›«El orfanato de los misterios»‹
Omnisciente
Los aldeanos de Lacock seguían llamándole «El orfanato de los misterios» aunque ya hacía años que no pasaba nada raro en este.
Teniendo una estructura que mejoró con los años, brindando una reluciente vista hacia todos, lo que hacía pensar que era el mejor lugar donde poder dejar a aquel niño que perdió a sus familiares por diferentes motivos.
Más todo el pueblo Lacock que haya escuchado las antiguas historias sobre algunos niños de este orfanato coincidía de que había mejores lugares que dejarlo allí. Si bien tenía una estructura más que presentable, todos recordaban cuando hace muchos años uno de los niños falleció de una manera inexplicable, y es desde ese entonces en qué las típicas salidas o los días de juegos al parque se cancelaron.
Había muchas versiones para aquel suceso, más ninguno era lo suficientemente creíble como para poder decir que fuera verídico, lo único que sabían era que el niño, ya no tan niño porque estaba por cumplir 16, que parecía haber sido el más sano de todos había fallecido con un rostro de terror y con lo que se podría decir que era un paro cardíaco.
Sin embargo, la única que sabía la verdad detrás de aquella muerte era una misma residente del orfanato, una de las cuales sus compañeros huérfanos amaban y las instructoras odiaban. La niña había llegado a la edad de 12 años, según lo que les habían indicado al dejarla, sus padres la habían mandado a un internado, pero en su regreso, estos desaparecieron.
Al no tener dónde ir tuvieron que aceptarla e indicarle lo que sería su vida de ahora en adelante. Pero pareciera que era de alguna forma importante, porque a la hora del regreso a clases una señora había llegado a decirle que ella iría a un colegio especial más regresaría después de este.
No era un secreto que les tomó por sorpresa y algo de temor este hecho, hace años había sucedido algo familiar con otro residente y este no era del todo bien portado que digamos. Sin embargo, la dueña del orfanato al recordar lo traviesa que era esta, las bromas que hacía y todas las extrañas cosas que sucedían a su alrededor dejaron que se la llevarán.
Error de parte suyo que comprendieron después, ya que cada vez que regresaba parecía haber cambiado a peor. O eso se decía entre las instructoras ya que en vez de volvé más formas venía más travieso y listo para fastidiar.
El orfanato tenía una estricta forma de educar, uno que al parecer a la niña no le gustaba. No corras, no rías, no ruidos, no bailes, no juegos. No diversión. Estas pautas eran aplicadas para todos y habían hecho su función formando a jóvenes callados y decentes que acatan las órdenes sin objeción alguna.
Más la llegada de la niña había sido el suficiente motivo y detonante para que más de uno de sus bien portados niños empezarán a revelarse y comportarse como... Niños.
Las veces en que los pueblerinos escucharon algunos lloros o gritos no eran pocas, más todos allí concordaban con que la mejor manera de educar a un niño era teniendo un carácter firme junto con algún buen castigo físico. Por ello es que ninguno se preocupaba de las posibles agresiones que se podían dar, tenían fe que al ser un orfanato estos supieran adecuadamente cómo mantener la disciplina sin aplicar demasiada fuerza.
No podían haber estado más equivocado y si es que las salidas a los parques o playas siguieran dándose, cada uno de los pueblerinos habían notado los múltiples hematomas o rasguños en las espaldas y extremidades de los huérfanos.
Por estos motivos, cada vez que ella regresaba al orfanato vendrían siendo los mejores días para todo huérfano residente del lugar. Cada época de verano se podían escuchar risas y gritos de alegrías provenientes de los niños abandonados.
De día los niños eran felices y se divertían porque sabían que allí andaba ella para protegerlos. Cómo la situación lo ameritaba en aquel instante.
Un niño corría con la esperanza de encontrar algún nah o a ella para que lo ayudará. Era normal en él ser torpe las veinticuatro horas de todos los día y su torpeza no le ayude en ese orfanato, no quería volver a ser castigado por un accidente que había cometido, por ende corría lo más r que sus pequeñas piernas le permito par escaparse de la instructora.
