›«El escape»‹
Omnisciente
¿Cómo debía sentirse?
Los aurores seguían revisando su hogar, evitando de sobremanera mover cualquier objeto, o fotografía, de su lugar tras ella haberles dicho lo que sucedería si siquiera se atrevieran a mover algún objeto.
¿Cómo se supone que debía sentirse?
Cornelius se hallaba sentado a su lado, en la isla que su cocina poseía, ambos tomando de un café que se ofreció a preparar, mientras que se reía de sus amenazas, tomándolo como una broma para que el ambiente no cayera en tensión.
¿Cómo, demonios, debía de sentirse?
Las explicaciones y palabras del Ministro de Magia y Hechicería sobre porqué se hallaban revisando su casa seguían rondando en su cabeza, pidiendo ser comprendidas y aceptadas de inmediato, para que Cornelius no sospechara de su reacción, para que no se diera cuenta de lo asustada que estaba por no saber cómo reaccionar a tal noticia.
Obviamente, en ese momento, Adhara ignoraba que Cornelius no podía ni sospechar de ella porque, bajo su mirada, solo se hallaba molesta por la inadvertida interrupción en su hogar.
— Siento mucho nuestra interrupción, Adhara, en especial por haber roto sus encantamientos protectores — declaró el Ministro — Pero al no recibir respuesta alguna de su persona, pensamos que era demasiado tarde...
— ¿Y no pensaron que, si las protecciones seguían intactas, y yo no respondía, era porque no me encontraba? — Cornelius río nerviosamente ante su cuestionamiento.
— Mi error — se declaró culpable — Estaba angustiado de que hubiéramos llegado tarde, aún más cuando recordé que hoy día estaría con... bueno, ya sabes — la pelinegra asiente.
— Lo comprendo, Cornelius — y realmente lo hacía, aun cuando seguía sin saber cómo reaccionar ante la noticia.
Al final de cuentas, Cornelius Fudge era de los pocos magos que conocían de la existencia de la melliza del gran Harry Potter, la hermana del famoso niño que vivió, siendo la existencia de Raisel uno de los secretos más resguardados entre los mayores líderes del ministerio, ella y ciertos miembros de la orden sobrevivientes.
Suspiró.
Tras los sucesos del Halloween del 81, la caída de Voldemort, las capturas de los declarados mortífagos y los juicios de estos mismos, el ministerio no puso suma atención al paradero del niño que vivió. Porque ellos estaban más que seguros de que, como el director de Hogwarts les dijo, el responsable de la finalización de la guerra mágica se hallaba bajo el cuidado de la hermana de la gran Lily Potter, Petunia Dursley.
Quedaba claro que fue una conmoción cuando Albus contactó únicamente con el ministro, explicándole que el niño no se hallaba con su tía materna y que, de hecho, se hallaba con quien era un fantasma en el mundo mágico.
De allí es como tenía una especie de... relación cordial, con el ministro de magia. Sin saber realmente cómo, el subconsciente de Cornelius logró desbloquear las memorias que tenía sobre los rumores de cierta joven que prometía un gran futuro, incluso, recordó como él mismo envió a Bartemius en la ceremonia del 78 para ver si la joven podría interesarse en ingresar al ministerio.
Por lo que, sintiendo que el hilo del ministro se rompía — dejando a los pequeños Potter bajo el cuidado de Etzy dentro de la cartera que tenía un hechizo de expansión indetectable, el mismo donde había acomodado y recreado toda una pequeña estancia en donde los pequeños de un año podían estar más que resguardados y, sobre todo, bajo su cuidado — se coló en el ministerio de magia, utilizando su metamorfomagia, terminando en la oficina del ministro.
Adhara recordaba la larga, y tediosa, conversación que tuvieron. Hablando sobre como ella había "secuestrado" al niño que sobrevivió y cómo era posible que borrara su existencia de casi toda la comunidad mágica, incluido él. No tuvo otra opción, y es así como Cornelius se enteró de su don, del don de las Memoriuntac.
Y la sorprendió, realmente lo hizo cuando, a comparación de cierto mago, no notó en él ninguna intención de pedirle que ayudara a la comunidad mágica con tal don. Cuando no vio en él otra cosa más que comprensión, más que agradecimiento por lo que le contó.
Y es que, entre las acciones que hizo durante la guerra mágica, estaba incluido el salvar a quien se convirtió en el próximo ministro de magia.
— No hemos encontrado nada, Señor ministro — un auror de vestimenta morada se acercó — Tal parece que ni siquiera se ha acercado a este lugar — declara.
— Oh, muchas gracias, Kingsley — el aludido asintió, antes de retirarse y dirigirse con sus compañeros — Eso me tranquiliza, pero a la vez... — murmura, sintiendo un peso en sus hombros.
— Lo angustia — Adhara reconoció, notando su notorio ceño fruncido — Aun así, no creo que ande muy cerca de por aquí — Cornelius la miró con atención.
— ¿Y por qué lo dice, Señorita Jone? — la mencionada rueda sus ojos por su dejo de acusación.
— ¿Recuerdas por qué era un fantasma, cierto? — el ministro no dejó de observarla con claro detenimiento.
— Sí — respondió — Pero ¿eso qué tiene que ver con...? — antes de que continuara, Adhara lo interrumpió.
— No ha roto su hilo — declara.
— ¿Él aún no...? — parpadea confundido.
— No — corta con seriedad — Black no tiene idea de quién soy.
Cornelius guarda silencio, hallándose perdido ante tal revelación, porque, según sus recuerdos, Sirius Black y Adhara Jone habían tenido una fuerte relación en sus años de Hogwarts, tan intensa que, bien sabía el ministro de magia, la pelinegra buscaba pruebas para demostrar que tenía razón al pensar que el culpable de la muerte de los Potter era inocente. Por lo que, en un primer momento, pensó que sólo lo decía para que no volviera a interrumpir en su casa, y así ofrecerle un refugio a quien la tenía ciega.
Pero, al notar tras esa capa de seriedad, una mirada pérdida, supo que no mentía.
Porque Adhara no para de preguntarse:
¿Cómo debía sentirse al saber que Sirius había escapado de Azkaban?
°•°(...)°•°
Incluso horas después de la afirmación de Kingsley, tanto los aurores como el ministro no parecían tener intención de salir de su casa. No, al menos, hasta convencerla de que una guardia debía quedarse por si el prófugo se aproximaba a su vivienda.
