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›«Mamị

Omnisciente

La luna aún se hallaba iluminando el pequeño barrio cuando un sonoro crack interrumpió el silencio de la noche. Y en el mismo lugar del que provino el interruptor del mutismo, apareció de entre las oscuridades, una tela negra que se perdía ante la vista.

Lejano era de dónde venía, obligada a hacer escalas por si alguien la perseguía, con la finalidad de proteger lo que la mantenía con vida. Y a pesar de la monotonía en su rutina, donde no ocurría ningún asecho del cual escapas, sabía que estaba bien tomar las precauciones necesarias para no ser encontrada.

O, mejor dicho, para que ellos no lo sean.

No podía decirse que estuvieran muy ocultos, de hecho, era conocimiento común para el barrio muggle donde residía, saber con quienes vivía. Después de todo, no los mantenía en completo aislamiento como, durante su infancia, ella lo estuvo. De hecho, podía decirse que tuvieron una más que idónea primera etapa de su vida, donde en su gran mayoría, ella siempre estaba presente. Aun así, podía jactarse que los tenía mejor protegidos que el que el supuesto gran mago los tendría si tuviera su entera tutela.

Aunque no es como si ella la tuviera completa, se recordó con pesimismo.

Suspiró, intentando que los pensamientos de culpabilidad no le invadieran, suficiente tenía con los sentimiento a flor de piel debido a las criaturas que cuidaban el lugar al que ilegalmente se entrometió, como para incluir el sentirse inútil tras haber perdido gran parte de la custodia de aquellos que...

El cuerpo de la encapuchada se tensó.

Frente a ella, el lugar que llamaba hogar permanecía apagado, como ella lo dejo. No obstante, un ligero cambio en las cerraduras de las ventanas fue lo que la alertó. Con clara precaución, ingresó a la protección que a su casa le brindó. No había sido rota ninguna barrera, ningún encantamiento anti intrusos señalaba que alguien ingresó a su morada. Sin embargo, muy bien sabía que poderosos y peligrosos magos podían ser capaces de esquivar sus conocimientos si se esmeraban.

Los pasos de la dueña no se escuchaban, tan suaves al chocar con el piso eran sus pisadas, que ni siquiera el polvo alzaba.

Abrió la puerta, siendo el crujido de esta, detenido por un mero hechizo. La oscuridad invadía su sala, y no había rastro alguno de forcejeo en la cerradura por algún ladrón muggle o un encantamiento para cerraduras. Cerró la puerta, con la misma delicadeza que empleo al abrirla, una vez asegurado la entrada principal de la morada.

Caminó, con su varita preparada para atacar si era necesario, caminó en dirección a las escale... Un crujido resonó entre el silencio.

Volviendo de entre sus pasos, la ahora ya no encapuchada, se dirigió hacia la sala principal, aún en plena oscuridad, descifrando el recorrido sin choques algunos. Y con una tenue elevación de comisuras, no se acercó exactamente hacia el lugar emisor de tal crujido, sino, que hacía el interruptor que iluminaria el lugar.

Y al momento de presionarlo, con la luz revelándolos, ellos hablaron.

— ¿Por qué tan despierta...? — una joven voz resonó.

— ¿...a esta hora, jovencita? — acompañado de otra más grave.

Quienes habían utilizado la oscuridad para esconderse, en cuanto terminaron de cuestionar hacia la recién llegada, se dieron cuenta que ella ya no estaba.

— Pero... — murmuraron los dos al mismo tiempo, confundidos por encontrar la nada en su lugar.

— ¿Y ustedes por qué no están durmiendo en sus habitaciones? — cuestionó con firmeza, tomando a ambos de los hombros, apareciendo a sus espaldas.

— ¡AHHHHHHH! — gritaron los jóvenes, antes de saltar hacia delante, escuchando las carcajadas de fondo de la mujer.

— ¡Te dije claramente que esto sucedería! — se quejó uno.

— ¡Tú eres quien se movió y provocó el crujido que nos delató! — acusó ante la declaración.

— ¡Eso no es cierto! — negó de inmediato — ¡Eres tú quien no paraba de moverse, Mister delicadeza!

— ¡Oh claro, porque soy yo quien para jugando con el cabello de tomate que tienes! — una exclamación ofendida apareció en la contraria.

— Tu... — lo señaló antes de abrazarlo de lado — Eres un completo testarudo, Jamsie.

— Como si tú no lo fueras, Liliana — fastidió de la misma forma, intentando librarse del agarre de su hermana.

Los mellizos rieron entre ellos, olvidándose de su pequeña discusión y de haber sido atrapados por quien los seguía examinando con una sonrisa, esperando que se acordarán de su presencia.

Claramente supo cuando lo hicieron, porque sus risas se detuvieron y, girando con lentitud, la observaron con un, más que perfecto por haber sido bien ensayado, rostro inocente, mostrando aquellos brillosos ojos verdosos y amarronados, seguido de las sonrisas más exageradamente grandes que podrían ofrecerle.

No obstante, ya tenía demasiada experiencia en cómo tratar a esos dos, por lo que su falsa inocencia no les sería de ayuda en esa situación.

— ¿Y bien? — cuestionó cruzándose de brazos — ¿Quién de ustedes dos me quiere explicar por qué no están dormidos, como los dejé? — quiso saber, alternando su mirada entre ambos adolescentes.

— Nos levantamos por un mal sueño... — musitó una.

La ceja de la pelinegra se alzó, esperando a que siguiera con esa oración, sin dejar en ningún momento de analizarlos.

— Decidimos ir a buscarte, pero... — prosiguió, dándole una mirada a su mellizo para que hablara.

— Pero la verdad es que no podíamos dormir porque no queremos irnos mañana — respondió con rapidez.

— ¡Harry James Potter Evans! — se quejó la pelirroja.

— ¡No nos estaba creyendo, Raisel Mía Lily Potter Evans! — se excusó ante la sería mirada de su melliza — ¡No podemos mentirle si ya sabe que lo estamos haciendo!

— Niños... — llamó la mayor.

— ¡Pero no lo había descubierto! — se quejó la otra fémina.

— ¡Claro que sí! — debatió Harry — ¿No es así, mamá Adha? — cuestionó hacia ella.

El corazón de la mencionada, como siempre que alguno de los mellizos Potter la llamaba de tal forma, se detuvo por un segundo.

— Harry, cariño — murmuró con suavidad — Sabes que...

— Eres nuestra mamá Adha — Raisel pronunció con firmeza, frunciendo su ceño, sabiendo la petición que le diría a su hermano.

Ambos mellizos observaron a la pelinegra frente a ellos.

Adhara Cassiopea Mía Jone Smith era la mujer que, desde que tenían memoria, estuvo para ellos.

Era quien los cuidó mientras eran bebés, quien los atendió cuando estaban enfermos, quien los crío cuando eran pequeños. Adhara era su mamá, era la mujer que los había acogido a los 21 años únicamente por ser una conocida de su madre Lily. Era quien, a pesar de tener la opción de disfrutar del final de una guerra, escogió ser la tutora de dos mellizos de tan solo un año que habían perdido a sus padres.

Adhara era su mamá Adha, y aunque está varias veces les pedía que no la llamaran así, recordándoles que únicamente era su madrina, ellos completamente ignoraban su petición, porque a comparación de lo que la mayor pensaba, los mellizos seguros estaban de que ella era merecedora de tal título.

Un amargo suspiro salió de la mayor, quien simplemente fue capaz de negar antes de indicarles que fueran al sillón. Ellos hicieron caso, sabiendo que no debían de contradecirla... no, al menos, cuando entraba en ese aura de nostalgia.

— Si saben que, si fuera por mí, los dejaría quedarse durante todo el tiempo que quieran, ¿no es así? — cuestionó, mientras que se sentaba en medio de los dos, permitiendo que se acurrucaran a sus costados, comenzando a dar pequeñas caricias en la cabeza de ambos.

— ¿Entonces por qué no podemos quedarnos? — pregunta Harry, relajándose ante el tacto de quien apreciaba — Es demasiado ridículo que únicamente podamos quedarnos a dormir dos semanas cada mes, no tiene sentido... — expresó con frustración.

— Lo sé, cariño — murmuró, dándole un beso en su coronilla, intentando desaparecer la molestia del castaño — Pero es así como son las cosas, lamentablemente, no puedo hacer nada hasta que el juicio... — intentó volver a explicarles.

— ¿Pero no sé supone que deben de buscar lo mejor para nosotros? — interrumpe Raisel, sintiéndose cansada de la situación que vivían — Simplemente podemos ir y declarar que decidimos quedarnos contigo, no queremos ir a otro sitio... — murmura viendo a su mellizo.

Y al igual que siempre, solo bastó una ligera mirada para que se comprendieran al instante.

— Este es nuestro hogar — musitan los dos, observando la sala en donde se hallaban, terminando con su vista fija en su mamá Adha.

Adhara suspira, sabiendo lo difícil que era para ambos la situación que enfrentaban, porque para ella también era doloroso que la separaran de las dos personas que había criado durante unos largos 12 años, pero en especial, saber que ambos eran alejados después de cada dos semanas que pasaban a su lado.

— Lo sé, mis niños, lo sé — suspiró, no dejando de peinar sus cabellos — Saben que estoy haciendo lo posible para recuperar su custodia completa, pero por el momento, solo...

— ¿No podemos quedarnos ni un solo día más? — cuestionó Raisel, interrumpiéndola al conocer lo que diría — Tan solo uno, ma Adha. Y si vienen los policías muggles...

— ...les diremos que fue nuestra idea — siguió Harry con una inocente sonrisa.

— Les diremos que nosotros decidimos quedarnos — prosiguió, imitando la sonrisa de su mellizo.

— Que tú no tienes nada que ver — declaró Harry, mirándola con ojos de cachorro.

— Que es lo que nosotros deseamos — completaron juntos, esperando que accediera a su propuesta.

Oh, cabe aclarar que de alguien tuvieron que aprender la actitud traviesa que manifestaban.

— ¿Y dejar que me acusen por obstrucción a la ley? — cuestionó con un deje de diversión — ¿Manchar mí reputación por unos magníficos y maravillosos niños como lo son ustedes...? — cuestionó con fingido sarcasmo, haciéndose que lo estaba pensando — No lo sé...

