›«El diluvio»‹
Omnisciente
— Marlene tiene mi confianza. Ella es mi amiga y... — Lily intentó explicarse.
— Pensé que yo también lo era — pero una dolida Adha la interrumpió.
Se ahogaba.
La fuerza con la que luchaba en contra de las mareas no parecían ser las necesarias, las correctas. Adhara aún se aferraba al ancla que le había hecho compañía en todos sus viajes... negándose a abandonarlo por salvarse. Negándose a dejar en la profundidad del mar a quienes habían sido su salvación por mucho tiempo. Negándose a creer que después de la gran tormenta a la que se estaba enfrentando, ya no vendría calma, ya no existiría más paz en la cual descansar. Negándose a ver que el diluvio llegaba para arrebatarle todo.
Para llevárselos a todos.
— Yo no... — su firmeza titubea.
Estaba aterrada.
Había navegado por mares bravos. A las monumentales piedras que con intención de derrumbarla atravesaban su camino las había esquivado. Siempre las había esquivado, siempre se había salvado de ellas. Pero ahora, ya no contaba con el control de su barco. El mar no era como a los que se había enfrentado, porque ya no tan solo estaba navegando, estaba naufragando. Y las fuertes gotas de agua que caían no hacían más que advertirle que ya no podría escapar más.
Que a un diluvio ella no sería capaz de ignorar.
— No estoy diciendo que tú no lo eres, Adhara. Yo solo...
— ¿No me tienes confianza? — Completó por la pelirroja — Sincérate contigo misma, To- Lily — la corrección dolió a más de una persona — No es como si pudieras dañarme más — afirmó.
Pero no estaba en lo correcto.
Los daños siempre podían aumentar.
— Esa no es la cuestión Adhara — negó de inmediato — Podemos confiar en la otra ¿Recuerdas? — pregunta con un nudo en su garganta.
— Yo lo hago — porque a pesar de sus acciones, algo le decía, le rogaba, porque siguiera confiando — ¿Pero tú? — devolvió el golpe, escuchando cómo su voz la delataba.
Como delataba que estaba por hundirse.
— Aquel día después de historia — ignoró el dolor que su dolida voz provocó — Fuimos nosotras y compartimos todo — ambas se vieron a los ojos, buscando lo mismo que en el momento mencionado vieron.
Pero tan solo Lily pudo encontrar la luz esperanzadora que orientaba a los navegantes en sus más difíciles noches.
Porque una naufragaba de día mientras que otra lo hacía de noche.
— Te compartí todo — exclamó, negándose a aceptar que de verdad su pelirroja, que su tomatito, estaba haciendo esto.
— No todo — dijo firme, convencida de sus palabras.
— Le crees — señala, mirando a la rubia que parecía haber conseguido lo que tanto anhelaba.
— ¿Cómo no voy hacerlo? — un trueno cayó cerca de su barco, al ver como el cuerpo de Adhara se echaba para atrás, en un signo de rechazo hacia ella.
En un signo de rechazo hacia la realidad.
— Escuche tu conversación con esos chicos, servir a algo más grande que lo que cualquier carrera te puede dar. —pero la nacida de muggles estaba completamente convencida de su postura, y a comparación con ese día, no estaba dispuesta a un debate.
Tomó fuerza, asegurando sus velas, preparándose para el enfrentamiento.
— Escuche tu discusión con Dumbledore, no eres nadie como para darme ordenes de cómo manejar mi poder. Dime ¿Cómo no quieres que le crea? Cuando todo apunta a...
— ¿A una estúpida leyenda? ¿A que soy seguidora de la persona que mató a mi gemela? — el dolor se ocultó tras la indignación que su voz demostró.
Porque aún con la oscuridad presente, aún con los vientos fuertes y con los tormentosos truenos que sonaban uno, tras otro y tras otro, provocándole dolores a su corazón, ella debía mantener la frente en alto.
Ella debía aferrarse a su fe.
— Bajo la luz de las estrellas, mostrándote mi verdadero ser, nosotras seremos el eclipse. — los ojos de la pelinegra parecieron brillar, producto a la fina capa de lágrimas que se esforzaba en retener — Y cuando el sol necesite un momento de descanso, la luna, esquivando cualquier ley, le brindará el momento que necesita —musitó mientras se acercaba cada vez más a Lily, repitiendo la frase que habían acordado entre ellas ese día.
Repitiendo la frase que se había convertido en un mantra, en una promesa de las dos.
Una donde ellas acordaban que siempre que se necesitara de un descanso —de las presiones, de los rumores, de la vida— la otra estaría allí, para brindarle ese momento que ansiaba.
Lo repitió, esperando a que la pelirroja comprendiera que ahora, no era el sol el que necesitaba de un descanso, ahora era la luna. La luna, quien a pesar de estar acostumbrada a vivir en la oscuridad, ansiaba disfrutar de la calidez que el sol le podría brindar.
Pero se detuvo, paró su caminar en el momento en que otro navegante apareció en la cubierta.
Y con su aparición, más truenos cayeron.
La pelinegra nuevamente forzó a su ser por mantenerse en el barco, se forzó a seguir navegando contra una tripulación a la que nunca pensó enfrentarse.
Porque a ella le dolió.
Le dolió ver como sostenía su mano. Le dolió ver la protección que le daba a la pelirroja. Le dolió ver como la protegía de su persona.
Le dolió ver como James posicionaba a Lily detrás de él, teniendo una postura defensiva. Dolió notar el agarre fuerte en su varita y la mirada determinada que daba los suficientes indicios para pensar que por cualquier movimiento brusco que hiciera, ya no solo sería Lily la que estaría dispuesta a atacarla.
Pero intentó no demostrarlo, no permitir que ellos vieran su dolor, no permitir que vieran el desconsuelo que sentía al caer en cuenta que ellos tenían lo necesario para enfrentarse al diluvio, que ellos tenían una tripulación en sus barcos preparados para ayudarlos. No como ella y su carencia de navegantes.
Y no les daría el gusto.
No, ella no se hundiría mientras que los tenía de audiencia. Ella no permitiría que vieran como el mar la consumía junto al barco del cual ellos habían desertado.
