›«El baile de los condenados»‹
Omnisciente
— En la ceremonia de egreso de Hogwarts, hay una tradición que por muchos años se ha llevado a cabo — comenzó a explicar la Profesora McGonagall — Han de saber que no solo son sus familiares los que vienen, además de ellos, aurores y grandes autoridades asisten con la intención de proponer puestos para sus vidas fuera del castillo. — se paseó por el salón — Es por eso, que se espera de todos los estudiantes del prestigioso colegio de magia y hechicería una conducta correcta para la tradición de egreso — Minerva miró a todos sus estudiantes, sabiendo las reacciones que obtendría después de la afirmación —Un baile.
Los estudiantes de las cuatro diferentes casas reaccionaron simultáneamente con sorpresa, conversando entre susurros sobre la información que la jefa de la casa de Gryffindor les brindó. La emoción comenzó a manifestarse en cada uno de los presentes, después de tantas expectativas, al fin descubrían lo que sólo los profesores y egresados sabían de la ceremonia final. Y es que hasta los cuadros tenían prohibido revelar cualquier tipo de información sobre la tradición del castillo.
— Silencio — ordenó y los alumnos acataron, no teniendo intención de perderse los datos que serían revelados — Los hemos reunido aquí para que puedan aprender la forma adecuada del baile. Al ser una ceremonia de gran importancia, será un baile clásico elegante...
— ¿Tenemos siquiera una idea de cómo es ese baile? — cuestionó Remus malhumorado.
— Sí — respondieron James y Sirius, causando una mirada de confusión del castaño.
— ¿Sí? — repitió, pensando que no oyó bien. Más quienes respondieron se vieron para luego encogerse de hombros.
— ...durante esta semana, tendrán la oportunidad de escoger a su pareja de baile, pero hasta entonces, comenzaremos con una demostración — indicó.
Los ojos de la Profesora McGonagall analizaron a los jóvenes que estaban sentados. Agradeció por primera vez que la segmentación entre las casas fuera tan notoria por los colores de las corbatas, puesto que le facilitó encontrar a quién sabía, tenía conocimiento de este tipo de bailes por la muy variada educación que a lo largo de los años tuvo.
—Señorita Jone —llamó.
La pelinegra, que estaba conversando con Severus, volteo a observarla. Con un movimiento de cabeza, quien antes apodaba Minnie, le indicó que se acercara. Adhara dejo su asiento, y conversación, para acatar la orden de su mayor.
Los murmullos, que por su caminar comenzaron, parecieron sonar más fuerte que el sonido de sus pasos. Las pláticas sobre las razones por las cuales la Profesora McGonagall eligió a la ex de Sirius Black no se hicieron de esperar. Después de todo, los de séptimo año sabían que la serpiente estudió en Beauxbatons hace ya seis años. Además, que después de ser expulsada, pasó por el colegio de Durmstrang. Conocimiento no tenían sobre la educación del último colegio mencionado, pero si del primero. Así que la certeza los inundaba al intuir que la nombrada — en los últimos chismorreos que recorrían el castillo — era poseedora de los correctos pasos para un baile clásico.
Adhara paró su caminar al ponerse al lado de Minerva, quien invocó una silla y pidió que se sentara.
—Ahora, un caballero —indicó más para sí misma que para los estudiantes.
Pero eso no evito que varios levantarán su mano, pensando que tendrían una oportunidad de acercarse a, la ahora soltera, serpiente codiciada. Una sutil sonrisa apareció en el rostro de Adha, francamente, ella no esperaba tal acción de sus compañeros, pero eso no evitaba que se sintiera halagada.
Además, juraba que escuchó cierto canino gruñido, lo que aumentó considerablemente la sonrisa que sacó suspiros a más de uno.
— No he pedido voluntarios — indicó severa — Bajen sus manos, jóvenes — hormonados, se abstuvo a decir.
La Profesora caminó, mirando a cada uno de los estudiantes, notando cómo estos se esforzaban en sentarse derechos, íntegramente esperanzados de ser el elegido de McGonagall para la demostración.
Más si Minerva fuera sincera, solo fingía buscar entre los alumnos. Porque en su interior, la pareja para su estudiante estaba seleccionada con anticipación.
Y mientras que este se mantenía inmiscuido en defenderse por las burlas de sus amigos ante la reacción que tuvo, Severus, siendo el cimiento de quien estaba sentada en medio del salón, reconoció el crecimiento de inquietud en la bruja seleccionada debido al estudiante que la profesora miraba.
— Joven Black — Minerva escogió y el estallido inició.
— ¿Es que se ha vuelto loca? — el león se exaltó.
— ¿Será que no se ha escuchado que ellos dos terminaron? — preguntó con cuidado el tejón.
— Debe de saberlo — comentó — Adhara lo dejo en claro cuando enfrentó a Sirius en el gran comedor el domingo, y hoy es jueves — explicó el águila.
— No puedo creer que esté haciendo esto... — murmuró la serpiente.
Se trataba de una peculiar ocasión, en donde las cuatro casas mantenían el mismo pensamiento acerca de la elección de la profesora que, en algún momento, consideraron la más sensata. Ahora reconocían que, por más experiencia, la mayor seguía sus instintos como la leona que era.
— Profesora... —susurro Sirius mientras se paraba y se posicionaba a su lado — No creo que... — oh, claro que no era una buena idea, lo sabía al sentir las espadas en su cuerpo, preparadas para atacar ante su más mínimo e insolente movimiento.
Además, que podía verlo, no solo eran las serpientes quienes sus espadas desenvainaban. Gran parte del estudiantil presente preparado estaba para atacarlo.
— Muy bien — McGonagall extendió sus brazos, mostrándose imperturbable ante las amenazas dirigidas al pelinegro — Ahora, comencemos — con un movimiento de su varita, la música dio inicio.
Los estudiantes observaron cómo la profesora tomó el hombro de Sirius, acercándose al oído del nombrado para susurrarle unas palabras que querían escuchar. Sirius dejó de agachar su cabeza, y al alzarla, conectó miradas con la responsable de sus desvelos.
No era real, pero bajo la vista de los alumnos, una fina línea conectó de esquina a esquina los iris de los examantes. ¿Pero merecían ellos realmente tal calificativo? La vacilación hacía manifiesto, ya que aun cuando distantes se encontraban, atisbos de devoción se dedicaban.
Los alumnos no se decidían a quién observar, si al parado León de postura despreocupada o a la sentada Serpiente de atemorizante mirada. Se convirtieron en espectadores de cada movimiento y gesto, esperando la iniciación de la demostración solicitada.
Teniendo el inicio de la canción de fondo, las manos de Sirius formaron un agarre detrás de su espalda. Con una elegancia que contradecía su conducta rebelde, el pelinegro avanzó. En ningún momento desvío la mirada, porque en el tramo de su camino, mantuvieron una conversación de la que sus amigos no fueron capaces de reconocer. Al menos, no enteramente...
Estando frente a ella, Sirius hizo una pequeña inclinación. Y sin dejar de implorar, extendió su mano.
Podría ser que, al estar sentada, Adhara se encontrara en una posición inferior de quien de pie se hallaba. Sin embargo, la escena que transmitían era erróneamente lo que se esperaba, como comúnmente acostumbraban. Estando en la silla invocada, observándolo fijamente, los estudiantes jamás presenciaron una superioridad tan divina como la que la serpiente denotaba. No era de las escandalosas que recelo provocaba por la persona que se creía más de lo que era. No, en esta ocasión, era claro que la serpiente verídicamente era superior a él. Porque del león quedaba comprender que sumiso debía ser si su aceptación quería obtener.
El aire fue irreal por tres largos segundos.
Después de casi dos semanas, escuchado fue el anhelo de los dorsos de las manos. El tacto con el contrario ardió de una manera sublime, las brasas que estaban por extinguirse se reavivaron por tal inocente gesto.
Tomarse de las manos nunca se había sentido tan necesario.
Sin tener la intención de quebrar la conexión entre la plata y la madera, Sirius ayudo a Adhara a levantarse de su silla, permaneciendo perdidos en la ausencia del brillo en sus ojos.
Manteniendo un brazo detrás de su espalda mientras que alzaba la otra, dónde su mano estaba sosteniendo la suya, Sirius presumía el ser aceptado por la mujer que lo tenía subordinado.
La elegancia impregnada en su distinguido andar, la base armoniosa que repercutía cada vez más prominente y la no extinguida conexión obsequiaba una digna secuencia, una escena merecedora de ser plasmada con óleo.
Dos semanas. Tal periodo fue el justo para que los alumnos a la pareja perfecta olvidaran. Pero no el suficiente para desacostumbrarse del sentimiento de contemplación. Porque abandonando lo físico, verlos juntos... gozar de la dicha que para la vista era percibir la perdición de ambos en la esencia del contrario... Inexplicable era el sentimiento. Y ninguno sería capaz de negarlo, si por separados dominaban el ambiente, juntos... Juntos te obligaban a descuidar tus intereses por ellos.
Estando en medio del salón, Sirius haciendo uso de sus manos unidas, la invitó a posicionarse frente a él. No existió quiebre en la línea que los conectaba y los susurros aumentaban a intensidad tras cada interacción. Más los danzantes llegaron a un íntimo acuerdo: era mejor ignorar a los próximos para concentrarse en el danzante.
Preguntándose porque ninguno de los dos hacía algo, las féminas expresaron suspiros de encanto al observar a Sirius reverenciándose nuevamente, demostrando su galantería ante su pareja.
Y todos nuevamente aguantaron su respiración, porque cuando una vez el león volvió a su posición, consiguiendo la devolución de la reverencia, en un fugaz movimiento que los deslumbró por su maestría, la mano de Sirius se posicionó con delicadeza en la cintura de su expareja.
Quienes educados fueron sobre las características de un baile, tradujeron el minúsculo titubeo como una solicitud de permiso.
Los de clase aristócrata debían admitir que Black, por más idiota e imbécil que era, poseía los mismos, hasta más exhaustivos, modales que les fueron inculcados. Después de todo, los de apellido Black pertenecían a una destacable y noble familia de sangre pura, y aunque el danzante era considerado la estirpe de esta, por sus venas seguían recorriendo los modales de nacimiento.