— ¡Mamá Adha! — se quejaron los dos, separándose de los cómodos brazos de la adulta para mirarla ofendidos.

La pelinegra se río mientras que los abrazaba y despeinaba sus cabellos, ignorando por completo las quejas de ambos sobre que se detuviera, e incluso, sus comentarios acerca de que era de lo peor.

— Oh, ustedes me aman, chicos — señaló una vez que los dejo — Yo lo sé muy bien — y, rodando los ojos, ambos adolescentes solo pudieron asentir con una pequeña sonrisa.

Adhara los miro con un amor tan intenso que a los mellizos les hacía dudar si, de verdad, ella era real.

La mayor acuno cada rostro con una mano, mirándolos a ambos antes de dejar un beso en la frente de cada uno, acariciando sus mejillas con suavidad.

— Tan solo queda tres semanas para volver a Hogwarts, ¿está bien? — señala para ambos — Durante esta semana pediré permiso a los Dursley y a Marie para llevarlos a comprar sus útiles — musitó, ambos mellizos asintieron sin muchos ánimos — Y una vez que llegue los días previos a Hogwarts, puedo solicitar que nuevamente vengan aquí, ¿les parece?

— Está bien — asintieron al mismo tiempo.

— Y por favor — pidió mientras lo observaba — No me den tanto trabajo como en los otros años escolares, puede que sea joven, pero, así como van ustedes dos, me mataran de la preocupación — los mellizos asintieron con diversión.

— No iremos tras los problemas — señaló Harry — Aunque... — comenzó.

— ...eso no quiere decir que ellos no vengan tras de nosotros — completo Raisel.

Adhara negó con ligera diversión, sabiendo que lo dicho por los menores era cierto, pero aun sintiendo una viva preocupación por los eventos de los anteriores años escolares.

Una pelea con Voldemort en primero y una batalla con un basilisco en segundo. ¿Era tanto pedir que en este tercer año no exista ningún impedimento para que sus pequeños puedan disfrutar con tranquilidad su año escolar?

Odiaba con creces a ese malnacido de Tom, aun cuando ella también participó en los enfrentamientos de sus pequeños, estando a su lado para defenderlos, detestaba que Harry y Raisel lidien con situaciones que, para su edad, no deberían experimentar.

Y, sobre todo, aborrecía con creces que ambos sintieran el deber de acabar con cada plan siniestro que descifraban.

Malditos genes heroicos de James, se decía a veces.

— Bien, ahora ustedes dos, jovencitos... — murmuró señalándolos — Ya es muy temprano como para mandarlos nuevamente a dormir — indicó, notando como por la ventanas el cielo iba tomando un tono mucho más claro del que poseía cuando llegó — Así que, ¿Que les parece si preparamos el desayuno juntos? ¿O tal vez quieran quedarse a ver alguna película, antes de que sea la hora de llevarlos? — pregunta hacia ellos.

Los mellizos no pierden tiempo y comparten miradas, comunicándose a través de ciertos gestos que, a pesar de haber sido quien los crío, Adhara poco descifraba lo que discutían.

No obstante, cuidarlos desde bebés le había enseñado algo, y ciertamente, era capaz de discernir algunas conversaciones cómo estás, sabiendo cual sería la respuesta.

— ¿Ambos? — cuestionó Raisel.

— Ambos — asintió Harry.

— Queremos ambos — mencionaron los dos.

— Bueno, ambos serán — asintió, decidida a consentirlos — Ahora, vayan por sus mandiles, que no quiero que ninguno se ensucie su pijama — pidió, los dos mellizos asintieron, comenzando una divertida carrera entre ellos sobre quién llegaba primero hacia arriba.

Con un suspiro, Adhara escuchó sus risas, pensando en cuanto habían crecido, y en lo tan parecidos que eran a ellos. En especial a... Negó, intentando ignorar tales pensamientos antes de murmurar un nombre.

— ¿Si, ama Adha? — una deslumbrante elfina apareció, vistiendo un atuendo hecho su medida, que le daba el aspecto de una pequeña niña.

— ¿Sabes desde qué hora se despertaron, linda? — cuestionó con suavidad.

— Etzy no sabría decirle con precisión, ama Adha — se lamentó la elfina — Pero Etzy notó que cinco minutos antes de que llegara la Ama Adha, los amitos ya se hallaban susurrando sobre cómo convencerla de que se quedasen más tiempo — la pelinegra asintió.

— Está bien, Etzy, muchas gracias — la elfina asintió con una gran sonrisa.

— Mucha gracias a usted, Ama Adha — respondió la pequeña.

— Y, por cierto, Etzy, recuerda que tendrás esta semana que viene libre — la elfina asintió emocionada — Puedes visitarlo, si gustas, pero evita mencionar tanta información, ¿Está bien? — la elfina asintió con emoción.

— Si, ama Adha — musitó — Etzy está muy agradecida por tenerla como Ama, Etzy de verdad... — empezó a lagrimear.

— No es nada Etzy, anda — interrumpió con delicadeza, agachándose para posicionar su mano en su hombro, brindándole calma — Sé que necesitas un par de horas más de descanso — musitó mientras escuchaba las voces de los mellizos.

— Etzy está muy feliz de tenerla, Ama Adha, muchas gracias — musitó antes de desaparecer con un crack.

Los dos Potter aparecieron al mismo tiempo, vistiendo el mandil que les había comprado cuando eran pequeños pero que, tras las peticiones de ellos, los agrando con algún que otro encantamiento, solo porque los mellizos adoraban el diseño.

— Muy bien chicos, ¿Waffles, panqueques o un queque? — los mellizos se sonrieron antes de responder.

— Queque — decidieron ambos.

°•°(...)°•°

Los ojos de Adhara se suavizaron cuando encontró la ternura al ver como ambos Potter se dejaron vencer por el cansancio.

Con una sonrisa plasmada en su rostro, tras haber apagado la televisión en donde los créditos comenzaban, los acobijó con una de las mantas que les entregó antes de que comenzaran la película, teniendo el previo conocimiento de que seguramente caerían rendidos ante el sueño.

Sabiendo que no podía hacer el amago de despertarlos porque, de ser así, no volverían a dormir, permitió que descansaran, tomando en cuenta que podría despertarlos una hora antes de que tuviera que dejarlos.

Con un movimiento de su varita, atrajo la cámara que siempre cargaba consigo para dulces momentos como estos, en los cuales ambos hermanos protagonizaban una tierna escena como el de dormir entre los brazos del otro, abrazándose con unas ligeras sonrisas en sus rostros.

La cámara había sido su fiel ayudante durante todos esos años, consiguiendo plasmar las escenas de los mellizos al grabarlos en físico.

No pudo evitar pensar en lo rápido que el tiempo había pasado, mientras guardaba las dos fotos en el gran álbum que tenía de los pequeños Potter. Se había encontrado así misma preparándose una taza de café mientras que comía un pedazo más del queque que prepararon, a la par que sus dedos pasaban con delicadeza las páginas llenas de fotos instantáneas, tanto muggles como mágicas.

No podía negarlo, pensaba con una sonrisa, había sido algo intensa al decidir que tendría un álbum netamente dedicado a sus dos pequeños. Después de todo, había plasmado tantas fotografías como pudiera durante largos años. Realmente no sabía por qué — río al ver la primera magia accidental de Raisel — ella tan solo había tenido el deseo de grabar los bellos momentos de los mellizos Potter, fotografiar por día si es que hacía falta, únicamente para mantener unos recuerdos que ellos amarían de grandes.

Más internamente sentía que estaba obrando mal, cuando observaba las fotografías en las que solo se hallaban los tres, cuando observaba los trazos deformes que eran, en esos años, unas obras de arte para los dos infantes. Cuando veía los nombres que figuraban en los dibujos, el título que por más que intentaba, los mellizos se negaban a cambiar. Cuando leía las cartas que le eran dedicadas, porque se trataba la festividad de la persona que criaba...

Adhara no podía evitar sentir que los estaba traicionando, — cerró el álbum de fotografías — a vivir con la culpa en su cuerpo ya se había acostumbrado, sin embargo, el dolor constante del recuerdo de aquella noche era lo demasiado frustrante para cerrar la herida... — con un movimiento de varita, el álbum desapareció — Más se intentaba consolar diciendo que estaba haciendo lo que ellos... Lo que ella deseaba, — se recostó en la pared, observando a los durmientes — los mellizos eran felices, al menos, podría jactarse de ello cuando era su turno de cuidarlos.

Cada vez eran más parecido a sus padres... y a veces su mente la traicionaba, como en ese instante, donde en vez de ver a Harry abrazando a su hermana con tanto cariño mientras que Raisel se apoyaba en su pecho, sintiéndose en calma por tener a su hermano a su lado, veía a unos amorosos James y Lily, después de un largo día de estudios, tumbados en el sillón de la sala común de Gryffindor, ignorando de sobremanera la presencia de sus amigos y centrándose en perderse en el contrario.

Sonrió antes de retirarse de la sala, dirigiéndose a los cuartos, comenzando a alistar las cosas de los mellizos, sabiendo que ellos solo buscarían excusas para retrasar su ida, y aunque también deseara que se quedaran más días, no podía arriesgarse a perder el avance obtenido en el juicio de su tutela.

°•°(...)°•°

Si existía algo que los mellizos amaran con la misma intensidad que el tener al otro a su lado y vivir con su ma Adha, era ser levantados por un delicioso aroma, en vez que por los gritos de donde residían.

Debido a que, de esta forma, ellos confirmaban que estaban en su hogar.

Sonriendo, sintiendo de a poco el dulce aroma de uno de los platillos que de seguro su madrina estaba preparando, Harry abrazó con un poco más de fuerza a su melliza, antes de ir despabilando por completo, revisando la hora en el reloj que se hallaba en su sala, cayendo en cuenta que se habían quedado dormidos por más de cinco horas.

— Rai... — la llamó con suavidad, comenzando a aflojar el agarre de su abrazo — Raisel... — volvió a llamarla, comenzando a separarse.

