›«La Semana»‹
Omnisciente
Mantuvo su caminar despreocupado sin importarle las miradas y comentarios que tras cada paso se creaban. Desde sus primero años, y por las bromas que junto a sus amigos creaban, él se había convertido en un personaje esencial de la gran mayoría de rumores que el castillo comentaba, en especial, sobre los que lo relacionaban con otras personas. Realmente, las opiniones de los demás sobre él le llegaban, más ahora, cuando el rumor que se había aceptado ese día— lunes para ser precisos— estaba muy lejos de la realidad.
Engañarla...
Tan solo pensar en la palabra le generaba un disgusto inmediato. No, Sirius no podía verse brindando las mismas acciones de afecto a otra persona que no fuera ella, la sola idea le transmitía arcadas. Él sabía, con claridad, que jamás podría dedicarle tan siquiera una mirada, a otra persona, como las que le regalaba a ella. Él reconocía que no sería capaz de estar con otra persona cuando la amaba.
Porque realmente lo hacía.
Sirius había caído por ella desde mucho antes de que lo llegara a aceptar.
Toda buena relación comenzaba con una amistad, y él la llevaba conociendo más de la mitad de años que tenía con vida. Llevaba siendo su amigo y confidente desde mucho antes que entrara a Hogwarts. Durante más de diez años, ella diariamente lo acompañaba, ya sea de manera física o en sus pensamientos, no había forma de escapar de ella ni tan solo un día. Y no, él no creía que se trataba de alguna obsesión, lo que sentía no podía deberse a eso. Porque lo primero que hacía al despertar, era buscarla y no podía evitarlo, era un instinto, realmente se había transformado en un acción que debía hacer para comenzar bien su día. Sirius se había acostumbrado a despertar sintiéndola a su lado, teniéndola entre sus brazos, abrazándola de la misma forma en que ella lo hacía. Y francamente, no podía pensar en otra situación donde despertara y no tenía su compañía.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando tomó el último atajo para poder llegar al destino que había elegido.
No se creía devoto, pero en esos momentos rezaba porque cualquier gran mago, que estuviera dispuesto a escuchar las plegarias de un desesperado adolescente, le permitiera la entrada al lugar al que se dirigía. Que le concedieran el acceso a la estancia que fue testigo de los incontables e idóneos momentos que la pareja había tenido. Poder ingresar al lugar donde sus preocupaciones se extinguían y solo dejaba en su persona el vivo deseo de impregnarse de su presencia.
Sirius tendría sus razones para no ser devotos, y esta ocasión, sería una de ellas. No creyendo que no podía entrar a su lugar, él retrocedió unos pasos antes de volver a pasar con la esperanza de que el cuadro se abriera, como muchas otras veces había sucedido, sin embargo nada sucedió. Negó, acercándose al cuadro y tomándolo de los lados, intentándolo moverlo o abrirlo a la fuerza. La piel de sus manos cogieron un tono rojizo por la fuerza empleada, el sudor empezó a apoderarse de su frente y la sensación de angustia conquistaron su ser.
No podía, no podía ser cierto.
Apoyó su frente en el cuadro, dejando salir el suspiro que suplantó al sollozo. Absteniéndose a la posibilidad de ingresar al lugar donde él sabría podría obtener una charla con ella.
Y como una luz, los sucesos el día del amor y la amistad del curso anterior se hicieron presentes. Existía otra forma, otra manera de entrar, no obstante solo podría intentarlo cuando la oscuridad reinara sobre los cielos. Porque era cosa de ellos, recordó, ser estrellas que solo brillaban en el profundo cosmos de la intimidad.
— ¡James! — llamó cuando lo encontró entre los pasadizos en compañía de sus demás amigos, la pelirroja y castaña.
— ¿Qué sucede, Canuto? —quiso saber con voz preocupada, haciendo conjeturas sobre los problemas a los que se podría haber metido en menos de unas cuantas horas.
El grupo de amigos lo miraron pasmados cuando escucharon la petición del pelinegro, no comprendiendo las razones por las cuales necesitaría tal objeto en consideración a las circunstancias a las que se estaban enfrentando.
— ¿Qué tú necesitas, qué? —cuestionó sin salir de su estupor.
Sirius rodó sus ojos, James solo podía observarlo como si estuviera a punto de colapsar.
— Tu escoba — repitió — ¿Puedes prestármela esta noche o tendré que hacer uso de una de las de...?
— ¡Ni te atrevas a utilizar una de las de Hogwarts! — James lo interrumpió exaltado con una preocupación que salía cada vez que sus amigos planeaban hacer algo que él consideraba de extremo riesgo —Menos las que prestan para los que no son de primer año, son las más defectuosas que pueden existir y realmente no entiendo porque Dumbledore no las renueva a pesar de mis múltiples quejas sobre ellas.
— Bien, gracias por prestarme tu escoba entonces, Bambi — sonrió el pelinegro.
— Solo intenta no devolverla con pulgas, chucho. Demasiado tengo con darle mantenimiento como para tener que preocuparme por despulgarla.
— Lo que tú digas, Bambi — respondió y James asintió conforme con su respuesta.
Ninguno hizo preguntas sobre qué uso le daría a la escoba y Sirius lo agradeció. Simplemente no tenía los ánimos suficientes de crear una historia para evitar contarles sobre su lugar y las formas en las que conocía para entrar, Sirius ya no estaba de ánimos para dar más mentiras.
Ya estaba cansado de ocultar cosas.
Para su suerte, el tan temible EXTASIS que tuvieron ese día no fue tan terrible como todos los profesor lo maquillaron. La prueba estuvo tan fácil que pudo aprovechar que ella se encontraba a un par de asientos frente suyo para poder admirarla. Si Sirius fuera sincero, diría que no sintió el examen pesado porque tras cada pregunta que completaba, la veía. No con intención de copiarse de las que, él estaba completamente seguro, se trataban de unas perfectas y muy fundamentadas palabras que escribía con la elegante, pero desordenada en algunos casos, letra que poseía. Sino, con la intención de asegurarse que se encontrara bien, o al menos, que aparentara estar estable.
A comparación de sus amigos, en específico de Remus y Lily, Sirius no sentía ninguna preocupación por las notas que obtendría después de los EXTASIS. Confiado que obtendría la calificación necesaria para culminar sus estudios y poder ser aceptado para prepararse como auror, la única preocupación que poseía era encontrar una solución.
Conversar, discutir, pelear, rogar... Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para poder arreglarlo. Nunca se había sentido tan desesperado o angustiado por reparar algo, jamás había sentido tanta presión desde que su señora madre descubrió la debilidad que tenía con Regulus, amenazándolo que si su comportamiento no era el adecuado ante una reunión familiar, él ya no podría interponerse entre las muestras de afecto — como lo había apodado irónicamente — y su hermano.
La tenía cerca y no sabría a qué profesor tendría que brindarle su eterno agradecimiento por la organización de los asientos, solo sabía que agradecía poder tener un buen lugar para mirarla. Oh, y también para aprovechar de poder comunicarle que necesitaban hablar, que él necesitaba de esa conversación. Porque lo sentía, sentía un tirón en su ser cada vez que la veía a lo lejos sin poder acercarse como estaba acostumbrado, de verla interactuar de manera afectuosa con sus cercanos amigos sin ser él quien podría recibir tales afectos. Porque verla allí sentada, revisando las respuestas que había terminado hacia unos veinte minutos por si había cometido alguna falta ortográfica, Sirius sintió un vacío, un vacío al saber que después del EXTASIS no podría acercarse a ella de inmediato, rodeando con sus manos su cintura, apegándolo a él para poder ocultarse en el que consideraba su lugar seguro, sintiendo las risas o quejas que podría dar, mientras le susurraba lo increíblemente encantadora que durante todo el examen se vio, advirtiéndole que si no aprobaba tal prueba sería su culpa.
— El tiempo ha culminado — el pergamino que tenía en su mesa salió volando hacia el profesor, al igual como los de los demás estudiantes.
Escuchó quejas, peticiones de unos segundos más, risas de otros y suspiros de alivios por algunos, no obstante, todos sus sentidos seguían pendientes a solo una persona.
Había sonreído satisfecha, casi rozando con la sonrisa de egocentrismo que ella poseía, claramente demostrando la seguridad que tenía sobre su examen. A comparación de los demás, se concentró en tapar la tinta que había estado utilizando, al igual que limpiar la punta de su pluma, antes de meter estos objetos en su pequeña maleta negra. Se concentró en este objeto por un momento, esperando encontrar los parches que una vez le había agregado en un momento de pleno aburrimiento. Alivio recorrió por su ser cuando vio que se mantenían intactos en la mochila. Bien, tal hecho podría considerarse como que no lo odiaba, Sirius quería creer. Se paró de su asiento, notando como ella también estaba por hacer lo mismo, e interpretó la situación como una oportunidad de, al menos, poder tomar de su mano y poder compartir miradas. Sabía con claridad que en el momento en que conectara con aquellos amarronados ojos que lo dejaba anonadado, ella comprendería todas las emociones por las cuales estaba atravesando y, se aferraba, le daría la oportunidad de compartir palabras.
Lo mentalizó y hasta juró que podía verlo, la forma en la que ella le dirigiría una mirada molesta a causa de su atrevimiento de tomarla de una manera tan brusca, se vería sorprendida por su seriedad, hasta que cayera en cuenta lo que él quería decirle. Probablemente ambos se perderían en una de las íntimas conversaciones que entre gestos podían tener, probablemente después de todo, su relación no debía de retroceder entre las etapas que tanto les había costado retener.
Sirius se congeló en cuanto observó su sonrisa.
No, a él lo obligaron a desertar de sus planes cuando, como una estampida, las serpientes compañeras de su chica se acercaron a ella para comenzar a atarearla con sus pensamientos sobre la prueba. Indirectamente, la alejaron de él, llevándola hacia la salida del Gran Comedor que se había remodelado para las pruebas de fin de curso.