Era un hecho que, muy bien sabía Cornelius, su pelinegra amiga se negaría totalmente cuando se le informara de su decisión, más no pensó que sería capaz de sacarlo tanto a él como a sus aurores de su casa con una rapidez que no creyó posible.
Y con una gran agilidad para construir nuevamente las protecciones que su casa poseía antes de que los aurores ingresaran, el ministro de magia se dio por vencido, indicándole a sus aurores que era momento de irse y seguir con su trabajo en otros lares.
Al fin y al cabo, debía de darle mérito a la pelinegra y, claramente reconocer, que se necesitaron de la magia de la gran mayoría de sus acompañantes para romper las protecciones y pudieran entrar. Porque él bien sabía que Adhara podía protegerse sola, más Cornelius tenía conocimiento que ante esta problemática, sus sentimientos la cegarían.
Confirmando que todos los magos desaparecieron de las afueras de su casa, Adhara se despeinó mientras suspiraba.
¿Cómo era posible? Se preguntaba, ¿en qué maldito momento se escapó? ¿cómo demonios era posible que en menos de 24 horas saliera de Azkaban?
Ella lo vio, ella lo visitó y, con ciertos pequeños encantamientos, le dio el respiro semanal de los dementores, esas criaturas que detestaba... ¿era tal vez por eso que escapó?
No tenía sentido alguno.
Si tal acción fuera la razón, hace varios años él hubiera escapado, porque no se trataba de la primera vez que iba ilegalmente a aligerar lo más que podía el ambiente en donde estaba preso... donde acabó tras esa noche de brujas.
El sonido característico de los polvos flu se escuchó, girando con varita en mano, Adhara esperó a reconocer la figura que salía con prisa de su chimenea, confundiéndose cuando supo quién era.
— ¿Severus? — lo miró con extrañeza.
El pocionista, que llegó a su casa con varita en mano, permitió que su cuerpo se relajara al observar a su amiga completamente intacta. Severus Snape no lo pensó dos veces antes de ir donde su amiga al instante en que se informó de la desastrosa noticia.
— Adha — musitó, acercándose a ella con rapidez — ¿Estás bien? — sus ojos comenzaron a escanear su cuerpo en busca de alguna herida — ¿Ese maldito...? — murmuró con profundo odio.
La mencionada suspiró, negando mientras que calmaba a su amigo, haciéndole saber que ella se encontraba bien.
— En serio, no sé porque tú y Cornelius se preocupan tanto — musitó una vez que notó como el odio desaparecía de su mirada.
— ¿El ministro estuvo aquí? — preguntó, recibiendo un tarareo afirmativo.
— Junto a un montón de aurores — rodó sus ojos con fastidio — Pero se fueron después de que convenciera a Cornelius que no necesitaba la presencia de unos aurores para "resguardarme" — bufó rodando sus ojos — Como si los necesitara... — murmuró.
— Sé que puedes protegerte muy bien, pero... — comenzó Severus, antes de que se viera interrumpido por Adha.
— Pero nada, — algo le sucedía — no lo necesito porque no va a suceder nada — y Severus lo descubrió por la amargura oculta en sus palabras.
— Adha — Severus buscó su mirada — Realmente, ¿qué es lo que te angustia? — más la nombrada rehuyó de sus ojos.
— ¿Te apetece un vino? Porque a mí sí — soltó al aire, girando en dirección a su cocina, pasando por completo de su amigo.
— Adhara... — el regaño era notorio mientras la seguía.
Al entrar a la cocina, la encontró ya con un vaso en mano. Él bien sabía que no se trataba de vino, por la forma en que se lo acabó de un solo trago. Suspiró mientras tomaba asiento a su lado, viendo como cerraba sus ojos con fuerza, con la esperanza que la bebida hiciera efecto y la dispersara de sus pensamientos.
— ¿Y bien? — insistió una vez que abrió sus ojos — ¿Lo dirás o tendré que descubrirlo? — su pregunta causó exasperación en ella.
Al mismo tiempo, al no recibir respuesta, Severus también comenzó a exasperarse. Y, oh... solo Salazar tenía conocimiento de lo agradable que era una conversación con dos serpientes exasperadas.
— No hay nada que descubrir, Sev — respondió dejando el vaso en la isla — Estoy bien — el aludido supo que mintió.
Si bien, existía veces en las que era casi completamente indescifrable si la palabra de su mejor amiga era verdadera, en ocasiones como estas, en donde el asunto no era de gran importancia o, mejor dicho, en donde se trataba acerca de sus emociones, Adhara era incapaz de mentir, al menos cuando solo se hallaban los dos.
Y cuanto odiaba Severus que, a pesar de los años de amistad, le mintiera tan directamente sin sentirse apenada por su pobre actuación.
— Adhara — conectaron miradas — ¿Qué sucede? — su voz no fue demandante, utilizó aquel suave murmuro parecido a un siseo, no de los venenosos, sino de los que la invitaban a un refugio.
Un refugio del que Adhara parecía abstenerse a pedir ayuda, porque negándose a responderle, se dio media vuelta para lavar el vaso que tenía en sus manos. Escuchó el suspiro de su amigo, junto el arrastre de la silla donde se sentó, sintiendo los pasos de este, era más que obvio que se trataba de él quien se apoyó de espaldas al costado del lavamanos, decidido a perseguirla hasta que soltara lo que tanto retenía.
— Adhara... — la incitó a contestar — ¿No habíamos dejado los mutismo atrás? — cuestionó, cruzándose de brazos.
— Lo hicimos — respondió por fin a alguna de sus preguntas — Pero siempre van a volver a aparecer cuando te pones insistente, Sev.
— ¿Y cuál será la razón de mi comportamiento? — preguntó al aire, canturreando ligeramente, sintiéndose tranquilo al notar la pequeña sonrisa de su amiga — ¿Me permitirás saber qué es lo que te abruma?
Adhara se secó las manos mientras suspiraba.
¿Lo que la abrumaba? Oh, eran demasiados asuntos de los cuales, el que en ese instante predominaba, no sería para nada grato discutirlo con su mejor amigo. Y es que las perspectivas opuestas siempre había sido algo de ellos, debatiendo con cordialidad sin llegar a una intensidad... Pero este asunto... era aquel que los distanciaba cada cuanto se mencionaba, porque mientras uno decía que estaba cegada por amor, la contraria decía que estaba cegado por odio.
