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›«Al despertar»‹

Omnisciente

Cuando Sirius despertó sintió una opresión en su pecho. Lo ignoró conscientemente, pensando en la paz que le transmitía el saber que había arreglado las cosas con su chica. Aprovechándose de tenerla a su lado, buscó a tientas su cuerpo. Se sorprendió al no tenerla entre sus brazos, como usualmente sucedía cuando dormían juntos. Al igual que se extrañó al no ser despertado por sus dulces toques en su pecho, sino por ese dolor que seguía en aumento. Y por sobre todo, Sirius se exaltó cuando abrió sus ojos y no se encontró con la cabellera negra que acostumbraba ver al despertar.

Se sentó de golpe en la cama, notando como se hallaba en lo que supuso era un cuarto de la sala común de Gryffindor... Un cuarto de la sección femenina.

La desesperación quiso embriagarlo, más el recuerdo de que había solucionado el problema con...

Salió de esa cama en el instante en que la mujer que lo acompañaba giró entre su sueño. Perdió la respiración, el color de su rostro había emblanquecido. Negándose a lo que sus ojos veían, se frotó estos, pensando que era una horrible confusión. Porque no podía ser cierto, él no quería que fuera cierto. Su mente se esforzó en buscar incoherencias entre su borrosa memoria. Pero, a pesar de que el alcohol recorría por sus venas, Sirius estaba más que seguro que con quien había compartido besos para después quedar dormidos en la cama, era su Star.

No ella.

Se revisó, un suspiro de alivio escapó de sus labios cuando notó que mantenía puesta su vestimenta del día anterior. El cual básicamente se trataba de su uniforme, porque con James demoraron al traer el licor — el mismo que seguía recorriendo sus venas en una menor intensidad que la madrugada de ese domingo — y no pudieron cambiarse. Ya que al llegar a su sala común, los invitados y la fiesta los atraparon entre festejos y agradecimientos. Buscó su corbata, esperando no dejar ninguna prueba de su presencia en esa habitación, de su presencia en esa errónea cama donde jamás tuvo que haber dormido.

Y menos en compañía de otra mujer.

Se aseguró de tenerla en su mano y, sin darle la mínima importancia a su apariencia, comenzó a salir del lugar donde no debería encontrarse. Huyendo de una persona que no poseía el menor conocimiento de lo que sucedía a su alrededor, cuando Sirius debía esquivar a las personas que tenían conciencia de sus acciones.

El león se quedó paralizado al sentir las miradas de sus compañeros de casa. Quería creer que no eran diferentes a las que había recibido con anterioridad. No obstante, en las mentes de los leones, los puntos comenzaron a unirse. Analizando el aspecto de Black, recordando los sucesos de la fiesta, como también los rumores de los inusuales ruidos que se escuchó de la habitación de una de sus compañeras de su casa, todos llegaron a una conclusión.

Oh, Sirius estaba más que equivocado al decidir ignorar esas miradas con la finalidad de subir por las escaleras que lo dirigirían a su habitación, escapando de una realidad que debió enfrentar en ese instante.

Sus ojos se abrieron de par en par al encontrar el desastre que era la habitación compartida de los merodeadores. Tanto Remus como Peter tenían alrededor de sus camas envolturas de dulces que, supuso, consumieron durante la fiesta. La única diferencia entre ellos, es que uno poseía un montón de dibujos por todo su cuerpo. Mientras que a los pies de donde descansaba el otro, se hallaban en el suelo — y una en el brazo del durmiente — botellas de licor claramente vacías. Sirius negó con pena, recordando el refugio que había escogido Remus en la madrugada, más le quedaba callar. Al fin de cuentas, él también había acogido el alcohol como un refugio antes de que...

La vista que tiene delante de él lo sorprende. Parpadea con extrañeza nuevamente, pensando que todo lo que estaba viviendo se debía tratar de un sueño. Pero la escena que le provoca ternura, al mismo tiempo que nostalgia y un poco de asco, no se desvanece ni aunque haya frotado sus ojos por cinco segundos. ¿Quién lo iba a pensar? Se preguntó el pelinegro con una sonrisa, demostrando con ella la felicidad que sentía por el logro de su hermano del alma. James junto a la pelirroja se encontraban en la cama del primero, ambos abrazados en la tan afamada cucharita.

La felicidad acabó cuando el recuerdo de con quién había despertado esa mañana llegó a su memoria, torturándolo con la errónea imagen que obtuvo al despertar.

Se dirigió a donde había deseado llegar antes de encontrarse con las escenas que cada merodeador protagonizaba en su cama. Giró el grifo una vez entró sin ninguna prenda. Dando un paso adelante, desde su cabello hasta sus pies, se empapó con el agua que brotaba de la cabecera de la ducha. Pasó sus manos por su largo cabello, dando las mismas caricias que en algún momento su chica había dado cuando compartían estos momentos íntimos. Su mente le agradeció el respiro al permitirle inundarse de amenos recuerdos. Cada uno de ellos enfocándose en la persona que más paz y tranquilidad le brindaba. Los mismos sentimientos que Sirius buscaba cuando decidió que darse un baño lo ayudaría a aclarar los recuerdos de la noche anterior.

Como también el sacarse el olor de esa leona.

No, no lo había soportado en lo más mínimo. Sus sentidos se habían mostrado reacios a mantener el olor de una persona ajena a él, de una persona que no era a la que él pertenecía. Sirius solo quería deshacerse de toda prueba de haber dormido — y solo dormido — con otra persona. Sintiéndose sucio al saber que a pesar de mostrarse reacio a ese olor, su mente lo traicionaba, pensando que se trataba de un aroma agradable, uno parecido al de su Star.

Salió de la ducha. Él se vistió con la ropa de cambio que había tomado antes de entrar, la misma que en algún momento ella había utilizado durante sus infiltraciones a la habitación de los merodeadores, debido a las noches de juegos y charlas que meses atrás compartían con los demás bromistas. Recordaba cómo le robaba un par de camisas, más grande que su talla habitual, por la comodidad que ofrecía al momento de dormir. Aspiro el aroma, su verdadero aroma. Más la presión que tiene en el pecho no disminuyó después de tal acción.

Y en un acto de traerlo a la realidad, su mente reveló sus acciones.

Cuando James despertó, pensó que seguía en un sueño. Desde la vista que tenía hasta el sentimiento que lo embriagaba, lo que estaba viviendo era de fantasía. No pudo evitar que la sonrisa boba, de la cual sus amigos se burlaban porque sólo salía cuando hablaba de la pelirroja, creciera en su rostro. James tenía entre sus brazos a su pelirroja, el palpitar de su corazón aumentó cuando entre sus sueño ella se apegó a él, reforzando el agarre entre sus manos que, a pesar de estar durmiendo, no soltó en toda la noche. La nostalgia lo invadió, recordando los pensamientos que había tenido hace años en esa misma cama, donde se recordaba que la única forma en conseguir algo con la pelirroja solo sería si ella también lo deseaba. Era una sorpresa que aquella plática, que podía ser clasificada como una de las terapias espontaneas con Adha, había sacado sus frutos. Porque allí, en el mismo lugar donde sus dudas sobre sus sentimientos aparecieron, tenía la solución y el alivio de todas ellas.

No podía existir una persona más feliz que James, quien con una delicadeza extrema, dedicó un beso en la roja cabellera de la persona que más amaba en su vida. Si lo condenaban a vivir de una sola forma, sin pensarlo diría que abrazando a la pelirroja.

Pero la calma que sentía no podía ser tan duradera cuando aún estaba en medio de un diluvio.

Con sus sentidos alerta, por ese instinto — el que le indicaba que uno de sus amigos se hallaba mal — se paró con delicadeza de la cama que había compartido con Lily. La tapó con sus colchas, asegurándose de dejarla cómoda y abrigada. De esta forma ella no sintiera su ausencia. Procedió a analizar cada cama, dos de sus amigos estaban durmiendo, pero uno de ellos se hallaba jugando con la Snitch que había tomado de su primer partido porque, como él lo había atrapado, le pertenecía. Así de inmadura había sido su pensamiento por allá de los once años, lo bueno era que lo reconocía.

Frunció su ceño, dejando las memorias de lado, dándose cuenta que tal acción era un indicativo que algo estaba mal, muy mal.

Sirius siempre se había quejado de que esa pelotita era demasiado desesperante porque se necesitaba de extrema concentración y paciencia, dos características que la personalidad rebelde de su hermano del alma carecía. De manera que encontrarlo tirado en su cama, con una cara que le generaba angustia y jugando con la snitch, indicaba a James que Sirius no estaba bien. Comenzó a acercarse con pasos lentos, teniendo la intención de no interrumpir de manera brusca sus pensamientos, deseando llegar a su lado para esperar a que él hablara por sí solo sin necesidad de hacer preguntas.

Lo que pensó se trataría de una conversación sobre el arrepentimiento de los actos cometidos bajo la influencia del alcohol, terminó siendo una discusión originada por la negación de Sirius hacia la realidad que consideraba una jodida pesadilla. Por más que James sabía claramente esta era cierta. Al fin de cuentas, el miope fue testigo del jodido error que su amigo cometió en esa madrugada. Y él no había hecho nada para detenerlo.

— ¡Deja de joder, James! — pidió entre gritos.

— ¡Tu deja de ser un completo necio y afronta tus errores, Sirius! — respondió a sus reclamos.

Cuando Remus despertó por culpa de los gritos de sus amigos, supo que ese día sería igual de terrible que el anterior. Con una mano sobando su sien, intentando disminuir la jaqueca que los gritos de los primates que tenía como amigos causaban, se dio cuenta que no era el único que pasaba por una situación similar. Se sorprendió, al igual que Sirius en su momento, cuando notó una melena pelirroja en la cama de quien siempre había anhelado lo que sus ojos observaban. Su preciada amiga pelirroja se hallaba en la cama de quien había jurado odiar en los primeros años de Hogwarts. Y por las prendas que traía puesta de su amigo, sabía a ciencia cierta que ambos habían dormido juntos.