Suspiró y con su cabeza gacha, dio media vuelta, tomando su fingida postura despreocupada para alcanzar a sus amigos e infiltrarse en la que parecía ser una entretenida charla de comparar respuestas.
Sin darse cuenta que, de entre la multitud, pedía que la sacaran.
°•°(...)°•°
La noche había llegado. No queriendo que por algún motivo sus amigos lo persiguieran, tomó el mapa del merodeador. Y sabiendo que existía una posibilidad de ser atrapado por uno de los profesores o estudiantes que se encargaban de vigilar que ningún alumno se encontrara fuera de su cama, tomó la capa de invisibilidad de su amigo. Con ambos objetos, junto a la escoba que le habían prestado, salió de su habitación, y por consiguiente, de su sala común.
En un lento movimiento, con intención de no despertar a la Dama Gorda, cerró la entrada de la sala común de Gryffindor. Asintió para sí mismo antes de comenzar a bajar por las escaleras, estas cambiaron de dirección en el momento en que pisó una de ellas. Sonrió inconscientemente ante el recuerdo del escape de su fiesta, donde al igual que esta vez, la misma escalera comenzó a moverse mientras que, junto a su chica, ambos bajaban. Él recordaba cómo entre risas, la había detenido por un comentario que soltó, antes de atraerla hacia él y compartir uno de los tan ansiados besos que habían compartido esa noche.
El choque que la escalera dio cuando llegó a su lugar lo hizo reaccionar. Alejándose de sus recuerdos, comenzó a caminar con pasos rápidos hacia la torre de astronomía, utilizando la mayor cantidad de atajos que conocía y revisando en cada uno de ellos el mapa del merodeador para evitar a quien podría ser un obstáculo a su plan.
Llegó sin mucha complicación hacia las escaleras de la torre, no tuvo más que subir por ellas de manera cauta para no emitir sonido alguno. Al menos lo hizo en las primeras quince, después de ellas, por culpa de la inquietud que sentía, comenzó a subir a manera veloz, olvidándose que el ruido podría ser un factor para que lo atraparan.
Tomó un poco de aire mientras se acercaba a la ventana, sintió la brisa chocar con su rostro y se maravilló como muchas otras veces de las vistas que Hogwarts podría ofrecer. Pero no era la ocasión para quedarse perdido entre sus pensamientos, él deseaba que al finalizar el día, podría conseguir la maravillosa vista a la que estaba acostumbrado de observar tanto en las noches como en las mañanas.
Se paró en la ventana y saltó.
Sintió el viento chocar contra él y el vértigo que la caída le producía, antes de empezar a volar gracias a la escoba que su amigo le había prestado. A comparación de la primera vez que había llegado hacia su lugar, Sirius no treparía por la torre para después caminar por el tejado, todo para poder llegar hacia la ubicación donde la otra entrada que conocía se encontraba, esta vez utilizaría de la escoba para facilitarle las cosas.
Voló hasta llegar al tejado donde su chica había saltado, dejando que la gravedad hiciera su trabajo, desapareciendo antes de caer contra el suelo. Aterrizo en este, haciendo equilibrio con la finalidad de poder sentarse, dejando la escoba de James a su costado.
Sus piernas comenzaron a balancearse en el momento en que se dejó inundar por sus pensamientos. En el momento en que entrara... ¿Qué haría si ella no se hallaba? Se resondró mentalmente, ese día iban a juntarse, lo tenían planeado antes de que salieran de la enfermería, por más discusión o pelea, jamás daban por sentado que un plan había sido cancelado, con la ligera excepción de cuando faltaban a estas por el mero hecho de fastidiar al otro tan solo un poquito. Examinó la altura y miró a su alrededor para cerciorarse de su pensamiento. Sí, pensó, definitivamente se encontraba en una de las torres más altas del castillo, lo sabía porque no había estructura más alta de donde se encontraba.
Puso sus manos en donde estaba sentando, tomando un ligero impulso antes de que se dejara caer. Contó mentalmente y estiró sus piernas para caer, pero sus manos no parecieron hacer caso a su cerebro, o era que su cerebro había tenido un acto de cordura antes de saltar ciegamente hacia un vació solo para encontrarse con ella, como su corazón demandaba. Con duda, tomó de la escoba de su amigo. Tomó vuelo nuevamente y se dirigió hacia donde estaba la entrada, teniendo cuidado para no terminar por estrellarse en contra del suelo del lugar.
Pasó una vez, pero no entró. Confundido, pensando que solo se trataba de un fallo, pasó por segunda vez, cerrando los ojos y deteniéndose en el momento justo para no chocarse con el techo. Cuando abrió los ojos, no había paredes con distintas decoraciones de posters, fotos, discos, libros y objetos, tan solo había vistas del castillo. Pasó una tercera, cuarta, quinta, sexta vez, pero nada ocurría.
Aferrándose al palo de la escoba, siguió pasando, la doceava, la duodécima y la vigésima quinta, pero nada ocurría.
Parecía como si la entrada que él conocía solo se tratara de una cruel alucinación de su imaginación.
Pero él sabía que no se trataba de eso.
Su agarre se hizo más fuerte, provocando que su escoba temblara, al igual como lo hizo todo su cuerpo. Pero no se dio por vencido, subiendo y bajando, en un sinfín de idas y vueltas, él no quería aceptarlo.
La luna y las estrellas, las mismas que muchas veces lo habían visto sonriendo por amor hacia una de sus concurridas admiradoras, ahora descubrían una faceta que jamás pensaron observar de alguien tan apasionado como lo era él.
Teniendo de confidentes a los astros que lo hacían sentir cerca de ella, pensando que entre sus brazos se encontraba, dejó que su propio diluvio comenzara. Uno que inundó sus párpados y dejaron un desastre sus mejillas. Uno que como una tormenta, obligó que abandonara la escoba y se refugiara en el primerizo lugar donde tantas noches había pasado con ella. Dejándose llevar por la marea, dejando que su barco se rompiera tras cada fuerte golpe que recibía.
Bajo la luz de la luna, quien con impotencia deseaba ser capaz de intervenir, la inundación arraso con ambos amantes.
°•°(...)°•°
Era el segundo EXTASIS que daba, pero Lily sentía como si hubiera dado miles. Con una sonrisa fingida, se acercó hacia su única amiga que tenía en esos momentos. Alice le correspondió la sonrisa, que al igual que ella no era de las sinceras que antes se daban, sus brazos se entrelazaron y ambas fueron transportadas. Las dos leonas fueron llevadas hasta los anhelados recuerdos de cuando eran el doble de lo que son ahora, cuando eran cuatro los brazos entrelazados, cuatro personas que entre risas encontraban la manera de caminar sin que ninguna se desencadenara. Pero sus cadenas no habían sido tan fuertes como pensaron y, mientras una ya se encontraba oxidada y era llevada como un buen recuerdo, otra había sido rota por las consecuencias de sus propios actos.
Sonrieron, a pesar de todo, sonrieron. Porque aplicando los concejos que ella les dio en una de sus reuniones, estaban decididas de hacer todo lo contrario a lo que se esperaba de ellas, hacían lo necesario para no brindarles la satisfacción por permitir que las intenciones que poseían los estudiantes al cometer los actos de desprecio hacia ellas se lograran. No obstante, las cosas se habían dificultado cuando un calificativo apareció.
Nadie había refutado cuando las serpientes comenzaron a referirse a los Merodeadores con este calificativo cada vez que se presentaba la oportunidad. En un principio, todos habían creído que nada más se trataba de uno de sus insultos de extremistas de sangre. Pero todo cambió ese día —Martes, por cierto— cuando ambas leonas estaban saliendo del Gran Comedor después de haber dado su segundo EXTASIS. No recordaban la conversación que estaban teniendo, realmente, ambas habían olvidado todas sus anteriores acciones cuando una serpiente les dirigió la palabra utilizando un calificativo, uno que jamás pensaron sería dedicada a ellas.
— Traidoras, dejarme pasar — había exclamado la serpiente que se encontraba detrás de ellas.
Ambas tenían presente que se habían quedado estáticas, antes de voltear y encontrarse con una rubia que las miraba como si estuviera harta, y asqueada, con su presencia.
— ¿Có-Cómo dices? — Alice llegó a preguntar confundida, antes de que la rubia serpiente hiciera una mueca de desagrado y pasara por el medio de ellas, ignorando su pregunta.
Los susurros se convirtieron en murmullos rápidamente, Alice y Lily se vieron angustiadas, admitiendo que no estaban preparadas a escuchar lo que los alumnos, ahora, hablaban sin modular el tono de su voz, pareciendo tener la intención de que ambas leonas escucharon a la conclusión que ellos habían llegado.
Entonces todos comprendieron que las serpientes no se referían a la pureza, la premio anual era una nacida de muggles al final de cuentas. Todos comprendieron que el calificativo era por el rumor que había sido aceptado por todos los estudiantes de Hogwarts. El rumor que acusaba a los Merodeadores, junto a sus amigos, de haber ocultado y de encubrir los engaños de Black hacia Jone, traicionando la amistad y confianza que ella les había brindado.
Desde ese momento, donde todos habían dado por sentado que los culpables de la disputa entre los bromistas habían sido los leones, no hubo ninguna oportunidad desperdiciada por los alumnos para usar tal calificativo.
Llamándolos por lo que eran: Traidores.
°•°(...)°•°
Era habitual en ellas siempre hacer desorden y pruebas de bromas mientras que la esperaban. Mayormente su maestra llegaba en el momento preciso para poder salvarlas de algún artefacto que se les había salido de las manos. ¿Cómo lo hacía? Jamás lo entenderían, pero si había una sola cosa que aún mantenían como certero de los bromistas a los que habían admirado tanto, era uno de los apodos que el designado líder de los Merodeadores le había dado a su Maestra.
Las aprendices podían admitir que el calificativo Sabelotodo quedaba como anillo al dedo a su apreciada Maestra.