Por ello, les fue fácil interpretar que él respetaba la situación entre ambos, una donde sólo había conseguido el baile por obligación de un mayor... o de eso se querían convencer.
Los educados reconocían la desconfianza y el rencor en el distante, sin dejar de ser elegante, balanceo que Adhara permitía dar.
Porque sí, por más que el hombre se esforzaba en llevar el mando del baile, este inevitablemente sería influenciado por el permiso de la mujer. Al fin de cuentas, tal danza clásica era considerada un cortejo en la antigüedad. Lo que señalaba que cada gesto, paso y detalle empleado en el singular movimiento — condicionado por la música — importaba.
Porque no se trataba de un baile común y corriente, tampoco de una conversación que buscaba solución a sus problemas, no. Claramente, lo que el gran Sirius Black buscaba era cortejarla.
Porque todos los leones reconocieron que los errados habían sido ellos, todo tras la discusión.
La misma que, después de la revelación de McGonagall, se dio.
°•°(...)°•°
¿Tenía un lugar a donde huir?
Los alumnos se apartaban de su apresurado caminar. Las palabras llegaban, pero no eran interpretadas. Reconocía los llamados, después de todo, su nombre estaba impreso en ellos. Y el defecto se presentaba cuando ignoraba las demandas por el temible ahogamiento.
¿Era que estaba condenado a un ciclo sin fin?
Una decisión destructiva que se convirtió en el hábito de su día a día. Ya que cada barco que escogía lo dejaba en la deriva. Y se enfurecía en todo momento que una nueva tempestad aparecía. Porque eran los marineros de confianza que, traicionando la ruta marcada, de su casa se desviaban.
Más luego se cuestionaba, ¿Era él poseedor de una morada?
Los llamados resonaban e indiferente a ellos se mostraba. Más la manifestación física de sus pesares lo delataba, por ello no hubo necesidad de pronunciar palabra para que a la sala común de su casa entrara. Tenue fue la paz sembrada y no se intensificó una vez germinada. Tomó aire, ansiando la calma que un hogar inspiraba.
¿Eran cuatro paredes quienes conformaban un hogar?
No tenía respuesta. No cuando los llamados pensar en paz no lo dejaban.
— Canuto — subió las escaleras a paso rápido — Sirius, detente — ignoró tal petición.
¿Podía sentirse asfixiado aun cuando las ventanas de su habitación abiertas estaban?
— Sirius — Sabía lo que se avecinaba, él visibilizó la tormenta desde antes que se acercara.
— Joder, ¡Canuto! — y pronto tendría que tomar el timón para navegar entre las olas de preguntas que soltarían sus amigos.
— ¡Sirius! — bufó exasperado, dándose media vuelta para enfrentarlo.
— ¿Qué? — bruscamente cuestionó.
— ¿Por qué no nos lo contaste? — exigió saber y decidió ignorarlo.
La corbata que traía puesto le ajustaba al igual que los botones de la camisa. Ambas prendas parecían poseer un objetivo en común: privarle de aire.
— ¡Deja de ignorarnos, maldita sea! — se quitó la corbata, lanzándola a su cama.
— James, tranquilízate — pidió Remus.
— No, no lo haré — masculló — ¿Cuántas cosas se pudieron evitar si él hubiera hablado? — le cuestionó.
— James, te estas pasando — Remus señaló, esperando retener las atacantes preguntas que salían del mencionado cuando se encontraba en tal formato.
— ¡No, Remus! ¡Porque no puedo entender la razón por la cual permitió que desconfiáramos cuando sabía lo de sus padres!
— ¡Lo hice porque ella es jodidamente vengativa! — explotó ante las exigencias de su amigo.
El grito provocó que callaran, no porque en sus ojos notaban la petición de que pararan, sino por el dato que se revelaba.
— Sabía que estaba haciendo de las suyas — informó — Ella es tan rencorosa que... — negó, no queriendo hablar de más — Sólo quería estar preparado para apoyarla cuando me necesitara — explicó en un hilo de voz.
Pero le fallé, pensó adolorido.
Las exclamaciones de sus amigos no culminaron tras las palabras expresadas. Ninguno de ellos caía en cuenta que suficiente dolor tenía con los reclamos de su cabeza, como para soportar las de ellos. Sirius se torturaba así mismo, olvidándose de sus amigos, sólo pensaba que, en el momento en que ella más lo necesitó, él jamás se apareció.
Se sentía... hundido. Sus pensamientos, sus decisiones, sus palabras... lo mencionado le pesaba, lo conducía a una oscuridad de la que nunca pensó experimentar. Nuevamente, estaba perdido. Perdido entre las mareas, perdido entre las constantes olas... perdido entre los barcos que se acercaban a él para ayudarlo, sin darse cuenta, que su aproximación eran los causantes de su ahogo.
— ¿Por qué? — esta vez fue Alice quien preguntó — ¿Por qué no permitiste que la profesora McGonagall siguiera hablando?
— ¡Por que sucedieron aún más cosas que su muerte! — gritó enfurecido de que no se callaran, de que no comprendieran que lo único que deseaba era paz.
Qué lo único que deseaba era... oh no, no lo había dicho.
— ¡Mierda! — el arrepentimiento no demoró en aparecer.
Era un idiota, pensó desordenándose el cabello. Un jodido idiota.
— ¿Qué? — jadeó sobresaltada por el arrebato.
Un idiota que no dejaba de alimentar la curiosidad.
— ¿Qué más sucedió ese día, Sirius? — Frank preguntó lo que su pareja, por el estupor, no era capaz.
— No puedo decirlo — murmuró, obligándose a morderse su lengua.
— Deja de cargar tanto peso solo, Canuto — con suavidad en su voz, pidió Remus.
— No voy a decirlo — repitió, aun cuando se sentía en una encrucijada, no soltaría ni una palabra.
— ¡Por una vez...! — la impotencia se presentaba — ¡Por una maldita vez, confía en nosotros, Sirius! — gritó exasperado.
James solo ansiaba ayudar a su amigo, era el deseo que necesitaba hacerlo realidad.
— ¡No voy a romper más promesas, James! — devolvió el grito — Ese día... — negó, cerrado sus ojos por el recuerdo — El día que me lo contó fue desgarrador, no saben... — se calló, declinando a seguir hablando.
— ¿Quieres saber por qué no sabemos? — cuestionó — ¿Quieres saber por qué no podemos ayudarte? — atacó, esperando de esta forma aflojarlo para que cediera.
— No voy a decir nada, James — entre dientes afirmó — Y esa es mi última palabra — lo enfrentó en una pelea de furiosas miradas.
— Está bien.
Todos giraron a ver a la pelirroja, Lily se encontraba detrás de todos, con su mirada fija en el pelinegro.
— ¿De... de qué...? — parpadeó confundida — ¿Qué está bien, Lils? — Alice preguntó.
Pero un objetivo había mermado en la mente de la mencionada. Pasó entre medio de todos sus amigos, llegando frente al pelinegro.
— ¿Peli...? — sus palabras se detuvieron por su acción.
— Lo siento — murmuró abrazándolo, dejándolo petrificado — Lamento que tuvieras que elegir — el nudo en su garganta comenzó a desenredarse — Lamento que te obligáramos a elegirnos — devolvió el abrazo.
— La extraño — musitó, escondiéndose entre las rojizas hebras — Solo quiero volver a estar con ella.
— Lo sé — respondió, sobando la espalda de su extraño confidente — Y eso es lo que haremos — afirmó con voz alta, esperando que todos la escucharan.
— ¿Qué quieres decir, Lily? — el entrecejo fruncido del de cicatrices manifestaba su confusión.
— Ocupamos una posición que no nos pertenecía — declaró una vez que se alejó del pelinegro — No éramos quienes para exigir respuestas.
— Somos sus... — Frank intentó hablar.
— Éramos — corrigió, porque debían de aceptar en qué posición se encontraban ahora para saber a dónde avanzar — Éramos sus amigos, pero no ellos para saberlo todo — explicó, haciendo alusión a la relación que tuvieron los pelinegros — Nos equivocamos al pensar que éramos nosotros los afectados, que éramos nosotros quienes merecían soluciones, cuando realmente lo era Adhara — mencionó — Cuando realmente, quien fue condenada era ella, no nosotros, ella — miró a Sirius — Y lo arrastramos a él a esa condena.
Creyó ser clara, la grisácea mirada le permitió saber que fue comprendida. Más eran los únicos ojos que trasmitió entendimiento entre tantas que la analizaban.
— Lo que quiero decir, es que le fallamos, a ambos — aclaró posicionándose frente a ellos — No necesitábamos de explicaciones para manifestarles nuestro apoyo. No fuimos capaces de reconocer los pesares que ambos cargaban. Y en vez de ayudarlos, sólo aumentábamos peso a sus problemas.
Los leones se convirtieron en una carga para Adhara, una que hasta el más fuerte no podría sobrellevar sin una buena compañía. Y era una completa desdicha que, para ese momento, la soledad fuera su única y real amiga.
— Nos equivocamos, — reveló — erramos en todas las decisiones que tomamos. — Tomó aire, la declaración que diría sería importante — Y no es solo culpa de Marlene, es nuestra por participar. Es nuestra por trabajar a sus espaldas... es nuestra — pasó saliva para mirarlos — por acobardarnos.
Y es que todos fueron unos cobardes, por más daño que la afirmación traía a su orgullo, debían de reconocer que lo dicho era incuestionable. Ellos fallaron, fallaron en el momento en que más los necesitaban.
— Pero aún podemos redimirnos — ¿Era la ilusión de una solución lo que en sus ojos brillaban? — Tal vez no consigamos su perdón, pero la libraremos de nuestra condena. — ¿O era el arrepentimiento contenido que en lágrimas se manifestaba? — La liberaremos al mostrarle nuestro arrepentimiento, al explicarle que no fue ella quien se equivocó, sino, nosotros.
