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›«El veneno de la luna»‹

Omnisciente

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Ver el brillo de sus ojos extinguirse por su culpa la destrozó.

Su piel escocía, quemaba tanto que dolía. Los estragos de su tacto no hacían más que remontarla a recuerdos lejanos que, realmente, no eran más que cercanos.

Ven, cariño.

La ternura, la delicadeza... su cabeza daba vueltas por las acciones que tuvo con ella. Quería volver... oh, como ansiaba correr y abrazarlo. La necesidad de ser acariciada por sus manos, de ser cálidamente recibida por su contacto, de sentirse amada por su... No, suyo ya no era.

Pero, aun así, ella quería... solo una noche donde... unas palabras y...

Quiso gritar por la acumulación de sentimientos.

Eres la mejor.

Sólo se burlaba de ella, claramente no lo era.

¿Cómo podía serlo?

Sus propios pensamientos la atormentaban día y noche desde hace casi dos semanas, recordándole sus fallas. Sus sentimientos no hicieron más que unirse a su tormento hace casi una semana, trayendo memorias que su sufrimiento aumentaban. Y sus obligaciones ni piedad demostraron, juzgándola por su absurdo caminar.

Detestaba tanto que su exclusiva mirada, que esos benditos ojos de plata, la quebrara. Despreciaba que por más sutil que fuera el roce, sin vergüenza su piel se entregara. Aborrecía con creses que la sentimental forma de su trato, la ilusionara. Lo odiaba. Odiaba con todas las fuerzas que le quedaban que calara tanto en su alma.

Al escozor de sus ojos ya se había acostumbrado. ¿Cómo no hacerlo si era lo único que sentía tras cada vez que las lágrimas retenía? No podía, no debía seguir lastimándose de tal forma. Sabía bien cuál era el problema consigo, lo que la convertía vulnerable detrás de la interacción con Sirius.

Y lo odiaba... odiaba tanto amarlo.

Odiaba el escalofrío que surgía al pensar en su nombre, odiaba la frialdad que la invadía al notar su ausencia, odiaba el fuerte palpitar que iniciaba al tenerlo cerca, odiaba la exposición que enfrentaba cada vez que la él la miraba, odiaba que a pesar de todos los estragos cometidos no se daba por vencido.

Odiaba la necesidad de quererlo a su lado.

Sacudió su cabeza, desordenándose su cabello durante el acto. Debía soltarlo. No era momento, no era ocasión, para llantos de lamento. Cómo se lo había dicho, tenía asuntos más importantes que atender, asuntos que debía atender. No era momento, no era ocasión, se repetía. Mantener la cabeza fría, ignorar el clamor de su alma, debía.

Su caminata por cada paso se oscurecía, los alumnos de distinto grado se alejaron al verla sin una sonrisa. No era el aura que cotidianamente poseía, no era la actitud que normalmente apreciarían, ni por asomo se observaba la jovialidad de su compañía. Con el mismo respeto que a sus profesores otorgaban a ella la observaban.

Las cosas iban a cambiar, lo presentía. No se trataban de meros asuntos escolares, lo sabía. Algo dentro de ella le decía, le prevenía, que... Detuvo sus pasos, sintiendo su presencia.

— Adhara.

¿Calma, era mucho pedir?

°•°(...)°•°

— Snape, Vanity — ambas serpientes exhalaron — ¿A dónde se dirigen? — cuestionó frenándolos.

Los dos alumnos giraron, encontrándose con la severa mirada de la jefa de Gryffindor. En un intercambio silencioso, el pelinegro dio un paso para hablar.

— A asegurarnos que se encuentre bien — admitió, creyendo que, a pesar de sus últimas acciones, la profesora que tendría en frente permitiría que la buscaran.

— La indicación es que practiquen para su ceremonia de egreso — dijo después de soltar un suspiro — Son órdenes estrictas del director, lo lamento — expresó.

— No, no lo hace — la fémina habló, ignorando la mirada de advertencia de Severus.

— Señorita Vanity, no creo que usted comprenda... — Minerva se vio interceptada por la alumna.

— Claro que lo comprendo — farfulló — Comprendo que a pesar de tener el conocimiento de lo afectada que está, la obligó a bailar con el responsable de su decaída personalidad — exclamó.

— Seleccioné a dos alumnos que sé, contaban con el conocimiento para una buena... — comenzó a defenderse.

— ¿Sirius Black, el rebelde de primera? — se burló — No me quiera hacer reír, profesora. Hay magos con más sangre pura que ese traidor de la sangre para seleccionar — informó.

— Aquí no permitimos tales adjetivos, señorita Vanity — regañó.

La nombrada quiso reír, todo lo que dijo y Minerva solo reparó en el adjetivo denigrante que se merecía ese asqueroso león.

— Ella confío en usted, ¿Y es así como lo paga? — cuestionó entre dientes, la severidad en su mirada comenzó a decaer — Esforzándose por ayudar a quienes la lastimaron en vez de preocuparse por su persona — escupió.

— Es suficiente — Severus indicó, tomando de su brazo para detenerla.

Pero la serpiente ya estaba harta cuando los pertenecientes a la casa de los valientes se centraban únicamente en lo que consideraban lo correcto, creyendo que se trataba de un mero heroísmo. Cuando la realidad era, que olvidaban las consecuencias de sus acciones en quienes creían ayudar.

— No lo ve — exclamó — Pero son ustedes quienes la llevaron a tomar tal decisión.

Vanity, conforme consigo misma, utilizó el agarre de Snape en su brazo para llevarlos fuera del salón. Sintiendo la mirada de la mayor perseguir cada uno de sus pasos hasta el momento en que desaparecieron tras la puerta.

Caminaron en silencio, el agarre que no se deshizo los ayudó a mantener el mismo ritmo de sus pasos. Más tras unos tensos, pero cómodos, segundos sin comunicación, Severus no pudo más con su intriga.

— ¿Qué demonios sucedió? — interrogó, observando a su acompañante.

— ¿Te soy sincera? — el contrario asintió — No tengo la menor idea.

No supo la razón exacta, pero río levemente por su respuesta. Oh, él se esperaba algo más brusco, como una explicación rigurosa del desprecio que profesaba a los de valientes instintos, aún cuando se trataban de personas con más experiencia de la vida que ella. Pero obtener el desconocimiento como respuesta, fue más como una respuesta que escucharía de la no vengativa Vanity por la que Adhara la estimaba.

— Snape, no tiene ni una jodida gracia — apuntó airada.

— Oh, claro que lo tiene — respondió tras tranquilizar su leve risa — No puedo creer que enfrentaras a McGonagall de tal forma.

— Teníamos que ir en búsqueda de la dramática de nuestra amiga, ¿No es así? — obtuvo un tarareo afirmativo — Y no nos iba a dejar, estoy segura de que esperaba que uno de esos estúpidos leones fuera en búsqueda de Adha — rodó sus ojos.

— Pero como has dicho, son estúpidos — comentó, recordando ver a una cabellera pelirroja junto a un azabache iniciando una danza — No me sorprendería saber que el único preocupado fuera Pettigrew.

— Y el idiota ese — comentó con repudio.

— No lo invoquemos — espeta fastidiado.

— Uy sí, el nuevo innombrable — se mofa.

Su caminata persiste con el instalado silencio. Sus ojos están atentos a cualquier indicio de una cabellera pelinegra, más internamente, una peculiaridad insiste en ser indagada.

— ¿De qué decisión hablabas? — preguntó de lo más normal, disimulando su curiosidad.

— ¿Mmm? — murmuró confundida.

— Lo que le dijiste a McGonagall — especificó.

— Oh... — pareció recordar — Es sólo una sospecha que la profesora acaba de confirmar — respondió.

— ¿De qué hablas? — vuelve a preguntar, no comprendiendo lo que la fémina a su lado quería decir.

— ¿No has notado lo tensa que está? ¿Las cartas que no para de recibir? ¿Y las desaparecidas? — interroga — Algo está por hacer — informa — Y no es de su completo agrado — canturrea desganada.

— ¿Y por qué, entonces, lo haría? — debía cerciorarse que ambos estaban pensando en lo mismo.

— Tu mismo lo has dicho — mencionó arrogante — ¿Quiénes son su talón de Aquiles?

No recibe respuesta, más no es necesario. En una compartida decisión, permiten que cada uno se pierda en sus cabezas. Dándose el momento de pensar lo descubierto, al menos, hasta que alcancen a la pelinegra. Y lo hacen, se encuentran con la persona que buscaban. Pero la satisfacción poco les duraría.

Se encuentran con la persona que buscaban. En compañía de otra.

— Adhara.

Oh, como detestaban ver esa mirada.

°•°(...)°•°

Absorta, sigue sin diferenciar los pensamientos. Tranquilidad le brinda pensar en su pasado, angustia persiste al pensar en su presente. Para el futuro no hay espacio, no existe en su deteriorada personalidad.

¿Quién era? ¿Cuáles eran sus verdaderas creencias?

Sonrisas brinda, asentimientos comparte, comentarios abandona. Pero a pesar de ser quien maneja sus riendas, puede seguir sintiendo el tacto de quien con facilidad la dominaba. Lo recuerda, lo siente como un espejismo confuso, su persona estaba confusa. La intromisión fue expandiéndose con suavidad, comenzó como el cálido susurro de una madre guiándote en tus primeros pasos, alentándote después de las caídas. Más al estar familiarizada con su ayuda al pararse, la atención es inexistente al aceptar la mano brindada, hasta que descubres que te entregaste al monstruo vestido del amado ser.

¿Habría luchado en contra? ¿Desgarramientos tras los alaridos de auxilio quedaron?

Creía verse ahí, aprisionada por sus palabras, encarcelada por sus pasos, sometida por sus acciones. Creía verse ahí, aterrada por lo que decía, alarmada por dónde se dirigía, estremeciéndose por los cometidos. Creía verse ahí, disfrutando de las consecuencias, jactándose del destino, riéndose de los perjudicados.

Tantas versiones, tantos aspectos, tantos pensamientos. Y aún no lo descubría, aún no los discernía, no los reconocía. Consumida, explotada, usada...

¿Corrompida? ¿Desgastada? ¿Ultrajada?

Nunca pensó en usar tales palabras, nunca pensó en sentirse identificada. Jamás creyó en las tradicionales frases, jamás encontró verdad en sus oraciones. Siempre estimó poseer razón gracias a sus corazonadas, siempre admitió ser de los presentimientos que brotaba.

No era más que una joven equivocada.

Desorientada se encontraba. Tantos caminos, tantas salidas, tantos atajos, tantos laberintos. Eso era. Ese era el lugar donde estaba, en un laberinto. Pero ella no quería participar de tal diversión, no quería ser la pieza de un juego, obligada a ser el entretenimiento de otros. La burla de quien la había vuelto una ficha más.

Corrompida. Desgastada. Ultrajada.

Oh, cuanto se arrepentía por no implorar. Las diferencias que existirían si las fiestas invernales en soledad ella no experimentaba. Escalofríos aparecían cada vez que recordar intentaba, logrando conseguir la nada. Era la única respuesta que tenía para ella, era lo único que ofrecía: nada. En blanco, sin ningún solo retazo, el retrato de quien otorgó el denigrante regalo no existía, tan solo vivía la certeza de su existencia.

Fueron los aplausos las que la despertaron como si de bombas se disfrazaran. Los codazos de quien se sentaba a su lado, la razón de su sobresalto. Pero, sobre todo, el cambio en su mirada, por lo que su absorto dejó de lado.

Confortada. Valorada. Purificada.

No debía, pero así se sentía. Juraba escuchar las risas de su fantasma, al igual que la indignación de su yo pasada. Oh, como se estaría burlando la castaña si se enterara, si la observara.

Tras días pérdida en su propio cuerpo, no fue sorpresa quedar despierta, observando la amanecida entre los ventanales de la enfermería. El silencio no la acompañó, no del todo. No pensó en establecer una plática con ella, no se imaginó ignorar sus corazonadas. Revelador, así lo consideró. Una brisa de calma, así lo sintió.

Y entonces, bastó con su dulzura para olvidar.

Confortada. Valorada. Purificada.

Lo necesitaba, identificarse con las palabras mencionadas lo ansiaba. No pensó, sólo lo buscó. Ninguna la notaría, sus amigas pérdidas en su propio edén no la buscarían. No se preocuparía, enfrascado en su propio dolor ni la detendría. Y con los protectores en su propia discusión, ni la verían.

Obtuvo ventaja sin planearlo. Y la alcanzó antes de lo imaginado.

— Adhara — en su desesperación su nombre salió.

Y se arrepintió de no llamarla por su apellido. La leve ilusión desaparecía de su amarronada mirada al encontrarla, ¿con quién la confundió? Su ceño se frunce al recibir un dolor que despertó por la respuesta inmediata. Pero no fue sólo eso, un retazó apareció en el blanco papel que en la madrugada presentó.

¿Qué es lo que había hecho? Se cuestionó, más el acontecimiento se borró tras el impacto físico de unos cuerpos contra el suyo.

— Pero miren nada más — canturreó — La leona necesitada apareció — se burló — Y tal parece que sólo quiere ser destrozada, mira esa cara sin esperanza.

— No es necesario mirarla — comentó sin detener su caminata — Es un hecho que sus ¿planes? — exclamó con mofa — siempre fallan.

— Adhara — ignoró a las dos serpientes — Creo que...

— ¿Adhara? — la cortó Vanity — Parece que el tinte comienza a afectarte — masculló con ironía — Es Jone para ti, desubicada.

— Y no es del interés de nadie tus creencias, McKinnon — Severus profirió — Ni tampoco nos hace gracia tu presencia — masculló con desprecio.

Severus le dio la espalda, a la par que Vanity la amenazaba con sus gestos. No era ciega, sabía bien que tras el cuerpo de la fémina serpiente la seriedad del severo desaparecería para hablar con una sorpresiva suavidad con Adhara.

Un tarareo afirmativo se escuchó después de un tenso silencio. Marlene deseó, en ese mismo instante, borrar la arrogante mirada victoriosa que apareció en la serpiente que la observaba con superioridad.

— Que tengas un aborrecible día, McKinnon — deseó con amabilidad, guiñándole un ojo antes de darse media vuelta y, junto con los dos pelinegros, empezar su caminata lejos de ella.

Pero eso no la detendría, sintiendo los estragos de lo que un fracaso podría causarle, ignoró las señales de advertencia que brillaban por todos lados para caminar a paso firme hacia el trío de serpientes que se alejaron tan solo unos cuantos pasos. Y sin importarle nada, la tomó del brazo.

Fue demasiado rápido su reacción como para llegar a hablar.

Severus y Vanity escucharon con sorpresa, y temor, el golpe del cuerpo contra la pared. Se miraron, esperando encontrar en el contrario la forma correcta de reaccionar, más no existía concejo ante lo presenciado.

Estampada contra la pared, estando de puntillas en el suelo, Marlene se encuentra acorralada. El antebrazo de la pelinegra presiona su pecho. Y la rubia es capaz de localizar la punta de su varita porque lo siente al respirar.

Ah, es más que claro que sucumbe ante los amarronados ojos. Intenta contener las alarmas, concentrándose en transmitirle su necesidad de hablar. Más parece que no podrá convencerla, en su garganta una presión gracias a su varita nace. Debe darle más explicaciones, debe darle más razones, lo sabe, pero no es capaz de pronunciar palabra teniéndola tan cerca de ella. El pánico comienza a instalarse y traga saliva, queriendo atacar la sequedad que amenaza en no permitirle pronunciar palabra.

— Adha... — Severus advierte.

Por más que encantado se sentiría al ver a su amiga poner en su posición a McKinnon, no desea que se meta en problemas por esta misma persona. Adhara no merece rebajarse por el tipo de persona del que la rubia era parte, no merece rebajarse por una ridícula que defendía sus acciones tras el "amor" que profesaba a sus amigos y al estúpido león.

Pero para su sorpresa, es la fémina de su costado quien lo detiene.

Exige una explicación, pero no llega a recibir nada. No porque Vanity no quisiera otorgárselo, sino, porque la vista de la nombrada, fija se mantiene en el camuflado intercambio que la serpiente y leona comparten.

Vanity reconocía el semblante de su amiga. No, no estaba enfurecida como Severus creía. No, lo que comprendió de sus gestos era enteramente distante a sus expectativas. ¿Podía sentirse indignada tras comprender lo que McKinnon suplicaba? ¿Podía sentirse traicionada tras comprender lo que Adhara se encontraba por hacer? Oh, claro que podía.

Podía y lo hacía.

Severus observó confundido al ver a su compañera fruncir su ceño molesto, observando con enojo al par de mujeres que aún se hallaban en ese intercambio confuso para él. Pero el pelinegro decidió no considerar su actitud, así que olvidándose que Vanity lo detuvo, intentó sacar a Adhara del enfrentamiento que tenía con la rubia.

Sí, la decisión tomada fue errónea. Lo supo al escuchar las palabras de la pelinegra.

— ¿Qué? — susurró confundido.

Pero no recibió nada de quien era su mejor amiga. No recibió nada de la persona que estaba concentrada en mirar a la leona acorralada.

— Déjenos a solas — repitió seca.

— De ninguna forma — se negó, jamás escuchaba sus palabras cuando se molestaba — No te vamos a dejar cuando...

— He dicho — lo detuvo, alejándose de la rubia que se sobresaltó por su ausencia — Déjenos a solas — ordenó, brindándole una mirada que casi lo hizo obedecer.

— No, nos iremos sin...

— Fuera — Severus detuvo sus pasos al ser consciente de sus acciones.

— ¿En serio nos estás apartando por...? — su compañera examinó con disgusto a la leona — ¿... esa, Adhara?

— ¿Es necesario que lo repita? — ambas serpientes se congelaron por el tono mordaz que les dedicó — Tal parece que no.

— ¿Qué mierda es lo que te pasa? ¿Es que acaso...? — el cabreo de la serpiente fue contenida por su compañero.

— Como guste, capitana — expresó con frialdad.

Y por un segundo, Marlene observó la pesadumbre que, por tratar de tal forma a sus amigos, creció en Adhara. Más como se mencionó, fue por un escaso tiempo, ya que después de girar a observarla, no existía debilidad ni compasión en su postura...

— Bien, Rubia — dio un sobresalto al verse nuevamente amenazada — ¿Qué tiene esa atrofiada mente tuya para ofrecerme?

... ni en sus palabras.

°•°(...)°•°

— ¿Qué tal tu fantástica charla de chicas con la rubia que se acostó con tu amado león, Adhara? — preguntó en cuanto la pelinegra entró a la sala común.

— ¡Vanity! — regañó en un susurro Regulus, asombrado por la audacia de sus palabras.

— ¿Qué? ¿Está mal que diga la verdad? — el remordimiento no iba con ella — No ha de sorprendernos si nos cambia por esa oxigenada, parece ser que Adhara no sabe más que juntarse con traidores.

Severus se quedó con la intención de hablar al escuchar la amargura representada en una risa de su amiga.

— Tienes toda la razón — expresó acercándose a la cazadora — Sólo se escoger a personas que me atacaran sin dudarlo tras la mínima discrepancia... — la intensa mirada logró que se encogiera en el sillón — ... como amigas — siseó.

La pelinegra se mofó al ver su mirada baja, sin ser capaz de enfrentarla. Y tras un silencio, sintiéndose decepcionada por su aguante, se alejó del grupo de serpientes.

— Iré con ella — habló tras unos segundos, cerrando el libro que en manos poseía.

— No creo que sea lo mejor — murmuró, obteniendo sorpresa de sus mayores.

— ¿Y a qué se debería eso, mini Black? — Vanity preguntó, ignorando la expresión de molestia por el apodo.

— Está estresada — responde de igual forma — Y no es nada agradable cuando lo manifiesta — informó perdido en sus recuerdos — No vas a quererlo, Severus.

— Patrañas — expresó la única chica de la charla — Snape podrá bajarla de su nubecita de princesita egoísta — declaró, ignorando el disgusto del menor.

— Decir la verdad no la convierte en una princesita egoísta — Regulus defiende a su amiga — Que te hayan afectado...

— ¿Afectado? — repitió mofándose — Eres demasiado iluso para pensar...

— Adiós — el murmuro fue ignorado por las dos serpientes.

—... que sus palabras me hayan... — dejó de escuchar la delicada voz.

Severus no tenía humor para soportar las discusiones de esos dos. Su preocupación por Adhara era mayor que el estado en que se encontraba. Así que, ignorando la advertencia de Regulus, clasificando este como una combinación de miedo y respeto que el menor profesaba a la pelinegra, el pocionista subió por las escaleras que lo dirigirían al cuarto de su amiga.

— No deberías de hacerle caso — indicó nada más entró a su habitación — Está resentida por la forma en que nos botaste por McKinnon — informó, escupiendo con asco el apellido de la leona y enfatizando su anterior acción.

— Créeme, Sev — la pelinegra le dirigió una ligera mirada antes de volver a sus asuntos — Tengo el más mínimo interés en su infantil comportamiento en estos momentos.

El mencionado parpadeó, no creyendo posible que Adhara se expresara con tanta frialdad del intercambio de palabras con Vanity, como si no se sintiera lastimada por las palabras de su amiga.

— Claro, volvamos a la actuación de la fría serpiente — ironizó por lo bajo.

— Sev, sí solo vienes para hablar de Vanity, por favor... — no terminó su petición, ya que sus gestos hablaron por sí solos.

Parpadeó, no creyendo lo que le pedía.

— ¿Me estás echando? — cuestionó con fingida indignación — Eso duele, Adha — la mencionada se relajó, sonriendo ligeramente mientras que negaba.

— Necesito un momento a solas — informó ella al notar que su pelinegro amigo se sentaba en su cama, ignorando por completo su petición.

Suspiró hostigada, dejando la pluma en el tintero. Apreciaba con creces a Severus, jamás negaría el gran cariño que le profesaba al pelinegro. Era más que un confidente, y agradecida estaba con Salazar por permitir que ambos quedaran en la misma casa. Pero en ocasiones como la presente, se veía abrumada por la intensidad que el pocionista manifestaba cuando se decidía a no dejarla.

— Sev, por favor a Salazar... — quiso manifestar su cansancio, con poseía demasiados asuntos de los que debía encargarse como para distraerse.

— ¿Qué dijo McKinnon ahora? — preguntó, echándole la culpa a la mencionada por el estado de ánimo de su amiga, ignorando sus peticiones.