O al menos, eso podrían pensar antes de que el suceso que recorría tras cada pasillo, salón y sala común llegara finalmente a sus oídos. Y es que ¿Cómo una persona que se asumía sabía todo pudo no enterarse de un acto tan atroz como ese? ¿Era acaso que realmente, como su maestra siempre les decía, no era tan perfecta e idónea como se pensaba?
Sus pensamientos estaban difusos, pero no por ella, sino por ellos. Desde que habían entrado en primer año, ambas sentían admiración por quienes organizaban bromas con la finalidad de hacer reír a todos, sacándolos del incontrolable estrés que producía las actividades escolares, brindándoles momentos de calma y felicidad cada vez que tenían una oportunidad.
Los admiraban... o los habían admirado. No tenían seguro los sentimientos que profesaban hacia quienes habían sido la razón por la que ellas dos se habían conocido.
Ya no cuando habían cometido, lo que todos llamaban, un acto tan cobarde.
Compartieron miradas dudosas, al notar como era hora de dar inicio a su reunión pero ninguna señal había de su maestra. ¿Tal vez el suceso le había afectado demasiado como para olvidarse de ellas? ¿O era culpa de los terribles EXTASIS a los que se estaba enfrentando la razón por la que no aparecía? Francamente, no creían que la primera cuestión fuera la verdadera, al igual que todos, fueron espectadoras de la gran vista que fue ver a su maestra desfilar por el Gran Comedor. El fanatismo interiorizado había estallado al verla caminando con tal seguridad en sí misma, sabiendo que después de ese acto, nadie se atrevería de siquiera pensar que ella era la afectada. Sabiendo que con ese acto, declaraba a los auténticos perjudicados de la situación.
La puerta del salón vacío que utilizaban se abrió. La leona y águila levantaron sus varitas por instinto, pero la bajaron cuando notaron de quién se trataba. Su maestra estaba de espaldas, apoyando su frente en la puerta de la estancia, por el movimiento de sus hombros, la de ropajes azules interpretó que estaba retomando el aire de, lo que suponía por las circunstancias, haber escapado de alguien.
Adhara dio la vuelta, brindándoles una sincera sonrisa hacia sus dos aprendices.
— ¡Maestra! — La leona se acercó con entusiasmo a ella.
— Pensamos que no iba a venir — informó el águila, directa como siempre.
— ¿Y dejar que piensen que soy una irresponsable Maestra? Creía que me conocían bien, chicas — negó divertida, disfrutando de la amena charla que podía tener con ambas menores.
Disfrutando la tranquilidad que le invadió al relajar su postura porque allí dentro no había personas que estaban pegados a ella como si esperaran a que se rompiera en cualquier momento.
No obstante, ella había escapado de un grupo para terminar con un dueto que, si bien no eran tan intensos como sus compañeros de casa, tenían la misma intención que todos los demás jóvenes estudiantes.
— Bien — Adhara asintió mientras que juntaba sus palmas — Ahora, ¿Qué es lo que han estado...?
— ¿Qué sucedió? — Paige le dio un tirón de orejas a Daiana.
¿En serio todos los leones debían de ser tan impulsivos? Se preguntaba la Ravenclaw, si bien ella era directa, sabía modularse cuando la situación lo ameritaba. No como su amiga, que si tenía una duda debía decirle sin poder retenerse. ¿Cauta? No, esa palabra no existía en el léxico de Diana.
Aún con ese pensamiento, Paige se mantuvo callada, solo dándole una mirada de advertencia a su amiga que se estaba sobando su oreja mientras se quejaba entre murmullos. No tenía que decir nada, la Ravenclaw admitía que su Maestra era capaz de entender que a pesar disconforme por la pregunta repentina de su amiga, ella también quería saber lo que había sucedido.
Adhara rio, Paige y Daiana las vieron con sus ceños fruncidos, completamente confundidas. Ellas no sabían que Adhara se estaba riendo de sí misma al pensar que había encontrado una calma cuando los truenos aún resonaban.
— Prefiero no dar información de lo que a mi vida concierne, chicas —dijo tranquilamente — Muy bien ustedes lo saben.
— Pero... — Daiana quiso hablar.
— Prefiero no dar información — repitió Adhara, esta vez con una seriedad que nunca había empleado con sus dos aprendices, desenado que el estupor por el cambio de su personalidad fuera suficiente para que dejaran el tema.
Agradeció a Merlín y a cualquier gran mago que le concedió su petición. El resto de la reunión entre la experimentada y primerizas bromistas se basó en correcciones de la serpiente hacia lo que tenían planeado, así como también otorgarle nuevos conocimientos y trucos que podrían utilizar.
Sin embargo, por más primerizas que fueran en las bromas no les privaba de poder reconocer los estados de ánimo de las personas, en especial, cuando el cambio de su maestra era tan notorio.
Ellas lo notaron, serían muy tontas si no lo hicieran. Su actuación era de admirar, pero ellas la habían conocido detrás de bambalinas y se daban el crédito de reconocer que ella estaba usando a un personaje.
Y cuando la serpiente abandonó la estancia, planificaron su deber.
°•°(...)°•°
Las risas de hasta los fantasmas se escucharon en el comedor. Y al igual que hace varios años, ese día — Miércoles para ser precisos — dos carcajadas resonaron por encima de todos.
— ¡Mantenerse alejados...!
— ¡...miren nada más cómo quedaron!
— Los mejores bromistas dijeron ser.
— Traidores demostraron ser.
— ¡Mala suerte para ustedes!
— ¡Este no será el final!
— ¡Retratados ustedes quedarán!
Exclamaciones de sorpresa era todo lo que los estudiantes de Hogwarts podían dar mientras observaban como la pintura que, previamente había caído sobre los Merodeadores, se despegaba de ellos para impactarse en la mesa de Gryffindor, dejando un retrato de los bromistas, uno grotesco de ellos, donde se burlaba de sus personas.
— ¡Y la verdad se ha de pintar!
Al instante, la palabra que más habían estado escuchando los bromistas desde el suceso, apareció en las frentes de sus retratos, al mismo tiempo que aparecían en las suyas. Las carcajadas de esas dos voces resonaron nuevamente para luego dar a conocer su salida cuando un balde lleno de pintura dejó caer su contenido en el mismo lugar que la primera vez. Impactando en contra de los leones y de la mesa, la cual volvió a su apariencia natural a excepción por la palabra en rojo que pintaba sobre ella.
TRAIDORES.
Los cuatro leones se observaron, e ignorando que estaban embarrados de pintura, siguieron con su conversación que tenían sobre el EXTASIS que habían dado de transformaciones. Era a lo que se habían acostumbrado a hacer en los últimos tres días: ignorar y fingir. Aparentar como si nada pasara cuando todo estaba mal. Y no era solo por las palabras y miradas, era una rara combinación entre lo que sentían, lo que recibían y lo que querían. Ellos tenían en claros sus deseos, ahora tenían en claro sus pensamientos. Sentían culpabilidad, ese sentimiento que había decidido acompañarlos desde el suceso. Recibían odio, y por momentos sentían que se lo merecían. Las miradas, los comentarios, las bromas y las burlas que habían recibido convertía en esta semana en una de las peores que en toda su estadía en Hogwarts habían tenido. Y lo que querían... Ellos realmente la querían.
Querían que todo volviera a la normalidad, una que ella misma les había aclarado ya no existía. Querían dejar de recibir los recordatorios constantes de que se habían equivocado. Querían que el dolor, que crecía cada vez que observaban como los métodos para acercarse a ella fallaba, desaparecieran. Querían volver a tenerla... contar con su compañía, escuchar sus risas disfrutando de las bromas conjuntas, fascinarse cada vez que venía con una nueva idea para usar su metamorfomagia, quedar embelesados cuando contaba la historia de la magia como si de cuentos de niños se trataba o hasta soltar falsos comentarios de asco por las demostraciones amorosas que ella junto a su... junto a quien era... junto a Sirius daban.
Querían solucionarlo, todo su ser les pedía a gritos que buscaran la forma de arreglarlo.
— No puedo creer que...— Lily comenzó a hablar, sentándose al lado de su pareja.
— Tu frente — señaló Remus cortándola, la pelirroja frunció su ceño, tocando lo nombrado.
— ¿Qué sucede? —cuestionó, mientras que veía sus manos, encontrándose con un rojo impregnado en sus dedos.
— Lo mismo que a nosotros —respondió Peter desanimado, sacando un espejo de su mochila para entregárselo.
Mantenerse alejados...
Sí, la advertencia había sido demasiado directa como para olvidarla. Ahora no solo eran los Merodeadores que tenían impregnado con pintura en su frente la palabra Traidor, sino que Lily se les habían unido en el momento en que se sentó con ellos y el color de la palabra en su frente parecía combinar con el que su cabello poseía.
— ¡Hey, chicos! —Frank los saludó siendo acompañado por Alice, fingiendo, al igual que todos, que nada malo sucedía.
Sí, su amistad con Adhara había comenzado hace menos de un año. Sim embargo, tal factor, como lo era el tiempo, no evitaba que no se apenaran por perder a una gran persona con la cual habían congeniado.
— ¡No, alto! —Lily detuvo a su amiga.
— ¿Por qué...? ¿Qué tienen en sus frentes? — Alice se acercó a su amiga, sacando los mechones que cubrían su frente para poder leer.
— Traidora...— Frank dejó salir un suspiro.
— Fue una broma hacia los chicos —Lily comenzó a explicarles — Pero en cuanto me senté, también apareció.
— ¿Y realmente crees que no voy a sentarme contigo por una broma? —Alice rodó sus ojos.
— Todos estuvimos ese día —Fran indicó, dejando su mochila al lado de James.
— Todos nos involucramos en esto — Alice siguió, tomando asiento al lado de su amiga.
— Y seguiremos juntos en toda circunstancia — Frank se sentó junto a James.
No tuvieron que decirlo, la pareja sabía que los Merodeadores y Lily estaban más que agradecidos con ellos por no dejarlos.