Y solo dormido, Remus estaba seguro. Porque de los fugaces recuerdos que mantenía de la fiesta anterior antes de que perdiera la consciencia, estaba presente en su memoria cuando James lo llevó en brazos a su cama para que pudiera descansar. Regañándole en pequeños murmullos y siendo seguido por una atontada pelirroja que fingía no encontrarse susceptible a los efectos del alcohol. Por lo que, definitivamente, la pareja de leones solo pudieron dormir, conocía demasiado a su amigo como para saber que no sería tan "irrespetuoso" de hacer otras cosas cuando él y Peter, quien parecía ser el único con sueño pesado, se encontraban en la habitación. Así como también que nunca se aprovecharía del estado de ebriedad de la pelirroja para cometer una acción que en la sobriedad se podría arrepentir.

El de cicatrices compartió miradas con Lily, cuestionándole sobre las razones por las cuales el par de amigos, que se consideraban hermanos, estaban discutiendo. Pero al igual que él, la pelirroja tampoco tenía idea de los motivos de la disputa.

A sabiendas que sólo le quedaba pararse de su cama y acercarse a ellos con el fin de escuchar los molestos intercambios de palabras que le producían jaqueca, si es que quería enterarse de qué discutían a tan tempranas horas de un domingo, Remus se replanteó la idea de mantener amistad con ese par de idiotas. Más luego recordaba los momentos y promesas que el cuarteto de amigos al que pertenecían formaron. Y el licántropo reconocía que sus pensamientos serían únicamente eso: pensamientos.

— ¡Dejen de fastidiarme la vida! — Había escuchado lo suficiente como para saber a qué se refería su pelinegro amigo con tal pedido — Suficiente tuve con ocultarles sus investigaciones, suficiente tuve con hacer caso a sus malditas dudas como para que ahora...

— Córtalo Sirius — Remus frunció su ceño a la vez que paraba el discurso del animago, no queriendo que él cometiera el error de ceder ante el enojo del dolor.

No queriendo que cometiera el error que a principios de años él cometió. Un error del que lo carcomería porque, como se había mencionado en la última conversación que tuvo con la pelinegra a la que, fue el inicio de todos los problemas que le precedieron.

— ¡No, no lo haré! — se negó, enfrascado en sacar todos sus oscuros pensamientos...

Sirius sólo quería dejar de sentir ese dolor.

— ¡Pues tendrás qué! — El castaño levantó su voz — James tiene razón — el mencionado se sintió aliviado al conseguir un aliado en la batalla que tenía contra la terquedad de su amigo — Tu no pasaste la noche con Adhara, Sirius. Por más que te duela esa es la verdad que debes de enfrentar.

— ¡Esa no es la verdad! — no lo era, no podía ser cierto — ¡No puede serlo porqué yo la vi! ¡La sentí! — Exclama lo que él sabe que es cierto — Después de esa bebida, y que un idiota botara el vaso que tenía en mi camisa, ella pasó por mi lado — lo relata con exactitud, como si en su mente estuviera reviviendo el suceso — La sentí — lo había hecho, realmente había sentido su presencia — Me di cuenta que era ella por su caminar, por su melena y por el aroma que desprendía — enumeró, intentando que sus amigos abandonaron la errónea idea de lo que había sucedido esa madrugada — Jamás podría confundirla, no lo haría.

Y realmente no lo había hecho, Sirius no había confundido su olor.

Porque cuando Lily despertó, comprendió lo que sucedió. Porque si la razón por la cual ella había despabilado de una manera sorprendente vendría siendo cierta... la pelirroja sabía qué Sirius tenía razón al decir que jamás confundiría el olor de quien amaba.

— La camisa — la voz aún adormilada de la pelirroja hace contraste en la discusión de los tres merodeadores, es por eso que se gana la atención de los mencionados — Sirius, dame tu camisa — pidió al ver las extrañas miradas de los bromistas.

— ¿Por qué quieres su camisa? — preguntó James con el ceño fruncido.

Estaba bien que Sirius era más grande que él, pero pensaba que la ropa que le había prestado a su pareja era lo suficiente grande y cómoda como para que ahora quisiera cambiarla por otra.

— No es momento de celos, cariño — indicó rodando los ojos.

Lily dejó de apoyarse del dosel de la cama de su pareja para acercarse al grupo, quedándose al costado de su miope y siguió hablando.

— Si lo que tengo en mente es cierto... — conectó miradas con quien consideraba un raro pero digno confidente, notando sus ruegos de ser comprendido — Sirius puede tener razón en decir que no confundiría el aroma de Adhara.

Con una esperanza de la cual Lily se arrepentiría de encender, el pelinegro hizo caso a su petición. Los despiertos vieron como tomaba entre la cesta de ropa sucia la camisa que él llevó puesta el día anterior.

Sintiendo las miradas expectantes de los leones, cuando tuvo la camisa en sus manos, deseando por primera vez que sus hipótesis no sean ciertas, la pelirroja inhaló el aroma de la prenda.

Pero Lily lo siente.

En su cabeza solo existe el recuerdo del método que le enseñaron en su escuela muggle. Así que tiene la intención de repetir el procedimiento de confirmación de la hipótesis. Porque por más que sepa que ya consiguió la prueba definitiva, se muestra escéptica a creer lo que una persona sería capaz para dañar a alguien.

La camisa ahora es entregada a un confundido James. El mencionado mira con extrañeza a su pareja, sin embargo, una conexión de miradas es lo que necesita para reconocer el deseo de su pelirroja. El miope repite la acción que Lily hizo sin quejarse. En sus verdosos ojos, el premio anual vio la necesidad de confirmación a sus sospechas y él haría todo para que la preocupación que en ella crecía se detuviera. Su ceño se frunce después de haber inhalado la prenda, y James solo puede pensar...

— ¿Por qué tiene tu aroma? — el pensamiento deja de serlo sin su permiso cuando en un murmullo, que solo la pelirroja pudo escuchar, es exhibido.

Remus únicamente necesitó de la expresión de su amiga para entender lo que quería llevar a cabo tras cada experimentación con la camisa. No detiene sus impulsos, menos cuando sabe que el descubrimiento será un problema más que agregar al tumulto que tenían de ellas. El licántropo quita la camisa de las manos de James. E ignorando las quejas de su amigo, inhala el aroma de la prenda, quedándose petrificado por reconocer el aroma.

Con un suspiro, Lily se acerca a su preciado amigo y pone una mano sobre su hombro. Con esta acción, brinda el apoyo que el castaño necesita tras haber olido el aroma de quien ya no los acompañaba. El lobo interior, que tenía más presencia ahora porque la luna llena se acercaba, gimió de dolor y anhelo al sentirla. Comenzando a rogar que apareciera cuando en las oscuras noches la necesitaba.

Pero Remus sabía que no era el momento de dejarse llevar por sus instintos. Él sabía que no era momento de pensar en sus propios problemas. Sabía que el necesitado de soluciones antes de caer en una completa desesperación, no era él.

Por lo que aún sin poder recuperar el aliento, conecta miradas con su amiga y asiente, brindándole la tercera prueba que Lily necesita para verificar su hipótesis.

— ¿Podríamos dejarnos de misterio y decir qué mierda está sucediendo? — la paciencia jamás había sido su elemento.

Sirius tomó la camisa que tanto confundía a sus amigos e imitó la acción con la que había dejado perplejos a todos. La confusión llegó a su ser, al igual que molestia. Porque para alguien que estaba desesperado por respuestas, no había justificación de la razón por la que sus amigos se quedaran anonadados al inhalar el aroma de su Star.

— Sientes a Adha, ¿Cierto? — cuestiona la pelirroja.

— Sí — responde atontado por la intensidad del aroma. De verdad parecía que ella estuviera presente, junto a ellos — ¿Tanto lío por eso? — cuestionó sin entender nada, no quitándose la idea de que todos participaban de una cruel broma contra su persona.

— ¿Cómo que a Adhara? — James cuestiona confundido — Yo huelo a la pelirroja — señala a la nombrada.

— Cornamenta, me estas cansando tras cada tontería que... — el enojo de Sirius brota sin su consentimiento.

— Él no está diciendo tonterías — Lily lo corta, poniéndose firme ante lo que diría a continuación — Porque yo huelo el aroma de él en esa camisa — declara.

— ¿Qué? — cuestionan los líderes de los bromistas confundidos.

— Al igual que... — Remus suspiró.

Si quería dar un paso adelante, lo tenía que dar ahora. Remus reconocía la soledad que lo invadió en aquella madrugada, cuando todos sus amigos se disiparon para tratar sus problemas internos por sí solos. Remus recordaba cuando se embriagó por el deseo de tener un apoyo a su lado, pero no cualquier apoyo. El castaño llegó a desear que ella, junto a sus místicas frases y empatía desbordante, apareciera para darle consuelo. Porque teniendo presente que eran quienes más se comprendían respecto al fatídico suceso, Remus ansiaba reparar sus errores. Así que, tomo una bocanada de aire y avanzó.

— Al igual que yo huelo el aroma de Paula — señaló, dejando aún más confundidos a sus dos amigos.

— No lo entiendo — o era que no quería hacerlo — ¿Qué de raro tiene esta camisa para confundirlos? — su mente lo sabía, pero su corazón no quería admitirlo por las consecuencias que traería — Claramente es el aroma de Adha el que está ahí, yo pasé la noche con ella.

Porque así era, porque así debía ser.

