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18: Gritos melancólicos y Nombres sin dueño

— ♦ —

Taehyung subió las escaleras de dos en dos, jadeando y tropezando y gritando el nombre de Jungkook, que chocaba contra las paredes y regresaba a sus oídos en un eco que no había llegado a ningún lado. Tenía la impresión de que aquella persona que había estado vigilándolo se estaba acercando, tocándole los talones, con las manos flotando sobre su cuello listas para atacar.

Tenía que encontrar a Jungkook.

Tenía que...

¿Tenía que encontrar a Jungkook?

Sus piernas flaquearon al dar media vuelta, en dirección al pasillo de maestros. Jungkook estaría detrás de una de esas puertas. Agachado, mostrándole su espalda mientras rebuscaba en los archivadores de la directora o los cajones del maestro de matemáticas. Taehyung dejó de caminar, recuperando el aliento y apoyando las manos en las rodillas. Respiraba apenas y los pulmones le ardían por la carrera. La imagen nítida del seifuku negro seguía plasmada en su cabeza. Era tan clara que solo bastaba que extendiera su mano para sentir la tela del uniforme.

Las manos y ojos invisibles que llevaban un buen rato atormentándolo parecieron tomar forma. Taehyung sintió algo detrás de él, un toque sutil bajo sus orejas. Se volteó en un segundo, ahogando un grito, pero no había nadie más que él en el pasillo.

Se dio unos golpes en la frente. No era momento para alucinar.

Al volver a pensar en Jungkook, los pensamientos de Taehyung se dividieron. Por un lado, estaba el chico agradable que lo esperaba tras una de esas puertas. El de cabello rebelde y ojos vibrantes que solo miraban a él. Era el chico que moriría por Taehyung.

Del otro lado, el chico del seifuku acechaba sus pensamientos. El cuerpo firme tras el uniforme de colegiala, las piernas ligeramente separadas y la cabeza ladeada que lo esperaban bajo una farola de la calle. Ese chico que lo había perseguido mil veces en sus pesadillas más retorcidas.

La silueta, la voz...

La identidad empezaba a ser revelada, la verdad tomaba forma en su cabeza. Seguía sintiendo un dolor intenso en la nuca por el golpe, y tener esta revelación sucediendo en su cabeza no ayudaba, sino que intensificaba la migraña. No podía ser posible. Taehyung llevaba semanas soñando con el chico del seifuku, y no hace tanto tiempo que conoció a Jungkook. No tenía sentido, pero al mismo tiempo parecía la solución más lógica a ese dilema.

Jungkook era el chico del seifuku.

Su cabeza dolió una vez más, esta mucho más intensa que las veces anteriores. Tuvo que agarrársela con ambas manos para no perder el balance. Se sentía mareado, todo daba vueltas a su alrededor y se distorsionaba como en un caleidoscopio de puertas y oscuridad. En cualquier momento se desmayaría.

Estabilizó su cuerpo con ayuda de la paredes, trastabillando por el pasillo de los maestros. Había etiquetas en cada puerta. Asumía que, con el tiempo que había pasado, Jungkook ya habría revisado gran parte de las oficinas ahí, así que decidió probar suerte con la tercera. Esperó un momento antes de abrir la puerta, el nombre de Jungkook quedando atrapado en su garganta.

Esa no era una oficina de un maestro. En realidad, parecía una biblioteca. Había estantes de libros que se extendían del techo al suelo en cada pared. Al fondo, había un enorme ventanal sin cortinas por el que se veía a la perfección la luna, cuya luz iluminaba un escritorio. Encima, estaba sentado un hombre de no más de veinte años, usando el mismo uniforme que Taehyung. Tenía las piernas cruzadas, dándole la espalda y escondiendo su rostro. Taehyung, con sigilo, se asomó un poco desde su posición sin entrar aún a la habitación. El perfil del chico no lucía convencional. No lograba definir bien su rostro a esa distancia, pero lo que Taehyung pudo ver a la perfección fue el brillo que reflejaba la hoja de aquel cuchillo que el hombre daba vueltas en su mano.

Taehyung se cubrió la boca para evitar cualquier ruido y dio un paso hacia atrás, sin quitar la vista de aquel hombre. Tenía que ganar tiempo, buscar a Jungkook y escapar del lugar. Como todo parecía seguir la lógica del videojuego, lo mejor era ir a un lugar concurrido, como el salón de estudio o el de los casilleros juntos a Lisa, hasta que se les ocurriera un plan de escape. Maldijo por lo bajo, debería haberle pedido a Jimin una explicación más detallada de los finales de Blood Rain si quería salir de ahí con vida.