— Ahora... ¿Qué harán al respecto? — quiso saber Alice.
— ¿Al respecto? — preguntó Lily con cuidado.
— ¡Oh, vamos! ¡Son los Merodeadores! — exclamó Frank animándolos — ¿En serio van a dejar pasar esta broma sin consecuencias?
—Son dos chicas — Alice le informó, dándole una mirada a Lily para que continuara.
— Las aprendices de Adhara — musitó la pelirroja cayendo en cuenta —Una águila y una leona.
— Daiana y Paige — murmuró Sirius, ganándose las miradas de sus amigos.
— ¿Las dos estudiantes de segundo que nos encontramos una vez en un castigo? —preguntó Remus haciendo memoria.
— ¿Esas dos chicas que parecían matarse pero después de una cómica imitación de un juzgado logramos que se llevaran bien? — cuestionó Peter.
— ¿Esa Daiana y Paige? — preguntaron los tres al pelinegro, quien asintió mientras tomaba un sorbo de su copa.
— Esperan... ¿Cómo es eso de una imitación cómica de un juzgado? — Frank quiso saber, sintiendo como la curiosidad crecía en su ser.
— Tal cual como suena — James se encogió de hombros — Minnie nos atrapó en una broma y nos indicó que fuéramos a su oficina porque estaríamos en detención.
— Teníamos planeado escaparnos en el momento en que Dhara creara una distracción — siguió Peter.
— Pero, Daiana y Paige estaban allí — comentó Remus.
— Matándose con la mirada...— murmuró Sirius.
— Y sabíamos que si las dejábamos, saltarían a atacarse a la otra —James informó.
— No somos tan irresponsables como para dejar que dos alumnas hicieran un desastre el salón de Minnie — Sirius comenta más animado.
— Por lo que, les preguntamos cual era la razón por la que se encontraban en detención — Peter relató — Paige solo nos dio una mirada matadora mientras que Daiana comenzaba a quejarse de su compañera de clase.
— Como lo suponen, hicimos un juzgado. Remus era el juez, Sirius y James los abogados-soportes.
— Y yo tomaba apuntes sobre todo — contestó divertido, sabiendo que esas hojas aún se encontraban en algún lugar de su baúl.
— No terminó tan mal. James y Sirius habían escogido bien, congeniaron al instante con ellas.
— En todo el juzgado hubo bromas de por medio, hasta que Remus no pudo mantener más la cara seria y dio por finalizado el caso cuando notó que tan solo necesitaban de un momento para que se conocieran más.
— Al igual que James y Sirius, ambas tenían personalidades chocantes pero a la vez que se complementaban.
— Abandonamos la oficina dejándoles el encargo de que conversaran.
— A los días, las observamos riéndose mientras que salían de uno de los pasadizos.
— Supimos que habíamos logrado nuestra buena acción del año —concluyó Remus.
— No puedo creer que las haya acogido de aprendices — comentó James indignado — ¡Nosotros fuimos la razón por la que se juntaron!
— Bueno, fueron ellas quienes le hicieron la broma a Star — Sirius comentó.
— ¿La de la pintura? — Alice recordó, ganándose un asentimiento — ¿Y cómo es que no han sufrido una broma de su parte?
— Solo querían alegrarla — se encogió de hombros Sirius y sus amigos comprendieron.
— Las intenciones siempre ha sido lo más importante para Adhara que la broma en cuestión — aclaró Peter ante las miradas confusas de los que no eran bromistas.
El ameno ambiente empezó a desvanecerse cuando su recuerdo se hizo presente. Definitivamente, las palabras que tenían impresas en las frentes no los ayudaban.
— ¿Y qué harán? — cuestionó Frank — Son los Merodeadores —exclamó como si fuera una respuesta — No pueden simplemente pasar por alto esta broma, tendrán que responder.
— Sí, no creo que nuestros últimos planes hayan sido de mucha ayuda... — murmuró Remus decaído.
— ¿Y eso qué? —Lily cuestionó — Por siete largos años han tenido sus altos y bajos, no es la primera vez que un plan no les sale bien.
— Aún nos queda tiempo en el castillo — Alice informó — Pueden armar una broma en respuesta, una forma de hacerles saber que su intención no fue lograda.
— No creo que sea eso lo importante ahora... — James suspiró, tomando del jugo de calabaza.
— Claro que lo es —Frank lo cortó — Por siete años han creado y formado su título de los mejores bromistas del colegio. No pueden dejar que por un obstáculo todo se desmorone.
— Y en realidad, no están solos — Alice siguió la idea de su pareja — El obstáculo al que ustedes se enfrentan, lo enfrentamos todos.
— Si hay que buscar una solución — Lily tomó la mano de su pareja — Lo haremos juntos.
— No seremos tan ingeniosos como ustedes — Alice mencionó — Pero seremos el apoyo que necesitan ahora.
— Por lo que... — Frank miró a quien sabía que era el que organizaba la gran mayoría de planes — ¿Tenemos un plan?
Los Merodeadores compartieron miradas, no las apenadas que los últimos días habían hecho acto de presencia, sino de aquellas que poseían una chispa en sus ojos, una que delataba que una travesura estaba a punto de ser realizada.
— Lo tenemos — aceptó Remus.
Y todos ellos de verdad sonrieron.
°•°(...)°•°
La sala común se había convertido en su refugio. Pasear por Hogwarts, como antes lo hacían, ya no se sentía igual. No cuando al merodear ya no se encontraban con los alegres saludos de los estudiantes, con los divertidos comentarios que daban y las pequeñas bromas que compartían con sus compañeros de curso. Ahora recibían miradas de disgusto, los comentarios tenían intención de destruirlos y las bromas se convirtieron en burlas hacia sus personas.
Pero no eran los únicos que habían sufrido de un gran cambio.
Refugiándose entre ellas mismas, Alice y Lily soportaban la crueldad con la que eran juzgadas al haber fallado a una aliada. No era sorpresa que la población femenina del colegio de magia y hechicería las tratara de traidoras, no cuando la pelirroja y castaña habían faltado hacia uno de los códigos que se consideraban más importantes. Y es que en lo que la población femenina de Hogwarts conocían como cierto, no podían aceptar que dos grandes mujeres como lo habían sido las leonas, traicionaran de una forma despiadada la confianza de una de sus hermanas. Porque para las estudiantes, Lily y Alice habían roto el código, que hasta entre las más lanzadas, se consideraba sagrado.
Ocultar un engaño, encubrir un acto tan cobarde como ese, sería el peor pecado que una amiga te podría hacer.
En conclusión, estaba siendo un inicio de semana que los leones jamás olvidarían, en especial ese día —Jueves, por cierto— que su primer intento de hablar con Adhara había fallado.
El primer plan para intentar arreglar las cosas con ella fue completamente sencillo, tal vez ese fue el factor por el cual no funcionó. Todos se habían levantado más temprano de lo normal, juntos abandonaron la sala común y tomaron todos los atajos posibles para llegar hacia el pasadizo que las serpientes sí o sí tenían que pasar para poder llegar al Gran Comedor. La idea era simple pero a su vez polémica, no obstante, estaban listos y preparados para cometer cualquier delito con tal de tener la oportunidad de conversar las cosas.
Y un secuestro no era uno de sus peores ideas.
Aunque no sería un secuestro como tal. Solo fingirían que están merodeando por el castillo, hasta llegar al pasadizo, donde conectaría miradas de sorpresa con ella. Querían creer que les dirigiría una mirada altanera o seria, puede ser que de disgusto, pero sabían que no le importaría que ellos estuvieran formando una especie de barrera en su camino. Entonces, aprovechando que se acercaría, los chicos, en especial Sirius, la cargaría llevándola a través de un pasaje que terminaría por dirigirlos en uno de los salones vacíos.
¿Complicaciones? Adhara podría utilizar alguno de sus tan inimaginables trucos para que la dejaran en paz.
¿Soluciones? Todos estarían pendientes a paralizarla en el momento en que comenzara a quejarse.
Además, considerando que Sirius era su pareja, creían que conocería la forma adecuada de cargarla imposibilitando sus movimientos o trucos de ataque.
Y todo pudo haber salido como lo planeado, sino se hubieran olvidado de un factor esencial.
Desde la entrada que dieron hace días, no había momento en que la pelinegra no tuviera de compañía a sus compañeros de casa. Siempre rodeándola o estando cerca, las serpientes habían tomado el rol de ser su nuevo círculo de conocidos. Y literalmente eran un círculo andante, porque en el momento en que las serpientes se percataron de su presencia, con la finalidad de ocultarla de sus vistas, la encerraron entre sus cuerpos. Distrayéndola entre sus conversaciones, no les fue difícil atravesar la barrera que los leones habían formado, eran unas escurridizas serpientes al fin y al cabo.
Después del estrepitoso choque, los leones quedaron dispersados. No pudieron siquiera conectar miradas con la pelinegra, que estaba cautiva en las paredes hechas por los cuerpos de las serpientes. Y mucho menos llevar a cabo su plan. Abatidos, decidieron tomar el atajo donde iban a transportar a la secuestrada para no llegar por el mismo que los estudiantes de la casa Slytherin. Suficiente tenían con las habladurías actuales como para que aumentaran más. Desayunaron juntos, intentando animarse mutuamente con preguntas trampa sobre los conceptos que debían saber para la prueba de ese día. En cuanto terminaron, los merodeadores se despidieron de sus amigos, porque deseaban ir hacia el lugar seguro donde no eran juzgados.
Pero tal parecía, para la gran suerte que disponían los bromistas, la sala común también dejaría de ser un refugio para ellos.
— Son unos idiotas — exclamó tomando asiento frente a ellos.
— Jordan, realmente no... — James quiso detenerlo.
— No, no y no — cortó mientras señalaba al miope — Ustedes escuchan, yo hablo — demandó.