Más se mentía al pensar que el asunto de la inocencia de un reciente prófugo era el predominante del tormento en su cabeza, porque las palabras dirigidas a Cornelius daban vueltas y vueltas en su cabeza, sin cansarse de aparecerse constantemente para recordarle la verdad que, ciertamente, la destrozaba y brindaba calma al mismo instante.
— ¿Adha? — susurró, tomando ligeramente su mano al verla con su mirada ida.
Él lo aborrecía, el sentimiento no había cambiado, este solo iba en aumento tras cada acto que siguiera tomando. No existía persona a la que más odiara que a ese maldito ser que, no solo fue parte de una traición sin precedentes, sino que destrozaba sin ningún descaro a su mejor amiga. El desagrado hacia su mera existencia aumentaba cada vez que la veía ida, pérdida entre las memorias de un pasado que jamás volverían.
Odiaba cuanto efecto tenía el solo pensamiento de Black en Adhara.
— No quiero discutir contigo, Sev — indicó — Y eso haremos si te cuento lo que me abruma.
— ¿Es por ese idiota, cierto? — farfulla, cruzándose los brazos — ¿Por qué, Adha? ¿Realmente por qué te aferras a su supuesta inocencia?
— Porque lo es — solo hay firmeza en su respuesta — Y no voy a discutirlo nuevamente, Sev — el pelinegro negó — No quiero discutir, Sev, por favor.
— Dame solo una razón, una verdadera razón y no solo el hecho de que lo conoces — pidió, cediendo ligeramente a su petición.
— Él no traicionaría a los Potter — respondió ella.
— Adhara, eso no tiene... — más sus palabras se verían cortadas.
— Sirius no traicionaría a James, no después de sacrificarnos para seguirlo — indicó, con un dolor que Severus identificó.
Porque sí, él la amó, y no era capaz de dudar de sus antiguos sentimientos. Más como pronunció en su última discusión en el castillo, sólo fue ella quien lo puso por delante de todos, mientras que él la puso por debajo de ellos... de él.
Adhara sabía más que bien que el prófugo era inocente, porque quien fue su pelinegro no sería capaz de traicionar a su hermano del alma. Él era capaz de muchas cosas, pero jamás de darle la espalda a James, no después de todo lo que sacrificó por él, no después de todo lo que amo a los Potter.
No después de que eligió a James por sobre ella.
°•°(...)°•°
Librarse de Severus fue incluso más complicado que librarse de Cornelius. No obstante, tener su compañía fue más reconfortante que la charla con el ministro. Porque, aunque Adhara lo negara, tener a su mejor amigo a su lado, distrayéndola del asunto — que comenzaba a causar furor por todo el mundo mágico — con su insistencia de quedarse a compartir una lectura, tal como sus días en el castillo, y conversar sobre ciertas suposiciones de sus alumnos en Hogwarts, se sentía como un cálido descanso tras una gran y turbulenta jornada.
Con la extinción de las últimas flamas verdes, la pelinegra quedó varada. Minutos de consuelo se le fueron otorgados, al perderse mirando fijo el pequeño humo que aún quedaba, los sucesos que atormentaron su día parecieron desvanecerse, esfumándose junto con su capacidad de pensar.
Minutos que deseó que fueran eternos, porque volviendo a sentir la necesidad de parpadear, salió del consolante vacío, regresando a la realidad donde los pensamientos interrumpieron con fuerza su descanso.
Suspirando, se dio media vuelta abandonando su sala, dirigiéndose a su cocina para servirse un pedazo del queque que durante la mañana preparó con sus niños, llevándolo con ella hacia su cuarto, deseando que al concentrarse en una lectura mientras disfrutaba del postre, su mente pudiera perderse en un mundo alterno.
A la soledad ya se había acostumbrado, ¿cómo no hacerlo si pasó un año entero teniendo la mínima interacción con su alrededor únicamente para protegerlos? Vivir teniendo de única compañía su persona era, de cierta forma, reconfortante. Tenía la oportunidad de dedicarse el tiempo que quisiera, priorizándose y dándose los gustos que quería sin contratiempos.
Más Adhara mentiría si dijera que tras tener los pequeños Potter bajo su cuidado, no le entristecía su ausencia al pasar por sus cuartos.
Tan sólo horas habían pasado, pero los extrañaba como si de días se estuvieran hablando. No era usual que estos sentimientos la agobiaran tanto, culpaba a la situación que enfrentaba por el indescriptible deseo de quererlos nuevamente a su lado.
Cerró su libro frustrada, de una línea ni siquiera pudo escapar, porque mientras que intentaba leerlo, su cabeza giraba alrededor de la persona que hace menos de 24 horas fue a visitarlo.
Ella... Ella seguía sin saber cómo sentirse. ¿Alegrarse porque era libre del lugar que lo contenía injustamente? ¿Preocuparse porque se convirtió en prófugo sin refugio? ¿Enojarse por ser un completo idiota al huir sin tener ayuda? ¿Asustarse porque no saber donde se encontraba? ¿Entristecerse por la posibilidad de que no vuelva a verlo...?
Se pasó sus manos por su cabello, brindándose ciertas caricias con la finalidad de tranquilizarse y acabar con las ideas rebuscadas que la frustraban.
Entonces, apagando la luz de su cuarto con un movimiento de varita, se decidió por apagar su mente de la única forma viable en esa situación. Acostándose y metiéndose entre sus colchas, espero a que el leve cansancio que sentía por el atareado día sea el necesario para caer en la profunda paz brindada por la humana acción de dormir.
Suplicando que, entre sus sueños, no apareciera.
°•°(...)°•°
Un día nuevo inició, y con ello, la mencionada salida con la Señora B se dio.
Terminó de alistarse en un santiamén, lo poco que recordaba de su sueño era un reconfortante sentimiento, el mismo que la mantuvo dormitando más de lo que debía. Por una vez, estaba agradecida de que tanto Harry como Raisel se olvidaron de desactivar sus alarmas, ya que fue el sonido de estas que la levantaron en el tiempo justo para que pudiera arreglarse y darle el encuentro a la señora B.
Asegurándose de que en su saco se encontrara lo necesario, salió de su casa cerrando con llave, para luego subirse a su carro y avanzar unas cuantas cuadras hasta llegar a la casa de la persona con la que pasaría gran parte de su mañana y tarde.
— Pero mira nada más que bella dama — sonrió al escucharla.
— Y usted no se queda atrás, Señora B — devolvió el alago, al observarla caminar en su dirección.
— ¿Estás preparada, cariño? — cuestionó después de separarse del abrazo de saludo — No te dejaré descansar, estaremos paseando por todas los pasadizos de cada tienda a la que entremos.
