, los padres de la serpiente habían muerto?
La leona era una bruja de sangre pura, por ende, es que tenía primos y familiares en otros países o colegios de Magia y Hechicería. Su primo, uno lejano, sin duda, pero con quien siempre se juntaba en las reuniones familiares, le había devuelto el favor que le debía buscando información sobre la pelinegra, aunque su primo se quiso negar, pues parecía que había congeniado con Adhara, cumplió con su petición porque la sangre siempre sería lo más importante, la familia siempre estaría primero.
Lo que su primo había encontrado, no hizo más que confirmar las sospechas de Marlene. Pero a su vez, un sentimiento de compasión apareció en ella. No le costaba tanto imaginar a una pelinegra de doce o trece años enterarse de la pérdida de sus padres de una manera tan... Dramática. Era por ello, que no mostró el periódico que tenía en su posesión la primera vez que intentó convencer a sus amigos de lo que ocurría realmente con la serpiente. Y, aun teniendo su aceptación nuevamente, además de su seguimiento en la búsqueda de información, seguía debatiendo si sería buena idea, o no, el sacar a relucir uno de los secretos más dañinos que la pelinegra tenía. Pero ya se preocuparía por ello otro día, pensaba, a pesar de que en este periódico aparecía lo que creía ella que era: el nombre que le daban al don de las grandes magas.
Ahora, nuevamente, los siete leones estaban conversando sobre los últimos avistamientos de Adhara con serpientes que no reconocían para nada. Con serpientes, que por su postura hostil y por ser quienes provocaban una seriedad no vista comúnmente en su amiga, suponían que se trataban de seguidores del quien no debe de ser nombrado.
— ¿Estás segura que viste eso, Marlene? — la voz de Alice sacó a todos de sus pensamientos.
— ¿Haremos la misma pregunta siempre? — rodando los ojos, sacó un par de fotos.
Los chicos, de manera rápida, se acercaron a tomarlas para observarlas más de cerca. En estas, la melena negra, de la que ya se habían acostumbrado a ver de espaldas en esta clase de fotografías, se encontraba con un grupo de serpientes dirigiéndose hacia el bosque prohibido, como por el movimiento de la foto podían observar.
— No puedo creer que nuevamente este yendo — susurró James, recordando lo que hace un año había observado.
Pero la habitación estaba en silencio y, para mala suerte de James, su susurro fue escuchado por todos.
— ¿Nuevamente? — pregunta Alice — ¿Cómo que nuevamente? ¿Ya había sucedido esto?
— El año pasado, junto con Sirius — empezó a relatar James — Estábamos volviendo de la broma que hicimos a Gallagher, cuando vimos un gran grupo de estudiantes saliendo del Bosque Prohibido.
— ¿Estaba Adhara con ellos?
— Lo estaba — admitió en un suspiro pesado.
— Pero lo dejamos estar — Peter comentó — Al día siguiente Minnie dijo que había estado con ella ¿Por qué deberíamos de preocuparnos, entonces? — dejó salir una pregunta retórica — Y dijimos, que no se hablaría más de ello — culminó, mirando mal a su amigo.
Peter Pettigrew, se había unido al grupo de leones con la intención de evitar que la odiosa rubia terminara por comerles el cerebro a sus amigos. Había estado fallando considerablemente, pero al menos, se daba el crédito de retrasar lo que en algún momento sucedería.
— Pues parece que ella está incumpliendo las reglas de nuevo junto con su grupito — comentó Marlene despectiva, antes de encogerse de hombros y tomar una de las fotos para, junto con un chinche, agregarla en la parte de avistamientos sospechosos — Fue ayer por la noche, y con este, ya sería la tercera vez que se le ve con este grupo.
— ¿Tenemos los nombres de las serpientes?
— Tan solo cuatro de diez — comunica Frank — Al menos, de los diez que sabemos siempre están presentes, hay otros cinco que varían.
— ¿Lo dejamos hasta aquí? Llevamos ya dos horas — informa Remus, en un intento de terminar con la reunión.
Sí, se había juntado para saber en qué se estaba metiendo su amiga pero, mientras más seguía en la investigación y no lo abandonaba, sentía que de cierta forma la estaba traicionando. Y Remus Lupin no quería hacer eso a quién estuvo con él en sus peores momentos. Además, la mirada que recibía del animago can cuando los atrapaba en sus reuniones, lo hacía sentirse mucho peor.
— Ya está viniendo ¿Cierto? — el de cicatrices asiente ante la pregunta del miope.
— ¿Es necesario hacerlo? — la rubia rueda sus ojos — En algún momento debe de aceptarlo.
— Y hasta entonces, respetaremos su decisión de no querer participar, McKinnon — Peter suelta, defendiendo a Sirius.
— Ya demasiado está haciendo con no decirle nada a Adhara — James admite, causando que todos lo observarán confundido — ¿Qué sucede?
— Desde hace días que ya no la llamas por su apodo — exclamó Lily con cuidado.
James frunce su ceño, intentando recordar algo que desmintiera lo dicho por su pareja. Abre su boca, pensando que algo se le vendría a la mente, pero la cierra al caer en cuenta que su pelirroja tenía razón. Los chicos no saben cómo reaccionar ¿Deberían de sentirse impresionados? ¿Tal vez enojados? ¿Deberían reclamarle por estar dejándola de llamar sabelotodo por suposiciones? La que más clara tenía estas dudas era, como se esperaba, la leona de melena rubia, quien sentía como una sonrisa interna crecía dentro de ella, al saber lo que significaba que James Potter dejara de lado un apodo para quien consideraba un ser querido. Él ya no estaba del todo seguro de considerar a Adhara como una amiga, como alguien de su confianza.
El silencio permaneció mientras que guardaban y terminaban de ordenar los papeles que habían estado utilizando. Cuando se terminó todo, Marlene se retiró de la habitación, aún su presencia no era del todo agradable ni aceptable, tan solo permitían que se quedará en la habitación de los Merodeadores cuando comenzaban las investigaciones, apenas está terminaba, ella tenía que retirarse. No sé lo habían dicho explícitamente, pero los gestos y las palabras formales que los bromistas tenían con ella eran suficientes para comprender el trato silencioso.
— Saben que ella ya está sospechando ¿Cierto? — pregunta Peter, una vez que tanto Frank y Alice se retiraron, dejando solo a tres de los cuatro merodeadores y a Lily en la habitación.
— ¿De qué hablas, Pet? — cuestionó Lily, quien tenía el brazo de James rodeándola por los hombros, confundida.
— De Adha ¿De quién más? — responde él irónico — Ya se está dando cuenta que la evitamos — les comunica.
— No la estamos evitando, Colagusano — niega Remus de inmediato.
— ¿Seguros? Porque las únicas veces que hablan con ella es cuando Sirius está presente o cuando se nos acerca en el almuerzo. Donde, oh... ¡Cierto! Soy el único con quien habla porque la ignoran leyendo — dijo mirando a Remus — O hablando entre ustedes — su mirada se dirige a la pareja de leones.
— ¿Y qué quieres que hagamos, Peter? — James pregunta — ¿Que la tratemos como si nada pasara?
— ¡Exactamente eso quiero! — se exalta el rubio — Todo lo que han estado descubriendo por McKinnon, son suposiciones. ¿En algún momento ella nos ha demostrado que estaría en el bando contrario? ¡Por favor, James! Si fuera así, no seguiría juntándose con nosotros, se están dejando llevar por hechos que no son reales y, si siguen así, temo que algo suceda — admite apenado.
— ¿Algo cómo qué? — pregunta el licántropo, el rubio niega dejando salir un suspiro pesado.
— ¿Tú qué harías si descubrieras que traicionaron tu confianza, Lunático?
La mirada retadora del rubio pequeño desapareció en cuanto un pelinegro entró a la habitación, caminando completamente despreocupado. Al notar el ambiente entre sus amigos solo rodó los ojos, al menos no se había encontrado nuevamente con la rubia de McKinnon.
— ¿Qué sucedió ahora? — cuestionó lanzándose a su cama.
— Nada de qué preocuparse, Chucho —contestó James, minimizando el asunto y dándole una mirada a Peter para que se controlara.
El rubio solo bufó antes de irse a su cama y agarrar uno de sus libros de herbología con la intención de disminuir sus ganas de gritarles y sacarle en cara a James sobre todas las malas decisiones que ha estado tomando, comenzando con la decisión conjunta de seguir a McKinnon.
— ¿Están seguros? Porque siento la molestia de Pet desde aquí — el aludido levantó el dedo del medio — ¡Tranquila, fiera! ¡Yo no hice nada! — se burló, el rubio solo pudo negar con una sonrisa — ¿Ven? Así debería de estar siempre.
Peter le arrojó una almohada en un intento de callarlo, Sirius no la esquivó, solo para tener un pequeño momento dramático, para así, quejarse de lo fuerte que era su amigo y, de paso, sacarle una sonrisa a los demás. Lo consiguió con el rubio, pero los demás siquiera soltaron una pequeña risa, solo se quedaron con una expresión seria.
