21: Un cuento de dos niños pt. 1
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Esta es la historia de un par de niños, condenados desde el principio de sus días a existencias miserables. El primero, desapareció al tratar de escapar de un pozo sin fondo. El segundo, fue arrasado por las llamas del infierno en el que vivía.
El nombre del primer niño era Jeon Jungkook.
Los primeros años de Jeon Jungkook fueron regulares. Nunca fue un niño demasiado alegre, no le gustaba jugar con otras personas ni compartir sus juguetes. No lloraba, ni hacía berrinches, pero tampoco parecía que su rostro estuviera destinado a sonreír.
La primera vez que Jungkook lloró (un llanto real) fue cuando su madre murió. Y no fue un llanto escandaloso como el que uno esperaría. Fueron dos lágrimas silenciosas que dejó caer en el funeral, cuando nadie lo veía.
La familia Jeon se cayó a pedazos después de tal perdida.
El pequeño Jeon Jungkook se mudó junto a su padre a la casa de su abuela. La anciana se esforzó por cuidar al niño que perdió a su madre, pero nunca fue suficiente para llenar el vacío. Le compraba juguetes, le hacía comida deliciosa todos los días. La anciana se esforzó tanto que no tardó en enfermarse.
Su madre estaba en el cielo y su abuela estaba anclada a la cama.
Lo único que le quedaba a Jeon Jungkook era su padre.
El señor Jeon siempre fue un hombre reservado, muy serio. Las malas lenguas solían decir que golpeaba a su esposa, y que por eso ella terminó por ingerir esas pastillas. Otros comentarios más inocentes declaraban que de ahí había sacado el pequeño Jungkook su rostro inexpresivo.
La casa permanecía en silencio la mayor parte del tiempo, el único sonido que se escuchaba dentro de esas paredes agrietadas era el de la radio y su estática. La comida pasó de ser los platos caseros y deliciosos de la abuela a comida instantánea y enlatada. El señor Jeon no tenía tiempo para cuidar a su hijo. Jungkook pronto aprendió a cocinar por su cuenta.
El infierno comenzó cuando la abuela enfermó de gravedad. A Jungkook le cuesta recordar el nombre de la enfermedad, porque era largo y extraño, pero lo que sí recuerda es que era una enfermedad terminal que se estaba llevando a su abuela poco a poco.
La abuela murió poco después, y su padre murió también con ella. Pero la muerte de su padre había sido diferente. El señor Jeon seguía vivo, pero algo se rompió dentro de él. Le dijo adiós a una madre y a una esposa, y ahora lo único que le quedaba era este niño escuálido y pálido. Lo único que el señor Jeon tenía era a su hijo, un niño con los ojos de su madre, y esta ira y frustración reprimida que lo dejaban intranquilo.
Tenía que sacarlo de alguna manera, y su hijo fue el blanco perfecto.
Jungkook no recuerda mucho de esa etapa de su vida, es como una mancha borrosa en su memoria. Lo que sí recuerda es que aguantó unos cinco meses antes de su primer (y último) intento de escape.
Su padre estaba dormido en el sillón, noqueado por el alcohol de la noche pasada, lo que le daría tiempo a Jungkook. Había robado las llaves de la casa de la habitación de su padre y se escabulló fuera sin hacer ni un solo ruido. Tenía todo el cuerpo lleno de moretones y sus piernas apenas respondían, pero se las arregló para alejarse de la casa sin llamar mucho la atención.
Al salir del vecindario, empezó a sentirse observado. Su padre seguramente ya había despertado y estaría buscándolo. Se imaginaba como su padre corría por el vecindario alzando una botella de cerveza. Si lo encontraba, lo castigaría. Le rompería la botella en la cabeza a Jungkook y le quemaría cigarrillos en el torso.
Jungkook tenía que ser más rápido, tenía que huir lo antes posible.
Empezó a correr, a mirar a todos lados, a sudar frío. Las piernas le dolían como el infierno, pero no podía detenerse. Sentía que todo aquel que pasaba por su lado lo vigilaba, que cualquier hombre de mediana edad que se cruzaba era en realidad su padre. Iba a enloquecer.
Jungkook corrió sin pensar al otro lado de la calle.
Un camión apareció en su campo visual, las luces cegadoras, la expresión horrorizada del conductor. Jungkook cerró los ojos y esperó el impacto.
Y todo se volvió oscuro.
Oscuro, oscuro, oscuro. No había nada más que oscuridad y vacío.
Jeon Jungkook despertó y esperó encontrarse en la sala de un hospital, con una bata blanca cubriéndolo. Esperó encontrar a su padre sentado a un lado, pero lo primero que vio al abrir los ojos fue un ventanal enorme en forma de círculo y un par de ojos color ámbar mirándolo con curiosidad.
—¿Está despierto? —preguntó una voz que Jungkook apenas escuchó. Todo se veía borroso y la cabeza le daba vueltas.
—Está despertando. Llévalo a su habitación y sé cuidadoso. Tenemos que mantenerlo a salvo hasta la ceremonia... ¿Cuál dijiste que era su nombre?
—Jeon Jungkook, señora.
—¿Y su edad?
—Tenía dieciséis años antes de morir.
—Oh, qué chico tan joven... ¿No tiene la misma edad que el chico que llegó hace dos semanas? El joven Min.
—Sí, señora. Min Yoongi también tiene dieciséis años.
—Por lo menos tendrá un amigo en este lugar.
Jungkook sintió como lo cargaron hacia otra habitación. Un dormitorio de paredes blancas y grandes ventanales. Volvió a quedarse dormido.
Así que estaba muerto.
Al volver a despertar, un chico estaba sentado al pie de la cama. El chico llevaba una camisa larga y blanca, y pantalones anchos del mismo color. El chico andaba descalzo, tenía una piel tan pálida que apenas se distinguía de su ropa y llevaba el cabello negro un poco más abajo de las orejas.
—Despertaste —dijo el chico desconocido. Jungkook parpadeó varias veces y se sentó.
—¿Qué es este lugar?
—No es el cielo, si eso es lo que estás pensando.
—¿Entonces?
—Digamos que... una especie de purgatorio.
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¡Nos leemos luego!
— Noduru.
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