Adhara río ante sus palabras, asintiendo mientras que murmuraba un sí, siguiéndola para abrirle la puerta del copiloto, para proceder a subir ella misma y comenzar a manejar hacia el centro que ambas acordaron visitar ese día.
El pequeño pueblo donde ambas mujeres vivían era de aquellos que contaban con las tiendas necesarias para no tener que abandonarlo. Pero ambas mujeres coincidían que vivir en lo cotidiano era una gran pérdida de la vida, por lo que cada cierto tiempo, se brindaban el tiempo para salir juntas a visitar algún extravagante centro fuera de su propio pueblo, compartiendo un grato día con quien congeniaban excesivamente.
La forma en que se conocieron fue una casualidad que ambas atesoraban, pero en especial la mayor, quien nunca había experimentado el sentirse en completa comodidad a las horas de conocer a una persona. Y es que, debido a la costumbre de lo cotidiano, los pueblerinos de donde residían no eran muy abiertos a recibir a quienes no cumplían con sus estándares de "normalidad".
— Pero mira nada más — comentó, acercándose a la prenda que cautivó su atención — Estas prendas para nada lo encontrarías en el pueblo — tomó la camisa, posicionándola por sobre su pecho, mientras giraba a observar a su compañera.
— Te quedaría hermoso — apuntó Adhara, caminando hacia ella con un par de pantalones — Y con esto... — murmuró mientras lo posicionaba debajo de la camisa que la Señora B extendió a un aldo.
— Combinaría muy bien con unas botas... — murmuró la Señora B.
— Y con un saco del mismo color que el pantalón — apuntó Adhara.
— Tu, mi querida Adha, has aprendido muy bien de mí — indicó con orgullo, causando risas de la aludida.
— Querida, creo que recordar que la primera vez que nos vimos halagaste mi vestimenta — le recordó, tomando las prendas que su compañera llevaría para seguir recorriendo la tienda.
— ¡Eras la única con sentido de moda en el pueblo, cariño! — su expresión causó que Adhara riera ligeramente.
— Y lo sigo siendo — comentó con arrogancia.
— Claramente que... — se detuvo por un instante — ¿Qué estás intentando insinuar algo, Adha querida? — preguntó al notar la travesura en su sonrisa.
La respuesta que recibió fue un guiño, antes de que la pelinegra desapareciera del pasillo.
— ¡Adhara, ven aquí! — musitó, siguiéndola con pasos apresurados, riendo ligeramente al hacerlo.
La complicidad de ambas mujeres era una maravilla que ambas cuidaban con fervor. No eran de las amistades más cercanas que en sus años habían tenido, pero era una especial que las hacía mantener el enfoque en lo que verdaderamente importaba, que las ayudaba a distraerse de los problemas que no siempre eran compartidos, más sí resueltos con salidas que alimentaba de vitalidad el alma.
Salieron de la tienda con unas cuantas bolsas, conversando y riendo, paseando por más tiendas, comprando más prendas que agregar a sus closets.
Y tras haber visitado casi todo el centro, se detuvieron frente a una cafetería, pidieron unas bebidas calientes junto algún pequeño bocado que calmaría su hambre momentáneamente, porque después de la agradable charla que tendrían, se dirigirían nuevamente a su pueblo, en dirección al mercado que este poseía.
No solo saldrían de compras ese día, sus planes iban más que una mañana compartida. Ellas aprenderían una de la, porque ese día, prepararían juntas su comida siguiendo la receta de la contraria. Por lo que primero deberían de hacer una parada en el mercado a comprar los ingredientes necesarios para ponerse manos a la obra.
Al igual que la ida, el camino de regreso a donde vivían se pasó rápidamente entre canciones conocidas y memorias compartidas. Con sonrisas, ingresaron al conocido mercado al que usualmente atendían. Paseándose entre los pasillos y las personas, ambas lograron hacer sus compras.
Pero la incomodidad estuvo presente en sus personas.
No era sorpresa, más si una lástima, que cada vez que salían, recibieran miradas. Sus esperanzas disminuían al mismo tiempo que las palabras abandonaban de los cotidianos pueblerinos.
O mejor dichos, pueblerinas.
— Juntarse con esa clase de gente es lo que le hace mal... — señaló una de ellas.
— La envenena, es lo más seguro — aseguró con firmeza — Como no se casó, intenta arrebatarle la felicidad de un matrimonio a ella...
— O puede ser que... — divagó una más, utilizando gestos que dejaron atontadas a sus amigas acompañantes.
— ¡Que Dios la salve! — se persignó una — Esa persona que dice ser "mujer" — expresó con desagrado — solo vino a perjudicar la vida de los demás al no tener un futuro.
— Pobres quienes cayeron por la señorita Jones, siendo envenenada con que la soltería es...
— ¿He escuchado mi nombre, señoras? — las tres mujeres saltaron al escucharla.
Con una sonrisa que expresaba amabilidad, y un tono cálido que no sorprendió a quienes hablaban de espaldas, las señoras se impresionaron que, desde la lejanía, Adhara escuchara sus palabras.
Más las palaras en sus gargantas se atoraron, no siendo capaces de emular silaba alguna, contrastando significativamente su amable aura, aterrorizadas se ellas se hallaban, y es que nunca habían presenciado una mirada tan... tan... los nervios la invadieron, y los balbuceos les precedieron.
— No-Nosotras solo estábamos conversando sobre... — inició una, deteniéndose cuando sus palabras causaron que la pelinegra alzara una ceja.
— ¿Sobre? — su tono parecía lleno de curiosidad, más su mirada la delataba.
Ella sabía muy bien de lo que hablaban.
— No sé si ha llegado a conocer a mi hijo que ronda por su edad, Señorita Jone — inició una de las tres mujeres, viendo una oportunidad frente a ella — Discúlpeme por lo que diré, pero estábamos conversando sobre una futura salida entre ustedes.
— Amelie, no creo que... — intentó detenerla una.
— Mi sueño siempre ha sido que mi querido hijo encuentre a una mujer tan amable, inteligente y servicial como... — una risa la detuvo.
La mujer parpadeó escéptica ante la reacción de la joven. ¿Era acaso por los nervios? ¿Por felicidad? ¿O por qué motivo ella estaría...?
— Discúlpeme, Señora Amelie — musitó mientras que detenía su risa — Pero, si no me equivoco, ¿su hijo aún no le ha comentado la respuesta que le di a su propuesta?