El pelinegro rodó los ojos antes de devolverle la almohada a Peter y tumbarse en su cama. En cuanto se recostó y miró de frente, pudo observar nuevamente la pared llena de listones y fotos que le daban ganas de destruirlo. No obstante, se sentó en su cama de manera veloz en cuanto notó una nueva foto en su colección de las que tenían de la melena y espalda de su pareja. Frunció su ceño, acercándose esta y, bajo la mirada atenta de sus amigos, la tomó examinándola.
— McKinnon ¿Cierto? — la seriedad en su voz causó que la pareja de leones se tensaran.
— Canuto, sabes bien que lo hacemos porque...
— No confían en las demás serpientes pero sí en Star — murmuró molesto — ¿En serio van a seguir con esa mentira para tener su conciencia tranquila? — cuestionó.
— No es una mentira, Sirius — negó Lily de inmediato — Pero tememos que algo pueda suceder si...
— ¿En serio piensan que ella aceptaría, pelirroja? — pregunta él con decepción.
— No es eso lo que ella quería decir, Sirius — James defiende.
— No, pero es lo que pensaba — dice enfrentando a su amigo con la mirada — ¿No pueden solo abandonar esto? ¡No van a conseguir nada! ¡Porque ella nunca aceptaría estar con él!
— Puede ser tu pareja, Sirius — Remus intenta hablar — Pero eso no quiere decir que sepas todo de ella — el apellidado Black bufa.
— Adhara te cuenta todo ¿No? — James cuestiona — ¿Acaso te ha contado sobre esto? ¿Sobre sus salidas al bosque prohibido con las serpientes?
— No — admite el pelinegro — Pero ese no es motivo suficiente para desconfiar de ella — niega cruzándose de brazos.
— No desconfiamos de Adhara, Sirius — niega el miope.
— ¿Y por eso ya no le dices sabelotodo? — cuestiona. James no sabe qué responder — Si van a seguir con esto, al menos admitan lo que están haciendo — les recomienda, antes de dirigirse a la puerta de la habitación.
— Sirius... — intenta hablar Lily.
— No tienes de qué preocuparte, Pelirroja — la corta estando de espaldas — ¿Creen ustedes que le diría algo que la dañaría? Porque eso sucederá si no cortan con esto — avisa para después salir cerrando fuertemente la puerta detrás de él.
— Y él tan solo es su pareja — los leones ven al rubio — ¿Cómo creen que reaccionaría Dhara? — el rubio, al ver el silencio hacerse presente en sus amigos, vuelve a su lectura.
No, ellos no habían pensado su reacción.
°•°(...)°•°
El pelinegro siguió observando a su amiga por encima de su libro.
Era de noche, y se encontraban en la solitaria sala común frente a la chimenea. Ambos sentados cómodamente, en sillones diferentes, mientras que leían sus respectivas lecturas del día. Era ya una costumbre de ellos el hacerse compañía mutua al leer. Les gustaba sentir que, a pesar de estar entretenidos en la nueva aventura que vivían a través de las letras impregnadas en las hojas, tenían a su lado, a la persona con quien podían comentar sobre ciertos aspectos del libro que les molestaba o alegraba. No obstante, cada vez que cambiaba de páginas, el pelinegro veía, por sobre su libro, a la serpiente que tenía como amiga, estar concentrada en su lectura. Pero, por lo que había estado observando, tan solo había pasado dos o tres páginas en lo que llevaban leyendo. Y eso, era demasiado poco considerando que su amiga era quién siempre comentaba con diversión de lo lento que era leyendo.
— ¿Qué tal el libro? — preguntó, en un intento de sacarla de lo que sea que la mantenía distraída.
No recibió respuesta, Adhara seguía con su mirada perdida en la lectura. Y para Severus, tal acción era otro indicativo que algo andaba mal con ella.
— Adha... — la llamó, volviendo a recibir silencio como respuesta.
Frunció su ceño, esta vez preocupándose por su amiga y, saliendo de su cómodo lugar, se dirigió a sentarse junto a ella, dejando su propia lectura de lado. La pelinegra, siguió sumergida en su supuesta lectura. Y sí, supuesta, porque a través de los años compartidos, Severus había aprendido que si Adhara no hacía muecas mientras leía, era porque en realidad, estaba inmersa en sus dudas.
— ¿Qué tal el libro? — repitió, esperando que al hablar a su lado, dejará su ensimismamiento y contestara su pregunta principal.
Y creyó que había funcionado, porque su amiga parpadeó un par de veces.
— Interesante — pero respondió de manera monótona, como si en trance se encontrara. Ante tal respuesta, Severus observó cómo aún seguía con la mirada perdida en el libro.
— ¿Por dónde vas? — cuestionó esta vez,
— La mitad — mentía, en realidad se encontraba en las primeras hojas.
— ¿Y de qué trata? — preguntó esperando que respondiera emocionada, intentando de sobremanera evitar el revelarle qué sucedía de manera exacta.
— No es tan interesante, a decir verdad — responde, contradiciendo lo dicho anteriormente — ¿Y tú? ¿Qué tal con tu libro?
— En realidad, es algo complejo — respondió, esperando que preguntara más.
— ¿Así? ¿Y por qué? — por más que aparentaba que estaba prestando atención a la conversación, Severus había notado la monotonía en su voz, siendo lo único que necesitaba para saber que ella seguía perdida en sus propios asuntos.
— Trata acerca de un grupo de amigos — la pelinegra asiente, como si lo estuviera escuchando — Pero, uno de ellos tiene unas ideas diferentes a los demás, lo que provoca que, a veces, este personaje se vea afectado por los demás integrantes del grupo.
— ¿Y qué más? — indaga aún en su trance.
— Que este personaje, tiene otros amigos que comprenden mejor sus ideas, sin embargo, ellos y el otro grupo de amigos no se llevan para nada bien.
— No le encuentro lo complicado — murmura.
— Aún no he llegado a esa parte — responde, sintiendo como de apoco Adhara dejaba de lado sus pensamientos para escuchar la historia que estaba creando — Lo complejo es cuando este personaje, empieza a buscar, por sí sola, maneras de solucionar los problemas con sus amigos de diferentes ideales — para este momento, su amiga ya posee su típico ceño fruncido que aparece cuando cae en cuenta de lo que sucede realmente — Pero, ignora a sus amigos de ideas similares y finge que está completamente normal cuando, en realidad, estos amigos saben que no lo está — finaliza.
El pocionista se felicita internamente cuando escucha el suspiro de su amiga y nota como ella cierra su libro, para así poder darse la vuelta y tomar una posición más cómoda para la larga charla que tendría con su amigo.
— Realmente, no sé con exactitud qué sucede con ellos — expresa — Lo más probable es que sean solo cosas mías, pero siento que pasan completamente de mí — el pocionista frunce su ceño ante ello — Comprendo que están teniendo reuniones de estudio con McKinnon, y que por eso, no nos hemos juntado desde hace ya unos cuantos días. Aun así, cuando les propongo reunirnos se excusan con trabajos — la pelinegra suspira — Tal vez exagero, pero siento que se están alejando y no tengo idea del porqué — concluyó, encogiéndose de hombros.
— ¿Sabes qué es lo que pienso? — con una mirada, Adhara lo invitó a que prosiguiera — Que parece como si esos tontos leones se esforzaran en hacerte sentir mal.
— Oh, vamos Sev — exclamó con ironía — Si sabes que dentro de ese grupo está Lily ¿Cierto?
—Y es por ello que lo digo — la mención de la pelirroja no pareció afectarlo — Ella también puede cometer errores. En especial, cuando cree que está en lo correcto y cuenta con apoyo — explica.
— Vamos progresado en lo que respecta a tomatito ¿No? — preguntó con alegría, intentado de cierta forma cambiar la dirección del tema.
— ¿Que puedo decir? — farfulló — Tengo una excelente amiga que me ha estado ayudando en todo este tiempo de ruptura — halaga, sacándole una sonrisa instantánea a Adhara, quien no se esperaba tal comentario.
— Déjame y busco mí cámara para dejar plasmado este momento — actuó como si buscara algo, sacando risas a su amigo — ¡Por fin Severus amargado Snape ha admitido que soy una gran amiga!
— Como si no supieras que pensaba eso de ti — comentó con clara burla en su voz.
— ¡Claro que lo sabía! — alzó sus brazos, dándole más emoción a su comentario — Pero que lo admitas es todo un logro — exclama, conectando miradas con Severus.
— Y de ahí preguntas porque no soy de decir cosas lindas cuando te montas todo un drama cada vez que lo hago — la pelinegra negó sonriendo, soltando un par de risas que hacen sentir aliviado a su amigo por causar que se olvidara de lo que le estaba carcomiendo la cabeza — ¿Ves? — cuestionó a la pelinegra. Ella lo miró confundida, sin saber que quería que notara — Es mucho mejor verte así de sonriente que con esa arrugada cara de preocupación por unos tontos Leones — aclaró, en un intento de volver al tema principal.
— ¿Sabes que pienso yo? — cuestionó, esquivando el tema nuevamente — Que si dejaras la cara de amargado con el mundo que siempre llevas y, tuvieras esa sonrisa que posees ahora mismo todos los días, conseguirías más amigos — señaló, fastidiando en el acto.
