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03: Amarga procela

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Taehyung se estremeció bajo la atenta mirada de la luna brillante.

El frío de la noche se apoderaba más de su cuerpo con cada paso que daba, acercándose con inconscientemente a esa deprimente cafetería. El lugar solamente le traía recuerdos dolorosos de lo que había sucedido hace menos de dos semanas, de las palabras suaves, pero hirientes que Seoho había soltado mientras el humo del expresso que sostenía entre sus manos se perdía en el aire. Taehyung no había bebido ni un solo sorbo de café aquella noche, y no sabía si eso era un completo alivio o si debía arrepentirse de no haberlo hecho. Dejó el cappuccino sobre la mesa de madera, intacto, después de escuchar el gran discurso que Seoho había preparado, bajando la cabeza, sonriendo un poco y soltando una pequeña risa antes de salir del establecimiento sin decir ni una sola palabra.

Taehyung odiaba el café. Su aroma le causaba nauseas y su sabor le resultaba completamente repulsivo. Quizás debió pensar en eso antes de enamorarse de un barista, pero supuso que ya era demasiado tarde como para arrepentirse.

Conoció a Seoho hace poco menos de un año en una exposición de arte. Taehyung había ido en busca de inspiración para su nuevo libro y Seoho solo estaba ahí porque un amigo lo había arrastrado hasta el museo. Entre conversaciones ridículas y triviales, Taehyung descubrió que el sueño del pelinegro era convertirse en barista. Al escuchar eso, no respondió, solo sonrió con fingido entusiasmo y dijo que su sueño, en cambio, era convertirse en un escritor reconocido. No podías decirle a alguien cuya meta es trabajar en una cafetería de renombre que aquella bebida te causa arcadas, pero pudo notar que Seoho sentía la misma repulsión por la escritura que él por el café cuando el otro chico sonrió con falso interés, apartando la mirada y asintiendo con la cabeza. Después de un pesado silencio que no duró más de unos segundos, ambos siguieron hablando como si aquel momento lleno de tensión no hubiera sucedido nunca, descubriendo que tenían más cosas en común a pesar de contar con personalidades completamente opuestas.

Cuando la exposición de arte terminó, Seoho desapareció tras la puerta del museo y Taehyung lo siguió con la mirada hasta que se perdió en la oscuridad de la noche. No le había pedido su número, ni había puesto interés en descubrir alguna otra forma de volverlo a contactar. Ambos habían decidido que sería cuestión del destino si volverían a encontrarse alguna vez. Aún así, mantuvo a Seoho en su mente por algunas semanas después de conocerlo, intentando descubrir cuál era el encanto que aquel chico había encontrado en una bebida tan desagradable. Si quería dedicarse a eso para el resto de su vida, supuso que debía haberse enamorado del olor del café tanto como él se había enamorado del olor de los libros. Quería entenderlo, saber por qué él miraba con desagrado lo que Seoho miraba con admiración.

Decidió ponerse a prueba después de considerarlo por varios días. Taehyung consiguió el valor suficiente como para ir a alguna cafetería de la ciudad y pedir con palabras llenas de disimulado disgusto un cappuccino. Se sentó en una mesa junto a la ventana, dejando el café a un lado, y abrió su cuaderno, las imponentes páginas blanquecinas y vacías brillando frente a él. Cerraba los ojos por unos segundos y, dejando que el amargo olor de la bebida inunde sus fosas nasales, sacaba un bolígrafo negro de su bolsillo antes de empezar a escribir textos sinsentido que terminaban siendo poemas torpes acerca de cuanto odiaba el café, con metáforas rebuscadas y ridículas y menciones inesperadas a Seoho en cada línea. Después de unas cuantas horas, intentaba débilmente beber un sorbo del cappuccino que había comprado y, tras dar unas cuantas arcadas al sentir apenas el café rozando sus labios, tiraba el vaso de cartón a la basura y se retiraba del lugar.