En cuanto volteó para ver si quien la seguía se encontraba cerca, chocó contar algo haciéndolo caer y observar unos pies. Por un momento temió por su vida, más al encontrar con una mano y alzar la mirada supo al instante de que se trataba, apenas se había parado cuando la instructora llegó con ellos y antes de que lo jalaran se escondió detrás de la persona con la que había chocado.
— Corpse, cariño – le sonrió mientras intentaba calmarlo – Anda con los demás – le indicó.
— ¡Usted jovencita! ¡Apártese de una vez! – exclamó la instructora.
La joven ocultó más al niño detrás de ella en un instinto protector mientras le daba una mirada seria a la instructora, sin una pizca de temor por el hecho de que sea mayor. Con unas señas de su mano contó hasta tres para que el niño saliera corriendo y pudiera salir de aquella situación.
— ¡CORPSE VUELVA EN ESTE INSTANTE! – gritó la instructora furiosa al ver cómo este corría, intento seguirlo pero la misma figura que tanto le fastidiaba a ella apareció en su vista de nuevo.
— No creo que esto amerita un castigo, instructora Campos – comentó seria.
— Usted no tiene el poder de decidir eso, señorita – le contestó cortante.
— Corpse solo estaba... – intentó excusarlo, le habían informado sobre el pequeño accidente que tuvo mientras llevaba los platos a las mesas.
— ¡Basta! – ordenó sin siquiera intentar escucharla – Siempre se la da de salvadora y créame que no soy la única a la que tiene fastidiada con este asunto de héroe.
— No lo haría si sus métodos de corrección fueran justos y sus pautas en esta penuria de lugar no fueran desalmadas – soltó sin perder la compostura.
Compostura que la mayor de la discusión no supo mantener, ya que sin medirse, alzó su mano en contra de la menor con la clara intención de darle pero está fue más rápida por lo que pudo esquivar el golpe. Su molestia creció por esta acción de la joven, así que haciendo uso del palo que toda instructora siempre cargaba para corregir a los niños si se ameritaba pero ninguno le pudo dar a la insolente pelinegra.
— Me parece que ha perdido su firmeza en estos meses que no estuve, instructora Campos – se burló.
La mencionada arremetió con más intensidad debido a la molestia que sentía por aquella inepta y desesperante interna. Ella junto a todas las trabajadoras del orfanato esperaban con ansias que ya llegara el momento en donde nunca más seria permitida el entrar por el simple hecho de ya ser mayor de edad.
Tan solo faltaban pocos años, según sabía, su último curso en ese internado que se la llevaba y las dejaba respirar por una gran temporada, lo iba a cursar este mismo año, por lo que tan solo faltaría poco para que la jovencita huyera al igual que varios lo hacen al terminar sus estudios y pudieran volver a la normalidad que desde hace cinco años no había.
— Instructora Campos – escuchó que la llamaban, sonrió en su lugar mientras observaba la transformación de la sonrisa burlona de la jovencita en una fina línea.
— Si señora – respondió al llamado, su jefa siempre había dicho que la llamaran así por respeto y autoridad.
— Encarguese de los niños. Ellos ya estan cenando para que después vayan todos a la cama, yo me encargaré de la señorita Jones – ordenó.
— Como ordene – acató.
La instructora río para si misma, la joven rebelde podría burlarse y esquivar a cualquier instructora que se le presentaba. Más nunca podría librarse de los castigos de la jefa del lugar, al fin y al cabo, era ella el único motivo por el cual aún no la habían votado del orfanato y dejado sin hogar.
Esta vez fue ella quien le dió una sonrisa burlona antes de desaparecer del pasillo en donde se encontraban, lo último que observó fue como la señora del lugar le recriminaba sobre algo antes de tomarla del brazo y jalarla sin que opusiese resistencia.
No sentía culpa alguna, solo una semana fue suficiente para que todo el orfanato se llenará de desorden y desobediencia, siendo la causante la llegada de la jovencita. Por ende, era más que obvio que necesitaba de un severo castigo.