— ¿Para qué? Si ya tengo los necesarios — se encogió de hombros con una sonrisa.
— ¡Awwww! ¡Si tienes corazón! — exclamó con ternura.
— Además, si tuviera esta sonrisa todos los días, créeme, varias personas estarían detrás de mí — bromeó, mientras se señalaba así mismo para darse más énfasis.
— ¡Y a mí me dices egocéntrica! — reclamó con gracia — Mírate tú, con un solo halago y ya te crees un rey.
— No, un rey no — negó de inmediato.
— ¿Y entonces qué? — preguntó divertida.
— Un príncipe — respondió seriamente con una postura elegante.
Las carcajadas de Adhara no se hacen esperar. Ella sabe que su amigo estaba haciendo referencia al seudónimo que utilizaba en sus apuntes de pociones.
— Y como príncipe, puedo ordenarle que me cuente lo que le causa pesar en su ser, mí Lady — el tono de voz empleado es elegante, la fémina presente sonríe para seguirle el juego.
— Oh, claro que puede hacerlo su alteza — acepta — Pero sé que respetaría mí decisión de mantenerlo para mí — contraataca,
— Tiene razón — asiente solemnemente — Pero ha de recordar que es mi deber preocuparme por los míos. Sobre todo, cuando se trata de alguien especial como vuestra persona.
— Eres muy adulador cuando quieres conseguir algo, Sev — señala ella, olvidándose del juego.
— Lo sé — asiente él — Pero es solo contigo, Adha — la pelinegra sonrió con ternura.
— Me alegra oír eso. Porque, sincerándonos, no creo que llegues tan lejos con tal palabrería que te cargas — Adhara lo fastidia, él bufa sonriendo.
— ¡Cassiopea! — se queja, pero las sonrisas no se desvanecen — Lección aprendida, no volveré a darte halagos, en especial cuando lo usarás para burlarte.
— Eres el mejor — Adhara admite después de haber calmado sus risas — Lo sabes ¿Verdad?
— Soy el príncipe Mestizo ¿Que esperabas? — responde con fingida altanería.
La serpiente vuelve a reír, y esta vez es acompañada por su amigo, quien se deja llevar por el ameno ambiente que había logrado crear para disfrutar del pequeño, pero especial, momento el cual estaban viviendo. Al terminar sus risas, ambos conectaron miradas. Severus alzó su brazo izquierdo para que la pelinegra se sentara a su lado y así, abrazarla de lado, sintiendo como esta se apoyaba en su cuerpo. Ambos quedaron en silencio por un momento, tan solo escuchando el crujir de las ramas a causa del fuego donde sus miradas se habían perdido.
— De verdad espero que sean los Éxtasis los que los han puesto demasiados paranoicos — murmura después de un silencio, Severus no tiene que preguntar de quiénes estaba hablando porque lo sabe de antemano — Han estado demasiado concentrados en sus propias charlas o en sus lecturas que no han reparado en mí presencia, que parece como si me ignoraran.
Severus asiente, invitándole a que siga hablando porque sabe que eso no es lo único que tiene por decir, mas no la presiona, sabe que es solo decisión de Adhara el contarle, o no, lo que verdaderamente piensa de las acciones de los leones.
— Después de ellos, está este pequeño presentimiento de que algo está mal. No sé exactamente qué es, pero siento como si algo se me estuviera escapando de las manos. Y sí, tiene que ver también con ellos.
— Pero no es lo único ¿Cierto?
— San Valentín se acerca... — murmura por lo bajo.
— ¿No sabes qué hacer con tu león? — pregunta en tono burlón
— No — niega con una sonrisa por el tono de su amigo, sonrisa que desaparece al recordar el motivo — Tiene que ver más con Paula... — admite en un suspiro — Cada San Valentín, ayudábamos a las chicas que se habían olvidado hacer alguna sorpresa a sus parejas o amigos. Hacíamos obsequios personalizados y los vendíamos, así obteníamos nuestros fondos para comprar los materiales y artículos para nuestras bromas.
— Por eso desaparecías hasta antes del almuerzo esos días — menciona recibiendo un murmullo afirmativo de la pelinegra.
— Cada año planeábamos lo que haríamos para la siguiente fecha, pero ahora... — Adhara no puede continuar al sentir como se formaba un pequeño nudo en su garganta.
— No sabes si hacerlo sin tenerla a tu lado — completa Severus por ella. Adhara asiente, sin poder siquiera hablar.
Severus se queda unos minutos en silencio, meditando lo que su amiga le había confiado y pensando en qué soluciones, o consejos, podría brindarle para ayudarla a solucionar las incertidumbres por las cuales estaba pasando.
— Creo que podrías llevar a cabo lo que tenías planeado con ella — hace referencia a la castaña — De alguna forma, estarías dando un cierre a esa tradición y, cumplirás con una de las actividades que ella quería hacer — opina, pensando que sería también una buena forma para que su amiga pueda terminar de cicatrizar la herida que Paula había dejado en ella.
— También me había comentado sobre qué quería regalarle a Remus en este año, iba a ser el último San Valentín que pasarían en Hogwarts y deseaba darle algo especial — confiesa en voz baja, como si al contarle sobre ello, estuviera traicionando el código de gemelas sobre no comentar nada a otros, los secretos que compartían.
— Puedes llevarlo a cabo, al final de cuentas, te ayudaría tanto a ti como a ese león a no sentirse tan vacíos al pasar estas festividades sin ella — recomienda, sabiendo que por más que doliera el recibir un presente de alguien que ya no está, también ayudaría a no sentirse tan vacío por no tenerla.
— Que no se te suba el ego Sev — advirtió la pelinegra mirándolo, para luego comentar — Pero que quede claro, que eres el mejor consejero que puede existir — el halagado sonríe, sintiendo como Adhara lo abrazaba con más fuerza.
Severus correspondió tal efusividad, dejando que su amiga se esconda en su pecho. Él sabe bien que, en ese momento, Adhara necesita tranquilidad y, después de haber estado varios días hostigando su propia persona por las dudas que había confesado, ella merecía tal tranquilidad. El pelinegro besa con cariño la coronilla de su cabeza, brindándole su apoyo como lo ha estado haciendo desde que la conoció en tercero, tal como ella lo habría hecho si la situación fuera a la inversa. Sintiéndose contento y especial por poder devolver, con esta conversación y gestos, el cariño y apoyo que ella le brindaba cada día que transcurría.
Más aún en la mente del pocionista, perdura el hecho que los leones la estaban ignorando y, por más que Adhara buscará excusas para justificar el inepto comportamiento que presentaban sus amigos, no podía evitar preocuparse por lo que pasaría si es que, en realidad, ellos se estaban alejando por los murmullos que había escuchado entre pasadizos.
Severus tenía claro que, si algo pasaba con los leones, causando que su amiga salga lastimada, él hallaría la forma de que se arrepintieran de hasta vivir.
°•°(...)°•°
Cuatro días habían pasado desde la discusión con Sirius. El grupo de leones, que culpables se sentían, habían intentado remendar sus acciones invitando a la serpiente a juntadas cuando ella se sentaba junto a ellos en las horas del almuerzo. Grande fue su sorpresa, cuando ella empezó a excusarse indicando que no podría porque, citando sus palabras, tenía ciertos asuntos que atender con sus amigos serpientes.
Quedaba claro, que mentía.
La verdad era que la pelinegra había estado planeando con mayor precisión los regalos personalizados para el día de San Valentín. Al igual, que había estado concentrada en cumplir con todas las expectativas que su gemela había tenido sobre el último regalo del día del amor y la amistad en Hogwarts que quería otorgarle a Remus. Por último, motivada por haber encontrado a quienes habían intentado hacerle bromas desde principios de años, estaba preparando una respuesta para aquellas bromistas novatas, una en donde aprovecharía para informarles como su gemela y ella hacían para recaudar los galeones suficientes para sus bromas, y de esta forma, esperaba que cuando ella se retirará de Hogwarts, aún quedara algún legado de las gemelas Slyffindor en el castillo.
No obstante, tales mentiras blancas dichas, en los leones causaron más dudas.
— Les ha estado diciendo que se había juntado con sus amigos serpientes pero, en realidad, ha estado desapareciendo en el castillo — recapitula McKinnon — ¿Estoy en lo correcto?
— ¿Cómo sabemos que no se ha estado juntando con Sirius en ese lugar que desconocemos? — cuestiona Remus, aun revisando el mapa.
— Porque Sirius sigue apareciendo en el mapa, sin ella — exclama Frank, viendo el pergamino viejo — Aunque también llega a desaparecer, pero a distintas hora.
— ¿Y eso qué? — Peter cuestiona — Saben bien cómo son ellos, puede que solo lo hagan para que no descubran que están juntos — se encoge de hombros.
— Sirius tampoco sabe a dónde va — murmura James — Él mismo le ha estado pidiendo que deje abandonadas a las serpientes para que se una con nosotros — señala, recordando las conversaciones de los almuerzos.
— Y como siempre, puede que sea todo un plan de ellos — defiende Peter — No sería la primera vez que lo hicieran.