Así que, sonrió con burla.
— Al parecer no eres la única que ha caído en sus palabras — decepción, aunque lo ocultara muy bien, sus ojos gritaban la decepción que sentía hacia la pareja de leones.
La decepción que sentía hacia todos los leones.
— Adhara, solo... — James intentó hablar mientras ablandaba su mirada.
Estaba perdido.
Quien delante de él se hallaba era su sabelotodo. Era la persona que había ganado su confianza y aprecio. Era quien lo había acompañado y aconsejado durante cinco largos años. Era quien le había enseñado a no perderse ante los vientos fuertes que querían arrastrarlo a su perdición. Pero a la vez, era la misma pelinegra que escuchó pronunciar las palabras que su pelirroja había mencionado. Y es que James Potter jamás pensó a enfrentarse a una tormenta sin la ayuda que Adhara les ofrecía como la experta navegante que era.
Y ahora que lo hacía, no sabía si a tierra llegaría.
— Si no tienes nada que ocultar... — comenzó con su inferencia.
— Si lo hago, no quedará nada que nos relacione — lo cortó en un filoso tono de voz — Y eso va para todos — declaró, teniendo en sus manos la soga de su ancla.
Aceptando, por más dolor que le trajera, que tendría que aflojar el agarre si no quería perderse.
Y lo hizo.
Ella esperaba que no, pero lo hizo.
En un último intento de no sucumbir ante los fuertes golpes de marea que recibía, en un intento de no tener que hacer lo que debía si quería sobrevivir, buscó conectar su mirada con quien era su pareja, hizo todo lo posible por encontrar entre tanta oscuridad y sacudidas la luz de su estrella. Ella rogó porque tan solo se presentara, así tendría un incentivo para subsistir.
Pero él ya lo había hecho, Sirius ya había desertado.
Y ella no pudo soltarlo.
— Si no lo haces, nada volverá a ser normal — musitó Lily, sacando a Adhara de sus pensamientos.
Oh... Lily estaba cometiendo más errores que de costumbre. Y Adhara... la pobre Adhara sabía que la tormenta había ganado.
— Ya nada es normal — negó divertida, porque era lo único que podía fingir ante los tumultos de negativas emociones que, tras cada palabra de los leones, no hacían más que aumentar — ¡Despierten! Los días en que éramos unos críos que solo se preocupaban de sus problemas amorosos se acabaron, ya ni las notas importan — soltó en un arrebato de desesperación.
Despierten, quería que lo entendieran.
Despierten, quería que la escucharan.
Despierten, quería que vieran la realidad.
La verdadera realidad.
Pero de nada serviría sus ruegos, porque ellos ya no estaban en un sueño. Ellos ya habían sido despertados por otra persona.
— Y es por eso que debemos saber en quién podemos confiar — ellos estaban viviendo en la realidad de esa persona.
Río.
¿Qué le quedaba cuando ya había perdido todo?
Río, por su ingenuidad.
Río, por lo ridícula que se debía de ver.
Río, porque esa era su única opción si no quería llorar.
Las risas, las amargas risas, atravesaron los pechos de los leones como si se trataran de agujas. El observarla en un estado de desconstrucción que nunca pensaron que existía, provocó un intenso dolor en ellos. Porque ella se sentía una tonta, porque ella se sentía una estúpida. Porque ella sentía el dolor de perder, sentía el dolor de la desconfianza y de la traición.
Adhara no sabía en lo que se metía cuando convenció a Jordan de ayudarla a entrar en la habitación de los merodeadores, no sabía en qué se metía cuando decidió que aclararía todo sobre las dudas que tenían. Porque Adhara nunca consideró, nunca imaginó, que ellos la habían estado espiando.
Nunca pensó que ellos ya la habían tachado de traidora.
Y no tenía claro el tiempo que habían estado confabulando a sus espaldas. Reconocía bien las fotos que estaban en esa pared que observó con interés cuando entró, eran fotos de comienzos de años. Eso significaba... decía que... ¿Habían estado fingiendo en todo momento su amistad?
¿Todos estos últimos meses había sido engañada? ¿Desde hace cuánto había sucedido esto? ¿Desde cuándo habían determinado que ella no era de confiar?
¿Desde hace cuánto su estrella se lo había ocultado?
Adhara no lo comprendía. Realmente no lo hacía. El diluvio que se acercaba la angustiaba al ya estar hundida por la tormenta. Empezaba a dolerle su frente, de tanto que fruncía su ceño para no llorar. Le estaba doliendo su garganta, de tanto que estaba reteniendo el llanto. Le estaba doliendo su pecho, de tanto que su corazón no dejaba de bombear intensamente, rogando porque se mostrara como realmente era, rogando porque les diera otra oportunidad para que se redimieran, rogando porque las cosas volvieran a la normalidad.
Pero ya nada era normal. No en tiempos de guerra, no en tiempos de tormenta... No en tiempos de diluvio.
— Adhara... — quiso hablar Remus, viendo como de a poco ella mostraba a esa pelinegra rota que se había abierto con él.
La misma pelinegra rota que apareció momentáneamente cuando se ayudaron mutuamente con la partida de Paula. La pelinegra rota que poseía una de las miradas más dolorosas que los leones en sus vidas llegarían a observar.
Porque entre el habitual marrón al que estaban acostumbrados, finos relámpagos azules mostraban lo resquebrajada que su alma estaba.
— No — lo corto — Me largo — anunció — Si ya desconfiaron de mí lo suficiente como para pensar de... — hizo unos movimientos con la mano, en un intento de señalar lo absurdo que era el tema —... sea lo que sea esto, sobre mí, no habrá razón suficiente para que vuelvan a confiar — declaró, intentando demostrarse fuerte, construyendo nuevamente esos muros de concreto para que ninguno de los presentes vieran... para que ninguno de los presentes notaran que se encontraba en las profundidades del mar.
Por lo que, manteniendo una postura firme, empezó a marcharse.