La pelirroja balbuceó palabras no entendibles, antes girarse y abrazar con fuerza a su almohada personal. Harry rodó los ojos, sabiendo que no podría escapar de su hermana, porque una vez que ella se aferraba a algo, era incapaz que lo soltara.

Y para su lamento, la gran mayoría de las veces era él a quien se aferraba.

— Raisel — farfulló alargando la "e", renegando ligeramente por no poder soltarse de su agarre.

— ¿Otra vez atrapado, cariño? — alzó su mirada, encontrándose con Adhara cruzada de brazos, apoyándose en el marco de la entrada que conectaba la sala.

— Sálvame, Ma Dhara — pidió con dramatismo, extendiendo uno de sus brazos libres hacia la nombrada.

La misma que río, descruzando sus brazos para acercarse al sillón donde Harry se encontraba aprisionado. Con unos movimientos ligeros, en una rutina que era conocida por ambos por las veces en las que tal situación se presentaba, pudieron hacer el cambio de Harry por uno de los cojines del mismo sillón.

— Mmm... No, tú no sabes... Harry, deja de moverte... — murmuró la pelirroja entre sueños, antes de girar y acomodarse, balbuceando contra su almohada, las palabras siendo mucho más inentendibles por ello.

Harry compartió una mirada con la mayor, antes de que tuviera que ahogar una risa que salió de su boca sin control. Aunque no era el único en esa situación, porque con una sincera sonrisa, vio como su madrina también estaba controlando las ganas de reírse por los balbuceos de su melliza.

Estando ya más calmados, permitiendo que Raisel descansara un poco más, ambos despiertos se dirigieron a la cocina, donde Harry pudo disfrutar con mayor ahínco el dulce olor de lo que, supuso, sería el almuerzo que comerían antes de que Adhara los llevara con las personas que compartían su tutela.

Tomó asiento en uno de los asientos de la isla, apoyando sus brazos en esta misma mientras que observaba como su madrina seguía moviendo en círculos un cucharón en cierta olla. Estaba cocinando de la forma muggle, aunque los servicios se andaban lavando solos, Harry notó que la magia de Adhara no intervenía en la preparación.

Y ese pequeño detalle, le indicaba que la mayor buscaba despejar su mente de quién sabe qué pensamientos al concentrarse en cocinar, en especial, porque una suave melodía salía del tocadiscos que flotaba en un extremo del lugar.

— ¿Cómo dormiste, cariño? — preguntó una vez que terminó de revolver lo que, desde la vista de Harry, parecía ser una salsa.

— Bien, Ma Dhara — respondió, observando como tapa la olla, bajando el nivel de la flama para dejar el cucharon en el lavadero — Más que bien, de... — se vio interrumpido por un bostezo — hecho — completó.

— Me alegro, cariño — con una sonrisa musitó, tomando una taza de uno de los estantes — ¿Y cómo vas con la tarea de historia? — quiso saber, sirviendo lo que supuso que era algún té.

— ¿Apenas despierto y hablamos de tareas? — se quejó Harry, contándolo como la tragedia que era — No más sufrimiento, por favor — rogó, Adhara negó mientras que le otorgaba la taza.

— Para tu cruel sufrimiento, pequeño dramático — indicó, despeinando más el cabello de recién levantado del castaño.

Harry sonrío, sintiendo un cálido sentimiento invadir su cuerpo cuando, dejando de lado todo, Adhara se sentaba frente a él, otorgándole toda su atención para la conversación que tendrían, generándole un sentimiento de importancia... de estar en casa.

— ¿Puedes crees que Mione escribió dos pergaminos más de lo que pidió el profesor Binns? — cuestionó con exageración una vez que dejó la taza.

— No... — exclamó con sorpresa, siguiéndole el pequeño dramatismo.

— ¡Lo sé! A la justas he terminado más o menos un pergamino — murmuró, más al notar la ceja alzada de su madrina, supo que tal vez, solo tal vez, había dado información demás.

— ¿Medio pergamino? — cuestionó al mismo tiempo que el ojiverde tomó de la taza para no responder — Harry... — el aludido señaló con sus ojos la taza.

— Esto está muy rico, Ma Dhara — acentúo el muy — ¿Qué tipo de té es? — preguntó.

La mencionada solo negó con una ligera sonrisa.

¿Seguir o no seguir el cambio de tema? Se debatía. Si bien sabía que los estudios eran algo importante, no era capaz de exigirlos demasiado, no cuando ellos siempre lograban superarse y sacar buenas notas.

Si, tal vez Harry no era de los primeros de su promoción, no obstante, cumplía con todas sus materias y aprobaba con buenas notas, teniendo sobresalientes en aquellas clases que le gustaban, y ella no sería capaz de retarlo por algo tan insignificante como una calificación.

— Uno que te ayudará a olvidarte del cruel sufrimiento de las tareas de verano — indicó con una sonrisa cómplice, que fue celebrada por Harry con un pequeño "sí".

— ¿Puedo saber qué estas cocinando? — quiso preguntar, al sentir nuevamente el dulce olor provenir de la olla — ¿Es salsa de tomate? — quiso saber.

— Lo es — asintió Adha — Prepararé pastas para el almuerzo, lo pidieron ayer, ¿recuerdas?

— Solo bromeábamos — comentó con una sonrisa.

— Lo sé — asintió Adha — Pero entre broma y broma, la verdad siempre se asoma — recitó el refrán, dándole un pequeño toque en su nariz — Además, debo de consentir a mis pequeños ex cumpleañeros.

— ¿Serán tallarines? — quiso saber.

— Pastas — respondió con una sonrisa.

— ¿Lasagña? — insistió.

— Pastas — repitió, Harry rodó sus ojos ante la respuesta — Y no me ruedes los ojos, señorito — burlonamente lo regañó.

— Lo que digas, señora Jones — fastidió, haciendo una morisqueta ante la mueca ofendida de su Ma Dhara por el título de señora.

— Ya no habrá postre para ti — indicó, con una sonrisa de victoria.

— ¡Pero Ma Dhara! — se quejó, sacando risas de la mayor.

Harry negó, intentando alejarse de la mayor cuando esta se le acerco con la intención de dejar un baboso beso en su mejilla.

El castaño no podía sentirse más afortunado que en los momentos donde era su Mamá Adha quien lo cuidaba, en especial cuando se trataba de pasar con ella los días de sus cumpleaños. A pesar de que Ron y Hermione no pudieron asistir debido a que ambos se encontraban de viaje, salieron los tres — Raisel, Adhara y él — a un sin fin de lugares. Desde el cine al acuario, o de la feria a un restaurante, tanto él como su hermana fueron consentidos por la mayor, quien se aseguró que no se entristecieran por la falta de sus amigos.

Sin saber que, para ambos mellizos, solo necesitaban de su compañía para ser felices.

°•°(...)°•°

— Raisel, ya nos vamos — indicó, apoyándose en el marco de su puerta.

— ¡Ya lo sé, Harry! — exclamó frustrada, aun revolviendo entre sus cosas.

— No se levanta la voz a los mayores, Sel — molestó con gracia, cruzándose de brazos.

— ¡No jodas, Jamie! — bufó molesta, sin percatarse del rostro ofendido de su hermano.

— ¡Le diré a Ma Adha sobre tu lenguaje, señorita! — la aludida dejó su accionar para girar y mirarlo con lentitud.

— No te atreverías — masculló entre dientes mientras que un brillo aparecía en los ojos de su hermano.

— ¿Segura? — cuestionó con autosuficiencia.

Más antes de que la pelirroja dijera lo que, a pesar de su seguridad, Harry estaba más que seguro, sería un gran y manipulador argumento sobre por qué no debía de decir ninguna palabra sino quería quedar peor ante su figura materna, esta misma los llamó desde el primer piso.

— ¡Chicos, se nos hace tarde! — menciona, esperándolos en el pie de la escalera — Bajen de sus habitaciones — ordena.

— ¿Por favor? — Raisel no debe de indicar qué es lo que le está pidiendo.

— Está bien — porque a pesar de haber rodado sus ojos, la pelirroja sabía muy bien que su hermano le ganaría el tiempo necesario para poder encontrar lo que con desesperación buscaba.

— ¿Y Raisel? — preguntó la mayor al ver únicamente al castaño bajando las escaleras.

— Ordenando su habitación en último instante — soltó, encogiéndose de hombros.

— Harry.

— ¿Si, Ma Adha?

— Yo ordené sus maletas — le recordó — Y sé muy bien que sus habitaciones están ordenadas, a su manera, pero lo están — señaló.

— Oh... — murmuró.

— Sí, oh... — remedó con una sonrisa — Ahora, ¿por qué tu hermana está demorando tanto? — preguntó.

— Bueno... Realmente, ¿estás segura de que su cuarto está ordenado? — evadió responder — Porque yo acabo de salir de su habitación y... — comenzó a hacer mímicas con sus manos.

— Cariño... — y Harry sabe que ya no será capaz de comprarle más tiempo a su hermana por el tono de voz que utilizaba.

Y no es que sea de uno molesto, pero es que, la mirada intensa de Adhara, la misma que te indicaba que no te creía para nada y que, si seguías mintiendo, ahora sí se enojaría, más ese tono de voz que, inconscientemente, te obligaba a admitir lo que no querías, sería el fin de la misión en la que se encomendó para cubrir a su hermana.

— La perdió nuevamente y no la encuentra — dice, ganándose una sonrisa de su ma Adha.

— Gracias por decírmelo — su mirada es suave al igual que su voz.

Más esta última cambia cuando, al nuevamente mirar las escaleras, exclama con mayor exigencia:

— ¡Raisel, cariño, ya debemos irnos! — la llama, mirando su reloj, sabiendo que no era tan tarde, más no quería disfrutar del agradable tráfico.

— ¡Solo un momento, Ma! — suspira al escuchar su respuesta.

— ¡Cariño, vámonos o te quedas! — no es de dar muchos ultimátum a sus pequeños.

— ¡Si es así, me quedo lo que quieras Ma Adha! — puede ser que por ello no le salió como esperaba que el que mencionó.

— ¡Hey! — Harry se queja — ¡No es justo, yo también me quiero quedar! — indica, cruzándose de brazos.