— Como también puede ser que nuestras sospechas sean ciertas y ella está saliendo de Hogwarts a hacer quién sabe qué — menciona la rubia.
— ¿Nuestras? — cuestiona con desagrado el pequeño del grupo — Hasta dónde sé, esas sospechas son solo tuyas, Marlene.
— Si sabes que yo no fui la de la idea, ¿No, Peter? — con una sonrisa victoriosa se defiende, causando que el mencionado ruede sus ojos.
— Deja de fingir no ser quien crea la gran mayoría de teorías sobre Dhara, McKinnon — escupe, notando como uno de los leones se tensa.
El ceño de Peter se frunce por la acción de, quien consideraba, era una persona cercana a Adha. Marlene sonríe al notarlo, y no se permite perder la oportunidad de dejar en claro, al tonto rubio, que ella es quien va ganando en este juego.
— Lily dio la idea — exclamó, bajo los sorpresivos pero neutros ojos del grupo — Según lo que Jone le ha contado, ella sabe cómo salir de Hogwarts sin ninguna repercusión.
— ¿Y en serio van a creer que Dhara sale del castillo para reunirse con quién sabe quién a conspirar contra sus seres queridos? — cuestiona con ironía — Cada vez empeoran más — niega con su cabeza para después quedarse sentado en silencio.
El grupo sabe que no hablara más, Peter había demostrado en todo momento seguir con la idea principal por lo que se habían unido, buscar hechos que defiendan a Adhara en vez que la incriminen. Pero, a diferencia del rubio, los leones tenían una mente más susceptible y por ende, habían caído en la trampa de quién, nuevamente, consideraban una compañera. Peter no le quitaría crédito a Marlene, había empezado por un buen camino y había elaborado un muy buen plan para sembrar la duda y desconfianza en sus amigos a tal punto de que ahora, cualquier acción que Adhara tuviera en relación con las serpientes, sea tachado como una posible conspiración con el quien no debe de ser nombrado.
No sabía si sus amigos eran estúpidos o estaban siendo manipulados, y en su interior, esperaba que fuera el segundo hecho el verdadero.
Aunque supiera que en realidad era el primero.
— Seguimos haciendo conjeturas — Alice interrumpe — Puede que sea cierto lo de Peter o lo de Marlene, pero sea lo que suceda ¿No sería mejor comentárselo a McGonagall? — cuestiona — Si Adhara está abandonando Hogwarts, ella podría darle un alto a esto.
— Si habláramos con McGonagall, ella saldría en su defensa como múltiples veces lo ha hecho — responde Marlene — Además no tenemos pruebas, tan solo conjeturas que ella no considerará.
— ¿Y qué hacemos hasta entonces? — cuestiona Frank.
— Seguimos investigando hasta encontrar alguna prueba que nos diga si en realidad Jone es o no, una posible seguidora del quien no debe de ser nombrado — responde Marlene.
— ¿Y sí en realidad es lo contrario? — el primogénito de los Potter pregunta — ¿Y sí en realidad es ellos quienes la desean pero ella se niega? ¿Y si la están amenazando?
— Entonces ¿Por qué no nos lo diría? — fue esta vez Lily quien cuestionó — Si estuviéramos en problemas, contaríamos con ella para hallar una solución. Si ella estuviera en problemas, sabe que cuenta con nuestro apoyo — comenta sintiendo el peso de las miradas de sus amigos en su persona — Si la estuvieran amenazando, nos lo hubiese contado, porque como sus amigos, sabemos que somos el apoyo y soporte del otro — concluye, dejando una vez más un silencio tenso la habitación.
Ninguno de ellos habla, cada uno digiriendo el pequeño debate presenciado, repasando cada palabra dicha y analizando las posturas de cada integrante. El silencio se ve interrumpido cuando McKinnon comienza a sacar un libro que todos reconocen al instante. Tres de los leones viraron sus ojos al darse cuenta que la rubia, realmente, tenía una obsesión con la leyenda. Pero tan solo es uno del trío, el que se aleja y rechaza estar presente en la segunda parte de investigación que el grupo tenía.
La incertidumbre y las dudas ya habían sido plantadas. Y Marlene McKinnon podría considerarse una de las mejores jardineras al haberlas hecho germinar en menos de una semana. Las enredaderas ya habían crecido y de a poco, más personas iban quedando atrapadas en ellas.
La investigación por la leyenda seguía aumentando sin parecer tener algún fin. Si bien, era interesante el notar la similitudes de las vidas de otras personas y su amiga, a su vez, sentían inquietud por la, rozando, igualdad que existan entre ellas. ¿Cómo era posible que hubiera tanta igualdad si no tenían relación alguna? Solo habría una razón y es que ellas debían estar relacionadas. Uno podría tratarse de un accidente, dos una coincidencia pero tres, ya era un patrón. Y entre todos los datos recopilados, eran más de tres situaciones que se repetían las similitudes. Y es que, aunque Peter lo quisiera negar, él mismo sabía que algo escondía su amiga. Lo supo desde tercer año en cuanto se conocieron en la biblioteca, pero nunca pensó la validez e importancia que tal secreto tendría. Más tal secreto no tenía relación con el quien no debe de ser nombrado.
Porque de ser así, él lo sabría.
°•°(...)°•°
El día del amor y la amistad había iniciado, pero dos alumnas no tenían pensado seguir con las expectativas que ese día demandaba. Aun así, acompañaban a un grupo de amigas de su año, paseándose por el castillo en búsqueda de las personas a las que entregarán los presentes que habían comprado. Pero en un momento dado, la leona junto al águila, habían sentido como algo no les permitía seguir con su trayecto.
— ¿Pero qué mierda...? — cuestionó la Leona, al sentir como hilos invisibles le prohibían seguir su paso, miró a su amiga, notando como su ceño también se fruncía mientras sus manos intentaban coger, lo que supuso era, que eran hilos.
— ¡Esperen, no pasen! — exclamó la águila hacia sus amigas, que venían detrás suyo.
Pero fue tarde y ambas cerraron sus ojos al saber que ellas también deberían de haberse quedado atrapadas entre los hilos.
— ¿Es acaso alguna de sus otras bromas, chicas? — cuestionó la rubia, causando que abrieran sus ojos.
Delante suyo, ambas vieron como el grupo que las acompañaba podían seguir caminando como si nada existiera.
— ¿Qué...? — la águila se mostró confundida — Al parecer no nos salió tan bien nuestra idea, Daiana — comentó dando una mirada especial a la mencionada.
— ¿De qué...? ¡Oh cierto! — cayó en cuenta — Te dije que debíamos de haber marcado donde se encontraba, Paige.
— Ustedes y sus bromas — negó Michelle — ¿No les molesta que sigamos con nuestra búsqueda, cierto? Porque creo que ambas se demorarán en recordar que hechizo les salió mal — señaló divertida.
— Y tienes toda la razón, querida Michi — dio su sonrisa, Daiana, la nombrada negó divertida.
— Nos vemos entonces — se despidió Michelle, siendo seguida por sus dos amigas de curso.
Asegurándose que ninguna de ellas estuviera lo suficiente cerca como para verlas, ambas amigas se dirigieron una mirada preocupada para luego intentar salir de tal enredadera de hilos invisibles. Sabían desde un principio que se habían metido en terreno peligroso al organizar una broma, en especial, a una de las grandes bromistas que había en el castillo. En un principio quisieron fastidiar a los merodeadores, pero, no tendría la misma relevancia que el fastidiar a una gemela Slyffindor. Además, de cierta forma, esperaban subirle el ánimo que se creara una última competencia antes de que ella se fuera, la pérdida de su compañera de bromas debió de ser tan dolorosa que, pensaron las dos amigas, lo predilecto era alegrarla con lo que más le gustaba hacer, bromear.
Unos pasos resonaron detrás de donde estaban, Daiana y Paige pensaron que se trataba de algún estudiante deambulando por el castillo.
— Es interesante ¿No lo creen? — escucharon su voz — Que los hilos tan solo las hayan atrapado a ustedes y no a sus amigas — quien habló se posicionó delante de ellas con una sonrisa.
— Señorita Jone — saludó Paige, intentando mantener la tranquilidad, no como su amiga quien, por más de ser de Gryffindor, sabía que temía hablar con la imponente serpiente.
— Nada de formalidad, chicas — negó ella — Pueden llamarme Adhara o Adha, como ustedes gusten, es un privilegio que solo los bromistas obtienen en el primer instante.
— ¿Bromistas? — cuestionó Daiana — Creo que nos ha confundido de persona, nosotros solo somos...
— ¿Estudiantes de tercer año que cumplen con todas las reglas del colegio? — corta con una pregunta — Daiana, Paige, no es necesario fingir.
— ¿Cómo nos descubrió? — cuestionó esta vez la águila. Paige sabía que no podía negar algo que ya era cierto.
— La magia deja rastros y, si uno no sabe esconderlos a su perfección, puede ser el determinante para atraparlas — respondió ella — Además, no era tan difícil, tan solo tenía que unir puntos sobre qué personas estaban tan atentas a mis acciones y quienes me rodeaban cuando esquivaba alguna broma dirigida a mi persona.
