--• Epílogo •--
Kim Taehyung sonreía en pequeñito mientras dormía placenteramente y Jeon Jungkook no podía hacer más que plagiar aquella linda mueca. Es que el peliazul era tan hermoso, que sentía un constante dolor en su pecho por los centenares de flechazos enamorados que le atravesaban el corazón a cada segundo.
Soltó un suspiro de amor.
Ni en un millón de años imaginó que podría estar viendo lo que sus ojos en ese momento.
A la luz del día, Taehyung solo lucía más precioso de lo que ya era, con los benditos rayos del Sol topando con algunas partes de su cuerpo.
¡Qué obra de arte más perfecta!
¡Qué belleza sobrenatural!
¡Qué gran bendición del Mar!
Jungkook no entendía como era que hasta el simple y tranquilo respirar del amor de su vida, provocaba tantas sensaciones intensas e inesperadas en su mente y cuerpo. Con honestidad, deseaba achicar a su Taehyungie y guardarlo en una cajita pequeña que siempre tuviera a la vista, para poder protegerlo de cualquier daño que le pudiera llegar a ocurrir.
Cuando menos acordó, ya estaba acariciando una bonita mejilla sonrosada del muchacho, mientras lo apreciaba por enésima vez, disfrutando del paraíso más maravilloso que podría haber encontrado: suave, delicado y fantástico a su ver.
Segundos después, Kim Taehyung se removió sobre la arena y sus sentidos adormilados comenzaron a reaccionar. Quiso abrir los ojos, pero había demasiada luz, así que solo se refugió más en donde estaba, hundiéndose excesivo en un aroma que siempre añoraba olfatear.
En ese momento, creyó que sería bueno seguir durmiendo, pues el sitio en el que estaba era cómodo y no había nada que tuviera pendiente a realizar. No obstante, el mismo pensamiento le hizo reparar en la situación y sus sentidos se agudizaron.
El sonido provocado por las olas del mar, la textura suave que sostenía su cuerpo, la luz resplandeciente... Era de día y estaba fuera del agua. Eso... jamás se imaginó vivirlo.
Entonces, los recuerdos de la noche anterior llegaron de golpe y abrió los ojos como platos, sorprendiéndose al tener el atractivo rostro de Jeon Jungkook frente al suyo, tan cerca que, simplemente, y por un deseo que se encendió sin previo aviso, se recorrió un par de centímetros y posó sus labios sobre los del contrario, sorprendiéndolo también ante su pequeño pico feliz.
—Buenos días para ti también, mi amor —Jungkook soltó una risita luego del beso del ajeno, pero Taehyung se sintió tan absorto, que el corazón se le aceleró. Era la primera vez que recibía ese saludo, era la primera vez que amanecía para él... ¡Y qué precioso amanecer!
En seguida, y cuando sus sentidos reaccionaron realmente, se sentó de golpe sobre la arena, encontrándose con un par de piernas brillantes que no le decepcionaron, pues eran tan hermosas y finas, que pensó estar viendo una joya: una a color canela, como el resto de su piel.
Sonrió en un cuadrito y su corazón se conmovió al tomar el caracol que seguía colgando de su cuello. No había sido un sueño, de verdad viviría como un humano junto a su Jungkookie.
Con su carita llena de ilusión, inmediatamente se giró hasta encontrar el rostro de su amado, quién le estaba sonriendo de vuelta, igual o más emocionado que él.
—¡Jungkookie, mira! —exclamó, señalándose con entusiasmo y, de repente, se puso en pie de un tirón, casi no constándole nada el acto—. ¡Son tan bonitas! —dijo, de lo feliz, mientras se veía a sí mismo, una y otra vez, tomándose sus propias mejillas por el encanto—... ¿Te gustan?, ¡Dime que te gustan!
Entonces, el peliplata no lo pudo soportar, así que también se levantó, enredando entre sus brazos el cuerpo de su niño, mientras lo apapachaba, efusivo, ante la ternura sinigual que le derretía el corazón—. ¡Oh, Taehyungie! —soltó y se separó solo un poco para admirar lo que Taehyung también quería—. ¡Me encantan!, ¡Las amo! —admitió y una de sus manos se permitió tocar la piel resplandeciente de los muslos del peliazul, acariciándolos con delicadeza—, ¡Son, realmente, tan preciosas como su dueño!... Extrañaré tu cola, eso sí, ¡Pero tus piernas son tan lindas!, ¡Mira qué bonito color tienen y qué suavecitas están!, ¡De seguro así debe sentirse el tocar las nubes con los dedos!
—¡Ay, Jungkookie! —sonrojado, reclamó la pena, abrazándose ligeramente del cuello del mencionado—, ¡Eres muy lindo! —dijo, más, después de pensarlo bien, se quedó estático, mirando, pasmado, al chico que volvió a abrazarle la cintura con fuerza—. Jungkook, eres muy lindo —volvió a decir, impresionado ante lo atractivo que Jungkook le resultaba a la vista. Su piel blanca era tan perfecta, que solo se acentuaba más con ese traje maravilloso y su precioso cabello platinado: totalmente divino y ardiente—. ¡Santos atunes, pero qué guapo! —exclamó, sintiendo su pecho acelerarse a velocidades que nunca pensó experimentar—. ¡Cásate conmigo!
