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Capítulo 5 : El encuentro

  —¿Qué es eso? 

  —¿Qué crees que es? Es un halcón ¿Nunca habías visto uno antes?

  —Ya que es un halcón. ¿Qué está haciendo aquí?

Héctor se llevó una mano al corazón de forma dramática. —Bueno, no esperabas que la dejara afuera, ¿verdad?

Habían pasado unos cinco segundos desde que Varian se habia despertó y se encontró con un ave de rapiña mirándolo fijamente a los ojos. Ruddiger saltó al ver el pájaro y se escondió detrás de la espalda de Varian. —¿Es tuya?

Héctor sonrió con orgullo. —Nop. Es tuya.

—¿Qué?

—Bueno, recordé que dijiste que la señorita Cassandra tenía una lechuza, ¡así que pensé que tal vez podrías usar tu propio pájaro de ataque!

Varian parpadeó. Él había dicho eso, ¿no? No sabía que Héctor se había dado cuenta de eso. Había estado entrando en pánico en ese momento y divagando sin cesar. —¿Ella es... ella es mía?

—¡Sí! Toma, extiende tu mano.

Varian se tensó de inmediato. Los ojos de Héctor se agrandaron. —¡Perdón! Perdón. Te compré un guantelete para que pudieras sujetarla.— Extendió el guantelete de cuero. Varian empezó a disculparse, luego se detuvo. Respiró hondo y tomó el guantelete. Ruddiger, temblando como estaba, salió sigilosamente de detrás de Varian y lo ayudó a ponerse el guantelete.

—Gracias amigo.— Había echado de menos poder decir eso.

—Ahi esta.— Héctor extendió lentamente su brazo hacia Varian para que el halcón pudiera pisar el de Varian. Ella lo miró con ojos oscuros e inteligentes e inclinó ligeramente la cabeza. Varian sonrió y repitió el movimiento.

—¿Cuándo la conseguiste?

—Más temprano esta mañana.

Sorprendido, Varian miró por primera vez por la ventana para juzgar la posición del sol. —¿Qué hora es?

—Alrededor de las ocho. ¿Por qué? ¿Estás bien?

—S-sí. Simplemente... no estoy acostumbrado a dormir hasta tarde. De hecho, ni siquiera estoy acostumbrado a dormir en una cama.— Jadeó y cerró la boca. —Lo sie- — cortó la palabra. No, Héctor le dijo que dejara de disculparse.

—Bueno— dijo Héctor con lo que definitivamente era una alegría forzada. —Estaremos de viaje por un tiempo, pero cuando lleguemos a mi hogar, definitivamente te conseguiremos una cama adecuada—. Se dio la vuelta y comenzó a empacar.

Hogar. La palabra le sonó extraña a Varian. Su hogar siempre había estado en Old Corona con su padre. Luego, "hogar" se convirtió en "casa" cuando su padre quedó atrapado, y "casa" se convirtió en "prisión" cuando los hombres enmascarados aparecieron poco después de la ventisca. Pero, ¿podría realmente dejarlo atrás? ¿Quizás para nunca volver?

No hay nada allí para ti ahora. Sólo una celda de la cárcel y un mundo de dolor.

Pero, ¿cómo se podía esperar que empezara de nuevo con un hombre que no conocía en un lugar en el que nunca había estado?

¿Qué pasaría si se quedara?

A medida que la comprensión de su situación comenzó a asimilarse, sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos. Había estado demasiado conmocionado por el rescate como para pensar en lo que estaba dejando atrás. Toda su vida había estado en Corona. Todo y todos los que había conocido. Su padre estaba atrapado allí, esperando que Varian encontrara una solución.

¡Para! Ya no podía aferrarse a esa esperanza. Si lo hiciera, y se equivocara, sería como perderlo de nuevo. Todos dijeron que estaba muerto, de todos modos.

¿Pero si tenía razón? ¿Qué pasaría si su padre todavía estuviera vivo y nunca regresara? ¿Qué pasaría si estuviera atrapado eternamente en una prisión de ámbar porque Varian tenía demasiado miedo de regresar?

—¿Estás bien?— La voz de Héctor lo devolvió a la realidad. —¿No te gusta ella?

Varian negó con la cabeza. —¡No, me gusta! Ella es genial. En serio, gracias.

Los ojos amarillos de Héctor se clavaron en los suyos. No se había dado cuenta antes de lo extraños que eran los ojos de su tío. —Si algo anda mal, puedes decírmelo.

