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11: Noche aciaga y Almas de cristal

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Los recién llegados se sentaron en las sillas, a excepción de Jin, que permaneció parado frente a la mesa con el rostro rebosante de una ansiedad nociva. El brazo de Jungkook descendió, su mano se iba deslizando con lentitud por la espalda de Taehyung hasta abandonar su cuerpo, y de repente se sintió solitario y vulnerable. El abandono repentino y una ráfaga de viento helado e incierto lo alcanzaron. Taehyung se encogió sobre su asiento, moviendo las piernas con desespero en busca de calor. A su izquierda, Yoongi se dejó caer sobre la silla, mirando a Jin con tanta curiosidad como ira reprimida.

Taehyung le dio una rápida mirada que Yoongi le regresó, y volvió a sonreírle con los ojos. A su derecha, se sentó Jungkook, acercando con un brusco sonido metálico su silla a la de Taehyung, recibiendo miradas. Cuando Jungkook apoyó la cabeza sobre el hombro de Taehyung, el mundo se congeló. Todo pasó tan lento, y el cuerpo de Taehyung se volvió rígido, tan apretado y frío como un enorme e inerte pedazo de hielo. Aún así, Jungkook no parecía dispuesto a quitar su cabeza de ahí, y las miradas se volvieron más intensas. Taehyung se preguntó si Jungkook también lograría percibir su aroma, recibiendo como respuesta un muy poco disimulado olfateo por parte de Jungkook. Miró de reojo como el otro chico sonreía y se acercaba más a él, reduciendo el espacio y afianzando el contacto. Taehyung creyó sinceramente que estaba a punto de morir, en el mejor sentido de la palabra.

—Bien, estimados alumnos —dijo Jin, cruzándose de brazos y alzando la mirada. Yoongi se veía realmente dolido porque alguien más estaba ocupando su puesto de presidente del club, y Taehyung casi se sintió mal por él—, hoy hablaremos del temor que ha estado persiguiendo a este colegio por un poco más de un mes. Esa leyenda urbana que se esparce a través de los baños, hasta llegar a los salones más recónditos. Aquella terrible, pero intrigante noticia que los maestros se esfuerzan tanto por ocultar —mientras hablaba, Jin alcanzó un marcador rojo de una repisa, destapándolo con los dientes y empezando a escribir en la pequeña pizarra que estaba colgada en la pared.

«El zorro», con letras enormes e irregulares.

—No lo puedo creer —Yoongi espetó, y en su rostro se podía ver cuánto se esforzaba por no reír a carcajadas. Jin se volteó, sus cejas empezando a retorcerse por la molestia. Taehyung solo observó todo con curiosidad—. ¿Este es tu gran tema? ¿El asesino ficticio del colegio? Dios, creí que serías un poco más maduro, Seokjin. Esto es ridículo.

—¿Ficticio? —ahora era Jin quien ahogaba una carcajada— ¿Quieres pruebas? Porque las tengo, si no te basta con la sospechosa desaparición de quince estudiantes en las últimas tres semanas —se acercó a la repisa, rebuscando con dedos ágiles entre documentos y carpetas. Sacó un sobre café, tirándolo con fuerza sobre la mesa, específicamente frente a Yoongi, quien observó el sobre y luego a Jin, con una mueca asqueada.

—Es ridículo, eres ridículo —murmuró Yoongi, abriendo de mala gana el sobre. Rasgó la parte superior de forma descuidada— Todo esto es... —sacó el contenido: una gran cantidad de fotos de lo más curiosas, cuya mala calidad demostraba que habían sido sacadas de una cámara de seguridad. Yoongi se quedó callado. Sus ojos analizaron cada detalle, cada escena, con repulsión incrédula. Taehyung sintió cierta necesidad por saber lo que mostraban las fotografías, pero Jungkook seguía sobre su hombro, y eso era más importante— Mierda. ¡Mierda! ¿De dónde sacaste esto?

—Son falsas —declaró Yongsun, mirando por sobre el hombro de Yoongi, pálida e ilusa, como si hubiera visto algo verdaderamente horrible. Jin sonrió— Por favor, dime que son falsas, Seokjin.

—No lo sé, deberíamos averiguarlo, ¿no lo creen?

Yoongi tiró las fotografías con fuerza sobre la mesa, causando que se esparcieran sobre la madera y que Taehyung por fin pudiera saciar su curiosidad, sintiéndose un poco arrepentido después. Jungkook también observó las fotos, calmado, inmutable. Taehyung, en cambio, empezó a sentir sus brazos temblar. Y sus piernas. Todo él estaba temblando, y temió que eso quizás molestara a Jungkook. Quería obligarse a dejar de mirarlas, pero su morbosidad codiciosa le estaba jugando en contra en ese momento. Estudio las imágenes, deseando, al igual que Yongsun, que fueran falsas.

Estaban presenciando un asesinato. Una verdadera masacre.

Era uno de los pasillos de la escuela. Claramente de noche por la escasa iluminación, pero aún así lo que estaba sucediendo en las fotografías era tan evidente que era imposible confundirlo. Un estudiante diferente en cada foto, víctimas, con el rostro desfigurado por el horror, por las lágrimas gruesas que les escurrían por el rostro, por la sangre que salpicaba sus facciones desencajadas. Frente a ellos, había un hombre de espaldas, vestido de igual manera con el uniforme escolar, ese angélico y puro azul cielo era vilmente ensuciado con la sangre de los inocentes, una mancha imborrable que marcaría el pecado para siempre en el cuerpo del victimario. En una de las fotos, Taehyung pudo distinguir al culpable mirando hacia la cámara, con la cabeza ladeada un poco, y el hombre llevaba una horrida máscara de zorro que le daba a la secuencia de fotografías el aspecto de un filme de horror.

Pero el dolor, la sangre, las miradas temerosas...

Todo se veía tan real y sincero que era difícil ignorarlo. Taehyung tragó saliva. Tenía un sabor amargo en la boca, una sensación desagradable le recorría el pecho tras escuchar las palabras de Seokjin, temeroso al pensar lo que el chico estaba planificando.

—Esto es una mierda —declaró Yoongi, irascible—. ¿Averiguarlo? ¿Qué pretendes, imbécil?

—Que nos quedemos en la escuela esta noche —dijo Jin, apoyando ambas manos sobre la mesa con una emoción extraña bañando su mirada—. Podemos escondernos aquí, y luego investigar por el lugar y tratar de encontrar algo que nos sea de ayuda para saber qué está sucediendo. Algo real. Hagamos algo real por una vez en nuestras vidas, Yoongi.

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• • •

¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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