Empezó a huir, para no terminar haciendo caso a lo que su corazón le rogaba, para no dejarse llevar por sus sentimientos. Ya que Adhara sabía, que si se quedaba un rato más, tan solo por unos segundos, ella utilizaría su último suspiro para ceder.
Pero no estaba permitido, ella no tenía permitido ceder.
Adhara se dio media vuelta, dispuesta a irse sin escuchar ni una sola palabra más, a marcharse cortando toda relación con quien dejaba detrás. Pero en el momento de dar tan solo un paso...
Al dar tan solo un paso sintió como de espaldas le caían tres distintos hechizos.
El primero, fue lo suficiente veloz como para detenerla.
El segundo, llegó inmediatamente después, desarmándola.
Y el tercero, se ocupó de desaparecer la sudadera que llevaba puesta.
El silencio inundó la habitación y todos allí chocaron.
En un brusco, en un drástico, en un inolvidable golpe, ellos cayeron.
Cayeron en la realidad, cayeron en la verdad; La guerra recién los había marcado.
El diluvio no había hecho más que empezar. Y este no tendría nada de consideración hacia ellos por los sentimientos encontrados, no existiría manera de arreglarlo ni tampoco de esquivarlo. Porque los leones de la habitación se quedaron mirando la espalda de la pelinegra, deteniéndose donde una marca debería de encontrarse.
Pero no hubo nada.
La piel de Adhara estaba limpia, parecía estar limpia, porque no había marca alguna.
Ellos se habían equivocado.
Y cuando la pelinegra pudo volver del arresto momentum que le lanzaron, ni siquiera se volteó a mirarlos.
Quedó rígida en su lugar.
Murmurando un par de palabras, su varita y la sudadera que había tenido puesta, volvieron a sus manos. Se tomó el tiempo necesario para ponerse de nuevo la prenda, demorándose con intención, esperando a que alguno reaccionara.
Pero era tarde.
Ellos habían pasado el límite. Y por más que su alma le rogara, por más que sentía como su ser deseaba que no huyera de ese lugar, que creara excusas, que aceptara los lamentos que formularían... Adhara ya no perdonaría un ataque por la espalda.
Por lo que salió como alma que lleva el diablo de esa habitación, salió en dirección al lugar donde gente que verdaderamente confiara en ella, ese tipo de personas que necesitaba, se encontraban.
Y la habitación no salió del silencio formado por un largo momento.
Ninguno de los presentes parecía procesar lo que había sucedido.
Ninguno de los presenten quería procesar lo que habían causado.
— Lo arruinamos.
La afirmación que fue dada en un susurro llegó a oídos de leones como si se tratara de un rugido, uno de desolación.
Pero estaban equivocados, no solo lo habían arruinado, la habían arruinado.
La habían destrozado.
— Yo... — Lily no pudo evitar soltar lágrimas de impotencia al ver, al saber, que no valió la pena como su amiga le dijo.
Y este era el momento en donde el real arrepentimiento aparecía. Porque ellos no lo habían experimentado en las anteriores ocasiones, de haberlo hecho, jamás habían llegado tan lejos con sus acusaciones.
Era ahora, cuando ya la habían perdido, cuando ya no existían más oportunidades, cuando ya no quedaban soluciones, que se afrontaban al crudo deseo de impedir las acciones que fueron tomadas. Al crudo desconsuelo que no habría forma de remediarlo.
— Ha utilizado su metamorfomagia — afirmó Marlene, negándose a ceder su postura por el show que la serpiente había montado.
— No es momento Marlene — Lily indicó y la rubia la vio con confusión.
— ¿Qué no es el momento? — Pregunta extrañada, mirando a todos sus amigos que tenían el mismo semblante decaído que la pelirroja — ¿Es que acaso son tan ingenuos? — Pregunta molesta — ¡Jone no ha hecho más que lloriquear, negando lo que sabíamos sin darnos pruebas o excusas de sus salidas! ¡No ha dicho ni hecho nada más que mostrarnos pruebas físicas que fácilmente ella puede manipularlas con su metamorfomagia! — ninguno de los leones respondió, ignorándola por completo y centrándose en su dolor.
¿Es que acaso ellos habían olvidado todo lo que habían investigado y descubierto, solo porque Jone se había puesto a casi llorar? ¿Por qué ellos se sentían tan mal por haberla enfrentado, cuando era lo que debían de hacer?
— ¡No es momento, Marlene! — nuevamente Lily la paró — No lo es, no ahora que...
— Ahora que... ¿Qué, Lily? — preguntó la rubia, incitándola a continuar.
Ninguno de los presentes supo qué contestar, ninguno de los presentes supo que decir. Y en la rubia leona causaron incredulidad.
— Por Merlín, están cayendo nuevamente en su tonta actuación — informó lo que veía — ¡Ella no les ha dado ninguna información que pueda defenderla! — rugió, esperando a que reaccionaran — ¡Ustedes la han visto escaparse de Hogwarts! ¡Ustedes la han oído hablando con los mortifagos! ¡Ustedes vieron como una de las mortifagas reconocidas entró a su habitación! — enumeró sin temor a enfrentarse a sus amigos — ¡Ustedes han sido conscientes de que todas las pruebas que les he dado son reales! ¿Y vienen a arrepentirse por una actuación lamentable de una venenosa serpiente fingiendo estar herida?
— ¡Basta Marlene, simplemente basta! — Lily quiso pararla, siendo la única que tenía voz para poder hablar — Te has equivocado, nos hemos equivocado, Adhara no es lo que creíamos que era.
— ¿Y cómo están tan segura de eso? — Cuestiona — ¡Ella es una jodida metamorfomaga! ¡Y te recuerdo que una Slytherin por una razón! ¿A caso no crees que pudo haber estado jugando con nosotros? ¿No crees que sea posible que ella les haya estado ocultando secretos?
— ¡Adhara no lo haría, tu no la conoces! — indicó Lily, sabiendo que la rubia no podía debatir ese hecho.
— ¡Y ustedes tampoco! — Pero nada la salvaría de ese momento — ¿Quieren saber por qué aún me mantengo fuerte a mi postura? ¿Tienen alguna maldita idea del por qué sé que ella nos está mintiendo por algo?