Ninguna de las instructoras tenían conocimiento de que consistía el castigo, pero al menos, reconocían que era muy efectivo. Las siguientes semanas fueron una paz absoluta al no tener a aquella joven rondando por allí, si bien seguía habiendo algunos rebeldes, no eran tantos a comparación de cuando la pelinegra estaba presente.
Lo que sea que hiciera la Señora siempre funcionaba.
•°•(...)•°•
El cuarto se encontraba en silencio, todos ya se hallaban descansando en sus respectivas camas, sin embargo, una tenue luz se escapaba de una habitación, este era signo de que alguien aún estaba despierto.
La habitación de dónde provenía la luz se podría considerar como un escondite, aquel había sido encontrado por algunos de los internos del orfanato, afortunadamente, el escondite se hallaba justo dentro del pabellón que estaba repleto de las literas de los mayores.
Allí habían escondido desde juegos de mesa hasta comida, cosas que si alguna instructora lo encontrara de inmediato sería decomisado y castigaría al encargado de haber traído aquel objeto. Por esta misma razón, los más pequeños solo tenían permitido coger algunos de aquellos juguetes cuando alguno de los chicos mayores, desde 15 a 18, estaba presente.
Porque estaba más que claro entre los internos, que a quienes tenían que proteger sobre todo, eran a los menores.
Los castigos que tenían por la protección que ofrecían era motivo para que además de ser un escondite, aquel lugar se consideraba el lugar de sanación.
En una maleta bien escondida, se encontraba todo lo necesario de primeros auxilios. Que si bien en un principio solo contenía cosas que robaban o encontraban en alguna calle, gracias a la pelinegra, siempre llegaba con nuevos implementos y cremas que parecían ser mágicas por la efectividad que tenían.
Era este el motivo por el cual allí se encontraban dos chicas, una atendiendo y regañando a la otra por no hacer caso a sus advertencias sobre no quedarse fastidiando a las instructoras ya que en cualquier momento la señora del lugar podría aparecer.
— En serio sos una cabeza dura – negó mientras seguía pasando el algodón en su espalda.
— Me lo dicen bastan... – más antes de terminar soltó un quejido – ¡Oye! Eso fue con intención.
— Para ver si así aprendes – comentó mientras hacía caso omiso a las quejas de su amiga.
— Aunque te hiciera caso, cosa que nunca va a suceder – la rubia, quien era la que estaba curando, rodó los ojos – Sabes que de igual forma acabaría así.
— Pero al menos lo retrasarías – intentaba convencerla, no le gustaba verla en aquel estado.
— Las cosas suceden a su debido tiempo, por algo fue hoy y no mañana.
— No nos pongamos filosóficas ahora.
— Sé que te encanta esa faceta. Por algo siempre paras leyendo.
— Te recuerdo que si no estás jugando con los niños o haciendo bromas, tu también lees.
— Hablando de libros ¿Has visto los míos? Tengo que repasar unas cuantas cosas para una broma...
— ¡Adhara! Ni siquiera te has curado tu espalda y ya estás pensando en como meterte en problemas ¿A caso quieres quedar completamente marcada?
— Te recuerdo que tengo mis trucos – se encogió de hombros.
— Claro, ese maquillaje mágico que hace parecer como si no tuvieras nada. Pero hablando en serio, deberías cuidarte más, no mereces esto.
La pelinegra soltó un suspiro de rendición, pero no era exactamente porque estaba haciéndole caso a su amiga y curandera personal. Para ella, aquellas heridas era el castigo que el destino le ponía por haber dejado que su persona falleciera.
Por más charlas que había tenido con sus amigos, en especial con Severus, aquella idea de que era su culpa no se iba a desaparecer, porque después de todo, la razón por la que Voldemort había ido a por ella era para hallar respuestas del tema que le había contado ese mismo día antes de la batalla.
El silencio reino entre ambas y la rubia pensó que había metido la pata, otra vez. Suspiró a sabiendas que lo más probable era que su amiga se encontraba pensando en aquel desastre que, según lo poco que le comentó, era su culpa y por ello mismo había afectado a varios de sus seres queridos del colegio en donde asiste.
