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›«Frases Cordinadas»‹

Omnisciente

Lily creía conocer el sentimiento de abandono. Había pasado por ello cuando su hermana la empezó a dejar de lado por unas amigas mayores, pero sobre todo, cuando está la dejó de lado y la empezó a tratar mal en cuanto se enteraron de que ella era una bruja.

Una bruja, algo que sin duda alguna fue extraordinario para su familia, siempre pensó que era especial por las cosas que podía hacer, pero nunca pensó que en realidad lo era, hasta que conocía al que en ese entonces era su amigo y le explicó que era.

Algunas veces pensaba en que, si no hubiese sido escogida pobre l gen de la magia, lo más probable es que todo sería más fácil. Lo más probable es que siguiera yendo a su antiguo colegio muggle y hubiese sido una exitosa estudiante graduandose con honores, como de pequeña pensaba.

El ser bruja había sido una novedad y algo que la maravillo, no hay duda alguna. Pero, había una parte de ser bruja que no le gustaba del todo.

Soltó un suspiro mientras cerraba su baúl. Revisó por última vez su habitación sin saber cuándo volvería. Las fotos que antes adornaban su pared habían sido retiradas nada más haber llegado a la desición que había tomado.

Escuchó como su madre la llamaba y con un peso invisible en sus hombros, bajó las escaleras junto a la maleta que había terminado de arreglar.

Al llegar pudo observar como sus padre y su hermana se encontraban ya sentados en la mesa esperándola para comer. Habían cocinado su comida favorita y aquello aumentó el peso que sentía.

La primera que notó la maleta fue su hermana, quien solo lo miró con el cejo fruncido pareciendo confundida más al conectar miradas con ella sintió como la molestia invadía a Petunia.

El siguiente que lo notó fue su padre, que dejó de lado su periódico mientras se quitaba los lentes y la miraba expectante, esperando a que dijera algo o diera un explicación.

Por último, su madre, quien se estaba quitando el mandil, notó aquel bulto que traía consigo.

— Lils – la nombrada no podía si quiera sostenerle la mirada – ¿Qué... Qué es esto? – cuestionó.

La pelirroja no podía decir nada, todo lo que había planeado había desaparecido ni bien haber visto la reacción de su madre.

— Yo... – titubeó – Yo me voy – habló firme.

Cerró sus ojos al escuchar el estruendo que ocacionó su padre al pararse rápido de la mesa y apoyar su peso en la mesa.

— Señorita – advirtió con un tono serio, uno que usualmente usaba con Petunia – Expliquese jovencita – ordenó.

— Me voy – afirmó – Ya estoy por cumplir la mayoría edad en el mundo mágico y es necesario que empiece a tomar mi propio camino.

El silencio inundó el hogar, su padre parecía reaccionar ante lo dicho o al menos procesarlo. Su hermana no había hecho cambio alguna. Y su madre, su madre solo pasaba sus ojos del baúl a ella en un vaivén que no parecía tener terminó.

— Usted no se va a... – el timbre de la casa sonó y sintió como su corazón salía de su pecho.

Tomó su baúl y con un suspiro dió media vuelta para irse y abrir la puerta. Encontró aquella cabellera marrón que tanto le había estado ayudando. Pero con un empujón, su madre cerró la puerta.

— ¡Lilly Evans! ¡Usted no se irá de esta casa jovencita!  – gritó.

— Mamá, es mí decisión – intentó llevar las cosas con calma.

— ¡No te vas a ir de aquí! – negó ella – Y menos con aquel muchacho.

— ¿Muchacho? ¿Por eso haces eso Lily? – la voz de su padre resonó.

Ella quedó callada, su padre golpeó la mesa haciendo sobresaltar a las hermanas Evans.

— ¡Responda! – ordenó.

— ¿Y qué tiene que ver si es por un chico? – levantó la voz – Yo me voy a ir de está casa, porque simplemente no soporto... – negó, no podía lastimarlos más de lo que ya lo estaba haciendo.