— ¿Por tus malditos cel...?— Peter comenzó a preguntar estando harto de las palabras de la rubia.
Estando harto de siempre quedarse callado.
— ¡No, no es por eso! — Cortó la rubia molesta — No tiene nada que ver con celos, no tiene nada que ver con envidia. ¿Por qué sentirla hacia una persona que no dice más que mentiras?
— ¡Ella no nos ha mentido! — Defendió Peter, como tuvo que haberlo hecho en su presencia — No intentes utilizar a Dhara como un espejo, McKinnon, porque ella jamás será tu reflejo.
— ¡Que no lo hago por ella! — gruñó exasperada — ¡No lo hago con la razón de desenmascararla! ¡O de odiarla! ¡Ya no es eso!
— ¿Y entonces por qué? ¿Por qué sigues con esa jodida idea de que ella nos miente?
— ¡Por qué los quiero! — reveló y los leones se sorprendieron — ¡Porque quiero que sigan vivos! ¡Porque quiero que no se metan en más problemas por culpa de esa serpiente!
— ¡Fuiste tú la que empezó con todas estas mentiras, fuiste tú quien nos llevó a esto! — fuiste tú quien nos hizo perderla, quiso decir — ¡Eres tú quien nos ha llevado a este gran problema! ¡Quien nos ha hecho daño! ¡No Adhara! — James intervino.
— ¿Quieren echarme toda la culpa de sus propias acciones? — Marlene estaba cansada de que la rebajaran por sus anteriores motivos — ¡Bien! ¡Háganme su villana! Déjenme como la mala aun sabiendo que soy la única, que a comparación de su tan querida serpiente, no tiene miedo de decirles la realidad de las cosas por temor a perderlos.
— ¡Ella no nos ha estado mintiendo, Marlene! — Lily gritó — ¡Entiéndelo!
— ¡Ella lo ha estado haciendo! ¿Y quieren saber cómo lo sé? — cuestionó sin dejar que alguien responda — ¡Por él! — señaló al león que se había quedado mudo, mirando al vacío desde que la serpiente se fue.
Cómo si con ella, todo se hubiera desvanecido.
Quienes habían estado participando en la discusión vieron con confusión a la persona que Marlene había señalado, no entendiendo por qué de pronto se excusaba con Sirius para fundamentar que Adhara los había engañado.
— No intentes meter a Sirius en esto. No cuando... — James empezó a defender a su amigo.
— ¿No te has preguntado la razón por la cual él siempre los ha encubierto? —la rubia cortó de inmediato el sentimentalismo del miope — ¿La razón por la cual nunca le contó a Jone sobre las investigaciones? ¿Por qué se negaba a ser participe pero aun así escuchaba atentamente todo lo que coordinábamos? — preguntó Marlene.
— Lo hizo porque... — Remus intervino para defenderlo.
O al menos en un intento de hacerlo.
Pero se quedó sin palabras ante el argumento que tenía planeado. Él lo había hecho porque les tenía lealtad y cariño ¿No es cierto? Pero... ¿Cómo Sirius podía seguir encubriéndolos si sabía que todo lo que hacían afectaría a Adhara? ¿Cómo si estaba completamente seguro de que ella no estaba mintiendo?
A menos que...
— Lo hizo, porque él es el único que verdaderamente la conoce. O eso creía, porque si realmente confiaba en ella, no hubiese dejado que ustedes siguieran con estas investigaciones — Marlene informó
Y los leones lo comprendieron, no era cosa de lealtad o cariño hacia sus amigos.
Sirius también dudaba.
— Y si no es así ¡Que lo niegue! ¡Que explique las razones por las cuales ocultaría información tan importante o por qué seguiría siendo amigo de personas que están dudando de su chica, de a quien tanto dice amar! — Marlene le dio un momento para que se redimiera y demostrara lo contrario.
— ¡No lo metas en esto, Marlene! — ordenó James, viendo como la mirada de su amigo se hacía más pesada, sabiendo con esa acción, que Marlene tenía razón aunque se negara a creerlo.
— ¡Sirius ya está dentro de este problema! ¡Al igual que ustedes! ¡Al igual que yo! ¡Yo no los metí, yo no soy quien les trajo problemas, fue Jone quien lo hizo!
— ¡Ella no ha hecho nada más ser nuestra amiga y jamás dañaría a quienes quiere!
— ¿Y yo no los considero mis amigos? ¿Yo dañaría a quienes me quieren? —cuestionó — No respondan, porque sé la respuesta. Yo los quiero, realmente lo hago — confesó nuevamente — Y es por eso que estoy intentando que abran sus ojos — conectó mirada con todos sus amigos — Sí, sería capaz de hacerles daño — admitió.
Los leones no supieron cómo interpretar sus palabras, no cuando Marlene no tenía ni una pizca de malicia en sus ojos, no cuando solo existía en sus pupilas el cariño que decía tenerles.
— Sería capaz de enfrentarlos sin temor a perderlos para que puedan ver la verdad de los hechos — dijo como una verdadera Gryffindor — No soy como Jone, porque ella sería capaz de mentirles, capaz de esconder hasta la muerte de alguien, con tal de no perderlos — Y la rubia sabía que tenía razón.
Adhara seguía siendo una serpiente, una que haría lo que sea por sus seres queridos.
Una que hizo todo con tal de no perderlos, llegando a cometer los peores delitos para protegerlos.
— ¿No pueden ver que soy yo quien les está dando el camino correcto mientras que ella les está dando el camino fácil? — cuestionó.
No, ellos no podían verlo.
Ante los ojos de quienes habían perdido una amistad, Marlene seguía siendo la responsable del dolor que en ese momento estaban sintiendo. Ante la culpabilidad que sentían, solo buscaban excusas para extirpar el sentimiento, buscando una y mil manera de alejarlo de su persona e importándoles poco que empezaban a trasladarlo a otra.
— ¡Reaccionen! — Pidió — ¡Jone no es más que solo una...!
— Cállate, McKinnon — gruñó.
Marlene dejó de prestar atención a los leones, centrándose en el que se había convertido en su protegido hace unos momentos. Tal parecía que el marinero recién se acostumbraba a la marea para poder salir a cubierta.