— ¿Qué... qué quiere decir? — cuestionó, frunciendo su ceño.
— No quiero que tome lo que voy a decir como un insulto a su persona, Señora Amelie — la mencionada la incitó a seguir con una ceña — Pero su hijo no es lo mejor para mi persona.
— Usted... — murmuró con molestia, ¿Cómo era capaz de minimizar a su hijo? Esa caprichosa...
— Tuvimos una... agradable charla — soltó con sarcasmo — Sus planes y deseos fueron escuchados, pero no era lo suficiente para convencerme — sonrió con dulzura — Más, señora Amelie, no ha de preocuparse, no es como si su hijo no encontrara a otra mujer que lo acepte, es sólo que yo... bueno, tengo mejores metas para mi futuro.
— Usted es una arro...
— ¡Adhara! — las cuatro féminas voltearon, encontrándose con la señora B — ¿Dónde te habías metido, querida?
— Con su permiso, señoras — les dirigió una mirada de soslayo — Oh Señora B, no sabe qué ocurrió... — la escucharon musitar.
— Deberías de dejar de fastidiarlas, jovencita — señaló una vez que se encontraban lo suficientemente lejos — Solo te traerá problemas.
— La satisfacción de sus rostros congestionados por la molestia es más que suficiente para soportar dichos problemas — contestó con diversión — ¡Señora B! — se quejó al sentir el pellizco de la mujer.
— Lo que menos necesitas es que esas mujeres quieran entrometerse en el juicio de tus niños por cómo te interpretan — indica — No te hagas enemigos, cariño.
— ¿Cómo no hacerlo cuando despotrican de usted, Señora B? — cuestionó.
— No he de necesitar tu protección, querida, puedo defenderme, su veneno no puede ni siquiera marearme — indica con una sonrisa.
— Soy consciente de ello, Señora B. No obstante, me niego a permitir que quieran emparejarme — negó disgustada — No hay persona que me desvíe del camino de la plena soltería.
— Sí, soltería — musitó con gracia la mayor, tomando de sorpresa a la pelinegra.
— ¿Es que acaso no desea mi compañía en esta maravillosa vida de la soltería, Señora B? — cuestionó con fingido dolor.
— No — Adhara se sintió completamente ofendida por su respuesta, demostrándole su sentir con una expresión que sacó una ligera risa de la mayor.
— ¿Cómo osas negar mi maravillosa compañía, Señora B? Y yo que la apreciaba tanto — dramatizó.
— Cariño, conozco muy bien lo que implica esta solitaria vida. Y estoy plenamente convencida que no es una que se adecue a lo que verdaderamente mereces — mencionó mientras observaba un puesto de frutas.
— Debato con uste, mi señora, con el tiempo me he dado cuenta de que... — se detuvo.
— Adha — porque la llamaron.
Su mirada era seria, la pelinegra o notó.
Contadas eran las veces en que la sonrisa de la Señora B desaparecía. Siempre llamativa con un aura eterna de calidez, ella mantenía. Más las escasas veces en las que la seriedad impregnaba su rostro, se debí a relucir temas densos e importantes que, con una sonrisa, probablemente, no se tomaría con la madurez que merecía.
Y al mismo tiempo, pudo observar cómo le pedía permiso para sacar un tema que, por lo que comentaba, sería denso.
— Dígame con confianza — expresó, brindándole una pequeña sonrisa para aminorar la seriedad de la mayor.
— Cariño, en todos los años que nos hemos conocido, ni una sola vez me has juzgado — comenzó — Ni tú, ni tus hermosos niños, debido a la crianza que les has dado. Siempre he estado completamente agradecida por tu apertura y grato trato que me has brindado, dejándome ser parte de tu vida y la de los niños, haciéndome compañía y convirtiéndote en una íntima amiga.
— Porque es tu vida — Adhara declaró — Tu persona, tu forma de ser y de vivir, es tu decisión. Y cualquiera que ha de juzgarte o inmiscuirse en tus asuntos, no han de llamarse siquiera conocidos.
— Lo sé, lo sé — asintió — Es por ello que se me es difícil explicar el motivo por el cual sé que la soltería no sería lo adecuado para ti, cariño, porque es un tema demasiado íntimo que...
— Bianca — pronunció su nombre — Siendo mi amiga, jamás definiría us palabras como juicios a mi persona — sonrió, intentando brindarle tranquilidad — Vamos, tenemos la confianza suficiente como para decir lo que la otra no quiere, pero, debe escuchar.
Y tales palabras bastaron para que la Señora B dijera que lo, por tanto tiempo, mantuvo para sí misma.
— Adha, sé muy bien que tu alma no está preparada para vivir sin su pareja — indicó, sosteniendo las manos de la pelinegra — Y es algo que he confirmado cada vez que he escuchado cómo explicar lo que es el amor a tus niños.
— Señora B... — titubeó, no sintiéndose preparada para tal conversación.
— Ah, ah, ah — la detuvo — Es momento que escuches a esta sabia mujer.
Y Adha no la contradijo.
Reconocía la sabiduría de la mujer, era por esta misma razón, que quería evitar sus palabras. Más sería imposible, y lo sabía. Cuando la Señora B tomaba una decisión, ni el encantamiento más poderoso la haría titubear de su elección.
— La forma en que explicar, y como lo expresas, me da a entender que sabes lo que es el amor — explicó.
— Porque amo a mis niños — quiso justificarse.
— No me quieras tomar de tonta, cariño — la señaló.
— Jamás lo haría, Señora B — la mencionada rodó los ojos, sonriendo ligeramente.
— Entonces no me interrumpas más, querida, aunque quieras huir, ya no lo puedes hacer — indicó — Porque ambas somos conscientes, de que sabes lo que es amar y ser amada, porque has conocido a tu amor verdadero.
La pelinegra se detuvo, compartiendo una mirada con la mujer, decidida a negar tal declaración.
— Y no, señorita, no lo has podido ocultar — mencionó antes de que hablara — El aura que te invade cada vez que tus maravillosos niños te preguntan cómo es estar enamorado expresa más de lo que te reprimes al hablar, expresa lo que deseas enterrar.
Adhara desvío su mirada.
— Cariño, sé más que bien las responsabilidades que te impones, — intentó volver a conectar miradas — las que posees por tus niños, pero como la amiga que te conoce desde hace varios años, deseo verte feliz...
— Lo soy — fue sincera.
— ... cariño, deseo verte completa.
No hubo palabra, más no volvió a romper la conexión visual.
