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23: Un cuento de dos demonios

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La vida en el bosque fue más complicada de lo que ambos pensaron. La comida no fue un problema, las frutas colgaban por montones en los árboles y dormir bajo la sombra de un pino no era tan incómodo (lo incómodo era patrullar mientras el otro dormía). Utilizaban el día para practicar su vuelo y las noches para leer y poner a prueba otras habilidades angelicales que los libros de Yoongi mencionaban. Nunca se alejaron demasiado del edificio. Al volar lo suficientemente alto, podían verlo a la lejanía.

Se preguntaban si la Salvadora estaría buscándolos.

Los ángeles podían producir luz con sus manos. Esa era la forma en la que abrían portales hacia el Plano Terrenal: Un ángel pondría sus manos en cierta posición, para que otro ángel produzca luz y la sombra proyectada en el suelo abra el portal.

Era precisamente esta luz la que ambos usaban para leer por la noche y con la que practicaban mil veces abrir el portal, sin obtener resultados. El bosque era silencioso, y por las noches se escuchaban alaridos y rugidos de las bestias con las que se habían encontrado más de una vez. Todas tenían formas diferentes. Algunas, eran pequeñas e inofensivas, como gnomos de jardín que usaban unas máscaras que lloraban, reían, o parecían enfadadas. Otras, eran enormes y peligrosas. Arañas de cinco metros, hombres de extremidades huesudas y rostros espantosos. 

En esos casos, las alas eran bastante útiles para escapar.

Hubo cierta noche en la que tuvieron que presenciar un suceso horroroso, y entendieron por fin el origen de todas esas bestias.

—¡Ángeles! —un hombre se acercó corriendo a ellos. Jadeaba y sudaba como loco, y su rostro se contraía en una expresión encantada, como si hubiera encontrado un verdadero tesoro. El hombre agarró con fuerza a Yoongi por los hombros— ¡Por favor, sálvenme! No me queda mucho tiempo... ¡Ayúdenme a salir de aquí! ¡Sáquenme de este infierno antes de... ! —empezó a toser, bajando la cabeza. Se alejó para vomitar al pie de un árbol, y volvió a mirarlos con súplica— ¡Llévenme al Plano Terrenal, se los ruego!

—No podemos —respondió Yoongi.

El rostro del hombre se descompuso con horror. Se acercó arrastrándose y sus manos se enroscaron en las piernas de Jungkook, quien dio un salto por el susto y pateó al hombre para que se alejara.

—Por favor —lloriqueó—. ¡Se los ruego!

Antes de que cualquiera pudiera decir otra palabra, el hombre empezó a soltar sonidos extraños desde el fondo de su garganta y a contorsionarse en el suelo, con las uñas clavadas en la tierra. Arqueó la espalda, el sudor cayéndole a borbotones y mezclándose con las lágrimas, y los gritos de dolor se convirtieron lentamente en rugidos profundos. Yoongi y Jungkook retrocedieron unos pasos con cautela. Las extremidades del hombre se alargaron como si alguien externo las estuviera jalando, sus brazos y piernas volviéndose delgados y huesudos. Un par de brazos extras salieron de su espalda, clavándose en el suelo. Su piel se volvió oscura como la noche y empezó a vomitar una baba negra y espesa.

Cuando volvió a alzar la mirada, ya no vieron el rostro temeroso del hombre. En su lugar, había una máscara con cara sonriente y dientes afilados.

El hombre se había convertido en una verdadera bestia.

Rugió monstruosamente y los dos chicos empezaron a correr, agarrando impulso para emprender vuelo lejos del lugar. La bestia siguió buscándolos, soltando sonidos sacados directamente del infierno y destrozando árboles a su paso.

Ambos finalmente entendieron. Las almas que permanecían mucho tiempo en el bosque se convertían en esas bestias horrorosas. Esa era la razón por la que la Salvadora los exiliaba; quería convertirlos en monstruos, para que no existiera forma en la que pudieran reencarnar.

Pero Jungkook y Yoongi eran ángeles, así que su destino sería diferente.

¿Verdad?

Diferente, por supuesto. Menos miserable... eso quedaba en duda.

Pasaron un par de semanas en las que ambos chicos perdieron la noción del tiempo cuando, al despertar, se sentían más ligeros. Un peso había desaparecido de su espalda, pero sentían un intenso dolor de cabeza. El primero en despertar fue Jungkook. Se pasó las manos por el cabello y sintió algo nuevo ahí. Tocó las recientes protuberancias que emergían de su cabeza con temor y curiosidad. Se miró las manos: eran completamente negras.

Despertó a Yoongi con un grito y se sintió horrorizado al verlo. Yoongi tenía las manos, pies y cuello de un negro tan profundo que se confundía con el cielo nocturno. Al nivel de la manzana de Adán, el negro empezaba a desvanecerse parcialmente, como pequeñas manchas de pintura que salpicaban su piel. Sus mejillas tenían líneas oscuras como raíces que se extendían hasta sus ojos. De su cabeza, salían un par de cuernos que formaban un pequeño espiral en la punta. Al ver la reacción de Yoongi, Jungkook asumió que se veía de la misma forma.

Se habían convertido en demonios, tal y como indicaban las últimas páginas de uno de los libros. Si un ángel permanecía mucho tiempo en el bosque y era consumido por la oscuridad, se convertiría en un demonio de Morte Actum, sus alas se marchitarían y no podría volver a producir luz nunca más: su corazón estaba podrido.

Su tiempo se había acabado.

Para su suerte, los mismo libros también hablaban de una leyenda que rondaba los bosques: Las grietas. Una grieta era básicamente un portal entre Morte Actum y el Plano Terrenal que se había abierto accidentalmente y se cerraba después de un tiempo. Encontrarlas era muy raro y requería de muchísima suerte, algo que ese par de demonios desgraciados no tenían en absoluto.

Tardaron dos años en encontrar una grieta y viajar al Plano Terrenal. Su felicidad se desvaneció al instante. Habían llegado a un pequeño parque en el centro de la ciudad de Incheon. Ningún niño o padre parecía advertir su presencia. Todos los chicos y chicas que caminaban por la acera los ignoraban por completo. Habían completado la mayor parte de su plan, habían tardado tanto tiempo... sin saber que era hora de lo más complicado.

Encontrar a su Alma Gemela en Incheon parecía un caso perdido. En el Plano Terrenal no eran más que fantasmas, demonios invisibles, así que se sentían ligeros y comer y dormir ya no eran un problema. Pero se sentían mentalmente exhaustos. Viajaron a sus ciudades natales para probar suerte, pero nadie los vio. Eran invisibles. Su Alma Gemela tampoco estaba en Daegu o Busan. ¿Tendrían que viajar por todo el país para encontrarlas?¿Y si estaban fuera del país?

O, mucho peor: ¿y si su Alma Gemela ya había muerto?

Los días empezaron a pasar más rápido, las semanas empezaron a volar y con ellas, los meses. Sin darse cuenta, habían recorrido casi todo el país en una búsqueda que parecía no tener final. De vez en cuando, se encontraban con un ángel y una alma perdida caminado por ahí, seguramente en busca de completar un pendiente. Y más de una vez consideraron escabullirse por el portal que el ángel abriera de regreso a Morte Actum.

El Plano Terrenal era un verdadero infierno para ellos. Ese par de niños ingenuos que tenían la esperanza de volver a vivir habían muerto. Ahora solo quedaban dos demonios, cuyo corazón profanado con el pasar de los años se había vuelto oscuro. Su corazón dejó de sentir.

Pasaron cinco años más, y no pudieron aguantar más con su sufrimiento. 

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• • •

¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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