Los Merodeadores no tuvieron otra opción más que asentir. Jordan era su amigo, uno al cual valoraban bastante, porque durante sus primeros años en el colegio, era quien no temía a enfrentarlos para bajarlos de las nubes con la intención de que vieran los errores que cometían, errores que ni el tan educado Lupin podía escaparse. Porque para desconsuelo de los Profesores, todos eran merodeadores. Y no porque uno tuviera una actitud responsable y tranquila dentro de los salones de clase, quería decir que su actitud era la misma en todos los rincones del castillo.
— Son unos idiotas — repitió Jordan — Pero por más idiotas que sean, han sido mis compañeros y amigos durante 7 largos años. Puedo decir que los conozco más que a cualquier otra persona — ninguno de los bromistas se atrevió a contradecirlo porque sabían que Jordan tenía razón — Por lo que realmente, no me importa saber cuál es el verdadero motivo por el que discutieron con Jone, quiero que me escuchen.
La incredulidad apareció en los cuatro bromistas y Jordan pudo observar como una luz de esperanza aparecía en sus ojos.
— ¿Tu no crees que nosotros...? —Sirius no pudo terminar de hacer su pregunta.
— Oh, claro que creo que han arruinado las cosas con Jone — los ánimos parecieron disminuir — Pero no creo que haya sido por lo que todos comentan — Jordan notó como los chicos le prestaban más atención — No es por nada chicos, pero toda persona que ha llegado a escuchar la forma en la que Sirius habla de Jone, sabría con precisión, que jamás haría una cosa para lastimarla. La amas — declaró, sabiendo que era cierto — Todos ustedes la aman — declaró.
Porque Jordan lo sabía, él y todos los cercanos al círculo amistoso del grupo de leones sabían con claridad que, la verdadera razón por la cual los Merodeadores estaban soportando las crueles acciones de los adolescentes, era por el sentimiento de culpabilidad que tenían al perder a alguien que amaban, al haber hecho sufrir a Adhara.
— Más eso no es lo importante ahora — le comunicó.
— ¿Entonces a qué has venido? — Cuestionó Peter, sonando más rudo de lo que había pensado — Perdón — Jordan asintió sin decir nada, sabiendo que se debía a la tensión que recorría en el pequeño merodeador.
Peter Pettigrew para quienes no lo conocían podía ser el bueno para nada del grupo de bromistas, no obstante, el rubio era el encargado de uno de los trabajos más costosos que toda figura popular era obligado a pasar: los rumores. Y conociendo esto, Jordan sabía que el rubio, además de lamentarse por perder a una amiga, se culpaba por la intensidad en que las palabras arremetían contra sus amigos.
— Vengo a que cumplan con su palabra — respondió él — Prometieron una fiesta y eso es lo que deben de hacer.
— Jordan, no creo que sea lo indicado — negó Remus — No podemos celebrar cuando...
— ¿Cuándo sienten que todo está perdido? — Completó por él — Están equivocados, ahora más que nunca es cuando ustedes necesitan de una fiesta. ¿Recuerdan la que hicieron cuando rompí con alguien en cuarto año?
— Creo recordar que ella rompió contigo — canturreó Sirius, Jordan negó divertido.
— Tienes razón, ella rompió conmigo y me dejó completamente destrozado — aceptó — Pero me recuperé ¿Recuerdan? No pasó ni menos de un día para que ustedes montaran una fiesta donde se preocuparon en alegrarme y hacerme olvidar de ella.
Los merodeadores asintieron, recordando esa fiesta de la cual habían disfrutado. Al menos, hasta que las gemelas Slyffindor se habían colado. Ya que, por una poción que no sintieron en sus bebidas, su piel llegó a cambiar de color a la sinfonía de la música.
— No lo notan ¿Cierto? — cuestionó viendo cómo un aura de pesadumbre los invadía, tal vez, por la intensidad de sus lamentos —No están bien, pueden intentar aparentar que ninguno de los comentarios y bromas que reciben les afecta. Pero su actuación, realmente apesta.
— Gracias — dijo sarcástico James.
— De nada — contestó el comentarista — ¿Lo ven? Si fueran ustedes mismos, aquellos rebeldes sin causa que hasta después del ataque de Hogsmeade nos trajeron risas sin pensar en quebrantar las reglas, no hubieran permitido que los llamara idiotas sin que me insultaran de la misma forma. Ni menos, que dijera que algo suyo apesta.
Jordan observó cómo en ellos aún existía dudas. Sincerándose consigo mismo, tenía una increíble curiosidad sobre la razón por la cual su relación con Adhara había terminado, el deseaba saber la verdad de primera mano. Más reconocía que no era quien para exigirlo. Jordan respetaba que los Merodeadores tuvieran sus propios secretos, sus propios asuntos que resolver, aquellos que no eran contados porque él no estaba involucrado. Porque Jordan tan solo era una amistad concurrida, él no pertenecía al mismo círculo de confianza que los merodeadores tenían, por lo que no podía exigirles nada.
Y eso, aunque él no lo supiera, lo diferenciaba de sobremanera de los bromistas.
— ¿Quieren que los rumores acaben? ¿Necesitan ser perdonados? Bien, yo los perdono de cualquier idiotez que hayan hecho para enojar a Adhara — concedió lo que notaba ellos deseaban — Ahora, si no quieren que además del calificativo, del cual estoy seguro están hartos de escuchar y por eso no lo diré, se les sume el hecho de que no cumplen con su palabra, les recomendaría que organicen la fiesta que prometieron — ellos asintieron sin ganas, sacándole un bufido al león.
Oh, realmente se estaban comportando como unos patéticos imbéciles.
— Están siendo patéticos — ¿Por qué callarse su opinión? — Piensen en lo siguiente: organicen la fiesta, distráiganse de sus estupideces cometidas, disfruten y ahoguen sus penas. Dense el momento de sentirse aún más jodidos de lo que se sienten ahora y, después de la fiesta, recuerden que cuando uno cae fondo, la única opción que les queda es escalar.
Escalar...
No, lo que ellos necesitaban era remar. Necesitaban, como bien había dicho Jordan, un momento de descanso después de haber huido del diluvio — que habían ignorado pensando que si lo rodeaban no habría diferencia al enfrentarlo — para poder armarse de las energías necesarias y poder remar directamente hacia la tempestad, dirigir su barco hacia donde la habían abandonado, esta vez preparados para mojarse si era necesario para recuperarla.
Necesitaban de una fiesta, una que al igual que el sol, los motivaría y guiaría entre la oscuridad de los mares.
— Gracias — dijeron sinceros.
— Solo no lo arruinen — Jordan respondió antes de alejarse de ellos.
Y aunque su intención fue buena, Jordan les había dado concejos que tan solo en caídas servían. Porque él no sabía que los bromistas se estaban enfrentado a tormentas y diluvios. De haber tenido conocimiento, probablemente hubiera brindado un concejo diferente.
Porque en las profundidades del mar, los rayos del sol no iluminan.
°•°(...)°•°
Si algo caracterizaba a los leones, además de su valentía, era la terquedad que camuflaban como perseverancia. Y los Merodeadores eran un claro ejemplo de perseverancia, no por nada cada uno de sus integrantes había alcanzado un objetivo que parecía casi imposible. Por ello, no fue sorpresa para Lily, Frank y Alice, tenerlos frente a ellos explicando el siguiente plan que crearon para conseguir una conversación con Adhara.
Esta vez el plan consideraba los factores de riesgo como lo eran las serpientes, al igual que la posibilidad de una nueva broma por parte de las bromistas primerizas, para quienes ya tenían una respuesta que, si todo salía bien, se daría a comienzos de la siguiente semana. Era un plan más que parecido al anterior, con la única diferencia que esta vez, se aseguraría al completo que ella se encontrara sola.
Porque ese día — Viernes para ser precisos — habían concluido que ella ya no soportaría tener a tantas serpientes a su alrededor. La... La seguían conociendo, en estos aspectos casi banales, tenían la certeza que su conclusión era cierta. Ellos siempre se habían quejado que nunca se quedaba un día entero con ellos por dejarlos por sus otros amigos. Y., si bien en un principio, se excusaba con el hecho de que tenía que ser equitativa con el tiempo que le dirigía a cada grupo de amistades que poseía. Al final, se enteraron que, en definitiva, ella no podía soportar las rutinas monótonas. Que realmente, le gustaba que todos sus días fueran diferentes o tuvieran cambios drásticos porque, de cierta forma, al recordar lo que hizo durante 24 horas se sentía como si hubieran sido más de un día.
— ¿Están completamente seguros que funcionará? — cuestionó Alice, siguiendo a los bromistas.
— Nos duele tu desconfianza, Alice — comentó con fingida indignación James — Pero sí, estamos completamente seguros — afirmó.
— Sigo sin entender por qué nos dirigimos a este piso que nadie transita — murmura Lily.
— Ya te lo explicamos, pelirroja — dijo Sirius — Está conectado directamente con el pasaje de uno de los cuadros del castillo.
— ¿Y eso es importante porque...?— Frank quiso saber.
Los Merodeadores rodaron sus ojos al mismo tiempo.
— ¿Era necesario traerlos? — cuestionó Peter a Remus.
— Recuérdalo, estamos juntos en esto — respondió con ironía el de cicatrices.
— ¡Remus! — musitaron entre indignados y sorprendidos los no bromistas.
— ¿Siguen creyendo que es la santa paloma del grupo? — se burló James.
— No comencemos de nuevo... — negó Remus con la cabeza gacha, ocultando la sonrisa que crecía en su rostro.
— No puedes mantener oculta por tanto tiempo tu verdadera personalidad, Lunático — dice James, tomando entre sus brazos al aludido.
— Menos cuando estás con nosotros — siguió Sirius, aprovechando que James tenía a su amigo agachado para despeinarlo.
— Ya, ya, paren — pidió entre pequeñas risas.
Los dos amigos le hicieron caso, dejándolo para que siguiera liderando el camino. Entre las manos del licántropo el viejo pergamino se encontraba. Abierto en el doblez preciso para observar por donde ella merodeaba y donde se encontraban ellos, Remus indicó que era momento de esperar.