El deseo de contarle a Héctor lo que le inquietaba luchaba con su lado cauteloso nacido del dolor y el rechazo. Si lo contaba, Héctor podría decidir que no valía la pena y dejarlo atrás. Pero si se niega, es posible que no tenga la oportunidad hasta que sea demasiado tarde.

Desafortunadamente, el triste hecho era que necesitaba a Héctor. No tenía forma de sobrevivir por sí mismo, y lo enviarían de vuelta al mismo agujero del que lo sacaron. Lo que significaba que no podía decirlo. Además, no había nada que pudiera hacer para ayudar a su padre si estaba atrapado en prisión.

Pero Héctor había sido digno de confianza hasta el momento. Había sido la primera persona en mucho tiempo en la que Varian quería confiar, para contarle lo que le molestaba. Si Varian se lo decía, Héctor podría entenderlo y estar dispuesto a ayudarlo de todos modos. Pero, ¿podría correr ese riesgo?

—¿Niño?— Héctor lo miraba como si temiera que se derrumbara si le quitaba los ojos de encima.

—Es... no es nada. Estoy bien.

Claramente Héctor no le creyó, pero no lo presionó, por lo que Varian estaba agradecido. —Está bien. Ten, la tomaré para que puedas prepararte—. Tomó el pájaro y colocó una servilleta envuelta alrededor de algo sobre la cama. —Ven. Te traje el desayuno. Come algo. Tenemos que buscar pistas.

—¿Por qué? ¿Qué ocurre?— Empezó a prepararse para irse.

—Fui a hacer algunas preguntas. El sheriff, Quaid, es un poco estricto con las reglas.

—Bueno, él es un sheriff.

—Sí, y tú, un convicto fugitivo. No digo que sepa de ti, pero será mejor que salgamos antes de que empiece a hacer preguntas. Nos mezclamos como el aceite en el agua.

Héctor terminó de empacar mientras Varian se vestía y se cepillaba los dientes. Tan horrible como se había sentido durante los últimos meses, era increíble la diferencia que hacía un cambio de ropa. Héctor todavía tenía que ayudarlo a ponerse la camisa sobre la férula, pero se sentía más tranquilo que desde su arresto. Su tío también se había hecho unas galletas con mermelada de mora, lo que le recordó de nuevo a Varian los días felices antes de los desastres que lo llevaron a cometer traición.

Pagaron al posadero, sacaron los gatos osos del establo (donde los caballos estaban apretados contra la pared por el miedo) y abandonaron la ciudad unos quince minutos después de que Varian se despertara. Fiel a su palabra, Héctor no se arriesgaba.

—Está bien, entonces podríamos tener un pequeño problema—, le informó Héctor mientras salían, con el halcón sobre su hombro. —Hacia donde nos dirigimos, el Gran Árbol, creo que tu princesita tambien podría dirigirse hacia allí.

—¡¿QUÉ?!

—No entres en pánico. Tengo algunas ideas. Le tomará un tiempo llegar allí, así que tenemos algo de tiempo. Podemos viajar más rápido que ellos ya que tenemos a Riki y Kiki—. Aquí los gatos osos gruñeron su aprobación. —Así que deberíamos llegar al Árbol en unos tres meses. Tal vez un poco más, ya que estás lesionado. Ahora, la señora de la posada me dijo que la princesa se fue hace unos seis meses. Le daría unos cinco más para llegar al árbol, si tiene prisa. Cuando ella llegue allí, me ocuparé de eso mientras tú te escondes.

—¿Qué te hace pensar que es allí a donde va?— Varian estaba tambaleándose por la noticia de que podría verse obligado a encontrarse con ella de nuevo. ¿Y si no podía escapar a tiempo?

—La gente de Old Corona dijo que ella estaba controlando las rocas negras. Eso deja sólo dos opciones. Uno: de alguna manera está conectada con la piedra lunar, en cuyo caso lo conseguirá. Dos: y odio incluso decir esto, porque significa que tendría que admitir que Adira tenía razón, pero la princesa podría ser la mítica Gota del Sol.

—Lo es.

Héctor giró la cabeza tan rápido que le crujió el cuello. —¿Qué?

—Ella es la Gota del Sol. ¿No lo sabías?— Se le heló la sangre de solo pensarlo. —El poder de la flor Gota del Sol curó a su madre cuando estaba embarazada, y Rapunzel..— escupió el nombre—nació con sus poderes. Así controlaba las rocas. Así es... así es como ella me detuvo.