Existió un silencio. Necesario era, ya que se trataba de la ocasión perfecta para atender el diálogo interno. Porque, únicamente, cuando la afonía se presentaba, hábiles éramos descubriendo lo que implorábamos.
— Lo solucionaremos — decidió James rompiendo el mutismo — Y puede que no nos perdone, pero tú — se acercó a su hermano del alma — Tú volverás con ella — afirmó señalándolo.
— Aunque sea lo último que haga — Remus se unió — volverás con Adha — el licántropo lo tomó como una promesa de agradecimiento.
Porque de la misma forma que Adhara estuvo para él en cuanto a Paula, ahora él estaría para Sirius en todo sentido de la palabra.
— Perdónanos — pidió Frank.
Porque ahora comprendía que, por más que pensó que sus intenciones fueron genuinamente positivas, la trasmisión mutó tras los truenos que sus sentidos atontaron.
— Lily tiene razón — Alice se acercó — Te obligamos a elegirnos por sobre ella sin darnos cuenta.
Porque sus opiniones se adhirieron a las decisiones de Sirius, llevándolo forzosamente a un estrepitoso final de donde eran ellos los culpables.
— No — Sirius negó.
Impresionados por el dolor que sentían al no ser perdonados, no evitaron divagar que realmente la habían cagado.
— Ustedes no son los únicos que se equivocaron — sonrío al ver cómo sus amigos volvían a respirar — Todos fuimos unos jodidos cobardes — reconoció riendo con amargura.
Porque tenían algo de razón, pero no completamente toda. Porque ahora lo sabía, no era sólo que había escogido entre sus amigos y su pareja. ¿Eran cuatro paredes quienes conformaban un hogar? No, no lo eran. Quienes conformaban su hogar estaban frente a él, pero aún se sentía incompleto, porque faltaba la calidez que sólo una persona le brindaba. A su vez, que faltaba la inocencia que debía cuidar.
Porque el refugio que tanto necesitaba se encontraba en una persona, entre la conexión de su cuello y hombro, para ser exactos. En donde su hogar, de un aroma, se disfrazaba.
— Bueno — James sonrío — ¿Cómo no lo serías conociéndola en todo su esplendor? — preguntó con picardía.
— Oh, ¡Cornamenta! — se quejó divertido.
Rieron. Rieron hasta que las lágrimas de arrepentimiento dejaron sus ojos, rodando por las mejillas sonrojadas de las sonrisas de alivio, alivio causado por la ilusión de una solución.
Sollozaron. Sollozaron en el abrazo conjunto, sintiéndose nuevamente unidos, considerando este el punto más bajo y alto de su amistad. Porque atravesaron por el sufrimiento de un posible rompimiento, uno que lo transformaron en la adhesión de sus personas.
Comprometiéndose los unos a los otros, uniéndose en juramentos y amparándose en desconsuelos. Sólo ellos serían los afortunados en experimentar el nexo.
Porque los olvidados siempre quedaban desafortunados.
°•°(...)°•°
Sirius veía este baile como una oportunidad de recuperar lo que ambicionaba, la oportunidad perfecta de emplear sus dotes galantes que buscarían reanimar el apasionado fuego del cual estaba seguro, aún no se extinguía.
Porque mientras que la paseaba entre un par de balanceos, dos leonas no dejaban de murmurar que Sirius tenía todas las de ganar por la gran notoria conexión que demostraban tras cada paso que daban.
Después de todo, ellas no eran ciegas, como su miope amigo, para ignorar la forma en que los ojos de los pelinegros nunca se desviaban del otro, por más que — en un paso que jamás observaron — el pelinegro comenzó a tantear alzando el brazo de la de marrones ojos de poco a poco, hasta que, al estar confiado, dio una media vuelta a su pareja, deslizando lentamente su mano por el brazo de la fémina.
Y volviendo a posicionarla en su cintura, logró que Adhara apoyara su brazo que fue alzado en su hombro, dejando su mano a la misma altura del rostro de Sirius, pero a una distancia más que prudente para que no se tocaran.
— ¿Tú qué opinas? — preguntó Alice, notándola nerviosa.
— Alice... — reprendió Lily, a pesar de reconocer la prueba en la pregunta.
— ¿Uh? — murmuró perdida la cuestionada.
— ¿Qué opinas? — la suavidad se impregnó en su voz cuando recordó que de la enfermería ella había salido ayer.
— Bueno, se nota que está haciendo lo posible porque se sienta cómoda — explicó — ¿Vieron cómo siempre posiciona un brazo detrás de su espalda tras cada giro? — señaló, las chicas asintieron no comprendiendo del todo la mención de aquel acto — No quiere que se siente presionada a un contacto completo, está esperando que ella le permita este.
— ¿Cómo es que sabes tanto? — preguntó Alice confundida.
— Mis padres son fanáticos de los bailes clásicos — las dos chicas asintieron y...
... y Marlene se encogió de hombros.
Las tres ignorando de sobremanera las expresiones de sus compañeros, quienes escucharon su tranquila interacción con sorpresa. Tres días podían cambiar muchas cosas...
Más solo había bastado uno para que se arreglaran después de que ella finalmente despertara.
°•°(...)°•°
Compartieron miradas dubitativas.
Desde la fiesta no habían vuelto a descansar en su habitación. Ambas pasaron tal noche junto a su pareja respectiva. Y cuando se dio la ruptura de la denominada pareja perfecta, se quedaron en la habitación de los merodeadores, con el fin de calmar tanto a Sirius como a los demás. Porque los tres bromistas no se tranquilizaron hasta muy entrada la noche, cuando lograron convencerlos de que Madame Pomfrey cuidarían bien de Peter.
Y nuevamente, cada una pasó la noche con su pareja.
Luego llegó el día de la conmemoración del fallecimiento de su amiga, seguido de la conversación con la profesora McGonagall y la discusión con Sirius, la cual sabemos de qué forma terminó.
Ahora, después de casi tres días, experimentando un martes, Lily y Alice temían lo que se encontrarían en su habitación, todo por su compañera de cuarto.
No existió interacción alguna con la rubia desde la última discusión que tuvieron hace una semana, cuando su amistad con Adhara se vio terminada. Esto, debido a que las dos leonas salían de su habitación con los primeros rayos de sol, antes de que Marlene despertara, y llegaban cuando el último león dejaba la sala común, cuando Marlene ya estaba durmiendo.
Y esa era la única y repetitiva vista que tenían de la rubia, ella dormida en su cama, siempre en la misma posición.
Pero ahora, tanto Alice como Lily sabían que debían interactuar con ella. ¿Por qué? Por la atrocidad que cometió durante la fiesta. Ellas no comprendían, realmente no entendían las acciones de Marlene...
Parecía ser otra persona, a pesar de poseer sus mismas facciones.
La Marlene que conocieron jamás hubiera hecho uso de la amortentia que ganó en la clase de pociones. Ese mismo día les comentó que la única razón por la que apeló a que Peter no hizo nada para ganarse la poción, era para evitar que los Merodeadores no usaran tal pócima en sus bromas.
Porque esa era su Marlene, aquella que a pesar de los sentimientos que tenía hacia la ex pareja de pelinegros, no decidiría acabar con su felicidad.
Como ella misma les había confesado después de la conversación que tuvo con McGonagall para hacer un cambio de donde pasaría las navidades ese año. Donde la Marlene que querían reveló que casi delataba sus acciones por los no muy sanos sentimientos que sentía, pero que se arrepintió cuando reconoció lo que su precipitada decisión les afectaría.
Ellas se equivocaron en creer en sus palabras, donde les prometía que durante las festividades dimitiría del insano sentir, porque fue cuando regresaron de aquellas vacaciones donde la dejaron sola, que su investigación iniciaría.
Lily entonces tomó aire, buscando con esta acción llenarse de las fuerzas necesarias para poder abrir la puerta, dando el primer paso para una acción que no tenía idea de cómo la dejaría.
Porque en todos sus años de Hogwarts, nunca se imaginó a ella misma obligándose a despertar a quien consideró una amiga para enfrentarla y reclamarle por intoxicar a Sirius con Amortentia. Nunca se planteó la necesidad de pedir explicaciones antes de informar a los profesores, porque Lily requería escuchar la confirmación de Marlene sobre sus acciones para aceptar que ella ya no era la misma rubia que años anteriores la consolaba por los desprecios de su hermana.
— Marlene McKinnon — Alice exclamó, uniéndose a su amiga en su objetivo — Nunca has sido de las personas que tenían el sueño pesado — señaló, recordando las veces en que la rubia se quejaba por la bulla de sus chismorreos cuando ella descansaba — Así que sal de una vez de esa cama y afronta tus malditas decisiones — exigió molesta.
No hubo ningún movimiento de quien en su cama se encontraba. Ambas compartieron miradas exasperadas y, ante un asentimiento de Lily, Alice sacó su varita dispuesta a despertarla por las buenas...
— Rennervate — o por las malas.
Las dos leonas compartieron una sonrisa de satisfacción al notar como su compañera de habitación se sentaba en su cama. Más tal sentimiento cambió cuando la colcha dejó de cubrir el cuerpo de la rubia.
— Mierda — Lily susurró, ganándose una mirada de Alice.
Pero sincerándose, la castaña se sentía igual de sorprendida, o hasta más, que su amiga.
Marlene se veía completamente demacrada. La piel lechosa y brillante a la que acostumbraban a observar ahora poseía un tono pálido llegando a ser enfermizo. Su contextura había disminuido a tal nivel que sus huesos se notaban por más de traer un conjunto muggle puesto. Y su cara... las notorias bolsas negras bajo sus ojos y la resequedad en los antes radiantes labios las preocupó.
Pero lo que las asustó, fue cuando la nombrada las miró.
— ¿Qué mierda te sucedió, Marlene? — preguntó en un hilo Alice.
Pero solo recibió un ladeo de cabeza junto con una mirada completamente vacía. La castaña retrocedió exaltada cuando un hechizo chocó con el cuerpo de la rubia.
— ¡Lily! — gritó exigiendo respuestas.