Creía estar lo suficientemente lejos como para que él no notara su presencia, pero en el momento menos pensado, el hombre giró la cabeza con lentitud hasta que los ojos negros se encontraron con los de Taehyung a través de las aberturas afiladas que dejaba entrever la máscara. Las orejas de papel maché se escondían en el cabello revuelto del hombre, líneas rojas dibujadas en patrones sobre la máscara. Esa nariz negra hecha con pintura que parecía olfatear su miedo. El hombre ladeó la cabeza apenas unos centímetros, y Taehyung juró que, frente a él, vio al chico del seifuku mirándolo con la cabeza inclinada como en su pesadilla.

Echó a correr sin pensar. Su cabeza se quedó en blanco y ni siquiera se atrevía a voltearse para comprobar que El zorro seguía persiguiéndolo. Sus piernas se movían por cuenta propia, impulsadas por el miedo y corriendo a máxima velocidad aún cuando le empezaron a arder las plantas de los pies. Llegó al pasillo de los clubes. Tenía la llave del club de fotografía en el bolsillo. Solo necesitaba un poco más de tiempo...

Las sacó con un tintineo y las llaves se deslizaron por sus palmas sudorosas hasta caer al suelo con un golpe metálico que hizo eco por todo el pasillo.

—¡M-Mierda! —gritó con frustración, mirando a la derecha compulsivamente en busca del asesino mientras recogía las llaves e intentaba otra vez. Era un manojo de unas cinco llaves, seguramente de otros clubes. No tendría tiempo para probarlas todas, no en ese estado. Soltó otra maldición entre cortada y echó a correr hasta el final del pasillo.

La puerta del Club Paranormal estaba entreabierta.

Entró y cerró la puerta de un portazo detrás de él. Se apoyó contra la puerta y respiró profundamente. No podía escuchar nada más que sus latidos erráticos y su respiración exasperada. Se deslizó contra la puerta hasta hacerse un ovillo en el suelo, con el rostro escondido entre sus piernas.

—¿Taehyung?

Levantó la mirada, encontrándose con la sonrisa ingenua y la expresión despreocupada que había estado invadiendo sus pensamientos. El corazón le dio un último vuelco antes de empezar a tranquilizarse. Sonrió.

Jungkook.

Jungkook se acercó dando pasos largos hacia Taehyung, como si hubiera encontrado a un animal asustadizo buscando refugio de la lluvia. Le sonrió con dulzura y le ofreció su mano para levantarse. Taehyung la tomó sin dudar, sintiendo como los dedos de Jungkook se fundían con los suyos en una perfecta armonía. , esto era lo que necesitaba para sentirse en paz. Necesitaba a Jungkook para respirar.

Este chico no podía ser el mismo que lo atormentaba en sueños, no había forma. Seguramente lo que encontró en su casillero había sido una desafortunada coincidencia que estaba jugando con su cabeza.

Jungkook dijo que moriría por él.

El chico del seifuku, en cambio, quería matarlo.

—¿Estás bien? Pareces agitado —Jungkook lucía preocupado. Puso sus manos en los hombros de Taehyung y empezó a masajearlos—. Estás rígido, ¿pasó algo?

El zorro, Jungkook —puso a su vez las manos en sus hombros también, sin nada de delicadeza. Hundió los dedos en los hombros de Jungkook, casi clavándole sus uñas, y se alejó de golpe al recordar cómo Lisa había hecho lo mismo con él. Carraspeó—. Está afuera —añadió en un susurro, mirándose las manos—. Es real, viene por nosotros. Jungkook, hay que salir de aquí.

Jungkook lo miró con ingenuidad, aún con esa sonrisa torpe en su rostro. Era como si él ya lo supiera, como si las noticias que Taehyung acababa de darle no fueran nada nuevo. Como si todo fuera planeado. La sonrisa de Jungkook desapareció y abrió los ojos con sorpresa, en un gesto tan actuado que ni siquiera Kim Taehyung, que estaba perdiendo la cordura desde ya hace mucho (se quedaría sin nada en cualquier momento) pudo creer.

—¿En serio? ¿Estás seguro? —no esperó a que Taehyung respondiera. Agarró su brazo y lo jaló suavemente, señalando algo a sus espaldas— Seguramente te vio entrar aquí, y la puerta no tiene seguro. Hay que escondernos, Taehyung.

—¿Dónde? —Taehyung buscó lo que Jungkook señalaba, pero no había ningún lugar digno de llamar escondite en aquel cuarto. Debajo del escritorio, tras las cortinas, todos eran lugares obvios que El zorro encontraría sin mucho esfuerzo. ¿A qué se refería Jungkook?

Su sonrisa volvió a aparecer, justo en el momento en que los ojos de Taehyung dieron con el lugar.

—El armario, Taehyung. 

— ♦ —

• • •

...

¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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