—Genial—, gruñó Héctor. —Eso es simplemente brillante. Eso es justo lo que necesitaba. ¿Qué más puede salir mal?

—¿Por qué eso es tan malo? ¿Y qué es la piedra lunar?

—Eso, sobrino, es malo porque significa que le debo a Adira veinte piezas de oro—. Dijo con cierta molestia y enojo en su tono. 

—Le dije que Sundrop era un mito y que la piedra lunar es lo que causa las rocas negras. Es una fuerza destructiva de la naturaleza que se formó a partir de una gota de luz de luna hace siglos. El Reino Oscuro se formó a su alrededor para evitar que nadie usara su poder para el mal y para proteger al mundo de él. Pero... bueno, el poder no podía ser contenido. Estaba destruyendo el reino.

Varian tenía más preguntas, pero todavía dudaba en hacerlas. Hablar de su padre era una cosa, pero las rocas negras habían destruido todo lo que apreciaba. Bueno, a excepción de Ruddiger, y era un milagro que no lo hubiera perdido para siempre también. Y Héctor no parecía feliz hablando de su casa en ruinas.

Tenían mucho en común, al menos.

O‴O‴O‴

Se detuvieron a media tarde junto a un arroyo en una parte apartada del bosque. Los gatos osos se peleaban alegremente en la hierba mientras Héctor empezaba a preparar el almuerzo. El halcón salió volando a cazar.

—¿Estará bien?— Preguntó Varian mientras la observaba irse.

—Sí, ella estará bien. Es salvaje.

—¿En serio? ¡Cuando dijiste que la conseguiste esta mañana, pensé que querías decir, como, de una persona!

—No. La encontré. ¿Cómo la vas a llamar?

—Creo que... Artemisa.

Héctor levantó la vista de donde estaba rebuscando entre las bolsas. —¿Artemisa? ¿Es en serio? Nerd—. Sin embargo, estaba sonriendo. Varian inclinó la cabeza. No era frecuente que el guerrero sonriera.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

—Sí. ¿Puedes llenar las cantimploras? Tenemos muchas, pero nunca está de más tener cuidado. El agua aquí debería ser buena. ¡No levantes nada demasiado pesado!

Varian recogió las cantimploras y se dirigió hacia la orilla del arroyo. Ruddiger vio un manzano cerca y desapareció del lado de Varian. Todavía le dolía demasiado tratar de sostenerlo sobre sus hombros de la forma en que estaba acostumbrado a hacerlo. Lo había intentado, pero ejercía demasiada presión sobre sus costillas. Héctor no le dejaba llevar ni la más ligera de las maletas.

Cuando se arrodilló y comenzó a llenar las cantimploras, su ojo vio algo que brillaba en el agua. Dejó a un lado las cantimploras, ahora llenas, y metió la mano en el riachuelo frío para recuperar el objeto. Cuando lo sacó, pudo ver que era una pequeña taza de té, perfectamente intacta y luciendo como si alguien simplemente la hubiera olvidado allí después de una fiesta de té bajo el agua.

—Que raro.— Él miró a su alrededor. Esa parecía ser la única señal de que había alguien más alrededor.

Bueno, eso y las voces alegres que sonaban desde algún lugar al otro lado del arroyo.

Volvió a mirar hacia donde Héctor todavía estaba preparando el almuerzo. No le importaría que Varian saliera a caminar. Probablemente.

Al ver un pequeño juego de escalones, cruzó el arroyo y comenzó a caminar por el bosque. Las voces se hicieron más fuertes, y pronto entró en un pequeño claro, donde una pareja de ancianos estaba sentada en una mesa frente a una casita extraña.

El hombre era tan delgado como un riel, con cabello rojo rizado y un sombrero de copa gigante. La dama tenía una peluca del tamaño del sombrero del hombre y era bastante más grande. Su mesa parecía un hongo gigante y tenía los ingredientes de una fiesta de té. Este debe ser el lugar, entonces.

Cuando se acercó, la mujer jadeó sorprendida. —Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?— Su compañero levantó la vista de donde estaba sirviendo el té.

—Umm...— Varian le tendió la taza de té vacilante. Nunca fue de confiar en la gente, y mucho menos en los extraños en el bosque que usaban hongos como mesas. —¿Esto es suyo?

Se llevó una mano a la boca. —¡Dios mío, lo es! ¿Dónde lo encontraste, mi querido niño?