— Sus ojos están blanquecinos, Alice — cortó la pelirroja.
Alice la miró atemorizada, captando lo que su amiga quería decir con esa información. Los efectos de una de las maldiciones imperdonables reaparecieron en su cerebro.
— Esta no es nuestra Marlene — informó — Hay que llevarla a la enfermería, en este instante — ordenó.
No tuvo que repetirlo dos veces.
En ese momento, las dos jóvenes leonas se enfrentaron a la misma situación que los merodeadores lidiaron hace unos dos días. Más ellas no corrían con la capa de invisibilidad que los varones poseían. Pero de lo que Lily estaba agradecida, era de los muchos pasadizos que Adhara le enseñó para que a no llegara tarde a sus clases, porque estos utilizaron para acortar el camino hacia la enfermería.
De la misma forma que acortaron su camino cuando se retrasó en seguir a sus amigos.
Pero eso no invadía sus pensamientos ahora, no cuando Madame Pomfrey pedía a un recuadro que llamara a los demás después de examinar a Marlene. No cuando con pocas y breves explicaciones de que la rubia se encontraba bajo una poción de difícil elaboración — porque la magia oscura hizo de su amiga una sumisa — les pidió que salieran de la habitación de blancas decoraciones.
Más toda preocupación hacia su amiga pareció ser suplantada por el arrepentimiento que vivían desde hace una semana.
Señorita Evans, Señorita Fortescue — la profesora McGonagall las miró — Será mejor que vuelvan a la sala común — pidió, antes de ingresar a la enfermería.
Ignoradas quedarían sus indicaciones, debido a que Lily y Alice quedaron absortas por la persona que detrás del Profesor Slughorn y el director Dumbledore caminaba.
Les costó reconocerla, la seriedad junto el paso firme que poseía no era ni por asomo al que usualmente presenciaban. De la misma altura que sus acompañantes, con los mismos rasgos de cansancio camuflados en imperturbabilidad, ella parecía una más de los encargados de su seguridad.
No les fue difícil conectar miradas, no cuando ella tenía su cabeza alzada y su vista delante, manteniéndose en alerta de todo lo que sucedía a su alrededor.
— Adhara... — ambas percibieron el atisbo de sorpresa en su persona cuando la llamaron.
— Señorita Jone — escucharon el llamado de su profesor de pociones.
Y todas sus esperanzas de acercarse a ella para conversar se desvanecieron al recibir una negación de cabeza. Se propusieron a seguirla, más después de cruzar por el medio de ellas, la puerta de la enfermería se cerró en sus rostros. Las palabras de su profesora McGonnagall resonaron en sus cabezas cuando lo último que vieron de ella fue su larga melena.
Ellas no tenían ni la menor idea sobre lo que Adhara había hecho para no involucrarlas en la guerra.
°•°(...)°•°
Se sintió conmovida al ver la gran delicadeza con la que planeaba y llevaba a cabo cada movimiento. No podía creerlo viniendo de un estudiante como Black, pero se sentía complacida de no haberse equivocado al otorgarle tal oportunidad, a pesar de que podría causar más deterioros en su relación con Adhara.
Se tomó de las manos, y asegurándose de tener su varita bien direccionada, hizo un sutil movimiento hacia el gigantesco fonógrafo que el colegio poseía para estas oportunidades.
Suspiró encantada de ver las consecuencias de sus actos. El joven Black, quien no había dejado su postura sumisa y titubeante, comenzó a alejarse y acercarse haciendo uso del agarre de sus manos que no parecía tener la intensión de separarse. Y tras un ir y venir, logró que Adhara aceptara que su brazo descansara en su espalda, mientras que el anterior agarre de manos sólo se fortalecía en el aire.
Allí, bailando junto a la persona que más amaba, la mayor esperaba que todas sus dudas se disiparan. La profesora esperaba que, probando nuevamente la felicidad que Sirius le otorgaba, pensara mejor sus palabras.
Minerva cerró sus ojos, deseando una vez más a Merlín, que guiara a su preciada alumna para que cambiara de parecer ante la decisión que tomó en la enfermería.
Deseando que, con aquel baile, la pelinegra olvidara su impuesto deber.
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El aire, que contuvo desde que cruzó miradas con los brillantes ojos, sus pulmones dejaron salir cuando las puertas de la enfermería se cerraron a sus espaldas.
Adhara tuvo esperanza.
Esperanza de no encontrarse con ninguno de los leones arrepentidos. No después de la conversación que tuvieron con McGonagall el día anterior. Porque ella no deseaba ser quien recibiera las miradas de pena por el atroz suceso que cargaba. Ella no necesitaba de sus consuelos.
Pero dentro suyo los ansiaba.
— Adhara — instintivamente caminó hacia el director — ¿Todo bien? — quiso saber — Vi a las señoritas Evans y...
— Todo bien, Albus — el director asintió, notando el ánimo de su estudiante, decidiendo no hacer más preguntas.
— ¿Qué ha sucedido, Madame Pomfrey? — preguntó Horace, atrayendo la atención de los presentes.
— Una estudiante de Gryffindor — comenzó a explicar, caminando hacia una de las últimas camillas — Parece ser que está bajo el elixir de sumisión — explicó.
— ¿Cómo está segura de ello, Poppy? — preguntó Adhara frunciendo su ceño — Tal poción es una de las más complicadas en hacerse.
— ¿Y a qué se debería eso, Adhara? — preguntó el jefe de la casa de las serpientes, como si estuvieran en plena clase de pociones.
— Porque se emplea magia oscura para su preparación debido a que sus efectos son similares a la maldición imperio — respondió la nombrada — El bebedor se vuelve sumiso a los pensamientos que el creador ha aplicado en ellos de poco a poco, hasta que finalmente, se olvida de todos sus intereses mundanos después de llevar a cabo el objetivo encargado, causando así su posible muerte de no ser detectado temprano — terminó su explicación.
— ¿Podemos dar unos puntos a Slytherin? — preguntó Horace con una orgullosa sonrisa que desapareció al reparar en la severa mirada de su colega. Se aclaró la garganta antes de continuar — Pero cómo dice Adhara, los únicos capaces en crear tal poción son sólo los más experimentados en el ámbito.
— Juzguen ustedes — exclamó desplazando la cortina que ocultaba el cuerpo de una estudiante de cabellos rubios.
— McKinnon... — murmuró atónita.
¿Cómo no lo sospechó? Se regañó. El semblante angustiado de Lily y Alice lo decía todo. No obstante, se permitió distraerse.
— Según lo que me indicaron, no ha estado actuando cómo ella — explicó la enfermera del castillo — Mencionan que no la han visto bañarse, cambiarse o siquiera comer. Y... — con un movimiento de su varita los ojos de la estudiante se abrieron — ... sus ojos están blanquecinos.
— ¿Han mencionado desde qué día se ha manifestado estos comportamientos extraños? — cuestiona McGonagall.
— La última vez que hablaron con ella fue hace una semana — respondió, Adhara observó a la enfermera de reojo, procesando la información.
— Efectivamente — comunicó el director con un singular brillo en sus ojos — Está bajo el elixir de sumisión — confirmó.
— ¿Cómo estás seguro de ello, Albus?
— Adhara — todos observaron a la nombrada, quien tenía sus ojos fijos en el collar que traía la rubia.
— Engorgio — el collar adoptó el tamaño de un frasco de cristal.
Bajo la vista de todos y con un cuidado extremo, Adhara retiró el collar de Marlene. Una vez fuera, destapó la poción para olerla.
— Está a un sexto del frasco — comunicó examinándolo una vez cerrado — Y por la marca que deja esta poción al ser de color grisáceo, su contenido era casi completo.
— Sólo es necesario diez gotas para tener un control total de 24 horas — informó nervioso el jefe de Slytherin — ¿Está queriendo decir que...?
— Es más de una semana que está bajo la influencia de está poción — confirma entregándole el frasco a Horace.
— No puede ser posible — niega la profesora — Durante mis clases ha estado participando cómo habitualmente lo hace.
— ¿No ha tenido algún comportamiento en particular, Minerva? — cuestionó Albus, con una mirada que daba a entender sabía lo que decía.
— No estará hablando sobre ello, Albus — manifestó su discordancia.
— Desde que permitieron las salidas a Hogsmeade, ya poseía este collar — informó Adhara, ignorando su necesidad de que ambos mayores explicaran sobre qué hablaban — Lo utilizaba cada dos semanas. O al menos, eso dejaba ver.
Aún recordaba cada detalle de la rubia durante esos meses. No era tan despistada, era conocedora de sus miradas instigadoras. Pero sí era ingenua, lo fue al decidir no enfrentarla y asumir que tales miradas sólo se debían a... Se sentó en la camilla, examinando más el aspecto de la rubia, aparentando buscar más pruebas de lo que podía estar sucediendo con ella. Intentando borrar el nombre de cierta persona de su ser.
— Esto es serio Albus — enunció Horace preocupado — Es el segundo estudiante que se encuentra dopado por una poción de difícil elaboración — comenta.
Minerva y Albus, quienes tenían una tenue conversación, dejaron de hablar.
— Horace... — la habitual voz suave del director tuvo destellos de regaño.
Y Madame Pomfrey sabe lo que se avecina por la recta postura que optó la menor presente.
— ¿Cómo qué segundo estudiante? — interrogó.
— ¿Segundo estudiante? No, no, quise decir se... — el profesor de pociones intentó remendar su error.
— ¿Quien más está bajo la influencia de una poción? — Adhara dejó su asiento en la camilla — ¿Quién más, Albus?
El mayor se acomodó los lentes de medialuna. No soportando la intensa y molesta mirada de su alumna, se abrió paso para guiarla a la camilla camuflada dónde el estudiante descansaba.
— Peter — murmuró angustiada, acercándose de manera rápida para asegurarse de que seguía respirando — ¿Qué le sucedió?
— Está bajo el filtro de muertos en vida — explicó Pomfrey, ignorando la reprochante mirada del director.
— ¿Por qué no me avisaron? — indagó sin apartar la vista de su amigo, asegurándose de que estuviera estable.