— Palabras sin importancia — se abstuvo a responder.

— Ni tu eres capaz de creer tal mentira, Adha —declaró, rodando sus ojos.

— Tienes razón, es una mentira — aceptó la pelinegra — La verdad es que hablamos de lo irritante que pueden ser las personas cuando no entienden que prefieres un momento a solas.

— Sabes bien que no es eso lo que necesitas, Adha — rodó sus ojos — Si quieres desahogarte por el idiota de Black, estoy dispuesto a acompañarte, pero no pienso dejarte sola.

— No tiene nada que ver con ellos, Sev — comentó, dándole la espalda para seguir con la escritura de una carta.

— ¿Entonces? — quiso saber, esperando su respuesta para ayudarla.

Pero no recibió palabra alguna, sólo un silencio. No dijo nada, pensando que capaz, su amiga le respondería una vez terminada la carta que traía, reconociendo que se acercaba al final del pergamino cuando comenzó a calentar un poco de cera.

— ¿Ahora sí puedo saber que es lo que te tiene tan molesta? — cuestionó una vez que terminó de cerrar la carta.

— Si quieres quedarte y hacerme compañía, hazlo — expresó — Pero no quiero hablar ahora, Sev.

— ¿Es por esos idiotas? — Adhara bufó frustrada.

— No — respondió de espaldas.

— ¿Por el baile? — siguió tanteando.

— Severus, por amor a Salazar — imploró — Permíteme descansar.

— ¿Por él? — la pelinegra suspiró, notando la latente preocupación de su amigo al mencionar al oscuro mago.

— No tiene nada que ver con Voldemort, Severus — ignoró la tensión que invadió a su amigo al pronunciar su nombre.

— Si no es por los leones, por los mortífagos o por nosotros — nombró el pocionista — ¿Entonces qué te tiene estresada?

— ¿En estos momentos? — el nombrado asintió sin ver la diversión en su mirada — Tus preguntas.

— Adhara... — regañó.

— Estoy esforzándome en no sacarte con hechizos de mi habitación — dijo manteniendo la paciencia — Así que, si quieres quedarte, haz silencio, por favor.

Satisfecha con verlo callado, se giró nuevamente, concentrándose en seguir respondiendo a ciertas personas que fueron invitadas para la ceremonia, para la reunión que se celebraría durante esta misma.

— Es... — dudó en decirlo, más era lo único que venía a su mente en ese momento — Es por tu decisión, ¿Cierto?

Sus movimientos se congelaron, y pudo notar como la tinta de la pluma se corrió en el pergamino, arruinando la carta que redactaba.

— Mierda — masculló molesta, dejando de lado la pluma — Mira lo que... — intentó culparlo, esperando que de esta forma dejara de lado la conversación.

Pero Severus la conocía tan bien como para ceder cuando dio con el motivo de su estrés.

— Es por esa decisión, la misma que involucra a McGonagall y... — dudó, más los puntos se formaban más rápido de lo previsto — y a Dumbledore, ¿Es eso lo que te tiene así? — cuestionó.

— No tengo la más mínima idea de qué decisión estás hablando — informó, sacando su varita para apuntar el pergamino, no mirándolo a los ojos.

— Vanity tiene la teoría de que estás a punto de cometer algo que no es de tu agrado, que te han obligado a tomar una decisión — informó, viendo a través de sus movimientos que maldecía en voz baja — Y creo... no, que tiene razón — declaró.

— No me hables de teorías sin fundamento, Sev — dijo manteniéndose de espaldas.

— ¿Cuál es esa decisión, Adha? — cuestionó, sabiendo que no era una teoría lo expresado.

— Tengo asuntos más importantes que resolver que escuchar las tontas teorías que...

— ¿Tiene que ver con quien tú sabes quién?

— ...no posee ni pies ni cabezas y solo son ideas que...

— Es obvio que tiene que ver, de no ser así, Dumbledore no se vería involucrado.

— No tengo tiempo para esto — concluyó, alejándose de él para ir al estante a sacar más pergamino.

— Pero va más allá que él — llegó a la conclusión.

— Severus... — quería que se detuviera, que parara.

— Esto es por ellos — lo supo — La decisión, lo que sea que vayas a hacer, es por esos leones — la enfrentó, deteniéndose en analizar su reacción — La única razón por la cual harías algo que te desagrada, el único motivo por el que te sacrificarías es por ellos.

Dio con la respuesta al notar su firme postura, al verla completamente seria cuando lo miró, optando por fingir que nada de lo que decía tenía sentido alguno. Pero era completamente lo contrario.

— No puedo creerlo... — río para sus adentros — ¿Cómo es posible que pienses sacrificarte por ellos después de que te traicionaron? — pero nada salía de su boca — ¿Cómo es jodidamente posible esto, Adha? — cuestionó con más intensidad, esperando que con ello hablara.

Se creó un silencio, uno tan tenso que temió por la forma en que la conversación — aunque el termino correcto sería discusión — acabaría.

— A menos que... — Pero todo ese temor se transformó en incredulidad cuando comprendió todo en un solo segundo — No estás pensando en perdonarlos, ¿Cierto?

La ligera sorpresa en su inexpresiva mirada le contestó. Abrió sus ojos, no creyendo posible que ella, que su amiga, la misma que era más resentida que su propia persona, la misma que era una jodida vengativa cuando alguna persona de importancia era atacada, tras el maldito daño que esos traidores, egoístas y petulantes leones le ocasionaron, estaba pensando en perdonarlos sin hacerlos sufrir como realmente merecen.

— No — negó incrédulo — ¿Es en serio, Adhara? — la nombrada suspiró desviando la mirada — No puedes estar hablando en serio.

— ¿Y cuál sería el problema si lo hago? — preguntó, volviendo a enfrentarlo.

— ¿Qué cuál sería el problema? — repitió — ¡Que esos idiotas no se lo merecen!

— Y aquí vamos de nuevo — rodó sus ojos, a sabiendas de lo que vendría.

— ¡Lo que esos idiotas merecen es sufrir! — informó frustrado — Merecen pagar por todo el daño causado — farfulló con gran rencor.

— No eres quien para... — era un hecho que no optaría por escucharla.

— ¡Ellos se merecen pasar por el mismo y hasta un peor sufrimiento por el que tú has pasado, Adhara! — rugió, desesperado porque su amiga no comprendiera tal sencillo factor.

— Basta, Severus — no iba a discutir con él sobre su forma de lidiar con los leones, no cuando era el odio que les profesaba lo que hablaba por él.

— ¡No! — se negó a obedecerle — Porque esos idiotas, escúchame Adha, esos idiotas deben pagar por todas las veces que te traicionaron — señaló, convencido de que eso era lo que merecían.

— Es suficiente, no voy a seguir escuchando tus...

— ¡Y si tú, si tú no estás dispuesta a hacerlo sufrir...! — interrumpió sintiendo el coraje recorrer sus venas — ¡...yo me encargaré de que ellos lo paguen! — declaró, causando que la pelinegra afilara su mirada — Haré hasta lo imposible para que pasen por el dolor de la traición.

— Tú no le tocarás ni un solo pelo a ninguno de ellos — su mordaz labia fue usada — ¿Me escuchaste? No. Lo. Harás. — remarcó cada palabra.

— Claro... porque sólo sacas tu veneno cuando se trata de ellos — indicó con dolor — Y nosotros nunca seremos suficientes para ti.

— ¿De qué diablos estás hablando?

— ¡Estoy hablando de que siempre has preferido a esos idiotas leones por sobre nosotros!

— ¡Esto no tiene nada que ver con la selección de casas, Severus! ¡Nada!

— ¡Tiene todo que ver! — contradijo — Te has parado a pensar, siquiera a imaginar ¿Qué sucedería si en vez de preocuparte por esos traidores leones, nos brindaras a nosotros, a las personas que sólo hemos cuidado de ti, el mismo valor?

— Yo siempre — remarcó la palabra — siempre les he dado el mismo valor.

— ¡No es cierto! — negó — ¡Porque si fuera así los olvidarías! — exclamó — ¡Pero nosotros jamás seremos lo suficiente para ti! ¡A pesar de que, si fuera de esa forma, ni siquiera atravesarías ni una pizca de los problemas que tienes por culpa de tus leones!

— ¡Ustedes son importantes para mí! — frustración, lo único que sentía era frustración — ¡Todos ustedes lo son!

— ¡No, no lo somos, porque sólo te sacrificas por ellos! ¡Porque sólo te metes en problemas por ellos! ¡Porque solo estás al pendiente de lo que les sucede a esos traidores leones!

— ¡No te atrevas a cuestionar cuando yo he...!

— ¡No hay nada que cuestionar cuando tú nunca has te sacrificado con la misma intensidad por nosotros que por esos asquerosos traidores! — la interrumpió.

— Tú — arisca sonó — Tú no tienes idea de... — tembló, no por miedo, sino por el esfuerzo de contenerse — ...no tienes ni una maldita idea de lo que he hecho por...

— No, no tengo ni la más mínima idea — cortó — ¿Pero de quién es la culpa? — cuestionó sin lograr controlarse — ¿Quién es la culpable de que no sepa nada? ¿Eh? ¡Por Merlín, deja de victimizarte cuando eres la única culpable! ¡Tú eres quien causó todo esto, Adhara! — la furia lo cegó — ¡Eres la única jodida persona que se considera importante sólo porque ocultas tantos secretos que no hacen más que consumirte! — se sumió a su coraje — ¡Porque fuiste tan crédula en pensar que esos leones de verdad te querían, cuando tan solo te soportaron a ti y todas tus mentiras por el idiota que nada más terminar contigo se consiguió a otra! ¡Que, por cierto, era por quien babeaba antes de que tú llegaras! ¡Antes que llegaras y arruinaras la vida de McKinnon! ¡De Lovegood! ¡DE TODOS!

Su respiración se volvió irregular una vez que terminó de expresar todo el coraje que contuvo. Severus cayó en la realidad de sus palabras cuando vio la frialdad en su mirada, dándose cuenta de que el necesitado de despojo de sentimientos era él, no ella. Dándose cuenta de que sacó lo que retuvo durante dos semanas, hacia la persona equivocada.

— Vete — ordenó, importándole poco el arrepentimiento en su mirada.

— Adhara, yo... — no, no podía abandonar el lugar sin remediarlo.

— Vete — repitió.

— Sabes que no... — quería reparar, arreglar lo mencionado por el enojo.

No estaba dispuesto a que sucediera lo mismo que en quinto año.

— Sal de mi habitación — no existía compasión en su mirada — Ahora.

— Bien — aceptó, dándose cuenta de que nunca sería ellos como para ser merecedor de una segunda oportunidad, aunque no lo mereciera.

Que nunca llegaría a ser tan importante para que ella ignorara sus palabras por el arrepentimiento que decía demostrar, que demostraba. Porque era así como funcionaba para Adhara, era como si sólo se preocupara por las personas que la dañaban, preocupándose por quien sólo la llevarían a la ruina.

— Te voy a dejar para que sigas hundiéndote en tu horrible autodestrucción — escupió, antes de girarse para salir como le había ordenado.

No se esperó escuchar tales palabras de su boca.

— ¡¿Qué quieres de mí?! — gritó exasperada.

Sentía que tras cada acción que tomaba, lo empeoraba. Sentía que no era suficiente, que no estaba dando lo mejor de ella para solucionar sus errores. Sentía que estaba fallando, errando tras cada paso que daba, tras cada palabra que pronunciaba.

— ¡Quiero que dejes de sufrir! — respondió, volteándose para que sus palabras tuvieran más efecto — Quiero que dejes de lamentarte tras cada interacción que tengas con esos estúpidos leones — especificó — ¡Que te des cuenta de una vez que esos malditos te...!

— ¿Traicionaron? — la sequedad con la que habló lo detuvo — ¿Crees que no lo sé?

— Lo sabes, pero no lo aceptas — señaló.

Severus se asombró de la amargura que transmitió su delicada sonrisa.

— ¿Crees que no acepto que me traicionaron? — ensombrecida su mirada quedó — ¿Qué no tengo la más mínima idea de que me investigaron, desconfiaron, mintieron y engañaron? — tras cada palabra se doblegó — ¿Realmente crees que soy tan estúpida como para no aceptar que esos jodidos leones no hicieron más que destrozarme?

— Los sigues protegiendo — puntualizó, si de verdadera conocedora del daño hecho ¿por qué seguía al pendiente de su cuidado?

— Los sigo protegiendo por la misma maldita razón por la que a pesar de esta ridícula discusión, te sigo queriendo.

— No te atrevas a compararme con ellos — ordenó indignado — Yo jamás...

— ¿Es que acaso no estabas pensando en atacarlos a sabiendas del dolor que me causaría verlos lastimados?

— Se lo merecen — espetó, seguro de que ellos merecían sufrir más de lo que su amiga padeció.

— Nadie merece dolor, Severus — corrigió — Y si así fuera, no te corresponde ser el verdugo.

— Sólo quiero protegerte — confesó — Solo quiero que dejes de salir lastimada.

— Y lo aprecio, pero... — suspiró rendida — no puedes hacerlo.

— Esos leones... — lo intentó nuevamente.

— Son unos cobardes por desconfiar y no enfrentarme en su momento — completó — Son unos estúpidos e idiotas que me traicionaron ni bien pudieron. Pero a pesar de ello...

— No puedes ser capaz de profesarles siquiera aprecio — negó, incrédulo a lo que insinuaba.

— ¿Serías capaz de quererme aún después de que te abandonara? — la pregunta lo sorprendió, pero no a tal magnitud como para no responder.

— Jamás lo harías — estaba seguro de ello, quería estarlo.

— ¿Serías capaz? — volvió a preguntar sin afligirse.

— Yo... — no hay respuesta, o es que no es lo suficiente valiente para decirla, no es suficiente valiente para darle la razón.

Sonrío ante su silencio.

— Son unos completos traidores, no te lo niego — concordó — Pero si alguien será el verdugo de su condena, seré yo.

— No serás justa — dijo entre dientes — Jamás les darías lo que de verdad merecen.

— Córtalo, Sev — pidió derrotada, sabiendo que aquella discusión no tendría rumbo a un buen final.

— No, no lo haré — contestó — ¿Crees que no nos dimos cuenta de lo que sucedió en ese baile?

— No quieres ir por ese camino, Severus — advirtió — Cierra el tema.

— Desconfió de ti, te ocultó que ellos desconfiaron de ti, fue cómplice de una jodida investigación, te traicionó al ni siquiera decir una palabra a tu favor cuando discutieron — comenzó a rememorar sus acciones — Por si no fuera poco, te dejó plantada y se creyó con el derecho de pensar que podría buscarte en compañía de sus amiguitos para arreglar las cosas cuando se dio cuenta que desperdició la oportunidad que le brindaste sin meditarlo...

— Basta, Severus.

— Te engañó — musitó — Te engañó con la culpable que te encuentres en esta desfavorable situación, te engañó en medio de su asquerosa sala común, importándole poco que las personas vieran su gran acto al besarla y luego llevarla a una habitación donde ambos sabemos que sucedió: rompió su promesa.

— Detente, Severus.

— Arrepentido, te suplicó por un perdón, por palabras que le negaste porque esa es la Adhara que yo conozco — indicó — Porque esa Adhara, la misma que soportó el enfrentarlo, la que se mantuvo fuerte y no cedió por sus ojos lagrimosos, es a quien estoy esperando ver. A la jodida Adhara que no sintió pena alguna cuando le terminó, cuando lo humilló ni cuando se aseguró de destruirlo tras entregarle la llave de su departamento — prosiguió — Esa eres tú, no la vulnerable pelinegra que tengo delante de mí, la misma que no ignoró la indicación de la profesora McGonagall y cedió en todo ese jodido baile, perdiéndose en recuerdos que no volverán a ser reales.

— ¿Eso es lo que quieres de mí? — Severus no fue capaz de descifrar el sentimiento en su tono — ¿Qué sea una maldita y jodida persona que no tiene sentimientos? ¿Una que no siente nada más que odio y rencor hacia las personas que la lastiman? — se acercó a él — ¿Es así como piensas que soy?

No podía emitir palabra, no cuando se sentía amenazado por su mirada.

— Porque te recuerdo, Severus, que después de tu magnífica narración, me derrumbé en tus brazos, porque lo necesitaba, porque quería morir si no contaba con su presencia — la confesión lo aturdió — Porque eso es lo que soy, Severus, soy una maldita persona que siente, que puede mantenerse firme y también derrumbarse, que puede sentirse impenetrable y a la vez vulnerable — se encaminó hacia él, haciéndolo retroceder — Porque soy una persona, no un jodido monstruo.

— No, no eres un monstruo — aceptó que en eso tenía razón — Pero si eres una tonta — declaró.

— ¡Eres un...! — oh, pero no iba a insultarlo, no cuando sentía la furia de ver a su amiga en una faceta tan deplorable.

— ¡No! ¡Tu eres quien se ha convertido en una idiota, en un chiste! — la interrumpió — ¡Eres una tonta al considerar sacrificarte por ellos a sabiendas de su traición! ¿Pero te cuento algo, Adhara? ¡Ellos volverán a darte la espalda, te atacarán sin escrúpulos porque jamás serás igual a ellos! ¡Porque, así como yo te vi una persona sin sentimientos, ellos lo hicieron! — expresó — ¡Porque la única y verdadera razón por la que te hablaron era por el idiota que nunca te quiso! ¡Porque debes de aceptar lo que eres, Adha! — y lo siguiente fue el último golpe que necesitó para hacerla reaccionar — Siempre serás una serpiente, por más que seas una tonta que perdona. Pero créeme, créeme que yo no desperdiciaré el veneno que me enseñaste a usar.

No se arrepintió, la cólera que por su sangre corría evitaba que razonara con normalidad. Más por su mente un objetivo apareció para instalarse. Y mientras se dirigía a su habitación, ignorando los llamados de Regulus y Vanity, un objetivo que abandonó por petición de quien ahora protegía, se instaló.

Porque si Adhara no cortaba de raíz su relación con ellos, Severus se haría cargo de que los leones pensaran más de dos veces si acercarse a su amiga era una buena opción.

Lograría de que el cuarteto se arrepintiera de hasta vivir.

°•°(...)°•°

Lo miró por encima de su libro, no había pronunciado palabra alguna desde que llegaron a la sala común. Simplemente se decidió por sentarse en un sillón personal, enfrascándose en sus propios pensamientos mientras que ocasionalmente jugaba con sus anillos o varita. Para su lamento, ya se había acostumbrado a ser espectador de tal comportamiento, esa actitud ausente de diversión y picardía se instaló en su íntimo amigo después de los sucesos.

Y tras el baile con Adhara, Sirius quedó como un fantasma.

Sí, el esfuerzo que tuvo que hacer para traerlo a la sala común, repitiéndole que no era momento para que la siguiera — porque él mismo notó el dolor en su mirada —, lo descompensó al tratarse de ese día ser luna llena. Más tal factor no evitó que hiciera lo posible para ayudar a su amigo, después de todo, tenía una promesa que cumplir.

Así que, ahora ambos se encontraban en la sala común, un ambiente hogareño y tranquilizador que necesitaba. No tenía intensiones de buscar tensión, no cuando las pociones que le ayudaban a controlar su humor durante los días previos a la luna llena, súbitamente, se acabaron.

No lo mencionó con los chicos, confiado en que no reaccionarían de una amigable forma. Después de todo, quien se encargaba de reponer las pociones era el amigo de Adha, y conociendo bien lo protectores que eran con él, en especial James, ellos serían capaces de olvidarse la delicada situación que experimentaban con la serpiente para enfrentarla, exigiendo explicaciones de la inexistencia de las pociones.

Pero esa era una de las tantas razones, ya que Remus estaba seguro de que ella no tenía nada que ver con el asunto.

Al fin y al cabo, Adhara le facilitó el contacto de su amigo para que, si en algún momento ella se olvidaba, fuera él quien solicitara las pociones con confianza. Y aunque recordaba muy bien que se negó, a los días recibió una carta de parte del otro licántropo, formando así una amistad por correspondencia que fue olvidada tras la presión de los exámenes y las circunstancias enfrentadas.

Dejó de examinar a Sirius, intentando concentrarse nuevamente en su lectura, comenzó a pensar sobre la hora que era, preguntándose si la práctica para su ceremonia de egreso ya habría terminado y si los chicos se hallaban regresando tras bailar con sus respectivas parejas. No obstante, cuando intentó ver por una de las ventanas que existían en la sala común, no supo interpretar el clima del exterior con el tiempo que era.

El sol que hasta hace unos minutos — ¿O puede ser que horas? — admiró en el cielo, ya no se hallaba. En su contrario, unas espesas nubes tapaban todo atisbo de presencia de la gran estrella.

— ¡Realmente no puedo creerlo! — dejó de pensar en el clima al escucharlos entrar.

— Oh, ¡Vamos! — se quejó divertido — No fue para tanto — le restó importancia.

— ¿Qué no fue para tanto? — preguntó escéptico — ¡La cara que puso McGonagall fue épica! — comentó.

Remus sonrió al escuchar las risas que en conjunto compartieron sus amigos. James junto con Frank eran los que conversaban, por otro lado, Lily y Alice se miraban entre risas, murmurando entre ellas.

— ¡Lunático, querido! — James fue el primero en reparar en su presencia, acercándose con velocidad para rodearlo con un abrazo — ¿Dónde se habían metido? — cuestionó, dirigiendo una mirada al pelinegro que sonrió ligeramente al escuchar a los chicos.

— Lejos de tus dotes de baile, bambi — mencionó burlón, el nombrado le lanzó uno de los cojines.

Remus admiró cómo una sonrisa crecía en el que estuvo perdido, no cabía duda de que James era el responsable de la gran mayoría de las dichas de los merodeadores.

— ¡De lo que se perdieron, chicos! — Frank se acercó, sentándose frente a ellos.

— ¿Qué hiciste a la profesora McGonagall? — cuestionó el de cicatrices, contagiándose del buen humor de sus amigos.

— ¿Por qué he de ser yo el quien hizo algo? — fingió estar indignado.

— No seas un dramático, Cornamenta. Cuenta qué broma cometiste contra Minnie — pidió, sonando interesado en las travesuras de su amigo.

— No fue una broma como tal — Alice comentó, uniéndose al grupo junto a una sonriente pelirroja — De hecho, fue algo más... clásico.