— ¿Nos notó? ¡Pero estábamos bien escondidas! — se quejó Daiana.
— Estar detrás de una pared no hace tanta la diferencia, en especial, cuando unas muecas de decepción pinta sus caras al ver que su broma no surgió efecto — relata ella.
— Pasaban demasiadas personas, debíamos de estar presentes para saber cuándo activarlas — Paige explicó.
— No necesariamente — sonrió la serpiente, rodeando a las muchachas — ¿Lo ven? Los hilos no me afectaron.
— ¿Cómo? ¿Cuál es el hechizo? — quiso saber la vestida de celeste.
— El destinatario, algo complicado pero que con práctica podrán dominar — explicó con una sonrisa — No obstante, antes de eso tenía una propuesta para ustedes.
— ¿Propuesta? — cuestiona esta vez Daiana — ¿De qué tipo? ¿Una guerra de bromas? — quiso saber con emoción.
— No es una guerra de bromas, aunque quisiera, hay temas que ocuparan más mi tiempo si es que ustedes aceptan — explica la pelinegra.
— Quieres instruirnos ¿No es cierto? — la águila recibió un asentimiento de la serpiente.
— Tienen material, tan solo les falta alguien que las guíe. Además, el día de hoy necesitaré ayuda sobre un comercio que, explícitamente, les dará ganancias para financiar sus bromas.
— ¿Hablas de los regalos de San Valentín personalizados? — la pelinegra asintió — ¿Y después de ello, que seguiría? ¿Por qué quieres ayudarnos?
— Porque aunque Minnie lo niegue, extrañará nuestras bromas y las risas que causaban — respondió divertida.
— Es por ella también ¿Cierto? — la curiosidad le ganó, Daiana la estaba dando una mala mirada, más su vista permanecía en la silenciosa serpiente.
— Una curiosidad por el conocimiento digna de tu casa, Paige, pero como toda águila, sabes que es una rama de doble filo — comentó esquivando el tema para sonreír nuevamente — Aun así, no podría negarles lo que cierto es. También lo hago para que sigan con el legado de las Gemelas Slyffindor más no precisamente, el intentar ser como nosotras — respondió Adhara — Anhelo que el castillo siga teniendo este ambiente hogareño y, aunque no lo crean, las bromas siempre causarán risas que son más que apreciadas por todos.
— Y la mejor arma para afrontar el miedo siempre será una sonrisa — murmura Daiana, siendo escuchada atentamente por Adhara.
La mayor sonrió antes de que con unos simples movimientos de varita, Paige y Daiana sintieran que los hilos que las retenían en unas graciosas posturas desaparecieran.
— La decisión recae en ustedes — indica ella — Si han de aceptarla, saben en qué pasillo me podrán encontrar — las muchachas asienten — Y por cierto, son muy buenas bromas que, si no hubieran sido dirigidas hacia mí, hubiesen logrado obtener muchas risas — halaga guiñándoles un ojo para luego retirarse.
La águila y leona se sintieron especiales por tal halago y a la vez orgullosas de sus bromas. Esperaron que la serpiente desapareciera de sus vistas para luego tomarse de las manos y celebrar dando saltitos. A quien tanto admiraban les había ofrecido ser su maestra, que ellas fueran sus pupilas, las había halagado y hasta invitado un acción que netamente era antes de las Gemelas Slyffindor. Por lo que, emocionadas, salieron corriendo hacia la dirección contraria de donde Adhara se había ido, para ir directamente donde se encontraría Michelle y contarle lo sucedido.
Es por ello, que no notaron el brillo en la mirada ni la resplandeciente sonrisa que Adhara tenía por escuchar la felicidad de sus pupilas.
°•°(...)°•°
Los Merodeadores se habían acostumbrado a no contar con la presencia de las gemelas Slyffindor en el día del amor de la amistad hasta la hora del almuerzo. No obstante, pensaban que aquel año sería diferente, porque una de ellas había partido. Tal parecía que la tradición secreta que ellas tendrían no se vería afectada por la falta de una, ya que Adhara no se juntó con ellos en toda la mañana, dejando a sus amigos muy confundidos sobre si pasaría la festividad juntos o se iría con sus serpientes amigas.
Más tres de ellos no podían negar, que lo que más los confundía, era el hecho que Marlene no haya comenzado con sus suposiciones de lo que podría estar haciendo Adhara realmente. Estaban acostumbrados a que la rubia siempre sacara provecho en cada desaparecida de la serpiente, pero en esos momentos, se mostraba más que tranquila sentada a unos cuantos metros de ellos, leyendo un libro acerca de pociones.
Conversaron entre ellos, rieron e hicieron de todo para conseguir información de James y Lily sobre la cita que tendrían en ese día. La comida ya había aparecido y cada uno de ellos comenzaba a servirse lo que consumiría. Los chicos, en cierto momento, también habían aprovechado para hacerle burlas a Frank sobre su cita, que consistiría en un picnic frente al lago negro, comentándole que, en esas épocas, podrían aprovechar y entrar en el lago ya que, al fin de cuentas, estarían solos y podrían hacer lo que quisieran. El sonrojo que adaptó después de los comentarios fue el verdadero motivo de las burlas de doble sentido, todas en relación con que eran muy jóvenes para traer a niños en el mundo.
Pero Frank no fue el único en ser víctima de las burlas, inmediatamente después, Sirius Black había sido, con mayor intensidad, la nueva víctima de fastidiosos comentarios, todas y cada una de doble sentido acerca de su vida sexual activa. Estaba de más decir, que el primogénito de los Black ni hacía amago de negar lo que decían, parecía muy divertido y hasta daba más ideas para que siguieran fastidiando, hasta que, como era usual en ese tipo de conversaciones, todos los chicos le exigían que parara de hacer tal tipo de comentarios porque no querían saber con exactitud lo que hacía en su intimidad.
— Ustedes preguntaron, yo tan solo soy sincero — responde llevando su bebida a su boca con una sonrisa arrogante.
— ¡Eres un chucho asqueroso, Sirius! — gritó asqueado — No puedo comprender cómo es que ustedes pueden... — fingió arcadas.
— Definitivamente Bambi, eres la reina del drama — comentó divertido.
— ¡Y tu un chucho pervertido! — se intentó defender, sacando risas de sus amigos.
— No soy pervertido, tan solo disfruto los placeres de la vida — responde altanero ganándose abucheos de sus amigos.
Las chicas que tan solo oían la conversación, no pudieron evitar soltar risas por la actitud de sus amigos y pareja. Realmente estaban pasando un muy buen día del amor y de la amistad, incluso Remus, estaba que reía sin parar por las tonterías que sus amigos decían. Se sintieron completamente cómodos y en paz, aún sentían la falta de las gemelas Slyffindor, una por quién sabe qué motivos y la otra por ya no estar junto a ellos, pero no evitaba que se sintieran llenos de gozo por tenerse los unos a los otros. Es entonces, que tal cual un estallido, a quién habían estado esperando que se reuniera con ellos dio una de sus entradas que llamaban la atención, corriendo emocionada, se dirigió hacia ellos sin importar que todo el gran comedor la observara, puesto que ya estaba acostumbrada a sus miradas.
— ¡Remus! — gritó, sobresaltando al nombrado — ¡Remus Jon Lupin! — exclamó en cuanto llegó al lado del nombrado — Tu, andando, ahora — ordenó, tirando de él bajo los confusos ojos de los leones que los rodeaban.
— ¿Adha? ¿Qué sucede? — preguntó el castaño.
— ¡Tú solo hazme caso, vamos! — le ordenó tirando de su brazo — No me hagas hechizarte y llevarte en contra de tu voluntad, Rems — amenazó al verlo intentar hablar.
— ¿Star? — Sirius, quien se encontraba sentado frente a su amigo de cicatrices, la llamó con duda.
La pelinegra parpadeó por un instante, olvidándose de la razón por la cual había ido al gran comedor para sonreír divertida soltando el brazo del castaño licantropo. Bajo la vista de sus amigos, estiró su brazo, y con su mano, agarró la corbata de su chico, para así, atraerlo a ella. Estando cerca, sus ojos conectaron y ella procedió a robarle un beso. Ambos estando apoyados en la mesa, escucharon a sus amigos sorprenderse y quejarse por el acto, más Sirius solo se concentró en corresponder a su Star en cuanto reaccionó.
— Nos vemos después Estrella — indicó ella al separarse — Pero necesito darle algo a Remus — explicó en un susurro, aun estando cerca de sus labios.
Sirius asintió, aún sin procesar el repentino accionar de su chica, quien de manera rápida, dejó de sostener su corbata para dirigirse nuevamente a Remus.
— ¡Ahora Remus! ¡Ya, párate! — ordenó ignorando el sonrojo de su pareja — ¡Deja de ser flojo y camina! — lo alzó con sus brazos para luego empujarlo hacia las afueras del gran comedor.
— ¡Ya, ya, ya! ¡Pero deja de empujarme, Adhara! — pidió siendo ignorado por la pelinegra, puesto que lo siguió empujando hasta que desaparecieron del gran comedor.
— ¿No deberías de estar celoso? — cuestionó Frank con un divertido tono de voz.