— No quiero saber quién es o cuál es la razón la cual no estas con la persona que amas — porque tales temas no eran de su completa importancia — Solo te pido que no desperdicies la oportunidad de estar con el dueño de tu corazón. Porque tanto yo como los niños lo hemos notado. Al mismo tiempo que el cálido aura aparece cuando del amor se habla, un silencioso vacío se hace presente en tu mirada, uno que me indica lo que te sientes al anhelar a quien extrañas con tu alma.
El mismo vacío que se presentaba en su actual mirada.
— Adha, sé sincera, tanto contigo misma como con tus niños — pidió — Ocultar lo que eres y lo que sientes no soluciona los problemas, los agravia — sostuvo sus manos con una sonrisa — Te lo dice esta sabia mujer — señaló con una diminuta sonrisa de complicidad.
La pequeña broma sirvió para aligerar la densidad de la conversación. La señora B sonrió, antes de soltar sus manos para enredar su brazo con el de Adhara, guiándola a la siguiente sección del mercado, comentándole sobre qué más estaba buscando para el próximo postre que pensaba preparar, con la única intención de brindarle un respiro a su pelinegra amiga del tema que, por su distraído comportamiento, le afectaba más de lo que era capaz de comprender.
Más la mujer no se arrepentía de sus palabras, incluso cuando por momentos la mirada de su compañía se perdía entre los ingredientes que observaba.
Sacó el tema por un único motivo: que la historia no se repitiera. Y aunque no tenía ni la menor idea de la situación de Adhara, la señorea B no sería capaz de ver cómo ella se marchitaba por dejar escapar a quien amaba.
Era un final que no deseaba para la vida de su amiga, uno que su historia tenía.
°•°(...)°•°
La puerta se abrió con delicadeza, la mujer pasó por medio de esta, cerrándola con la misma fuerza. Retirándose el saco, lo dejó sobre su brazo, quitándose los zapatos, los sostuvo con una mano, así encaminándose hacia su habitación, en busca de un merecido descanso.
Adhara pasó una hermosa tarde con la Señora B, entre charlas y chismorreos, pudieron preparar un agradable almuerzo. Luego, siguieron con el postre que la otra quería aprender, riéndose entre las explicaciones y los sorpresivos ingredientes secretos que agregaban a su respectiva receta.
Se divirtió, no lo podía negar, e incluso se quedó más tiempo de lo esperado, porque había abandonado la casa de la Señora B. ya muy entrada la noche, llegando a su casa justo para descansar, como tenía planeado hacerlo en ese instante, mientras se vestía con su cómodo pijama, tomando asiento en su cama y agarrando el libro de su mesa de noche, esperando leer al menos unos dos capítulos — o tal vez más — antes de dar por finalizado su día.
Pero no pudo.
Ciertamente frustrada, revisó nuevamente su teléfono, para ver si por obra del destino sus pequeños se habían acordado de ella al enviarle un mensaje. Y tal como lo supuso cuando les entregó sus propios teléfonos, estaba segura de que únicamente lo utilizarían para hablar entre ellos.
Más no era la falta de comunicación con sus niños lo que le frustraba.
Era la misma razón por la que, a pesar de disfrutar de su día junto a la Señora B, se distrajo considerables veces.
Y es que su mente no podía dejar de pensar en él.
Por más que se esforzaba, seguía teniendo el sentimiento... la necesidad de abandonar su casa e ir a buscarlo. De ignorar todas las advertencias del ministro, de Severus, del mundo mágico, acerca de que era un mago en extremo peligroso, simplemente para ofrecerle un lugar donde resguardarse... uno donde podría asegurarse que siguiera con vida.
Pero no podía.
Aunque quisiera, aunque lo deseara, tenía un rol que cumplir.
No podía arriesgar todo el avance de los papeleos de adopción de Raisel y del juicio de la custodia de Harry, por ir detrás de una persona que...
Las palabras de la Señora B seguían presentes en su cabeza, reconocía la razón que existía en ellas, más no iba a volverse egoísta, porque la elección protegería una vida, pero perjudicaría la de sus adorables niños.
No podía permitirse que ellos siguieran separados. No podía dejar que Raisel siguiera en un orfanato donde, a pesar de encontrarse Marie, no era el hogar que necesitaba. No podía dejar que Harry siguiera viviendo con esa desagradable familia, a pesar de aún mantener una ligera esperanza en que Petunia reaccionara sobre su aborrecible esposo, los Dursley no se merecían a su pequeño.
No podía, pero quería.
Y llegado el momento, sabía que ese sentimiento, los perjudicarían.
°•°(...)°•°
¿Había cambiado? Sí, pero seguía reconociendo sus rasgos.
Despertó por el picoteó en su ventana. Al dirigir su vista hacia el procedor del ruido, se encontró con un par de lechuzas. Suspirando, movió ligeramente su mano, abriendo con su magia la ventana, dejando pasar a las aves a su habitación.
— ¿Podrían dirigirse a la cocina, por favor? — les preguntó al verlas posarse en su cama — Allí encontrarán un plato con agua, denme unos minutos, y bajaré para darles de comer — les indicó, acercando despacio su mano, para ver si eran de aquellas ariscas lechuzas que no se dejaban acariciar.
Sonrió al ver que eran de las que apreciaban el tacto, al ver como estas se alejaron de su mano, comenzando a volar en dirección a su cocina, terminó por despabilarse.
Saliendo de su cama, se acercó a su ropero. Buscando entre ellos su monedero, sacó un par de knuts para la lechuza enviada por el profeta. A su par, tomó una de sus batas y su varita, utilizando esta última para sujetarse su desordenado cabello.
Bajó las escaleras mientras que se ponía su bata, encontrándose con ambas lechuzas tomando agua en el tazón que siempre tenía por sus visitas. Con una sonrisa, sacó del estante la caja donde guardaba la comida de estas aves.
— Disfruten — murmuró, para luego comenzar a prepararse una taza de chocolate.
Teniéndola ya lista, se sentó en su isla, justo delante de las cartas que las lechuzas habían traído.
Rápidamente reconoció la insignia de Hogwarts, al igual que el diario el profeta. No dudó en primero abrir la del castillo, después de todo, debía de leer las indicaciones que le darían en este nuevo año escolar. Además, también debía revisar la copia de los materiales que sus pequeños niños necesitarían ese año.