Quienes se quedaron en la práctica de la ceremonia de egreso rieron, Remus y Sirius compartieron miradas confusas sin dejar de sentir curiosidad.

— Tal parece que nos dejarán con la duda, Lunático — señaló, golpeándolo ligeramente con su codo.

— Tal parece que será así, Canuto — respondió, devolviéndole la sonrisa que le compartió.

Tuvieron que esperar unos cuantos segundos a que sus amigos retomaran la calma tras largas carcajadas para que, aún entre pequeñas risillas, le explicaran lo que James hizo durante la práctica.

— ¡No! — Remus soltó sorprendido, mirando a Frank antes de girar a ver a James, quien sólo asintió riendo.

— ¡Y lo mejor! — Alice carcajeó, antes de seguir — ¡Es que ella le concedió la pieza!

— ¡Me siento indignado! — el ojigris expresó — ¡Se supone que ambos la invitaríamos durante la ceremonia! — comunicó, acusando con la mirada a su amigo.

Los chicos rieron más. Alrededor de ellos, sus compañeros de casa no pudieron evitar sentirse contagiados por sus buenos ánimos, por lo que poseían unas leves sonrisas imborrables al verlos tan radiantes después de los últimos contratiempos a los que se enfrentaron. Se alegraban, no mentían al decir que se alegraban porque encontraran una paz momentánea entre tantos conflictos.

Permanecieron con el mismo ánimo por varios minutos, recordando anécdotas creadas, enterándose de entretenidos secretos íntimos que recién veían la luz, contándose las personales bromas que cometieron entre ellos sin llegar a enterarse. Disfrutaron de la alegría que producía el recordar con nostalgia las memorias formadas tras los años que compartieron en Hogwarts, sin llegar a creer que tan solo faltaban días para abandonarla.

Sin llegar a creer que aún tenían cuestiones no solucionadas.

Más en un drástico cambio, la melancolía sería cortada de tajo.

— ¡Las vieron, las vieron! — un joven que parecía de tercer año exclamó entrando a la sala común.

— ¡Dicen que están discutiendo! — otro más entró, mostrando la misma energía que su compañero.

— ¡Y otros que están peleando! — completó un tercero, acercándose a dos chicas que aparentaban ser de su curso.

— ¿De qué están hablando ustedes ahora? — preguntó Daiana.

— ¡De Jone y McKinnon! — respondió de inmediato — ¿No te has enterado? — preguntó burlonamente egocéntrico, restregándole saber algo antes que ella.

Los leones de séptimo observaron como un nuevo intercambio de palabras surgía entre los de grados menores, sin llegar a comprender la discusión empezada por las preocupaciones albergadas. En un veloz movimiento, todos giraron a observar al pelinegro. ¿Algún motivo certero? No, no existía. Pero de igual forma lo examinaron, ya que era Sirius parte de la razón por la que un enfrentamiento entre la leona y serpiente mencionada traía tanta popularidad.

Más la tensión también se vería cortada, porque la puerta de la sala común se abrió de nuevo, permitiendo la entrada de quien hace unos momentos era nombrada.

Las miradas se posaron en ella, comenzando a hablar entre murmullos al notar que no existía prueba física de ser parte de un duelo con o sin magia. Indiferente al sentimiento de ser examinada, se abrió paso entre sus compañeros, teniendo de objetivo llegar a la habitación que compartía con las chicas.

Su camino se vería interrumpido por una mano que la forzó a darse media vuelta.

— ¿Qué le dijiste a Adhara? — su mirada destilaba enojo.

— Nada de tu incumbencia, Potter — respondió, forzando su brazo para que la soltara.

— Escúchame bien, McKinnon, si te atreviste siquiera a...

— ¡James! — el brillante cabello rojo apareció en su vista — Te expliqué, tanto a ti como a los chicos, por lo que había pasado — murmuró en voz baja.

El mismo Albus Dumbledore les pidió que no divulgaran que una alumna estuvo bajo los efectos de una poción elaborada con magia oscura, de ser así, Hogwarts se vería atacado por cientos de padres preocupados por la seguridad de sus hijos y, teniendo en consideración las épocas en las que se enfrentaban, la escuela se vería gravemente afectada. Además, que de esta forma Marlene no tendría que verse envuelta en entrevistas innecesarias a vista que no era capaz de recordar el culpable de su envenenamiento.

— Y creímos que fuimos claros al decir que no le creíamos — Remus informó.

— ¿De verdad crees que es posible que una poción de tal procedencia fuera fácilmente ingresada a Hogwarts? — Frank cuestionó — ¿El lugar más seguro del mundo? — mencionó con ironía.

Alice, percatándose que esta solo sería más que el comienzo de una discusión, con unos movimientos de su varita, creó una barrera para que quienes los rodeaban no escucharan con claridad lo que decían. Lo menos que necesitaban ahora era que todos se enteraran de los problemas que tenían.

— ¿Y de verdad crees que Albus Dumbledore o Madame Pomfrey no son lo suficientemente inteligentes para identificar una poción? — Marlene preguntó, zafándose por fin del agarre de James.

El mencionado bufó, alejándose unos cuantos pasos de la rubia. Pero ese no sería el final, claramente, no la dejaría en paz hasta que recibiera respuestas.

— ¿Qué le dijiste a Adhara? — repitió la pregunta.

— Nada de tu maldita incumbencia — respondió nuevamente.

— Marlene... — regañó Lily.

— Sólo dinos si empeoraste nuestra chance de arreglarlo — Alice pidió — Sólo eso y te dejaremos ir — indicó, ganándose una sarcástica sonrisa de la rubia.

— ¿Chance? — repitió burlona — No, no empeore su inexistente oportunidad de arreglar las cosas con ella — la ironía impregnó su tono de voz.

— ¡Basta! — Lily ordenó, deteniendo a Frank que estaba por hablar — Retándose no solucionarán nada — indicó, parándose al costado de la rubia — Marlene no era consciente de sus acciones.

— ¿Y ese es motivo suficiente para tratarla como si no fuera culpable de nada? — preguntó arisco el Longbottom — Lo siento Lily, pero no comparto el pensamiento.

— Escuchen — Marlene dio un paso en frente — Sé más que bien que no seré de su agrado. Reconozco que las cosas que hice durante estos últimos siete meses fueron una atrocidad de la cual me arrepiento a horrores — dijo sin mirar a nadie en específico, paseando su mirada en los que fueron sus amigos — Pero no les voy a pedir perdón por algo que fui obligada a hacer — declaró — Ustedes no tienen una idea de lo que es ser controlado, de ser manejado por una especie de persona dentro suyo, por un monstruo que busca transformarte en su igual — su determinante voz flaqueo por unos segundos — ¿Quieren al verdadero culpable de sus desgracias? Culpen a la seguridad de este colegio que permitió la entrada de dos pociones de difícil elaboración que casi deja dormido de por vida a uno de sus estudiantes mientras que casi matan a otro — miró directamente a quien la había enfrentado — No a mí.

— De verdad crees que la víctima aquí eres tú ¿No es así? — preguntó con una ceja alzada — Tuvimos que hacerle caso, la arrogancia de sentirte importante te ciega.

La rubia giró a enfrentarlo, sintiendo un dolor en su cabeza por el recuerdo que sus palabras trajo a su persona. Había utilizado las mismas palabras que ella, con su mismo tono y acción que en su discusión manifestó.

— Remus... — James murmuró.

No, no se preocupaba por lo que podía decirle a Marlene. El de anteojos se preocupaba por que las explosiones de enojo de su amigo durante los días previos a la luna llena siempre acababan en lo físico. Y tomando en cuenta que ese día era la misma luna llena, sólo quería prevenir que, por la catastrófica combinación de tensión y enojo, expresara opiniones de las que luego se arrepentiría.

— Oh claro, lo olvidaba — musitó sarcástica — Que son ustedes los que durante siete meses fueron manejados por una poción de artes oscuras, que mala memoria la mía — sus palabras causaron risas sarcásticas en el de cicatrices.

— Por favor McKinnon, tú solo pediste que te utilizaran — los que no conocían su condición lo miraron sin creer que ese era el amable Remus.

— Oh, perdóname Lupin — escupió — Es claro que grité a los cuatro vientos que deseaba ser manipulada y llevada a la muerte.

— No te vengas a hacer la víctima cuando eres tú solita te metiste en este embrollo, McKinnon. ¿O no recuerdas las tan amables palabras que les dirigías a comienzos de año?

— Eso no tiene nada que ver...

— Tiene todo que ver — contradijo — ¿No lo has pensado? ¿Qué sucedería si sólo hubieras aceptado que te cambiaron? ¿Si no te obsesionabas por un sentimiento que jamás sería recíproco como una idiota ilusionada?

— ¡No te voy a permitir que me hables...!

— ¡Pues que te quede claro que tu entera persona, incluyendo tus míseras palabras, me causan más que repulsión y asco! — expresó — Vienes aquí, pavoneándote de que te has atrevido hablarle después de lo que ocasionaste, defendiéndote al verte involucrada en una situación que tú sola buscaste al obsesionarte con Adhara, esperando que te perdonamos por todos los errores que cometiste incluso cuando no estabas envenenada — se acercó a la rubia tras cada frase — Esperando que te tratemos cómo la víctima que no eres, esperando que con tu desesperado y desastroso intento de imitarla consigas lo que sigues pensando que ella te arrebató.

La de hebras rubia se esforzó en mantenerse seria, en no demostrar lo insegura que se sentía, no por sus palabras, sino por la forma en la que sus demás amigos la abandonaban tras cada vocablo.

— Pues sorpresa McKinnon — farfulló estando a centímetros de su rostro — Nada de lo que considerabas tuyo siquiera te perteneció.

El sonido de un golpe causó el tenso silencio en la sala común. Remus sonrío, pasando su lengua por sobre su labio, saboreando el breve sabor metalizado que por la cachetada de McKinnon brotó de su labio.

— Ahora escúchame tú, Lupin — exigió sin inmutarse por su voraz mirada — Que tu furia contenida por sentirte insuficiente explote tras cada luna llena no quiere decir que puedas utilizarme como muñequito de despojo de inseguridades — fue el turno del de cicatrices de retroceder — Porque si quieres hablar de hipotéticos casos, ¿sabes quién de los dos saldría más que afectado?

— Eres una...

— No lo merece, Lunático — James lo detuvo, notando la fuerza formada en su puño.

El libro que el nombrado tenía en sus manos impactó con fuerza la mesa del centro, rajándola en el proceso al mismo tiempo que, furioso, el merodeador se dirigía a su habitación. Marlene, a sabiendas que su presencia sólo causaría más discordias, imitó la acción de con quien discutió, dirigiéndose a su propia habitación.

No hubo palabras, no hubo miradas, un desconocimiento por lo presenciado embriagó a los no conocedores del licántropo.

El siguiente movimiento que observaron fue el de Sirius, quien salió en dirección a donde el castaño desapareció. Y entonces, despabilaron.

— Si ven a Peter, díganle que suba — pidió James, antes de seguir a sus dos hermanos de alma.

Alice, Lily y Frank quedaron en blanco, procesando la imagen de un Remus muy distinta a la que tenían de él. La furia con la que hablaba y el arrebato físico presentado, verlo de tal forma los dejó impactados. Y al tratar de buscar explicaciones por el cambio del ánimo, las únicas opciones que se los ocurría era el reciente aniversario luctuoso y la pérdida de una compañera vital para el duelo que seguía afrontando.

— Cuando Remus no es el tranquilizador lo es Peter — Jordan apareció frente a ellos.

— ¿Qué? — murmuraron saliendo de sus pensamientos.

Su compañero de curso les sonrío empáticamente, comprendía la sorpresa por la cual atravesaban, él mismo lo experimentó hace ya unos cuatro años, cuando fastidió a Remus por esos días en los que su humor era de perros.

— Cuando Remus no está en sus cabales, Peter es el único capaz de calmarlo — les dice — James y Sirius lo intentan, pero al estar tan preocupados por su amigo solo lo estropean. Es por ello que necesitan de Peter — sintetiza — ¿Alguno sabe dónde puede estar?

— ¿Cocinas? — respondió dudosa Alice.

Jordan río para sus adentros, asintiendo.

— Les aconsejo no preguntar, al menos hasta que se recupere — pronunció, volviéndose hacia sus compañeros de habitación.

°•°(...)°•°

— Estas diciendo que Lupin, Remus Lupin, ¿es un licántropo? — cuestionó escéptica.

Severus asintió, concentrándose en seguir sacando las anotaciones que guardó por orden de su amiga. Oh sí, recordaba más que bien cuando sus sospechas sobre las desapariciones por "salud" de Lupin comenzaron a surgir en quinto año, justo semanas antes de poder presentar sus dudas a Lily. Había estado recopilando todo tipo de información desde que, dejando de ser solo Lupin, todos los integrantes de los merodeadores presentaban cansancio o hasta mínimas heridas una vez por mes.

Y después de arruinar su amistad con Lily, investigó con mayor ahínco.

Obviamente, comunicó la información recolectada a Adhara, creyendo que esta le ayudaría a buscar una respuesta a sus dudas. Estuvo más que equivocado. Su pelinegra amiga no se mostró sorprendida, menos interesada. Por primera vez, minimizó su sospecha, preguntándole si se trataba de alguna broma. Debió de dudar de su reacción, pero como las opiniones de ella importaban, dejó de lado la certeza de que existía una criatura estudiando en Hogwarts.

Adhara le dijo que investigaría por su parte, que lo tendría al tanto por si alguna misteriosa razón sus sospechas fueran ciertas. Y pocos días después, ella también desapareció en compañía de los leones, consiguiendo información. Es entones donde le contó que, simplemente, los bromistas salían al bosque prohibido a retarse.

No existían criaturas de la noche, sólo unos tontos leones que se retaban para probar valentía.

Y Severus le creyó, por ello accedió a su petición de olvidar su ridícula sospecha, ignorando que Adhara no le dio su palabra.

Ella sólo dijo, sólo habló. En ningún momento prometió que buscaría información y que se lo compartiría. Esa era la diferencia que, después de tantos años, notaba tras su discusión. Y se sentía patético por pensar que Adhara sería capaz de traicionar a uno de sus leones por él. Se sentía patético por pensar que ella jamás le mentiría, cuando era más que claro que lo hacía. Las mentiras eran fácilmente el segundo lenguaje que Adhara manejaba con perfección.

Estaba seguro, Adhara mentiría hasta a su mayor debilidad sí con ello lo protegía. Adhara era capaz de traicionar confianzas si con ello conseguía salvarlos. Adhara era capaz de cometer cualquier acción, moralmente correcto o no, por ellos.

Y ya no sabía si podía considerarse parte de su talón de Aquiles tras las palabras que le dedicó.

El pensamiento le afectaba. A fin de cuentas, Adha se convirtió en una persona importante y vital en su vida. La amaba, no de una manera romántica, tampoco de una obsesiva. Amaba a su amiga, la apreciaba por sobre muchos de sus conocidos. Nunca se sintió incómodo a su lado, nunca se sintió excluido. Pero tras el intenso intercambio de palabras, temeroso se hallaba. No quería perderla, no quería que sucediera lo mismo con Lily, no sería capaz de soportar otra pérdida.

Más convencido estaba de que, a pesar de que la perdiera, Adhara nunca dejaría de ser parte esencial de su existencia.

Por ello mismo, importándole poco la reacción que podría tener, es que buscaba el calendario lunar de uno de sus compañeros de habitación que no abandonó el curso de astronomía.

— Estamos hablando del mismo Remus Lupin, ¿Cierto? — cuestionó, terminando de leer la clasificación que le otorgaban a los licántropos en el libro que tenía en manos.

— Sí, Vanity — respondió, sintiéndose frustrado por no encontrar el calendario lunar.

— ¿El mismo Remus Lupin? ¿Del que se dice que plancha sus medias antes de usarlas? — menciona uno de los rumores que catalogaban al león mencionado como la persona más tierna del colegio — ¿Ese Remus Lupin? ¿Una criatura de clasificación quíntuple equis? ¿Una criatura capaz de asesinar y que son imposibles de domesticar?

— ¿A qué quieres llegar con esto? — Severus dejó su búsqueda para mirarla — ¿No crees en mi palabra?

— No, no es eso — negó de inmediato — Es solo que se me hace difícil pensar en Lupin como un ser capaz de matar a alguien — explica — ¿Has visto siquiera lo nervioso que se pone alrededor de las chicas? ¡No sé cómo es que Lovegood llegó a conquistarlo! Parece que nos teme — expresó, recordando cómo se corría cuando quería preguntarle sobre la ubicación de Adha — Una completa pena, las cicatrices lo hacen ver interesante... — murmuró.

Severus soltó lo que traía en sus manos, frunciendo su ceño al escuchar lo que la amiga — si es que aún lo era — de Adha decía. ¿Realmente le parecía interesante las cicatrices de Lupin? ¿Era tan ciega como para no hacer una relación entre estas cicatrices y sus sospechas? Estuvo a punto de quejarse, cuando la puerta de su habitación se abrió.

— ¡Aquí está! — exclamó Regulus — Lo tenía debajo de la pila de trabajos que durante el curso... ¡Sé civilizado, Severus! — se quejó tras que el mencionado le arranchara lo que trajo en sus manos.

— Sé civilizado, Severus — la burla de Vanity no se hizo esperar — ¡Oh, vamos mini Black! ¿Qué edad tienes? ¿Cuarenta? — preguntó con mofa.

El mencionado rodó los ojos, ignorándola para prestar atención a su amigo, quien se encontraba ocupado pasando las hojas con velocidad hasta llegar al mes en el que se encontraban.

— ¡Lo sabía! — la felicidad combinada con orgullo se vio en su sonrisa — ¡Hoy es luna llena! — les comentó.

— Snape, creo que tenemos una diferente opinión sobre un plan donde los idiotas leones se arrepintieran de lo que le hicieron a Adhara — mencionó sin comprender su emoción — ¿Qué tiene que ver la luna llena con todo esto?

— ¿No lo relacionas? — preguntó Regulus con arrogancia — Te creía más inteligente, Vanity.

— ¿No te han dicho que debes respetar las conversaciones de los adultos, mini Black? — quiso saber, borrando la sonrisa arrogante del menor.

— ¿Tu una adulta? — se mofó — Sí claro, que maduro de tu parte es el no tener control de tu boca al estar afectada.

— Tu, enano de pacotilla... — comenzó a amenazarlo.

— Ustedes dos, córtenla — el pocionista ordenó — Si no saben controlarse, allí está la puerta — señaló.

— Ya escuchaste, Vanity — Regulus dijo.

— Oh, pequeñajo, no creas que me iré — informó — Si quieren alejar a esos leones de ella, yo ayudaré, ella también es mi amiga.

— Bueno, tus últimas acciones dicen lo contrario — le recuerda — A menos que tengamos una definición distinta, la amistad es una relación de afecto y confianza, algo que no has respetado.

— Yo jamás... — quiso defenderse.

— ¿Te recuerdo lo que le dijiste? — la cortó — ¿La forma en la que la describiste?

La inquebrantable personalidad de Vanity flaqueó. A Regulus le encantó observar cómo sus preguntas lograron tal cometido. Y se sintió contento al verla marcharse, a pesar de que el libro de criaturas que lanzó cayera directamente en su cabeza. Debía de darle créditos a Adha por la elección de cazadora, era más que un hecho que Vanity era poseedora de una buena puntería.

Más no de un buen manejo de su enojo.

— Bien, ya la ahuyentaste — Severus dijo, cerciorándose al escuchar la puerta cerrarse con fuerza — ¿Qué sucedió? — cuestionó.

— ¿Por qué a de suceder algo? — aparentó confusión.

— Desde antes de que hablara... — ignoró el "discutiera" del menor — ...con Adha, quieres hablar sobre algo.

— A Adha le llegó una carta — comunicó, sabiendo que no había razón para no contarle.

— A Adhara siempre le llegan muchas cartas, Regulus — rodó sus ojos.

— Una carta de mi señora madre — especificó, su tono de voz saliendo más grave.

Severus alzó su ceja al escucharlo, reconociendo lo delicado que era el tema que el menor estaba tocando.

— ¿Cuándo...? — no completó su pregunta, sabía que lo comprendería.

— Hace unos dos días — respondió — Al ver la lechuza de mi familia, pensé que se trataba de una carta dirigida a mí. Pero me mordió en cuanto quise coger la carta — hizo una mueca mientras pasaba su dedo por su muñeca — Adhara dejó de lado libro para ver a la lechuza. Nunca la vi tan seria como cuando se percató que era para ella — murmuró, rememorando la escena en su cabeza.

— ¿Sabes qué decía? — quien preguntó recibió una negación como respuesta.

— Se aseguró de curar mi herida, tomó la carta y se fue sin decir nada — informó, pasando su mano por su cuello — Creo que tiene que ver con lo que dijo en la cena de navidad...

— No creerás que tu familia se haya enterado de su ruptura — Severus observó al menor desviando su mirada — ¿Cierto?

— Es en lo único que puedo pensar — dijo — Porque de no ser así, ¿qué quería mi familia de Adha?

Severus asintió, comprendiendo la preocupación del menor. Más aún así, notó como este seguía preocupado por algo que le estaba ocultando. Su mano seguía sobando su cuello, acción que hacía cuando mentía a Adha.

— ¿Qué más te sucede? — fue directo.

— ¿Qué me podría suceder? — respondió veloz, con un deje de agudez en su voz.

— Respondes con otras preguntas para evadir el tema, Reg — mencionó y, notando la sorpresa en su mirada, comentó: — Adhara acostumbra a decirlo.

El menor asintió, reconociendo que era una de las tácticas de su amiga para sacarle la información que lo tenía preocupado. Pero más que preocupado, se hallaba así mismo temeroso de lo que Severus podía opinar sobre lo que hizo.

— Habléconél — susurró veloz.

— Estamos separados por menos que centímetros, claramente te voy a escuchar si hablas en susurros — dijo sarcástico.

— Hablé con él — comunicó pausadamente.

Dejando de observar sus manos, que entrelazó temeroso a su reacción, quiso conectar miradas con su amigo. Por ello, es que creyó notar las vueltas que daban los engranajes en su cabeza, juntando puntos y piezas, hasta descifrar a quién se refería.

Y notó que no fue para nada de su agrado tal descubrimiento.