Cuando empezaba a rendirse, cuando creyó que ya había desperdiciado suficiente dinero en cappuccinos y sus visitas a la cafetería se volvieron menos frecuentes, Seoho apareció tras el mostrador. Taehyung se acercó a pedir el que, creía, sería su último café, sintiendo que su garganta se cerraba y su corazón dejaba de latir cuando se encontró con las brillantes orbes castañas del chico al que le había dedicado casi toda la pseudo-poesía de su cuaderno. Seoho sonrió y Taehyung también lo hizo, y aquellas sonrisas fueron suficientes para expresar lo que ninguno fue capaz de decir.

Empezaron a salir oficialmente poco menos de un mes después de aquel segundo encuentro.

Taehyung seguía dedicándole escritos que Seoho nunca leería, mientras que Seoho empezó a prepararle cafés llenos de amor y afecto que Taehyung nunca bebía, y terminaban inevitablemente en el basurero; sin embargo, a pesar de todo eso, su relación parecía estable. No peleaban con frecuencia, y no había ningún indicio de que existía un problema entre ellos, al menos ninguno que Taehyung fuera capaz de notar. Incluso una tarde encontró a Seoho leyendo Candy de Kevin Brooks durante su descanso en la cafetería, admitiendo con vergüenza que quería adentrarse en el mundo de la literatura por él. Incluso Taehyung empezó a ser capaz de beber un cappuccino completo sin sentir ganas de vomitar. Todo parecía ser perfecto.

Tal vez por eso nunca imaginó que Seoho terminaría con él aquella noche.

Faltaban pocos días para su primer aniversario, así que Taehyung creyó que se refería a una cita inesperada cuando Seoho le dijo que necesitaba que vaya a la cafetería, a las siete en punto. Cuando Taehyung llegó, encontró a Seoho sentado en la mesa junto a la ventana, con un expresso y un cappuccino frente a él mientras miraba el humo que salía de las bebidas con ojos perdidos e inquietos, moviendo sus pies con desespero y tamborileando sus dedos sobre la mesa. Desde ese momento, Taehyung supo que algo estaba mal, pero su inocente y cegada mente aún no era capaz de siquiera pensar lo que sucedería en realidad. Tomó una gran bocanada de aire y puso la mejor sonrisa que pudo, sentándose frente a Seoho y sorprendiendo al chico, quién se sobresaltó un poco, pero se recompuso con rapidez e intentó sonreír también.

Taehyung empezó a preocuparse al notar que esa sonrisa gritaba preocupación e inseguridad. Nunca había visto a Seoho en tal estado. Parecía que la culpabilidad lo estaba consumiendo vivo hasta no dejarlo ser capaz de respirar. La sonrisa sobre los labios de Taehyung empezó a temblar, amenazando con desaparecer.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —dijo, intentando no tartamudear y fallando por completo, maldiciendo internamente al escuchar su voz salir de forma temblorosa—. Pareces preocupado por algo, ¿puedo ayudarte?

Seoho tomó un largo sorbo de su expresso antes de mirar a Taehyung con lástima y culpa, como si el chico fuera un pequeño e indefenso perro al que estaba a punto de abandonar, y soltó un suspiro pesado que no hizo más que aumentar los pensamientos paranoicos de Taehyung. Empezaba a comprender lo que estaba sucediendo, finalmente siendo capaz de abrir los ojos y regresar a la realidad, y fue invadido por recuerdos lamentables de rupturas pasadas. Taehyung nunca pudo darse el lujo de terminar una relación, de llamar a su novio y decir "Necesitamos hablar" con un tono firme, pero inseguro, porque siempre era la otra persona la que decidía abandonarlo primero.

Por un momento, había creído que Seoho sería distinto.

Pero ese era un deseo demasiado codicioso y egoísta, ¿verdad?

—Escúchame, Taehyung —empezó a decir con voz temerosa— De verdad, lo siento. Es doloroso tener que decir esto, pero no puedo seguir mintiéndote, o mintiéndome a mí mismo. Mereces saber la verdad, merecer ser feliz en una relación honesta, con alguien que realmente te ame y sea sincero contigo. Yo...