Pero sus padres parecieron entender a qué se referían, mostrándose más que dolidos por la revelación.

— Dilo – ordenó su hermana tomando voz en la discusión – Dilo, sé que quieres hacerlo desde que te enterastes que perteneces a este mundo mágico – la pelirroja solo negó, no quería hacerlo – ¡Admite que te vas porque no quieres involucrarte con tu familia no maga! ¡Con estos muggles, como tu nos llamas! ¡Admítelo de una vez Lily!

La nombrada solo pudo darle una mirada furibunda a su hermana. Y sin hacerle caso, aparto a su madre en un suave pero firme movimiento y abrió otra vez la puerta, James, quien había escuchado los gritos, solo atinó a tomar el baúl y dar unos cuantos pasos para de ahí hacerle un gesto con la cabeza.

Su madre en un intento de reteberla se acercó de nuevo a ella y la tomo del brazo.

— Lily, podemos... Si necesitas que aprendamos más sobre tu mundo, nosotros... Nosotros podemos hacerlo... mí niña, por favor– sollozó.

Lily creía conocer el sentimiento de abandono y todo el dolor que esté traía consigo. Creía tener conocimiento y creía que la desición tomada no causaría mucho dolor a su familia, porque lo hacía por ella.

Pero no era así, porque en el momento en que se sacudió para que su madre la soltara fue en donde lo comprendió.

— Lo siento.

Y sin decir nada más, tomó la mano que James le había ofrecido para salir del barrio que la había visto nacer. Entraron a un pasaje y Lily tocó la bota sucia que el miope le ofreció.

Su hermana, quien había salido a recoger a su madre que se encontraba sentada en el suelo sollozando, para pasarla a la casa y evitará las miradas y comentarios de los vecinos, fue en  busca de su hermana, en un intento de que le contara la verdadera razón por la cual se iba pero al ir a aquel callejón dónde la.vio entrar, solo se encontró con la nada misma.

Sin embargo un periódico que reconoció como esos que la lechuza de su hermana traía y ella prohibía que leyera se hallaba en el suelo. Lo agarró y leyó sin más.

— Eres una idiota Lily Evans – se murmuró así misma al terminar de leer uno de los titulares.

Una rara marca en el cielo era la imagen principal, este se movía como bien sabía que lo hacían las fotografías del mundo mágico, pero las letras que iban acompañándola fue suficiente para comprender la tonta desición de su hermana.

¡Marca aparece de nuevo!
Los atentados contra los muggles siguen aumentando

•°•(...)•°•

Remus apareció a los pocos días de que Lily llegará con los Potter.

Entre todos habían estado hablando apenas las desapariciones de los muggles y los magos nacidos de estos habían comenzado. Su preocupación sobre lo que podría pasar con la familia de la pelirroja y también por el estado de su amigo licántropo había sido lo necesario para que, al igual que todos los años, James ofreciera su casa para las vacaciones, con la única variable, que ofrecía una estadía permanente hasta que fuera seguro para todos.

Remus había sido el último en llegar, puesto que semanas antes de la llegada de la pelirroja, Peter ya se había instalado en la habitación que compartía con James, por otro lado, Sirius vivía en aquella casa desde el momento en que de escapó de su casa, por ende, tan solo faltaba la llegada de una sola persona.

Que al igual que todos los años desde la conocieron, dejó de mandarles cartas a la semana de haber salido de Hogwarts. Si bien estaban acostumbrados a sus repentinas desapariciones, no era momento para que ella hiciera este acto.

Los tiempos habían cambiado, habían cambiado de una forma tan drástica y dura que no podían evitar preguntarse si algo serio había pasado con ella.

Unos toques en la puerta hicieron que tanto la señora Potter como Lily dejaran de lado la amena conversación que tenían para acercar a la entrada del hogar. La pelirroja mayor sacó su varita siendo seguida por la menor. Peter les había ganado y haciendo uso de lo que habían acordado en la casa, procedió a hacer uso de la frase.