—¡Mi amor!
—¡Jungkook, pero que ojos tan preciosos tienes! —al tomarle la mejilla, pensó que estaría bien si, por el simple hecho de acariciarla, se desmayaba—. No puedo creer lo perfecto que eres.
—¿Pero qué cosas dices?, ¿Acaso nunca te has visto en un espejo? —preguntó, en seriedad—, ¡Mira esa piel tan preciosa y brillante!, ¡Ni el azul del Mar, ni el azul del cielo, se comparan con el tono que hay en tu sedoso cabello!, ¡Y no hablemos de las finas esmeraldas que tienes en tus orbes!, ¡Tu sonrisa cuadradita que me mata y esos labios enloquecedores en forma de corazón!... ¡Eres hermoso, mi vida, mucho más que todo lo que te parezca bello alrededor!
—Jungkook —balbuceó, avergonzado por lo que había escuchado, escudándose en el propio hombre que abrazaba—. Pero sí te casarás conmigo, ¿Verdad?
—Por supuesto, mi hermoso pececito del Mar —asintió y una de sus manos fue directo a tomar la nuca del niño, para comenzar a dar le un beso lento y placentero—. Te amo —entre el ósculo, proclamó.
—Te amo, mi lindo conejito de la Luna —y, de un salto, sus nuevas piernas se enredaron en la cintura del ajeno, mientras ambos se perdían, cada vez más, en su propio amor y deseo, ese que no iba a desaparecer, aunque ellos lo hicieran del universo—. Jungkookie —el peliazul se separó, quizá un minuto después—. ¿Tienes la ropa empapada, amor? —le preguntó, entretanto sus manos se colaron por debajo de la camisa del cuestionado, asemejando el tacto que éste le proporcionaba por debajo del saco que aún usaba.
—Ah, sí, amor, es que... te tengo una sorpresa —mencionó y el pequeño ex tritón volvió a tener los pies sobre la arena, mirando con asombro al peliplata.
—¡Me gustan las sorpresas! —soltó al sonreír, no obstante, luego se enserió—... pero no las sorpresas malas, solo las buenas.
—Es buena —aclaró y, entonces, Taehyung volvió a sonreír con alivio—. Ven —y, tomándole la mano, comenzó a llevarlo por la orilla de la playa, caminando en tranquilidad por el sitio, apenas permitiéndole, al peliazul, notar lo bonita que era la Tierra.
Y al último no le quedó más que abrir los ojos en grande cuando reparó con la belleza natural que los estaba rodeando. Por ende, se perdió en el paisaje, sintiendo el viento mañanero azotar levemente su cuerpo, a la par que las olas del mar no paraban de arribar a la orilla, dejando su dulce melodía en cada vaivén efectuado. Parvadas de gaviotas cruzaban el cielo azul claro y los rayos del Sol iluminaban con una fuerza maravillosamente cálida—. Es increíble.
Colores vivos, sensaciones distintas... Algo inimaginable, algo que ninguno de los dos había visto jamás.
Un mundo precioso.
Sin embargo, más alucinante que eso, eran las caricias que el peliplata no dejaba de ejercer en la palma de su mano. Sobre todas las cosas, Jungkook siempre sería lo más fantástico que sus ojos apreciarían.
Después de caminar un par de minutos más por la playa, Jungkook le indicó que la dejarían un poco de lado y, enseguida, lo guio hasta tomar un sendero erigido por cientos de palmeras gigantescas y acopladas perfectamente al ecosistema.
Fue, un tiempo después, que a Taehyung casi se le salió el corazón por el asombro.
Una ciudad inmensa se alzaba regocijante frente a él: edificios enormes y miles de personas yendo de allá para acá, sumergidos en el bullicio de un lugar turístico y diverso. ¿Cómo es que jamás se dio cuenta que eso existía detrás de unas simples palmeras?, ¿Por qué nunca se había permitido explorar fuera del océano?... ¡Pero qué vivo e inimaginable era todo!
—Se llama Incheon —explicó, Jungkook, riendo por lo bajo, y afianzó su agarre para conducir nuevamente al muchacho y animarlo a navegar ciudad adentro, donde cada cosa lo sorprendía por montones maravillables.
Una hora más tarde, ambos estaban sentados en una mesita redonda, en los pasillos de un, muy lujoso, centro comercial; para ese entonces, Jungkook se encontraba acariciando una mano que Taehyung, muy amorosamente, le prestó.
—¿Una reserva natural con acceso limitado?, ¿En serio? —preguntó, totalmente pasmado, sin poder creer lo que Jungkook acaba de contarle—. Tiene sentido. Por eso nunca había personas —habló, más pensativo de lo requerido. No obstante, su mirada volvió a reparar en el rostro perdido de su amor—. ¡Jungkook, basta de mirarme así, por favor!