—Estaba en el arroyo.

—Oh, pensé que habíamos perdido esto para siempre—, entonó el hombre dramáticamente cuando Varian le entregó la taza. —¡Muchísimas gracias!

—Oh, no es...— Sus palabras fueron interrumpidas cuando la mujer de repente lo envolvió en un abrazo aplastante y asfixiante.

Y entró en pánico.

Cada nervio de su cuerpo se rebeló al ser tocado. Cada instinto que había desarrollado durante los meses en prisión clamaba en su mente, gritándole que se escapara. Su visión se volvió borrosa y ya no podía respirar. Su brazo roto estaba dolorosamente presionado contra ella. En un acto nacido de la desesperación, se retorció en el agarre de la mujer y le pasó las uñas de la mano derecha por la cara.

Con un grito de sorpresa, ella lo soltó. Varian se tiró al suelo y se alejó de ella aturdido.

—¡VARIAN!— Entonces Héctor estaba allí, colocándose a sí mismo y su espada extendida entre Varian y los extraños. —¡Retrocedan, monstruos!

Varian estaba temblando. Tenía sangre en las manos, debajo de las uñas, en la cara de la señora... le dolía la cabeza y pensó que se iba a desmayar. Cerró los ojos. —Lo siento, lo siento mucho, no fue mi intención...

—Oh, está bien, querido—, dijo la mujer alegremente. Varian se obligó a abrir los ojos y la vio secándose las marcas de la cara con un pañuelo. —¡Es sólo un rasguño! No me he hecho ningún daño real.

Héctor lo estaba mirando. —¿Estás bien, chico?

Él no respondió. Desmayarse todavía era una gran posibilidad.

—Oh, querido—, dijo el hombre. —Tu hijo no se ve muy bien.

—Él no es mi hijo—. La voz de Héctor estaba extrañamente tensa.

—¿No? Hm. Tienes un ligero parecido. ¿Quizás familia extendida? De cualquier manera, tal vez podría beneficiarse de una buena taza de té relajante—. Se sirvió uno. —Nuestra última tetera era mucho mejor, pero esa pequeña cretina pasó y la rompió. Niña egoísta. ¿Le gustaría un poco de té también, mi buen señor?

—Eh, estamos bien—. Héctor se mantuvo entre Varian y los extraños. —No nos gusta tomar té en medio del bosque con un par de bichos raros.

La mujer se llevó una mano al corazón. —¿Raros? ¡No somos raros! ¡Simplemente inusual! Más bien como tu amiguito aquí.

Varian hizo una mueca. Inusual era una de las cosas más agradables que le habían llamado, especialmente en los últimos meses, pero uno no quería exactamente ser considerado "inusual" cuando corría por su vida.

Tenía el puño apretado con fuerza para evitar ver la sangre. No era mucho, y sinceramente pensaría que ya estaría acostumbrado a la vista, pero aun así hizo que su cabeza diera vueltas.

—Sí, lo que sea, nos vamos. Perdón por lo de su rostro, señora. Vamos, chico—. Sin darles la espalda a los extraños por un momento, le indicó a Varian que retrocediera por donde habían venido. Varian se puso en pie y empezó a obedecer cuando el hombre volvió a hablar.

—¡Oh, pero espera! ¡No le hemos dado las gracias apropiadamente al querido muchacho por devolver la taza de té! Es bastante especial para nosotros, ¿sabes? ¡Y queremos mostrar nuestro agradecimiento!

Sacó una pequeña caja del bolsillo de su abrigo. —Admito que no estaba seguro de qué hacer con esto, ya que no es nuestro color, ¡pero tal vez lo disfrute!

—Sea lo que sea, no lo necesitamos. Gracias de cualquier manera.

—¡Oh, pero debemos insistir!— exclamó la señora. —De hecho...

Varian no estaba seguro de lo que sucedió a continuación. Un minuto estaba parado a salvo detrás de Héctor. Al siguiente, una nube oscura había surgido en el claro, bloqueando su vista. El aire se volvió pesado y turbio, y sus pulmones luchaban por extraer oxígeno. En cuestión de segundos, se había derrumbado en el suelo. Más allá del zumbido en sus oídos, escuchó un cuerpo más grande golpear el suelo cerca de él. ¡Tío Héctor! ¿Que esta pasando?

Entonces una mano agarró su brazo con un agarre agonizante.