En ese momento, Taehyung se desconectó de la realidad. Los labios de Seoho se movían, pero no era capaz de comprender lo que decía. Sus palabras sonaban como un balbuceo lejano que se perdía en el aire. Durante todo su discurso, Taehyung no parpadeó ni una sola vez. Se mantuvo mirando a Seoho con ojos muy abiertos, fingiendo de vez en cuando que bebía del café que tenía frente a él. Podía notar que Seoho estaba haciendo todo lo que podía para suavizar sus palabras, que sus ojos brillaban por la culpabilidad y que no quería hacerle daño, pero todo era inútil.

¿Cómo lanzas una flecha directo al corazón de alguien y pretendes no lastimarlo? Es ridículo.

Abruptamente, cuando estaba a punto de darle otro falso sorbo al café, regresó al mundo real y pudo escuchar con claridad las últimas palabras de Seoho, manteniendo la taza humeante pegada a sus labios y sintiendo como la voz del chico desgarraba su pecho. Casi podía sentir la flecha atravesándolo, el dolor consumiéndolo por completo mientras sentía como su ropa era teñida por la sangre. Empezó a parpadear de nuevo, sintiendo como el agua que se había acumulado en sus ojos empezaba a caer por sus cálidas mejillas como ríos helados que le causaron escalofríos.

—Su nombre es Dongju. Lo conocí hace dos semanas, cuando fui a visitar una academia de barismo. Quería pedirte que me acompañaras, pero parecías demasiado ocupado gracias a la universidad y no quería molestarte. Él realmente entiende lo que siento, Taehyung. Su conocimiento sobre el café es increíble, y sus ojos brillan cada vez que habla de eso. Él... —suspiró, mirando el techo y sonriendo como un idiota— es capaz de apreciar el arte que significa preparar bebidas a base de café —sus ojos se volvieron a posar sobre Taehyung, y su expresión cambió de repente. Lo miró con un débil intento de seriedad que su inseguridad entorpecía— Sé que no te gusta el café, Taehyung. Desde el inicio fuiste muy malo intentando ocultarlo, mirabas con desagrado los vasos de cartón y parecías odiar el simple olor de los granos de café. Y, créeme, no soy tan tonto como para no notar que todo este tiempo has estado fingiendo que bebes el cappuccino —volvió a suspirar, esta vez con pesar— Te quiero, Taehyung, pero tú encuentras arte en la escritura y yo en el café. Nunca podré entenderte, y nunca podrás entenderme a mí. Lo siento, pero prefiero estar con alguien que mire hacia la misma dirección que yo, que compartamos sueños y que sea capaz de beber un mocaccino sin soltar arcadas —Seoho intentó débilmente sonreír. Taehyung dejó la taza humeante sobre la mesa— Lo mejor sería terminar. Espero que me entiendas, Tae.

Taehyung bajó la cabeza, limpiando con fuerza los restos de lágrimas de su rostro, y sonrió de forma dolorosa. Asintió con su cabeza y soltó una pequeña risa lastimera antes de salir del lugar, sintiendo la pesada y asfixiante mirada de Seoho sobre él todo en todo momento. Se mantuvo en un llanto silencioso durante todo su camino a casa, abrazando su propio cuerpo con brazos temblorosos mientras intentaba evitar el frío de la noche.

Al llegar, lo primero que hizo fue desplomarse entre los brazos de su hermana mayor mientras dejaba salir todo lo que había estado guardando desde que escuchó la palabra "Terminar" salir desde los labios de Seoho. Se deshizo de cada lágrima que quedaba en su cuerpo hasta quedarse completamente seco, escuchando las suaves palabras de aliento que Sojung susurraba en sus oídos, intentando consolarlo sin éxito. Esa noche, su hermana lo obligó a prometer que se alejaría de todo lo que le recordara a Seoho, que se desharía de todo lo que escribió acerca de él y que se mantendría a mínimo veinte metros de la cafetería en la que el otro chico trabajaba.

Oh, pero ahí estaba Taehyung, parado frente a aquella cafetería, rompiendo de forma descarada la promesa que le había hecho a su hermana mientras buscaba con desespero encontrar a Seoho, deseando que sus ojos se reencontraran a través del cristal, que su ex-novio le dijera que se arrepentía de todo lo que dijo aquella noche y que lo único que deseaba era que volvieran a estar juntos.

Taehyung se sentía tan patético.

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• • •

¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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