—¡Amor!, ¡Es que te vez hermosísimo con esa ropa!, Definitivamente es tu estilo, ¡Estás tan lindo! —y es que era cierto, la camisa blanca y el suetercito azul cielo que ahora mismo cubría su pequeño torso, en conjunto con su pantalón de vestir a color beige y la bonita boina que usaba a juego, simplemente lo hacían lucir precioso y muy tierno.
—¡Ay, cállate!, Que no me tienes muy feliz con lo que hiciste —refiriéndose a la manera en que el peliplata consiguió el dinero para comprar sus vestimentas, reclamó.
—Ya te prometí que no volveré a sumergirme en el arrecife, ni a sacar las perlas de todas las almejas que encuentre —Jungkook se excusó detrás de un puchero que le hizo añicos el enojo a Taehyung.
—Por Tritón que ese puchero no queda con tu estilo de matón.
—No soy matón, mi amor, soy tu hombre rudo. Además, no puedes decirme que no te agrada, me sienta bien el negro.
—Aish, te sienta mejor la desnudez —y aunque se sonrojó por confesarlo, con simpleza, expulsó su pensar.
—¿Fue por eso qué me probaste ferozmente en el vestidor de la tienda de ropa?
—Pues claro —dijo, como si no hubiera sido nada importante, desviando su mirada a cualquier parte que no fueran los ojos grises de su alma gemela—. ¿Qué más iba a ser si no?... Aparte, me pegaste a la pared y me acariciaste esas cosas.
—Es que tienes las pompis más redonditas del universo, Taehyungie, no pude evitarlo.
—¡Jungkookie! —regañó, por haber mencionado ese detalle en voz alta y el peliplata, simplemente, acercó su silla hasta poder tomar al peliazul entre sus brazos.
—Te amo —recalcó, hundiendo su nariz en el cuello acanelado, donde pudo respirar el aroma del ajeno en calma, provocando, sin saber, que Taehyung comenzara a experimentar un calor exagerado.
—Jungkook —susurró, cerrando los ojos levemente—... vamos a algún lugar a acariciarnos, anda —pero la risita que soltó el otro, lo sacó de su extraña necesidad—. No, mejor no —y en un solo ademán, se sacó del abrazo de su chico.
—¡Oh, claro que sí!
—No, ya no quiero.
—Taehyung...
—Ni se te ocurra ponerme una mano encima, porque no sabrás más de mí.
—Amor, no te molestes...
—Cállate.
—Taehyungie...
—¡Es que tengo hambre! —fue lo que soltó y sus mejillas se volvieron a teñir de rojo vivo, sintiéndose, de pronto, cohibido, pero molesto por la sonrisa traviesa que había en los labios de Jungkook—. ¡Oye!
—Mi amor, mi cielo, mi vida, mi corazón, mi pececito precioso y enojón —apodó el peliplata, acercándose otra vez y volviendo a abrazar al que se zarandeó en el acto—, tranquilo, ya viene la comida —le indicó y, enseguida, un mesero acomodó sus platillos frente a sí, sonriéndoles con amabilidad y riendo por sus adentros debido a la expresión maravillada que pudo reconocer en el joven peliazul.
Jungkook también rio al observar la carita de su amor, y es que el aroma de los fideos era tan exquisito, que pronto se les hizo agua la boca, similar a esa sensación que aparecía cuando se besaban.
Taehyung no se pudo contener y, con los dedos, tomó de las tiras de pasta desesperadamente, hasta dejarlas en su boca y tragarlas a la brevedad.
—¡Uff! —soltó, agradecido, y volvió a repetir el acto, haciendo al peliplata carcajearse. En serio que su vida, teniendo a ese chico como compañero, iba a ser más que feliz—. ¡Es delicioso!
—Espera, Taehyungie —aprovechando que le obedeció, le entregó los palillos, mostrándole la manera en que las personas los usaban para no mancharse las manos. El peliazul siempre había tenido muchas habilidades, pero Jungkook solo se podía sorprender cada vez más cuando las cosas le salían tan bien a la primera, incluso si se trataba de actividades difíciles de hacer. Qué orgulloso estaba de su nene—. Mastica un poco antes de tragar y el sabor se triplicará —aconsejó, y Taehyung, al seguir su sugerencia, no tuvo más que sonreír entusiasmado cuando tuvo la boca llena.
—¡Es cierto! —dijo, muy asombrado y feliz—. ¡Señor, su comida es maravillosa! —soltó hacia el hombre que limpiaba una mesa contigua y que se había encargado de servir sus platos, haciendo que este lo mirara con una sonrisa agradecida.
Entonces, simplemente, se dedicó a comer, encantando más a Jungkook con sus preciosos actos agraciados y humildes.
Cuando terminaron, caminaron un poco por los pasillos del centro comercial y, para ese momento, Taehyung se encontraba esperando al hijo de la Luna, sentado en una banquita del lugar, cerca de una fuente tallada en piedra preciosa.