No quería sonar imprudente ni brusca, pero sabía más que bien que aquel internado en vez de ayudarla la estaba acabando, y que aquel desastre había sido un gran detonante para ella, porque a comparación de años anteriores, la chica parecía buscar que la castigarán, en vez de escapar como mayormente hacía.
— Adhara, no tienes que comentarlo, pero como tu misma has dicho, las cosas suceden a su tiempo – comentó mientras terminaba de vendar – No es tu culpa, eso iba a suceder con o sin tu presencia.
— Pude haberlo evitado Marie, lo pude evitar pero no fui suficiente.
— ¿Te estás escuchando?
— ¿Qué quieres decir?
— Escúchame, no sé que mierda de broma es está, pero tráeme a mí verdadera Adha, porfavor.
— Está soy yo Marie, esto es lo que soy.
— Voy a reformular la pregunta ¿Qué mierda estás hablando? – dejó a un lado los sobrantes de la venda para dar vuelta a la silla con la intención que su amiga la vea.
— Por Dios ¡Eres Adhara! ¡Mírate, deja esta faceta, deja de autocompadecerte! – exclamó para luego acercarse a ella apoyándose de la silla – ¿Que no eres suficiente? ¿Es a caso eso una broma? ¡Demuestrale al mundo que se metió con la persona equivocada! ¡Qué él no tiene control sobre ti y que tu eres la gran Adha! – se alejo de ella para poder decir lo siguiente con más emoción – Tu sabes bien quien eres así que ¡Ve! ¡Pelea! ¡Gana! – estiró sus brazos – Y cuando aquella Adhara que convirtió de este infierno en un paraíso vuelva, hablaremos sobre que broma harás, sabes que adoro tus planes – culminó más calmada.
Adhara solo la miró pasmada pero con una gratitud inmensa, si bien Marie solo era una muggle y como tal no se podía enterar de lo que sucedió en el mundo mágico, era una persona de oro y que tenía más conocimiento y convicción que varias personas que conocía. Sus palabras llenas de aliento y de una seguridad fueron suficiente para que, como ella dijo, aquella verdadera Adhara pudiera tener más confianza de si misma y estuviera lista para poder vengarse.
Marie tenía razón, por ello mismo es que no evito abrazarla después de reaccionar, importandole poco sus quejas de que no le gustaba el contacto físico e ignorando el ardor que sintió en su espalda cuando ella rendida correspondió el abrazo.
Adhara volvió a sonreír y tener aquel brillo que hace meses no poseía, si sus amigos de Hogwarts la vieran simplemente creerían que ella era una ilusión, porque para todos, ella había perdido a su otra mitad, a la persona que la hacía más feliz y a ella misma.
Pero no era cierto y lo había comprendido luego de varias y largas charla con la rubia.
Si bien Paula era su gemela, la amaba y siempre lo iba a hacer, habían compartido los mejores cuatro años de su vida con ella y estaba más que feliz con todos los recuerdos que habían compartido. Pero Paula no era ella, Paula no era una parte necesaria de Adhara.
Paula era su gemela, sí, pero no era un parte de ella, simplemente era un complemento que hizo las cosas mejores y más divertidas.
Porque Adhara ya estaba completa desde antes que conociera a Paula, y es allí donde debe de llegar de nuevo, a ese hermoso placer que se llama el amor propio y el valor de ponerse a una misma sobre todas las cosas.
No, con esto no decía que iba a olvidar a su gemela como si nada e iba a seguir con su vida, obviamente no, aquello era imposible. La muerte de su castaña dolerá y seguirá doliendo con el tiempo pero no es razón para detenerse y seguir en ese estado de sufrimiento eterno.
Tenía una vida y por más cruel que suene, Paula ya no la tenía. Sin embargo, ella aprovechó cada momento y está segura que ella hubiese querido que también disfrutará de su tiempo terrenal.
Y en medio de la noche, con su mirada en el techo y ella descansando en la parte arriba de la litera, es donde llego a la conclusión.