— ¿Celoso? — repitió el rubio — ¡Frank, eres más ciego que James! — señaló divertido.
— ¡Colagusano! — se quejó el miope — ¡Sé que tienes razón! ¡Pero no, simplemente no! — se quejó, dándole un par de golpes al rubio quien reía.
— ¿Ciego? ¿Yo? ¿Por qué? — su cara denotaba una tierna confusión y Alice sonrió por ello.
— Cariño, no olvides el beso que se dieron — señaló ella con un dulce tono — Además míralo, parece que aún ni reacciona.
La pareja miró al pelinegro, quien tenía una sonrisa que iluminaba su rostro.
— ¿No que eras tú el que la dejaba sin habla? — se burló Frank.
— ¡Esa si estuvo buena, Frankie! — celebró James — ¡Sirius Orión Black Tercero! ¡Haznos el favor y sal de Adhara-Landia! — molestó empujando a su amigo, quien saliendo de sus pensamientos, le regresó el empujón.
Todos estallaron de risa, porque tal parece que Sirius no había medido su fuerza, ya que la cara de James, había terminado sobre el puré que tenía servido, manchándose por completo al instante.
°•°(...)°•°
— ¿Puedo saber a dónde nos dirigimos? — preguntó.
— No — respondió ella.
— ¿Vas a mostrarme algo? — quiso saber.
— No — ambos entraron a un pasadizo.
— ¿Vas a darme algo? — siguió indagando.
— No — un retrato se abrió permitiendo que ellos entraran.
— ¿Puedes responderme con algo que no sea no? — exasperado, Remus se sentía así.
— En absoluto — una sonrisa brotó de su cara.
— ¡Adhara! — se quejó Remus.
— ¡Remus! — se quejó en el mismo tono.
El licántropo negó con la cabeza divertido, aún siendo más grande que Adhara, ella parecía poseer más fuerza que su persona por la manera en la que estaba siendo jalado con gran rapidez entre atajos y pasadizos. Se preguntaba internamente a donde lo estaba llevando, sacando demasiadas teorías sin fundamentos como para enfocarse tan solo en desarrollar una, aunque internamente había una posibilidad de la cual no quería ni pensar porque estaba yendo demasiado bien ese día como para que se deprimiera.
— ¿Has estado respondiendo sinceramente a mis preguntas? — siguió preguntando.
— No — Adhara señaló una estatua que se movió dando paso libre a otro pasadizo.
— ¿Es necesario atravesar tantos pasadizos? — cuestionó al notar que este venía siendo el quinto que utilizaban.
— No — respondió en cuanto salieron del estrecho camino.
— ¿Lo haces para confundirme?
— Puede ser — Remus asintió conforme con su cambio de respuesta.
— ¿Es un lugar que desconozco?
— No — gruñó, sin saber si era realmente una respuesta o si solo Adhara lo quería fastidiar.
— ¡Adhara, sabes que si no tengo la información completa no me gusta ser parte de tus...!
— ¡Llegamos! — anunció alzando sus brazos señalando el lugar.
— ¡... bromas, actividades o lo que sea que harás en este pasadizo! — anunció mientras que observaba el lugar.
Adhara sonrió, esperando a que su amigo cayera en cuenta en donde se encontraban, suplicandole a Merlín que reaccionara como ella esperaba y que no sea completamente distinto a cómo lo había planeado. Remus admiró el lugar por unos segundos, sintiendo que sabía donde se encontraba pero sin reconocerlo del todo, Es entonces que, como si hubiese sido iluminado, miró hacia arriba.
Ahora sabía dónde se encontraba.
— Este fue el lugar donde... — murmuró, sintiendo una sonrisa de añoranza crecer en su rostro.
Adhara suspiró aliviada al ver que no había reaccionado de forma negativa.
— Sí, aquí fue — le confirmó ella.
— ¿Cómo es que tu...? — Remus negó — Ni siquiera debería preguntarlo, siempre se contaban todo.
— Estas casi en lo cierto — apuntó Adhara, Remus bajó su mirada hacia su amiga, quien se encogió de hombros — ¿Quién crees que hizo capaz que el muérdago creciera ese día? — preguntó burlona.
Remus sonrió y Adhara correspondió la sonrisa, sabiendo qué es lo que quería indicarle con tal: Un agradecimiento silencioso, por ser la causante de que pudiera dar el primer paso.
— ¿Por qué me has traído aquí?
— ¿Por qué no traerte aquí?
— Adhara...
— Bien — rodó los ojos divertida — ¿Sabías que siempre planeaba todo con meses de antelación? Era como una manía que tenía cuando un asunto era de gran relevancia, se ponía ansiosa porque todo saliera tal cual lo deseaba y por eso hacía sus presentes con mucho, pero demasiada, antelación — informó.
— Lo sé — admitió él — Siempre, en fechas específicas, me comentaba lo que iba a regalarte por tu cumpleaños o por estas fechas — le informó, ganándose una sonrisa de la pelinegra.
— El año anterior planeó algo especial para ustedes este día — Remus observó a su amiga intrigado — Hogwarts fue donde te conoció, donde se dió el comienzo de su relación — con un par de movimientos de la varita de la pelinegra, una caja apareció — Ella quería darte un detalle, pequeño pero significante, para que lo recordaras.
Remus recibió el regalo con un brillo en sus ojos que alegró a la pelinegra. Había hecho bien, se dijo para sí misma, había valido la pena la búsqueda de los materiales y las horas de desvelo para lograr lo que su gemela había deseado.
El licántropo abrió la caja con cuidado, riéndose cuando un par de corazones de papel salieron como un estallido. Adhara sostuvo la caja cuando sacó el objeto dentro de este, lo examinó, apreciando los detalles de la escena. Sintió sus ojos acuosos cuando notó lo realista que eran las dos personas dentro de la esfera y tan solo pudo ahogar un sollozo en el momento en que vió lo que ocurría cuando agitaba la bola de nieve.
Adhara tenía razón, era algo pequeño, una bola de nieve sin más, pero muy significante, porque dentro de este, se encontraba el mismo lugar donde estaba parado, con la diferencia, que dos castaños aparecían en la escena cuando se agitaba la esfera, chocando en el instante en que sus caminos se cruzaban y dándose su primer beso justo cuando un muérdago crecía sobre ellos.
— Gracias — dijo aún sin apartar su mirada del objeto.
— Quedamos nosotros — comenzó a hablar Adhara — Y estaremos para el otro, hasta el final.
Poniéndose de puntas, la pelinegra se acercó a su amigo, para secar las pequeñas lágrimas que él no había podido retener. Remus asintió, aceptando lo que su amiga decía y atrayéndola a un abrazo, teniendo cuidado con que la bola de nieve no se cayera.
En ese momento, a Remus le importaba muy poco las palabras de la rubia. En esos momentos, Remus había tomado control nuevamente de sus pensamientos, eliminando todos los que McKinnon había implantado. Como una aspiradora, como un jardinero, Remus había quitado cada una de las enredaderas, porque sabía que su amiga no sería capaz de unirse a ellos, porque Adha jamás iría en contra de sus principios o en contra de sus amigos.
En ese instante, Remus reconoció lo mal que había obrado.
Fue, en cuanto terminó el abrazo, que sintió la necesidad de contarle todo a su amiga, pero, al ver de sus ojos salir unas cuantas lágrimas de las cuales se encargó de secar, reconoció que no podía abrumarla más.
Por lo que decidido, después de su largo camino devuelta al gran comedor, donde pudo disfrutar después de tanto tiempo, de una larga y muy divertida charla con Adha, fue que ordenó a sus amigos que debían de reunirse después para darle un fin a todo esto. Darle un fin a aquel tonto pizarrón llenas de notas tontas y de fotografías acosadoras, cambiar nuevamente la razón por la cual se reunían y tan solo preocuparse por los EXTASIS como en un principio tuvieron que haber hecho. Le valió, realmente le valió las palabras de McKinnon en ese instante, le valió que sus amigos intentarán convencerlo, teniendo tan solo el apoyo de Peter, porque Sirius ya había desaparecido para ese momento, que quitaron todo lo que había en la pared, importándole poco que algunas cosas se rompieran.
Era el día del amor y de la amistad. Era el día de la amistad, y tal pared merecía tener un fin ese día, porque era la clara evidencia de la traición que habían cometido en contra de la amistad que la serpiente les ofrecía.
Y fue tan solo después de observar la pared vacía, que Remus se sintió puro.
°•°(...)°•°
La pareja de pelinegros no había perdido tiempo. Siendo ajenos de las palabras de sus amigos, con un par de miradas coordinaron sus actividades. Hablaron sobre cómo había estado su día y qué les gustaría probar en aquella festividad. Exponiendo cada uno de sus pensamientos sin siquiera sentir temor. Podía ser que llevaban recién un año de relación, pero la confianza de decir lo que a uno gustaba sin miedo al prejuicio o rechazo, se había formado a los pocos meses de haberse conocido cuando eran niños. Más ninguno de ellos podía negar que después de haber tenido una separación por casi tres años, la confianza se debilitó. No obstante, en cuanto su rivalidad conoció el fin, se dieron el tiempo necesario para ser sinceros con el otro contándose todo lo que se habían perdido en la vida del contrario, recuperando la profunda confianza.