Durante toda su vida había admirado mucho a los humanos, y no es que tuviera contacto con ellos: meramente, como era un explorador marino, tenía la suerte de encontrarse con muchos objetos abandonados por botes o arrojados al agua ante coincidencias inesperadas. Así que solo los tomaba y los llevaba con él para poder estudiarlos y encontrarles utilidad.
Nunca terminaba de maravillarse, por ello consideraba a los humanos como el ser más creativo existente, ese que llenaba el mundo de arte: como los libros, las esculturas, la música y muchas cosas increíbles más. Quizá por eso siempre había querido ser uno de ellos.
Jungkook volvió más pronto de lo pensado, sentándose junto a él y mostrándole la revista que había adquirido en el quiosco al que una señora le recomendó ir.
—¿Lo encontraste? —Taehyung se recorrió un poco, observando como el joven peliplata abundaba entre las páginas del papel resbaloso.
—¡Sí! —soltó felizmente. Su misión de conseguir un hogar para vivir con su pececito inició cuando comenzaron a leer las ofertas de los lugares disponibles a adquirir.
—¿Disculpen? —la voz de un pequeño niño de cuatro años hizo arribo a la escena, provocando que ambos se girarán a verlo algo extrañados—. Mi pelota subió hasta allá —indicó, señalándoles unas palmeras decorativas, apenas un metro más altas que el niño de ojos marrones—. ¿Me podrían ayudar a bajarla? —pidió, demasiado cortés como para pensar que se trataba de un simple niño juguetón.
Sonrieron y Taehyung le indicó a Jungkook que ayudara al menor.
—Toma, pequeño —ahora, el chiquillo también sonreía por haber conseguido su pelota.
—Gracias, señor.
—¡Yeonjunnie! —tras el niño, un joven pelinaranja profirió, asustando a los tres involucrados en la escena—. ¿Cuántas veces te hemos dicho que no te alejes de nosotros al estar fuera de casa?, Papi Yoon y yo nos preocupamos demasiado.
—Lo siento, papi —soltó el pequeño pelinegro ya regañado y, al bajar la mirada, se abrazó a la pierna de su padre, quién lo miraba angustiado—. No lo volveré a hacer.
—Más te vale, niño travieso —advirtió y sus ojos repararon en los dos jóvenes que no dejaban de mirarlo con curiosidad, misma que para Taehyung se mantenía latente—. Lamento si mi hijo les causó alguna molestia.
—Oh, no, no, para nada —Jungkook negó a la brevedad—. Solo le acercamos su pelota. De igual forma, es un buen niño.
—Lo es, aunque se pasa de hiperactivo —confesó al reír—. Gracias por ayudarlo.
—¡Jimin! —el chico pelinaranja se giró de inmediato y, a lo lejos, se pudo divisar a un joven pelimenta, dueño de su llamado.
—¡Lo encontré! —le anunció y, volviendo a los desconocidos, hizo una pequeña reverencia—. No los molestamos más, debemos irnos. Nuevamente, gracias.
—¡Espera! —pero Taehyung interrumpió todo acto de Jimin por volver con su pareja. Y, mientras se ponía de pie hasta estar de frente al ajeno, Jungkook reconoció esa mirada anhelante en su niño—. ¿Te casaste? —directamente, preguntó, y los ojos de Jimin resplandecieron confundidos.
—¿Disculpa?
—¿Te casaste con el chico que te ama? —reformuló su cuestión y sus ojos brillaron ilusionados, recordando como, años atrás, vio a ese par de jóvenes comprometerse y jurarse amor eterno, mientras eran participes del momento más lindo de sus existencias.
—Oh... mmh —el pelinaranja balbuceó—... Seguro que Yoongi me ama, así es que, en efecto, me casé con él.
—¿Y están siendo felices, como lo prometieron? —inquirió, a punto de soltar un chillido por la emoción, pero Jimin solo retrocedió levemente.
—Sí, en definitiva, somos felices.
—¡Genial! —exclamó y soltó un par de brinquitos felices mientras sonreía en grande, para, después, abrazar el cuerpo del chico que antes quería huir, mismo que se quedó estático y sorprendido ante la acción que Taehyung efectuó.
—Taehyungie, no estoy seguro si abrazar a personas desconocidas sea algo normal para los humanos.
—Pero yo lo conozco, Jungkook —informó y el peliplata solo sonrió un poco apenado hacia Jimin—. ¡Gracias, papá de Yeonjunnie!
—¿Por... por qué? —desconcertado, Jimin murmuró.
—Por todo. Por hacerme saber que, lo que Jungkook y yo sentimos, no es otra cosa más que amor, que no importa nuestro género... que, aun siendo dos varones, podemos hacer una vida feliz y tener un humanito como el tuyo —sonrió, alegre, en la oreja del pelinaranja—. Sin ti, Jungkook y yo jamás hubiéramos decidido renunciar a todo para estar juntos.