— En esto consiste la amistad – habló alto para que las personas del otro lado pudieran escucharlo.

— Tu no sabes lo que necesita tu amigo, solo sabes que necesita algo – escuchó la respuesta.

En un relajado suspiró colectivo, Peter abrió la puerta y ayudó a James con las bolsas que traía en ambos brazos. Lily lo guió hasta la cocina para empezar a guardar lo comprado mientras que la señora Euphemia cerraba la puerta.

— ¿Cómo está todo? – preguntó.

— Igual que siempre, aunque algo paranoicos – contestó James para luego voltearse y acercarse a su madre a darle un beso en su frente – No te preocupes má, sabes que el siempre llega – le murmuró.

La señora Potter sonrió, su niño era su tesoro más preciado y estaba orgullosa del gran muchacho en qué se había convertido. Su vista no se apartó en ningún momento de su pequeño, notando lo caballero que se comportaba con la joven Evans. Sonrió para sus adentros, ella ya había hablado con James sobre ese tema y aunque no estaba del todo conforme sobre como llevaban el asunto, lo respetaba porque era su desición y, por más que fuera su madre, ya tenía la edad para controlar sus propias acciones.

— ¿Y el Chucho? ¿Donde se metió? – cuestionó divertido.

— ¡James! No le digas a Sirius de esa forma – regañó.

— Sí James, haz caso a mamá Euphemia y no me llames así – se escuchó la voz del pelinegro.

— Deja de llamar así a mí madre, Chucho.

— Nop, es mí mamá Euphemia, Bambi.

El miope rodó los ojos y observó como el plato que traía en sus manos seguía con lo que habían preparado para la hora del desayuno.

— ¿Nada hasta ahora? – cuestionó preocupado.

— Sigue sin abrir esa puerta por su propia cuenta – soltó.

— Sirius... – la voz amenazante de Lily resonó.

— No puedo dejar que se haga esto, pelirroja – él dijo – Era entrar a la habitación para al menos saber que sigue vivo o aceptar que ya estiró la pata.

— ¡Sirius Black! ¡Más respeto! – gruñó la pelirroja mientras le daba un manotazo.

— ¡Ay, ya para! ¡Cuernitos, controla a la loca pelirroja! – se quejó.

— Tu te lo buscaste, pulgoso.

— ¡Pero es la verdad! – se liberó de los golpes de la pelirroja.

— Remus está pasando por un duelo, ten respeto a eso.

— ¿Y a caso es él único?

El silencio inundó el lugar. La señora Potter al notar la tensión que se había formado cuestionó si querían ayudarla a preparar un pequeño postre a la manera muggle para pasar el tiempo. Todos asintieron, sin ser capaces de poder negarle algo a la la matriarca, pero el sabor amargo de la conversación siguió presente en todo momento.

Y es que desde que apenas Remus había llegado, no había sido capaz de hacer otra cosa que quedarse en la habitación y comer una vez por la semana, acción que lo hacía obligado por la joven Evnas, quien parecía tener más tacto que los demás chicos.

Todos allí respetaban el duelo que estaba teniendo, no era secreto alguno que era el más afectado por la pérdida de la castaña. Aceptaban el sufrimiento que tenían y le daban el espacio y tiempo suficiente para que pudiera superarlo o al menos poder sobrellevarlo.

Sin embargo, lo que el primogénito de los Black no aceptaba era que hiciera de su vida una miseria. Detestaba ver de esa manera a su amigo porque, a comparación de todos, sabía claramente que Paula no hubiese deseado que dejaran a Remus comportarse de esa manera.

Paula odiaría ver a Remus de esa forma. Sirius lo sabía, pero parecía ser el único que piensa de esa forma. Deseaba en ese momento que la voz de la razón llegará para poder ayudar a su amigo castaño.