— No, no lo hiciste — negó a creerle capaz de cometer semejante tontería.

Pero su silencio y mirada baja confirmó su acto.

— No, no lo hiciste — repitió, esta vez con un tono más seco, exigiéndole que negara lo que era cierto.

— No es como lo piensan — se apresuró a hablar — Él no la en...

— ¿Cómo has caído tan bajo? — no quería escucharlo, no era capaz de encontrar una explicación a su cometido.

— Severus, si tan solo lo escucharan...

— ¿Para caer en sus sucias artimañas? — se sintió enojado, enojado con la ingenuidad que el menor seguía poseyendo.

— Tiene pruebas que demuestran... — él mismo lo vio, el mismo olió la prenda que le otorgó.

— No me hagas reír, Regulus — lo detuvo — Cualquier cosa que diga ese idiota, jamás, — hizo una pausa para remarcar la palabra — jamás, reparará el daño que le ha hecho.

— Severus... — quiso contradecirle, el mencionado no lo conocía como él lo hacía.

Severus pensaba con odio. Él realmente no tenía idea de lo importante que eran el uno para el otro, él no había sido testigo de las actitudes que tenían con el contrario, él sólo los conocía en sus momentos más bajos, nunca fue espectador de sus maravillosos momentos. Él no presenció sus miradas, sus sonrisas, sus abrazos, sus palabras... Severus no se deleito con la cálides que su amor brindaba, porque era un necio que se negaba a creer en el arrepentimiento y el perdón.

— No — cortó — Y ni te atrevas a decirle una sola palabra de lo que ese estúpido te ha dicho — ordenó feroz — Ella no merece seguir sufriendo.

Porque eso era lo único de lo que Severus era consciente de la antigua relación, el sufrimiento que pasó su amiga tras la traición, uno que aumentó tas la ruptura.

— Pero ellos aún se aman — Regulus expresó — Ellos aún tienen...

— El sentimiento no lo es todo, Regulus — comenzaba a despreciar la ingenuidad de su amigo — Este queda invalidado en el momento en que te atacan por la espalda.

— Tu no los conoces — refutó, no quería perder la esperanza de una buena relación, no quería que su sueño de encontrar a alguien que lo amara igual como su hermano lo hacía con Adhara y viceversa, se extinguiera.

— Puede que tengas razón — Severus admite — No conozco enteramente a Black, pero si te puedo decir algo sobre él — se preparó para el golpe verbal que daría — Es capaz de traicionar y abandonar lo que ama por su propia integridad.

Regulus abrió la boca, preparado para defender a su hermano. Pero al comprender a qué hechos Severus se refería, las dudas lo invadieron, forzándolo a buscar una venenosa manera de contratacar.

— Tal parece que juntarte con Vanity te ha cambiado — espetó con rencor — Ahora olvidas la confianza depositada tras la mínima discrepancia para dañar.

Severus ni siquiera pensó en responder, puesto que Regulus salió de su habitación con una rapidez que no llegó a prever. Suspiró, sí, podía decir que se pasó un poco al hacer alusión a una de las inseguridades que tenía el menor con relación a su estúpido hermano. Porque el sentimiento de abandono persistía en el renacuajo a pesar de que las cosas parecían haberse solucionado.

Pero no se arrepentía, creía firmemente en lo pronunciado. Black era capaz de cometer cualquier tontería buscando su propia conveniencia. Tal vez por eso ambos llegaron a ser la pareja perfecta, porque sus objetivos se contrarrestaban a tal punto de mantener un sano equilibrio. Más ahora este se hallaba roto.

Y nada los detenía.

Era por ello mismo, que tras recordar ver al estúpido de Potter y el idiota de Black correr hacia el sauce boxeador después de uno de sus EXTASIS, la escena contó con el fondo de unas palabras que escuchó al pasear por el castillo.

Después de todo, el querido león de Adhara era una boca suelta en todo el sentido de la palabra.

°•°(...)°•°

— No creo que sea buena idea, chicos — opina.

— Oh vamos, colagusano — rodó sus ojos — No es la primera vez que lo hacemos — musitó — No nos atraparan — aseguró.

— Aún así, creo que deberíamos de ser más cuidadosos — pide — No porque no nos han atrapado significa que no pueda suceder ahora — indica, no sintiéndose para nada confortado que sus amigos ignoraran su malestar.

— Por algo creamos el mapa del Merodeador, Pet — le recordó — Le daremos una revisada antes de usar la capa y dirigirnos donde Remus — al notar la tensión en su amigo, lo rodeó con un brazo, intentando reconfortarlo — No debes de preocuparte Pet, nada nos sucederá — afirmó — ¿No es así, Canuto? — preguntó, buscando ayuda en su pelinegro amigo.

El mencionado alzó su mirada al escuchar su apodo, enteramente confundido. James tan sólo hizo expresiones en señal a Peter, aprovechándose que este solo observaba al ojigris. Al tener una ligera idea de lo que conversaban, asintió apoyando a James en lo que sea que le esté diciendo al rubio.

— Estaremos bien, colagusano — afirmó, despeinándolo un poco, logrando así que James le comunicará entre señas su temor sin que el menor se enterara — Nadie nos atrapará.

Peter dejó escapar un suspiro antes de asentir. Una sonrisa inundó su rostro al ver a sus dos amigos chocar sus manos antes de reír. Si bien seguía sintiendo terror en su interior, prefirió disimularlo por los chicos, en especial por Remus. La luna llena no sería nada gentil con el licántropo esa noche, por lo que ignorar sus paranoicas ideas sonaba encantador para preocuparse por quien era importante.

— A por nuestra última luna llena en Hogwarts — James exclamó, tomando el mapa del merodeador.

El miope se aseguró de pronunciar las palabras correctas para ver a través del viejo pergamino si Madame Pomfrey ya comenzaba a escoltar a su amigo en dirección al sauce boxeador. Por otro lado, los dos leones volvían a perderse en sus propios pensamientos, preguntándose si realmente todo saldría bien esa noche.

James era ciego en múltiples ocasiones, el mismo lo admitía, pero su miopía jamás le impedía reconocer la pesadumbre en sus amados amigos. No es como si realmente debía de ser un total experto, tanto Sirius como Peter no se encontraban en su usual humor una noche de luna llena. E intentaba comprenderlo, más que ello, intentaba distraerlos y alegrarlos, sacarlos de sus oscuros pensamientos que los hundían cada vez más y más.

— La sala común está desértica — informó, trayéndolos de vuelta — Y Poppy lo está escoltando, es momento, chicos — les sonrío, escondiendo la blanca mentira bloqueando el mapa y guardándolo en uno de sus bolsillos.

La enfermera del castillo, junto a su amigo, aún se encontraban en la enfermería. Más conociendo el patrón tras tantas lunas llenas vividas, el miope aseguraba que, cuando llegaran a los pies del sauce, su amigo ya los estaría esperando en la casa de los gritos.

— ¿Al menos podrían agacharse? — preguntó Peter, siguiéndole el paso a los chicos — La capa ya no nos cubre tan bien como antes — les recordó, analizando las paredes del castillo con disimulo.

— Nadie a estas horas se preocuparía por unos pies caminando entre los pasillos, Pet — dijo divertido — Estarían convencidos que sólo se trata de algún fantasma.

— ¿Sirius? — el pelinegro atinó a encorvarse un poco, cediendo a la petición entre líneas del rubio.

— Oh vamos, Canuto — se quejó James, más el mencionado se encogió de hombros.

— Es poco probable que nos atrapen — coincide él, pero aún recordaba escuchar las mismas palabras que Pet dijo con su voz — Pero más vale prevenir, ¿No crees?

— Ustedes dos han creado un complot contra mi persona — los señaló acusándolos, ellos sonrieron divertidos — Y es por ello, que no les haré caso — aseguró, sintiéndose satisfecho de su decisión cuando escuchó los quejidos divertidos de sus dos amigos.

— ¡Vamos, cornamenta! — hizo oídos sordos — No se te caerá la corona si te encorvas — fastidió.

— Y no nos atraparan si no lo hago — se defendió, alegrándose porque sus dos amigos olvidaran sus problemas al intentar convencerlo.

Debatieron hasta llegar a las afueras de Hogwarts, en el camino las silenciosas risas fueron brotadas. Y hasta existió un instante en el que casi eran delatados por Pevees, más tras imitar la voz del varón sanguinario, escaparon del pasadizo con éxito. El susto no fue lo suficiente para que el Potter se agachara, lo que hizo continuar el intercambio de opiniones contradictorias por sus acciones.

— ¿Ven? — cuestionó egocéntrico — Nadie nos ha visto llegar hasta aquí — los dos leones rodaron los ojos en sintonía, antes de que el rubio tomara su forma animaga para ir hacia el sauce.

Pero las palabras dichas no podrían estar más que equivocadas. Porque reconociendo que extrañamente se enteraban de quienes a su alrededor estaban, se mantuvo observando desde una ventana. Atento a cada uno de los pasos que daban, dispuesto a seguirlos cuando se alejaran.

°•°(...)°•°

El rasgueo de la pluma sobre el pergamino era el único sonido que se escuchaba en la habitación. No obstante, voces resonaban en la cabeza de quien se encontraba entre esas cuatro paredes. No era que lo imaginara, no era de esas voces que los profesionales designaban como una enfermedad. Se trataba de las voces de sus memorias creadas, de las palabras lacerantes que se esforzaban en ser rememoradas.

Gruñó al ver que la pluma dejaba de pintar.

Se había resignado a usar un vuelapluma al ser consciente que sus pensamientos divagarían. Más ahora, se sentía abrumada por no imponerse ante su estólido sentimentalismo adolescente para redactar la carta que debía concluir antes del siguiente atardecer.

— Creo tener la solución perfecta par-... — sumisa a sus instintos, hechizos paralizadores chocaron en el intruso.

— Finite Incantatem — pronunció al recaer en quien tenía en frente — ¡Regulus Arcturus Black! — regañó.

El mencionado se encogió en su lugar, disculpándose con una tímida sonrisa.

— ¿Cuántas veces te he dicho que no entres a mi habitación...? — comenzó a resondrarlo.

— ¿Galletas? — ofreció, extendiendo el plato que tenía en manos.

— ¿... si no te doy permiso? ¡Podría haberte...! — la pelinegra miró lo que le ofrecía — ¡...lastimado! — terminó en un susurro.

Las facciones tensas de su amiga se relajaron, provocando una sonrisa en él. Adhara siguió mirando con desconcierto las galletas que traía. Unos segundos bastaron para que alzara su mirada y observara ligeros destellos en sus ojos.

— Le pedí a Kreacher que las preparara — informó, encogiéndose de hombros.

— No debiste molestarlo — mencionó, frunciendo su ceño.

Regulus rodó sus ojos.

— Bueno, si no los quieres... — murmuró, dándose media vuelta para salir de la habitación de la serpiente.

Pero antes de siquiera dar un paso, la puerta ya se había cerrado. Río por lo bajo, dirigiéndose hacia la cama de Adha. Ambos pelinegros se sentaron en posición de indio sobre esta. Hallándose frente a frente, y teniendo en medio de ellos el plato con galletas, sintieron que ya habían experimentado tal situación. Y para nada se estaban equivocando, de hecho, cuando alzaron sus miradas, por un momento, presenciaron a su contrario en una edad más joven.

— ¿Hace cuánto que no comes una de estas? — preguntó Adhara, con una sonrisa nostálgica, tomando una de las galletas.

— Unos... ¿Ocho, nueve años? — respondió, imitando su acción— ¿Quién lleva la cuenta? — cuestionó retóricamente — La última vez que le pedí a Kreacher que las preparara... — su sonrisa se apagó un poco.

— Nunca me disculpe por faltar ese día — murmuró, viéndose afectada por el estado del menor.

— No había necesidad — respondió, retomando el ánimo — No era algo que podías controlar — indicó, jugando con la galleta en sus manos.

— Aún así... — intentó hablar.

Imaginarse a un Regulus de nueve, casi por cumplir diez, años, junto con las mismas galletas de chispas de chocolate, que tenían una extraña, pero divertida forma que Kreacher se encargaba de crear, esperándola en su habitación, preparado para tener una de las charlas que provocaría el olvido de las discusiones de su hermano con su madre durante, por quién sabe cuántas horas, sin llegar a contar con su presencia, la hacía sentirse culpable.

Aún más al recordar las razones por las cuales no pudo asistir. Si tan solo no hubiera desobedecido, probablemente le hubieran permitido quedarse más días antes de su ida. Probablemente, no hubieran tenido que huir nuevamente tras que los encontraron por su escape al bosque en búsqueda de, en ese entonces, su amigo.

— Adha — Regulus notó remordimiento en su mirada — No fue tu culpa — indicó.

Y aunque no estaba de acuerdo, asintió con la finalidad de que su renacuajo no se preocupara. Con el fin de no aumentar el peso de los problemas que en el menor caerían.

No tuvieron que decir más. Paralelamente, ambos degustaron del manjar que el elfo de la familia Black les preparó. El sabor los transportó con nostalgia a su infancia, juraron que podían escuchar las risas de dos infantes pelinegros, quejándose con inocencia de los problemas familiares, pensando en un futuro utópico donde ellos, junto al Black faltante, vivirían en una cálida casa que contrastara con la de la ancestral familia Black.

Y a pesar de ya no ser los mismos infantes, Regulus supo que tomó la decisión correcta al notar como su amiga se relajaba, a tal punto, que comenzaron a reírse por las anécdotas que creó en los otros colegios a los que asistió. Así como también, le contó sobre algún que otro recuerdo que formó dentro de Hogwarts.

Llegando casi al final, tan solo quedaba una sola galleta que ella le ofreció quedársela, como ofrenda de paz — y de disculpa — por no asistir a la anterior reunión que planearon hace ya muchos años. Y aunque intentó replicar, bien sabía el apodado renacuajo que una discusión con su amiga jamás ganaría, menos cuando ella era demasiado terca como para dejar que el tema se cerrara.

— Ahora... — murmuró, sintiendo ternura al ver unas migajas apegarse en el rostro del menor — ¿Qué es lo que Severus te ha prohibido decirme, pero tu consideras que es necesario? — cuestionó sonriendo.

El pelinegro dejó de disgustar el dulce sabor de la galleta. Tragó de golpe lo que tenía en su boca, ignorando que tenía de más, causando que tosiera por algunos segundos. Adhara se acercó a él, brindándoles unos pequeños golpes en su espalda con el fin de que se recuperara.

Con un vaso de agua invocado por la bruja, Regulus tomó de esta para buscar la forma de redirigir la conversación a cualquier otro tema que no sea lo que su amigo le pidió que no dijera.

— Severus, ¿eh? — murmuró — Estás molesta con él — afirmó, la pelinegra frente a él rodó los ojos ante su acusación.

— Molesta, no — el pelinegro alzó su ceja, no creyendo sus palabras — Irritada sería el término adecuado — corrigió, logrando que el menor asintiera — Y lo mismo es con Vanity, antes de que preguntes — exclamó.

— No es como si iba a preguntar sobre ella — farfulló, una sonrisa divertida apareció en el rostro de la joven.

— Sí, claro — se burló.

— ¡Hablo en serio, Adha! — exclamó molesto.

— Lo que digas, Renacuajo — la sonrisa no se desvaneció.

— Realmente, no le encuentro sentido a que la consideres una amiga — mencionó — Es prácticamente una Slytherin promedio, supremacista de sangre, altanera, arrogante y con más veneno que mi madre.

— Lo sé — concuerda para su sorpresa — Pero a pesar de ello, estuvo pendiente y aconsejándome en mis malos momentos.

— Sigue siendo una pe... — calló ante la amenaza silenciosa de que se atreviera a continuar — Una persona desagradable — se corrigió.

— Según tu perspectiva, no la mía. Y antes de que digas algo más al respecto, sé muy bien que estás evitando el tema, renacuajo — lo señaló.

— Severus me odiará — murmuró.

— Nah — restó importancia — Es imposible odiarte, pequeño renacuajo — estiró su brazo para despeinarlo.

El menor comenzó a quejarse por su acción, más Adhara no tenía intención alguna de parar, no hasta sacar carcajadas del menor. Por ende, es que, rodeándolo con sus brazos, comenzó a buscar sus puntos débiles, donde sabía más que bien que causaría cosquillas en su renacuajo. Las risas melodiosas de ambas serpientes causaron que un ambiente alegre e infantil inundara la habitación, puesto que sus carcajadas eran tan inocentes y ligeras que los transportaba a los años sesenta, cuando sus edades aun no constaban de dos dígitos.

Adhara se separó satisfecha de haber cumplido con su tarea, soltando carcajadas por las risas contagiosas que, a pesar de ya no tener un motivo físico, el pelinegro soltaba. Lo admiró aún entre risas, las mejillas terriblemente sonrojadas por el jugueteo, las tiernas arrugas que se formaban por sus ojos achinados a causa de su grande sonrisa y el cabello enteramente desordenado por su propia mano.

Sus risas cesaron de a poco, la calidez invadió su ser, quería demasiado a ese pequeñajo, tanto que dolía el pensar cuanto lo extrañaría cuando dejara Hogwarts. Ya no sería capaz de verlo todos los días... Oh, ¿A quién mentía? Lo que más extrañaría sería molestarlo, tratarlo como un pequeñajo con tal de ser espectadora de la sonrisa que intentaría esconder sin éxito, porque era demasiado brillante como para apagarla. Porque para ella, a pesar de que cumpliera treinta, Regulus siempre sería su renacuajo.

— Adha... — musitó después de tranquilizarse.

— Dime Reg — un silencio se presentó, más no hubo necesidad de palabras al comprender lo que el pequeño Black quería.

Sonrió, antes de abrir sus brazos.

— Ven aquí — no tuvo que repetirlo, no cuando el contrario se acercó en busca de un abrazo.

En busca de un cariño que de infante no le fue obsequiado.

Adhara quedó sentada con su espalda pegada a la cabecera de su cama, mientras que Regulus frente a ella, apoyándose en su espalda. Un brazo lo rodeaba a la par que una mano con su cabellera jugaba. Estando allí, entre los amorosos gestos, se sintió protegido y querido, se vio así mismo refugiándose en el cálido abrazo de Adhara.

Y no quería arruinar el momento. No deseaba la perdición de la paz que disfrutaba, más debía cumplir con su palabra. Cómo su amiga, la misma que lo abrazaba, le enseñó: no hay honor en la persona que no lleva a cabo lo hablado.

— Si sabes... — comenzó temeroso — Si sabes que él te ama, ¿no? —el jugueteo con su cabello se detuvo.

Sintió su tensión, más se abstuvo de hacer algún comentario, no diría nada hasta que ella hablara. Para su fortuna, volvió a jugar con uno de sus mechones. Se tranquilizó, no parecía molestarle el tema.

— No hablemos de él en este momento, Reg — pero por su petición, se dio cuenta que la incomodaba.

— Pero si lo sabes, ¿no? — repitió, el menor quería asegurarse de que su amiga no dudara del sentimiento profesado.

La pelinegra frunció su ceño, no encontrando una razón por la cual el pequeño Black seguía insistiendo. Y como un murmullo de una voz desconocida, la respuesta llegó a su cabeza.

— Has hablado con él, ¿no es así? — Regulus se tensó al escuchar su voz neutra.

— No... — tragó saliva — No estás molesta, ¿cierto? — murmuro temeroso.

— Ya te lo dije, Reg — comentó tranquila — No podría molestarme contigo ni aunque quisiera.

El temor se desvaneció, Regulus agradeció mentalmente a Merlín porque Adhara no reaccionara de la misma forma que Severus.

— Entonces, si puedo... — tanteó.

— Pero no quiero hablar del tema — cortó.

— Adha, si tan solo...

— Reg, por favor.

— ...permitieras que te explicara...

— Reg, basta.

— que, que te contara lo que sucedió esa noche...

— Renacuajo...

— ...solo dale una oportunidad, tan solo...

— Regulus, córtalo — demandó.

— ¿Por qué? — cuestionó, no iba a detenerse a menos de conseguir una buena respuesta de su amiga que no sea el resentimiento profesado.

— Porque no es lo de la fiesta lo que me tiene furiosa con él — responde impresionándolo — Esa acción me dolió... claro que lo hace. Pero no es el único motivo por el cual no quiero hablarle — informó.

— No entiendo... — Si no era lo de la fiesta ¿Qué podía ser? ¿Qué era peor?

— Hay más acciones que pueden doler que un engaño, Reg — explicó con suavidad — Él traicionó mi confianza, ¿está bien? Rompió más de una promesa, no es tanto lo que hizo o no hizo con McKinnon, es lo que rompió al hacerlo.

— ¿Y qué tal si lo hizo sin estar consciente? — la fémina río negando, no creyendo posible lo que escuchaba.

— Si estás excusándolo por el alcohol que ingirió durante la fiesta, será mejor que... — parará, porque estar borracho no era una excusa para engañar o romper palabras.

— ¡No! ¡No hablo del alcohol! — interrumpió con rapidez — ¡Hablo de una poción! — exclamó, abandonando el cómodo refugio para quedar frente a frente.

Es así, como la serpiente es observadora de la dulce determinación en sus ojos, la misma que aparecía cuando se proponía a enmendar su equivocación, la que lo incitaba a cometer todo para ser perdonado. Oh, pero ese no era su error. Y Adhara no iba a perdonarlo por el mensajero enviado.

— Regulus — suavizó su mirada, notando su deber interno.

— No, aún así... — negó, no creyendo lo que veía — Aún sabiendo eso... ¿Ni siquiera piensas en hablarle? — cuestiona sin recibir respuesta — ¿Por qué? ¿Por qué no quieres?

— Porque me afecta verlo — confiesa, desviando su mirada, no soportando la similitud entre los hermanos — No vas a comprender el dolor que provoca el tan solo escuchar su nombre, ni tampoco el mero hecho de escuchar su cálida voz... — intentó disipar el hincón de su pecho con un suspiro.

— Adha...

— Si no me permito una conversación, es porque no me creo capaz de mantenerme firme ante él — su memoria invocó el baile compartido — No soy capaz de hacerlo — murmuró amargamente, sintiendo los estragos de su tacto.

— ¿Y no sería eso una señal? — cuestionó.

— Reg... — quería terminar con el tema de una vez, quería que el mencionado lo olvidara para volver a disfrutar de su compañía.