—¿Por... por nada? —fue lo que contestó, después de haber recibido esa respuesta—. Un momento —pero, entonces, se confundió aún más—, ¿Cómo fue que hice todo eso?
—Ah —soltó Taehyung y se alejó un poco para ver el rostro del ajeno—. Sí, sobre eso, lo siento... Por error, estaba ahí cuando tu amor y tú se comprometieron y se divirtieron en el agua —declaró y los ojos de Jimin se abrieron como platos—. Escuché lo que se dijeron, todo fue muy romántico.
—Oh —murmuró, sintiendo sus mejillas arder por la excesiva pena—. Ya veo —soltó recordando ese momento especial en que Yoongi y él consumaron su amor. Entonces, soltó una risita y se giró hacia su esposo, quién ya se acercaba al observar lo sucedido—. Yoongi, Ese día... ¡Dijiste que no había nadie más en la reserva! —reclamó al pelimenta, estremeciéndolo en el acto.
—Es que no había nadie, lindo Minnie.
—¡Estaba él! —indicó, señalando a Taehyung y Jungkook tomó a su pareja de inmediato, alejándolo del chico exaltado.
—Bueno, fue un placer conocerlos —dijo para los tres, tomando precaución por su pececito—. Lamentamos irnos así, pero somos nuevos en la ciudad y estamos buscando un lugar para vivir —contó, con nerviosismo, como una excusa para alejarse. No quería ver cómo el mundo ardía por causa de Taehyung, y tampoco como éste era señalado por el hecho.
—Sí —le siguió el peliazul, después de sentir que había arruinado completamente el aura tranquila del lugar—... debemos ir a casarnos ahora y, tal vez después, a divertirnos jugando en el agua de la reserva —palideciendo, retrocedieron un poco.
—¿Y no invitarán? —Yoongi se burló y Jimin enrojeció más por la sola idea de la segunda actividad ajena.
—¡Ni se te ocurra, Min Yoongi!
—¡Los vemos después! —y dicho eso, Jungkook tomó la mano de Taehyung para echarse a correr por los pasillos del centro comercial.
Pero Yoongi, a pesar de que estaba muy orgulloso de haber sacado su broma, no iba a quedarse a morir, porque ya sabía que eso sucedería: Jimin le asustaba mucho cuando se ponía rojito de la ira—. ¡Esperen, olvidan su revista!
—¡Oh, Min Yoongi!, ¡Regresa aquí! —exclamó, tomando a Yeonjun entre sus brazos y emprendiendo una carrera tras el trío de chicos que huían descontrolados por el susto que les pegó.
—¡Papi, ese chico huele a pez!, ¡Vamos por sushi!
—¡Ahora no, Yeonjunnie!, ¡Tu padre me las pagará primero!
—Jungkookie~ —chilló Taehyung junto a un jadeo agudo, clavando sus uñas en la espalda del mencionado.
Herir a su amor no era algo que le agradaba, mucho menos cuando el peliplata era tan dulce y se dedicaba a besar sus mejillas con ternura; sin embargo, contenerse, cuando el mismo lo embestía tan preciso en su punto más sensible, le resultaba imposible.
—Taehyungie~ —dijo el otro cuando pudo hacerlo, hundiendo sus ruidos en cada besito que dejaba en la piel canela brillante.
—Tu cosita es deliciosa, mmh~ —confesó, sintiendo los empujones en su interior, gimiendo entrecortado—, ¡Me gusta mucho!
—Travieso —Jungkook articuló, saboreando la piel salada del chico que se deshacía bajo sus brazos—, eso no dijiste la primera vez.
—Te amo —contestó el peliazul, tratando de ignorar lo vergonzosa que fue su primera experiencia y solo dejándose hacer por el peliplata que estaba encima suyo, recibiendo cada estímulo con satisfacción y sintiéndose feliz por poder tener ese tipo de contacto con su hombre.
—Te amo más —le respondió y sus labios se unieron en un beso feroz, lindo y estremecedor, mismo que aceleró sus corazones y los hizo llegar al clímax en menos de un santiamén.
Jungkook se dejó caer al lado de Taehyung, y luego lo tomó entre sus brazos para subirlo sobre su cuerpo y tapar a ambos con la sábana.
Taehyung sonrió sin aliento, le encantaba que Jungkook lo tratara lindo y lo mimara en cada momento, sobre todo después de entregarse mutuamente.
Sus labios fueron directo a dejar un ósculo en el pecho de su esposo, mismo que subía y bajaba enloquecido por el esfuerzo; luego, pegó su oreja en el área del corazón, pues siempre disfrutaba escucharlo latir errático.
Jungkook era lo más hermoso del mundo y, sí, era oficialmente suyo, porque, esa tarde y por fin, había logrado contraer matrimonio con él.
Los brazos del peliplata lo envolvieron, comenzando a dejar caricias tiernas a lo largo de su espalda, mostrándole, en cada roce, que era el motor de su vida.