— No, no lo haré — dijo — ¿O es que acaso temes que diga las verdades de tu queridísima pareja?
— Cállate de una jodida vez, McKinnon — ordenó nuevamente.
— ¿Por qué lo haría, Black? ¿Para qué todos ustedes sigan creyendo en las mentiras que sabemos...?
— ¡Tú no sabes nada, McKinnon! — rugió el pelinegro y James tuvo que comenzar a acercarse a él lentamente, como medida de precaución para que no cometiera algo de lo que se arrepentiría — Crees saber todo sobre ellos — señaló a sus amigos — Crees saber todo sobre mi. Y crees tener conocimiento sobre Star — indicó con molestia —Pero no sabes nada — reveló con una amarga emoción — Tú no tienes ni la menor idea, ni el más mínimo conocimiento, de lo que tanto dices conocer. Y tampoco te haces una idea de lo que tanto conocimiento puede causar.
— Lo tengo, Black. No soy tan idiota ni ingenua como Jone — James conectó miradas con Frank, quien era el que estaba más cerca, para que estuviera pendiente por si era necesario detenerlo — Sé muy bien lo que puede causar, sé muy bien que...
— ¡No sabes nada, Mckinnon! — Frank se acercó de manera rápida para sostenerlo, pero se le escapó de las manos.
Y para sorpresa de todos, el pelinegro y la rubia se amenazaron con la varita al mismo tiempo, en una complicidad que solo habían visto en una pareja.
— Y ni te atrevas a contradecirme, rubia —los ojos de los enfrentados se conectaron con un brillo que solo ellos notaron — Recuerdo cada una de las pláticas que tuvimos ¿Y quieres saber la verdad? ¿Realmente quieres saber la razón por la cual simplemente pasé de ti?
— No — sí, dijeron sus ojos —Porque no me importas en ese sentido, pelinegro. Ya no lo haces.
Sirius sonrió, de una forma que sus amigos solo habían visto en su... en quien era su amiga. La misma sonrisa que Adhara daba a quienes creían que con simples halagos podrían tenerla en la palma de su mano. Y, repitiendo la misma acción que la pelinegra hacía, Sirius se acercó a la rubia. Poca importancia le dio a que la presión en su cuello, a causa de la varita de Marlene, aumentara. Acercándose hacia el lugar donde él se escondía en su Star, notando que la rubia también se erizaba pero, no de la dulce forma que su chica lo hacía. Comparándolas sin sentirse mal por ello, Sirius hizo uso de lo que jamás pensó le serviría.
Bajo los expectantes ojos de sus amigos, Sirius soltó el veneno que había heredado de su familia, en palabras que los espectadores no pudieron escuchar.
Alejándose de la rubia, Sirius pudo encontrar muchas más diferencias que tenía esa chica con su chica, y no pudo evitar sonreír al ver la barrera de agua que en cualquier momento, rebalsaría sus ojos, terminando por desbordase en las rosadas mejillas que McKinnon poseía.
— Cuando mueras, Black — comenzó Marlene con un sentimiento inexplicable para quienes no habían afrontado la perdición — Cuando ustedes mueran — exclamó, alejándose del pelinegro que había terminado por destrozar su ser — Espero que no se arrepientan. — lo único que quedó de ella en la habitación, fueron las lágrimas que cayeron antes de irse.
Los leones no solo habían ahogado a una persona ese día, le habían quitado la esperanza a otra.
°•°(...)°•°
Severus Snape había esperado en el principio de las escaleras que daban hacia la sala común de Gryffindor. Las miradas que había recibido no las notó. Ni tampoco escuchó con precisión los rumores que comenzaban a inventarse los alumnos que pasaban. Severus solo se había concentrado en leer su libro mientras esperaba que su amiga saliera de la sala de los leones, con la esperanza de asegurarse que había solucionado lo que los idiotas que tenía por amigos comprendieron erróneamente de las acciones de Adhara y que ella solo había exagerado en su reacción como la mayoría de las veces.
Cuando estaba por terminar de leer su libro, viendo que la charla de su amiga tomaba más tiempo de lo que había estimado, supo que había solucionado las cosas, y lo más probable, era que Adha pasaría todo el día con ellos. Por lo que se dirigió a su sala común, con la idea de llegar a su habitación y disfrutar de la tranquilidad que el silencio le brindaría para concentrarse en algunas pociones que quería experimentar.
Más al llegar a su habitación, un cansancio lo invadió. Su ceño se frunció al reconocer que no había razones para el cansancio que su cuerpo decía poseía, pero no se quejó de ello. Realmente, la poción que quería experimentar podía esperar, al igual que los libros que ansiaba por comenzar a leer. Así que, estando tranquilo porque no tendría ningún pendiente importante, se dejó vencer por el cansancio repentino y disfrutando del agradable sentimiento que embriagaba a uno al caer dormido.
Vagamente recordó unas escenas de su sueño, cuando unos golpes a su puerta sonaron. Bufó y decidió que los ignoraría, pero los golpes se hicieron más constantes, y fuertes, cada vez que pasaba de ellos.
Se paró de su cama con molestia, teniendo su varita en su mano por si se trataba de alguno de sus fastidiosos compañeros de curso o de algún niño que venía a hacerle alguna broma o preguntarle sobre dónde se encontraba Adhara como si él siempre estuviera al pendiente de donde se encontraba.
— ¿Tenías conocimiento de que cuando una persona no contesta después de cuatro toques es porque...? — su molestia se fue apagando al notar la figura que se hallaba frente a él.
— ¿Es-Estabas descansando? — Preguntó con voz suave, repitiendo el comienzo de las palabras como si se encontrara perdida — Si... Si es así, lo siento Sev. Yo... Yo volveré después, sí, eso haré — murmuró asintiendo para sí misma, antes de comenzar a darse vuelta.
Pero Severus la detuvo, tomando suavemente de su brazo para que regresara a estar frente a él.
— Sev, si estabas descansando n-no te preocupes — el pelinegro examinó su postura, viendo como permanecía con su cabeza gacha — Real-Realmente no es necesario, solo quería ayuda para... para...