O‴O‴O‴

Héctor no estaba seguro de lo que pasó. Un minuto, estaba parado protectoramente frente a su sobrino. Al siguiente, una nube oscura había surgido en el claro, lo que le hizo perder de vista tanto a Varian como a los extraños. El aire era un humo nocivo, y no tuvo tiempo de taparse la boca antes de que la cabeza le diera vueltas y cayera de rodillas débilmente.

¡No! ¡No, no, esto no puede estar pasando! ¿Dónde estaba Varian?

Extendió la mano para tratar de encontrar a su sobrino, pero su mano encontró solo un espacio vacío. Un grito de sorpresa sonó a unos metros de distancia. Trató de girar en esa dirección, pero el movimiento lo dejó agotado y mareado y cayó al suelo sin poder hacer nada. "V...Var..."

Un grito agudo vino de cerca. Rápidamente se transformó en otra cosa, un extraño chillido de pánico, más animal que humano. ¿Qué diablos? El ruido se apagó rápidamente y no llegó más sonido a los oídos de Héctor. Ninguna luz logró pasar la nube opresora. La falta de oxígeno lo estaba mareando mucho, pero no podía rendirse, no cuando Varian estaba en peligro. Intentó una vez más ponerse de rodillas. El movimiento fue demasiado y se derrumbó inconsciente en el suelo.

O‴O‴O‴

Varian trató de gritar, pero algo andaba mal. El sonido estaba distorsionado y destrozado, como si ni siquiera fuera humano. Las manos que lo habían agarrado lo mantuvieron en su lugar mientras algo se envolvía alrededor de su garganta. No podía moverse, no podía defenderse. Estaba a segundos de desmayarse cuando una punzada de dolor lo atravesó, corriendo a lo largo de su columna vertebral. Su cuerpo se contorsionó dolorosamente, retorciéndose y estremeciéndose de forma antinatural. Trató de gritar llamando a Héctor, pero sus pulmones estaban sin aire. Estaba cambiando, sus huesos crujiendo y moviéndose y cambiando. ¡¿Qué le estaba pasando?!

Algo pareció cerrarse a su alrededor. Todo su cuerpo se sentía mal. Intentó estirarse, arañar la cosa alrededor de su cuello, rascarse las manos que lo sostenían, pero no pudo hacer que sus brazos cooperaran. Estaba agotado, débil, incapaz de defenderse. Cansado de luchar en vano, se dejó caer débilmente contra las manos que de repente parecían mucho más grandes de lo que habían sido antes. A pesar de la falta de oxígeno que le robó los sentidos, podía sentir vagamente que lo levantaban y lo movían. Su último pensamiento antes de caer en la inconsciencia fue:

Esto se siente como una prisión.

O‴O‴O‴

Cuando la luz del sol se filtró a través de la neblina en su cerebro, trajo consigo un fuerte latido detrás de sus ojos. Héctor gimió y trató de llevarse una mano a la cara, pero algo se lo impidió. Algo peludo.

Se obligó a sí mismo a abrir los ojos e inmediatamente se encontró con la vista de una cara con bigotes. Podía escuchar débilmente a la cosa gritándole a través del zumbido en sus oídos.

—Ru... Ruddi...— Él gimió y se empujó a sí mismo para sentarse. El mapache cayó de su pecho a su regazo. Continuó molestando frenéticamente al guerrero. —¿Qué... qué pasa?

Los eventos recientes volvieron rápidamente al frente de su mente. —¡Varian!— Se puso de pie, ignorando el giro de su cabeza. El movimiento derribó a Ruddiger. Los pasos de Héctor tropezaron con una torpeza inusual cuando dio la vuelta en un círculo completo para mirar a su alrededor. Por encima de él, en la rama de un árbol cercano, Artemis chilló enojado, aparentemente bastante molesto por los recientes acontecimientos.

El humo de antes, aparentemente causado por una bomba noqueadora de algún tipo, se había disipado mientras estaba inconsciente. Y los extraños se habían aprovechado de su inconsciencia. El claro estaba vacío. Los extraños se habían ido. La casa se había ido.

Su sobrino se había ido.

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Holaaa!! Si, perdón por no actualizar este libro hace mucho, la escuela me demanda mucho en esta epoca y los capitulos de este libro son bien largos los conchudos xdn't pero ya esta acá el nuevo capitulo, espero lo disfruten!!! 🥰😎✌❤

Foto de Varian de extra por la tardanza:

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