Justamente, eso estaba pensando el ojigris, además del vago recuerdo de la tarde en que tuvo una charla exhaustiva con Yoongi, quien, por órdenes de Jimin, tuvo que explicarle cómo hacer para complacer a Taehyung por medio del acto sexual. Es que el peliazul necesitaba estar con Jungkook así, pero no tenía idea de lo que deseaba, no hasta que le contó a Jimin su repentina necesidad y este quiso echarse a reír por la inocencia del ajeno; no obstante, no lo hizo, mejor le explicó lo que estaba sucediendo la vez en que, por accidente, lo miró junto a Yoongi en el agua.
Jungkook y Taehyung estaban en su luna de miel y acababan de hacer el amor, pero esa no era la primera vez que lo practicaban, puesto que, un año atrás, Taehyung no quiso esperar y provocó que Jungkook lo hiciera suyo en la primera oportunidad posible.
Y qué bonito era probarse así.
—Jungkook —lo llamó el ajeno y fue entonces que salió de sus pensamientos—, debí haber sido una sirena —pronunció y el peliplata, confundido, trató de buscar su rostro, pero solo se topó con la melena azul de su amor, mismo que no dejaba de acariciar la piel de su pecho con delicadeza—. Si lo hubiera sido, ¿Me amarías igual?
—Taehyung —el mencionado levantó su mirada, encontrándose con el confundido ojigris—... ¿Qué estás diciendo?
—Lamento no haber sido una sirena.
—Pero, ¿Por qué dices eso?
—Porque, si hubiera sido una sirena, me habría convertido en una mujer y te habría podido dar un humanito.
—Pececito, qué tontería —preocupándose ante los pensamientos que estaba teniendo el amor de su vida, simplemente se sentó, colocándolo a horcajadas sobre sus muslos y abrazando su cintura con mucho cariño de por medio—. No te amo por tu género, Taehyung, te amo porque eres tú. Así, tal cual, eres lo más perfecto y especial que han visto mis ojos. Te adoro con mi alma entera, con todas tus virtudes y defectos. No cambiaría nada de ti, nunca, por nada del mundo.
—Pero no puedo darte un bebé... Ni aunque tu cosita entre mil veces en mí, nunca podré hacer que...
—Hey —lo detuvo, llevando sus manos hasta acariciarle las mejillas—... Hay más formas de tener un hijo, Yeonjunnie no salió de Jimin.
—... Y por eso no tiene los ojos de Yoongi.
—Taehyung...
—Quiero darte un bebé que tenga tus ojos —terminó confesando y Jungkook lo miró incrédulo—, lamento no poder hacerlo. Me frustra mucho —bajó su mirada verdosa, ya humedecida por el llanto.
—Pececito —le llamó y los ojos de Taehyung comenzaron a derramar lágrimas silenciosas—. Nosotros vamos a tener un humanito sin importar nada, ¿Sí? —y sus gotitas fueron limpiadas—... Te entiendo, sé que deseas que nuestro bebé sea la combinación de nuestra esencia y concuerdo en que no habría nada más bonito que cuidar a un niño que tenga tu sonrisa, pero es imposible que suceda. Lo lamento igual, pero no me voy a sumergir en ello; así que te pido lo mismo, corazón: aceptemos nuestra naturaleza y vivamos tranquilos con ella.
—¿Sin importar esos detalles?
—Sin importar esos detalles —afirmó—. Lo único realmente valioso aquí es que vamos a tener una vida feliz: tú, yo y nuestro futuro bebé; sea como sea. Te amo enteramente, Taehyung, haré todo por ti siempre, sin detenerme por nada ni nadie. Eres mi amor.
—Eres mi amor, Jungkook.
Jeon Jungkook salió corriendo de su oficina sin importar que sus socios, Kim Namjoon y Jung Hoseok, habían acudido para tratar el tema del reporte trimestral anterior obtenido, en función de tomar decisiones esenciales para el negocio.
Esperaba que no lo culparan, pues acababa de recibir la peor llamada de su vida, esa que jamás esperó que llegase y que le provocó la horrible sensación de la combinación entre un estómago revuelto y un corazón a punto de salirse de su pecho.
Encendió el motor de su vehículo como si su respiración dependiera de eso y arrancó, desesperado, del estacionamiento de la empresa para, simplemente, internarse en el tráfico maniático de Seúl, el cual, le rompió más el alma por su irremediable lentitud.
Sin embargo y, para su increíble y casi no existente buena suerte, no tardó más que unos minutos en llegar al edificio.
Su estancia en el elevador le pareció interminable, pero calmaba la ansiedad con la insistente necesidad de llegar a su departamento: nada importaba más que ingresar en él y verificar la estabilidad y buena salud de su peliazul.
—¡Pececito! —exclamó, entrando al lugar y cubriéndose la boca y la nariz con el dorso de su brazo, esperando ver su hogar en ruinas. Más, increíblemente, no había nada distinto y todo estaba demasiado tranquilo, incluso más de lo habitual—. ¡Taehyungie! —volvió a gritar y comenzó a buscar a su esposo por todos lados, pasando de largo por el pasillo, pero volviendo, de inmediato, al haberse percatado de la silueta de su esposo dentro de aquella habitación que normalmente yacía cerrada—. ¡Taehyung!, ¡¿Qué demonios sigues haciendo aquí adentro?!, ¡Dijiste que el departamento se había incendiado!