No, pensó Adha al ver al castaño mirándola con una ceja alza, definitivamente ella no era para nada buena formando ultimátum a sus pequeños. Más la falta de experiencia se debe únicamente por un motivo, y es que mayormente, los mellizos obedecían sus peticiones sin quejarse.

Al menos, eso fue hasta este año, donde de cierta forma, comenzaron a comportarse algo rebeldes.

— Accio — mencionó en un murmuro cansado.

Dentro de la habitación de la pelirroja, el objeto que con tanto desespero estuvo buscando, comenzó a salir del tumulto de ropa escondido dentro de su ropero, flotando el tiempo necesario para que Raisel lo viera.

— ¡Te encontré! — festejó, acercándose para agarrarlo.

No obstante, el objeto se movió, causando que la pelirroja se tambaleara

— ¡Oye! — se quejó, repitiendo sus acciones para atraparlo.

Pero, nuevamente, el objeto se movió. De este modo, entre la pelirroja y el objeto que parecía haber agarrado vida propia, comenzó una persecución que llevó a Raisel emitir todo tipo de palabras hasta llegar al primer piso.

— ¡Ya te tengo! — festejó, más antes de por fin agarrarlo, una mano lo hizo antes — ¡Hey, mi vincha! — se quejó — Jamie... — soltó con voz amenazante.

— ¿No crees que me queda mejor a mí, Ma Adha? — preguntó, ignorando la mirada de su hermana.

— Sin duda es capaz de controlar tu cabello, Cariño — responde con complicidad — Ahora que ya estamos listos, vámonos — indica, caminando hacia la puerta de la casa.

— ¡Pero Ma Adha! — se quejó Raisel, sin recibir respuesta.

La sonrisa triunfante de Harry duró poco, porque en un rápido, y algo brusco, movimiento, la pelirroja le quitó la vincha que le pertenecía. E ignorando los quejidos de su hermano, se la puso con maestría, sonriendo al pensar que fuera de un color crema que fuera de acorde con la ropa que traía, sabiendo muy bien que ese deseo se cumpliría.

— ¿Cinturones abrochados? — Adhara preguntó una vez que ella terminó de abrocharse su propio cinturón.

— Abrochados — respondieron los dos asintiendo.

— Bien, entonces nos vamos — sonrió, arrancando el carro, y retrocediendo un poco para esquivar un carro delante suyo antes de entrar a la pista.

— Sigo sin creer que me dejaron dormir hasta antes del almuerzo — comentó Raisel después de unos minutos en un cómodo silencio.

— Te veías cansada, cariño, fue por eso — respondió Adha.

— Pero era nuestra última media mañana hasta dentro de dos semanas — se quejó.

— Al menos no te perdiste el almuerzo — Harry señaló, sonriendo al recordar ese momento — Ese poker de pastas estuvo delicioso, Ma Adha.

— Gracias, Harry — mencionó, mirando por el espejo retrovisor la pequeña mueca de la pelirroja — Raisel — la mencionada la miró — ¿Por qué no eliges la estación que escucharemos? — le preguntó.

Tal como se lo imagino, con una creciente sonrisa emocionada, la pelirroja asintió con rápides. Y, aprovechando que momentáneamente pararon en un semáforo, se desabrochó el cinturón para acercarse a la radio, haciendo caso omiso a las quejas de su hermano porque lo estaba empujando, escogió la estación muggle donde mayormente emitían las canciones de las bandas que le encantaban.

Una sonrisa creció al escuchar su canción favorita, por lo que, alzando el volumen todo lo posible, volvió a su asiento soltando una risa cuando observó la cara de desgano de su hermano, sabiendo que meramente era un acto para fastidiarla, porque bien sabía ella que también adoraba dicha canción, a pesar de que la había repetido y tarareado cientos de veces.

— El cinturón, cariño — le recordó su Ma Adhara, para luego seguir la letra que se escuchaba.

— Si empiezo a odiarla, será tu culpa — Harry murmuró, sacando más risas a su melliza, que se acercó para cantarle en el oído — ¡Raisel! — se quejó.

— ¡Anímate, Hazza! — le pidió, abrazándolo por los hombros — ¡Canta conmigo! ¡consciente a tu hermana menor!

— Menor cuando te conviene — Raisel le sacó la lengua.

Rendido, Adhara observó con una tenue sonrisa como Harry cedía a la petición de su melliza, cantando con ella en unos tonos para nada armonizadas. Más no tenía relevancia alguna si, incluso, le salieran gallos, no importaba cuando era espectadora de sus naturales sonrisas y sinceras carcajadas.

¿Era posible que el corazón se alegrara? Porque así se sentía cuando observaba a aquellos mellizos ser felices, disfrutando de lo que debería ser una adolescencia... ¿normal? ¿podía llamarse así? No, su comienzo de esta etapa no sería normal, más interiormente presentía que sería tranquilo, sin peligros.

O, mejor dicho, eso era lo que deseaba.

La canción fue terminando a los pocos minutos, por lo que bajó el volumen de la radio antes de que la voz del conductor ensordeciera sus oídos. Miró nuevamente por el espejo retrovisor a sus pequeños, viendo como ambos se quedaron medio abrazados con su brazo libre estirados, antes de soltarse a reír por la interpretación que le dieron.

— Entonces... — comenzó Raisel — ¿Puedo saber por qué tengo que ser yo la primera en ser cruelmente abandonada? — quiso saber.

Adhara negó con gracia, notando la mirada incrédula de Harry en su melliza, antes de que dirigiera su amarronada mirada en ella, ¿En serio lo ha preguntado?, era la interpretación clara de su expresión. La pelinegra se encogió de hombros, antes de darle una ligera mirada de es tu melliza, no la mía, lo que ocasionó que Harry rodara ligeramente sus ojos.

— Tal vez, solo tal vez... — Harry estuvo dispuesto a responder — Podría ser porque, no sé, la anterior vez una personita casi provoca un paro cardiaco al Tío Vernon y a la Tía Petunia por... ¿Cuál era la última razón, exactamente? — se preguntó así mismo.

— ¿Cambio brusco de tamaño? — Adhara intentó ayudarlo a recordar.

— No, no, ese fue hace dos años — respondió — ¿No era por el crecimiento exagerado de sus orejas?

— Ese fue hace unos meses atrás, cariño — Adha contestó.

— ¡Ya me acordé! — chasqueó los dedos — Sí, fue un caso paro cardiaco porque una personita cambiaba su color de cabello cada dos por tres — respondió con tono acusador.

— Pero ¿qué insensato es capaz de los actos que mencionan? — negó escandalizada — No, no, que mal de esa persona.

— Te has llamado a ti misma insensata, Raisel — fastidió Harry.

— ¿Cómo osas acusarme de tales acciones, Harry James Potter Evans? — pregunta con indignación.

— Y luego preguntas por qué te dejamos primero, dramática — manifestó.

— ¡Pero solo fueron simples bromitas! ¡Esos dos se lo merecen! — se defiende

— ¡Tío Vernon se desmayó cuando hiciste que cuernos te crecieran! — señaló Harry.

— Y a mí me dices dramática — soltó con burla, recordando esa escena graciosa.

— Tenías que ser... — comenzó.

— ¡O no te atrevas a mencionar casa, James! — farfulló al escuchar el comienzo de un tonto prejuicio que se implantó en su hermano — ¡Te recuerdo que...!

— Raisel — escuchar la voz de la mayor los sacó de su discusión.

Con una ligera seña, la aludida se dio cuenta que las puntas de su cabello comenzaban a tomar un color que no era para nada su pelirrojo natural.

Control, Adhara le recordaba con suavidad. Raisel asintió, sentándose rectamente en su asiento antes de tomar una profunda inspiración y luego botar el aire retenido en un suspiro relajado, estando segura de que una vez que abriera sus ojos, las puntas de su cabello comenzarían a tomar su natural color.

Y lo estaba logrando, hasta que, al abrir sus ojos, observó como Harry imitaba su suspiro con burla.

— Harry — el aludido giró a observar a quien lo llamó.

Calmado, Adhara le pedía.

Raisel sonrió con burla, estando a punto de comenzar a fastidiar a su hermano, pero al sentir la mirada de su Ma Adha en ella, supo que Harry no era al único al que le pedía calma.

Ambos mellizos acataron la orden, recibiendo una sonrisa de su ma Adha al percibir que dejarían de discutir entre ellos, acatando su petición. Pero cuando no estaban a punto de matarse el uno al otro, Adhara debía saber que era porque una alianza comenzaba a crearse y, con ello, una travesura prontamente sería cometida.

— Entonces... — esta vez fue Harry quien comenzó — ¿Cómo van las cosas con Marie, Ma Adha? — preguntó genuinamente curioso.

— ¿No será esa la razón por la cual soy a quien primero dejas? — insinuó Raisel.

— ¿Por Marie? — ambos mellizos asintieron, sintiéndose ganadores al observar una pequeña sonrisa querer asomarse en el rostro de la mayor.

Oh, pero los mellizos deberían saber que era ella quien lidio con un muy curioso grupo de amigos magos con preguntas muy similares a las que hacían.

— Nah, es porque la ruta se hace menos corta — respondió con fingida sinceridad — Ya saben, sin necesidad de idas y vueltas que incluyan sus tan afinadas voces — resalta.

— ¡Mamá Adhara! — se quejan ambos ofendidos — ¡No te rías! — piden con dramatismo al escuchar las sonoras carcajadas de la pelinegra.

— Es tan fácil fastidiarlos, chicos — menciona, secándose la lágrima de risa que escapó de su ojo — Parece que no fuera yo quien los hubiera criado — indica con gracia.

— Es que estamos fuera de práctica — ambos murmuran con los brazos cruzados.

— Pff, sí, claro — les intenta creer.

— ¡Pero Ma Adha! — nuevamente se quejan.

— ¡Está bien, está bien! — indica entre pequeñas risas — Por Merlín, que niños — niega sonriente — Y respondiendo a tu pregunta, Harry cariño, con mi amiga Marie va todo bien — resaltó la relación que tenía con la aludida.

— Ajá, amiga — acepta Harry — Entonces... ¿Qué harás mañana, Ma Adha? — cuestionó, mirando a su hermana para que prosiga.