— No, no, escucha — pidió — Se siguen amando, de no ser así, no estarían de esta forma — ignoró las negaciones de su amiga — Tan solo, tan solo conversen, hablen de la misma forma en que lo hacían antes cuando algo les desagradaba — no se daba cuenta del dolor que provocaba las palabras en su amiga — Encuentren una solución y no escapen del problema, tal como me enseñaron — no se daba cuenta de lo afectada que se sentía al recordar — Adha, por favor — pidió.

— Aprecio el detalle que trajiste para desestresarme, así como también tu compañía — mencionó — Pero si vas a seguir con esto, por favor, no lo necesito.

— No, lo que necesitan es hablar — Regulus no comprendió la intención de sus palabras — No puedes cerrarte, no cuando él esta...

— Hasta luego, Reg — se despidió, tomando su varita.

— ...intentando en todos los aspectos posibles... — una fuerza descomunal lo hizo tambalear, cortando su apresurado hablar.

Recuperando su orientación, se encontró así mismo parado, ya no sentado en la cama, sino que en el marco que daba ingreso a la habitación de Adhara.

— Espera ¡Adha! — más la puerta ya se había cerrado frente a él cuando la llamó — ¡Esto no te está haciendo bien, ni a él! ¡Tan solo, tan solo...! — sus gritos disminuyeron de volumen — ...solo quiero que vuelvan a ser los de antes, necesito que lo sean — susurró.

Y se dio cuenta de que estaba siendo egoísta. ¿Pero que podían esperar de un niño temeroso a regresar a la casa de sus padres? ¿Qué podían esperar de una quebrantada alma que pensó encontrar una solución a sus problemas en la ideal pareja? ¿Qué podía esperar de sí mismo cuando ignoraba el dolor de su amiga solo por su integridad?

No dijo nada, aunque un lo siento de sus labios quería escapar, se abstuvo a decir algo más. Se alejó, abandonando el pasadizo de la habitación de las féminas, se alejó para ir en busca de un lugar donde podría pensar. De un lugar donde podría su remordimiento dejar escapar.

Mientras que, dentro de las cuatro paredes, dejaba a una pelinegra con mucho que pensar.

Una poción... ¿No era lo mismo que McKinnon le había mencionado? Cerró sus ojos, pasando sus dedos por sobre ellos, presionando con movimientos circulares justo por el final de sus cejas.

Si ya tenía suficiente con la carta de Walburga, prepararse para el día de la ceremonia, acordar con Albus los últimos detalles de la reunión, hacer caso omiso a las intenciones de Minerva, preocuparse por descubrir qué mortífago entro sin su permiso para otorgarle la poción a McKinnon y Peter, evitar las intensas preguntas de Severus acerca de su actitud, la discusión con este, con Vanity, y, ahora, con Regulus, debía sumarle que alguien había mandado una poción a Sirius.

Y contaba con un corto plazo de tres días para solucionarlo, porque después de la ceremonia, no podría arreglar sus personales asuntos.

Suspiró, dejándose caer en su cama, esperando que una brisa de calma la tranquilizara. Pero era más que obvio que la suerte no estaba de su lado. Gruñó al ver en el techo de su cama el magnífico hechizo que agregó tras descubrir el pequeño problema peludo el año en que ingresó al colegio, y comenzó a detestarse.

Sí, Adhara de trece años, claro que fue una fantástica idea rediseñar una imagen de la luna para que mostrara en qué fase se mostraría durante la noche. Claro que te ayudaría para tener un conocimiento preciso de cuándo debías amanecerte para acompañar al pobre licántropo utilizando tu metamorfomagia. Sobre todo, para tener ciertas pociones preparadas que le entregarías a Pomfrey, como si no fuera la cosa, para curar las heridas del lobo. Era más que obvio que podrías tratar con el lobo después de ayudar durante todo un año a tu compañero de Durmstrang que padecía de lo mismo, con la excepción que este era más agresivo que el de Hogwarts.

Suspiró ¿Tenía esas pociones preparadas? Sí, estas brillaban al ser recientes en comparación de las otras. ¿Tenía la intención de entregárselas a Madame Pomfrey una vez que amaneciera? Ni debía cuestionárselo, era un hecho que se acercaría a la enfermería antes de que la mayor despierte para reponer las pociones que durante el mes habría gastado.

La duda recaía en sí iría a acompañarlo.

No había faltado a ninguna luna llena, a pesar de que el licántropo vagamente lo recordara, desde su ingreso. Ella se transformaba en distintos animales del bosque para evitar que se auto lastimara por la ausencia de humanos a los que atacar en cada luna llena. Desde ardillas hasta mapaches, siempre seleccionaba animales que fueran creíbles que ingresaran a la casa de los gritos por curiosidad de los ruidos.

Más no se sentía correcto el acompañarlo esa noche. No se sentía correcto para ella, no después de lo vulnerable que la dejó el baile.

Si iba, inevitablemente tendría que confrontarlo. Si iba, tan sólo arruinaría el plan de la noche. Porque ninguno de los merodeadores se concentraría plenamente en ayudar al lobo, su presencia los distraería a tal punto que los veía capaces de transformarse para asegurar de conseguir una oportunidad de hablar con ella después de cuidarlo. Y aún así, estarían pendientes en su persona para que no huyera de lo acordado.

No necesitaba pensarlo más, no necesitaba sumar asuntos sin resolver a su larga lista. Una decisión fue tomada, pero faltaban unas cuantas que serían complicadas. Más estando en la comodidad de su cama, lejana al escritorio donde una carta reposaba, se cuestionaba si sería mediocre de su parte olvidarse para encontrarse.

El tiempo le escaseaba, no era poseedores de grandes cantidades, sus horas estaban contadas. Tenía un límite, uno que marcaba los segundos que desperdiciaba. Tenía un límite, uno que debía medir al organizar los dictámenes que arrastraba. Tenía un límite, uno que, originado por su naturaleza de la cual jamás escaparía, la obligaba a descansar.

Y cedió.

Con unos delicados movimientos de su varita, los elementos en el escritorio comenzaron a guardarse. Las cálidas velas que iluminaban su cuarto encogieron su llama hasta apagarse. Muy pocas de ellas quedaron con una minúscula flama, siendo suficientes para alumbrar delicadamente el rostro de Adha.

La mencionada reconoció la pereza al pensar en cambiarse por su pijama. Tras la discusión con Severus quedó completamente estresada, a tal punto que necesitó de un baño para relajar sus extremidades tensadas. Por ello, es que eligió ponerse un cómodo conjunto de ropa muggle, evitando de sobremanera utilizar algunos de sus suéteres, de lo cual se arrepentía en esos instantes. Lograba caer dormida con eficacia cuando traía tal prenda, pero se negaba a invocarla.

Se acurrucó entre sus colchas, deleitándose de la invasión de la serenidad en cada partícula de su cuerpo. Aliviada por obtener un reposo, sonrió. Asegurándose de tener su varita a unos cuantos centímetros suyos, descansó sus párpados. Acostumbrándose a la oscuridad, no pudo dejar pasar los últimos pensamientos que llegaron durante su estado de casi paz.

Pensó en ellos, como llevaba haciendo desde que los recordó. Se preguntaba cuál sería sus opiniones de la persona en la que se convirtió, cuál sería sus reacciones al enterarse de las decisiones que tomó. Pensó en ella, con quien no pudo solucionar sus diferencias antes de que se marchara. Su última conversación dolía más ahora que comprendía el sacrifico oculto en cada palabra.

Los extrañaba, los añoraba como una niña lo hace, porque fue a esa edad que los perdió.

Giró, recostándose de lado mientras que abrazaba una de sus almohadas. Esperando que al igual que su cuerpo, su mente también se adormilara. Pero esta no tenía intención de hacerlo, siempre parecía estar intensamente despierta momentos antes de apagarse.

Divagó acerca de sus conocidos en la casa de los valientes. De querer, quería arreglar la situación con ellos. Las heridas de su desconfianza era lo que la detenía, aún se sentía traicionada, no sólo la atacaron con palabras, sino que se atrevieron a hechizarla de espaldas. Perdonar tales acciones sería costoso, olvidar que fue apuntada por sus varitas, que fue tratada como una enemiga...

Frustrada, dio otra vuelta en su cama.

Claro, se permitía ser egoísta para su sanidad y la recompensa eran amarguras sin parar. Y ninguno de sus sentidos parecía cooperar, porque el sabor agrio de los recuerdos mencionados incrementó su intensidad al pensar en las relaciones con las serpientes de su casa.

A Vanity podía entenderla, también se molestaría si tu amiga que apoyaste tanto te alejaba, aunque sea por una sola conversación, para estar con la encargada de sus pesares. No podía culparla, a ninguno les comentó acerca de las pociones ingresadas a Hogwarts ni a sus afectados, ellos no tenían conocimientos que todo el panorama había cambiado tras los envenenamientos.

Regulus era otro caso, no le sorprendía que hablara con su hermano, de hecho, la sorpresa se lo llevaba el que cayera en sus palabras. Se llegó a sentir culpable al pensar en la gran probabilidad de que la hermandad que sanó ahora se destruyera por su persona, era claro que subestimó al menor. Y lo comprendía, claro que lo hacía, su renacuajo buscaba lo que consideraba la felicidad de ambos. Y no podía culparlo, menos cuando sabía del final objetivo que se escondía en sus intentos de juntarlos.

Jamás lo culparía por querer escapar de esa casa.

Y luego estaba Severus — suspiró nuevamente mientras que rodaba en su cama, buscando el lugar perfecto para descansar —. Con él solo estaba irritada, levemente dolida. No obstante, no quitaba que se esforzaba en comprenderlo — bostezó, el cansancio ya se hacía presente físicamente —. En cierta parte lo entendía, ella misma defendía a capa y espada a cada uno de sus amigos, ella misma atacaba sin piedad a los que eran enemigos. Lo que le irritaba, verdaderamente fastidiara, era que creyera que no poseía la capacidad ni el temple para castigarlos — movió su larga cabellera mientras que encontraba el lugar adecuado —. Le irritaba que, por ser de los pocos que la vio en sus más deprimentes facetas, la protegiera como si de un frágil cristal fuera.

Sus pensamientos perdían sentido, palabras sueltas con oraciones sin significados se pintaban dentro de su persona. Su respiración comenzó a ralentizarse. Y sus gestos faciales a relajarse.

En la habitación, únicamente si prestabas atención, serías capaz de escuchar el leve silbido de su respiración. Cubierta con colchas, abrazando con un brazo su almohada mientras que otra servía para descansar su cabeza, la pelinegra entraba en la plena inconsciencia, siendo vulnerable a lo que su cerebro tendría preparado para proyectarle.

Pero no es a lo único a lo que se volvería vulnerable.

Fue emergiendo tan lentamente... Sus sentidos captaron ligeras palabras, mismas que asimiló a sus peculiares sueños. Las imágenes presentadas se transformaban, saltando de una a otra sin darle tiempo de respirar. Si fuera capaz de observarse, notaría que, tras los párpados, sus pupilas se movían con tal rapidez que parecía estar a punto de convulsionar.

Y entonces, el estremecedor grito en compañía de un nombre la hizo despertar.

°•°(...)°•°

— Les dije que nadie nos descubriría — se burló nuevamente.

— Lo llevas repitiendo todo el camino, cornamenta — expresó divertido — Será mejor que lo cortes.

— No hasta que admitan que tenía razón — Sirius y Peter compartieron miradas antes de remedarlo aprovechándose que el miope se encontraba de espaldas.

— Iré a ver cómo va Remus con su transformación — indicó el rubio, los dos merodeadores asintieron.

— Ten cuidado, Pet — pidió James, antes de observar la forma animaga del rubio subir por las escaleras de la gran casa — Entonces, Canuto... — más antes de seguir hablando, un crujido en compañía de unos gruñidos se escuchó.

Los dos leones compartieron apenadas miradas, ambos sintiéndose terribles por el sufrimiento que su amigo debía pasar de nuevo. Los gritos del licántropo aumentaron, y ellos cerraron sus ojos intentando conservar el instinto de transformarse en ese instante para acompañarlo.

Comprobaron en las primeras salidas bajo la luna llena que, acompañarlo en el momento en que se transformaba, lo alteraba. Al distraerse por los grandes animales que eran, el licántropo que salía tras un mes de espera se desesperaba en ser libre, acelerando el proceso de transformación consiguiendo romper un par de huesos a su amigo por ello.

Desde ese momento, el único capaz de entrar cuando Remus se transformaba, era Peter. Poseer una forma tan pequeña como lo era una rata, le permitía acercarse al castaño sin que este lo notara. Por ello lo vigilaba, interviniendo únicamente para mover algunas tablas antiguas con la finalidad que el licántropo no se lastimara con ellas. Y cuando el proceso de transformación culminaba, esperaba un par de segundos a que el licántropo reaccionara para ir en búsqueda de sus amigos, avisándoles que podrían acercarse con sus formas animagas.

— Se está demorando más que en otras lunas, ¿No crees? — murmuró con angustia, intentando ignorar los quejidos del lobo.

— Nos dijo que sería una mala noche ¿No es así? — respondió con el mismo tono, apesadumbrado — Pero de seguro ya va a terminar y podremos jugar con él — le dio un ligero empujón con su hombro, esperando animarlo.

El pelinegro asintió, situando su fe en las palabras del castaño miope. Pero aún así, la pesadumbre no desapareció de su persona, cosa que no paso por alto su acompañante.

— Fue un buen baile, ¿sabes? — mencionó, esperando ver una sonrisa en el pelinegro por el recuerdo.

Y la obtuvo, pero no fue de esas que expresaba por ser un tonto enamorado como deseaba.

— Sí... — concordó — Sí lo fue — y comenzó a añorarla en silencio.

— Y más como ese vendrán, lo sé — comentó seguro de sus palabras, esperando contagiarle el sentimiento.

— James... — quiso pedirle que parara, no tenía realmente ánimos de hablar sobre ello.

Se sentía vulnerable al recordarla. El baile compartido despertó en él las esperanzas desde que juntaron sus dorsos, claramente sabía que no conversarían en medio del balanceo, pero esperaba que una vez finalizado pudiera compartir algunas palabras. Más ambos habían cedido a los recuerdos, ambos se dejaron llevar, disfrutando del contacto con el contrario como si los dilemas se trataban más de fantasías, de boberías. Se olvidaron de todo, de la tensa situación, del contradictorio panorama, de las rotas palabras.

Ser espectador de su radiante sonrisa, perderse en esos acaramelados ojos que tanto extrañó, disfrutar de los estragos que su tacto provocaba en él, obsesionarse nuevamente con la calidez que abrazó su corazón... El baile fue una completa dicha porque retrocedió el tiempo, porque los llevó al tiempo en donde no existían problemas.

Pero al termino, los quebró, porque volvieron a la desdichada realidad, a una donde tan solo eran dos enamorados que creyeron ser poseedores de un eterno y prometedor final.

— No, no, no — cortó el miope — Lo prometimos, Canuto — le recordó — Ya verás que más pronto que tarde, estarán más que bailando.

— Creo yo que la expresión correcta es más tarde... — los dos leones giraron rápidamente al escuchar una tercera voz — ...o nunca

— ¿Qué mierda haces...? — intentó preguntar entre su impacto.

— ¿...escuchando su patética charla? — completó con repulsión — Ni yo mismo lo sé, esperaba encontrar una... criatura, al entrar — las comisuras de sus labios ligeramente se alzaron por la reacción de sus palabras.

— Vuelve por donde viniste, Quejicus — profirió — No hay nada que tengas que hacer en este lugar.

— No, Potter — manifestó con prepotencia — Hay una duda que este lugar me puede aclarar — los analizó, notando la oportuna falta de quien buscaba — Y creo que uno de tus... amiguitos podrá ayudarme — las alarmas sonaron para los leones — ¿Dónde se encuentra Lupin, Potter? — el miope tomó su varita con fuerza, preparado para obligarlo a salir de la casa, más lo detuvieron.

— No deberías estar aquí, Snape — indicó el ojigris, manteniendo la separación entre los declarados enemigos.

El aludido casi se hecha a reír, confundiendo a los presentes por su reacción.

— ¿Es la culpa de tus instintivas acciones las que hablan por ti, Black? — cuestionó con repudio.

— ¿De qué estupidez hablas, Quejicus? — el mencionado no apartó su mirada del gris — ¿De qué instintiva acción habla, Sirius? — preguntó a su amigo.

— Tengo el mismo conocimiento que tú, cornamenta — le respondió.

Y esta vez, la serpiente no pudo retener su risa. Oh, como le causaba gracia la hipocresía del estúpido león, como le causaba gracia la ceguedad del idiota.

— Vete por donde viniste, Quejicus — repitió James, ignorando sus desagradables risas — No es seguro que estés aquí.

— ¿No es seguro? — repitió con suspicacia — ¿Y por qué motivo no lo es, Potter? — insinuó.

— Sal de este lugar, Snape — ordenó Sirius — Ándate antes de que... — un aullido interrumpió su amenaza.

Un brilló apareció en la mirada de la serpiente, uno de satisfacción. Mientras que, en el rostro de los leones, el pánico los embriagó. Y los tres, en ese instante en que el aullido terminó, lo supieron: Severus Snape había descubierto su secreto.

No hubo necesidad de pensarlo, ambos leones se abalanzaron en contra de pelinegro de cabello largo para detenerlo. El resplandor de los hechizos inundó con la misma intensidad que el ruido de una tormenta al iniciar. Y aunque quisieron obligarlo a escapar, fue el pocionista quien los obligó a desertar cuando su hechizo contra una pared los empujó.

No hubo necesidad de pensarlo, subió por las escaleras, dispuesto a conseguir una prueba más firme que un aullido. Lo sabía, ya estaba seguro de que su sospecha era más que cierta, pero aún así, ambicionaba obtener más, necesitaba ver con sus propios ojos que la mentira de su amiga acerca de la condición del callado merodeador era eso, una mentira.

Recorrió los largos pasajes de la casa, nunca se imaginó que el lugar que más atemorizaba a los brujos de Hogsmeade fuera tan grande. Al verlo desde la distancia en sus paseos por el pueblo, la consideraba una pequeña — o hasta mediana — construcción, no una gran mansión. Los crujidos junto alaridos lobunos lo guiaron, guiándose por las huellas que en el descuidado piso de madera se habían impregnado, dio con el cuarto donde a la criatura habían encerrado.

Era allí donde el monstro nocturno era contenido, el ruido de los enérgicos impactos hacia la puerta junto a su vibrar era suficiente prueba para asegurar su presencia. Agarró su varita con fuerza, acercándose con lentitud. Tan siquiera logró rozar el manubrio, cuando la madera se partió a la mitad.

Lo pudo observar, cuando regresó a su posición después de atacar la madera que lo encerraba, Severus distinguió con terror a la criatura de las pesadillas de muchos magos, al monstruo que asustaba a los niños en las noches. Encorvado, con un pelaje plomizo que era largo y corto dependiendo de la zona que observabas, con unas garras que en utilizaba para rascarse el largo hocico poseedor de unos caninos afilados que quién sabe cuántas veces fue utilizado en contra de algún humano.

Y en aquel momento, en el momento que el intimidante ámbar de sus lobunos ojos lo miraron con apetito, Severus supo que jamás olvidaría esa noche.

El aullido por encontrar una presa no se hizo esperar, calándole en los huesos, el horror de caer en cuenta que era él quien formaba parte de su dieta favorita, provocó que corriera despavorido. Más ya era tarde, el licántropo atacó con más fuerza la puerta, logrando derrumbarla por completo y comenzando su persecución a su botín de esa noche.

No era capaz de lanzar un hechizo, el pavor le impedía hablar. Preso de su instinto de supervivencia, corría lo más rápido que podía, buscando entre el andrajoso lugar un escondite, buscando con desesperación un camino que lo alejara de la criatura que sentía por su detrás.

Casi tropezó con una de las tablas salidas, más aprovechándose de la casi caída, giró hacia el cuarto que a su derecha se hallaba. No lo pensó, no lo pensó cuando su primer instinto fue correr en dirección del viejo armario. Rodeó con rapidez el piano que se hallaba en el medio de la habitación y, prestándole poca atención al descuidado sofá y chimenea, se encerró en el escondite improvisado.

Se esforzó en retener su respiración. Dio todo de sí para no respirar, pensando que así el licántropo no se daría cuenta de su presencia. Más sus pulmones luchaban por conseguir el aire que necesitaban tras la carrera inesperada que dio. Sus nervios alterados estaban, lo único que escuchaba era el latido de sus corazones, que resonaban más fuertes de — lo que el creía — era una lluvia a las afueras de la casa.

Sus pulsaciones aumentaron al escuchar el crujido de la puerta abrirse. Cerró sus ojos con horror, rezándole a Merlín por no ser descubierto, por no ser despedazado por la agresiva criatura. Presionó con fuerza su varita, aún sabiendo que sus hechizos solo lograrían hacerle cosquillas. Abrió sus ojos asustados, los pasos sonaban más cerca y él no estaba preparado.

¿Y si eran estos sus últimos segundos?

No, no podían serlo.

No, no debían serlo.

No podía, no debía, no quería.

El nudo de su garganta se unió a sus nervios.

No quería morir ese día, no quería, no quería.

No podía dejarla. No podía dejar a su madre en manos del abusador de su padre, no podía permitirse que ese monstruo tocara un solo pelo de su hermosa cabellera. No quería verla sufrir en manos de un asqueroso muggle.

Se desesperó en controlarse, no necesitaba sentir la humedad en su piel causada por ridículas lágrimas, necesitaba controlarse. Apagar todas las ansiosas emociones que invadía su cuerpo, detener los temblores y manejar la rapidez de sus respiraciones, como ella... Adhara.

Adhara, su mente repitió y todo se desvaneció al recordarla.

Su amiga, su compañera, su confidente, su concejera, su esperanza. Su pelinegra cabellera, su cariñosa sonrisa, su esplendorosa mirada. La persona que nunca pensó en quererla tanto como lo hacía, la persona que nunca pensó en cuidar con tanta intensidad, la persona que nunca pensó en abandonar por la falta que le haría, la persona que nunca pensó amar tanto que dolía. Todo, todo, todo... todo acerca de ella invadió su cabeza en milisegundos. Las risas, abrazos, lecturas, pensamientos, palabras, sorpresas, detalles, cariño compartido fueron rememorado.