— No quisimos preocuparte — el Profesor Slughorn interviene, sintiéndose culpable por ser el revelador de lo que mantendrían en secreto — Pensábamos que solo se trataba de alguna broma entre compañeros...
Patrañas, se dijo la pelinegra.
— Pero ahora que son dos... — murmura Minerva, compartiendo miradas con su colega.
— Es un patrón — Adhara concluye — Me encargaré de sus pociones — indica, dándole una última mirada a su amigo antes de concentrarse en los mayores.
— No es necesa-...
— Lo es — Adhara proclamó — Tengo la ligera certeza de la razón por la que han sido los afectados...
— Solo han sido dos, Adhara. — Albus indica — No hay un tercero como para...
— Y tampoco lo habrá — afirmó la estudiante.
Todos allí fueron testigos del pequeño brillo en las puntas del oscuro cabello. Y supieron que no era momento de contradecirla.
— No vuelvas a cometer el mismo error del año anterior y escúchame, Albus — pidió conectando miradas con el de cabellos platinados — No habrá un tercero, no los voy a arriesgar más.
— El plan se verá...
— El plan ya está culminado — cortó — Conseguí lo que necesitabas, la reunión ya está pactada. — le recordó.
— Aun así, necesitamos a más personas... — la melena negra se movió de un lado a otro —... para que puedan ayudarnos.
— No.
— Adhara, si tan solo confiaras en ellos una vez más... — la pelinegra dejó de estar sentada.
— Esto no tiene nada que ver con los últimos sucesos de mi vida personal y lo sabes, Albus — invalidó el argumento que iba a decir — Tanto tu como yo lo acordamos, no vengas a romper el trato a este punto.
— Sé que dije... — "Prometiste" corrigió Adhara — ... que no involucraría a ninguno de los jóvenes en esta guerra. Pero ya no son más jóvenes. Ahora son...
— ¿Adultos? — la ironía salió de su voz — ¿Realmente los consideras unos adultos? — el mayor no respondió — No puedo creer lo que estás queriendo hacer ¡Siguen siendo unos adolescentes! ¡Podrán ser mayores de edad! ¡Pero adultos no son, Albus!
— Al igual que usted — señaló.
— No quieras utilizar esa carta — ronca y grave salió su voz — No te atrevas, Albus.
— Pero es la verdad — contestó — Recién estas alcanzando la mayoría de edad y te has visto envuelta en esta guerra desde mucho antes. ¿Por qué sería diferente para ellos?
— Porque ellos no lo han perdido todo — respondió — Tienen padres, hermanos, amigos. — enumeró con dolor — ¿Vas a hacerlos entrar a una guerra donde perderán todo lo que aman?
— Ellos ya están dentro de esta guerra, Adhara — la firmeza desapareció de su mirada — Tienes que aceptarlo.
— Albus, por favor — rogó en silencio, más el albino negó.
— Ellos están involucrados en esta guerra desde que entablaron relación contigo, Adhara — Minerva observó con malos ojos la declaración de quien consideraba su amigo.
Por más que en el fondo sabía que tenía razón.
— No es cierto — la culpabilidad que sentía no podía serlo.
— ¿Por qué, entonces, la joven McKinnon y el joven Pettigrew están en esta enfermería?
— Albus — la severa mirada de la profesora le pidió que se detuviera.
— Porque ellos tan solo son objetivos — su firmeza volvió a relucir, no dejaría que la doblegaran — Y hay una gran diferencia entre ser un blanco y ser una jodida pieza activa en esta guerra.
— Adhara — regañó McGonagall por su lenguaje.
— De una u otra forma están involucrados — musitó el de caballos blancos.
— Pero en solo una puedo controlar sus movimientos y protegerlos — informó — ¿Crees que podrás controlarlos si los reclutas? ¿En serio consideras que harán caso a tus planes? — preguntó con ironía — Son de seguir sus instintos, son de sangre caliente. Y apenas crean que salir del plan puede beneficiarlos, no dudarán en hacerlo.
— No lo sabes con certeza — Adhara quiso reír.
— Claro que lo sé — señaló con una sonrisa engreída — Me pediste que evitará que reclutaran y al mismo tiempo que buscará a quienes reclutar — le recordó — ¿Crees que lo único que hacía era divertirme? ¿Crees que solo disfruté de mi época escolar? — atacó con preguntas.
— Adhara... — murmuró con pesadumbre.
— ¿La diferencia entre ellos y yo? — por más intensa que fuera su mirada, Albus la soportó — Qué estoy inmiscuida en esto desde antes que naciera. He huido tantas veces que ni siquiera mis padres recordaban en qué lugar nací, porque apenas lo hice, nuevamente tuvimos que huir. Los únicos dos años tranquilos que tuve fueron en Beauxbatons y Durmstrang, donde también cumplí mi deber de ocultar cualquier indicio de...
— No eres la única víctima en esta guerra, Adhara — cortó el director.
— ¡Pero soy la única que está evitando la creación de otras! — rugió exasperada, conteniendo su ira en sus manos — No vamos a dar pie a la creación de más víctimas — declaró mientras lo señalaba — no vamos a arriesgar a niños, Albus.
— No puedes proteger a todos, Adhara — el director descansó su mano en su hombro, brindando un apretón en este — Y ellos ya tienen la edad suficiente para elegir.
— Pero no la madurez, Albus — se dejó llevar por los azulinos ojos del mayor — No los involucres, no quiero que... — terminen igual que Paula, quiso decir, pero su garganta se cerró ante tal pensamiento.
La tensión que fue provocado por el intercambio de posturas desapareció, dejando un vacío que velozmente se rellenó por la melancolía de la menor. No era necesario escucharlo, los trabajadores de Hogwarts reconocían la culpabilidad personificada en cada gesto facial de la menor.
Cerró los ojos, reprochándose por la rebeldía de sus emociones. ¿Cómo quería que la tomaran en cuenta, que respetaran sus decisiones, si seguía comportándose como una maldita adolescente? A los ojos de los cuatro mayores sólo seguía siendo eso, ella lo sabía. Podría verse involucrada en los temas, podía compartir sus opiniones al respecto, podría formar acuerdos, pero jamás le darían tanto valor como a alguien con supuesta mayor experiencia en esta vida.
— Creo que lo mejor sería aplazar esta conversación — McGonagall indica, notando la pesadumbre que rodeaba a la adolescente.
— Me parece una magnífica idea, Minerva — Slughorn concuerda fingiendo ánimo, porque sólo deseaba salir de tanta tensión.
— No será necesario — Adhara recuperó el control de sus sentimientos.
Abrió sus ojos, encontrándose con el color que siempre la hacía dudar por los recuerdos.
Pero ya no se afligiría por ellos.
— Una vez les dije que, en esta guerra, el conocimiento es condena.
— Adhara — Minerva la observó con cautela — No estarás cambiando tu parecer a lo que acordamos ¿Cierto? — preguntó sin querer aceptar su interpretación.
El profesor de pociones y la enfermera del castillo compartieron miradas, no comprendiendo la inquietud de su colega al igual que la beatitud del director.
— No me van a escuchar — dijo mirando fijamente al director — Y no voy a cometer el mismo error que hace un año.
— Adhara, hay más opciones... — Minerva quiso intervenir.
— No niego su existencia, Minerva, y tampoco busco comprensión ante mi decisión — la profesora amagó en seguir hablando, buscando argumentos para que no cambiara de postura — Lo intenté.
De verdad lo hice, quería que lo supiera, que lo tuviera en cuenta.
— No es una solución — recordó, pensando que con ello la mantendría.
— Lo sé — asintió para su sorpresa — Pero lo será para ellos, para ustedes — fijó su vista en Dumbledore — Ya no serán objetivos.
— Adhara... — Albus quiso hablar.
— Después de la ceremonia, serán libres de mi condena.
°•°(...)°•°
La armonía no hacía más que alegrarse tras cada segundo que eran espectadores en el salón. La tensión seguía presente, aunque debilitándose por los armoniosos pasos de baile que no hacían más que aumentar al son de la armonía que resonaba.
El brillo que todos asumieron perdido un domingo en la mañana, revivió en las pupilas de quienes bailaban.
Todos allí se cuestionaban, que tan difícil era encontrar a una persona con la que íntegramente te complementaras. Que tan complejo serían los cuidados hacia una relación tan especial...
Y que tan fácil era el perderla.
Ellos no pudieron evitar hacer una mueca de disgusto ante tal situación.
— Con lo jodida que ha estado — comenzó su queja — para que en un simple baile el idiota consiga retroceder todo lo que avanzamos —la serpiente observaba con malos ojos el perfecto baile que demostraban.
Tenía tantas ganas de odiarla...
— No es que hayamos avanzado tanto — comentó irónico la otra serpiente.
— No arruines las cosas, Snape — advirtió, separando su vista para mirar el perfil del nombrado.
— No te consideres una ganadora, Vanity — respondió, al mismo tiempo que copiaba su accionar.
Ambos conectaron miradas al estar frente a frente. No obstante, su intento de reto visual fue interrumpido por una exclamación en común de sus compañeros de salón.
Giraron sus vistas, observando como su amiga solo seguía cediendo y cediendo ante el cortejo de Black, ahora permitiendo que, tras unas cuantas vueltas, el pelinegro dejara reposando su mano en su cintura a la par que unía los dedos de ambos en un agarre en el aire, acogiendo la posición más tradicional y conocida ante un vals, con la única diferencia que no estaban frente a frente, sino que, de costado, observándose con tan anhelo que causó nauseas en la confidente.
— Es una idiota — expresó molesta.
— Dime algo que no sepa — comentó profesando el mismo malestar.
— ¿Cómo es que puede aceptarlo después de lo que le hizo? — preguntó airada — Ese intento de hombre debería seguir suplicando y rogándole sin llegar a conseguir algo — señaló su creencia.
Porque para una mujer como lo era Vanity, ninguna persona debería de seguir recibiendo el mismo trato ante la traición que cometieron a su amiga. Ante aquella maldita deslealtad que le carcomía la vida.