— ¿Te quedaras en casa? — Raisel intenta adivinar — O tal vez, solo tal vez... ¿Tendrás alguna salida?

— ¿Probablemente sola? — Harry continúa con el mini interrogatorio — ¿O puede ser que con tus amigas? — menciona con un dejo de sarcasmo — ¿O con alguien?

— ¿Alguien? — actúa confundida, sabiendo a dónde querían llegar.

— Sí, no sé, tal vez algún nuevo conocido... — responde Harry.

— O conocida — añade Raisel — Alguien que probablemente no conozcamos aún.

— Que sería un sacrilegio, porque ambos — se señaló junto a su melliza — debemos saber con quién vas a tener una salida.

— O cita — añadió Raisel.

Y como si no fuera para nada planeado, sonrieron inocentemente, esperando la respuesta de su madrina, quien parecía estar pensando seriamente en la respuesta que daría.

— Sí, tengo una salida — respondió concentrándose en la carretera.

— No nos quieras ocultar más que... — ambos mellizos parpadearon, mirándose entre ellos para confirmar lo que escucharon — ¿De... de verdad?

— Así es — asintió, girando el timón para doblar — Y, ciertamente, se trata de alguien que ustedes conocen — los mellizos se miraron sorprendidos ante la revelación.

— ¿Vas a tener una cita con al profesor SNAPE? — Raisel es la primera en salir de su sorpresa.

— ¿QUÉ? — Harry se encuentra desconcertado ante la afirmación dudosa de su melliza — ¡No, no, no! ¡No lo apruebo! ¡Prefiero a Lockhart sobre Snape!

— No menciones a ese idiota — tanto Raisel como Adhara pidieron, rodando sus ojos ante la mención de ese tipejo.

— Lenguaje — indicó Harry con seriedad.

Los tres se miraron por unos cuantos segundos, antes de comenzarse a reír por la petición de Harry. No es como que Adhara maldijera o insultara frente a ellos, de hecho, nunca habían escuchado una lisura de su parte hasta su segundo año de Hogwarts, donde la presencia del profesor Lockhart despertó una personalidad que jamás habían observado de quien presumían conocer mejor que todos los estudiantes del castillo.

Y es que, realmente, la comprendían. Incluso Harry había adoptado una personalidad cortante y algo brusca con Collins ese año debido al fanatismo que presentaba y, más que ello, porque inconscientemente era el causante de que Lockhart lo fastidiara a cada instante.

El segundo año fue uno muy divertido desde la perspectiva de Raisel, aunque lleno de mucha tensión. Divertido porque jamás creyó que su Mamá Adhara sacara una personalidad que, literalmente, demostró a todos en el castillo porqué fue perteneciente a la casa de las serpientes, y es que el veneno que le soltaba al profesor de defensas de ese año... O la forma en que simplemente pasaba de sus intentos de conquista, incluso, como reaccionó ante el regalo que le intentó otorgar durante el día de San Valentín...

No cabía duda de que, el año anterior, fue uno donde descubrieron mucho más de quien conocían desde que tenían consciencia. Y, sobre todo, fue el año donde la curiosidad acerca de un tema en específico se instaló, a tal nivel, que no era la primera vez desde que comenzaron las vacaciones de verano que Adhara se veía envuelta en el interrogatorio acerca de sus relaciones personales.

En específico, sobre sus intereses amorosos.

Oh, no había sido nada difícil descubrir las intenciones de sus pequeños. Aunque por un momento pensó que querían comenzar a descubrir sus propios intereses debido a la etapa hormonal que estaban comenzando, supo que no era curiosidad sobre qué es lo que les gustaría a ellos cuando las preguntas acerca de sus relaciones o gustos comenzaron a ser más constantes.

— Mañana saldré con la Señora B. — informó una vez que sus risas culminaron.

— ¿Con la Señora B.? — preguntaron con confusión.

— La acompañaré a sus compras y me prometió que me enseñaría a preparar esa rica tarta que nos invitó por sus cumpleaños — les dio contexto.

— Pero la Señora B. tiene más de... ¿qué? ¿40 años? — comentó Raisel.

— Pongámosle 50 — sugirió Harry.

— Lo sé — indicó — Mis niños — los llamó con suavidad — Como les he repetido durante este verano, no hay nadie que tenga mi interés en estos instantes.

— Lo sabemos — indican — Sólo queríamos molestarte un poco para que no nos extrañes tanto — comentó Raisel.

— Consté que fue su idea, yo solo le seguí el juego — Harry añade, intentando librarse de toda culpa.

— Lo que digas Jaime, pero aquí, tanto Ma Adha como yo sabemos que eres más travieso de lo que aparentas ser — Raisel aclara.

Y aunque quiere creerles, Adha puede notar la ligera desilusión en sus fingidas sonrisas. Ciertamente, le dolía no ser capaz de ser sincera sobre sus sentimientos... Pero no es como que ella los tuviera completamente claros, que digamos. Además, el solo mencionar sobre la única relación que consideró importante, sería contraproducente.

Porque si algo caracterizaba a los Potters, era investigar con profundidad lo que en ellos despertaba curiosidad, sin detenerse hasta obtener todas las respuestas que deseaban.

Y aún no era momento para que lo supieran.

— ¡Es Queen! — Raisel celebró al escuchar las primeras notas — Súbele el volumen, por favor, Ma Adha — pidió.

Agradeció a Merlin la interrupción de sus pensamientos, y accediendo a la petición de su pequeña, procedió a concentrarse en la letra de la banda que tanto amó durante sus años de juventud y seguía amando, aun cuando traía memorias... memorias que solo ella poseía.

°•°(...)°•°

Los habitantes de Lacock parecían haber olvidado de las historias que la edificación arrastraba. Era como si, tras el incendio del 78, todo rastro que perseguía y manchaba la vivienda se consumió con las llamas de ese día.

Y es que, tras el atentado mortífago hacia el orfanato, Adhara se había asegura que ninguno de esos bastardos se atreviese a atentar en contra del hogar de dulces niños que conocía y, sobre todo, de las fugaces amistades que en ese lugar tenía.

En especial, se prometió que no dejaría que la tocaran, no de nuevo.

Y es que aún podía recordarlo, los gritos, los llantos, los aldeanos haciendo lo posible por apagar las llamas sin saber que no se trataba de un fuego normal. No había estado el día en que esos brujos atentaron la clínica donde sus padres asistieron, pero estaba segura de que utilizaron los mismos métodos con el mismo objetivo de ese momento: Atraer la atención de la Memoriuntac.

Soltó un suspiro mientras que estacionaba el auto y bajaba el volumen de la radio, dando todo de sí por apartar los recuerdos de ese día, en especial, de lo que hizo después de caer en cuenta de la razón principal por la que prendieron fuego a donde había encontrado cierto confort.

— Bien — murmuró apagando el carro — Es hora, chicos, bajen por favor — indicó, otorgándoles una pequeña sonrisa antes de bajar del auto.

Sin demorarse más, se puso unos lentes debido al fuerte sol que había, mientras que abría la maletera y sacaba una de las dos mochilas que guardó. Más al terminar su acción, su ceño comenzó a fruncirse levemente.

Al parecer, ninguno de los mellizos tenía la intención de querer salir del auto.

Con un suspiro, reconociendo que no se atreverían a cometer un acto de rebeldía en ese momento, se acercó a la ventanilla, esperando a que alguno de los dos le brindara una explicación.

— Es... — Harry espera a que Raisel asiente para hablar: — Es un presentimiento — explica — Lo ha tenido desde la madrugada, en parte era la razón por la que queríamos quedarnos en casa... — manifiesta, mientras que toma la mano de su hermana, quien tiene la cabeza gacha.

— Raisel, amor — la nombrada gira con lentitud hacia la mayor — ¿Puedes identificar la razón o intensión del presentimiento? — cuestiona con suavidad.

— Yo... — se muestra nerviosa, de la misma forma que reaccionaba cuando un presentimiento se instalaba en su persona.

Adhara guarda silencio, intentando... tratando de mantener la compostura como la adulta que era, aun cuando siente que puede derrumbarse por la congestión de su corazón al verla tan perdida por... Por su culpa, sabe que debe mantenerse fuerte.

Raisel heredó la marca por ella. Obtuvo los seis dones de una Memoriuntac, teniendo un mayor peso sobre su hombro, literalmente hablando, por tener una marca instalada en ella. Por... Todo porque...

Internamente se castigó, olvidándose de los titubeos y recordándose que debía mantenerse fuerte por la pelirroja, porque al no descubrir como terminar con la maldición, porque al no ser lo suficiente para concluir la heredación, la marcó.

No, ella la maldijo.

Y no fue la única, porque en el proceso, arrastró a Lily. Ambas pelirrojas fueron condenadas, ambas fueron malditas por no ser lo suficiente para protegerlas... para alejarlas de ella, porque fueron marcadas por mera existencia. Porque solo una había sobrevivido a aquella fatídica noche...

Prométemelo Adha, prométemelo.

— Amor — la llama con suavidad, notando la tormenta en su mirada.

No era momento de recordar sus propias pesadillas, se decía, era momento de ser la guía que Raisel necesitaba para manejar los dones que obtuvo por ella.

— Respira con calma, concéntrate únicamente en la persona que te brinda paz — le indica en un suave tarareo, como si la arrullara — Cierra tus ojos, y deja que te guíe — susurra con lentitud, sabiendo lo costoso que le era — No le temas al don, no es capaz de dominarte porque eres tú quien lo comanda, pero recuerda que, si no deseas descubrirlo, no te mostrará nada.

— Solo... Solo tengo la necesidad de volver a casa — murmura con la vista baja, Adhara asiente.

— Y lo harás, cariño — asegura con clara convicción — Ambos lo harán, pero para eso, primero deben de regresar.

Adhara siente un golpe en su corazón al ver sus miradas anhelantes, sabiendo que lo que estaban por pedirle, era lo único que no podía concederles.

— ¿No podemos...? — tanteó Harry.

— ¿Tan solo un día...? — pidió Raisel.

— Soy quien más desearía tenerlos a mi lado, más que ello, que vivan juntos — indica con suavidad — Y estoy trabajando en eso, pero necesito de su colaboración para lograrlo, ¿está bien?