— ¿El monstruoso libros de los monstruos? — frunció su ceño al leer el nombre — ¿No es ese el libro que Hagrid...? — sonrió para sí misma, cayendo en cuenta lo que eso quería decir.
Levantó su vista de la carta al escuchar un ulular. Observó a la lechuza que, por su apariencia, claramente se trataba del que enviaba El Profeta. Asintiendo para sí misma, sacó los 5 knuts que traía consigo, depositándola en el pequeño morral que traía el ave en su pata.
— Muchas gracias — mencionó, antes de observarla volar hacia su ventana — Oh, cierto — murmuró, parándose para sacer un pequeño aperitivo — Este es para ti, gracias por la carta — indicó, otorgándole el pequeño dulce de aves a la lechuza de Hogwarts.
Esta misma ululó en agradecimiento, ingiriendo el pequeño bocado antes de, al igual que la anterior ave, salir volando por la ventana.
Entonces, fue cuando al sentarse en su mismo lugar, tomando un poco de su chocolatada antes de abrir el periódico del profeta, que lo vio.
¿Había cambiado? Sí, pero eso no evitaba que reconociera sus rasgos.
Su latidos se aceleraron por un segundo, su piel se erizó al sentir un aire frío entrar por su ventana, o eso creyó ella.
Sí, lo había visto en sus ilegales visitas, pero estas mismas siempre se daban cuando la luna estaba presente. Con una oscuridad que se agraviaba entre las paredes de la prisión, era imposible ver con calidad su persona. Sus ojos eran capaces de reconocer su silueta, y sus oídos de escuchar su ronca voz, pero nada más. Incluso, el apreciable color de sus ojos, en su memoria, se distorsionó.
Más ahora, lo tenía frente a ella.
Para quienes no lo conocieron, su primera impresión era el de un ser despiadado, perdido en la locura por las risas que aparentemente daba. Su pálida piel que, estaba segura, algunos habrán pensado que se trataría de algún vampiro. Y sus ojos... completamente ensombrecidos, y a pesar de ser la única parte viva de la imagen, escaso de brillo.
Pero para quienes lo conocieron... Para quien seguía creyendo en su inocencia, su corazón se congestionada por ver la clara desesperación en sus acciones.
¿Era de verdad que estaba cegada? ¿O las personas eran tan prejuiciosas al no reconocer el dolor en sus ojos? ¿Al no ser capaces de ver su lucha interna por escapar de un destino que no merecía? ¿Sus antiguos compañeros no habrán pensado que la falta de color en su piel se debía al encierro entre paredes que no recibían rayo de sol alguno? ¿O se habrán olvidado del verdadero tono que él poseía?
Su mano se acercó al papel por instinto, acariciando el periódico, pensó en la última vez que estuvo con él, cuando estaba su memoria sin nudos ni amarres... Su corazón se detuvo, porque por un momento, sintió como la mirada de quien fue fotografiado se posó en ella. Dejando de reír, quedándose hipnotizado, e incluso guiñando un ojo...
Salió de su ensoñación cuando una gota manchó el periódico, sacudió su cabeza, recuperando la conciencia y viendo nuevamente como la fotografía en ningún momento habría cambiado su constante repetición, porque incluso dentro del encierro, no era capaz de mantener su coqueta personalidad, convirtiendo aún más la foto en un ser trastornado, porque pasar de las risas histéricas a un guiño, no era de personas estables...
— Idiota — expresó, pero no supo exactamente a quién dirigía tal insulto.
¿Quizás a él? ¿O así misma?
— Siempre has de llamar la atención, ¿no es así? — soltó con nostalgia — Todo un rey... — negó ligeramente — ... una reina del drama — se corrigió con una pequeña sonrisa.
Y lo era.
Porque a la lejanía de donde se encontraba la única persona que seguía trabajando en obtener un real juicio, la misma que no se rendía al buscar las pruebas necesarias para reabrir su caso, el prófugo celebraba con gritos sin medirse, gastando las energías que le quedaban, porque fue capaz de ubicarse y reconocer el camino que debía tomar para cumplir con su objetivo.
Saltando, ignorando por completo el montar un escándalo, el cual levantaría a ciertos muggles que prontamente llamarían a las autoridades, el prófugo disfrutaba de su acto. Sin saber que nuevamente aparecería en el periódico mágico, inquietando la paz de su leal defensora.
°•°(...)°•°
La semana estaba por llegar a su fin. Adhara, el mismo día en que recibió la carta de Hogwarts, comenzó con los transmites del permiso para llevar a sus dos pequeños a comprar los materiales que, a la vista de los muggles, eran necesarios para el sofisticado internado donde solo asistían estudiantes procedentes de familias conocidas y, escasamente, daba la oportunidad de acceder a quienes cumplían con todos los méritos que tal centro educativo pedía.
De cierta forma, el mantener que por herencia familiar tenían la oportunidad de asistir a tal institución permitió que legalmente, y sin huecos para una apelación, fueran capaces de asistir a Hogwarts. Sobre todo, de obtener mayor acceso a tenerlos bajo su cuidado cuando los días cercanos al reingreso escolar se daban, porque era ella quien cubría los gastos de los materiales, tanto escolares como extraescolares, que sus niños necesitaban.
Sonriendo al obtener el permiso para recogerlos el día siguiente y tenerlos con ella durante dos días, puesto que se quedarían a dormir tras las compras y de ahí, lamentablemente, debería de dejarlos en los respectivos hogares de quienes compartía su custodia, no fue capaz de evitar brindarle un gran abrazo a la amiga que consiguió durante el primer juicio que se llevó a cabo, la misma que le brindó la información que necesitaba para que el caso de la custodia de sus pequeños no se cerrara y que ella fuera capaz de seguir luchando por los mellizos.
Y es que la Jueza del primer juicio se había dado cuenta del amor que la pequeña familia de tres se tenía entre ellos, y estaba realmente insatisfecha por cómo finalizó el caso. Puesto que, para ella, lo mejor para esos pequeños era quedarse con quienes los crío espléndidamente, pero a pesar de ser quien tomaba la decisión final, esta misma siempre se vería influenciada por lo que el público y sus colegas indicaban.
— ¿Marie? — cuestionó con una sonrisa.
— Hola Adha — se escuchó desde el teléfono — ¿Cómo has estado? ¿Te dieron vía libre? — preguntó sinceramente interesada.
— Todo está más que bien, la verdad — indicó sonriendo, mientras comenzaba a jugar con el cordón del teléfono — Me dieron permiso para recogerlos mañana y que pasen la noche conmigo.