— No Sirius — Lily siente dolor al ver la mirada desesperada de quien consideraba un amigo — Tu pasaste la noche con McKinnon — se acerca a él, dándole una mirada de consuelo.

La pelirroja no sabe cómo es que va a reaccionar al decirle lo siguiente, pero por más que la rubia fue su amiga, lo que había hecho era algo imperdonable. Algo que no sería capaz de ocultárselo ni perdonárselo.

— Y el aroma de la camisa no es el de Adha — le informa.

— ¿Cómo qué no? — Sirius era el único que no veía la negación a la que se aferraba — Haber pelirroja, aprecio que me quieras ayudar pero...

— Es amortentia — suelta sin más, porque ella sabe que lo que Sirius necesita es despertar.

—...con esto no me ayu-... — el rostro del pelinegro perdió el color por segunda vez en el día y quienes lo rodeaban se preocuparon — ¿A-amortentia? — repitió en un hilo de voz, mirando a sus amigos, con una cruel esperanza de que ellos lo negaran.

Su ilusión desapareció al observar el asentimiento de Remus, al igual que el de James. Ninguno poseyendo las fuerzas necesarias para soportar la mirada grisácea de su amigo, ninguno siendo capaces de enfrentarse a un pelinegro destrozado en su totalidad. Porque era la afligida escena donde su amigo era el protagonista quien causó la eliminación de su hablar.

— No sé cómo — Lily fue la única en encontrar su voz — Pero parece que alguien te dio amortentia — el pelinegro negó, no queriendo creer lo que escuchaba — Y por la gran cantidad de bebidas que tomaste, confundiste a Marlene con Adhara. O eso creo... — murmuró lo último, porque no estaba del todo segura de ese fragmento de su hipótesis.

— Eso no tiene sentido — se negó, no era tonto, él sabía claramente los efectos de la amortentia — Si hubiera tomado amortentia no tendría que ver a Adha, sino a la persona que me lo dio. Quien planeó que lo tomara — sabe que algo se le ha escapado por la mirada derrotada de la pelirroja.

— Eso si es que te la dan para ingerir — ella menciona, recordando lo que una vez leyó en uno de los libros que había tomado prestado de la biblioteca.

Recordando el dato curioso que había compartido en cuarto año con sus amigas. Cuando todas estaban presentes. Cuando terminaron riendo a carcajadas pensando en lo ridículo y muy bajo que era esa acción.

Ahora sabía que tres años era tiempo suficiente para que las personas cambiaran.

— ¿Qu-Qué? — el ojigris no sabe qué es lo que siente.

Y sus amigos solo pueden ser espectadores de cómo todas sus ilusiones de haber arreglado las cosas con la pelinegra se destrozaban tras cada sacudida verbal que la pelirroja daba para hacerlo despabilar.

— La amortentia también puede ser usada como colonia para confundir a las conquistas y hacer que estos se sientan atraídos hacia uno — explica.

— Pero de igual forma eso no explica que haya visto a Star en vez que McKinnon — se niega.

Él había pasado la noche con Adhara, no podía haberlo pasado con otra persona, no podía haber hecho lo que hizo con otra persona que no fuera su Star. El dolor que sentía debía de tratarse de una enfermedad, no podría tratarse de...

— Pudo haber sido el alcohol — la voz de Lily lo trae devuelta.

— No — negó Remus — Cuando sucedió el beso con McKinnon.

— Star — corrigió el pelinegro.

— El alcohol no lo había afectado a tal punto de hacerlo alucinar, eso solo ocurre cuando es casi de amanecida — Remus suspiró — Solo veo la alternativa de que McKinnon pudo lanzar algún hechizo o dar alguna poción que lo confundiera o atontara para que viera a Dhara en su persona.

— ¿Pero por qué haría eso? — James pregunta — Después de la discusión que tuvimos ¿Por qué en una fiesta? ¿Qué es lo que quería lograr en hacerlo frente a todos?

Ninguno fue capaz de llegar a la conclusión con la misma velocidad de la persona que abandonó a la pareja y licántropo en un rápido caminar. Lo llamaron, gritaron su nombre con esperanza de recibir una explicación de su repentina acción, siendo está destrozada porque Sirius desapareció por la puerta sin dar explicación alguna.

Pudo tener cualquier momento, su mente le decía. McKinnon pudo haber aprovechado utilizar quien sabe qué truco cuando estuvieran a solas, cuando no existieran testigos por si algo fallaba. Porque ella debía saber que su plan tenía todas las de fallar si la poción o hechizo no resultaban. Para un plan como ese, era mejor no tener espectadores que vieran la atrocidad que cometería. Más la rubia se había arriesgado a hacerlo frente a todos, en medio de una fiesta. Y solo existía una razón para tomar ese riesgo: Ella quería que se enteraran.

La cabeza de Sirius maquinaba más rápido de lo que en toda su vida hizo. Las múltiples sinapsis que eran forzadas a ser creadas le empezaban a causar un dolor de cabeza, o era la retención de las lágrimas de desesperación el causante de tal dolor. Él no lo descubriría, porque en lo único que podía pensar era en qué hora del día era. Él no lo descubriría, porque cómo se le había hecho costumbre desde que ingresó en la tormenta y el diluvio lo atrapó, se enfocó en rezarle a Merlín y a cualquier mago que cediera a sus peticiones, que concediera el deseo de que aun fuera temprano...

De que lo que temía no fuera cierto.

Siguió corriendo. El paso apresurado lo había dejado cuando un grupo de estudiantes, que caminaron por su lado, lo señalaron y susurraron entre sí. Ahora sabía el significado de las miradas que había recibido al bajar por las escaleras, ahora temía de su significado.

Después de largos años, las miradas recién comenzaron a sofocarlo.

Tomando ciertos pasajes con un único motivo recorriendo su ser, casi cayó al suelo por chocarse con un grupo de chicos que se hallaban a las afueras de la entrada del cuadro por donde salió. Ignoró sus quejidos y gritos que lo insultaban al llamarlo traidor. El calificativo causó en su ser más pesadumbre que antes, pero también lo ignoró, negándose a despertar y ver la realidad que, con esmero, se esforzaba en ocultar.

Llegó al Gran Comedor. Tenía el presentimiento que allí la encontraría, con su cabello sujetado en un moño desordenado por tratarse de las primeras horas de un domingo. Con una taza que tuviera de contenido chocolate caliente, la bebida que disfrutaba cuando leía un libro que fuera capaz de atraparla para no dejarlo ni en las primeras horas de la mañana. Tal vez, al ser domingo, la encontraría con una de esas prendas que le robó porque la hacían sentir cómoda al quedarle holgado. Posiblemente, Sirius podría olvidarse de todos su miedos y acercarse a ella rápidamente antes de que algún Slytherin se interpusiera en su camino. Consiguiendo la oportunidad de abrazarla, de esconderse en el lugar que más seguridad le brindaba. Le rogaría por su perdón, contaría lo hundido que se encontraba sin tenerla a su lado, esperando tan solo recibir una caricia...

Tan solo una pequeña muestra de afecto necesitaría para saber que todo estaba solucionado.

La paz lo invadió al verla en la mesa de su casa. Estaba sentada en esta misma, descansando sus pies sobre la silla. Su melena pelinegra se movía producto a la risa que soltaba por algún comentario de sus compañeros. La felicidad que transmitía, la sonrisa que no se desvaneció ni aunque su risa terminara, la mirada divertida, su postura relajante y la ropa cómoda que la convertía en una obra de arte ante los grisáceos ojos... Todo se había convertido en un indicativo para Sirius. Todo era una luz de esperanza, un indicio de que ella desconocía los sucesos de la fiesta.

Y finalmente, despertó.

Cuando todo lo que había sido una luz, se vio opacado por el vacío que transmitía los maravillosos ojos amarronados...

— Black.

... él despertó.

Viendo el dolor oculto en la altanería de su mirada y la arrogancia de su sonrisa, Sirius despabiló. Porque al despertar, comprendió que los rumores habían sido más veloces que su persona.

Oh... ¿Pero realmente habían sido los rumores?

°•°(...)°•°

Cuando Severus despertó por las desesperadas sacudidas que Regulus le brindó, su primer pensamiento fue el de utilizar al Black como un sujeto de prueba para los hechizos que estaba creando. No obstante, notó la angustia de su amigo y comprendió que en el tan esperado domingo, el día que todos aprovechaban para descansar, él no podría llevar a cabo su plan de disfrutar la finalización de los EXTASIS con una lectura ligera.

Ambos pelinegros bajaron hacia la sala común con pasos rápidos. Severus conectó miradas con sus compañeros de curso, dándose cuenta que se trataba del grupo cercano de su pelinegra amiga. Todos hablaron al mismo tiempo y el pocionista los interrumpió para que tomaran turnos al contar la razón que los tenía despiertos.

La información otorgada por las féminas contaba con discordancias que el más astuto de ellos notó. La mirada intensa de Vanity no pasó desapercibida por Severus. Comprendiendo lo que la cazadora del equipo de Quidditch de su casa silenciosamente pedía, utilizó de su habilidad para leer mentes, encontrándose con el recuerdo que la serpiente quería que encontrara. Cerró sus ojos, procesando la nueva información que explicaba la razón porque los hechos pronunciados en voz alta poseían vacíos argumentales.

No, las chicas que tenían su habitación cerca a la de la pelinegra no se habían despertado por que escucharon fuertes golpes del lugar mencionado. E internamente, Severus les agradecía que no dijeran la verdadera razón de su despertar.

— Tocamos su puerta pero no respondía — informó una de las féminas al pocionista.

— Intenté entrar, pero no me dejó — Regulus menciona — La puerta está bloqueada. No se escucha nada de adentro.