—Ssh —pero el peliazul solo soltó aquella expresión en un susurro, pidiéndole silencio a su marido. Jungkook acató más que confundido, no obstante, cuando su pececito se giró hasta quedarle de frente, casi se desmayó inminentemente—. Beommie, él es Jungkook, tu papi —suavemente le dijo al pequeño bebé que sostenía en brazos, mientras el cuerpo del mencionado perdía todos los colores al encontrarse con el precioso ejemplar envuelto en cálidas mantitas—. Amor, te presento a Beomgyu, Jeon Beomgyu.
—Taehyung...
—Nos aprobaron la solicitud ésta mañana —explicó, acercándose lo suficiente para hacer que Jungkook viera bien a su nuevo angelito—. Somos papás —y aunque eso le hubiera encantado gritarlo, simplemente, lo dijo lo más tranquilo posible para no alterar al bebé que acababa de despertarse de su reciente siesta—. Somos los papis de Beommie —y los ojos se le llenaron de lágrimas cuando levantó la mirada y se encontró con un peliplata completamente conmovido e impresionado por, por fin, recibir esa maravillosa noticia junto al nuevo miembro de su familia—. Conejito —le llamó Taehyung, sonriendo felizmente—, ¿Quieres cargarlo?
Pero a Jungkook no le salieron las palabras, solo, tembloroso, estiró los brazos para sostener a su bebé. El ex tritón le pasó a su angelito con mucho cuidado, abrazándose, de paso, de su cintura, manteniéndose lo suficientemente lejos para no aplastar a su ahora hijo, pero brindándole besitos tibios a la punta de su nariz enrojecida por el silencioso llanto—. Es... es hermoso... Es... increíble —por fin, soltó, sin poder dejar de observar a su nene, maravillándose por su preciosidad y pequeñez. Más, sus ojos se levantaron hasta el joven que no paraba de rosar sus rosados labios en su nariz—. Somos papás —balbuceó, de pronto sin voz, y entonces levantó un poco más su rostro, haciendo que los labios de Taehyung rosaran los suyos.
El peliazul se quedó estático y cerró los ojos ante el bonito contacto que Jungkook le regaló, sin embargo, sonrió entre el beso cuando una mano suavecita de su esposo dio con su mejilla, para sacar la lágrima que él también tenía y acariciarlo levemente.
Entonces, se separaron casi inconformes, no obstante, el sentimiento de seguir viendo a su nueva criaturita fue más grande. Se sonrieron y entonces Taehyung tomó la mano libre del peliplata hasta hacerlo sentar en el sofá, donde ambos se acurrucaron solo para disfrutar de ese momento, abrazados, con su pequeño bebé en brazos.
—Hola, Beommie... Soy Jungkook, tu papi —se presentó, cuando los ojos negros del retoño se centraron, curiosos, en los suyos—... Eres inmensamente hermoso, ¿Lo sabías, espumita?... te pareces tanto a tu papi Taehyung.
—Jungkook —regañó el mencionado, debido a que lo dicho no podía ser siquiera posible, pero solo recibió que el peliplata lo rodeara con más cariño—. Esta preciosidad, ¿En qué se parecería a mí?
—Aparte de su preciosidad —soltó, con obviedad, dándole una mirada llena de ilusión a los ojos verdes—, en que lo amo tanto como a ti —y como si fuera decreto de la vida y su lindo bebé hubiera entendido lo escuchado, soltó una carcajadita feliz, provocando que sus padres viraran a verlo y Jungkook no tuviera más que soltarse a llorar como un niño, sintiendo como Taehyung lo envolvía entre sus brazos de inmediato, mimándolo y esperando poder calmar su corazón conmovido, antes de que su lindo angelito fuera contagiado por el llanto.
—¡Taehyungie!, ¡Amor!, ¡Ven rápido! —la voz de Jungkook viajó por todos los rincones de la casa hasta alcanzar la ubicación del mencionado, quién, estando en la cocina, soltó un suspiro de cansancio.
—¡Preparo una papilla para Beommie!, ¡Cuídalo unos minutos más! —pidió, mientras buscaba los implementos necesarios y se estiraba con pesadez al tratar de alcanzarlos.
Uno de sus más grandes sueños acababa de cumplirse, ahora trabajaba desde casa como editor de una de las revistas más importantes de Corea y no podía sentirse más dichoso. Sin embargo, últimamente tenía muchas cosas por hacer y no habían sido sus mejores días.
—¡No, no!, ¡Tienes que venir ahora!
—¡Jungkookie!
—¡Ven rápido! —exigió, desesperándose y fue Taehyung el que azotó el pequeño platito de su hijo para, simplemente, dirigirse por el pasillo hasta la habitación, marcando sus pasos como si estuviera marchando de la molestia.