— Está bien — le dolió la desilusión en sus voces.

— ¿Recuerdan mi promesa? — ambos asintieron.

— Conseguirás nuestra tutela... — comenzó Raisel.

— Y volveremos a vivir los tres juntos... — siguió Harry.

— Hasta que sean unos abuelitos — musita Adhara con diversión — Porque ustedes siempre serán mis niños, ¿De acuerdo?

Ambos asintieron más calmados, pero no lo suficientemente tranquilos para el gusto de Adhara, quien, resignada, volvió a la maletera a sacar dos paquetes, bajo las miradas confundidas de sus pequeños.

— Considere dárselos en la siguiente salida, porque me falta comprar algún que otro accesorio — musitó antes de entregarle dos paquetes a cada uno — Se supone que ya son mayores, así que por lo que más quieran, cuídenlo ¿Está bien?

— ¿Esto es...? — el asombro se pintó en sus rostros.

— Tanto sus números, como el mío, ya están agendados, aunque estoy segura de que ni siquiera se van a atrever a llamarme por hablar entre ustedes todo el tiempo — los gemelos ríen, sabiendo que podría tener razón — E incluso, Hermione agregó el número de su casa.

— Gracias — murmuraron los dos, sosteniendo con fuerza los teléfonos y sonriendo con gran cariño a la mayor.

Adhara solo negó, murmurando un no es nada.

— Ahora sí, — indicó mientras dejaba de apoyarse en la ventana y abría la puerta — vamos antes de que Marie nos cuestiones por qué demoramos tanto — señaló.

— ¿No será que alguien está...?

— ¿...emocionada por verla?

— Avancen antes de que comience a darles la charla — ordenó señalándolos.

— Si, señora —, respondieron los dos con rapidez, antes de salir del carro, posicionándose cada uno a un lado de la mayor.

Sosteniendo la maleta de la pelirroja, con un paso elegante, la pequeña familia de tres comenzó a caminar hacia la puerta del orfanato donde Raisel se quedaba cuando Adhara no tenía su tutela.

Explicar la dinámica de la tutela era más fácil de lo que la gente pensaba.

Tal parecía que la ley muggle no estaba de acuerdo con que una mujer de 28 años se hiciera cargo de dos niños de 7 años que no guardaban ninguna relación consanguínea con la mayor. ¿Cómo se enteraron de tal hecho? Oh, claro que Adhara se arrepentía de lo chismosas que podían ser las profesoras de primaria, y es que, debido a ellas, las autoridades muggles comenzaron a investigar sobre los motivos por los cuales estos dos niños no vivían con sus padres.

Tras un año lleno de papeleos, ciertas sesiones con abogados, jueces, días de revisión por señores de recursos humanos, entre muchas más cosas que la política muggle pedía, se declaró que Adhara, por más que era una correcta figura materna, al no tener una autorización formal por el fallecido matrimonio Potter, no podía mantener la tutela de los niños, en especial, porque la familia materna pedía la tutela de quien reconocían como hijo de Lily Evans.

Y es que, por casualidades de la vida, los papeles donde el matrimonio Potter informó que Adhara era la madrina de sus hijos no parecían ser fiables para los muggles. Además, que, oh, sorpresa, no existía ningún certificado de nacimiento que declarara que Raisel fuera hija del matrimonio Potter y melliza de Harry.

¿Tenía sentido? No, para lo que no conocían las razones detrás de lo que se veía en la corte, no tenía sentido alguno. Pero para aquellos conocedores de la magia, todo era más claro que el agua.

Después de todo, las Memoriuntac eran fantasmas para ambos mundos.

— Pero miren nada más a quienes tenemos aquí — ambos mellizos sonrieron al reconocer su voz.

— ¡Tía Marie! — exclamaron, caminando a paso rápido para ir y abrazarla.

— Qué grandes están, niños — comentó, devolviendo el abrazo.

Adhara sonrió ligeramente ante la escena.

Marie fue un gran apoyo para ella durante los años de juicio, y mucho antes de ello también. Tras la finalización de la guerra, necesitó de cierta ayuda que Etzy no podía brindarle para el cuidado y crianza de dos bebés de un año.

Marie había sido su guía, aunque ella mencionaba que tenía unos muy certeros y naturales instintos maternos, Adhara siempre le otorgaba el crédito a ella por sobrevivir al primer año de crianza de los pequeños. De cierta forma, por esta misma razón se sentía tranquila cuando dejaba a Raisel con ella, no quería decir que no le doliera, el tema era la confianza, y Adhara confiaba plenamente en que Marie podía cuidar de Raisel en los momentos que no podía estar con ella hasta que el proceso de adopción culminara.

No era lo mismo con Harry, Adhara sentía que su corazón se partía cada vez que debía dejarlo con los Dursley, aún sabiendo que la investigación que inicio hace unos tres años, cuando se enteró que lo hacían dormir en la habitación debajo de las escaleras, los ponía en una cuerda floja en donde, por cualquier mínima acción que atentara en contra de su pequeño, ellos, sobre todo Vernon, podía acabar en la cárcel.

— ¿Qué tal pasaron su cumpleaños? ¿Adhara no los aburrió con sus aburridas anécdotas, cierto? — preguntó a ellos, para luego dirigirle una mirada traviesa durante su segunda cuestión.

— Tu adoras mis anécdotas, Marie — indicó con diversión, acercándose unos pasos más a donde se encontraban sus niños.

— O eso te hago creer, Adha de mi corazón — le guiñó un ojo.

Los mellizos observaron con un felicidad en sus ojos como su Ma Adha sonreía de una especial forma, de la que no eran capaces de reconocer, a quien consideraban una Tía de cariño.

— ¿Quieres que lo comprobemos, mi querida Marie? — cuestionó, acercándose unos pasos más a la aludida, únicamente siendo separados por la presencia de los mellizos.

Y tal como siempre ocurría, Marie desviaba su mirada con un ligero rubor mientras que Adhara reía por la acción de su amiga.

— No sé como soy capaz de soportarte — masculla con fingida molestia.

— Porque me adoras, querida — la rubia solo puede negar ante su comentarios.

— ¿Chicos? — ambos miran a Marie — ¿Qué les parece si van llevando la maleta de Raisel a su habitación y luego me esperan en mi oficina? Les tengo un pequeño regalo a ambos — les comenta.

Marie no tiene que siquiera volver a intentarlo, cuando Harry le quita con cuidado la maleta de Raisel a su Ma Adha antes de tomar la mano de su melliza para salir corriendo emocionado hacia donde era la habitación de su hermana.

— ¡No se demoren conversando tanto! — los mellizos exclamaron mientras que desaparecían al doblar por uno de los pasillos.

— No puedo creer que te hagan caso más rápido que a mi — murmura Adha con diversión.

— ¿Qué puedo decir? Esos niños me aman — indica inocente — Tal vez, mucho más que a ti — molesta.

— Oh sí, claramente que lo hacen — asiente, siguiéndole el juego — Y si gustas, te regalo a Harry también, para que lidies con el dúo travesuras y no solo su versión en solitario — indica, mientras que comienza a caminar hacia la oficina de su amiga.

— ¿A quién me recordarán? — pregunta al aire, sacando una risa a Adha.

Quien, interiormente, se siente carcomida al nota como, a pesar del calor que existía por el verano, Marie utilizaba aquellos polos con cuello tortuga que cubrían... que cubrían las cicatrices que su secuestro en el 78 le dejó.

La pelinegra aún podía recordarlo, cuando después de abandonar Hogwarts, volvió al orfanato a cumplir con la promesa que le hizo a su rubia, para encontrarse con este siendo consumido por un fuego mágico que, según escuchó de los habitantes, se apagaba para luego resurgir al día siguiente. Y también, enterarse que esos caza recompensas se llevaron a su confidente de ese lugar.

Adhara se prometió que no dejaría que le arrebataran a alguien más después de la muerte de Paula, por lo que no se midió cuando se encontró con los bastardos que secuestraron y amordazaron a su amiga.

— ¿Qué tal van los papeles de adopción? — Marie preguntó, tratando de traer a su amiga de sus recuerdos.

— Igual que hace unos meses — la rubia asintió, comprendiendo el desanimo en su voz — Tal parece que aún no cumplo los requisitos para tener su tutela por no estar casada — rodó sus ojos.

— No tiene sentido, si te soy sincera — Marie siente la misma molestia que Adha — Hace unos pocos meses una señora adoptó a una niña de tres años, y no estaba casada — remarcó lo último — Es cómo si alguien no quisiera que tuvieras la tutela de Raisel... y también de Harry — añade.

Adhara asiente, sabiendo que la posibilidad de la que habla su amiga puede ser que sea cierta... después de todo, ¿por qué los Durleys siquiera se atrevieron a pedir la tutela de Harry para luego tratarlo como si fuera un...? Pensar tan siquiera en lo que le hacía a su pequeño le hervía la sangre.

— Supongo que es así como funciona la ley — masculla — Pero no hablemos de ello, ¿qué tal van las cosas por aquí?

— Oh, más que bien, la verdad — Marie se escuchaba emocionada — De hecho, hay un terreno que me están ofreciendo para construir un orfanato mucho más grande — indica con alegría — Últimamente más niños están llegando, y en este lugar podía ser posible que tuvieran su propia habitación en vez que la compartieran — señala.

— Me alegro muchísimo, Marie — y la rubia nota la sinceridad en sus palabras — Sabes que si necesitas apoyo para alguna actividad de recaudación puedes contar conmigo, ya que cierta señorita no acepta ayuda monetaria...

— No voy a aprovecharme de nuestra amistad de tal forma, Adha — rueda sus ojos.

— Y yo te mencioné que podría ser patrocinador del orfanato — reitera como cada vez que algún tema en relación con la economía del orfanato surge.

— Oh, sí, ¿y qué ganarías a cambio? — cuestionó, deteniéndose frente a la puerta de su despacho.

— Verte más seguido — no demoró en responder.

— Yo-yo... — Marie notó el brillo travieso en los amarronados ojos — ¡Adhara Cassiopea Mía Jone Smith! — se quejó, brindándole unos pequeños golpes.