Nada más fue necesario para que Severus jalara de su extremidad, cerrando la puerta de su habitación y atrapándola en un abrazo que sabía, ella necesitaba en ese momento. Adhara sintió como el nudo que había aguantado desde que salió de la sala común de... de ellos escaló hasta la superficie.
Sus sollozos inundaron la habitación.
Sus ruegos, su verdadero llanto y su dolor, se vieron camuflados en los limitados sollozos que se permitía soltar.
Pero cuando el agarre de su amigo, de su verdadero amigo, se hizo más fuerte, se hizo más intenso, todo lo que había estado reteniendo escapó de su persona sin pedir permiso, sin ponerse a pensar en que Severus se había preocupado tanto por ella, que se olvidó completamente del hechizo que había inventado para que nadie oyera lo que hablaban en su habitación, ignorando que ambos se olvidaron que toda persona siempre utilizaría los saberes singulares para la destrucción de las personas que se veían envueltas.
Porque a pesar de tener una mente fuerte, Adhara sabía que su mente había sido derrotada en la pelea diaria que tenían él y su corazón por el control de sus decisiones, por el control de la demostración de sus sentimientos.
Porque ahora ella ya no tenía un lugar seguro. La tormenta se había encargado de alejarla de los mares que conocía, llevándola directamente al diluvio, cuando por culpa de su ancla se perdió. Forzándola a observar como todos los lugares que conocía habían sido inundados, perdiéndolos en el instante que el agua los tocó, junto a las personas que habitaban allí.
— Shh... — intentó calmarla, peinando su cabello con su mano — Shh... suelta todo Adha, no dejes nada...
Se hundió.
Nadó hasta lo más profundo del mar, donde la luz se perdía por la profundidad. Mantuvo y controló su respiración, su poca experiencia en tormentas no fue impedimento para lanzarse a las terribles mareas que se sacudían con fuerza. Se dejó guiar por sus instintos, se dejó guiar por el cariño que nunca pensó sentir por alguien. Severus se hundió, para buscarla. Tomando su cuerpo con él, aferrándose a ella para que no dejara que el agua la consumiera, aplicando los mismos métodos con los cuales ella alguna vez lo había salvado, comenzó a nadar llevándola consigo hacia la orilla. No hacía falta conocer sus secretos, no hacía falta conocer sus problemas, no hacía falta conocerla al completo para saber que nunca dejaría que se ahogara, para saber que nunca permitiría que se perdiera. Era el navegante que nunca dejaría el barco ni porque se hundiera.
Porque como las leales tripulaciones, se hundiría junto a su capitán.
— Te tengo, te tengo Adha — la calidez de sus palabra ayudó a que dejara de temblar — Te tengo y no te voy a soltar — prometió, arrullándola de un lado a otro — Nunca lo haré — reafirmó, sintiendo la intensidad de sus llantos disminuir.
Promesas...Adhara había recibido tantas promesas...Tantas palabras...
Ella pensó que estas tenían un gran significado. Pensaba que eran tan importantes para ellos... Pensaba que eran inquebrantables, que estaban construidas con el material más poderoso, con la magia más hermosa que con los muggles, los magos compartían.
Ella había recibido tantas promesas que ahora estaban destruidas.
— No — en un hilo de voz expresó — No quiero recibir más mentiras — negó en su dolor — No quiero, Sev. No puedo... no podría...
Severus aumentó la fuerza de su abrazo, permitiendo que su amiga se acomodara en su pecho, como si se tratara de un gigante bebé que buscaba consuelo de sus personas de apego, que buscaba consuelo de las personas que anhelaba ver cada día.
El pocionista esperó. Fue paciente, no emitió queja alguna, solo se concentró en sostenerla, en mantenerla a flote hasta que ella pudiera recuperar sus fuerzas y volviera a nadar por sí misma. Esperó, hasta que nublada por el dolor y el cansancio, ella quedó dormida entre sus brazos, tiritando y dejando sollozos entre tanto y tanto. La cargó, como en otras situaciones había hecho, la llevó hacia su cama, arropándola y dejando una almohada a su alcance para que pudiera abrazarla, cómo él conocía que ella hacía. Se sentó a su lado, secando suavemente las lágrimas que se mantenían en su mejilla con un pañuelo, y dando suaves caricias a su cabeza cuando comenzaba a tiritar.
Se quedó allí, con ella, prestándole la atención necesaria por si despertaba. Preparándose mentalmente sobre cómo abordaría el suceso, sobre cómo le preguntaría acerca de la tormenta de la que aún se mantenía cautiva, sobre cómo podría ayudarla a atravesar las inundaciones de los lugares que ella nombraba seguros.
Y sobre todo, pensaba en qué represalias tendrían los responsables de su destrozo.
°•°(...)°•°
— ¿Lo escucharon?
— Es de lo que todos hablan.
— No puedo creerlo, realmente pensaba que...
— ¿Iban a durar hasta el matrimonio? ¡Es lo más absurdo!
— No puedes negar que parecían estar enamorados.
— Oh, se dice que realmente lo estaban, Pero si miramos los antecedentes...
— No se lo merecía. Jone era demasiado para Black.
— ¿En serio crees esa teoría?
— ¡Pues claro! Es más que claro que fue Black quién engañó a Jone con McKinnon. Y que todos los de su grupo lo sabían, es por eso que vieron a Adhara salir disparada de la habitación de los Merodeadores después de haberlos enfrentado.
— No creo que sea así como hayan sido las cosas. ¿Recordamos los rumores que se decían antes? Supuestamente Jone también lo había estado engañando con un integrante de su equipo de Quidditch, por eso ninguno del grupo de Gryffindor fue a visitarla. Solo Black seguía confiando en ella, hasta que los vio. Por eso todos ellos desaparecieron hace dos día, estaban intentando consolar a Black.
— Claro ¿Y por eso todos vieron salir primero a Jone y luego a McKinnon llorando de esa habitación? Está más que claro que fue Black el culpable y, que al darse cuenta de lo que perdió, se desquitó con McKinnon.