Incluso sus discusiones...

No, no podía. No, no debía. No, no quería que esa fuera su ultima interacción. No, no la abandonaría, no dejaría que las últimas palabras compartidas fueran esas, no permitiría dejarla pasar por el mismo sufrimiento de hace un año, nunca se volvería en una carga para ella. No se volvería en una carga cuando ella siempre fue su ayuda.

La determinación hizo su aparición. Con la conclusión de no abandonarlas, logró controlarse.

Justo a tiempo cuando los pasos resonaron por su lado. Entre la pequeña apertura del armario, pudo distinguir cuando la silueta de la criatura pasó por su lado. La oscuridad por unos largos segundos fue su compañera. Mentalizó sus razones para seguir respirando, para que la criatura se olvidara de su existencia.

La silueta pasó de largo y esperó unos segundos para aliviarse de que lo había logrado.

Lo había hecho, había... ¡Había hablado demasiado rápido!

El estruendo de la puerta del armario abrirse, según sus alterados sentidos, resonaron tan fuerte que no había forma que en el castillo no lo escucharan. Su corazón latió con rapidez, sus recuerdos golpearon con intensidad, se vio así mismo cruzar hacia la blanca eternidad. Su garganta se cerró, y no pudo más que cerrar sus ojos con desesperación. Chispas salieron de su varita cuando sintió como lo sacaban con fuerza del armario.

¡Severus! — el grito en un susurro lo hizo reaccionar — Joder Quejicus, ¡Reacciona ya! — demandó, ignorando que el cuerpo del pocionista temblaba como si el hechizo de piernas de gelatina se hubiera expandido en su cuerpo.

— ¿Potter? — cuestionó ronco e incrédulo.

— Tenemos que salir de este lugar — exclamó — ¿Puedes caminar? — cuestionó, recibiendo un asentimiento del Slytherin.

Si le preguntaban a James en ese momento que pensaba, era en lo jodida que debía estar la situación para que ayudara a quien era su enemigo desde la infancia. Jamás en su vida pensó que ayudaría a un Slytherin como Quejicus, jamás pensó que lo rescataría de una muerte segura. Pero allí estaba, guiándolo entre los pasajes de la casa de los gritos que conocía como la palama de su mano para sacarlo del lugar.

Y sus pensamientos tuvo que abandonar cuando lo vio.

Mierda — profirió en un susurro, deteniendo sus pasos.

Frente a él, la persona por la cual cometió un acto ilegal que lo llevaría a Azkaban de enterarse el ministerio, se hallaba. Sintió la tensión invadir a Quejicus, no era de menos, él también se atemorizaría al ser tu primera experiencia con un licántropo una mortal persecución.

Con un leve movimiento, James indicó a Severus que debían de retroceder lentamente, regresando a la esquina que doblaron para desaparecer de la visión del licántropo si se atrevía a mirar tras su espalda.

Intentando hacer el menor ruido posible, caminando de espaldas, los dos estudiantes de Hogwarts retrocedieron con el mayor cuidado que era capaz de ponerle a unos pasos.

Pero serían traicionados por la antigüedad de la casa.

Congelados, ambos fueron espectadores de la forma en que los oídos del lobo se alzaban, mostrándose más puntiagudos de lo que eran. Y sin esperar una reacción específica de su parte, James se dio vuelta, empujando al pocionista de paso, para tomar ventaja a la carrera que darían por su vida.

— ¡A la derecha! ¡Derecha! — gritó, importándole poco llamar aún más la atención del licántropo, quien estaba por alcanzarlos.

La serpiente giró a su derecha, como el miope le indicó, ingresando a otra habitación más espaciosa, pero sin ningún escondite como en el anterior al que ingresó. Maldijo para sus adentros, dándose la vuelta para reclamarle al idiota león, cuando este lo jaló a la esquina de la habitación, donde un cuadro se hallaba.

— Joder, ábrete, ábrete, ábrete — murmuró con desesperación, escuchando los crujidos del retrato y entendiendo lo que quería hacer, Severus lo acompañó, empujando la pintura de oleo.

Celebraron cuando este cayó, encontrándose con un pasaje por el cual llegarían a pasar si gateaban. Más cuando se disponían a entrar, las tablas para forzar a la puerta cerrarse, puestas con anterioridad por la magia del miope, salieron disparadas en su dirección.

Ambos estudiantes dieron de bruces con el suelo. El humo del polvo levantado por el impacto ingresó a sus pulmones, causando que entre toces y con su vista enrojecida, gatearan lejos de donde se hallaban.

Pero a centímetros de la criatura.

Recuperando sus vistas, los jóvenes aterrorizados, retrocedieron hasta chocar con la pared más cercana a ellos. Los gruñidos del licántropo aumentaron, la saliva que de su hocico resbalaba les dio a entender las ansias que poseía para devorarlos. Ese sería su fin, morirían no acompañado de las personas que más querían, sino de la persona que a lo largo de su vida despreciaron.

Y ni siquiera estando al borde de la muerte, por su mente pasó la idea de acabar con el odio profesado para terminar con paz en sus almas.

El licántropo corrió en sus cuatro patas hacia ellos, sacando las garras para despedazarlos...

¡BOOM!

El salto que dio sus corazones jamás olvidarían. Abrieron los ojos que por temor cerraron, una de las paredes de la habitación se hallaba destrozada y, en el hueco causa por esta, una persona avanzaba con prisa hacia ellos.

Adhara... — susurraron, creyendo que se tratara de una alucinación.

¿Cómo diablos...? Ambos fueron obligados a pararse por una fuerza que no se imaginaron la pelinegra poseía. No distinguían preocupación o siquiera terror en su mirada, sólo hallaban una determinada seriedad mientras los arrastraba y los conducía fuera de la habitación.

— Corran — ordenó teniendo su mirada fija donde la pared destruida comenzaba a moverse.

— No podemos... — el miope intentó hablar entre su sorpresa.

— He dicho que corran — demandó, lanzándoles una mirada de soslayo, concentrándose en donde el licántropo cayó.

— No te voy a dejar — Severus indicó, regresando del shock casado por casi morir.

— Potter, llévatelo — el nombrado la observó asombrado.

¿Acaba de hablarle?

Parpadeó, no era momento de pensar en ello.

— Remus no está... — quiso explicar la razón por la que el licántropo no era del todo consciente de sus acciones como otras noches, quiso explicarle que, a pesar de que el mencionado quiso esconderlo, los merodeadores sabían que no había ingerido la poción que lo ayudaba a tranquilizarlo.

Más tomando de sorpresa a los dos chicos, Adhara ignoró sus peticiones al transformarse y abalanzarse hacia la criatura que venía directo a atacarlos. La forma canina de la serpiente chocó en contra el pecho del licántropo, empujándolo lejos de los dos muchachos, quienes se encogieron en su lugar por la escena, tropezándose por los temblores que los invadió.

Congelados en el suelo, sólo son más que espectadores del arduo intercambio de arañazos y mordidas entre los dos. Los gruñidos de Adhara no se comparan con los del licántropo, quien furioso, y con un certero golpe, lanzó a la canina hacia el pasaje donde se encontraban sus víctimas.

Con un giro en el aire, frente a ellos, Adhara en su natural forma, aterriza agachada. Y con un movimiento veloz, de su varita sale un destello que deja al licántropo estrellado en la pared contraria, alejándolo más metros de lo que hace unos segundos se hallaba.

— Llévatelo de una maldita vez, James — ordenó entre dientes, alzando nuevamente a ambos, obligándolos a caminar detrás de ella.

— Yo... — el mencionado está confundido.

Para empezar, lo había llamado por su nombre. Y aunque lo quisiera negar, dentro de él sintió un cálido punzón. Y lo segundo, no comprendía del todo porqué le pedía que se llevara a Quejicus cuando era obvio que ella también iría con ellos, aún más después de dejar desmayado a su amigo.

¿Cierto?

— Váyanse antes de que empeore todo — indicó nuevamente sin mirarlos, estando alerta a cualquier movimiento del licántropo que parecía estar inconsciente.

Oh, pero claramente no lo estaba. Adhara conocía más que bien con quien estaba tratando, los licántropos no eran tan fáciles de aturdir con hechizos que no generaban grave daño, unos que eran demasiados sencillos para combatir con un licántropo. Menos a Remus, quien aún en tal forma, poseía la inteligencia que muchos desearían en sus etapas de luna, a pesar de ceder a sus instintos lobunos.

Por ende, es que dejando pasmado a sus protegidos, un nuevo licántropo se alza frente a ellos. El verdadero licántropo se despierta de su fingida posición, acercándose a quien parecía ser un igual. James, siguiendo la indicación de Adha, toma del brazo a Snape, comenzando a caminar a paso lento detrás del licántropo falso, reconociendo por qué pasaje la serpiente los estaba llevando para escapar del alcance de su amigo transformado.

El movimiento es percibido por el verdadero. Sus dientes se muestran a la par que un gruñido deja, la actitud apacible surgida por la presencia de un igual desaparece. A quien reconocen como Adhara, imita el gruñido de la criatura, acercándose a este, logrando que la concentración vuelva en su figura y no en el de las dos personas que buscaban huir.

Adhara se acerca a Remus, tapando la presencia de los dos magos con su cuerpo, dándoles la oportunidad de salir del lugar. Con lentos movimientos, el licántropo frente a ella se va acercando. Se queda quieta, sin romper la conexión con la amarillenta mirada. Cae en cuenta lo que Remus hace al ver la forma en que nariz se arruga, pero antes de prepararse para el ataque, un movimiento desenfrenado la desploma.

Severus y James quedan estancados. Remus arremetió contra Adhara después de sentir el aroma que dejaba, identificándola como una farsa.

Ambos magos caen por tercera vez sentados.

Se alejan de inmediato, importándole poco que al retroceder sus palmas se vean lastimadas por las astillas del piso, cuando una confrontación entre las criaturas surge frente a ellos. La metamorfomaga se encuentra acorralada en el suelo, teniendo encima al licántropo, ambos lanzando mordidas hacia el otro, evitando ser heridos por los ataques del contrario.

El miedo los invade cuando los ojos amarillentos brillan al verlos, ya no le presta atención a quien tiene acorralada con sus garras sobre el cuello, así que decide olvidarse de su principal presa para avanzar hacia los dos humanos.

En un instinto de protección, James se posicionó sobre Snape, reconociendo que el licántropo estaba preparado para morderlo.

Pero los dientes caninos resuenan al chocar entre ellos en el aire.

Con un esfuerzo sobre humano, Adhara logró empujar a Remus con sus extremidades inferiores, pateándolo lejos de los dos magos, más ello no evitó que una de sus garras rasgara superficialmente la cara del miope.

Estando el licántropo derrumbado, la bruja lo lleva al sentido contrario del camino de escape de los dos espectadores arrastrándolo por las patas con su boca. Dejando salir la respiración que contuvo por su casi muerte, James jala desesperado del brazo de Severus, intentando que el mencionado salga de su anonadación para huir de ese peligroso lugar.

Sintiendo su cuerpo temblar, corren hacia el final del pasadizo, intentando huir de la vista del depredador. Un gruñido junto a un gemido de dolor provoca que ambos giren preocupados por su amiga, encontrándose con esta misma siendo estrellada en una pared.

Detienen su caminar, notando como el licántropo está a punto de volver a atacarla sin poder reaccionar. Las garras se alzan y...

— ¡James! ¡Snape! — Sirius aparece corriendo en su dirección — ¿Qué hacen allí parados, par de... par de...? — sus palabras se detienen en cuanto su mirada se dirige al lugar que los dos magos veían con terror.

Asustado y confundido, por ver a dos licántropos cuando solo conocía la existencia de uno, cree reconocer a quien se encuentra acorralado por los amarronados ojos, por esos mismos que le dirige una mirada de dolor.

— ¿Esa es...? — se detiene abruptamente al escuchar el gruñido de quien reconoce como su amigo.

Es allí donde cae en cuenta, que los tres están bajo la mirada cazadora de la criatura. Quien con pasos lentos comienza a acercárseles, terminando por correr en su dirección.

— Mierda — exclamó James brindándole empujones con sus manos a los dos pelinegros para comenzar a gritar sin desenfreno — ¡Corran, corran, corran! ¡Corran de una vez, joder! — grita, forzando a los dos pelinegros que se mostraban reacios a abandonarla, a huir.

Porque no podrían hacer nada si no la alejaban del licántropo, no podrían hacer nada si eran atacados por la criatura nocturna. Por lo que, importándole poco, agarró las manos de los pelinegros, arrastrándolos para escapar de su cazador. Y una vez que estos mecánicamente comenzaron a seguirlos, sacó su varita, volteando hacia su amigo convertido para lanzarle unos aturdidores hechizos, sin lograr otra cosa más que enfurecerlo.

— ¡James! — la exclamación de su amigo lo hace mirar al frente — ¡Las escaleras! — señala.

Los tres comienzan a dirigirse a estas. Cuando un fuerte golpe, acompañado de un gruñido, provoca que rueden por los suelos. Y en cuanto recuperan la orientación, lo encuentran. La criatura de pelaje plomizo solo se encuentra a unos tres pasos de ellos. El aullido que resonó por entre las paredes de la casa de los gritos, sonando aún más fuerte que las torrenciales gotas de lluvia, caló en sus asustadizos cuerpos.

Buscaron sus varitas con desesperación. Los escalofríos por ser las presas de la mirada amarillenta provocan que sus vellos estén en punta. No hay escapatoria, no hay hechizo que los salve del licántropo. Aceptando su final, se preparan para el brutal ataque de la criatura, forzando a sus párpados cerrarse para acostumbrarse a la oscuridad.

Pero no es negro lo que los invade al cerrar.

Un gran destello rojizo junto a un estruendoso sonido que se vio ocultado por el chillido de la criatura de la noche es lo que perciben.

Esperanzados, a través del polvo causado, tanto la criatura como los tres muchachos, ven a la responsable de su salvación.

— ¿Qué están esperando, una jodida invitación? — Adhara les pregunta molesta — ¡Levántense y bajen las malditas escaleras de una vez! — ordenó, transformándose para derrumbar a Remus, empujándolo contra una de las habitaciones, abriéndole paso a los tres.

Sin buscar contradecirla, corren hacia las escaleras. Hasta que los sonidos de gruñidos y golpes contra la pared se hacen más fuertes.

— No voy a dejarla — Sirius exclama, deteniéndose a pocos pasos de la entrada que los llevaría por el pasadizo del sauce.

— Y yo no voy a permitir que hagas una tontería — adeclaró James, tomándolo del brazo para que lo mirara y no al lugar donde se oían los gruñidos — Es Adhara, ella podrá con Remus — indicó.

— Podrá ser Adhara pero no es jodidamente inmortal, Potter — expresó, imitando la acción del pelinegro.

— ¿Y qué van a hacer ustedes dos? — cuestionó con molestia — ¿Lograr que Adhara se sacrifique para que salgan con vida? ¿Convertirse en una carga? — molestia por que los dos pelinegros no entendieran que su intervención sólo perjudicaría a la pelinegra.

— No pienso...

¡BOOM!

Los tres estudiantes se cubren los ojos por el polvo levantado. Una figura cae del balcón de las escaleras hacia el suelo, siendo seguido por otra más grande. Temblorosos, logran identificar el cuerpo de la pelinegra, estando detrás del licántropo a tan solo un par de metros.

¡STAR! — el grito desgarrador es suficiente para atraer la atención del licántropo, quien gira observando a las tres presas que se habían escapado.

James se encarga de retener a Sirius a correr hacia la pelinegra, prestando completa atención a la futura reacción de Severus, quien pálido como la leche, ve el cuerpo desplomado sin moverse.

¡No, no, no! — los esfuerzos de escapar del agarre de James son nulos cuando este comienza a arrastrarlo hacia el pasaje con velocidad.

Pero ni Sirius ni Severus prestan atención al licántropo que está listo para atacarlos. En lo único que pueden pensar, en lo único que pueden observar es en la figura del ser que más aman inmóvil en el suelo.

Y notando la reacción de ambos, James no puede hacer otra cosa más que tumbarlos al suelo, posicionándose frente a ellos y dándole la espalda al licántropo, preparado para aceptar sus garras con tal de proteger a las más importantes personas de la sabelotodo. Pensando en salvar a quien con tanto fervor la pelinegra amó.

¡WHAM!

El gimoteo del licántropo resuena por todo el lugar. Confundido, James se da vuelta, escuchando gruñidos sin cesar. Donde se encontraba Adha sólo existe vacío, y al levantar su vista, logra ver a un perro albino en la espalda de su amigo convertido, atacándolo y mordiéndolo sin parar. Las garras del licántropo intentan dar en contra del animal, pero es esta misma quien se salta donde ellos, transformándose en el aire, aterrizando como una persona.

La pelinegra cabellera se mueve de un lado a otro por los rápidos movimientos. La velocidad que un destello tras otro sale de su varita, dejan anonadados tanto a la criatura como a los magos. Estos últimos miran su espalda como si de un fantasma se tratara, como si estuvieran presenciando alguna clase de milagro.

Estaban hablando de Adhara, y ella en definitiva, era un milagro, su milagro.

— ¡Ustedes, par de imbéciles! — habló, sin dejar de blandir su varita para confundir la vista del licántropo con grandes destellos — ¡Se van a levantar y correrán por ese pasaje hasta llegar a Hogwarts o seré yo quien los despedazará en este instante! — amenazó, lanzando un gran hechizo al licántropo para asegurarse que los tres magos no se encontraran en terribles situaciones para no acatar sus órdenes.

Para su alivio, y enojo, los tres solo cuentan con heridas superficiales en las caras, que quiere creer es por las astillas que volaron tras las explosiones, y raspaduras en sus brazos y piernas, que los asimila con la caída y ruedo que dieron cuando Remus los empujó. Lo único preocupante que nota es el ligero rasguño en la cara del miope, que parece no querer parar de sangrar.

No se toma el tiempo de pensarlo y un hechizo da directo en la cara del miope, quien se sorprende al sentir cosquillas en su mejilla.

— Puedo ser más aterrador que un licántropo — comentó con seriedad — ¿Es necesario que repita lo que van a hacer? — indicó entre dientes.

— No pienso dejarte con esa criatura, Adhara — decidió — Me importa muy poco que puedas despedazarme, no me iré sin tí — exclamó.

— Severus Snape Prince — masculló enojada — Vas a irte de este maldito lugar al que no deberías de haber entrado de una buena vez — ordenó, consiguiendo que la valentía presentada desapareciera en el momento en que su amenazante mirada logró que se encogiera — Y no te atreverás a contradecirme.

— Adhara... — la pelinegra lo ignoró por completo.

— Y tú, James Potter — se aseguró de conectar sus miradas — Te asegurarás de sacar a estos dos idiotas antes de que empeoren su estado — pronunció.

Un aullido se escuchó. Adhara se giró, maldiciendo por distraerse, volviendo a lanzar hechizos hacia el licántropo, asegurándose de mantenerlo lo suficiente alejado para asegurarse que los demás huyeran antes de volver a transformarse para atacarlo.

Pero no escucha ni un solo paso de parte de los tres idiotas.

— ¿Qué mierda estás esperando, James? — cuestionó hacia el azabache, reconociendo que era el único capaz de sacar a los obstinados pelinegros del lugar — ¡Joder, llévatelos ya! — lo espabiló, levantándolo sin esfuerzo alguno para luego hacer lo mismo con Severus mientras que el de lentes la imitaba con el otro pelinegro.

Sin miramientos, empujó a su amigo, importándole poco que tropezara con tal de que comenzara a andar en el pasaje que los llevaría directo a Hogwarts. Pero entonces, nota el esfuerzo sin frutos que James hace. Resopla enojada, no, más bien furiosa.

Estaba completamente furiosa y las puntas rojas de su cabello demostraron ello.

— ¡Vete de una jodida vez, Black! — ordenó, molesta por su obstinación.

— No te voy a dejar — declaró, batallando con James.

— ¡Me importa un comino tu opinión! ¡Sal de este maldito lugar! — exclamó, perdiendo los estribos por su falta de inteligencia.

— ¡No me voy a ir sin ti, Adhara! — se libró del agarre de su amigo, acercándose más a la pelinegra.

— ¡James Charlus Potter, como no te lo lleves en este instante...! — la misma que evitó mirarlo para amenazar al miope.

— ¡No te atrevas a forzarme o te dejo de hablar, James! — amenazó Sirius a su amigo, antes de que la pelinegra terminara de hablar.

— ¡Vete! — ordenó, mirando a cualquier lado menos a él.

— ¡No lo haré! — declaró, tomándola con delicadeza del brazo.

— ¡Joder, vete! — exclamó, sintiendo el ardor de su toque.

— Adha... — murmuró, atrapando su rostro para forzarla a mirarlo.

Pero sus ojos se cerraron.

— Hazme caso por una jodida vez — suplicó, mirando el suelo antes de conectar con el gris que anhelaba — Sal de aquí, Sirius — sintió su garganta contraerse al escucharla.

Star... — susurró, logrando la cristalización de sus miradas.

— ¡ADHARA! — el gritó desgarrador de Severus la alertó.

La cabeza de Sirius comenzó a dar vueltas tras rodar por el suelo. No pudo ni reconocer donde aterrizó cuando un par de brazos lo levantó del suelo, causándole un fuerte mareo, que no hizo más que aumentar al ser jalado con brutalidad. Escuchaba los gritos de James a lo lejos, confundiéndolos con los exigentes alaridos de Severus.

No tardaría mucho para que el pelinegro se uniera al pocionista.

James se agradeció así mismo por los intensos entrenamientos a los que se sometió para la temporada de quidditch, ya que era debido a la fuerza obtenida durante estos, que fue capaz de arrastrar a ambos pelinegros por el túnel que los llevaría de vuelta a Hogwarts, cumpliendo con la indicación de Adhara, confiando plenamente en la decisión tomada.

¿Quería regresar y ayudarla a hacerle frente a Remus en su estado licántropo? Dentro suyo una desesperación por lo que estaría ocurriendo en el enfrentamiento angustiaba su persona, pero debía mantenerse sereno para llevar fuera de peligro a dos de las personas más importantes para la pelinegra. Ella les estaba dando tiempo para escapar, ella estaba entreteniendo a Remus para que no saliera de aquel lugar.

Adhara los estaba protegiendo a pesar de su situación actual.