Le interesó poco que fueran de seguro las tres de la madrugada ya que se balanceo para quedar suspendida mientras veía la cama de abajo de la litera observando a su rubia amiga descansando mientras abrazaba una almohada.
— Marie – murmuró en un susurro – Marie – volvió a llamarla.
— No me fastidies Adhara – murmuró arrastrando las palabras – ya mañana sigues contándome sobre tu estúpido auto sufrimiento que te impones.
Adhara frunció el ceño al darse cuenta que eso era lo que de verdad pensaba sobre ella en aquellos momentos y la verdad es que estaba en lo cierto, aún así, no le hacia gracia que lo dijera como si nada y tan directa. Un pequeño ronquido la hizo entrar en razón y comprender que de seguro el sueño la había hecho hablar cosas que mañana no recordaría, por lo que intentó despertarla de nuevo murmurando su nombre hasta que la vio abrir los ojos.
— ¿Qué carajos quieres?
— Para ser de un orfanato si que eres mal hablada.
— No jodas y suéltalo de una vez.
— ¿Quieres escuchar sobre mí broma?
— Adhara de mierda, me despiertas para escuchar tu estúpida... Broma – la rubia se quedó pensando unos momentos antes de caer en cuenta y sentarse rápidamente en su cama, la miró con ansias esperando algún indicio de lo que ella creía fuera cierto y con tan solo observar aquella sonrisa arrogante y divertida característica de su amiga fue suficiente para que chillar de emoción.
— ¡Joder estúpida, ya extrañaba a esta Adha! – murmuró emocionada para subir rápidamente a la litera, al llegar le dió un pequeño no tan pequeño golpe a la pelinegra.
— ¡Oye! ¡Deja de maltratarme!
— ¡Eso es lo levantarme a las puntas tres de la mañana! ¡Y esto porque estoy malditamente orgullosa de ti! – dijo antes de soltarle un abrazo.
Intentaron reír por lo bajo en un intento de no hacer más ruido, si bien sus compañeros de habitación tenían el sueño muy pesado, nunca estaba mal el prevenir.
Sin más preámbulos, Adhara prosiguió a contarle lo que tenía planeado a su rubia amiga. Sonrió para si misma al notar como en verdad ella estaba más que orgullosa por haberse encontrado de nuevo.
Marie era una gran persona y una increíble amiga, podría decirse que era su confidente y su más fiel consejera. Una especie de Severus versión femenina pero con mucho más actitud que el mencionado similares pero nunca iguales, era obvio.
Y no, no era Paula, solo con la castaña había tenido una conexión intensa al momento de conocerse.
Con Marie era parecido, pero no lo mismo, simplemente era esa amiga que sabes que siempre podrás contar por más que no se hablen mucho en cualquier situación necesaria. Aquella que te daría las fuerzas que no tienes en un momento de emergencia y que se haría pasar por lo que necesites con tal de darte una mano.
Marie era grandiosa y por ello mismo no cometería el mismo error.
Disfrutaría aquel último año en el orfanato y su último año en Hogwarts a como dé lugar. Se aseguraría que no existiera algo que se arrepintiera de hacer ese año y que en todo lo posible, protegería a los que quiere.
Con Paula se había iniciado la guerra mágica y siguiendo las reglas que entre ellas tenían, Adhara se encargaría de acabar con ella.
•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•
Digamos que karma is a bitch y como yo les mate a Paula... mí abu ya está conociendo a la castaña.
Humor negro, ok? En fin, no fue un gran comienzo de año, pero está mejorando.
Ahora sí, volviendo con la historia y dejando atrás mí vida:
Ya conocen algo más de Adha y el orfanato en donde va.
¿Que opinan sobre ello? Me gustaría leerlos👀✨
Siento que el capítulo sea tan corto, no saben cuántas veces tuve que rescribirlo y editarlo porque a wattpad se le ocurría borrarlo :D.
Con la esperanza que me den una media y ya no ser elfo doméstico, las actualizaciones serán semanales ~
Por último, pónganse mascarilla si salen, no olviden usar alcohol o gel, tomen awita y cuídense porfa.
¡Los quiere y ama!
Una Slytherin
no tan Slytherin.
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