— Es como si no la conocieras — Severus comenta, comprendiendo el trasfondo de las palabras de la serpiente — ¿No es así? La Adhara que estimas, la fuerte y vengativa, aquella que no duda en sacar su veneno ante los que la lastiman — relató, recordando una de las facetas de su amiga — Desaparece en el instante en que los estúpidos leones aparecen.
— ¿Qué estás queriendo decir? — su ceño se frunce, comprendiendo, y no haciéndolo, al mismo tiempo.
— Mientras que algunos negamos nuestro talón de Aquiles — su mirada nuevamente se conecta con la de ella — Ella lo reconoce desde que lo encontró.
— Sin jodidas expresiones muggles, Snape — su vos ordenaba, más su postura daba a entender que solo se trataba de una petición.
— ¿Por qué habría necesidad? — cuestionó sin dejarla de examinar — No es necesario cuando lo has entendido en su totalidad — expresó.
Severus pudo notar como una sonrisa crecía en el rostro de la nueva adquisición del meticuloso e íntimo grupo de amigos de Adhara.
— Aun así — la conexión no se pierde — Sigue siendo una idiota al tomar a un instintivo e imbécil león como debilidad — menciona.
— Las palabras precisas, como siempre — comenta ligeramente divertido.
— Oh, jódete Snape — separó su vista, concentrándose nuevamente en la mierda de baile que parecía sacado de cuentos infantiles.
El aludido se encontró negando, pensando, una vez que su mirada cayó en el baile, que la única supuesta razón por la que hablaba con la cazadora del equipo de su casa era por la persona a la que nunca abandonaría.
La misma que, de sus insanas acciones, el dúo rescataba.
°•°(...)°•°
¿Tenía un lugar donde refugiarse?
Las sonrisas y saludos otorgados no eran más que otros inventos creados. Su camino se vio transformado en una laguna de pensamientos, una que intentaba mantener la calma a pesar de ser originada por una desastrosa cascada.
¿Era acaso la soledad envestida de frialdad lo que poseía?
Su piel congelada anhelaba el tacto de quien calidez le brindaba. Más ahora debía de conformarse con los propios toques que se demostraba, porque ya no existía un ser que la cuidara.
¿Era tanto pedir dejar de ser traicionada?
De la misma forma que el agua llenó la tina, las memorias llenaron su persona. Se dejó arrastrar por ellos, disfrutándolos en el mismo lugar que fueron creados, consternándose por la ausencia del recordado.
Se cuestionaba ¿Qué tan sano era el desear ser ahogada?
Sus ojos se cerraban. El aire la abandonaba. Y el agua la atrapaba. Sumergida no existían memorias. Sumergida no existían personas. Sumergida ella desaparecía.
El ansiado sonido de sus oídos tapados por el agua la relajaba. Se sentía arrastrada... llamada a quedarse en el único lugar donde encontraba la paz que tanto anhelaba, más no de una manera sana. La opresión por la falta de aire la hacía olvidarse de la que sentía por la falta de una persona. El cosquilleo y temblor en sus ojos por la necesidad de abrirlos y ver más que oscuridad la hacían olvidarse del mismo sentimiento que le provocaba el llorar por felonía tras felonía. Su cuerpo completamente entumecido por los minutos bajo al agua podía fácilmente competir con el que sentía en los primeros minutos que dormía, antes de ser arrastrada por las atemorizantes pesadillas.
— Adhara — hasta podía jurar que el agua la buscaba.
— ¡Adhara! — sentía la necesidad de decirle que estaba allí.
— ¡Adha! — al mismo tiempo que el de callarse por su poca sana tranquilidad.
Pero Adhara lo conocía tan bien como lo hacía el agua. Y por ello, sorpresa no sintió cuando dos pares de brazos la alzaban, logrando que sus pulmones consiguieran el aire que para vivir necesitaba.
— ¡Eres una idiota! — escuchar sus gritos la hacían sentirse de maravilla, pensó sin siquiera mirarlo.
Las escenas no eran más que concurridas, y a veces, se preguntaba si realmente podría conseguir nuevamente un lugar donde ahogarse no fuera insano. Ya que aún recordaba el lugar que perdió. Aquel que todo su ser gritaba que volviera, el mismo que la hacía sentirse en su hogar al dejarse sofocar por su calidez, al dejarse inundar por su pasión, ahogándose en su amor.
Retuvo lo que entre sus labios quería salir.
Abrió los ojos, viendo desde la tina, que de a poco su agua disminuía, como Severus salía de su baño para traerle el par de prendas que últimamente vestía. Verdaderamente, la pelinegra estaba completamente agradecida, su amigo no tenía porqué preocuparse cada segundo que escapaba de su vista, pero internamente le agradecía que estuviera atento a su vida.
— Tienes que salir de allí, Adha — comentó una vez se acercó a ella.
Y la nombrada comprendió que se refería a algo más que la tina en donde se hallaba.
Sonrío burlona al observar como se daba la vuelta mientras se vestía.
— No es una salida que encuentre de un día a otro ¿Sabes? — murmuró mientras pasaba por su lado — Es igual que un acertijo, tantas palabras que te buscan ayudar sin saber que solo te condicionan más.
— ¿Podemos dejar las frases con doble intención detrás? — preguntó cansado del intento de tono hiriente de su amiga.
— Eres tu el que estas aquí — y a pesar de tal respuesta, la breve mirada que su amiga le dedicó bastó para entender que se disculpaba.
— ¿Es por lo de Lovegood? — preguntó, acercándose a ella para sentarse a su lado.
— No — contestó, apoyando su cabeza en su hombro.
— ¿Los leones? — sostuvo su mano.
— Cerca — sonrío ella, apretando su agarre.
Severus suspiró, dejando un beso en su coronilla, sintiendo como la bruma ligeramente se disipaba de su amiga.
— ¿Puedo ya, darle una paliza a ese idiota? — la frustración estaba en su voz.
Adhara río por ello, pero negó de inmediato.
— ¿Sabes? Empiezo a cuestionarme si realmente no es tan malo escuchar las ideas de Vanity e ignorar tus intentos de protegerlo después de... — Severus calló al sentirla apagada.
Maldijo para sus adentros.
— ¿Podemos cambiar de tema? — preguntó esperanzada.
— ¿Por qué? — Severus preguntó, enfrentando su mirada — ¿Por qué después de lo que te hizo?
— Pandora me recomendó un libro ¿Sabes? — Adhara se alejó de él — Dijo que...
— Deja de evitar lo que sientes, Adha — pidió el pelinegro — Por favor, sólo exprésate sinceramente.
— Sí, creo que mencionó algo sobre una solución muggle a... — deambulaba por su habitación, dándole la espalda al pelinegro.
— ¿No confías en mí? — escuchar la pregunta susurrada la hizo detenerse.
Confiar... ¿Era mala persona por dejar de creer en esa palabra después de que él la traicionara?
— No importa realmente si lo hago — se vio respondiendo, negándose a la necesidad de abrazarse por el frío que sintió al pensar en sus siguientes palabras — Nada realmente importa si los demás no lo hacen.
— Yo confío en ti — informó — Regulus lo hace, Vanity también.
— ¿Realmente lo hacen? — preguntó ella — ¿Realmente lo haces al saber que hay tantas que debería contarte...?
— ¿Pero que no lo haces? — completó, recibiendo un asentimiento.
Hubo un silencio que Adhara temió.
Uno que la hizo abrazarse cuando pasos sonaron al dejar la habitación.
Uno que casi la hizo sollozar cuando dos pares de brazos se unieron a su tan deprimente consuelo.
— No nos conoceremos del todo — escuchar la terciopelada voz de su amiga la hizo tiritar — Pero estamos aquí cuando quieras hablar.
Uno que la hizo preguntar si, lo mejor para ella, era apagar las brasas en su totalidad.
°•°(...)°•°
La armonía parecía ir de acorde a la accesibilidad que Adhara permitía a su compañero. Y los pelinegros no podían encontrarse más engatusados por el otro. Los que miraban con interés lo notaban, cada vez que ambos giraban y sus miradas se separaban, veían la necesidad de volver a conectarse.
Tan atrapante era el baile, que después de un buen rato de estar hablando los dos, Remus le dio un codazo a James, señalando con la mirada a quien se sentaba al lado del miope.
— ¿Qué dices tú, colagusano? — el rubio alzó su mirada, mirando a sus dos amigos.
— ¿Sobre el baile? — preguntó perdido.
— ¿De qué más podríamos estar hablando? — cuestionó burlón el miope.
— No sé, de lo que últimamente hicieron como para no percatarse que me dieron de alta de la enfermería — el tono ácido estuvo en su voz.
Pero James estaba igual, o más, sordo que ciego. Así que Peter no se sorprendió que interpretara su comentario como uno sarcástico, causando que el miope se riera. Si era sincero, le alegraba que lo hubiera tomado de esa forma, después de todo, podía estar sonando un poco egoísta.
Los chicos habían tenido que lidiar con sensibles asuntos mientras él se encontraba en una oscura realidad.
Y a Remus perdonaba, su palidez recalcaba sus cicatrices y el aspecto enfermizo se notaba. Tales manifestaciones le informaban al rubio que esa noche sería más complicada que otras.
— Pues, conociendo a Dhara — Peter miró a la mencionada, notando cómo sus facciones permanecían rectas a pesar de que parecía disfrutar del momento — Creo que sólo está cediendo porque es lo que se espera de un baile de demostración.
— Claro — pareció concordar James — Pero hay que tenerle confianza al chucho — indicó con animo — Se está esforzando y, aunque lo quiera negar, Adhara está nuevamente cayendo.
— Es cierto — asintió Peter — Pero solo es un baile, James.
— ¿Y eso qué, Pet? — preguntó confundido.
— Es un cortejo, no una conversación — rodó los ojos ante la incomprensión que había en sus ojos — Ambos se están perdiendo en el contrario, es cierto, pero no quiere significar que Sirius está perdonado.
— Nah — negó — Si Adhara no estuviera pensando en perdonarlo no sería capaz de bailar con él de tal forma.