Esa era también una de las razones por las cuales todos sabían que el pelinegro estaba ligeramente irritado. La última vez que habían visto a la voz de la razón, mejor conocida como Adhara, había sido el último día de clases, justo antes de entrar al tren de Hogwarts. No había ido al vagón de siempre a despedirse o a pasar un momento con ellos, simplemente no estuvo.

Trataban de comprenderla, de verdad todos intentaron pensar el porqué no fue a, al menos, despedirse, pero no encontraban razón lógica para ello. Y si sumabamos que cierta rubia solo soltaba comentarios negativos hacía la pelinegra, junto con los ánimos que aquel día poseían, no habían encontrado ninguna excusa.

No fue hasta que Peter se despertó de la siesta que tuvo y que se informó de lo que habían estado hablando cuando la entendieron. Si la hubiésemos juntado con Remus, las dos personas más cercanas a la recién fallecida, aquel viaje no hubiese sido para nada agradable.

Por ello mismo, entre ellos dudaban si es que la pelinegra llegaría a la casa de los Porter o no, porque no tenían conocimiento si ella lo estuviera pasando igual que Remus o ya hubiese superado y comprendido la partida de su amiga.

Terminaron de hacer los pies y la matriarca Potter se encargó de ponerlos en el horno, indicándole a los chicos que se encargaran de limpiar todo lo que habían ensuciado.

— Muy bien, a limpiar el desastre que Bambi hizo – exclamó Sirius.

— ¿Qué yo hice? ¡Fuiste tu quien empezó la guerra de harina!

— ¿Que fui yo? ¡Tu empezaste lanzandole a la pelirroja la masa!

— ¡Claro que no! ¡Tu lanzaste la manzana hacía Pet!

— ¡El me lo pidió, quería atraparlo con su boca!

— Y de hecho si lo hice – le susurró el mencionado divertido a la pelirroja que observaba todo con una sonrisa.

— Y pensar que tendré que soportar todas mis vacaciones con este tipo de escenas – soltó burlona.

— Créeme, te acostumbras a ellos.

Ambos compartieron una risa para después seguir observando una vez más las típicas discusiones que creaban el pelinegro y el miope. Sin notar que mientras reían, alguien más ansiaba compartir el momento con ellos.

•°•(...)•°•

La rubia admiró como su amiga regresaba de su expedición nocturna junto con un pequeño bolso. Negó al saber de que se trataba esto. Al igual que todos lo años, ella siempre se marchaba un mes o mes y medio antes de que comenzarán sus clases en aquel extraño internado, sin despedirse o dar razones para su ida.

¿Qué si le molesta que abandonara el orfanato antes de lo requerido? Era obvio, pero no era por un motivo egoísta, o eso se decía ella para estar en paz consigo misma. Simplemente la molestia aparecía al pensar en todos aquellos niños que la observan como una heroína y en las caras que pondrán al saber que la pelinegra ya se había ido.

— ¿Ya es hora? – cuestionó.

— Sí, digamos que cierta persona está en la misma faceta de auto compasión que cuando llegué – contestó la pelinegra.

La rubia asintió mientras seguía observando como la pelinegra murmuraba algunas cosas antes de sacar un libro de quién sabe dónde y anotar algo con un lapicero que traía.

— ¿Sabes si volverás? – preguntó.

— Después de esto voy al internado – respondió confundida – ¿Por qué la pregunta?

— No me refiero a esa cantidad de tiempo.

Adhara cerró el libro al darse cuenta de lo que su rubia amiga queria decirle.

— Es tu último año y según me dijiste, ya cumples la mayoría de edad en breve – se encogió de hombros – No me sorprenderia que fuera la última vez que te veamos.

Adhara solo negó, si bien volver al orfanato nunca había estado en sus planes después de graduarse de Hogwarts, recién parecía notar lo grave del asunto y la manera en la que afectaría a Marie, pero sobre todo, a los niños.

Pero una cosa era el lugar y otra la gente que está en este. Si bien tenía un gran resentimiento hacia el orfanato, el cariño que le tenía a las personas era más intenso.