— ¿Creen que pueda tratarse de...? — la prefecta de Slytherin da su idea sin terminarla verbalmente, más todos entienden a qué se refiere.

El agarre en su antebrazo izquierdo fue su forma de hacer saber a sus compañeros de casa lo que pensaba.

— Es poco probable — niega uno de ellos — No osarían a atacarla cuando el viejo de Dumbledore se encuentra en el castillo.

— Están reclutando a personas aun cuando está presente — señala una chica — ¿Realmente no los crees capaz de hacerlo?

— No podrían — negó otra fémina — Ella es la razón por la que pueden entrar.

— Creo que lo mejor sería informar al Profesor Slughorn — comunica Regulus, tomando su rol de prefecto — No llegaremos a nada con solo suponer cosas, si realmente algo le ha sucedido...

— ¿Y qué crees que sucederá en la siguiente reunión? — lo cortó uno de séptimo — ¿Realmente crees que él estará feliz con que avisamos y detuvimos su plan?

— ¿Y tú en serio estás considerando el dejarla sola enfrentando quien sabe qué cosa? — cuestiona Vanity — Recuerda cuantas veces te ayudó a escaparte de esos idiotas leones que te acosaban o las veces en que te pasó las respuestas para los trabajos del año pasado y pregúntate: ¿No vas a brindarle ayuda a quien lo hizo sin pedirte nada a cambio? — el silencio fue la respuesta a su pregunta.

— Sé bien lo que ha hecho por nosotros, sin embargo...

Por instinto, las serpientes alzaron sus varitas en contra de quien había abierto la entrada de su sala común. Ante sus miradas analizadores, los tres chicos de quinto curso quedaron estáticos. Los mayores fruncieron su ceño al notar cómo un pelinegro entraba con un rubio apoyado en su hombro. Mientras que un azabache los acompañaba regañando al pasado de copas porque se callara. El susto de haber sido atrapados junto a las amenazantes posturas de los despiertos provocó una tensión en sus personas.

— ¡Mira! ¡Tenemosh bienvenidaash! — una tensión que se acabó por la exclamación del rubio pasado de copas.

— ¡Shh, cállate! ¿No ves que estamos en problemas? — ordenó quien lo ayudaba a mantenerse de pie.

— Sholo porque thú lo pides — respondió arrastrando sus palabras.

— ¿Qué hacen llegando a estas horas? — cuestionó Regulus, los dos conscientes tragaron en seco por la mirada de su prefecto.

— Es-Estábamos... — murmuró el azabache, el Black alzó una ceja, esperando a que terminara de hablar — Nosotros...

— ¡Eshtabamos en la fiesta de Gryffindor! — respondió el pasado de copas — Una linda shica nos invitó y noshotros no pudimos negárselo.

— Gracias por delatarnos, imbécil — murmulló fastidiado el pelinegro — La próxima vez te dejaré en esa apestosa sala común.

— No te lo creesh ni tú, q- — el azabache lo calló con un golpe, evitando que revelara más secretos que los pondrían en problemas.

— ¿En una fiesta de Gryffindor? ¿Es en serio? — preguntó la prefecta, posicionándose al costado de su compañero de guardias.

— Le rompieron el corazón y quería ahogarse en alcohol — respondió el pelinegro, siendo el único del trío de amigos con la capacidad de enfrentar las miradas molestas de los prefectos — No íbamos a dejarlo sólo en medio de tantos leones.

Los prefectos rodaron sus ojos al escuchar la excusa. Sí, podía ser que el acto demostraba la fidelidad de una serpiente, no obstante, tal acto podría haberlos llevado a perder una gran cantidad de puntos a su casa si un profesor o prefecto de otra casa los hubiera atrapado. Además, que estaba estrictamente prohibido el estar fuera de su sala común a esas horas.

— Siete puntos menos por cada uno — Regulus descontó con fastidio.

— ¡Oshe! ¿Pero quién esh ushted para...?

— Será mejor que lo lleven antes de que les descuente más puntos — Regulus señaló serio, ambos amigos asintieron asustados por la amenazante voz del Black.

— Ya cállate, nos meterás en más problemas — ordenó el azabache pero el rubio siguió quejándose.

— Haz caso, mantente en silencio — ordenó el pelinegro, el pasado de copas bufó asintiendo con un puchero.

— Nosh hubiéramos evitado eshto shi no le hubeiran esho esa cosha a la Sheñorita Jone.

Quienes tenían alcohol recorriendo por sus venas pero aún seguían conscientes de sus actos, conectaron miradas de pánico. Si con haber llegado de madrugada, interrumpiendo una reunión de alumnos de grados mayores, ganándose un descuento de puntos por el prefecto no eran suficiente problemas, su queridísimo amigo los acababa de entregar a una jaula llena de serpientes.

— Deténganse — ordenó Bole — ¿De qué está hablando? — cuestionó seriamente.

— Está pasado de copas, no sabe lo que... — el azabache paró sus excusas al sentir la mirada amenazante de todos los de séptimo.

El pelinegro, notando el temor de su amigo, dio un par de pasos, posicionándose frente a él y, aun sujetando al rubio por los hombros, procedió a contar la razón por la cual se fueron de la fiesta.

— Salimos de ese lugar cuando Black la besó frente a todos. — comunicó, ganándose una mirada confundida de las serpientes

— A McKinnon — aclaró el azabache.

— Y todos allí dijeron que se fueron por... por... — quien estaba en brazos intentó continuar.

— Las escaleras de las habitaciones... — el pelinegro siguió relatando.

— ¡De las habitaciones femeninas, eso! — pero el afectado por el alcohol completó por él con una entusiasmada exclamación.

— Cuando creíamos que este de aquí era el más idiota — mencionó el azabache señalando a su amigo.

— ¡Oshe! — se quejó el rubio.

— Black se enrolla con esa rubia de bote — completó el pelinegro.

— Esh un idiota — arrastró las palabras — Si sho fuera estado con la sheñorita Jone, no hubiera...

— Llévatelo — ordenó el prefecto de Slytherin, notando la postura que los de séptimo año comenzaban a presentar.

Regulus reconocía las características que demostraban cuando un asunto los molestaba. En especial, cuando este era tan grave como para que los ojos que poseían las serpientes de séptimo obtuvieran el mismo filo que una espada lista para asesinar.

— Qué aguashiestas son ustedesh — mencionó la serpiente arrastrando las palabras — Jone mereshía más de lo que ese león le daba.

— Deja de darnos vergüenza y camina — pidió su amigo, ayudando al pelinegro a llevar al rubio a su habitación.

— Esha rubia ni le shega a los ta... ta... Oshe, ¿Te han disho que tu cabello es sedoso? — se desvío de tema al sentir la melena azabache en a su costado.

— Camina, hombre — la orden fue brindada como respuesta del pelinegro.

— En fin, Sirius grandísimo ishiota Black ¡Ashí lo deberían de shamar! — Comentó volviendo al tema — ¡Y Tú! No serás un tarado conmigo, ¿eshtá bien? No sheas como eshe...

— Camina — ordenó el pelinegro.

— Shhh, déjame continuar, esh importantíshimo para nueshtra relashión...

La conversación de los tres alumnos de quinto curso no dejó de escucharse hasta que desaparecieron en el pasadizo de las habitaciones de los varones. Las serpientes mayores que se habían quedado de piedra, apartaron su vista de donde los menores se fueron, volviendo su afilada atención a una conversación de gestos que únicamente se presentaba en situaciones tan peculiares como esta.

— No es posible que ella lo sepa — indicó la prefecta, en un intento de disipar el odio que crecía en las miradas de los de séptimo.

Ella no comprendería que ese negativo sentimiento había esperado con ansias una situación para ser utilizado. No sabría que sus compañeros de casa lo llevaban cultivando año tras año, esperando a ser utilizado en el momento exacto.

No, ella aún no sabía lo que las serpientes eran capaces de hacer para defender a quien por ellos se sacrificaba.

— Ella no iría a su sala común, menos después de lo que sucedió — declaró Regulus, intentando disipar los planes de su amigo.

Sabiendo que en estos más de una persona saldría herido.

— No es necesario que lo vea para que se entere — lo corta una de las mujeres, la prefecta tragó al ver la molestia personificada.

— La subesti-... — la serpiente de sexto calló al sentir las fuertes miradas de sus compañeros de casa.

— Será mejor que descansen, nos encargaremos nosotros — indicó uno de séptimo con una sonrisa coloquial.

— Soy la pre-...

— Ellos se encargarán — se vio interrumpida por su compañero de guardias, a quien miró con extrañeza — Nos vamos, ahora — indicó apresurando a la prefecta con una mirada.

— Pero Reg... — el pelinegro negó, reconociendo que no tenían ni voz ni voto cuando los de séptimo hablaban.

— Ahora — repitió, la prefecta bufó antes de dirigirse a su habitación.

Regulus comenzó a imitar su acción, hasta que con duda, estando al pie de las escaleras, giró a ver a su amigo.

— Severus — el nombrado giró a verlo — ¿Ella...?

— Yo me encargaré — lo tranquilizó — Descansa, mañana estarás al tanto — indicó.

El menor de los hermanos Black asintió, confiando plenamente en la palabra del pocionista.

— ¿Sabemos lo que debemos de hacer? — cuestiona Severus a sus compañeros de curso.

— No tienes ni que preguntar, Snape — respondió la misma chica que cortó a Regulus — Hemos soportado demasiado a ese par de idiotas.

— Ustedes encárguense de él — señaló otra de las chicas — Nosotras lo haremos con ella.

— La sororidad se puede ir muy a la fregada en este momento — explicó otra de las féminas — Esa rubia de bote no merece de nuestra solidaridad después de todo lo que le ha hecho.