Los Merodeadores se agruparon alrededor del de cicatrices, intentando ver al mismo tiempo donde se encontraba la persona a la que esperaban y qué es lo que hacía. Sonrieron cuando notaron como de a poco se alejaba del grupo de serpientes que la rodeaban. Y siendo tan escurridiza, los cuatro bromistas observaron cómo tomaron el atajo que habían supuesto usaría. Observaron y siguieron sus pasos, notando como se movía de una manera lenta, probablemente pensando en el trayecto sobre la excusa que les daría a sus amigos cuando la encontraran.
— Ya está llegando — informaron a sus tres acompañantes, que habían quedado olvidados cuando los cuatro comenzaron a hablar entre sí.
— Oh, se acordaron de que existíamos — musitó Frank con mofa.
Los chicos solo soltaron pequeñas risas. No podían culparlos, estaban acostumbrados a solo ser cuatro.
— Esperaremos a que salga del pasaje — indicó Remus, asegurándose de guardar bien el mapa en la mochila que Peter siempre llevaba — Nosotros estaremos "caminando" — hizo comillas con los dedos — Y doblaremos por esta esquina justo después de cinco segundos.
— ¿Por qué cinco segundos? — cuestionó Lily.
— Cinco segundos es la cantidad de tiempo que necesita para asegurarse de que no hay nadie cerca — Sirius respondió encogiéndose de hombros — Si queremos sorprenderla, debemos de esperar a que deje su estado de alerta — informó.
— Bien, suena a un buen plan —aceptó Alice.
— ¿Un buen plan? ¡Es uno magnifico! — James exclamó — No le hagas caso Rems, tú sabes que adoramos tus planes.
Rieron por los comentarios que, por producto del nerviosismo, James soltaba. No, ninguno de ellos admitirían en voz alta que sentían miedo, más que eso, sentían pavor al pensar en cual podría ser la reacción de Adhara al verlos. Sobre todo, cuál sería su reacción al caer en cuenta que ellos querían, no importaba si era por las fuerzas, hablar con ella para poder solucionar las cosas.
El sonido del cuadro abrirse de inmediato los silenció. Escucharon pasos seguido de un ruido que interpretaron como el cuadro cerrándose. Más pasos se escucharon. Remus los miró a todos, para después comenzar a alzar un dedo cada segundo. Y entonces, salieron.
— Adhara — la pelinegra se sobresaltó mientras que giraba a ver a quien la había llamado.
Su mirada de susto pasó a una confundida para terminar siendo una a la neutral.
—Te he dicho millones de veces que no me asustes de esa forma —regañó mientras que se acercaba a él — ¿Cómo me encontraste, Sev? —cuestionó divertida.
— No es tan difícil seguirte el paso, para ser sinceros — se encogió de hombros — El profesor Slughorn te busca — le informó, mientras le brindaba un brazo.
— ¿Otra vez? —cuestionó aburrida, aceptando el brazo que su amigo le había ofrecido — Realmente creo que se ha olvidado que tiene a una prefecta que está dispuesta a ayudarlo en lo que necesita.
— Es sobre la ceremonia de fin de curso — informó, guiándola para tomar camino hacia la oficina de su jefe de casa.
—Si tiene conocimiento que las reglas de Hogwarts indican que ningún estudiante debe de verse involucrado en el tema de la ceremonia hasta que las notas oficiales sean dadas ¿No es así? — preguntó con ironía.
— Sabes bien que le encanta hacer excepciones para los estudiantes que considera tendrán un futuro impecable — contestó el porcionista con el mismo tono de voz que su amiga.
Sus voces se fueron perdiendo entre los pasadizos. Y las espaldas de ambas serpientes fueron perdiéndose de la vista de los leones que estaban estancados en su lugar, notando como nuevamente otra oportunidad se les escapaba de sus manos. Su suerte no podía ir para mejor, nótese la ironía. Ingenuamente, ellos creyeron que este plan sería el definitivo, más habían cometido el mismo error que en el anterior: No darse cuenta de un factor importante.
Los Merodeadores jamás olvidarían la mirada de advertencia que Quejicus les había lanzado.
Y tanto Lily como Frank y Alice lo sabían, ellos no perdonarían que él arruinara su plan.
°•°(...)°•°
Nunca había estado tan agradecido con la manía que su chica tenía, realmente nunca pensó que agradecería su paranoia y siempre silenciara los lugares donde con él se reunía o, sobre todo, en donde se tenían conversaciones que debían mantenerse a escondidas.
Había pasado años desde la última vez que discutió con su hermano, más la que tenían en este momento parecía ser la segunda más fuerte que tendrían. Porque ninguna ganaría a la última que tuvieron en la ancestral casa de los Black, antes de que el mayor abandonara al menor, rompiendo promesas de por medio, solo para escapar del lugar que lo tenía cautivo, del lugar que solo le creaba penurias.
Había pensado que Regulus le dejaría explicarse, que él primero dejaría que hablara antes de soltar todas las opiniones que tenía sobre su persona, utilizando ciertos insultos, hasta que terminara de desahogarse y de esta forma aceptar que lo ayudaría. Sirius nunca imaginó que el apodado renacuajo lo estaría esperando en el lugar donde se reunían para comenzar a gritarle y resondrarlo por su estupidez. Quejándose y diciendo cuanto odiaba que fuera un impulsivo león que no podía pensar con claridad. Siendo directo al comentar que no tenía ni la menor idea del porqué lo habían puesto en Gryffindor cuando no podía siquiera cumplir alguna promesa. Informándole entre sus alaridos, que Madre le había escrito preguntando sobre si los rumores eran ciertos, que en la carta no parecía estar molesta y que él estaba aterrado por lo que de seguro esa víbora que tenían como madre tenía planeado.
— ¡Y ni siquiera fuiste capaz de ir! — siseó — ¡Ella te esperó, jodido idiota! ¡Se quedó en ese lugar con la esperanza de que hablaran pero faltaste! ¡Eres un idiota que no pudo ir el lunes pero que ahora estás rogando porque...!
— ¿Me esperó? — Sirius habló por primera vez desde que entró, observando a su hermano con una mirada que ninguno supo interpretar — ¿Cómo es eso, Regulus?
El Black negó frustrado, pesando en el idiota más grande que le tocó como hermano.
— ¡Tal cual como lo oyes! Habían quedado de juntarse el lunes y a pesar que le dijimos que no fuera, ella se negó y se quedó allí — relató, recordando cómo tuvo que ir al lugar, encontrándola con sus ojos rojos, los cuales no supo si era por haberse mantenido despierta o porque...
— Yo fui — Sirius lo trajo de sus pensamientos — Intenté ir — se corrigió — En la tarde y en la noche.
— ¿De qué estás hablando? — preguntó Regulus confundido, olvidándose de su enojo por un momento, creyendo las palabras de Sirius porque notaba la verdad en ellas.
Porque notaba el dolor en estas.
— Que fui, Regulus te juro que intenté entrar — explicó desesperado, no soportando la idea de que su Star pensara que la había plantado — En la tarde, intenté entrar pero el cuadro no me permitió la entrada. Así que fui en la noche — relató, recordando esos momentos que habían quedado grabados en su memoria por los sentimientos que experimentó — Volé hacia la entrada que se encuentra por fuera del castillo y no pude entrar. Lo intenté... — susurró la última palabra, despeinando su pelo al pasar sus manos por su cabeza — Regulus, te juro que intenté entrar — volvió a exclamar — Pero, cada vez que subía y bajaba, no me permitía entrar.
—Un salto de fe... — murmuró Regulus.
— ¿Qué? — sus ojos representaron sus dudas.
—Un salto de fe — repitió el menor — Cuando me contaste sobre la otra entrada a ese lugar, hice lo mismo que tú — comenzó a explicar mirando los ojos de su hermano — Fui de noche, con una escoba, porque no sabía si se trataría de alguna de tus bromas.
— Jamás haría una broma que te expusiera a un peligro como ese — exclamó con su ceño fruncido.
— Lo sé — Regulus aceptó — Lo supe cuando días después, le comenté sobre eso a Adha. Le dije lo que consideraba que fue una broma tuya porque no me dejó entrar a ese lugar. Ella rio y entonces me lo dijo.
— Un salto de fe — Sirius repitió las palabras que Regulus había dado, recordando todas las veces en las que él había entrado en ese lugar por esa entrada.
En todas ellas, había saltado confiando en que no le pasaría nada.
— No entraste por eso — informó — No entraste porque no confiaste —aclaró.
Confianza...
La razón fundamental por la cual se encontraban en esta situación. La razón por la cual no lograba obtener una conversación con su Star, la razón por la cual se sentía tremendamente jodido en esos instantes.
¿En qué momento había dejado de confiar en ella?
— Regulus, por favor — pidió, importándole poco que su voz sonara tan lastimera — Necesitamos hablar con ella — dijo.
No, se resondró mentalmente.
Eso no era lo que necesitaba, eso no era lo que todo su ser deseaba.
— Necesito hablar con ella — corrigió, suplicando con su mirada a su hermano — Explicarle todo... Solucionarlo... — habló más para sí mismo, perdiéndose.
El apodado renacuajo notó el dolor por el que su hermano estaba pasando.
La mirada que Sirius le dirigía, superaba por mucho, la que él poseyó cuando lo protegió de las muestras de afecto que su madre intentó darle. Sirius estaba pasando por un dolor más intenso del que cualquier hechizo fuera capaz de transmitir.
Y Regulus comprendió que era su turno de buscar una solución.
Era su turno de evitar que Sirius sufriera.
— Lo intentaré — concedió — Realmente lo haré — quiso prometer, más sabía que no dependía netamente de él — Pero no será para nada fácil convencerlo.
— ¿Convencerlo? — Repitió Sirius extrañado, pero aliviado por las palabras de su hermano — ¿No querrás decir convencerla, Renacuajo?