— Si te soy sincera, no lo había pensado – exclamó ella.

— ¿Me debería de sentir ofendida? – cuestionó con falso dramatismo.

Adhara soltó una pequeña risa antes de bajar de su camarote y sentarse al lado de Marie.

— No, claro que no, tu entre todas las personas no deberías de sentirte ofendida – negó ella.

— Awww, me vas hacer sonrojar – Marie dió un pequeño golpe en el hombro de Adha con la intención que se «deteniera».

La aludida solo pudo negar con la cabeza mientras sonreía, observó fijamente a su amiga y pudo sentir que uno de los mayores motivos por los cuales regresaría sería por ella. Bajó la cabeza al saber que eso sería imposible, no quería que alguna tragedia sucediera de nuevo.

En especial ahora que se estaban acechando a todo muggle que se relacionarse con alguien del mundo mágico. No podía hacerles esto a ella o si quiera a los niños, la magia era fácil de detectar, en especial cuando el ministerio seguía los pasos de todo ser mágico que hubiera en el país.

No debía de tener mucho razonamiento como para saber que de alguna forma ya habían introducido a alguien en el ministerio para que les indicará qué mago se encontraba con muggles o que masgos habían nacido de estos.

— ¿Adha? Deja de mirarme como si estuvieras enamorada de mí – Marie exclamó.

— ¿Y cual sería el problema? – preguntó sería.

Ambas se quedaron mirando y en algún momento se acercaron.

— Eres rara.

— Y te encanta.

Después de aquellas palabras no pasó ni dos segundo para que Marie se alejara totalmente sonrojada y Adhara estallara de risas. La rubia atinó a darle empujones a su amiga para que dejara de reírse más eso parecía avivar más las carcajadas que la pelinegra soltara.

— Eres odiosa – se cruzó de brazos.

— Tranquila Rubia, tengo a alguien suspirando por mí – soltó Adhara como si fuera un secreto.

— ¿Y tú por él? – la curiosidad la invadió

— Creo que eso es obvio.

Y claro que lo era, Marie supo en ese instante que su amiga debía de estar perdido por esa persona, la tonta sonrisa de enamorada que ella emitió fue suficiente para aceptar que la pelinegra en verdad estaba enamorada.

— Volveré – soltó después de unos minutos.

— ¿Segura? No nos molestaríamos si no lo hicieras, después de todo, todo el mundo siempre se va.

— Volveré – repitió – No podría dejarte sufriendo aquí sola, no lo soportarías – la burla en sus palabras se hizo presente.

— ¡Oh, vamos! ¡Yo he pasado toda mi vida aquí! Si sumamos los meses que te has quedado solo daría un año y eso, con las justas.

— Pero siempre que estoy aquí las cosas son más divertidas.

— No lo sabes.

— Oh claro que sí, los niños lo repiten siempre.

La rubia rodó los ojos exasperada de las burlas de su amiga pero a la vez divertida. Soltó una pequeña risa sin poder evitarlo. ¿La extrañaría? Era un hecho. ¿Realmente creía que volvería? Lo haría.

Algo que caracterizaba a Adha era su palabra, siempre la había cumplido y no creía que hubiera un motivo suficiente como para romper aquella promesa. O eso era lo que suponía en sus pensamientos.

•°•(...)•°•

Una semana había pasado desde que los chicos cocinaron los pies. Lamentablemente, este se había acabado al día de haberlos preparado. Si bien James y Sirius se quejaron, la señora Potter les había aclarado que no había dejado tanto como otras veces porque ahora había más gente en la casa.

Ahora se encontraban en la sala jugando al Snap explosivo para pasar el tiempo, al fin y al cabo no podían hacer otra cosa. Las salidas habían sido prohibidas desde que llegaron a casa, solamente se permitía ir si es que fuera por motivos de recaudar víveres. Los señores Potter habían tenido una sería conversación con sus dos niños, quienes eran los más propensos en salir solo para divertirse.