— ¡James por lo que más quiera merlín, no la podemos dejar!

— ¡Quítame tus sucias manos de encima, Potter! — ignoró sus esfuerzos de golpearlo — ¡Que a ti te importe un bledo su vida no significa que todos piensen igual!

Entonces, le devolvería el favor sacando a los tercos pelinegros a como diera lugar. Y después de asegurarse de que se encontraran fuera de peligro, iría de inmediato en su ayuda, convirtiéndose en su forma animaga lejos de la vista de Severus para ayudarla con Remus.

La salida del camino vio, con un rápido movimiento de su varita, se aseguró de tocar el nudo que paralizaba al sauce boxeador. Utilizando la magia, logró empujar a ambos pelinegros por la salida, siguiéndolos con velocidad para detenerlos a volver a entrar. La Luna ya no se encontraba en su punto más fuerte, horas pasaron, pero por la adrenalina no lo notaron.

— ¡Eres un asqueroso traidor, Potter! — requería de la paciencia que no poseía para soportarlo — ¡Un egocéntrico, cretino e idiota cómo tu no me va a impedir...! — profirió, alejándose del miope para tomar impulso y golpearlo.

— ¿Qué está pasando aquí? — los tres voltearon alertados.

La profesora McGonagall fue la persona que preguntó. Ella se encontraba en compañía del director y de Peter, quien les sonrío aliviado de verlos fuera del sauce y lejos de su amigo licántropo.

El rubio salió en búsqueda de una autoridad en el momento en que regresó en su forma animaga para comunicarle a James y Sirius que Remus ya estaba pasando por el proceso de transformación, encontrándose con la presencia de Severus Snape. Sin pensarlo demasiado, seguro de que el mencionado no haría caso a las peticiones de sus amigos de abandonar la casa de los gritos, hizo uso de la velocidad que por ser una rata poseía para llegar al castillo. Por ello se sentía aliviado de ver a los tres, no tan sanos por los leves rasguños que tenían, pero si vivos.

Porque Peter no estaba enterado de quién los había salvado de un mortal ataque.

Al ver a una figura de autoridad, empezaron a explicar al mismo tiempo y con velocidad sus preocupaciones. Pero fueron tal la desesperación de los tres alumnos, que a Minerva y Albus solo lograron confundirlos por sus interminables alaridos.

— Todos irán a la enfermería — ordenó — Y es allí donde explicaran lo sucedido, así que síganme — pidió, pero ninguno era capaz de hacerle caso por la ansiedad que sentían al pensar lo que su amiga enfrentaba.

— Muchachos — el director los interrumpe — No podremos ayudarlos si no están calmados — les explica, notando la preocupación en el trio.

Los tres exhalan, tomando aire para hablar claramente. Pero antes de siquiera dar una palabra, desde el túnel que da directo al escondite del lobo, se escucha un grito, aterrándolos.

— ¡Es Adhara! — exclama sintiendo aún el escalofrío de pánico recorrer su cuerpo.

— ¡Está allí! — señala el sauce boxeador con alarma.

— ¡Con él! — finalizan los tres.

°•°(...)°•°

Abrir sus ojos se le hizo un trabajo más pesado que el de respirar. Sabía bien donde se hallaba, el olor a enfermería lo reconocía tras las largas estadías y experiencias vividas en el lugar. Lo que no comprendía, era la pesadez que sentía. Quiso jadear de dolor, pero hasta ello se le complicaba expresar.

En las diversas lunas vividas, nunca las consecuencias físicas habían sido tan graves como las que sentía. Su cabeza daba vueltas, intentando recordar lo sucedido, sólo logrando reconocer atisbos de brillantes luces que lo marearon.

Se prometió así mismo a jamás olvidar o esconder que la poción que adormecía a la criatura dentro de él se terminara. Su mismo compañero de condición le expresó en una de sus cartas que, con fines experimentales, quiso saber que sucedía si tras más de cinco lunas reprimiendo a la criatura, dejaba que esta nuevamente saliera. Sí, recordaba muy bien que le advirtió que nunca pensara en hacer ello, porque la luna lo dejó con muchas más heridas de las que conseguía antes de la poción.

Se arrepentía de no haberlo escuchado, en especial cuando sus ojos ardieron al abrirlos debido a la luz del sol que se colaba por los ventanales de la blanca enfermería. Se quedó así unos momentos, incapaz de moverse al sentir una gran pesadez en su cuerpo. Cuando su mirada se acostumbró, pudo distinguir el techo, extrañándose que no se hallara en la camilla que se hallaba al final de la enfermería, la misma que prácticamente le permanecía porque era donde descansaba, escondido de los demás, tras todas las lunas llenas vividas en el castillo.

Se decidió a examinar a sus costados, mayormente se encontraba con Madame Pomfrey que le sonreiría antes de entregarle las galletas y chocolate que le prometía cada vez que lo dejaba en el sauce boxeador o a sus amigos que, estando dormidos por la amanecida aventura, se sentaban a sus costados, dispuestos a conversar con él y distraerlo de sus dolores.

Sintió su respiración entrecortarse ante lo que vio.

En la camilla donde él siempre se hallaba, Madame Pomfrey de espaldas atendía a una persona. Las cortinas estaban lo suficientemente abiertas para que pudiera ver que, además del paciente, otra se encontraba sentada en una de las bancas que sus amigos alguna vez utilizaron. La enfermera del lugar guardó su varita, tomando los residuos, que cuando enfocó su vista reconoció como vendas, para retroceder unos pasos antes de cerrar la cortina.

Pero lo único que Remus podía observar, era las manchas rojas que poseían las vendas que la enfermera traía consigo. Lo único que podía pensar, era en la sangre que cubría los algodones que depositó en uno de los tachos del lugar.

No... lo que estaba pensando no podía ser cierto.

No, tan solo debía de ser paranoias.

No, no podía... no era capaz... esa noche él no...

Dejó de observar el lugar donde la enfermera había desaparecido de su vista sin percatarse de que él se encontrara despierto para mirar a la camilla de donde había salido.

No, no, no, no.

— ¡Remus! — Peter se despertó al sentir el ligero movimiento de su amigo — Nos tenía ligeramente preocupados — expresó.

No, no, no, no.

Las palabras de su amigo rubio no eran escuchadas, no cuando entre la pequeña abertura de la camilla fue capaz de observar un brazo rodeado de vendas hasta no dar más. No cuando, sintiendo su mirada en él, la persona que se hallaba sentado sosteniendo una mano del paciente, alzó sus ojos, conectándolos con los de él. No cuando Severus lo miró con repudio, antes de pararse y cerrar la abertura de las cortinas. No cuando notó las diminutas curaciones blancas que Madame Pomfrey habría impregnado en la cara del Slytherin.

— Llamaré a Madame Pomfrey, estará contenta de que hayas despertado — Peter siguió hablando, sin ser consciente de lo que su amigo veía o pensaba.

Las pocas fuerzas usadas para descubrir lo que sucedían, comenzaron a abandonarlo. Sintió una gran desesperación que no pasó desapercibido por su rubio amigo, quien comenzó a preguntarle de manera rápida y nerviosa que sucedía, que le dolía o que podía hacer para ayudarlo.

— Remus, Remus... — lo llamó nervioso — Lunático, ¿Qué puedo hacer? Yo... Llamaré a Madame Pomfrey — se decidió tras divagar por preocupación.

Pero antes de irse, su mano fue agarrada por el licántropo.

— ¿Qué...? ¿Qué sucedió anoche, Pet? — notó el pavor en su amigo.

Oh, pero era mejor no haber preguntado, Remus. No cuando las respuestas solo causarían una mayor desestabilidad en tu persona, ya que la verdadera pregunta aquí era: ¿Qué no sucedió anoche?

°•°(...)°•°

El silencio reinó tras salir de la oficina del director. Ninguno de los dos leones era capaz de procesar lo escuchado, ninguno de los dos leones era capaz de comprender lo sucedido en las últimas doce horas.

Lo escuché de él, señor — expresó mirándolo fijamente — Y estoy seguro de que sabía que estaba presente, sus insinuaciones lo delataban.

¡Deja de mentir! — ordenó, incrédulo a lo que decía.

No, ninguno de los dos era capaz de aceptar lo declarado por el Director. Ninguno era capaz de aceptar que a la serpiente le concedieron la razón. Muy poco les importaba la gran cantidad de puntos perdidos, no les importaba de la misma forma en la que descubrieron la razón de la interrupción de Quejicus en la casa de los gritos.

No puedo creerlo de usted, Señor Black — la decepción estuvo impresa en cada una de sus palabras — Ha defraudado a Godric Gryffindor con esta acción.

Minnie, juro que yo no... — la mano que levantó fue lo único que necesitó para callarlo.

Y ahora, el pelinegro podía decir con seguridad que conocía por experiencia propia el dolor de no ser escuchado. Sintiéndose completamente vulnerado al pensar, que de la misma forma en que se sentía, ella se sintió tras la gran discusión que acabó con la amistad de los leones. Porque ahora era capaz de decir, que era él quien experimentaba la desconfianza del ser que más apreciaba, de la persona que consideraba un hermano del alma, en carne propia.

Minerva McGonagall no fue la única persona que se sintió decepcionado por la acción que Snape indicó.

No me hables — ni siquiera lo miró, ni siquiera pensó en dudar de las palabras de quien era su enemigo.

Sentía la distancia, sentía el odio, sentía la decepción. Sentía que lo estaba perdiendo a pesar de tenerlo a su lado, ambos caminando a la par, siendo presas de sus pensamientos.

Más el cazador de la noche anterior nuevamente haría aparición tras un grito.

— ¡Pensé que eras mi amigo! — lo miró desde arriba — ¡Confié en ti! ¡Yo confié en ti

— Remus... — murmuró, sintiendo el metálico sabor en su boca.

— ¿En qué estabas pensando? ¿En qué mierda estabas pensando? — cuestionó, ignorando la sangre que salía de su nariz.

Más ningún comentario salía de su boca, ni de él ni de los dos espectadores de la situación. Los estragos de furia que por la luna llena sentía lo invadió, rugiendo las siguientes palabras:

¡PUDE HABERLO MATADO! — los tres se encogieron ante su grito — Me habrías convertido en un asesino — escupió con resentimiento.

— Lunático yo no...

— ¡No te atrevas a llamarme así! — lo detuvo — Pude haberlo mordido y... mierda — negó, sintiéndose completamente traicionado — Pensé... — susurró — Pensé que me conocías lo suficiente para saber que no le deseo esto — se señaló completo — ni a mi peor enemigo.

— Lo sé, Remus, créeme que lo sé — intentó hablar, quería que lo escucharan, pero ninguno de sus amigos cedería a sus peticiones.

— ¡No, no lo sabes! — espetó furioso — No lo sabes porque acabas de revelarle, de regalarle, mi más oscuro secreto a Severus Snape — dijo, comprendiendo al hablarlo en voz alta las consecuencias de quien consideró un amigo — Toda la escuela lo sabrá antes de mañana...

— No, no lo sabrán — James intervino — Dumbledore le hizo jurar que no lo hiciera, él no dirá nada Remus — el aludido quiso reír.

— ¿De verdad estás pensando en que confiaré en la palabra de Snape? — cuestionó incrédulo — ¡Por si no te has dado cuenta, su pequeña bromita casi lo mata! — exclamó, señalando al pelinegro que seguía en el suelo.

— ¡Yo jamás expondría de tal forma a Severus! — expresó, ganándose las miradas cansadas de sus amigos.

— ¡Pues sorpresa, Sirius! — la acides en sus palabras dio pie a lo que diría — ¡Eres una mierda cuando se trata de cumplir con tu palabra! — quería herirlo, deseaba que sintiera el mismo dolor que experimentaba por su traición.

— ¡Nunca expondría a Severus por ella, Remus! — indicó, consiguiendo una expresión diferente de ellos — Por más quejica que sea, en la vida sería capaz de perjudicarlo por ella — repitió, más sintiendo la necesidad de ser aún más claro en su defensa, se atrevió a pronunciar su nombre — Jamás dañaría a la persona que cuida de Adhara — expresó en un susurro — Se los juro, por favor... — rogó, importándole poco dejar caer su dignidad por no perderlos — No le causaría tal daño a Adha, no la haría pasar nuevamente por la misma pérdida.

Los tres merodeadores no saben qué pensar. Todos ellos tenían conocimiento de la forma en la que Snape indicó que escuchó la forma de entrar al sauce boxeador, pero las palabras de Sirius hacían eco en su cabeza, por el mero hecho de que en ellas se incluían a la persona por la cual el pelinegro amaba.

Querían creerle, pero al mismo tiempo la decisión de Dumbledore acerca de la situación los obligaba a no caer en sus palabras, en no confiar en el que fue declarado culpable de la situación en donde el grupo de bromistas junto a dos serpientes salieron lastimadas.

Tal pensamiento fue el detonante de ciertos recuerdos que consideró perdidos al despertar.

James agarró con fuerza a Remus, ayudándolo a mantenerse de pie mientras que por su cabeza pasaba un torbellino de memorias que inesperadamente surgieron. Se agarró su cabeza, los quejidos provocaron en sus amigos una delatante preocupación. Ignorando el dolor de su nariz, el pelinegro se posicionó al lado contrario que James sostenía para ayudarlo con el castaño, que parecía perder el conocimiento por momentos.

— ¡Salió sin que le dieran de alta! — informó Peter, recordando el esfuerzo que hizo para detenerlo sin éxito al no poseer la fuerza necesaria — ¡Iré por Madame Pomfrey! — indicó, comenzando su carrera hacia la enfermería

— Remus, Remus, tranquilo... —murmuró, sin saber que otra cosa más hacer.

— Hay que llevarlo a la enfermería, James — Sirius exclamó, preocupándose por sentir que conocía su malestar.

— Yo... — intentó hablar, pero las palabras se confundían hasta que su cabeza se permitió descansar — ¿Dónde...? ¿Dónde está? — preguntó con preocupación.

— ¿De qué hablas, Lunático? — el ceño del Potter se frunció al notar como mágicamente el mencionado volvía a la normalidad.

— Adhara — respondió — Ella estuvo anoche, ella... — la mirada de repudio de Severus apareció en su recuerdo.

No, no, no, no.

— ¿Dónde está Adhara? — preguntó.

Pero no obtuvo respuesta de ninguno de los dos.

°•°(...)°•°

— Lo mejor sería que fuera a descansar a su sala común, joven Snape — indicó la enfermera.

— No está entre mis opciones abandonarla en ese estado, Madame Pomfrey — respondió, sin separar su vista de su inconsciente amiga.

La mayor sonrío levemente, no era tan insensible como algunos la pintaban, verdaderamente, comprendía la preocupación del estudiante. Enfrentarse a un licántropo sin ser mordidos era un hecho que muy contados magos podían presumir. Más hasta el momento, jamás había conocido a ninguno que saliera completamente ileso de la temerosa criatura nocturna.

Y a pesar de ser una gran bruja, Adhara no escapó de tal hecho.

— Está más que estable — comentó, mientras revisaba los rasguños que ya iban cicatrizándose — Tan solo obtuvo superficiales heridas y algunos huesos rotos que ya sanaron.

— La vi impactar contra el piso, cayendo desde una considerable altura, Madame Pomfrey — comunicó, recordando el terror que lo invadió al verla sin reaccionar — Perdóneme si me preocupa el no verla consciente — expresó con ironía.

La enfermera río ligeramente por sus palabras, ganándose una mirada molesta de la serpiente. ¿Se estaba burlando de su preocupación? ¿No era su oficio el velar por la sanidad de sus otros estudiantes?

— Si lo que le preocupa es que no despierte, no es por ningún motivo que durante la noche haya surgido — mencionó, dándole ligera mirada de aprecio a la pelinegra — A de conocer su testarudez, nunca he conocido a una alumna que se niegue tanto a ser curada de no ser por sus propios métodos.

— ¿A qué se refiere? — no lo entendía, según su conocimiento, las únicas veces que Adhara necesitaba de ayuda de una medimaga era tras sus accidentes en Quidditch, donde siempre se quedaba y acataba lo que Madame Pomfrey le brindaba.

— Le brindé una poción relájate para que descansara y no peleara por su atención — explicó — Esta señorita tiene la afición de corregirme aspectos que sé tratarlos mejor que ella, aunque no puedo negarle que la poción que repone cada mes sirve para tratar este tipo de heridas...

— ¿Las causadas por un licántropo? — la enfermera asiente.

— Sí, pero más que ello, curan con gran rapidez y eficacias cualquier tipo de rasguños o heridas superficiales — comparte — Es una poción que utilizo mucho en los de grados menores que tienden a rasguñarse por caídas o esos agresivos juegos.

El Slytherin solo puede asentir, comprendiendo de golpe las verdaderas razones por las que su amiga tenía un espacio habilitado en su cuarto para la creación de pociones.

— No se preocupe, joven Snape — indicó con suavidad — Despertará en cuanto menos lo espere — señaló, más antes de comenzar a dirigirse a su despacho, volteó a verlo — Eso sí, recuérdele que debe mantener reposo y no haga de las suyas yendo y viniendo por el castillo, que aplique las mismas indicaciones que le di tras su última caída en el partido de Quidditch — pidió.

— Como usted diga, Madame Pomfrey — la enfermera asintió satisfecha para ahora sí, dirigirse a descansar.

Severus ya se encontraba por el término de su libro cuando notó los primeros movimientos corporales de su amiga desde que, después de abandonar con rapidez el despacho del director, se dirigió corriendo hacia la enfermería para ver el estado de la pelinegra.

Cerró su libro, importándole poco que el separador cayera de sus páginas por la rapidez en la que lo hizo de lado para acercarse a su amiga. Tomó nuevamente su mano, alegrándose al sentir un pequeño apretón de ella.

Estaba recuperando la consciencia.

Acercó más su silla, dejando su entera atención en su persona. Ya no se hallaba tan pálida como la encontró al principio, sus mejillas tomaron color tras algunos de los hechizos que la enfermera utilizó. Y ahora, se encontraba en su habitual tono de piel, tan solo parecía que se hallaba dormida.

— Hey... — murmuró al verla abrir sus ojos, soltando su agarre para pasar sus manos sobre estos.

La vió parpadear, acostumbrándose a la luz del lugar. Analizando donde se hallaba hasta que su amarronada mirada cayera en él. Sonrío ligeramente, estaba más que alegre de que despertara, pero las palabras que le dirigió antes de lo sucedido en la casa de los gritos lo hacían preguntarse si ella estaba molesta con él.

La pelinegra afiló su mirada, otorgándole una feroz ojeada antes de rodar sus ojos y levantarse de la camilla.

— Madame Pomfrey indicó que... — comenzó a hablar, intentando retenerla para que reposara.

— Aquí el jodido tonto que no me hizo caso y se decidió por investigar lo que hacían los merodeadores en lunas llenas eres tú — expresó — Así que no me digas que tengo, o no, que hacer, cuando sé muy bien que Poppy cree que necesito descanso.

— Adhara... — quiso hablar.

— Shh — lo calló — Quedarás con tu boquita cerrada a menos que te pregunte algo — ordenó, y Severus asintió a sabiendas que no lo vería porque estaba de espaldas.

Pero es que temía que se molestara al hablar.

— ¿Mi varita? — preguntó, mirando con atención los estantes de pociones.

— Toma — comenzó a caminar en su dirección, otorgándole el objeto que preguntó.

La pelinegra lo analizó, antes de suspirar mientras blandía su varita sin pronunciar palabra.

— ¿Te arrepientes de lo que dijiste? — cuestionó.

Severus quedó pasmado con su pregunta, él pensaba que Adhara solo le recriminaría su insensatez al perseguir a un licántropo, no que le preguntaría de la discusión que tuvieron el anterior día.

— Yo... — divagó, más por temor a perderla que por no saber su respuesta — Es más que claro que lo estoy — expresó.

Y era verdad, después de que el enojo desapareciera, reconocía lo erróneo que fueron todas las palabras, acusaciones y demandas que hizo hacia Adhara.

— ¿Incluyendo el lastimarlos? — y allí supo que todo se arruinaría.

Porque de todas las cosas que dijo, el buscar una forma de devolver el sufrimiento que le causaron a su amiga, de eso no se arrepentía.

— Sabes la respuesta, Adha — indicó.

— Y odio saberla, Sev — comentó, dirigiéndole una amarga sonrisa.

— No puedes simplemente esperar que no busque venganza por lo que te hicieron — expresó — Menos tras lo lastimada que has salido de esa casa.

— Lo sucedido anoche no es culpa de ellos, Severus — su mirada se afiló más — Es tuya por inmiscuirte en temas que te advertí, te alejaras.

— Yo no fui quien te atacó, fue ese... — intentó defenderse.

— Fuiste la razón por la que entré a esa casa — lo interrumpió, girándose a tiempo para atrapar la poción que entró por la puerta de la enfermería — Si salí lastimada, es porque tanto tu como ellos, fueron demasiado obstinados en no hacerme caso y salir cuando se los ordené.

— No podía dejarte — declaró.

— Lo único que consiguieron con su presencia, fue que saliera lastimada — indicó — Así que gracias por ello.

— ¿Qué es esa poción? — preguntó, señalando el frasco que la pelinegra tenía en manos.

La cuestionada rodó los ojos, pasando de largo de su presencia para sacar algodones y gaza del lugar donde Poppy los guardaba.

— Siéntate en la camilla — ordenó, caminando hacia esta.

— Tu eres quien debería de sentarse en la camilla — expresó con oculta preocupación, haciéndole caso.

— He tenido peores experiencias que esta — informó, esperando que con ello dejara de preocuparse.

— ¿Cómo que experiencias peores a esta? — pero solo avivó la llama de preocupación.

Suspiró mientras le lanzaba la poción, logrando desconcentrarlo de su pregunta al hacer todo lo posible por atraparlo sin que se le cayera.

— Ábrela — ordenó, buscando esa cinta blanca que utilizaban los muggles para la piel — Ayudará a cerrar esa herida que no para de causarte escozor.

— ¿Cómo sabes de ello? — dejó de un lado el corcho para mirar a su amiga acercarse con algunos elementos — ¿Cómo sabes tanto de esto? — preguntó, haciendo alusión a la curación de heridas.