— ¿Y por qué su grupito no los visitaría?
— Porque no serían capaces de ocultarles las cosas a Jone.
— Sigo pensando que fue Jone quien...
— ¡Shhh! Allí esta Black.
El grupo de estudiantes que conversaban sobre la última noticia que recorría como pólvora por todo Hogwarts centraron su atención en uno de los protagonistas de las historias que inventaban.
— Parece normal...
— Mira, están todos.
— Los merodeadores y Evans.
— ¿No se decía que Longbottom y su pareja también estuvieron ese día?
— No parecen haber tenido una mala noche...
— No, pero ¿A caso están sonriendo o bromeando cómo siempre lo hacen?
— Recuerden, esta semana comienzan sus EXTASIS. Puede que por eso su actitud, si se dan cuenta, Lupin mantiene un libro en su mano.
— No, no creo que esas sean las razones por las cuales estén así. Hace dos años tuvieron los TIMOS y tan solo bromeaban en esa semana. Y el anterior, por más deberes que hacían, siempre mantenían las sonrisas en sus rostros.
— Pero los EXTASIS son exámenes más exigentes...
Las miradas nuevamente recayeron en el grupo de leones. Peter, Sirius y Remus compartían una banca en ese orden. Y frente a ellos, se encontraban James y Lily, todos aparentaban estar concentrados en comer, y a su vez, leer los apuntes que tenían la pelirroja y el castaño, repasando y haciéndose preguntas sobre lo que vendrían en los exámenes, intentando distraer a su memoria de los acontecimientos del día anterior.
— ¿Se han dado cuenta que Jone ni su grupo se encuentra en la mesa de Slytherin?
— ¿Crees que no nos daríamos cuenta? La mesa de Slytherin está relativamente vacía.
— ¿No les parece raro? ¿Qué todos ellos no estén?
— Me parece raro que ustedes estén hablando de temas que no les debería de incumbir en vez de concentrarse en estudiar para los exámenes.
— Bien.
Los amigos que conversaban rodaron sus ojos, haciéndole caso a su compañero que era la razón por la cual podrían pasar de curso.
— No les hagas caso, Sirius — James murmuró.
— Es más fácil para ti ¿No es así? — preguntó rudo.
— No es momento de peleas, chicos — Remus exclamó.
— Ese es el problema, Remus — todos vieron al rubio — Los momento como tales no existen, son simples excusas para hacer sentir mejor o peor a alguien.
— Gracias por tu gran positivismo el día de hoy, Peter — mencionó sarcástico el miope.
— No es nada, James. Probablemente necesites de ese y muchas frases más para sentirte menos culpable ¿No es así? — masculló, untando con intensidad la manteca a su tostada.
— No es... — Remus suspiró — No peleemos, no ahora si quieren que esos rumores se apacigüen.
— No creo que lo hagan, Remus — Sirius murmuró — Parecen bastantes contestos con sus teorías.
— No podemos culparlos, les distes el material suficiente para que pudieran dejar volar su imaginación — comentó Lily por lo bajo.
Los merodeadores vieron con sorpresa a la pelirroja por el comentario irónico, casi burlón, que dio. No obstante, ella estaba tan concentrada leyendo —o aparentando leer— sus apuntes que tenía para el EXTASIS que dentro de algunas horas daría como para notar las miradas de sus amigos. Pero lo que sí notó, fue el silencio que se formó a su alrededor.
Y no, no solo en el grupo al que formaba parte, sino que en todo el comedor.
— ¿Qué sucede? — cuestionó a su pareja.
— No lo sé — respondió confundido el miope — Varios estudiantes empezaron a entrar — señaló lo que vio.
— Hablaron entre sí — Remus siguió.
— Y ahora todo parecen esperar a que algo suceda — Peter concluyó.
La pelirroja por un acto de costumbre dirigió su vista hacia el pelinegro, pensando que al igual que sus amigos, seguiría el hilo de la conversación. El malestar que había aparecido desde los sucesos, y que no tenía intención de desaparecer desde entonces, aumentó su intensidad al percatarse del semblante decaído que Sirius poseía.
Estiró su mano, tomando la de su amigo, para pasar su dedo por el dorso de este, en un vano intento de quitarle toda la pesadumbre que estaba cargando. Un vano intento que Sirius apreció, porque la pelirroja parecía ser la única con la sutileza necesaria para darse cuenta de que él se encontraba mal.
— Es por ella ¿No? — cuestionó Lily, Sirius solo asintió, porque pensaba que al hablar tan solo más daño se iba a causar — Estará bien, no creo que ella realmente se vea tan mal... — murmuró, Sirius le dio una sonrisa irónica.
— No la conoces bien, Pelirroja — el pelinegro alejó su mano de la de la pelirroja, captando la atención de sus amigos.
Sirius había vuelto a emplear el tono de voz que únicamente aparecía cuando hablaba de ella, un tono mucho más animado, uno encantador, uno que delataba lo perdido que estaba por ella.
Lo perdido que se encontraba sin ella.
— Ella dará una de sus dramáticas e intensas entradas, callando cada uno de los rumores sobre lo destrozada que se ha de encontrar — relató manteniendo su vista en su plato — Es por nosotros por lo que debemos de estar preocupados... — murmuró.
— ¿Por qué deberíamos preocuparnos por nosotros? — cuestionó James confundido, sin ser tan rápido a llegar a la misma conclusión que sus amigos y pareja formaron.
Antes de que Remus hablara, pasos simultáneos se escucharon. Uno tras otro, sonando al mismo tiempo, como si de una marcha, como si de una marcha se tratara. Las miradas de todos, estudiantes, profesores y fantasmas, se dirigieron hacia la puerta del gran comedor, donde unos cuantos alumnos de diferentes casas se apartaron de inmediato de donde estaban, quitándose del camino, abriéndoles espacio para que ellos entraran en escena.
Las miradas no se apartaron de ninguno de los integrantes del grupo de serpientes de séptimo año y sexto año, en especial, de la mirada de tres integrantes que parecían liderar el grupo.