Los tiempos ya no permitían que hicieran lo que uno estaba acostumbrado a hacer. La prioridad era cuidarse y tomar prevención en todos los sentidos.

Con respecto al castaño licántropo, este seguía en su habitación. En las últimas semanas ninguno pudo entrar a excepción de la señora Potter. Remus no quería ver a nadie, pero no por ello sus modales iban a cambiar. No estaba en su casa y por más que no lo deseara, tenía que respetar que era la casa de la Señora Potter y que está le había brindado una hospitalidad sin pedir nada a cambio.

— ¡Ja! ¡Gané! – James se paró mientras hacía un baile de celebración.

Los chicos empezaron a abuchear mientras que Lily solo reía. Había jugado más de cinco partidas y en todas ellas James había ganado.

— ¡Estoy seguro que estás haciendo trampa! ¡Esto es injusto!

— Solo acepta que era un mal perdedor Sirius.

— Jamás.

Tomó tiempo poder calmar a James, quien seguía bailando y haciéndoles burlas al pelinegra. Pero las celebraciones culminaron cuando unos toques se hicieron presentes en la puerta.

No esperaban a nadie y aún no era hora para que el Señor Potter regresará de su trabajo. Las risas se esfumaron y las varitas aparecieron en las manos de cada uno de los presentes. Se acercaron de a poco a la puerta cuando unos pasos acelerados se escucharon sobre ellos.

— Remus – Lily murmuró.

Todos se sobresaltaron al observar como su castaño amigo bajaba corriendo las escaleras. Lily por primera vez desde que llegó a la casa de los Potter pudo observar la demacrada apareincia de su amigo.

Estaba pálido, un tonto de peil mucho más claro que el que poseía, por esto las cicatrices de las cuales siempre tuvo curiosidad eran más marcadas. No podría decirlo con claridad por la ropa ancha que traía, pero estaba seguro de que no tenía la misma contextura que la de siempre.

Su conmoción por verlo de esa forma fue suficiente como para no darse cuenta del motivo por el cual este bajaba las escaleras rápido. Más cuando pasó por su lado notó que es lo que quería hacer.

Los chicos a su lado también lo miraron y se apresuraron a intentar tomarlo para que no abriera la puerta. No sabían quién era el que estaba detrás de ella.

— ¡Remus no! ¡No sabemos quién es! – James exclamó mientras lo sostenía igual que cuando lo sostuvo aquél día.

Más el castaño sacando fuerza de quién sabe dónde, se safó del agarre y abrió la puerta ignorando a todos los demás.

Desde atrás, lo que los chicos pudieron notar fue como el castaño saltaba literalmente hacía los brazos de la persona que se hallaba fuera de la puerta y de un momento a otro escucharon su sollozó.

Sirius se quedó petrificado al oír la consolación que la persona abrazada por Remus estaba diciéndole. El tarareo fue lo único que necesito para saber de quien se trataba.

Después de tiempo, aquel chocolate amargo pudo juntarse con la plata derretida, sintiendo como un cálido y grato sentimiento los invadía al ver al otro y asegurarse de que se encontraban bien. Sirius sonrió sin poder evitarlo y notó como su pelinegra hacía lo mismo, a pesar de tener al castaño entre sus brazos.

Esa conexión de miradas fue suficiente para que la sintonía del palpitar de sus corazones volvieran a sonar en el mismo ritmo, brindándoles un armoniosa melodía que era deseada por muchos pero alcanzada por pocos.

Adhara murmuró algo inaudible para los demás hacía Remus, quien de a poco se fue calmando y asintió a lo dicho. Sin decir más, subió a su habitación teniendo por encima la mirada de todos pero ignorandolas.

— Entonces... ¿Cómo han estado? – cuestionó con una sonrisa torcida.

— ¡Hija de...! ¡Eres una egoísta sabelotodo! – gritó James como la reina de drama que era antes de ir y abrazar a su amiga.