— ¡Hey! ¡Yo solo fui sincera! — se quejó entre risas, encogiéndose en su lugar, fingiendo que los golpes le dolían.

— ¡Eres una...! ¡Ugh! ¡No te soporto! — farfulla, antes de entrar en su despacho.

— No digas blasfemias, Rubia, sabes bien que me adoras — Adhara indica, también entrando en el despacho.

El mismo que antes le pertenecía a la antigua señora del lugar, porque en ese momento, era Marie quien hizo del Orfanato un lugar ideal para los niños refugiados al volverse la señora y encargada principal de este.

°•°(...)°•°

Tras darse cuenta de la hora, despidiéndose de Marie al decirle que debían irse de una vez antes de que un cerdo creyera que se saldría con la suya, abrazar con fuerza a Raisel, recordándole que podía llamarla cuando necesitara ya sea por el teléfono o por su marca, y observar con pena la despedida de los mellizos, Adhara junto a Harry ingresaron en el carro de la mayor, dirigiéndose a su siguiente destino: el número 4 de Privet Drive.

Durante el recorrido, no faltaron las peticiones de Harry de dar unas vueltas antes de ser dejado en la casa de sus tíos. Y es que, estando sentado en el asiento copiloto, Harry se sentía con mucha más confianza al recordar cómo, anteriores veces, logró convencerla de, al menos, ir a algún restaurante de comida rápida o por unos helados antes de llegar a la casa de los Dursleys.

Lamentablemente, ese día no sería capaz de convencerla, y no necesariamente porque ella no quisiera, sino porque se habían demorado más de lo que debieron en el orfanato, y si había algo que podía complicar el juicio de la tutela completa de Harry, era incumplir el horario establecido de su llegada a casa.

Aun así, Adhara logró que Harry olvidara por un largo momento que estaba siendo llevado a la casa de sus tíos al hechizar la radio para que sonara únicamente las canciones que, bien sabía ella, Harry amaba.

Por lo que, teniendo ciertos duetos, cantando con gran sentimiento, y sintiéndose parte de una película, Harry disfrutó del recorrido, intentando convencerse así mismo de que se trataban de esas veces en las que su Ma Adha los sacaba a pasear por carretera.

Y una vez que sus voces ya no daban para cantar más, las conversaciones comenzaron, en especial, del tema que tenía enamorados a los mellizos: Hogwarts.

Adhara lo escuchó con prominente atención, comentando de vez en cuando o contando ciertas anécdotas que provocaban risas en el menor. Quien, en vez de insistir por más historias, contaba las suyas propias, a pesar de que ella se las supiera todas por trabajar en el castillo. Y es que Harry podía contarle incoherencias totales, pero siempre lo escucharía.

Porque se sentía tranquila, Harry le brindaba cierta tranquilidad por esa luminosa sonrisa que le recordaba tanto a su querida amiga. Porque esta misma le decía que estaba haciendo un buen trabajo... Antes de perderse en sus recuerdos de nuevo, se concentró en lo que el Potter le hablaba sobre Hogwarts, musitando lo emocionado que estaba para volver a jugar quidditch, por lo que ella le prometió que iría a cada uno de sus partidos para apoyarlo.

— ¿Y cuándo Raisel juegue? — preguntó, Adhara sonrió, y aprovechando que se detuvieron por la luz roja, se giró a verlo.

— Los apoyaré a ambos — contestó sin titubeos, tocando su nariz con su dedo en forma de jugueteo, sacándole una risa al menor.

Tras el cambio en el semáforo, Adhara se concentró nuevamente en la carretera, mientras que Harry seguía conversando sobre como con Ron habían estado hablando de los equipos de Quidditch, en especial de los que posiblemente podrían llegar al torneo mundial.

Más la plática también se vio desviada a las cursos que este año llevarían, y es que casi al finalizar el anterior año tuvo que escoger ciertas materias optativas de las que sentía cierta curiosidad. Y es así, como Harry comenzó a insistir a su Ma Adha sobre los temas que cada optativa tocaba, teniendo de respuestas que lo descubriría al entrar a Hogwarts.

— Pero Ma Adha... — pidió — ¿No puedes darme ni un pequeño avance?

— Tu papá amaba cuidado de criaturas mágicas — los ojos de Harry se iluminaron al escucharla — Y tu mamá... — la nostalgia tintó los labios de la sonrisa de la mayor — Tu mamá estaba completamente fascinada con Adivinación.

— ¿Mamá Lily detestaba adivinación? — preguntó al notar el sarcasmo de su ma Adha.

— La adivinación no es para todos los brujos, y ciertamente, eso le molestó — río un poco, los recuerdos de una pelirroja frustrada por una materia era ciertamente cómico de recordar — Pero terminó encontrando cierto interés en runas antiguas, cada semana, sin falta, revisaba un libro que sobre esa materia.

— Gracias, Ma Adha — Harry agradeció.

Y es que el castaño de melena rebelde sabía que, para su figura materna, era más que difícil hablar de sus padres. Si bien, durante toda su infancia fue criado con las historias de sus padres, de James y Lily Potter, cómo ellos lo amaron con una profunda intensidad, o algunas características familiares que tenían con ellos, la dificultad de expresar nuevamente las historias de sus fallecidos amigos surgió cuando el juicio de sus tutelas inició.

De cierta, forma, Harry a pesar de tener unos 7 u 8 años cuando lo separaron de su Ma Adha, pudo observar la culpa que la carcomía por haber fallado en cuidarlos... por más que ellos no la culpaban, Harry creía saber que su Ma Adha sentía que decepcionó a sus padres.

— No es nada, Cariño — indicó la mayor, estirando su brazo para agarrar su mano — Pero esa es la única información que tendrás de los cursos optativos — señaló con diversión.

— Es más que suficiente — Harry expresó con sinceridad.

Un cómodo silencio e instaló en ellos, con la baja melodía que la estación presentó, ambos disfrutaron de la compañía del otro en medio de la carretera, sabiendo que no tenían el suficiente tiempo para seguir con otro tema de conversación, porque la calles ya se veían familiares para Harry, indicándole que no faltaba mucho para llegar a la casa de los Dursleys.

Adha, al notar el decaído semblante de su pequeño, le brindó un pequeño apretón del agarre de manos que no había separado, esperando brindarle cierta calma. Harry le devolvió el apretón, antes de suspirar, fingiendo una sonrisa para calmar a su ma Adhara.

— Te están tratando bien, ¿cierto? — el menor se demoró en contestar, pero terminó asintiendo.

— No he vuelto a dormir debajo de las escaleras — respondió, como si esa fuera la única preocupación de la pelinegra.

— Cariño... — murmuró, acariciando el dorso de su mano con suavidad — Sabes que no es lo único que me preocupa.

— Estoy bien, Ma Dhara — declaró, brindándole dulzura con una sonrisa — Es solo que... los detesto, no es... no es lo mismo que en casa — su sonrisa se va apagando, mientras que su mirada se pierde en el camino — Aunque a veces peleemos, extraño a Raisel, y sé que ella también se siente disconforme con estar en el orfanato, por más que lo niegue, siento que podríamos estar más tranquilos si estuviéramos juntos... — — Tu, Raisel y yo, tal como antes... — su voz se fue apagando.

Adhara suspiró mientras estacionaba el auto, quedando frente de la residencia de los Dursley. Miró por un momento esta, asegurándose de que Petunia no estuviera en la ventana esperando su llegada, para poder girar a ver a su pequeño Harry sin que ninguno de sus familiares interrumpiese, lo que sería, una amarga charla.

— Lo sé, cariño, lo sé muy bien — acarició su rostro con ternura — Sé que es fastidioso y cansador, también lo es para mí, porque la casa se siente vacía sin ustedes dos revoloteando con sus travesuras — la mención de estas saca una sonrisa al miope — Los trasmites de la adopción de Raisel ya están en proceso, falta poco de sacarla de ese orfanato. Y en relación contigo, mi amor, es darle tiempo a que las autoridades muggles se den cuenta que los Dursley no están capacitados, ni son dignos, de tener a un maravilloso niño como lo eres tú, en eso que dicen hogar — el claro resentimiento de su figura materna saca risas de su persona.

Harry encontraba divertido el ceño fruncido de la mayor, el mismo que aparecía cuando intentaba controlarse y no maldecir en frente de él o de su hermana.

— Sé que ha tomado su tiempo, y que ambos están preocupados porque han pasado casi 5 años desde que estuvieron bajo mi cuidado, viviendo en diferentes casas — mencionó — Pero te prometo, no sé exactamente cuándo, pero sí sé que pronto, estaremos viviendo nuevamente los tres — Harry sonrió, asintiendo a sus palabras, antes de sonreír con diversión.

— Y tal vez alguien a quien deba de amenazar... — canturreó.

— Tú te estás juntando mucho con tu melliza, jovencito — señaló seriamente, pero con el deje de diversión impresa en sus palabras — Y bien saben que, por el momento, solo ustedes dos son lo que más me importan.

— Pero nosotros queremos que seas feliz — susurra.

— Y lo soy, cariño — menciona con dulzura, dejándole un beso en su frente, observando fijamente esos ojos verdes — No hay necesidad de ninguna persona más cuando con ustedes soy más que feliz — le asegura, aun sabiendo que sí existía alguien que desearía tener a su lado.

Harry asiente, reconociendo que, nuevamente, tanto él como su melliza habían fallado en intentar sacar información a su Ma Adha sobre el porqué de su soltería. No era como si le molestara, en realidad, reconocía que era demasiado celoso tanto con su figura materna como con su hermana. Pero, aun así, con Raisel siempre se preguntaba, porqué siendo alguien tan hermosa, la pelinegra no contaba con pareja.

Y es que, en realidad, no es como si pretendientes no existieran.

En la vecindad donde vivían, muchas personas estaban más que interesados en Adhara. Harry recordaba las veces en las que, cuando la acompañaban a hacer las compras, personas se acercaban, buscando una pequeña charla con la mayor.

O cuando — recordaba Harry mientras bajaba del carro — muchas veces tocaron la puerta de su hogar, llevando ramos o postres, intentando ganársela con tales gestos, pero ninguno parecía conmover a la pelinegra que, en ese momento, se hallaba sacando con ligereza su pesada maleta, antes de cerrar sin ningún esfuerzo, la maletera.