Los tres pareciendo completamente renovados, porque desde que la revelación publica de que la serpiente se encontraba en una relación, el aura provocativo y atrayente había disminuido, hasta ese momento, que con solo verla, todos quedaron cautivados. Sin contar, que su acompañante de la derecha, formaba un gesto en su rostro nunca visto en él, una sonrisa egocéntrica, una sonrisa que como una vez su amiga le había comentado, provocó suspiros. Y hay que incluir, que el acompañante de la izquierda, había dejado de lado su misteriosa aura para que, al igual que sus mayores, optar por un coqueto andar, uno que los estudiantes habían visto en otro Black.
Adhara Jones, siendo respaldada por Severus Snape y Regulus Black, lideraban a las serpientes. Ellos caminar- no. Ellos desfilaron por el camino que el espacio de las mesas construía, todo sin perder la elegancia, coquetería y aura atrayente que no permitía a ninguno de los estudiantes apartar sus miradas de ellos. Con ligeras sonrisas llenas de superioridad y actos de coquetería —como mencionó una de las estudiantes que estuvo cerca de ellos cuando desfilaban, jurando que los tres le habían dedicado un guiño que encendió por completo sus mejilla. — Ellos llegaron hacia su lugar en la mesa de su casa, sentándose juntos, siendo rodeados por todos sus compañeros de casa.
Y a pesar que solo hacían actos tan mundanos como era el conversar o comer, todos allí podían decir que sus ojos se habían vueltos adictos a obsérvalos, a apreciar la forma en la que los ojos de Adhara se achicaba cuando reía por el comentario de uno de sus compañeros, apreciar el movimiento del, ahora, corto cabello rizado que Severus portaba junto con una sonrisa de dentadura perfecta que había estado ocultando por muchos años, apreciar las facciones definidas del menor de los hermanos Black y, lo que parecía ser, su elocuente forma de hablar.
Pero no solo admiraron a esas tres serpientes, sino que admiraron a todos los que habían entrado. Alejando significativamente los rumores y dichos sobre las relaciones que los pertenecientes a la casa de Slytherin tenían de su memoria, todos habían quedado embelesados por sus definidos y elegantes movimientos, por sus armónicas risas y los, tanto atrapantes como seductores, todo de voz que poseían. Los estudiantes perdieron la razón del tiempo, la razón de su comportamiento, porque utilizando su propio encanto, sacando provecho a los modales que por obligación tenían que aprender, utilizando sus encantadores dotes, las serpientes se transformaron en las sirenas del diluvio, aquellos seres míticos que, con sus cantos, atraían a cualquier naufrago a salir de la seguridad de sus barcos en medio de un diluvio.
Porque las sirenas no podían ahogarse, ellas eran quienes ahogaban.
— ¡Oye, Black! — los leones salieron de su hipnosis por el grito que el comentarista de los partidos de Quidditch dio.
Los merodeadores junto con la pareja de uno de ellos voltearon a verlo, fingiendo una sonrisa que tan solo pudo convencer a los de primer año.
— Pásame los tips de cómo ser un gran idiota y perder una maravilla como lo es Adhara — las risas de quienes escucharon la burla no se hicieron esperar — Así los evitaré a toda costa para no quedar tan arruinado como debes de estarlo.
Remus y Peter sostuvieron los brazos del pelinegro por reflejo, pensando que, como el impulsivo que era, se lanzaría a moler a golpes a Jordan. Pero para sorpresa de ambos, este solo sonrió amargadamente antes de pararse tranquilamente y salir del gran comedor con su caminar despreocupado característico de él, dando más material a los estudiantes de crear teorías y comentarios sobre que, el único afectado y, por ende, perdedor de la supuesta ruptura, era nada más que, el ahora apodado, reverendo idiota de Black.
— Me debes 10 galeones.
— Odio que siempre tengas la razón.
— Te lo dije, fue Black quien lo arruinó todo.
Oh, pero él no había sido el único.
Los merodeadores restantes junto a Lily compartieron miradas, pensando en lo último que les había dicho Sirius.
No, ellos no tendrían que preocuparse por cómo se encontraba Adhara. Ya que desde sus lugares, podían observarla con una chispa, con una alegría y encanto, que ellos pensaron, solo podría poseer cuando se encontraba en compañía de su estrella.
No, ellos ahora lo sabían...
Porque de un cruce de miradas con las sirenas, descubrieron que eran sus próximas víctimas.
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7 600 palabras.
Que no se note que amé usar metáforas en relación con los títulos xD.
El capítulo es corto, pero me quiero convencer que es intenso. * cries en perfeccionismo *
En fin xD
So... ¿Qué opiniones tienen?
¿O teorías? 👀✨
¿Hablamos de cómo terminó el suceso? Sí, dejenme ponerle un nombre como el de LA broma.
¿O sobre la discusión con Marlene? No sé ustedes, pero me dio pena ;;
¿Tal vez sobre que todos necesitamos a un amigo como Severus? Diganme que nadie odia a esta versión de Sev bebé.
¿O de la forma en que las serpientes pueden dominar a todos si se lo proponen? JKASDJKAS ¿Yo? Yo le rezo a mi casa.
En respecto a lo último, disfruté escribiéndolo pero mantengo mis dudas sobre como quedó JKASDKJASJK Porfa, sean sinceros y diganme si en verdad les gustó uu
Y no, no hablemos de lo destrozada que está mi niña porque yo sufro con ella.
¡También tengo sentimientos! ¿Vale? * c va a una ezquina a iorar *
¡De todo corazón espero que tengan un fantástico día! Son personas mágnificamente divinas, verán que todo lo propuesto por hoy lo lograrán uwu. Por favor, cuidense y cumplan con las medidas de prevención ante el covid que cada gobierno ha implementado. No se olviden de tomar awita <3.
Los quiere y ama,
Una Slytherin,
no tan Slytherin
Psdt: Karma it's a bitch again, ando en proceso de ponerme braquets y me duele demasiado mis dientes * iora *
Psdt2: Don't be shy, siganme por insta y escribanme que resuelvo sus dudas ;)
Psdt3: No, no me olvidé. Espacio para que puedan quejarse por su estabilidad mental:
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