— Y esperemos se encarguen bien de él — indicó otra — No querrán que nosotras hagamos su trabajo — señaló.

— Tenemos muchas razones para hacerlo bien, no tienen por qué preocupar-... — intentó responder Bole.

— No — Severus negó — Quien se encargará de ese idiota será Adha — declaró.

— No creo que ella... — intentó hablar otro varón.

— Snape tiene razón — quien parecía ser la líder de las féminas, Vanity, concordó con el pocionista — Que ella se encargue de él... — pareció digerirlo — Será un hecho que la ayudará a superarlo — comentó su conclusión.

— Aun así...— quiso hablar el Slytherin.

— Sí, idiotas, pueden utilizar su lado primitivo después — rodó los ojos la fémina.

— Bien, que así sea entonces — accedió Vanity, antes de centrarse en observar al pocionista, quien alternaba su mirada de la charla hacia las escaleras de las féminas — Severus...

— Lo sé — cortó en respuesta a la intención oculta en los ojos de su compañera, dándole una ligera mirada divertida antes de asentir — Asegúrate que ellos no se conviertan en los idiotas — pidió.

— ¿Dudas de mí? — cuestionó con gracia, intentando aligerarlo, distinguiendo que el pocionista nuevamente se sumergiría para salvarla.

Severus agradeció el intento de calmarlo brindándole una diminuta sonrisa. Y ambos, sin necesidad de palabras, comprendieron que eran los únicos con conocimiento de la verdadera razón por la cual Adhara era la primera, excluyendo a los invitados de la fiesta, en saber el acto cometido por el idiota de su expareja. Y es que el grito por el cual las féminas se habían despertado sobresaltadas no podía ser causado por el enrollo entre la persona que amabas y la responsable de arruinar una amistad de casi cinco años.

No, las dos serpientes sabían que un error más intenso se cometió en esa madrugada.

Severus llegó a su puerta. Repitió el ritmo que ella tocaba cuando se hallaba despistada, estando seguro de que lo reconocería porque era el único en saber el significado de los golpes que daba en la madera. Esperó unos segundos, sacando su varita solo si era necesario usar conjuros para poder entrar. Pero el sonido de un click provocó la desaparición de sus intenciones de entrar por la fuerza a la habitación. Tomó aire antes de entrar a la habitación de su amiga, planteándose múltiples escenas que encontraría.

Pero la imaginación nunca había sido su fuerte.

Menos cuando se trataba de imaginar todos los objetos fuera de sus libreros. Imaginar tanta cantidad de prendas esparcidas en el suelo que no le permitían observar este mismo. Imaginar fotos esparcidas en el suelo, cubriendo los espacios que las prendas apenas dejaban. Imaginarla en medio de su cama cubierta por capas y capas de colchas que hacían un fuerte a su alrededor. Imaginarla aferrándose en un abrazo a un peluche que siempre tuvo curiosidad de dónde provino. Imaginarla con una prenda que le quedaba más grande que su talla y que se le hacía relativamente conocida por los colores que se veían. Imaginarla sollozando palabras que no comprendería hasta que se sentara a su lado. Imaginar su voz rota que pedía a gritos que el dolor se detuviera. Imaginar la fuerza con la cual se aferraría a él en un intento de obtener algo de paz. Imaginar la humedad que invadió su pijama por las lágrimas que soltaba. Imaginar los dolorosos hipidos que daba en un intento de obtener el aire que sus pulmones exigían a pesar de la tristeza que sentía...

Imaginar el dolor que debía pasar cuando los votos mágicos habían sido rotos.

Imaginar... Más para su suerte, no hubo necesidad de imaginar.

°•°(...)°•°

— Black — saludó con una sonrisa — ¿Qué te trae por esta mesa? — preguntó curiosa, cruzándose de piernas, apoyando su brazo izquierdo en su rodilla para que el derecho se pusiera verticalmente sobre este y así su cabeza pudiera descansar en su mano.

— Star... — la llamó por su apodo, queriendo que comprendiera que quería hablar con ella a solas.

Los alumnos que despertaban un domingo por la mañana, habitualmente, eran pocos. Todos en el colegio de magia y hechicería sabían que el domingo era utilizado para un descanso de los deberes escolares. Pero los pares de ojos que evaluaban sus pasos, el sentimiento de estar siendo vigilado, las conversaciones que oía donde era él el protagonista, las palabras venenosas, las apuestas, los murmullos que aumentaron cuando ella habló, contradecía su idea de cuantos estudiantes habían decidido madrugar en este domingo.

— ¿Star? — repitió burlona, como si nunca hubiera escuchado el apodo salir de los labios que ella besó con fervor semanas antes — Que yo sepa, no soy rubia para recibir tales apodos.

— Adhara... — detuvo sus pasos al sentir su vacía mirada sobre él.

— Aunque... — quien era pelinegra sacudió su pelo con elegancia, dejando que este cambiara de color al mencionado — No sé, podría ser una opción para cuando esté aburrida — tomó un mechón de su cabello — Pero no creo que quede con mi tono de piel — mencionó con agria diversión, volviendo a su color natural — Claramente, rubia no soy como para que me confundas con tu noviecita, Black.

— Ella no es mi... — Sirius veía la necesidad en sus ojos de que lo negara, veía la súplica en ellos de que negara lo que hizo.

— Oh ¿Entonces volvemos a las andadas, Black? — y a su vez, podía notar el resentimiento surgido al no existir excusa que negara el dolor que sentían, que negara la traición que era cierta.

— No es lo que crees... — quería explicarle, contarle la razón por la que había cometido tal error, tener la oportunidad de disculparse por todo.

Por dejar que sus amigos plantaran la duda en él, por desconfiar de ella aun conociendo sus más íntimos secretos, por desertar del barco ignorando sus peticiones, por abandonarla durante el enfrentamiento más complejo, por fallarle cuando lo esperó en el lugar donde tantas veces se habían pertenecido, por... por traicionarla y romper sus votos con otra mujer.

— ¿Realmente no lo es? — pero ella no estaba dispuesta a escucharlo, no estaba dispuesta a escuchar las excusas inventadas gracias al arrepentimiento y el dolor que él sentía en ese instante.

Estaba dolida, estaba jodidamente dolida. ¿Quién no lo estaría cuando la persona que te prometió...? Recordarlo solo le hacía más daño, recordar las palabras donde ambos se habían entregado al intenso sentimiento, que Adhara creyó, los dos le profesaban al contrario, solo causaría más daño. Se sentía dolida, no solo por los actos que él había cometido. Se sentía traicionada por él... Y por sí misma. Adhara no sabía en qué momento el amor la cegó... No, su propia mente despabiló. Ya había sido lo suficientemente ingenua como para seguir estando en una faceta donde culpaba a los sentimientos de sus acciones. Ella escogió creer, ella escogió amar, ella se permitió entregarse. La pelinegra sabía en lo que se metía cuando accedió a su petición. Sabía lo que hacía cuando en un acto de amor, se prometieron a ellos mismos en unos votos que se repetían cada vez que se entregaban, para hacerse saber que lo que tenían jamás se rompería.

Y las palabras profesadas en la intimidad dejaron de ser de ellos cuando él se las profesó a un tercero.

En un elegante movimiento, bajando de su posición con la ayuda de uno de sus compañeros a quien una sonrisa coqueta regaló, Sirius observó a la persona con quien íntimos momentos había compartido, acercarse a él, con la única intención de ser su perdición.

Porque realmente la había jodido, y ella era tan vengativa, que quería verlo suplicar porque se detuviera.

— Una semana... — ¿Ese era el tiempo que necesitó para cambiarla? Internamente eso la afectaba, por fuera... — El tiempo es algo sin importancia. Y no te culpo, no podemos negar que tiene sus atributos — por fuera demostraba que no le interesaba.

— Por favor... — rogó.

Ruegos ¿No había sido él el primero en ignorar sus ruegos? ¿No había sido él quien ignoró cada una de sus peticiones? ¿Cada uno de los pedidos de salvación? Estuvo hundiéndose y él jamás apareció... Y ahora la situación era presentada al revés ¿Realmente creía que lo escucharía?

— Por favor — repitió con burla — ¿Por qué ruegas, Black?

— Déjame explicar...

— ¿Es culpabilidad lo que siento? — cuestionó con ironía — Y yo pensando que lo había dejado más que claro — sonrió, escuchando algunas risas de sus compañeros provocadas por el tono sarcástico de su comentario.

— Dhara... — la pelinegra negó con su cabeza, cortando sus palabras.

— No debes de sentirte culpable, Black. Ya habíamos roto ¿Lo recuerdas? — menciona acercándose a él — En el momento en que salga de la habitación, cortaría relación con... — detuvo su hablar por mero dramatismo — todos ustedes — sonrió socarrona.

No te mientas, Cariño. Pidió. Eres capaz de engañar a todos, pero no a mí cuando me miras a los ojos. Es por eso que finges verme, sabemos que con esas palabras no me dejarías. Porque ellos lo sabían... Aun cuando todos creyeron en las palabras de la serpiente, Sirius era el único que tenía razón. Ellos sabían que de toda declaración, él siempre sería su excepción.

— No es... — cierto, quiso decir. Más sabía que interrumpir a las personas era su método de defensa cuando quería terminar el tema.

¿Por qué quieres huir de mí, cariño?

— Deberías saberlo, yo soy fiel a mí palabra — golpe bajo, pensó el pelinegro mientras que cerraba sus ojos.

Sé que me lo merezco, pero déjame explicarte.

— No hay resentimientos Black, fue... divertido — otro golpe y hasta los espectadores sintieron el dolor de la afirmación — Sí, mientras que duro lo fue — sonrío con picardía.

— Escúchame — pidió — Déjame...