Con Raisel sospechaban de la existencia de una razón, más que una explicación, la existencia de alguna persona.

No eran ciegos, ni tampoco tontos, ellos mismos se dieron que, cada cierto tiempo, su Ma Adha parecía más perdida de lo usual, como si no se encontrara en este espacio físico, sino, en medio de sus memorias.

Varias veces la encontraban con una taza de café entre sus manos, bebiendo está a la par que miraba sin realmente ver.

Además, recordaba con algo de pena, intentaron aprovechar uno de los dones de su melliza para leer su pensamiento. Fue antes de que los separaran, y lo único que deseaban, era saber la razón por su ausente comportamiento, y porqué terminaba rechazando a todo aquel que intentara formar una cercana amistad, según su infantil perspectiva.

Obviamente fallaron, y se llevaron una gran charla sobre la invasión a la privacidad.

Era muy extraño que los regañara.

Muy pocas veces la observaron molesta, especialmente cuando se trataba de enojarse con ellos.

Cuando hacían alguna travesura, su Ma Adha les pedía que se detuvieran, indicándoles que arreglaran lo que rompieron o ensuciaron. Y mientras ellos obedecían, — más que nada por el temor de que la pelinegra les gritara y castigara, como sus compañeros de los regaños de sus padres — su Ma Adha comenzaba a explicarle porqué sus acciones no eran las correctas, por qué no debían de volver a cometer tal acción y terminando con un pequeño acuerdo de que ellos no volverían a hacerlo. Y de no cumplir, tendrían un pequeño castigo que, mayormente, consistía en quitarles una visita al parque o unos par de días sin postres.

No obstante, bien sabía que cuando se pasaban del límite permitido, una muy seria mirada junto a una postura autoritaria era el terror mismo para los mellizos.

Y ahora, tras largos años, su curiosidad sobre porqué jamás la habían visto con una pareja no se consumió, de hecho, esta los carcomía. Sobre todo, cuando creían que la razón era porque no quería descuidarlos.

Sí, a veces los mellizos Potter pensaban que era su culpa por la que su Ma Adha dejaba de lado cada uno de sus propios intereses. Y que la verdadera razón por la que aún no podían vivir nuevamente juntos se debía a que ella disfrutaba de su ausencia.

Obviamente tuvieron que abandonar tales inseguridades cuando, en uno de los entrenamientos de Raisel, por mera casualidad, la mayor descubrió lo que tanto ocultaron por temor.

Y es que, ellos sabían que era feliz. Los Mellizos sabían que su ma Adhara era feliz cuando contaba con su compañía, que se sentía más que contenta con tenerlos en su hogar. Pero, a su vez, ellos sentían que algo — o más bien, alguien — le hacía falta.

— Bien, ambos sabemos de cómo va estos ¿no es así? — Harry asintió — Apenas ese cerdo — el miope ocultó su risa al escuchar el apodo despectivo que su Ma Adha tenía para Vernon — te haga, diga o amenaza, ahora que tienes tu teléfono, me llamas de inmediato. Y yo me aseguraré de recordarle que, si no quiere ir preso, se lo pensará dos veces antes de volver a tratarte de esa forma ¿estamos de acuerdo? — volvió a asentir — Y luego saldremos por un helado de limón, que sé muy bien, son tus favoritos — Harry sonrió con ilusión.

— ¿Y podremos pasar por Raisel para ir al zoo? ¿O al parque de diversiones? — Adhara asintió a sus preguntas.

— Donde el uno va, el otro siempre lo va a acompañar — declaró — O bueno, así será hasta que ambos caigan rendidos por alguien que los hará... — comenzó, divirtiéndose por el sonrojo que comenzaba a aparecer en todo el rostro del menor.

— ¡Ma Adhara! — se quejó, completamente rojo, tal como un tomate.

La pelinegra se río, dejándole un beso en su frente a pesar de sus negaciones, antes de tocar la puerta de la casa, siendo esta abierta por una mujer de cabello rubio.

— Petunia — saludó con un asentimiento.

— Adhara — respondió de la misma forma.

— Te agradezco nuevamente por permitirme pasar tiempo con Harry — la rubia asintió, musitando un bajo y serio "no es nada".

Bien, pensó Harry, al menos no se están lanzando frases con una doble intención que nunca logro comprender.

— Cariño — Harry volteó a mirarla, Adhara encorvándose ligeramente para estar a su altura — Nos vemos pronto, ¿sí? Te amo — le recordó.

No hubo necesidad de pensarlo para decidir abrazarla.

— Yo también te amo, Ma — murmuró entre el medio de su abrazo.

— Gracias nuevamente, Petunia — musitó por respeto una vez que se separó del pequeño castaño.

— Que tengas un buen viaje, Adhara — y ella respondió por cortesía.

La pelinegra asintió, agradeciéndole silenciosamente por los buenos deseos, antes de girar hacia el castaño y guiñarle un ojo, antes de darse media vuelta y dirigirse a su carro. En este, giró nuevamente hacia la puerta de los Dursley, encontrándose con Harry moviendo su mano, despidiéndose. Ella devolvió el movimiento de mano, repitiéndole nuevamente un te amo al mover sus labios, antes de comenzar a manejar, sabiendo que, si no lo hacía, lo más probable es que se llevaría a su pequeño nuevamente con ella, importándole poco que su acción complicara el juicio de su tutela.

A veces, pensaba mientras manejaba, odiaba tanto el sistema legal muggle por el tiempo que tomaba llegar a una decisión. No obstante, se arrepentía de ese pensamiento rápidamente, reconociendo que es gracias a ellos que aún podía tener la oportunidad de volver a ser la tutora de los mellizos. Porque de ser el ministerio de magia el encargado de tal decisión, debido a la intervención de cierto mago, sabía muy bien que los hubiera perdido desde que ellos tenían cinco años.

¿Se arrepentía de haber confiado en él? En parte sí, en parte no.

Después de todo, el último trato del 78 se cumplió. Y todos ellos, todos y cada uno de sus seres queridos, pudieron de disfrutar de un año entero de la paz que se era permitida experimentar en medio de una guerra.

Luego llegó el 79, y ella ya había interferido lo suficiente como para seguir aplazándolo más. Por lo que, a mediados de este año, justo un año después de que abandonaran Hogwarts, en contra de sus propios deseos, tuvo que reclutarlos, entrenarlos lo necesario para que pudieran sobrevivir a una guerra de la cual los había ocultado.

Y vaya que hizo un espectacular trabajo, admitía con sarcasmo.

Se recriminaba por la forma en la que culminó la guerra, sintiéndose dolida al recordar las pérdidas que sufrieron, porque a pesar de haber salvado a unos cuantos, ella no había salvado a todos.

No, ella no los había salvado.

Recargándose en el asiento, una vez que terminó de estacionar su carro, suspiró. No se había percatado que había manejado de manera automática, tan ausente en sus pensamientos, que no reaccionó hasta que llegó a su casa. Movió el freno, retirando las llaves mientras se aseguraba que todas las puertas contaran con su seguro, antes de bajar y cerrar la puerta del auto.

Guardó las llaves en su bolsillo y... Se detuvo.

Las protecciones estaban rotas.

Con una gran rapidez, sacó su varita. Rodeó su casa, no sin antes aplicarse un hechizo desvanecedor, para entrar por aquella puerta trasera que había instalado por alguna emergencia. Con la tensión en cada parte de su cuerpo, teorizando sobre quién, o quienes, podían haber entrado a su hogar mientras no se hallaba, llegó hasta la pared que, al tocarlo, siguiendo una secuencia con su varita, se abrió instantáneamente, dejándola pasar directamente a la sala de su casa.

— ¡Arresto momentum! — lanzó el hechizo, deteniendo cada uno de los movimientos de los magos que estaban presentes.

Frunció su ceño, sintiéndose completamente cohibida al reconocerlo. Y sin siquiera pensarlo, su nombre brotó de sus labios, en extrema confusión.

— ¿Cornelius?

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12 646 palabras.

¿Adhara MAMÁ Jones? Los que dijeron que no tendría hijos, repórtense

¿Tutela compartida? ¿Alguien evita que tenga la custodia completa?

¿Marie fue secuestrada? ¿Atentado del 78?

¿Raisel Mía Lily Potter Evans? ¿James y Lily la ocultaron?

¡Oh, cuanto extrañaba dejar nota de autor!

¿Qué tal la vida? ¿Cómo han estado? Espero que bien <3

La verdad, más que escribir la nota de autor, los extrañaba a ustedes jsdkas 

¿Les soy sincera? Pensé que el capítulo sería de 7 mil palabras, pero tal parece que ya me acostumbré a escribir demasiado sjdasklda

Que, por cierto, ¿Qué tal les parecio este primer capítulo?

Al estar comenzando en el tercer año, e intentando más que nada contextualizaros en la dinámica que tienen Adha, Raisel y Harry, para que no se sientan taaaan perdidos, que digamos. Además, de dar pequeñas explicaciones sobre lo que pasó durante primer y segundo año, y también sobre qué sucedió después del Halloween del 81. 

Aunque, obviamente, faltan cosas que explicar, como ese prométeme que, estoy más que segura, descifraran el significado mucho antes de lo que tengo pensado explicarlo asjdas

En fin, quisiera saber sus comentarios, si les gusta la narración, si están conforme con los personajes, etc. Saben muy bien que todo lo que digan se tomará en cuenta para el desarrollo de la historia <3

Ahora sí, ¡espero de todo corazón que tengan un fantástico día! Son maravillosas personas, verán que lograran todas y cada una de las metras propuestas por hoy uwu. Por favor, cuídense ¿está bien? Si es que ya está empezando verano en donde viven, o incluso estando en invierno, aplíquense bloqueador para cuidarse del sol. No se olviden de tomar awita <3.

Los quiere y ama,

Una Slytherin,

no tan Slytherin

Psdt: ¿Qué creen que hace Cornelius aquí?

Psdt 2: ¿Casa para Raisel? Los leo 👀

Psdt 3: Sigo en duda con el título del capítulo, ¿les gusta o recomiendan otro?

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