— Yo... — El menor suspira, no siendo capaz de mentirle a su hermano — Adhara no es quien los ha estado evitando — confiesa — Realmente, ella aún tiene esperanzas de poder hablar contigo, con todos ustedes — se corrigió — Y solucionar las cosas.
— ¿De qué estás hablando, Reg? — cuestiona, no queriendo aceptar lo que su mente imaginaba.
— Severus — murmuró en voz baja — Severus es quien hablo con todos, convenciéndolos de que no podían permitir que ella se juntara nuevamente con ustedes, él es quien organizó los tiempos para no dejarla sola — explicó un poco más alto — Él lo hizo porque cree que...
— Seguiremos dañándola — farfulla, completando la frase de su hermano, con molestia.
— Sirius — el mencionado asintió, en una muestra que lo escuchaba, aunque interiormente estaba pensando en las una y mil maneras de... — No lo arruines ¿Está bien?
— ¿Cómo podría arruinarlo? — se burló, dejando sus pensamientos de lado para concentrarse en su pequeño renacuajo.
— Eres tú el de los estúpidos planes ¿No es así? — el Black mayor río ante el comentario de su hermano, despeinándolo en el acto.
— No lo haré, Regulus — dijo.
°•°(...)°•°
La estampida de lechuzas entrando por las puertas del Gran Comedor interrumpieron todas las conversaciones que los estudiantes mantenían mientras desayunaba. Ese día — Sábado, por cierto — el grupo de leones, que siempre seguimos, conversaban y afinaban ciertos detalles sobre la fiesta que llevarían a cabo en la noche.
Habían casi culminado con todos su EXTASIS, tan solo les quedaba la prueba práctica que tendrían por la tarde, pero después de eso, el pensamiento que esta semana había sido de las más estresantes de su vida desvanecería, porque como habían prometido, los Merodeadores no esperarían más tiempo para organizar una fiesta con la finalidad de olvidar todos los problemas que esa semana había presentado, permitiendo que los invitados a las fiestas se relajaran gracias a la música y ¿Por qué no? Bebidas que infiltrarían a su sala común, igual que como muchas otras veces hacían.
— ¿Cómo que no se puede ir a Hogsmeade por ese camino? — se quejó James en voz baja.
—La nieve, Cornamenta — Peter aclaró — Lo revisé ayer, ese camino está completamente bloqueado.
— Entonces solo nos quedaría una opción... — murmuró Sirius.
— Oh no, claro que no — Remus negó de inmediato — El plan era que fueran por la tarde a través de algunos pasadizos para que estuvieran antes de la fiesta.
— Siempre podemos utilizar mi capa, Lunático — exclama el miope — No se darían cuenta.
— ¿Pueden dejar de hablar entre murmullos? — cuestionó Frank — No puedo seguirles la conversación si siguen así — se quejó.
— Esa es la idea, Frank — los cuatro señalaron obvios.
— Me caían mejor cuando incluían a todos en sus planes — bufó para coger su pan y morderlo bruscamente, manifestando con esa acción su molestia.
— En lo que estábamos —Sirius retomó la conversación, ignorando la indignación de su amigo y las risas de las dos chicas que los acompañaban — Podríamos ir después de la prueba, para ese momento estaría lo suficiente oscuro y, si nos transformamos, llegaríamos en tiempo record — murmuró.
— Sería una buena idea — asintió Remus —Si no fuera porque al salir de la prueba todos tienen una vista directa de esa entrada — exclamó molesto — No la utilizaremos. Y esa es la decisión final.
— ¡Objeción! — exclamaron los tres en coro.
El de cicatrices estuvo a punto de hablar cuando su lechuza aterrizó frente suyo, con una carta entre sus garras. Sonrió a la par alimentaba al ave con la comida especial que había aparecido en la mesa del Gran Comedor. La acarició con una mano antes de leer el nombre del emisor de la carta. Una sonrisa nostálgica apareció en su rostro, al igual que una mirada que sus amigos notaron al instante.
— ¿Qué sucede, Remus? — preguntó Lily con cuidado, analizando a su amigo, buscando algún indicio de las razones por las que se veía mal.
— No es nada, chicos — negó, abriendo la carta y comenzando a leerla.
La postura tranquila, que mantuvo durante la conversación con sus amigos, fue transformándose en una encorvada, por lo que los leones interpretaron, era tristeza.
— ¿De quién es la carta? — preguntó Frank, ganándose un codazo de su pareja.
Realmente, no se esperaron la respuesta que el castaño dio.
— De Xenophilius — respondió doblando la carta y guardándola en uno de sus libros — Estas semanas estuvimos hablando sobre... — negó en un suspiro — Estuvimos tan concentrados en otros asuntos que se me pasó por completo — indicó, no queriendo hablar más.
— ¿Qué se te olvidó, Lunático? — Peter preguntó con un deje de sutileza.
— El aniversario luctuoso — respondió.
Todos, a excepción de la pelirroja que tenía conocimiento de la palabra, lo vieron confundidos.
— La conmemoración de su fallecimiento — susurró Lily — ¿Tan rápido ha pasado...? — un año, quiso decir pero su voz la traicionó en el último momento.
Un asentimiento de Remus necesitó para saber que estaba en lo cierto. El aura que invadió a los cerebritos de su grupo hizo que comprendieran, además de lo mencionado por la pelirroja, sobre qué acontecimiento hablaban.
— Nos ha invitado —murmuró, jugando con la copa de jugo de calabaza — Es el lunes que viene... — tomó de su bebida, esperando que con eso el nudo que sentía se aliviara.
— Bien, tendremos que hablar con McGonagall entonces — James comentó como si no fuera la cosa, intentando llevar el asunto como si se tratara de uno neutral.
Y no como el doloroso recuerdo que una persona faltaba entre ellos.
— Lo que dice Bambi — Sirius prosiguió — Podemos ir antes del EXTASIS a su oficina.
— Es más que seguro que nos dará permiso — Peter aseguró, esperando que las preocupaciones que crecían en su amigo licántropo desaparecieran.
— Aunque puede que manden a algún profesor a acompañarnos — Alice comenta — Lo más probable ella se ofrezca.
— Sería lo ideal, nadie mejor que Minnie para acompañarnos — Frank sonrió.
Y aunque todos se esforzaban por levantarle el ánimo al castaño del grupo, este no parecía querer salir de solo Merlín sabía qué clase de pensamientos. Como nunca antes, desearon que ella los acompañara en este momento, la pelinegra fue quien pudo sacar a Remus de su interminable sufrimiento. Y los leones estaban seguros que ahora, ella tendría las palabras perfectas para sacar a Remus de su atormentada mente.
— ¿Saben? — Lily les preguntó — Agreguemos otro incentivo más a la fiesta, una mucho más importante que el de relajarnos por los EXTASIS.
— ¿Y cuál sería, pelirroja? — Sirius cuestionó interesado.
— Ahogarnos — contestó con un gesto muy poco vista en ella, una sonrisa atrevida — Ahogarnos en alcohol para olvidarnos por un momento de todo — explicó, esperando captar la atención de su más apreciado amigo — Para olvidarnos de nuestras penas.
Las palabras dichas por la pelirroja provocaron un click en la brillante mente del licántropo.
— James, Sirius — los llamó — Con Peter armaremos una distracción, será suficiente para que nadie se dé cuenta — explicó.
Los dos bromistas se vieron con una sonrisa antes de asentir a lo dicho por su amigo.
— Así será, Lunático —aceptaron los dos.
Ese día, ellos ahogarían sus penas.
°•°(...)°•°
¿Quiénes eran las personas más susceptibles? Se preguntaba.
Los jóvenes, fue la respuesta inmediata que su mente le brindó. Pero no sería quien es sino masticaba cada una de las respuestas que tenía... Las personas de mente frágil, fue la segunda respuesta. Oh... los jóvenes de mente frágil serían los más susceptibles, no podía dudarlo, fáciles de manejar, siempre y cuando, no contradecías su ideal. Fructífero sería para su objetivo si ciertas personas fueran de mentes frágiles, para su mala suerte, ninguno de ellos lo era. Todos tenían una mente tan fuerte y audaz que profesaba cierto... recelo hacia ellos.
Entonces... ¿Quién? ¿Quién podría ser una persona susceptible?
Y con la tercera respuesta lo supo.
Le parecía idóneo... casi profético. En su persona no había cavidad para el gozo estimulado por su dotada mente. Lo tenía, escrito ya estaba en su mente los últimos actos.
Todos protagonizados por seres sin esperanza.
°•°(...)°•°
Si de algo los Leones jamás se podían quejar, era de la cantidad de materiales que los Merodeadores amablemente conseguían cuando realizaban sus tan famosas fiestas. Desde hechizos que hacían la sala común más grande hasta los que conseguían que la música hiciera temblar las paredes, los invitados siempre agradecían el esfuerzo que el grupo de bromistas empleaba en todos los agasajos.
Y no era que se quejaban, la fiesta para relajarse después de una ardua semana llena de exámenes, y rumores, estaba siendo un completo éxito. No obstante, haciendo mención a un aspecto que los sorprendía, ninguno de los estudiantes había visto, a lo largo de su estadía compartida con los bromistas, tanta aglomeración de botellas en la sala común.
Y es que los Merodeadores se habían tomado muy en serio la indicación de la pelirroja llamada Lily. Prueba de ello, eran dos de ellos que, conjuntamente, se ahogaban en el licor de la perdición.
Recordando la tranquilidad con la que había dormido después de haber compartido un par de tragos en el balcón con cierta persona a fueras del colegio, Remus ansiaba, tras cada botella, inundarse del amargo sabor en su paladar porque sabía, que antes de que finalizará el día, todos sus sentidos se adormecerían y su mente por fin lo dejaría descansar.