— Me temo que ahora tengo unos asuntos más... — pareció pensarlo — Placenteros que atender — era definitivo, quería verlo retorcerse de dolor — Después de todo, soy algo... Importante — repitió la acción anterior — no lo comprenderías realmente — comentó con fingida pena.

— Adhara... — escúchame, por favor.

— No, no, no — sonrió — Creo que Jone sería lo adecuado, personas como... — comenzó a verlo de pies a cabeza, y una ligera mueca de disgusto apareció cuando terminó —... tú, lo saben bien.

Todos fueron testigos del desfile que protagonizó la pelinegra al acercarse más a su ex pareja. Cómo también admiraron, la que se pensaba, sería la última interacción entre ellos dos.

— Que tengas un fantástico domingo — deseó con ironía — Disfrútalo con tus leales amigos — murmuró al pasar por su lado, justo en su oído.

Y a comparación con otras veces, una sonrisa apareció en su rostro al notar la tensión en su cuerpo en vez de una mueca de preocupación. No, ella ya no buscaría la solución a sus problemas, ya no brindaría su ayuda para que se relajara. Pero no había terminado, las palabras de su cazadora amiga resonaron en su cabeza. Destrózalo, había dicho, hazlo sufrir igualmente cómo él lo hizo. Y sólo necesito de ello para darse media vuelta, dejando en claro su estado con la siguiente acción.

— ¡Ah! Black — Sirius levantó su vista a tiempo para agarrar lo que Adhara le había lanzado — Disfruta de tu soltería, cariño — el gris y marrón conectaron con el brillo habitual reemplazado por el oscuro dolor — Yo lo haré con la mía — guiñó un ojo con una sonrisa seductora.

Sirius bajó su vista a lo que tenía entre manos, sintiéndose más miserable al ver el collar con el objeto que Sta-... que Jone había llevado consigo desde que se lo entregó. El nudo que creció fue forzado a ser olvidado cuando el pelinegro apretó con fuerza la llave del departamento de ambos, intentando mantener sus lamento dentro de su ser. Necesitó de unos segundos para poder reaccionar. Con los sentimientos a flote, decidido a no dar por acabada su relación, sus piernas lo obligaron a seguir el camino por dónde la persona que amaba se había ido.

— ¿A dónde crees que vas, Black? — una de las serpiente cortó su paso.

Sirius intentó ignorarlo, intentó pasar por su lado para perseguirla, no dándole importancia a las palabras que ella dijo sin llegar a sentirlas.

— Creo que aún no has caído en cuenta de un hecho, Black — otra serpiente cortó su camino.

Ignoró nuevamente a los de verde, lo único que podía pensar era en ella, lo único que quería hacer era hablar con ella.

— Has atacado a uno de los nuestros — comentó otra que se posicionó a espaldas del pelinegro.

Alzó su cabeza, intentando ver entre los huecos de la formación de las serpientes a quien anhelaba, solo consiguiendo observar su melena desapareciendo entre las puertas del gran comedor.

— Y con un muy bajo movimiento — más serpientes se unieron a la formación, rodeando al pelinegro que solo buscaba una salida para seguirla.

La perdió de vista, y una desesperación lo inundó. Parecía que el dolor en su pecho con el que había despertado había conseguido un nuevo compañero.

— No vas a salir de aquí, Black — el primero que había cortado su camino se posicionó delante de él — No hasta que te demos lo que te mereces.

Pero Sirius realmente no estaba allí. Él no prestaba atención a la amenazante postura de las serpientes que lo rodeaban. Desconocía que todos tenían en sus manos sus varitas, preparados para atacarlo. Sirius no se hallaba en medio de un círculo de serpientes de último año, él estaba lejos, muy lejos. Su presencia se encontraba con ella, su ser estaba siguiéndola, pero su cuerpo era negado a unírseles por quienes querían venganza.

— Siete contra uno, pero que equitativos son — se escuchó una voz a fuera de la formación — ¿No lo crees, Lunático?

— ¿Qué puedes esperar, Cornamenta? — las serpientes observaron al grupo de leones que tanto aborrecían irrumpir en su emboscada — Creen ser astutos al atacar en grupo cuando es solo una muestra de su cobardía.

— Potter, Lupin — con ácido saludó, ignorando a la sangre sucia y la estúpida pareja de leones — ¿No que eran traidores? ¿Por qué hacer esta muestra de lealtad que no poseen? — Bole les preguntó — ¿O es que sus afligidos corazones no soportan la verdad de los rumores? — sonrió con burla.

Con una mirada de James, Sirius comenzó a acercarse a su grupo. En el trayecto de su camino, se ganó miradas afiladas de las serpientes. La razón de estas era fácil de adivinar, ellas veían cómo el ser que más hirió a quien tanto apreciaban, se les escapaba de las manos.

Y ellos no podían permitirlo.

Las serpientes adoraban a Adhara. Tal afirmación no era un secreto del castillo. Los estudiantes de la casa de Slytherin le profesaban una gratitud y adoración enorme, a tal punto, que no dudarían en hacer añicos a quienes opacaban su luz. Ella jamás juzgó ninguna de sus acciones sin antes tener una previa charla sobre el porqué de estás. Ella escuchó sus problemas y propuso soluciones para todo acto que eran obligados a cometer sin ningún costo. La adoraban, porque en las noches dónde su antebrazo les ardía debido al enojo que él sentía, ella estaba allí, haciendo uso de sus conocimientos para reducir el fastidioso ardor que sentían. Ella los protegía de las palabras hirientes que los alumnos de otras casas les dirigían, confrontando cada uno de los rumores que los relacionaban con quien ya saben quién como si ella estuviera incluida en ellos. Ella les ofrecía luz cuando, sin intención de dejarlos descansar, la oscuridad los atrapaba.

Adhara los había protegido con todo lo que tenía. Y ahora, era el momento de ellos de saldar su cuenta protegiéndola, defendiéndola y vengándola.

Si hubo discusiones antes del combate de hechizos entre el grupo que se volvió sumiso al odio y el que se involucraron por su lealtad, Sirius no lo supo.

Nuevamente se hallaba perdido, su sentido de orientación colapsaba tras cada paso que daba al ser llevado por Lily hacía lo que ella consideraba era un lugar más calmado. El pelinegro no tenía control sobre si, lo único en lo que estaba enfocado era encontrarla, más el dolor que sentía tanto en su pecho como en su mano, era un recordatorio que las complicaciones de hallar una solución tan solo habían aumentado.

Estaba roto, no metafóricamente hablando. Él sabía que estaba roto, al igual o menor medida de lo que ella debería estar, de la misma forma en que sus votos lo estaban. No eran simples palabras, jamás habían sido sólo palabras, nada entre ellos carecía de singularidad. Todo tenía sus razones, todo tenía sus porqués, todo en ellos tenía una razón en ser. Sus votos... pensar en lo que había sido de ambos, pensar en lo que había roto, sólo hacía aumentar el indescriptible dolor que todo su organismo experimentaba.

Estaba ido. El único pensamiento que invadía su mente era lo jodidamente idiota y lo estúpidamente iluso que fue al pensar que ella había asistido a la fiesta. ¿No era que se jactaba de conocerla en su totalidad? No se lo perdonaría, no podría. En esa madrugada, Sirius cedió a la desesperación de volver a tenerla entre sus brazos. Él desactivo todo raciocinio de su cabeza cuando pensó que la tenía devuelta. Se dejó llevar por la necesidad de aclarar que el sentimiento, con el que le había profesado por primera vez sus palabras, seguía presente. Su juicio se había nublado por su aroma y se arrepentía enormemente de su decisión de ahogarse en alcohol. Porque quizás, si hubiera estado en sus cinco sentidos, si él no hubiera perdido el control de sus acciones...

Ellos no experimentarían el dolor de estar roto.

Porque en cuanto se alejaron lo suficiente, el dolor escapó de su control para mostrarse.

Severus la había esperado a las afueras del gran comedor, siendo mero espectador de la forma en que se encargaba del idiota león. Su mirada conectó con la de ella, y tras ofrecerle su brazo, el pocionista la guio por los pasillos del castillo. Los estudiantes veían como el pelinegro tenía ciertas dificultades de seguir su paso, Adhara destilaba molestia por todos sus poros y su rápido caminar era una demostración de lo mencionado, así ellos lo interpretaban. Expectantes a cada una de las acciones que cometería, no paraban de comentar todo pensamiento que su mente inventaba

Pero en cuanto los estudiantes desvanecieron, no lo pudieron soportar más.

— Adha... — Severus paró su caminar.

La pelinegra volteó a verlo, encontrándose con la preocupación en su rostro. El nudo en su garganta se intensificó al sentir las gentiles manos de su amigo secar la lágrima que salió sin su permiso. Y tal gesto fue el causante de la lluvia que se originó en su rostro.

— Sev... — sollozó — No puedo... — el pelinegro comenzó a sentir un escozor en sus ojos — Debo volver — murmuró, dispuesta a darle una oportunidad.

No hubo dolor más intenso que el escuchar el lloriqueo de su amiga cuando la sostuvo entre sus brazos, reteniéndola a cometer un acto del que se arrepentiría. Sus ruegos por que la dejara ir aumentaron cuando la cargó. Por segunda vez en aquel día, soportó todos y cada una de los improperios que decía en contra de su persona por no permitir ir hacia donde ella pertenecía. Por segunda vez en ese día, fue testigo de cómo cedía sus fuerzas y control de su persona. Por segunda vez en ese día, Adhara se aferró a su persona, ocultando su rostro en su hombro. Severus la llevó donde ningún estudiante podría observarla en tal deplorable estado. Para que todos siguieran pensando que la traición de ese idiota león ni siquiera le importaba, porque el pocionista quería creer que aún existía una manera de unir sus pedazos.