Pero no recibiría respuesta, no otra más que su amiga usando un pedazo de algodón para comenzar a hacer no sabe qué cosa en la herida que tenía en su brazo. Se sintió irritado, y molesto, por su actitud, sabía que no debía, no cuando ella tenía más razones por las cuales hallarse molesto con él, más era la combinación de su preocupación de su estado y de perderla por la cual le irritaba que no contestara o no le hablara.

— ¿Cómo te enteraste de la forma para entrar en el sauce? — preguntó después de agregarle una capa de la poción en la herida.

— Oh, la respuesta te va a fascinar en su totalidad — expresó, mirando la forma en la que la abertura de piel se cerraba hasta dejar solo un pequeño rastro que Adhara comenzó a encargarse de desaparecer.

— Directo al grano, Sev — exigió, concentrándose en atender a su amigo.

— Tu querido leoncito parecía más que emocionado en gritar a los cuatro vientos que debía tocar la raíz para entrar — contó, analizando la reacción de su amiga.

— ¿Est-... Black? — Severus rodó sus ojos por la corrección de su amiga.

Odiaba demasiado a ese idiota que solo sabía hacer sufrir a la persona que le importaba.

— ¿Quién más, sino? — cuestionó irónico.

Deseaba, Severus realmente deseaba que, con esta revelación, su amiga por fin abriera los ojos y comprendiera que su expareja no era el santo que colocó en un pedestal durante largos años por los sentimientos que poseía — y seguía poseyendo, para su lamento — hacia él.

— No... Eso... —Adhara negó, alejándose de él para botar el algodón que usaba y tomar otro — Él no lo haría — declaró.

Sí, Severus realmente odiaba la fe ciega que Adhara le tenía a ese idiota.

— Pues lo hizo — informó — Y no intentes decir que no lo hizo a propósito, parecía tan emocionado de comentarlo a gritos.

— Él jamás expondría a una persona de tal forma — declara ella, alejándose del mencionado una vez curada la herida, dándole la espalda.

— Te recuerdo que el odio que le profeso es mutuo — señaló, sintiéndose harto de la ingenuidad de su amiga — Y no me sorprendería que se tratara de otro de sus desesperados planes para que vuelvas a hablar con él — la pelinegra solo podría negar ante esa idea.

— No sería capaz... — siguió, manteniéndose firme a lo que creía.

—¡Pero lo hizo, Adha! — alzó su voz.

Y se arrepintió de su arrebato cuando notó como se encorvaba. Se maldijo así mismo, parándose para acercarse a ella y, con suavidad, darle media vuelta para observarla de frente.

— Lo siento — murmuró una vez que juntaron sus miradas.

Y no sólo se disculpaba por el arrebato, sino por todo. Adhara negó, desconectando la unión.

— No, no... no te preocupes — se veía perdida — Es solo que... — suspiró — Yo, no creo... No puedo creer que él haya sido capaz de arriesgar a una persona, en especial a ti, de tal forma — la desilusión estaba impresa en cada una de sus palabras.

Severus era testigo de cómo el escaso brillo en sus pupilas lentamente se apagaba. Cómo los únicos atisbos de esperanza depositadas hacia el que consideraba responsable de las heridas de su amiga se desvanecían.

— No puedo creer que lo haya hecho a sabiendas de lo que a Rem... a Lupin le pudo afectar si salías herido — Severus asintió, intentando comprenderla.

Pero el odio y resentimiento que sentía hacia ese estúpido cuarteto de leones crecía tras cada acción que cometían.

— ¿Qué puedo decirte? El idiota parecía más que feliz junto a Pettigrew de contarlo a los cuatro vientos — soltó con veneno.

Adhara asintió por unos momentos, asumiendo de una vez por todas que, como Vanity le dijo centésimas veces, la pareja que había idealizado no era más que una farsa. Aceptando que, como Severus se esforzaba que comprendiera, él no era más que...

Parpadeó, alzando su mirada con rapidez.

— ¿Qué? — cuestionó, ganándose una mirada confundida de Severus.

— ¿Está todo...?

— ¿Cómo que Pettigrew? — Lo cortó — ¿Peter también estuvo cuando los escuchaste?

— Sí — respondió con extrañeza — Ambos estaban charlando cuando parecieron mirarme y entonces fue que...

— ¿Cuándo? — lo cortó nuevamente.

— Adha, no estoy entendiendo...

— ¿Cuándo escuchaste esa conversación? — especificó su pregunta.

— El martes — contestó sin entender la actitud de su amiga.

Y sintió que darle tal información fue un completo error al ver como la palidez comenzaba a inundar su rostro, combinándose con esa mueca de preocupación que reconocía más que bien tras tantas angustias que su amiga últimamente pasaba.

— Mierda — pasó sus manos por su cabello — Oh mierda... mierda, mierda, mierda — exclamó despeinándose.

— Adha — su mirada vacía se mantenía en algún punto de la habitación — Hey, Adha — volvió a llamarla, pero ella no parecía escucharlo por las maldiciones que soltaba sin dejar de despeinarse — Adhara Cassiopea Mía Jone Smith, mírame — ordenó, tomándola de los hombros.

Se encontró con unos grisáceos iris impregnados de una desesperante preocupación.

— Calma — pidió.

Quería saber qué le sucedía, la incertidumbre del no conocer la razón por la que su amiga casi estaba en un ataque de pánico era intensa. Pero debía calmarla, antes de cualquier información, Adhara era su amiga, era una persona, y como tal, merecía que la tranquilizara antes de seguir con, lo que él creía que serían, sus paranoias.

— Inhala y exhala — indicó mientras el mismo lo hacía.

La pelinegra lo imitó durante unos segundos. Severus agradeció ser el espectador de la transformación del color de sus iris a su natural marrón.

— Ahora sí — habló una vez asegurado que se calmara — Si deseas, cuéntame qué...

— Peter estuvo en la enfermería desde el domingo hasta el miércoles en la noche — informó mecánicamente.

Porque bajo la vista del pelinegro, parecía que sólo reconocía el hecho mencionado en voz alta. Pero aun así...

— No tiene sentido — se negó a creerlo — Yo los oí conversando.

— Él estaba bajo la poción de filtros en muertos en vida, Sev — dijo Adhara — Y yo fui quien lo despertó el miércoles en la noche.

— Yo los oí — Severus afirmó, seguro de lo que escuchó.

— No, no lo hiciste — Adhara negó, conectando puntos que terminaban creando más datos que procesar — Joder... — murmuró por lo bajo.

Poción, Marlene le habló de que recordó que uno de sus objetivos fue el de encontrar elementos para una poción. Y ella asumió que de seguro se trataba del filtro de muertos en vida, a pesar de que la rubia le indicara que se debía tratar de otra poción, porque recordaba que fue el mismo día de la fiesta que dio entrega a los elementos que le pidieron. Es por eso mismo que le dijo que investigaría, y ahora ya reconocía cuales eran los elementos que Marlene entregó.

— Si este es otro de tus trucos para que no crea resentimiento hacia... — comenzó a hablar.

— Severus — interrumpió — Tu no escuchaste una conversación entre él y Peter.

— ¿Qué estás queriendo decir? ¿Qué lo imaginé? — cuestionó intrigado.

— No, joder — negó de inmediato — Estoy queriendo decir que no eran ellos — exclamó volviendo a su estado de preocupación.

Severus dejó de sostenerla, comprendiendo lo que quería decirle, pero, aun así, negándose a creerle. ¿Qué motivo habría para que alguien hiciera por lo que pasaba por su mente?

— Adhara, no tiene ningún sentido que... — quiso presentar sus argumentos.

— Tengo que irme — exclamó ella ignorándolo.

Con un movimiento de varita, los elementos que estaba utilizando para sanar a su amigo empezaron a volver a su lugar de una manera tan veloz que Severus se tuvo que agachar para esquivar la poción.

— Madame Pomfrey indicó que necesitabas reposo — le recordó — Eres tú quien salió más lastimada tras enfrentarte a un licántropo, en especial después de la caída que...

— Sev, te quiero — ella expresó, dejándolo anonadado — Pero justo ahora, sólo necesito que guardes silencio y me dejes ir.

— Adha... — tomó su mano.

— No — negó soltándose — Guardarás silencio hasta que regrese — ordenó causando que el pelinegro desviara su mirada — Y hablo en serio, Severus — forzó una conexión — Silencio — y el pocionista comprendió que no solo hablaba de sus comentarios de retenerla.

No, ella estaba hablando del secreto que había descubierto.

Y abandonando la enfermería, dejándole más confusiones que respuestas, Severus solo podía pensar que las cosas siempre empeoraban para Adhara cuando los Merodeadores eran mencionados.

°•°(...)°•°

— ¿Los han visto?

— ¿Qué creen que haya sucedido?

— ¿No es más que obvio? Se dice que se planeó una broma en contra de quejicus y que esta salió mal.

— No deberías de llamarlo así — golpeó su cabeza — Si los rumores son ciertos, entonces Snape tiene a quien le cuide su espalda.

— ¿De verdad crees que es cierto que Jone descubrió su broma y se enojó tanto que terminaron teniendo una batalla?

— ¿Cómo no hacerlo? ¿Has visto la forma en la que defiende a los suyos? No sería la primera vez que hechiza a alguien.

— Sí, pero estamos hablando de los merodeadores, de personas que fueron sus amigos, en especial, de quien fue su pareja.

— Creo que te has olvidado de que todos ellos traicionaron su confianza al ocultar que el imbécil de Black la engañaba con McKinnon.

— Viéndolo de esa forma...

— Tiene sentido, ¿no es así? — el contrario asintió.

El par de amigos siguieron chismorreando, conversando sobre lo que pudo haber sucedido la noche anterior. El castillo entero, como era costumbre, se enteró de que los merodeadores, Jone y Snape se vieron envueltos en una desconocida situación que terminó con dos personas de cada casa en la enfermería y los demás en la oficina del director. Por la apariencia de los afectados, podrían asumir que eran Lupin y Black, puesto que el primero tenía nuevas cicatrices en su cara mientras que el segundo presentaba una gran hinchazón en su nariz. Más al saber que era una serpiente la que fue a la enfermería, no podían descubrir cual de las dos se trataría, ya que ambas se veían impecables, aunque más serios de lo normal, en su mesa.

— ¿Los chicos han dicho algo? — Alice preguntó en un susurro a la pelirroja.

— Nada — respondió Lily — Sólo vinieron a desayunar y, en cuanto las personas empezaron a hablar, se fueron a quién sabe qué lugar — comunicó, recordando la tensa despedida de James hacia ella.

— ¿Tienes alguna idea de lo que pudo suceder? — curioseó Alice.

— Lo mismo que...

— Le preguntaba a Marlene — interrumpió con delicadeza a la pelirroja.

La nombrada levantó su vista de su plato, mirándola confundida.

— ¿Por qué he de saber algo? — respondió con una pregunta.

— Porque mágicamente hablas con ella, discutes con los merodeadores y ¡boom! Estos junto a ella salen heridos por una supuesta broma que, conociendo a los chicos, no sería capaz de hacerle a Snape sabiendo lo importante que, para nuestro lamento, es para Adhara — indicó.

— ¡Alice! — le reclamó Lily.

— Lamento decepcionar tus terribles acusaciones sobre mi participación en algo que durante la noche anterior sucedió. Te recuerdo, que durante ese tiempo, me encontraba en mi habitación, el cual, por cierto, comparto contigo.

— Recuerdo haberte visto salir de tu cama durante la noche.

— ¡Por que tengo necesidades básicas como ir al...!

— ¡Ya basta las dos! — cortó la discusión con irritación — ¿No ven que sólo están consiguiendo lo que él quiere?

— ¿De quién diablos hablas, Lily? — preguntaron a la vez, causando que se retaran con su mirada.

— Lo he estado pensando mucho... — admitió, jugando con el vaso de sus manos — ¿No han pensado en quién podría estar detrás de la poción de Marlene?

— Es un hecho que fue algún mortifago, Lily — la rubia exclamó con mal sabor.

— Exacto — concordó la pelirroja — ¿Pero por qué razón un mortifago utilizaría una poción sumisa en una estudiante? — cuestiona ella.

— ¿A qué quieres llegar, Lily? — Alice pregunta confundida.

— Sabemos por Minnie que Adhara está dándole batalla — las dos chicas asintieron — Y, para que Dumbledore permita que salga de Hogwarts a misiones, quiere decir que su participación es importante.

Y claro que lo era, pensó la rubia, recordando la conversación que tuvo con la pelinegra después de que despertara.

— El tema es, que si es tan importante, él debe de saber de su existencia — apunta, tomando un poco del vaso — Por ello, es que está utilizando sus puntos débiles para despistarla de él.

— ¿Qué estás insinuando? — lo sabía, Alice ya sabía a qué se refería su amiga, pero quería cerciorarse de que no se encontrara equivocada.

— Si Adhara presentara una gran amenaza a quien tu saben quién, querría debilitarla — expresa — de esta forma, ya no sería un problema — concluye.

Y de cierta forma, tal idea confirmaba una de las teorías de la Marlene sumisa: estaban en la mira de Voldemort sólo por ser cercanos a Adhara.

°•°(...)°•°

Sirius sentía que algo había cambiado.

Lo supo cuando la vio y no sintió nada. No, no lo malinterpretan. No era capaz de dejar de amarla de un día para otro. Él no estaba hablando de su sentimiento, si no de los de ella.

Quedó paralizado, congelado sin seguir desayunando. No fue capaz de dar bocado al verla y no descubrir su significado. Se tensó, tanto así que preocupó a sus amigos que observaron la miserable mirada aparecer en su rostro. No... no podía ser cierto, se negaba a creer que no podía interpretar sus gestos, que no era capaz de entender las intenciones de sus miradas o de leer las palabras que a su hermano le murmuraba.

No era capaz de responder a las demandantes preguntas de sus amigos, no era capaz de escuchar las palabras que le pedían que saliera de su trance. No era capaz de pensar en otra cosa que algo había cambiado que, durante su último encuentro con ella, desde la noche anterior en que notó la desesperación y urgencia de que saliera de la casa de los gritos en su mirar, en que escuchó detrás de sus palabras la preocupación por que no fuera atacado, en que descubrió que a pesar de su distanciamiento podía entenderla con solo mirarla, se había perdido de un grave suceso.

Y estando ahora en la biblioteca, que era el lugar donde lo arrastraron con la finalidad de encontrar un espacio lejos de los chismorreos, se sentía miserable por ni siquiera haber descubierto si las heridas causadas le producían malestar o solo estaba fingiendo que no existían.

— Sirius — sentía que algo fue arrebatado — Te perdono.

— ¡No reacciona, James! — que súbitamente le faltaba algo.

— ¿Canuto? ¿Estás allí? — como si... como si la conexión se hubiera cerrado.

— Confiamos en ti, sabemos que no harías nada que afectara a Adhara — pero si la conexión se cerraba, quería decir que ella ya no lo...

— Me está asustando James, ¿es que a casó está lagrimeando? — no, no podía ser eso, ninguna persona era capaz de... simplemente el... desaparecer, no era posible...

— ¡Sirius Orión Black Tercero! — la sacudida lo despabiló — ¿Qué te está pasando? — cuestionó preocupado.

Y estaba a punto de confesarlo, estaba a punto de derrumbarse por las ideas que asaltaban su cabeza tras haberla visto sin realmente verla en el gran comedor.

Pero alguien apareció.

— Miren nada más a quién tenemos aquí — la seriedad invadió a cada uno de los bromistas al ver a quien tomaba asiento frente a ellos.

Sostuvo por inercia a su miope amigo, quien parecía querer alejar al pelinegro de ellos, importándole poco tener que hacer uso de sus propias manos para hacerlo.

— Yo ni lo intentaría si fuera tú, Potter — le advirtió, sin mostrar ni una pizca de miedo por la mortal mirada tras los lentes.

— ¿Por qué no deberíamos? — preguntó entre dientes, listo de tirar del agarre del ojigris para botarlo de un tirón.

— Ella está cerca — se había vuelto una costumbre hablar de ella sin decir su nombre que ni siquiera tuvieron que pensarlo para saber a qué persona se refería.

Cómo tampoco necesitaron coordinarlo para que uno de ellos se asegurara que las palabras de Severus fueran ciertas.

— Él tiene razón, James — Peter informó, cerrando el mapa escondido en el libro que tenía en manos.

— No sé cómo lo hacen, pero realmente, no me importa — expresó sin interés, queriendo que las personas frente a él perdieran sus estribos.

— ¿A qué has venido, Snape? — cuestionó de frente, esperando que el mencionado diera una directa respuesta para que saliera del lugar.

Para evitar que Remus sintiera la necesidad de disculparse por sus acciones cuando él no tenía ninguna culpa. Para evitar que Severus se atreviera a volver a mirarlo de manera déspota o de siquiera se antojara en burlarse o insultarlo por su condición.

— Oh, yo cuidaría de tu boca, Black — aconsejó con diversión — Son ustedes las que llevan de perder.

— Creo que tanta grasa en tu cabello te imposibilita el saber contar, Snivellus — profirió James, no sintiéndose amenazado por el solitario pocionista.

— A diferencia tuya, Potter, no soy tan bárbaro como otros para llegar a lo físico — Remus se tensó al intuir que se dirigía a él — Yo he de poseer el poder de arruinarles su amistad con unas simples palabras.

— No te atreverías — Peter intervino — Dumbledore te expulsaría de inmediato — le recordó.

— Oh... ¿Y ustedes creen que me importa ser expulsado? — cuestionó con fingida pena — ¿Qué me importa no formar parte de una estúpida ceremonia de egreso?

— Sé directo, Severus — Remus pidió — ¿Qué es lo que quieres? — el Slytherin sonrío como si le hubieran ofrecido el mayor de los méritos que en la comunidad mágica se pueden otorgar.

— Es algo muy fácil y sencillo, de hecho — comentó — No les va a costar nada, ni siquiera deben de poner tanto esfuerzo — les informó, deleitándose de tenerlos en la palma de su mano.

— Di que carajos quieres, Quejicus — escupió con rencor.

— Que se alejen de Adhara — respondió, olvidándose de la diversión y centrando su completo repudio en cada una de sus palabras.

— No eres quien para... — Peter dio inicio al que sería una gran defensa, de no ser que se sintió desprotegido al recibir la furia de la serpiente.

— Ustedes no son quienes para seguir buscando maneras de reparar lo que no tiene solución — siseó, dejando en libertad el rencor que les guardaba desde comienzos de Hogwarts.

— ¿Tú que sabes si tiene o no una solución? — James cuestionó, enfrentándose a su natural enemigo — No la conoces tanto como crees, ¿no es acaso que te mintió para protegernos? — sintió por un segundo que ganaría la discusión al ver que sus palabras le afectaron.

Pero tan rápido como el golpe fue dado, el contrataque fue expresado.

— El único motivo por el cual la conocías a la perfección — tales palabras llamaron la atención del ojigris — era porque te lo permitía — los ojos de ambos se conectaron — Pero ahora ya ni la reconoces — se burló, divirtiéndose por ver el mismo dolor que en algún momento observo en los de su amiga en los apesadumbrados ojos grisáceos — Quiérete un poco y deja de mendigar por trozos, Black — aconsejó con acidez — Has sido testigo — sonrío al saber el impacto que causaría sus palabras — Ella no te quiere.

Se sintió satisfecho al, no solo notar el dolor en el pelinegro, sino en los demás rostros. Era un hecho, era un hecho que si Black no era querido por Adhara, los demás ni por asomo podrían ser apreciados por la nombrada. Se deleito de sus expresiones, se deleito al ser testigo de las lágrimas retenidas en la persona que superó su odio a Potter.

— Aléjense de ella — repitió — De lo contrario, no se sorprendan si Lupin no llega a conseguir trabajo por su... — examinó al de cicatrices con una mueca de completo disgusto — enfermedad.

Peter tuvo que hacer un esfuerzo inimaginable para contener la furia de James, quien golpeó con fuerza la mesa, preparándose para amenazar a Severus. El nombrado solo sonrío con arrogancia, señalando con su barbilla un extremo, donde una figura que todos conocían se encontraba de espaldas.

Y sin decir ni una sola palabra más, se alejó victorioso de aquel lugar.

°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°

28 464 palabras.

I  just... Denme unos segundos para reponerme...

Mi reserva de palabras quedó vacía en este capítulo, os lo juro. En un principio creí que solo serían unas 12k o 15K de palabras, nunca pensé a llegar casi al doble de lo estimado...

Pero bueno, tenemos mucho de lo que opinar, ¿No es así?

¡Por lo que comencemos! Que he extrañado interactuar con ustedes por aquí como no tienen una idea <3

¿Vanity y Severus contra McGonagall? ¿Contra McKinnon? Esta dupla va con todo.

¿Adhara acorralando a Marlene? La tensión, la tensión digo yo.

¿Las serpientes discutiendo? ¿Será acaso este su final?

¿Quieren hablar del enfrentamiento con Vanity? ¿O de la discusión con Severus? ¿Tal vez del Renacuajo? 

Pero no solo hubo problemas en las serpientes... 

¿Remus? ¿Marlene? ¿Quién diría que nuestro lobito se desataría?

¿Y qué me dicen de nuestra querida Lily Flor? ¿Tendrá razón?

Más las cosas solo se complican más... Peter dijo que sería una mala noche ¿no es así?

¿La Broma? ¿Pensaron que sucedería por el final?

No es por nada, pero considero que James se reivindicó...

Yo solo digo: Adhara y sus intervenciones épicas y dramáticas

¿Quién creen que es el verdadero responsable de la broma?

Y por último, el final...

Esta más que claro que Severus aprendió a utilizar su veneno de la mejor, ¿Cierto?

En fin, tantas cosas de las que me gustaría hablar. Por lo que creo que esto amerita una charla profunda por instagram ¿qué opinan?

De todo corazón, espero que tengan un increíble día. Son hermosas personas que lograran toda lo que se propongan <3. Por favor, cuídense y cumplan con las medidas de prevención que cada gobierno ha implementado ¿Vale? No se olviden de tomar awita <3. Cuídense, ¿Ok?

Los quiere y ama,

Una Slytherin,

no tan Slytherin.

Psdt: Tal vez suba un extracto de la carta de Walburga en insta...

Psdt2: Haré lo posible para no demorarme tanto en publicar el siguiente cap, más al tratrse de los últimos capitulos creo que tendrá una cantidad regular de palabras.

Psdt3: Dejé pistas de lo que está por pasar ;)



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