Por otro lado, sabiendo que cuando tomaba sus sentidos se atontaban, no teniendo a cierta persona que le marcara un límite ni tampoco la necesidad de mantenerse alerta para cuidarla, Sirius había recuperado el insaciable deseo por ser quien consumiera la mayor cantidad de bebidas. Dejándose influenciar por los pedidos de sus compañeros de fiesta, participó en todos los juegos que se planearon, saliendo vencedor en todos solo por la inexistencia de un digno rival.
Estos inusuales deseos sus conocidos no notaron. Concentrados en su propio ahogo, a un alma de la fiesta en compañía de un fiel amigo, por el propio efecto del elixir, ellos observaron.
— ¡Fondo, fondo, fondo, fondo! — los gritos de festejos invadieron el sentido auditivo del león pelinegro.
Levantando sus manos en señal de triunfo, los gritos aumentaron. Su cara poseía una brillante sonrisa de victoria pero sus ojos seguían siendo cautivos de la oscuridad. Admirando el logro de su amigo, el león de cicatrices siguió tomando del vaso que entre manos tenía, el mismo que había hechizado para rellenarse previo al consumo total de su contenido.
Los festejos aumentaron y la multitud que rodeaba al león se disolvió. Una nueva canción, muy popular entre los jóvenes de esa generación, causó búsquedas entre los leones con la finalidad de juntarse y disfrutar de la pista de baile.
Quienes se refugiaban en la ebriedad conectaron miradas, reconociendo las acciones del otro sin mediar palabra. Razones para detener su accionar existían, como también, razones para ignorarlas. No eran quienes para hablar. No serían justos al regañar. Ellos comprendían el sentimiento de soledad, ellos conocían la causa que desesperación en el contrario provocaba. No era sano, lo sabían, pero en un momento de desesperación, pensar en lo que estaba bien o mal no servía.
La conexión se vio interrumpida por el choque, que al estar distraído, Sirius recibió. Miró mal la espalda de un estudiante que no reconocía antes de agarrar su bebida y tomar de ella. Se apoyó en la barra que habían invocado observando el panorama de la fiesta, examinando que todo estuviera yendo bien, permaneciendo solo. Durante el inicio del evento, varios compañeros se le habían acercado para hacerle compañía que, amablemente, el negaba. Incluso algunas chicas se habían acercado solo para recibir un sincero rechazo del pelinegro. Su alcanzable deseo era tener de única compañía a la bebida. Mientras el inalcanzable, se trataba de tener su compañía.
Y sabiendo que su hermano cumpliría con su palabra, pronto las estrellas se alinearan para que ellos volvieran a brillar en el nocturno cielo.
Hasta entonces, y viéndose influenciado por las altas horas — era la madrugada del domingo —, le quedaba premeditar las palabras que juntas crearían oraciones. Las cuales serían su justificación, que se convertiría en pretextos, para terminar siendo suplicas. Porque de lo que estaba seguro, era que no le interesaría dejar de lado su propia persona con tal de obtener su perdón. Porque no estaba enfocado en su íntima relación, lo único que anhelaba era mantenerla en su vida. Garantizar que cuando necesitara de su ayuda, cuando necesitara verla, cuando necesitara de su cuerpo y consuelo, ella estaría allí. Porque la amaba tanto, que aceptaría lo que sea, aunque implicara dejarla, por mantenerla.
Tomó nuevamente su bebida, ignorando el ardor intenso de su garganta, considerando que se debía por la gran cantidad de licor que había ingerido, todo para que su mente lo dejara descansar. No obstante, no fue por ello que sus pensamientos se vieron nuevamente interrumpidos. ¿A caso tenía puesta la capa de su amigo como para que nadie se diera cuenta de su presencia? Se miró con enojo, notando como parte de lo que bebía se impregnaba en su camisa por otro choque que recibió de un invitado. Estuvo a punto de dejar salir su lado más primitivo cuando se vio sedado.
Podía haber pasado casi una semana, pero su olfato reconocería esa esencia aun estando en lo que se podría nombrar una selva de ellas. Uno de sus sentidos parecía haber sido creado específicamente para detectar ese aroma entre cientos, o era que lo había reconocido porque era el mismo que se mantenía impregnado en las prendas que había estado utilizando, tan solo para sentir que la tenía entre sus brazos. Lo cierto era, que uno no podía olvidar el aroma que sentía brotar del elixir de amor.
Dejó el vaso, o creyó dejarlo en la barra. Su cuerpo ingresó a la selva... no. Buscando a quien había reconocido por su esencia, tomó un bote y su cuerpo comenzó a esquivar los rayos de la tormenta. Renunciando a su tripulación, Sirius se lanzó contra la marea, ahogándose sin perder el aire, perdiéndose sin olvidarse, rindiéndose sin someterse. El instinto doblegó a la razón. Remaba como si de ello dependiera su sobrevivencia. La naturaleza domino el ser. Sus vellos se erizaban tras cada trueno que se escuchaba y que cerca de él descendía. La cordura perdió ante la locura. Saltó del bote...
Y la sostuvo entre sus brazos.
Los truenos se fueron, la agitación de la marea culminó y el diluvio desapareció cuando la colisión se dio. Delatando el sentimiento de estupor por sus gestos, lo único que procesaba era que la tenía allí, junto a él. Las palabras que iban a ser oraciones para luego terminar siendo suplicas se vieron eclipsadas por la mano temblorosa que descansó cuando tuvo tacto con su encendida mejilla. Con lentitud, creyendo que era una ilusión de su ebriedad, sus dedos se movieron sobre la tersa piel a la que estaba acostumbrado sentir, brindándole una caricia que provocó cerrara sus ojos. Pero él no quería eso, dándose cuenta que no era cosa del licor, percatándose que su hermano había cumplido con su palabra, se sentía un niño caprichoso por la necesidad que tenía de perderse en el amarronado bosque que en sus ojos poseían.
Culpo al alcohol cuando se vio en la necesidad de ocultarse en su lugar seguro, la sintió tensarse y temió cuando no fue de la tierna forma que él recordaba, pero Sirius ya se había embriagado de la esencia que le ayudó a encontrarla como para abandonar ese lugar. Se sintió reconfortado, tenerla allí, permitiéndole esconderse entre su cuello y hombro, percibiendo de a poco como, al igual que él, se olvidaba del fenómeno natural que los rodeaba, centrándose en la colisión de las estrellas, no pudo ocultar sus anhelos. El león no tenía miedo de demostrar lo derrotado que se hallaba, no sentía temor cuando se encontraba en el lugar seguro donde jamás sería juzgado. Así que comenzó a ahogarse entre sus propias palabras, confundiéndose al dejar salir sus lágrimas...
Todo su ser colapso ante el tumulto de emociones que dejó salir, la desesperación que sentía por controlarlas no lo ayudó y menos el poco autocontrol de sus pensamientos. Se avergonzó, no puede negar que sintió vergüenza de sí mismo al reconocer el estado de embriaguez que por propia cuenta había llegado. Cuenta propia, en un atisbo de lucidez se regañó por las incoherencias que dentro de su mente hablaba.
Flotó, ahora no era él quien la tenía en sus brazos, era ella quien decidía si lo dejaría a la deriva o si juntos nadarían hasta el barco del que erróneamente había desertado. Como el faro que buscaba, como luces de esperanza, como estrellas que lo guiaban, de su absorbente mirada necesitó para hundirse, dejándose llevar por la calma.
Como estruendos, los aplausos resonaron. Más ellos estaban lejos de la realidad, cautivos de su propio paraíso, consumando sus emociones en un necesitado accionar, abrumándose por la irracionalidad de su batalla, Sirius conoció la dicha de encontrar un oasis tras lo que fue una eterna caminata por el desierto.
Se sentía como su primer beso, igual de intenso, igual de hambriento e igual de incoherente.
El agua que de su ser quiso brotar lo detuvo, solo dándole permiso a la sonrisa que quería fluir en su rostro, sintió como sus delicados labios copiaban su acción en un beso que no duró lo necesario para saciarse.
Separándose regresaron a la realidad, observándose al otro, Sirius no se detuvo a pensarlo cuando la alentó a nadar para alejarse de los navegantes que sacarlos de su calma ellos querían, sabiendo que ella aborrecía las miradas que los leones le dirigían. Sintiéndose aún perdido, sumando al temor de arruinarlo, Sirius se convirtió en un seguidor, en un sumiso que se dejaba arrastrar por la dirección que ella lo llevaba. Entre tantas luces, entre tanto ruido, no supo a donde se dirigían, pero confiado se encontraba por el fuerte agarre que tenían sus manos. El mundo dejó de existir, lo único que existía para su atontada mente, era la oscuridad del cielo y la estrella de quien devoto era. La acercó a él, memorizando como nunca antes el sentimiento de tenerla entre sus brazos, como si de una adicción se tratara nuevamente se embriagó de la esencia de su persona.
Y sin poder abstenerse, en búsqueda que comprendiera que se arrepentía de todo, en búsqueda de dejar en claro que jamás el mismo daño sería causado por él, dijo las palabras. Las mismas que en la intimidad se decían, las mismas que solo entre ellos se dedicaban, la misma que un lazo mágico creaba. Seguro de sí mismo, lo estaba haciendo, seguro de solucionar sus problemas, lo estaba haciendo.
Él estaba profesando sus votos...
...a otra mujer.
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12 934 palabras
So... ¿Opiniones?
¿Teorías?
¿Amenazas?
JKSAJKDAKLSJDAS Los quiero mucho, ¿Vale?
Miren que podía haber aplicado lo de la tormenta y no dejar nota de autor...
¡Pero no lo hice!
Soy buena persona ¿Está bien?
En fin.
¡De todo corazón espero que tengan una buena madrugada xD! Son obras de artes reencarnadas en personas hermosas, verán que su día estará llena de logros uwu. Por favor, cuidense y cumplan con las medidas de prevención ante el covid que cada gobierno ha implementado. No se olviden de tomar awita <3.
Los quiere y ama,
Una Slytherin,
no tan Slytherin
Psdt: Espacio para sus teorias sobre las personas susceptibles:
Psdt2: Consideren que también sufrí al escribirlo, porfis.
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