Porque Adhara estaba rota.

— Sirius... — Lily llamó, una vez que aseguró el salón donde se encontraban.

Después de varios minutos, el pelinegro conectó miradas con el verde del que su amigo tanto hablaba. Pero no halló el brillo peculiar que calma le brindaba a James. Completamente diferente a lo que su amigo sentía cuando observa a Lily, Sirius no supo expresar el sentimiento que causó una intensa presión en su pecho cuando pena era lo que transmitió los verdosos ojos.

— Pelirroja — murmuró Sirius con la mirada pérdida — No puedo... — siguió hablando en voz baja, la premio anual lo observó confundida, no reconociendo que el pelinegro no podía más con el dolor que sentía — Debo ir con ella — comunicó, dispuesto a hacer lo posible por que le diera una oportunidad.

No hubo dolor más intenso que observar el agónico llanto que escapaba de los labios del pelinegro por no poder quitar los encantamientos que tenía la puerta, aquellos que lo retenían a ir y ofrecer todo su ser a cambio de piedad. Su llanto aumentó cuando los brazos de la pelirroja lo rodearon. Por primera vez en el día, Lily fue testigo de cómo, a quien consideró poseedor de un eficaz control de sus sentimientos, cedía al dolor que él mismo se había provocado sin ser consciente de sus actos. Por primera vez en el día, escuchó los ruegos, con su nombre en ellos, para que le dejara ir a donde pertenecía. Por primera vez en el día, Sirius se aferró a su persona, buscando aliviar el desconsuelo al que se afrentaba. Lily no permitió que Sirius escapara del lugar, porque sabía que no era momento de que enfrentara las crueles acciones de los estudiantes, que tenían estima a Adhara, cometerían en contra del pelinegro. Porque la pelirroja se auto convencía de la existencia de un pegamento lo suficientemente fuerte para unir sus pedazos

Porque Sirius también estaba roto.

Ambos apoyos ignoraron completamente sus deseos. Consolando a los perdidos con las palabras y acciones que ellos consideraban necesarias. Esforzándose por calmar sus penas sin saber que no serían capaces de ello. Porque entre los agónicos y silenciosos llantos, lo único que salía de los labios del otro era el nombre de quien necesitaban, el apodo de este, lo que a su vida le daba significado.

Y era algo irónico, si lo piensas. Lo único que necesitaban ambos era estar en los brazos del otro. Sin embargo, eran retenidos por quienes consideraban que lo mejor para ellos era alejarlos.

°•°(...)°•°

Los elfos domésticos no los recibieron con su entusiástico ánimo. Casi podían jurar que la velocidad empleada al cocinar su pedido tenía como fin el sacarlos del lugar en que las criaturas mágicas residían. Estuvieron a punto de preguntar sobre el arisco ambiente, pero antes de siquiera hablar, dos elfos le entregaron los platos que pidieron y, sin saber cómo, el cuadro de las frutas se cerró con un fuerte golpe frente a sus narices.

— ¿Qu-Qué acaba de suceder? — Remus se cuestionó.

— Parece que hasta los elfos nos odian — contestó James en un suspiro — Vamos Lunático, un chucho nos necesita — le brindó un empujón amistoso.

El aludido asintió, a pesar de que el comportamiento de los elfos le afectara. Bien lo había mencionado James, su amigo los necesitaba.

Con las justas salieron bien parados del arduo combate con los de Slytherin en el gran comedor. Este mismo sólo finalizó cuando una gran cantidad de estudiantes empezaron a gritar que los profesores se acercaban. Las serpientes en realidad fueron astutas, todo parecía planeado por ellas. Porque en el momento en que los leones quisieron parar con la batalla, y escaparse de un seguro castigo, los estudiantes comenzaron a rodearlos aún más. Gracias a que sus compañeros de casa, que no querían perder puntos por lo idiotas que eran, como les informaron después, los leones salieron de la encrucijada de estudiantes, logrando evitar un castigo que sería más largo del que tuvieron después de la guerra de bromas.

No lo pensaron mucho cuando James sacó el mapa del Merodeador para buscar a su pareja y su mejor amigo en este. Siendo seguido por Remus, Frank y Alice — estos dos últimos se les habían unido al salir de su sala común en búsqueda de Sirius — llegaron al salón donde el pergamino indicaba que los dos leones se encontraban. Les fue difícil digerir la imagen que se presentó ante ellos. En los largos años en que eran compañeros de habitación o compañeros de casa, jamás vieron al de larga cabellera negra tan... mal. Bien ellos habían sido testigos de las penas que por su familia el Black arrastraba. Pero desde la llegada de cierta persona a Hogwarts, aquellas desaparecieron.

Hasta ese momento.

Remus se preguntaba si la impotencia por no saber cómo aliviar el sufrimiento de Sirius fue el mismo que sus amigos sintieron cuando, hace casi un año, él la perdió. Se preguntaba si es que, al igual que el pelinegro, él también se había visto tan destruido al despertó de su shock. Se preguntaba, y esta duda era más un temor que nunca sería podría decirlo en voz alta, si al igual que él, la única persona con el poder de acabar con tal sufrimiento era ella.

Porque cuando los dos merodeadores junto a la pareja leones entraron al salón, Sirius sollozaba cómo un niño pequeño entre los brazos de la pelirroja, quien tarareaba palabras de consuelo, moviéndose de un lado a otro, en un lento vaivén que buscaba brindar calma al afectado.

Los dos merodeadores que fueron en busca de comida, recordaban haberse quedado estáticos en su lugar, hasta que el pelinegro quedó dormido en brazos de la fémina de cabellera roja. Entonces, tuvieron la misión de trasladar al dormido hacia su habitación en la sala común con toda la discreción posible. Manteniendo la esperanza de no encontrarse con algún estudiante que, apenas viera el estado del Black mayor, corriera a contarlo a sus conocidos, creando una cadena sin fin hasta que todo en el castillo se enteraran de lo visto, James ofreció su capa de invisibilidad a las dos personas que consideraba las más importantes en su vida.

Así, el grupo de leones consiguieron cumplir exitosamente con su misión, llegando a su habitación sin que ojos no deseados los descubrieran. Desde ese momento, entre sueños, él había estado sollozando. En ningún momento dejó de aferrarse a la pelirroja, quien tampoco tenía intención de soltarlo. Ya que cada vez que un nuevo espasmo recorría su cuerpo, Lily estuvo al pendiente de brindar caricias y tarareos para que volviera a descansar. Dando todo de sí para que no despertara.

Porque ninguno de ellos sabía a ciencia exacta qué sucedería en cuanto recuperara la consciencia. Sentían miedo. No obstante, era cuando se estremecían por no sentirse preparados, que debían sacar la valentía por la cual fueron seleccionados a la casa de Godric Gryffindor, para enfrentarse a sus propias limitaciones.

El momento de ser valientes se presentaría más pronto de lo esperado.

James y Remus llegaron con el almuerzo de todos a su habitación. Ninguno estaba preparado para soportar las acciones de los estudiantes resentidos. Además, en un silencioso acuerdo, aceptaron que todos debían de estar presentes cual el afectado despertara. No eran tan desalmados cómo para dejar que sólo uno se encargue de un Sirius destrozado, si lo iban ayudar debían de estar todos presentes.

Ellos no esperaban encontrarse con la turbulenta faena al entrar a su habitación.

No esperaron encontrarse con unos grisáceos ojos que no reconocieron.

La rebeldía en su gloria no se observaba, la brillante fortuna era opacada, la afección ya no desbordaba. En el mismo lugar donde estáticos quedaron, ellos pensaron que habían sido testigos de la mirada más dolorosa que en sus vidas llegarían a observar. Erróneo, al igual que sus últimas acciones, erróneo había sido de su parte pensar en la inexistencia de una vista más dolorosa de la que tuvieron hace una semana. Porque allí, delante suyo, tan sólo a unos pocos pasos, el vacío estaba impregnado en su amigo.

Repitiendo el patrón de la mañana, ambos merodeadores se acercaron de manera lenta, pensando que con palabras de consuelo y suaves muestras de afecto, lograrían desvanecer el dolor provocado por lo experimentado. Repitiendo el patrón de la mañana, ambos se equivocaron al pensar que tratar con una persona que se sentía vacío por dentro, sería tan fácil cómo calmar a un niño al que le quitaron su caramelo.

Pero esta vez James no fue el único participante en los gritos proferidos, todos se incluyeron en la indeseada discusión. Pedidos, explicaciones, reclamos, maldiciones, un motín de sentencias fueron puestas en escena. Estas se diferenciaban por la dicción con la que era expresada. Más todas tenían un mismo fin, uno que el pelinegro ignoraba.

— ¡Esto no es solo por un maldito beso! — profirió violento.

— ¿Entonces por qué es? — Cuestionó sin recibir respuesta — ¡Por las jodidas barbas de Merlín, Sirius! ¡Por una maldita vez olvida el estúpido secretismo! ¡Esa es la principal razón por la cual estamos en esta situación!

— ¡No, claro que no! — el vacío en sus ojos destellaron — ¡Ustedes no lo entienden! — ni jamás podrán hacerlo

— ¡Porque tú no nos lo explicas! — el licántropo intervino — Permite que te ayudemos, permite que encontremos una solución para lo que sea que hayas hecho.

— ¡Es que no hay solución! — exclamó con dolor — ¿Cuándo un juramento inquebrantable ha podido rehacerse una vez roto? — los presentes vieron con pavor lo destruido que estaba, uniendo los puntos al descubrir la razón de su estado.

— ¿Ustedes...? — la pelirroja no terminó su respuesta cuando Sirius río con acidez.

— Teníamos una promesa, unos votos... — un brillo apareció debido a sus cristalizados ojos — Yo los rompí — confesó.