— Oh, yo también te extrañé Míster Ego – soltó mientras devolvía el abrazo.

— Creída – soltó.

— Lo aprendí de tí – dijo para separarse del abrazo.

— Siempre te harás extrañar ¿No es así? – está vez fue el turno de Lily de preguntar.

— Es lo que le pone vida a nuestros reencuentros – Adha respondió para luego abrir los brazos en intención de que la pelirroja se acercara a ella.

— Oh, como te odio – exclamó para luego abrazarla.

— Sí, sí, Lily, yo también me amo.

— Egocéntrica – canturreó Peter.

— Oh, tu no te salvas del abrazo Pero – dijo después de separarse de Lily.

— Yo creo que deberías dejarlo allí, cierto perro me puede morder sino – río Peter entre los brazos de la pelinegra.

Está se soltó para después dar media vuelta y observar a su pareja, está le observaba con los brazos cruzados pero con una sonrisa enorme. Se acercó lo suficiente a él como para que sus labios se rozaran y como si fuera una niña se quedó parada justamente allí con las manos detrás aparentando inocencia.

— ¿No me vas a abrazar? – cuestionó divertida.

— Voy a hacerte mucho más que eso – respondió él para luego esconderse en su lugar favorito y apretarla hacía él.

Adhara soltó un jadeo cuando sintió como dejaba un beso en su cuello para luego empezar a jugar con su cabello.

— ¿Otra partida de Snap James? – preguntó Peter.

— Pero si estamos... ¡Auch! ¡Lily! – se quejó por el golpe que la pelirroja le había dado.

— Vamos a la sala James – ordenó ella.

— Pero, pero, yo quiero...

— James – amenazó, el nombrado solo asintió y los tres jóvenes se fueron de nuevo a la sala para darle un poco de espacio a la pareja.

A los minutos Sirius salió de entre el cuello de Adhara para luego darle un beso en la frente a esta h abrazarla otra vez. La nombrada se apoyó en su pecho y se dejó inundar por aquel olor que tantas veces había notado en la poción de amor. Por otro lado Sirius pasaba su mano por el, ahora, largo cabello de la pelinegra. No la quería soltar, aunque tendría que hacerlo, sabía claramente que como la buena samaritana que era su pareja iría a ayudar al castaño, pero por un momento, quería tenerla para él solo sin que nadie más los separara.

Se separó de ella un poco para luego conectar miradas y sonreír. Cómo la gran mayoría de las veces, Adhara lo tomo del cuello acercándolo para unir por fin sus labios en un beso lento y amoroso. Disfrutaron de nuevo el sentimiento gozoso que inundaba su cuerpo cuando por fin sus bocas se encontraban y sonrieron entre medio de este especial acto.

Al separarse juntaron su frente y cerraron los ojos mientras que intentaban calmsr su respiración. Sirius rozó sus narices causandole una sonrisa a Adhara, el beso esquimal era uno de los favoritos de Sirius, no exactamente por el contacto, sino, por el efecto instantáneo que tenía en Adha. Sus mejillas sonrojadas serían el rojo favorito de Siriuspor sobre mucho y su bobalicona sonrisa apareció de nuevo.

Quedaron unos minutos así antes de que Adhara se manera un poco para mirarse de nuevo a los ojos, Sirius comprendió lo que quería decir y sin nada más asintió mientras desviaba su mirada. La pelinegra rodó los ojos ante ello, si bien los celos de Sirius eran divertidos a veces también eran exasperantes. Lo tomo de la barbilla, de nuevo, para que la mirada y poderle dejar un pequeño beso al separarse le sonrió y besos su mejilla antes de subir por las escaleras y dirgirse a la habitación del castaño.

Sirius no ma perdió de vista hasta que desapareció d ellas escaleras. Y con una energía completamente renovada se dirigió a la sala para recibir los comentarios burlescos de su amigo y para comenzar con una nueva partida del snap explosivo.