Rodó los ojos ante ello.
Sí, claro, era más que probable que Dhara cediera el perdón durante un baile que fue indirectamente obligada a tener, pensó.
— Puede que Peter tenga razón en esta ocasión — Remus señala ronco, más sabía por su tono de voz que añadirá una frase que contradijera sutilmente lo que dijo — Aun así, podemos tener la esperanza que, tras este baile, muestre más accesibilidad a charlar.
— Y por eso eres nuestro cerebrito, Lunático — James despeinó al castaño, alegrándolo sutilmente al licántropo.
Entonces, igual que siempre sucedía tras su participación, los dos leones siguieron conversando sobre el plan. Un plan que Peter no tenía conocimiento al no ser informado de los últimos sucesos que ocurrieron cuando estuvo en la enfermería.
Oh, momentos como este hacían que Peter plantera de qué forma acabaría su vida. Los quería, quería a todos y cada uno de sus amigos, había razones suficientes para apreciarlos. Al igual que otros para aban... negó con la cabeza, no importándole que tal gesto físico fuera significativamente notorio. Desde que despertó se había convertido en un paranoico, más nadie podría culparlo, enterarse que alguien quería — y que logró — dejarlo bajo los efectos del filtro de muertos en vida le preocupaba, más aún cuando pensaba en los posibles responsables de tal acción.
James y Remus conversaban tan concentrados en descubrir si Sirius lograría un avance tras este baile, o si tendrían que apegarse a la afinación de detalles de su encrucijada hacia la serpiente, como para tomar en cuenta al pobre amigo que tenía miles de preocupaciones en su cabeza desde que fue dado de alta hace menos de un día de la enfermería, sólo hallando una cara conocida.
Entonces, Peter dejó de sentirse mal por sus pensamientos, recordando que la única persona que estuvo en su despertar fue la que ligeramente sonreía al danzar.
°•°(...)°•°
Se sentó abriendo sus ojos asustados, sus pulmones le exigían aire, pero su garganta se sentía tan reseca que el respirar le ardía como si inhalara fuego. No podía sentir nada, tampoco escuchaba y menos podía ver. La oscuridad lo invadía en todos y cada uno de los sentidos posibles, atormentándolo por no tener idea de en donde se encontraba o cómo había llegado a tal situación.
— Pet... Tranquilo... — creyó escuchar palabras que no comprendía — Agua... Toma... — más ante la mención del líquido por el que se mostraba desesperado, comenzó a reaccionar.
Abrió la boca, confiando en la calma que sentía al escuchar una voz que no reconocía, sintiendo el peso de un vaso de vidrio en sus labios, procedió a tomar el contenido aún si no estaba seguro de que se tratara del líquido escuchado.
Su cuerpo entero le agradeció, y él mismo se sintió mejor tras la sensación del satisfactorio líquido bajando por toda su garganta, humedeciéndola tras lo que sentía días enteros en el desierto.
Y entonces, sus sentidos comenzaron a despertarse.
Lo primero que recuperó al completo fue el tacto, porque un apretón en su mano fue suficiente para recaer que una tersa mano que, extrañamente familiar se le hacía, estaba allí para él, brindándole apoyo sin dudarlo.
— Con calma, con calma — lo segundo fue su sentido del oído, logrando reconocer por la suavidad en su voz a la persona que lo acompañaba.
Pero no creyendo que de ella se trataba, forzó a su cuerpo a que el tercer sentido en despertar fuera su vista. Y lo logró, porque cuando se convencía de algo, él sería capaz de alcanzarlo. Ya que esas palabras le habían dedicado tras una amarga pesadilla, una de la cual recibió consuelo sin la necesidad de preguntas.
Y la persona que estaba frente a él no era la misma que...
— Dhara... — murmuró ronco, sintiendo la presión de su garganta por el esfuerzo de hablar, olvidándose de todo pensamiento al recordar.
La mencionada le sonrío antes de dejar el vaso con agua en la mesita que se encontraba a su lado.
— Será mejor que evites hablar por un rato, Peter — recomendó mientras que agarraba una de las botellas que el rubio identificó como las pociones que Madame Pomfrey utilizaba para tratar a los enfermos — Al menos, hasta después de que tomes esto — mencionó mientras le estiraba otro vaso más pequeño con un líquido de color llamativo — Te ayudará con la sequedad — le informó.
Y aunque Peter sentía la necesidad de decirle que lo hubiese tomado aún sin saber qué es lo que le estaba dando, hizo caso a su indicación sin expresar sus sentimientos.
— Yo... — no encontraba palabras, la última vez que la había observado de tan cerca fue en la discusión.
— Estuviste bajo los efectos del filtro de muertos en vida, Peter — informó directa, el nombrado notó como parecía evitar mirarlo — Tal parece que durante la fiesta que montaron alguien aprovechó para poner tal poción en tu bebida — siguió explicando — ¿Tienes alguna idea de quién pudo ser? — preguntó.
Pero Peter no estaba prestando atención a ninguna de sus palabras, lo único en lo que podía pensar, era en qué había sucedido esos días, porque las ojeras junto un ligero destello rojo en la nariz de Dhara eran signos de que notablemente se encontraba mal.
— Lo siento — dijo.
Y fue así como consiguió que Adhara por fin lo observara a sus ojos.
— Lo siento, Dhara, de verdad lo siento tanto — siguió, mostrando lo arrepentido que estaba por fallarle — Siento que haya permitido tal traición, siento que no haya sido capaz de decírtelo en la cara... — siguió hablando, ignorando que el poco líquido que había consumido comenzaba a abandonarlo — Siento no haber convencido a los chicos que acabaran con ello, yo... — negó entre hipidos — Yo... yo lo... yo lo intenté, pero... — no tuvo que decir nada más.
No cuando la pelinegra alzó su cabeza, secando las lágrimas que caían del rubio en una muestra de afecto, de consuelo y de comprensión.
— No te merecemos — murmuró lo que tantas veces pensaba — No después de lo que hemos hecho... — sentía la necesidad de decirle todo — No merezco que estés aquí — expresó.
— Pero estoy aquí, Pet — respondió ella, sin apartar sus manos de su rostro — Estoy aquí — sonrío ligeramente.
El rubio no soportó más y la abrazó. Sabía claramente que no sería correspondido, después de todo, las palabras de Adhara no significaban que estaba perdonado. No, realmente la había cagado al quedarse callado y no decirle toda la verdad a quien consideraba una gran amiga, una de las mejores que había obtenido.
Porque allí, notando que sólo Adhara se encontraba con él, escuchando las palabras que ofrecían breves explicaciones sobre la razón por la que era ella quien lo despertó utilizando una poción que ella misma había preparado, se dio cuenta de lo irónicamente importante que era en la vida de los demás.
Y estando tan concentrado en disfrutar de la compañía de la serpiente, no se dio cuenta que alguien los miraba desde su propia camilla, poseyendo familiares pensamientos que a Peter embriagaba.
Cuestionándose las revelaciones que cargaba.
°•°(...)°•°
Ninguna de las narraciones podría compararse o siquiera alcanzar lo que vívidamente experimentaba la expareja.
Oh, ellos bailaban en un mundo paralelo. Ignorantes eran de los recuerdos que su baile despertaba en los ajenos. Se sentían como adictos al reencontrarse con el contacto físico, lo eran al inhalar el considerado narcótico que su contrario manifestaba con tanta necesidad.
¿Era justo danzar con ella después del provocado sufrimiento?
¿Era justo ceder después de las quebrantadas promesas?
¿Era justo olvidar los conflictos por disfrutar del momento?
No lo sabrían. Válgame, oh, Merlín, si en algún momento respondidas fueran las preguntas. Problemas compartidos existían, pero soluciones no pensaban porque en incapacitados de raciocinio se transfiguraban ante su presencia.
¿Qué es la vida, si no, la oportunidad de disfrutar del amor? ¿Qué es la muerte, si no, la ausencia de quien dices amar? ¿Eran ellos los verdaderos condenados cuando disfrutaban del paraíso en un baile mundano?
Pero no importaba cuando giraba. Inexistente quedaba el significado cuando lo miraba. Olvidado era el conflicto cuando con él danzaba. Porque los sentimientos la trasladaban a un recuerdo del año pasado.
Cuando su faceta de enamorados no había terminado.
°•°(...)°•°
Era el primer día que pasarían desde el inicio en su casa.
Adhara, que acostumbraba a despertar sintiendo los brazos de su pareja rodearla, comenzó a buscar a ojos cerrados a este mismo, para acurrucarse más en él, buscando consuelo por el frío que sentía tras un mal sueño.
Sus ojos lentamente se abrieron al notar su ausencia. Se sentó en la cama, con su ceño comenzando a fruncirse por no tener a su estrella al despertar.
Poco le importó pensar que en la casa podrían existir más leones despiertos a esa hora. Después de todo, los merodeadores ya la habían visto pasearse por su habitación mientras que llevaba únicamente la camisa de Sirius puesta.
Y en ese momento, confiaba tanto en Alice, Frank y, sobre todo, en Lily como para que el pensamiento de ponerse algo más decente la asaltara.
Salió de la habitación de ambos, siendo silenciosa al atravesar el pasillo que la llevaría al comedor. De esta forma, si alguno de sus amigos siguiera durmiendo, no se levantaría por el sonido de sus pasos.
Su molestia por no tener a su pareja en la cama cuando despertó intentó desaparecer tras la escena de la que era espectadora. Las comisuras de sus labios se alzaron levemente y cerró los ojos momentáneamente para disfrutar del calmante cantar de Sirius.
El pelinegro se hallaba en la cocina, preparando lo que supuso era el desayuno para ellos — aunque estaba convencida que acabaría preparando para todos — a la par que danzaba y tarareaba una de las canciones de la banda de la que la pareja estaba profundamente enamorada.
Desearía relatar que Adhara se quedó allí parada, disfrutando de la calidez que embriagaba su pecho al ver tal faceta de su pareja en el hogar de ambos. Que, sintiéndose completamente atontada por la tan etérea imagen, todo rastro de molestia por no encontrarlo a su lado al despertar se desvaneció.