Dejando su charla por un momento, Sirius abrazó por la cintura a su chica, siguiendo sus pasos. Tal día no querían caminar tanto, así que la habitación de la serpiente había sido su elección para pasar el día. El cómo Sirius pudo entrar a la sala de Slytherin no era un truco complejo, como muchos pensaban, Adhara tan solo había aplicado un hechizo desvanecedor en el pelinegro, convirtiéndolo en un ser invisible ante los ojos de las personas, pero no para los suyos, puesto que ella sentía su presencia aún sin la necesidad de tener que verlo.
Sirius cerró la puerta con una sonrisa, que había aparecido al observar como su pareja se lanzaba directamente hacia su cama, dejando salir un suspiro relajado por, lo que supuso, la comodidad de descansar después de haber atendido a quién sabe cuántas personas en el pequeño emprendimiento que tenía. Gateando por la cama, se acercó a ella, admirandola en cuanto a la altura de su cabeza llegó. Adhara estiró su mano, acariciando su mejilla y disfrutando del rostro relajado de su pareja, sintiéndose en calma por estar con la persona perfecta, con la persona indicada.
Porque hoy era el día del amor, un día en el que todos buscaban estar acompañados con quien consideraban la persona para su vida, un día en el que todos buscaban los regalos de agradecimiento ideales para quien los apoya en todo momento, un día en el que todos buscaban compartir el sentimiento de ser amados. Y ellos, en todo sentido de la palabra, procedieron a demostrarse su afecto a través de sus gestos.
Dejándose llevar por la pasión que como amantes sentían.
Se querían, y no había necesidad de decirlo en voz alta cuando sus labios se fundían en la vehemente contienda que sus lenguas protagonizaban. No había necesidad cuando las palabras se convertían en gemidos y jadeos.
Se amaban, y no había necesidad de aclararlo cuando sus ojos se conectaban para jamás separarse, cuando las puertas a sus almas aceptaban con gusto ser expuestas, sin preocuparse el ser reveladas a su amante.
Porque cuando en cuerpo y alma se juntaban, ellos renovaban sus votos.
Votos donde se otorgaban, votos donde se adherían, votos donde se aceptaban.
Votos que solo ellos se dedicaban.
°•°(...)°•°
— No, no podemos hacer eso.
— ¿Por qué no?
— Simplemente no.
— Así podrías demostrar la veracidad de tus palabras.
— Si... No lo creerían.
— Oh vamos, sería perfecto, así lograríamos que él se nos uniese.
— Por más que suene un buen plan, tiene sus defectos.
— ¿Y esos son?
— Tu, cariño.
Sirius bufó ante su respuesta, echándole agua en su dirección a modo de venganza, más las risas de su Star invadieron la habitación y, por más que lo intentará ocultar, una sonrisa brotó de sus labios. En la tina del baño de la fémina ellos se encontraban, después de haber estado acurrucados en la cama recuperando la respiración pausada cotidiana, supieron que debían seguir con la actividad que los hacía sentirse aún más unidos después del acto de los meros amantes. Era casi como un ritual para ellos, uno al que jamás considerarían cambiar o romper, porque eran momentos como estos, en el que las dulces acciones tomaban más relevancia que las apasionadas, tan solo porque ambos sentían que de esta forma, la conexión que tanto adoraban se fortalecía.
— ¿Por qué no lograríamos que Regulus pudiera mudarse con nosotros? — cuestionó, pasando sus manos por la cintura de su chica y abrazándola — Sería lo más adecuado si no deseamos que nos persiga como la vieja loca que es — explica su punto.
— Estrella, simplemente no podrías fingir por tanto tiempo ser el estigma de sangre pura que tu madre tiene como ideal — explica ella, relajándose y apoyándose en el contrario, las miradas de ambos se conectaron cuando miraron al lado — Sabes bien en qué lío me metí en el almuerzo familiar, si tan solo notan que no es cierto lo que dije, has de saber lo que tu señora madre puede hacer.
— Sigo pensando que sería una buena opción — la pelinegra solo puede negar — Pero sabes bien que si no te parece bien, podemos buscar alguna otra opción de la cual estemos ambos de acuerdo — menciona, recibiendo un par de besos de su chica.
— ¿Sabes? Haberlos encerrado en esa habitación fue de lejos, una de las mejores acciones que pude haber hecho este año — comentó, pasando su mano por el cabello de su chico.
Sirius tan solo negó, queriendo ocultar la alegría que su cara delataba. Si bien estaba de acuerdo con su chica, aún recordaba que en el primer día ni él ni su hermano habían entablado una sola conversación que no incluyera insultos y comentarios despectivos hacia el otro. Había necesitado de pasar una noche entera y de una advertencia de la pelinegra, la cual oyeron detrás de la puerta porque no parecía ceder a abrirla ni siquiera un momento, donde les decía que podrían quedarse allí por toda una semana si es que no solucionaran sus problemas, para que cambiaran su actitud. Fue casi de manera instantánea, recordaba Sirius, los dos hermanos compartieron miradas y fue Regulus quien comenzó una conversación tranquila, comentando lo aterradora que podía ser su chica cuando se lo proponía. El mayor de los Black había asentido estando de acuerdo, más al instante sacó a relucir alguna que otra cualidad de Adhara, y así, entre serpiente y león, empezaron una tranquila conversación, de la cual no se dieron cuenta hasta que no tuvieron más temas de qué hablar.
En cuanto ellos se permitieron hablar con sinceridad, dejando de lado todas las supersticiones e ideas que tenían del contrario, escucharon claramente un sonido proveniente de la puerta, pero no le prestaron atención y siguieron conversando, arreglando sus problemas, disculpándose con el otro, explicando sus motivos y narrando lo mucho que habían extrañado al otro.
Sirius recordaba bien, que un silencio se formó después de haber soltado todo lo que tenían que decir al otro, y siendo sincero, él no tenía ni la menor idea de qué hacer. Por lo que, justo antes de que hiciera alguna broma como era común en su persona para combatir los silencios, Regulus, su pequeño, y querido, hermano, se lanzó a abrazarlo. Sirius recordaba la sorpresa que lo invadió por la acción, y por unos segundos, no supo qué hacer hasta que, como acostumbraba hacer cuando aún vivía con su madre, devolvió el abrazo por unos segundos para luego desordenar el largo cabello de su renacuajo.
— Sigo diciendo que debería de aprender a respetar la intimidad de la pareja — comentó, para después comenzar a quejarse porque su pelinegra había dejado de jugar con su cabello.
— Ustedes dos, son de las personas más celosas y competitivas que he conocido — exclama, recordando como el par de hermanos peleaban cada vez que tenían oportunidad sobre a quién le daba más atención. Y, dejando de dar la espalda a su chico, se posiciona frente a él.
— Pero amas a esas dos personas celosas y competitivas — declara Sirius con una sonrisa coqueta.
Adhara niega divertida, para sentarse a horcajadas a él y asentir, rodeando el cuello del pelinegro con sus brazos y comenzando de nuevo con el jugueteó hacia el cabello negro de su pareja.
— Y sobre todo, prefieres a mi persona — Sirius suelta una carcajada al recibir un chorro de agua, cortesía de su tan apreciada pareja.
— Chucho celoso — comenta Adhara, negando con una chispa en sus ojos al ver como Sirius intentaba poner hacia atrás su cabello mojado, fallando en el intento por los mechones rebeldes que posee.
— Debería de cortarlo — la fémina de inmediato niega para comenzar a peinar con sus dedos el cabello de su chico.
— Ni te atrevas — amenaza — Te lo he dicho varias veces, yo lo adoro — informa peinando la melena del contrario.
— Está demasiado largo — se queja Sirius rodando los ojos, aunque internamente gustoso de las caricias de su pareja — Y tengo que amarrarlo cada vez que lo hacemos.
— Y yo lo adoro — repite ella, con esa sonrisa especial — Deberías de ser capaz de verte mientras te amarras el cabello, es una escena digna de apreciar — señala manteniendo esa sonrisa.
Sirius tan solo le hecha agua, recibiendo una mirada incrédula de su chica.
— Yo te halago y tu me mojas, vaya relación — bufa en son de broma, el pelinegro sonríe para tomarla de su cintura, acercandola para así poder besarla.
— ¿Satisfecha? — murmuró sintiendo como sus labios rozan con los de su chica.
— Mmm... yo creo que no — responde ella, en un susurro seductor, para luego conectar sus labios con los de su chico, quien no demoró en devolverle el beso.
Sonrieron, no tenían que ver al contrario para saber que habían sonreído entre medio del dulce y lento beso. No iban a llegar a más, ambos lo sabían, más siempre daban una gustosa bienvenida a las muestras de afecto físico, en especial cuando se trataba de aquellos picoteos y jugueteos que tenían permitido tan solo para ellos. Al separarse soltaron pequeñas risas, para luego continuar bañandose juntos entre afectos y charlas.