—¡Cinco minutos, Jeon Jungkook!, ¡Solo te pido que te hagas cargo cinco minutos y tú...! —pero aquel reclamo se impregnó en el aire cuando su pequeño bebé de un añito de edad salió disparado, con pasitos torpes, hasta abrazarse de sus piernas, sonriendo grandiosamente y haciendo a Taehyung querer desmayar en el acto.
—Beommie —musitó, con los ojos bien abiertos por la impresión, observando a su criaturita.
—Ven, espumita —llamó Jungkook a su bebé y el pequeño se giró hasta encontrar al peliplata extendiéndole los brazos para recibirlo—. Ven acá, Beommie. Te daré galletitas —y el chiquillo no esperó ni un poco, amaba las galletitas, así que, aún sin mucha habilidad, se dejó ir hacia el hijo de la Luna, quién lo tomó y lo alzó sobre su cabeza, jugando de la forma que tanto divertía al bebé—. ¡Eso es, campeón! —celebró y el niño rio, levantando sus bracitos—. Ahora, mi amor, ve y dale esto a tu papi —al ponerlo otra vez en el piso, le indicó, dándole algo que el peliazul no pudo divisar—. Anda.
Entonces, Taehyung se sentó en el piso y abrió los brazos también, llamando al bebé que, más tranquilo, avanzó hasta su ubicación. El pecho se le estrujó, la escena le recordó tanto a cuando, en la reserva, la noche en que todo ocurrió, Jungkook le enseñó a caminar. Ahora estaba cumpliendo con su función nuevamente, acababa de hacer que su pequeñito diera sus primeros pasos.
Más el corazón casi se le salió del pecho cuando su hijo, ya en sus brazos, le extendió su manita, abriendo su puñito regordete y dándole a su papi Taehyung lo que el peliplata le había entregado.
—Jungkook —el ex tritón balbuceó sin poder creer lo que veía.
Su collar de caracol, el hijo del Sol, ese que les había cumplido su más grande deseo: volvía a estar ante sus ojos después de mucho tiempo, así que, por la ocasión, el llanto era algo que no podría evitar. Pero, en seguida, recibió un abrazo inmenso y calientito, efectuado por su esposo, quién enredó a sus dos amores con mucho cariño, haciendo que el nudo en su garganta se acumulara con más alegría.
—Beommie lo encontró —le informó y entonces Taehyung abrazó con más ímpetu a su bebé, agradeciéndole ser la luz de su vida y el mejor regalo que alguna vez pudo recibir.
—Jungkook, soy tan feliz —terminó soltando y se recargó sobre el pecho de su esposo, dejando a su bebecito libre, quién, con curiosidad, se levantó de las piernas de su padre para seguir explorando el mundo, con la nueva habilidad que había adquirido—. Decidir vivir nuestra vida ha sido lo mejor que hemos hecho jamás.
—Gracias por, en aquella ocasión, animarme a entrar en razón, pececito —Jungkook dijo al asentir—. Si no fuera por ti y por tu valentía, en este momento estaría sobre la Luna, esperando que pasaran los años para poder volver a verte. Ahora, cada día es una bendición a tu lado.
—¡Oh, Jungkook!, gracias a ti por cumplir mis caprichos y seguir mis pasos, amor, aun cuando el universo no lo quería —soltó y se giró para dejar un besito tierno en los labios de su marido—. Gracias por permitirme vivir esta vida contigo.
—Gracias por amarme como lo haces y por esforzarte tanto para que ambos pudiéramos tener nuestro humanito.
—Ni lo digas, tú y mi cielito son lo mejor que me ha pasado. Ahora, mi único deseo es que ambos podamos ser buenos padres para él y lo guiemos honestamente en su vida, apoyando sus decisiones y dejándolo andar por su propio camino.
—Lo haremos bien, puedo apostarlo, mi amor —las mejillas del peliazul fueron acaricidas mientras ambos sonreían felizmente—. Te amo, Taehyung.
—Te amo más, Jungkook.
Dicho eso, volvieron a probarse, uniendo sus belfos en un placentero acto de amor que solo los llevó a hundirse más en su mundo, ese que estaba colmado de buenos momentos y abundantes dichas, más de las que jamás pudieron imaginar.
Esa noche, mientras Taehyung y Jungkook colocaban el caracol en el cuello de su hijo, la Luna brilló con una intensidad que deslumbró al Mar, provocando que sus olas se alzaran con grande alegría, misma que hacía milenios no aparecía.
Y fue así como el amor que una vez hubo entre ellos dos, se convirtió en el motor de la vida de sus descendientes, quienes tuvieron el valor de enfrentar, incluso, al universo, con tal de poder mantenerse juntos: persistiendo felices y unidos hasta el final de sus días, sin importar que, sobre su tiempo en el mundo terrenal, existiera o no una Luna de Sangre.
Fin.
Gracias por leer y aguardar por tanto tiempo este epílogo. Espero que te haya sacado, al menos, una sonrisa.
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