Pero como Sirius decía a pesar de las constantes negaciones de sus amigos, Adhara podía comportarse como una niña encaprichada cuando sentía que le habían quitado algo que era suyo.
Y despertar abrazada por su chico era una de las mejores formas de empezar su día, por no decir la única. Aunque fácilmente podría acostumbrarse a la escena que observaba... Movió su cabeza, buscando el alejamiento de tales pensamientos. Debía enfocarse en mostrarse enojada, solo para recibir de los mimos y atención que, tras una larga noche, ella necesitaba.
En uno de sus balanceos al ritmo de la música, el pelinegro sintió la presencia de una persona posicionándose a su lado, a esperas que dejara lo que hacía y le prestara atención. No tenía que siquiera mirarla para saber que se trataba de ella. El sentimiento que le invadía cada vez que sus sentidos — que se habían intensificado por su condición de animago — identificaban a su chica, era suficiente aviso para que su sonrisa creciera al igual que su ánimo se elevara.
— Cariño... — dejó de lado los utensilios que usaba para acercarse a su pareja.
Le pareció más que tierna verla con su mueca de enojo mientras que traía puesta su camisa, la misma que la hacía ver más pequeña de lo que era. Pero su completa perdición se encontraba en sus labios, específicamente, en el pequeño puchero que aparecía inconscientemente cuando lo único que quería la serpiente era que la abrazara.
No dudó ni un segundo en hacerlo.
La pelinegra por fin pudo olvidarse del frío que sentía cuando, con una delicadeza que la hizo sentirse más que apreciada, su estrella la acercó a él para abrazarla.
La enigmática canción de la banda había sido reemplazada por una más suave debido al término de su duración. La escena hablaba por si sola del cariño que ambos se tenían y, sino fuera poco, la letra daba más ahínco a lo que ambos sentían al buscar al otro.
— Quería llevarte el desayuno — murmuró su explicación, dejándole besos en la coronilla de su chica, lugar donde fácilmente alcanzaba por su pequeñes.
— Mmh... — tarareó, dejándose llevar por los afectos de Sirius, pero no entregándole ninguno.
— Star... — las comisuras de sus labios se alzaron tras oír el ridículamente empalagoso tono con el que habló. Más se mantuvo en su lugar sin hacer nada, permitiéndose ser amada por su contrario,
Pero se vería obligada a corresponder cuando el pelinegro alzó su cabeza con total delicadeza.
— Buenos días, Estrella — susurró, porque estando tan cerca de su chico, perdía por completo el autocontrol total de sus sentimientos.
— Son más que buenos, Star — susurró de vuelta con una sonrisa.
Ninguno se pudo contener más, notando la necesidad en los ojos del amado, se sublimaron a las peticiones no dichas del contrario, embarcándose en una revuelta tras la conexión de sus labios. Fue dulce y cálido. Fue tierno y apasionado. Fugas y espontáneo. Fue un beso que ellos y solo ellos serían capaces de disfrutar.
Nuevamente, la canción había terminado y, ahora una más animada, se hacía resonar por la cocina de la casa.
Lo notó en su brillante mirada, y aunque podría haberse escapado fácilmente al argumentar que iba a cambiarse por prendas más decentes antes de que los demás la atraparan con sólo una camisa puesta, no lo hizo. Porque al igual que él le cumplía sus pequeños caprichos de mimos, ella cedería hasta su posesión más preciada con tal de mantener en su pupila el resplandeciente brillo.
Rieron bajo, pero con gran intensidad. A nadie querían despertar, más tal hecho no quitaba el deseo de disfrutar.
La delicadeza de cada movimiento y gesto que Sirius tenía con ella al balancearse cómicamente ante una canción que no era específicamente bailable, provocaba que el palpitar de su corazón se acelerará. Y no por culpa del movimiento físico, sino, por el sublime sentimiento que le invadía tras sus empalagosas acciones.
La brillante mirada, la dedicación de la letra cantada por Adhara y la acción de ceder ante el improvisado baile que surgió por sus deseos, provocaba que sus manos sudaran. Y no porque al ser el encargado de llevar el baile debía esforzarse, sino, por el inimaginable amor que invadía cada centímetro de su cuerpo tras sus cariñosas acciones.
Las sonrisas se agrandaron y resplandecieron más tras la cargada que Sirius dio a Adhara, haciéndola girar en el aire para bajarla y dejar sus brazos en su cintura, mientras que las manos de la fémina reposaban en su pecho.
Mantuvieron la posición y giraron al compás de las últimas notas de la canción.
Se contemplaban tanto que obviaron la presencia de unos cuantos. Inundándose en el sonido de la respiración del contrario, no escucharon el característico ruido de un momento siendo fotografiado. Ahogándose en el amor que era la perdición de ambos, Sirius se acercó para dejar un beso esquimal que era muy especial en los enamorados.
Con ternura rieron. Ella se detuvo a contemplar las facciones que la embelesaron, a admirar los gestos de un tonto enamorado, a deleitarse del amor profesado... hasta que los aplausos sonaron.
Parpadeó, ¿Aplausos?
°•°(...)°•°
— Muy bien, muy bien — el vívido recuerdo comenzó a borrarse — Tomen a sus parejas e inicien la práctica — el ruido de los pasos terminó por despertarla — Vamos, vamos — presurosa era la motivación de la Profesora.
Y es que la mayor notó el drástico cambio en su mirada.
Golpeada por la realidad, abatida se siente al recordar. La calidez se ve extinguida en el momento en que sus amarronados ojos perecen. Y el de grisácea mirada, con pesadumbre, lo nota.
— Star... — la llama, rogando por mantenerla junto a él.
La nombrada niega, alejándose. Sirius intenta retenerla, intenta ser capaz de atraparla. Lo único que desea es volver a estar con ella. Desea que el sentimiento de felicidad que los embriagó no se desvaneciera.
Pero soltándose de su agarre, ella escapó.
Escapó, dejándolo con su brazo estirado, sintiendo el vacío de no tener sus dedos entrelazados.
°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°
12 210 palabras.
* cries in Adharius *
Cuando digo que sus comentarios me inspiran, es porque realmente lo hacen :') Así que antes que nada, agradezcámosle a @Mariferpb_15 por este comentario:
Ya que es gracias a este que me vino la inspiración para el baile de los condenados. Y sí, sé que terminó mal, PERO no olvidemos ese pequeño momento de felicidad por el recuerdo de los tontos pelinegros.
Los hice felices y luego vino el desmadre ¿No? Justo como pidieron akljsdaskldsa
¡Les tengo noticias! Estas se pueden tomar como buenas o malas, así que mejor comentemos el capítulo y ya de ahí regresan aquí a matarme cuando suelte el aviso, ahre. Los adoro, ¿vale?
Para empezar, espero que no se les haya acomplejado la lectura. Intenté hace como si mientras se daba el baile, cada grupo de personajes se veía inmersos en sus pensamientos. No obstante, saben que esta historia es tanto mía como suya, así que, si prefieren una versión menos compleja, me avisan ¿Ok?
Y si tienen alguna duda sobre este capítulo, déjenlos aquí que yo feliz de responderles uu
Ahora sí, comentarios:
¿Los leones por fin entendiendo que erraron? Oh, gracias Godric por tener compasión de tus elegidos.
¿Marlene McKinnon? Yo no daré veredictos porque prefiero escuchar los vuestros.
¿Los planes de Minnie? Amén por la elección para el baile.
¿Cuál es la verdadera condena? ¿Qué sucederá después de la ceremonia? Amaría escuchar todas sus opiniones sobre la discusión de la enfermería.
Ok, pero la amistad de Vanity y Severus...
¿El primero en disculparse? Oh sí, el pequeño y olvidado Peter.
Una relación como la de Sirius y Adha, pero sin las desconfianzas, por favor 🥺❤️
¿Y el final del baile? ¿¡Cómo se te ocurre abandonar de esa forma al perro, Adhara!? * cries *
Ah... tantas cosas que comentar. Diría para ir a Instagram a conversar, pero la razón por la que no lo hago es por una de las noticias que tengo que decirles:
Me prohibieron escribir.
Sí, como escucharon, o leyeron, me prohibieron escribir * iora en escritor * Digamos que enfermé — no de COVID, Merlín eres grande — por lo que a mi familia le pareció sensato prohibirme el celular y computadora :D
Ahora sé que mi boggart es esta condena.
Pero weno, pasas que cosas :):
Por ende, es que estoy supuestamente bañándome mientras que termino de escribir esto para poder publicar.
Así que, disculpen de antemano si no puedo contestar todos sus comentarios como habitualmente hago :c
Más conversen entre ustedes ¿Vale? Son sus comentarios los que me suben el ánimo <3
¡Y esto es todo! Sí, mejor ignoremos la otra noticia que lo más probable ya sospecharán cual es por la última nota de autor.
Pff ¿Para qué decirlo si ya lo han de suponer?
De todo corazón, espero que tengan un magnífico día. Son personas etéreas que alcanzarán toda lo que se propongan en este nuevo año <3. Por favor, no sean como yo y cuídense y cumplan con las medidas de prevención que cada gobierno ha implementado ¿Vale? No se olviden de tomar awita <3. Protéjanse, ¿Ok?
Los quiere y ama,
Una Slytherin,
no tan Slytherin.
Psdt: Siento lo largo que ha sido la nota de autor :c los amo, ¿recuerdenlo, sí?
Psdt 2: ¿Saben? Ya tengo la portada del siguiente libro hecho :D
Psdt3: Sí, este es un claro aviso de que faltan muy pocos capítulos *cofcofcreoquecuatrocofcof* para que acabe el libro. ¡Pero hey, que existe continuación! Así que, pueden volver al anterior apartado y fingir que no fue ninguna mala noticia o comenzar con mis amenazas de muerte aquí.
Psdt 4: En cuanto me levanten la condena de no aparatos tecnológicos, me encantaría hacer un live con ustedes ¿Qué dicen?
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