•°•(...)•°•

Pasaron tres días en los cuales los presentes en la casa solo observaban a Adhara cuando iba por el desayuno, almuerzo y cena de tanto ella como Remus. En el tercero ella misma se había encargado del desayuno de todos, indicándole a la Señora Potter que por esa vez la dejara a ella ayudarle en la cocina pidiéndole a cambio compañía y una pequeña charla. Más después de ello tomó los platos correspondientes y de nuevo se metió a la habitación del castaño.

Si hubiese habido mejoras en Remus no lo supieron hasta el cuarto día de la llegada de Adha, en donde después de dos meses de la salida de Hogwarts, su amigo había salido para compartir desayuno con ellos. Se notaba más serio que de costumbre pero aún así pudo ser parte del ambiente familiar y armonioso que hubo en ese momento.

Fue un desayuno ameno y especial para todos, porque después de un años, podían por fin comer entre todos y disfrutar del otro para el inicio de aquel día. Las conversaciones sobre las travesuras que hacían en Hogwarts no faltaron al igual que las anécdotas que los señores Porter contaban para dejar avergonzado a James.

Más el pensamiento de que alguien faltaba en esa mesa fue constante en todos, más ninguno lo menciono. No era momento de hablar de ello, aún no. Las heridas debían de cicatrizarse antes de sacar la venda que lo ayudaba a curarse porque de no ser así, estás se abririan nuevamente.

De todas formas y a pesar del constante pensamiento que faltaba alguien, no pudieron evitar pasarla bien. Y aquello le hizo a Remus pensar en que si era correcto reírse después de lo sucedido, su mirada se quedó fija en la pelinegra que se hallaba contando una de sus travesuras hacia las francesas que, según ella, le hacían la vida imposible por qué no tenía los modales o la postura adecuada.

Recordó entonces las cientos de pláticas que había tenido con ella, los muchos concejos que le dedicó y también los concejos que alguien más le había dado a Adhara y que está ahora le daba a él.

No podía dejarse estancar, la vida seguía y tenía que disfrutarla, apenas tenía 16 años, aún le quedaba muchos años y transmos que recorres y quedarse en una miseria por quién sabe cuánto tiempo no le haría bien.

El tiempo no cura, el esperar que el tiempo solucione los problemas era algo completamente incierto. El tiempo no es el que cura, son las personas y uno mismo, porque si el no pone de su parte jamás lo superaría.

Iba a doler, iba a ser duro, iba a tener un gran camino lleno de espinas y trampas que recorrer. Pero no estaba solo y al observar todos los rostros que lo estaban acompañando en ese nuevo inicio de día comprendió que él podría lograrlo. Sería feliz y daría un nuevo paso en búsqueda de ese camino, lo haría por su castaña y por si mismo.

Dejó de lado sus pensamientos y se enfoco en disfrutar del momento. Todos sonrieron y se alegraron al ver qué empezaba a participar de la conversación y de que hacía burlas a James o Sirius si era necesario. Las anécdotas parecían no acabar y los recuerdos del pasado fue lo que ilumino la oscuridad que se había creado.

Y

dentro de ellos la esperanza creció sin tener conocimiento de lo que se avecinaría.

•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°

¡Feliz día del Amor y la amistad!

Les mando mucho amor y sean concientes de que mí corazón siempre está con ustedes ;)

Ahora sí, este es el capítulo terminado y no el otro que Wattpad publicó :D

Por si tienen dudas los que llegaron a leerlo, lo que leyeron es como un resumen que me ayuda para no olvidarme de tocar ciertas partes. Mayormente añado más cosas de la escritas en estos pero en su mayoría está lo importante.

En fin, siento el malentendido y la demora, ahora sí, ya tienen su capítulo correspondiente de la semana ;)

Por cierto, si quieren algún especial de San Valentín, acepto todo tipo de ideas en los comentarios -›

Tomen awita y cuídense mucho porfa

¡Los quiere y ama!

Una Sltyherin
no tan Sltyherin

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