Mientras Adhara lavaba el pelo de su pareja, masajeando de paso su cabeza para que se relajara, hablaban sobre su casa, sobre las fotos que pondrían y qué muebles tendrían que cambiar o ubicar. También charlaron sobre los gastos, ambos sabían que tenían la solvencia económica suficiente para vivir bien por las herencias familiares, no obstante, eso no evitaba que pensaran en qué trabajarán para así no solo depender de lo heredado.
Lo que los llevaba a otro tema, y mientras Sirius imitaba la acción de Adhara, siendo él quien ahora lavaba el largo cabello de su pareja, hablaron sobre las opciones que esta misma tenía para su futuro. Por lo que comentaba, las charlas con McGonagall la dejaban con más dudas que soluciones. Podría hablar con su propio jefe de casa, de hecho Sirius sabe que lo hizo, no obstante, este mismo parecía tan solo pensar en que carrera Adhara podría obtener mejores amistades y una más que elevada posición. Por lo que, sin duda alguna, McGonagall parecía ser la mejor opción para que su chica pudiera resolver sus dudas.
— ¿Qué dirías si escogiera alguna profesión muggle? — cuestiona Adhara con los ojos cerrados.
— Que espero y el aburrimiento que poseen no sea contagioso — bromeó el pelinegro provocando una sonrisa en su chica — Sabes que, sea lo que elijas, te apoyaré cariño.
— ¿Y si decido el baile? Ese tipo de baile — fastidió la serpiente, sabiendo la respuesta que diría el león.
— Sería el primero en comprar todas las entradas.
Adhara río por su comentario, era notorio que adoraba molestar a su chico con tal de ponerlo celoso, adoraba en todo el sentido de la palabra la gruesa voz que poseía cuando lo hacía. Se giró un poco para darle un beso, antes de empezara a refunfuñar. Pareciera ser que se demoró demasiado, porque Sirius esquivó su acción, sacando más risas en la pelinegra. Ella, sin darse por vencida, empezó a dejarle besos por toda su cara, llegando al lugar donde sabía que sí o sí reaccionaría, y no estaba equivocada. Al besar en su barbilla y luego en su cuello, el pelinegro la alejó para empezar a mojarla. No sintiéndose para nada ofendida con la reacción, siguió el juego y también empezó a lanzarle agua, a tal punto de que llegaron entre risas a una pelea de quién podía sumergir al otro.
Sosteniendo los brazos de su pareja a la altura de sus rostros, sonrieron para luego, dejarse llevar, y empezar un beso, Aprovechando la concentración del acto, Sirius dejó que ambos cayeran a la tina, ganando así la pequeña competencia que habían iniciado. Adhara separó sus labios por la sorpresa, y pudo ver la amenaza, al igual que la diversión, en sus ojos, por lo que antes de que dijera algo empezó a besar su cuello. Sintiendo las vibraciones de sus cuerdas vocales en el momento en que soltó un susurro con su nombre que lo hizo sonreír.
Beso cada parte que tenía al alcance, dándose el momento de apreciar el cuerpo y piel de su Star, deteniéndose en el lugar que bien sabía que no era del todo agrado de su chica, en un intento de hacerla convencer que a pesar de que lo tuviera seguía siendo hermosa, que seguía siendo una mujer maravillosa. Su Star tampoco se quedó detrás, porque mientras demostraba con besos su cariño, ella le dedicaba suaves caricias junto a cálidos susurros que explicaba cuanto lo adoraba, cuán agradecida estaba con él.
Porque aún después de haberse unido en cuerpo y alma, era común en ellos ansiar más de lo que para todos es suficiente, de ansiar más encuentros, más sentimientos, que solo existan para ellos.
Porque se sentía real. No era solo la pasión lo que los unía, no era solo la confianza, ni el tiempo que se conocían. Se sentía real, porque era el amor lo que los unía.
Porque cuando dos estrellas colisionan, lo único que nos queda a los mundanos, es apreciar la maravilla concebida.
°•°(...)°•°
De manera rápida el tiempo pasó. Entre las reuniones de estudios y las juntadas que tenían con Adhara después de haber llegado al acuerdo de que todo lo relacionado con el que no debe de ser nombrado tendría que ser olvidado, en un solo parpadeo estaban comenzando un nuevo mes. En todo febrero, ninguno de los leones hizo comentario alguno sobre la investigación. Los leones parecían no poseer la valentía que se exigía para pertenecer a Gryffindor, puesto que ninguno de ellos se consideraban lo suficiente fuertes para afrontar la reacción de Adhara ante la desconfianza que por un momento sintieron, que por un momento de debilidad siguieron. Simplemente y en un acuerdo, decidieron que no se volvería a hablar, pensando que de esta forma esa etapa de dudas desaparecería.
Estaban arrepentidos, de verdad que lo estaba, es por ello que buscaban ser perdonados sin decirlo. Así que, cada vez que tenían algún tiempo libre, se juntaban con la serpiente para compensar el tiempo que se habían alejado de ella por las dudas. James nuevamente volvió a usar el apodo que había creado a su amiga, Lily había vuelto a reunirse con ella en el lugar de siempre para conversar sobre sus posturas ante sucesos del mundo muggle. Frank y Alice habían vuelto a ser parte de las conversaciones y bromas que la pelinegra orquestaba en contra de los merodeadores, siendo el primero un defensor de los bromistas mientras que la segunda era un apoyo para la chica. Las cotidianas caminatas para conversar sobre todo lo aprendido en el día y también la aceptación de su persona habían vuelto a incorporarse en las actividades de Remus.
Los únicos que culpables no se sentían, más estaban alegres de tales acontecimientos, eran los dos merodeadores restantes: Sirius y Peter.
Este último jamás había dejado de juntarse con Adha en las biblioteca para un repaso de estudios junto a otros alumnos de diferentes casas. Por más que se presentaba en las reuniones que McKinnon mayormente lideraba, no abandonó a su amiga más íntima por tonterías de una obsesionada rubia. Y bueno, Sirius jamás había estado de acuerdo con las acciones de sus amigos, aunque se había vuelto un cómplice al no haber hecho mención alguna a su pareja.
Pero nada de eso importaba, al menos por esas fechas ya todo había sido olvidado.
Nuevamente la tranquilidad habían aparecido en los leones, una que tan solo se veía interrumpida cuando las preocupaciones de los estudios aparecían. Y una tranquilidad que aumentó aún más después de la gran fiesta que montaron por el cumpleaños de Remus, la cual se volvió por la madrugada: una pequeña pero divertida reunión en la habitación de los merodeadores. Esto debido a que, por más que ellos ya no tenían dudas, los integrantes de su casa seguían siendo los mismos prejuiciosos de siempre. Pero nada de eso pareció afectar a la serpiente, quien realmente se encontraba contenta por ya no sentir que el grupo de leones la estaban alejando.
Por ya no sentir que estaban desconfiando.
Así que ahora, después de unas largas clases de pociones, la pareja de leones se decidió por dejar a su grupo de amigos y dirigirse a pasear por el castillo. Ya no tenían más clases y tan solo se tendrían que preocupar por la reunión que tenían con sus amigos para hacer conjuntamente algunas actividades que habían dejado para la siguientes clases.
Entraron en uno de los salones que no utilizaba, sintiendo que en ese lugar podrían tener más intimidad que en un corredor del castillo. Comenzaron a conversar y no se podía negar que los pequeños besos habían comenzado a ser más largos e intensos.
Pero ellos se arrepentirían de no haber seguido caminando por los pasadizos. Ellos se arrepentirían de haber escogido tal salón y no otro.
Ellos lo harían, cuando tres personas entraron al mismo salón.
Y se escondieron para no ser descubiertos.
Escuchando lo que no deberían.
°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°
12 352 palabras
¿Me perdonan por desaparecer por dos meses completos?
¡Les juro que si he estado escribiendo! Pero es que se me venían ideas de lo que sucederá mucho más adelante. Créanme, he estado planeando con exactitud lo que se va a dar a continuación.
¿Cómo que se arrepentirán? ¡Los problemas nos persiguen!
¿Podemos hablar de la amistad de Severus y Adha? En lo personal, amo.
¿O de la lealtad de Peter? ¡Perdonenme por no poder odiar al Peter chikito!
¿O sobre su último comentario? Eso sí que dice muchas cosas...
Hay tanto por comentar de este capítulo, pero creo que sería una nota de autor demasiado larga, pido perdón de antemano.
Es por eso que estoy organizando mi tiempo para poder hacer lo posible por estar activa en la cuenta de instagram, sip, ya está creada aunque aún no he publicado nada xD. La cuenta está con el mismo usuario: PassionistRead
Por cierto, ¿Qué opinan de la escena Adharius?
Es por esa escena que me demoré la vida en publicar este capitulo, era lo único que me faltaba redactar y aún no estoy del todo convencida de cómo quedó * iora *
De todo corazón, espero que todos esten bien y deseo que tengan un maravilloso día. Recuerden que son personas hermosas. Cuidense mucho, cumplan con las medidas de prevención ante el covid que cada gobierno ha implementado. Y no se olviden de tomar awita, porfa.
Mucha suerte en todo, les irá genial✨
Los quiere y ama,
Una Slytherin,
no tan Slytherin
Psdt: Puede que dé algunos avances en insta owo
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