Admitirlo en voz alta no mitigaba su dolor.

— Sirius... — la suave voz de su amigo resonó, más la que consideraba una falsa empatía en su mirada provocó que explotara.

— No, James — retrocedió a su intento de consuelo — Tú no sabes lo jodido que es sentir este vacío — señaló sujetando con fuerza su pecho — No sabes lo jodido que es saber que ella también está pasando por lo mismo — el mencionarlo lo hizo retorcer — No sabes lo que es odiarte por haberla roto — su voz salía seca por la inexistencia de agua en su ser — Por verla sufrir sin ser capaz de disminuir su dolor — no estar a su lado, desconocer su estado, tales pensamientos lo carcomían — Todo porque ninguno de ustedes fue capaz de detenerme — declaró, bajo la egoísta intención de no ser el único que se hallara dolido — Ninguno hizo el amago de pararme o de sospechar que algo iba mal aun cuando dicen que me conocen.

— Nosotros no teníamos idea de que estabas bajo una poción, Sirius — Frank declaró.

— No intenten excusarse ¿Qué carajos pasaba por su mente al pensar que de manera consciente besaría a la estúpida de McKinnon? — una intensa presión se instaló en la caja torácica de todos — Ustedes lo sabían, ustedes sabían que jamás le haría eso...

— Era demasiado tarde cuando caímos en cuenta — Alice murmuró, brindándole apoyo a su pareja.

— Pero pudieron evitar que me arrastrara a su habitación —cegado por el hubiera, no se daba cuenta de las profundas heridas que creaba en su ser... y en el de los demás — Pudieron siquiera reaccionar y sacarme de esa asquerosa cama — del lugar donde dirigía todo su repudio — Porque fueron los jodidos rumores que Peter no controló la razón por la cual se comportó de esa forma en el gran comedor — reveló.

Y cuánta razón tenía. Al fin de cuentas, la pelinegra se sentía tan terriblemente dolida por saber que él había pasado la noche con otra mujer. Sirius lo sabía, el dolor que sentía no se podría deber únicamente al haber roto sus palabras. La mirada asqueada, la forma en que esquivó su mirada y su toque... Por primera vez, ella cedió a lo que todos decían, creyéndose cada una de las palabras que comentaban acerca de la diversión que los leones tuvieron.

Los libidinosos sonidos que se escucharon de la habitación de la fémina hablaban por sí solos.

Estaba listo, Sirius estaba más que listo para continuar con sus hirientes acusaciones que poseían de finalidad extirpar el sentimiento de culpabilidad. Deseaba acabar con su dolor, anhelaba que este se extinguiera, ansiaba encontrar alivio. Sirius no hallaba otra forma más fácil de conseguir lo que quería al desquitarse con quienes tenía delante.

¿Querían ayudarlo? Bien, que soportaran su mordaz labia.

Más los improperios que tenía planeados se vieron aplacados por no encontrar a quien tenía pensado fuera el receptor de todos estos.

Sus amigos vieron con extrañes cómo sus abatidos gestos de aflicción se transformaron en unos de incertidumbre. Estuvieron a punto de preguntar a qué se debía el drástico cambio, cuando él los interrumpió con una pregunta que tenía de connotación la búsqueda de una persona.

— ¿Y Peter?

Los despiertos parpadearon, no encontrando respuesta a la pregunta de su amigo de manera instantánea. Luego, Remus recordó el pensamiento que tuvo por la mañana. Aquel donde mencionaba el sueño pesado que su rubio amigo debía poseer para no despertarse por la temprana discusión de James y Sirius. No creyendo que su suposición fuera cierta, dirigió su mirada hacia la cama de su amigo, entrecerrando sus ojos con escepticismo.

— ¿Qué carajos, Peter? — El licántropo se ganó la atención de todos por la pequeña maldición que profirió en un murmullo.

Ellos dirigieron su mirada a donde el de cicatrices veía.

— ¿En qué momento se durmió? — preguntó con extrañez Frank.

— No recuerdo que haya despertado en algún momento, cariño — Alice comentó.

— No puede no haberse despertado con tremendo alboroto que hemos causado — negó Frank — ¡Vamos, Peter! Ya deja de fingir — pidió.

Ningún movimiento provino del rubio.

— Buena broma Colagusano — admitió Sirius — Ahora levántate — pidió cruzándose de brazos.

Todo el grupo esperó a que el aludido sonriera de manera inocente, sabiendo que al menos, había logrado que el de grises ojos dejara de lado sus lloriqueos por unos segundos. Esperaron a que se irguiera en su cama, sentándose para ser recibido por un medio abrazo brindado por Sirius con la finalidad de despeinarlo, regañándolo por haberlo preocupado.

— No te hagas de rogar, Pet — el ceño del pelinegro se frunció — Esto ya no está siendo divertido — exclamó acercándose a la cama donde el aludido descansaba.

Todos fueron testigos de cómo el pelinegro comenzó a sacudirlo para despertarlo. Observaron cómo los que en un principio eran leves movimientos aumentaron en intensidad y velocidad. La preocupación comenzó a crecer de a poco en sus personas, representado por un nudo en el estómago que crecía tras cada sacudida que no lograba despertar al pequeño Gryffindor.

— No despierta... — murmuró sin creérselo, trasladando su mirada preocupada del cuerpo inerte a sus amigos — No despierta — repitió para sacarlos de su perplejidad.

— ¡Aguamenti! —lanzó el hechizo James, esperando que con el agua, el rubio se dejara de estas bromas de mal gusto.

Sirius se paró de la cama, retrocediendo sin creer lo que sucedía. Los dos bromistas se acercaron al rubio, buscando siquiera un gesto, una mueca, tan sólo un mínimo movimiento.

Nada sucedió.

— ¡Enervate! — esta vez fue Lily quien lanzó el hechizo, sin obtener el resultado que esperaba.

— Esto ya no es gracioso, Peter — Frank exclamó, imitando la acción de sus compañeros al acercarse a su amigo, agitándolo para que despertara.

— Peter... — Remus se unió a las sacudidas — Vamos despierta — pidió.

— Chicos... — Alice quiso pararlos, más ninguno pareció escucharla.

— ¡Peter, despierta! — la desesperación comenzó a invadirlos.

— ¡Joder, Peter, no nos hagas esto! — James se alejó de su amigo, sin comprender que sucedía.

— ¡Despierta! — volvió a repetir Remus.

— Hay que llevarlo con Madam Pomfrey — Alice exclamó, manteniendo la calma que ninguno de sus amigos poseía en ese momento — ¡Chicos! — Volvió a llamarlos — ¡A la enfermería, hay que llevarlo allí! — comunicó con voz alzada, intentando ser escuchada entre tantos alaridos inquietos.

Las palabras por fin fueron procesadas. Olvidándose de que por sus venas la magia recorría, James tomó a su rubio amigo entre brazos. Con una conexión que hasta Alice envidió, los tres merodeadores se organizaron. Sirius agarró la capa de invisibilidad, poniéndola sobre el miope, tapándolo para que desapareciera de la vista de todos. Remus abrió la puerta, dirigiendo el camino y abriéndose paso entre los estudiantes. Este era seguido por el invisible miope, quien tenía detrás al pelinegro dispuesto a cuidar sus espaldas. Los mencionados hicieron uso de un paso apresurado, ignorando las afiladas miradas que se ganaron en cuanto salieron de su sala común porque no eran cruciales. No cómo su objetivo de llegar a la enfermería.

Sintiéndose culpables al hacerlo. Porque cuando Madam Pomfrey les indicó que su amigo estaba bajo los efectos del filtro de muertos vivientes y después cuestionó desde qué momento estaba en ese estado somnoliento...

Ellos no fueron capaces de responder.

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12 565 palabras

Grupos que no colaboran, control de lecturas, trabajos finales y evaluaciones. Son a estos a quienes deben de culpar por la demora del capítulo :D

¿Cómo andan hermosas personas a las que quiero tanto?

Sí, ya lo sé, no crean que me he olvidado *suspira *

Lugar para que comiencen con sus amenazas ->

Ahora sí... huyo * corre *

JKSADJKS Saben que los quiero ¿Cierto?

Por ello les daré pequeños comentarios acerca del siguiente capítulo:

   - El título será A un año.

   - Sí, tratará del aniversario luctuoso.

   - Ciertas acciones de Adha serán reveladas.

Y es con esta ofrenda de paz que espero su perdón. ¡Oh, maravillosas lectoras! Apiádense de esta escritora, que se ha quedado sin estabilidad emocional tras cada releída que dio al capítulo.

¿Las quiero, ya lo mencioné?

Ahora sí, comentarios:

¿Adhara vengativa? Písame la cara que te rezo.

¿Amistad como el de las serpientes? Por favor, aspiremos a ello.

¿Espejismos y paralelos? Díganme que no soy la única que amó estos.

En fin, espero no tardar demasiado con el siguiente capítulo. Me duele más a mí que a ustedes el dejarles sin capitulo semanal porque sé que es lo que merecen. Pero, tengo una relación toxica con la universidad y no puedo romper con ella hasta dentro de dos semanas más ;;

¡De todo corazón espero que tengan un maravilloso día! Son personas extraordinariamente magníficas. Todo lo que se propongan hoy lo lograrán uwu. Por favor, cuídense y cumplan con las medidas de prevención ante el covid que cada gobierno ha implementado. No se olviden de tomar awita <3. Cuídense mucho, ¿Ok?

Los quiere y ama,

Una Slytherin,

no tan Slytherin

Psdt: ¿Recuerdan la amortentia que ganó Marlene? Yep, esto está planeado desde entonces jasjkdaks

Psdt 2: F por Peter, recién se acordaron de él cuando querían recriminarle.

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