— ¿De verdad? ¡Me alegro mucho, Adha! — la pelinegra río ligeramente — Entonces mañana te veré por aquí, ¿cierto?
— Así es, pero no le digas nada a Raisel, será una sorpresa para ambos — le pidió.
— Cuenta conmigo, Adha — aceptó — ¿y qué tal? Aparte de los transmites, ¿cómo has estado?
— Todo bien, la verdad, tuve esta salida con la Señora B. y bueno, de ahí entre cosas del trabajo y...
— Leyendo, ¿cierto? — completó por la pelinegra, quién lo afirmó en un tarareo.
— ¿Y tu Marie? ¿Cómo has estado? ¿Los niños no te han estado dando más jaquecas de lo que algunas vez yo te provoqué? — cuestionó con diversión.
— Agh, ni con mil de ellos serán capaces de superar las molestias que tu existencia me causaba — indicó con gracia.
— Me siento completamente ofendida, querida — dramatizó — Te brindé más risas que enojos, es claro que la edad te está afectando...
— ¡Adhara! — se quejó al oír sus risas — Oh, eres una completa idiota.
— Yo sé que me amas, Marie — señaló divertida — De la misma forma que yo lo hago.
Un silencio se hizo presente desde la otra línea, Adhara frunció su ceño al pasar los segundos, alejándose del teléfono ligeramente para luego observar si, dentro de la cabina algo iba mal.
— ¿Marie? — llamó con duda.
— Estoy aquí, lo siento — murmuró — Es solo que una de las hermanas entró, al parecer siguen preocupadas por ese prófugo...
Y esta vez, fue Marie quien miró el teléfono con duda, al sólo obtener silencio desde la otra línea, y cuando estuvo a punto de llamarla...
— ¿Por qué estarían preocupadas? ¿A caso lo han visto cerca o...? — la preocupación estuvo latente en su voz.
— Tal parece que se le vio rondando por un pueblo cercano — respondió Marie — Pero no te preocupes Adha, no le pasará nada a los niños, incluida Raisel. Hemos tomado la decisión de retrasar las salidas semanales por lo menos hasta que se le aviste en otro lugar por precaución. Y a pesar de sus quejas, ya lo han aceptado — informó, más acordándose de cierto detalle, procedió a agregar: — Y sé muy bien que Raisel tiene cierto desdén por las reglas, así que tenemos un ojo puesto en ella.
— De quién habrá sacado ese desdén... — murmuró divertida, sacando risas de Marie.
— Seguramente de quien los ha criado, ¿no lo crees? — Adhara río.
— Gracias Marie, por todo — al otro lado de la línea, la nombrada ligeramente sonrío.
— Para eso estamos, Adha, para eso son las amigas — murmuró.
— Te aprecio y valoro mucho, Marie. Estamos hablando, nos vemos mañana, querida — se despidió.
— Nos vemos mañana, Adha — Adhara sonrió antes de colgar el teléfono en su respectivo lugar.
Saliendo de la cabina telefónica, se subió a su carro, prendiéndolo para luego tomar marcha a su casa. Y aunque la música que se reproducía por la radio se trataba de una de sus favoritas, no pudo disfrutarla ni cantarla como lo hacía cuando sonaba.
Exclusivamente se cuestionaba qué hacía Sirius en un pueblo cercano al orfanato. Esperaba, ella deseaba, que no estuviera en búsqueda de Raisel.
La pequeña pelirroja había permanecido fuera del ojo público durante todos estos años. No era siquiera conocida como la melliza del gran salvador del mundo mágico, y lo mejor era que se quedara de esa forma. Tal como lo había conversado con Cornelius en su momento, Raisel debía quedar en el anonimato para la comunidad mágica, cómo precaución debido al don Memoriuntac que poseía.
Adhara no podía arriesgarse.
Si bien, varios de los caza recompensas perecieron durante la guerra mágica, la gran mayoría porque ella se encargó que ello sucediera, existía la posibilidad que quedaran sobrevivientes... Descendientes o aprendices de quienes la persiguieron desde que descubrieron a sus padres y mentora.
Además, había seguidores de Voldemort sueltos.
Adhara sabía que ciertos mortífagos tenían conocimientos de las Memoriuntac gracias a Tom, porque tuvo enfrentamientos con aquellos que tenían de misión capturarla. Llevarla frente a su señor para aprovechar de aquellos dones que poseía.
Y no, su preocupación no se trataba de que el peligroso Black fuera detrás de Raisel para tomarla en posesión y utilizarla para revivir a su señor.
No, ella temía lo que pasaría si es que Sirius fuera a visitar a su ahijada, deseando ver qué tanto había crecido, porque si algún muggle se diera cuenta del prófugo, los periodistas del mundo mágico se darían cuenta que el orfanato contaba con protecciones mágicas y comenzarían a preguntar por qué existían protecciones tan poderosas rodeando un orfanato muggle.
— Por favor, — no sabía a quién pedía, pero tal vez tendría la suerte de que alguien le escuchara — que no esté buscando a Raisel — pidió.
°•°(...)°•°
Tal parece que necesitaba una semana de lidiar constantemente con sus pensamientos, concejos, transmites, trabajo y charlas para que su mente estuviera lo suficientemente atareada que decidiera darle esa tranquilidad que necesitaba para leer sin quedarse trabada en una sola oración.
Los años pasarían, pero ella seguiría perdidamente enamorada de la lectura, de experimentar aventuras sin la necesidad de salir de su habitación, de sentir amor por personas sin la necesidad de ser reales, de ver la vida de otras personas sin la necesidad de observarlas en una pantalla. Por que allí, sentada en su balcón mientras daba la vueltas a las páginas, su cabeza dejaba de ver las letras, sino que tenía presente todas y cada una de las escenas que se narraban de una forma extraordinaria.
Y tan encismada en la lectura se hallaba, que cuando encontró una página en blanco y los agradecimientos la asaltaron, no podía creer que el libro había culminado.
Giró la página unas tres veces, con la expectativa de que las letras aparecieran para seguir con la historia, más tal acción causó que comprendiera que esa aventura culminó.
Cerró el libro, no sin antes haber leído los agradecimientos y futuros libros que el autor tenía planeado escribir, para que su magia lo llevara hacia su estante, porque el cansancio se hizo presente en su cuerpo, exigiéndole descansar y, tal vez, soñar con la lectura terminada.
Sus sentidos se fueron desvaneciendo, perdiéndose en la agradable oscuridad, escuchando las hojas chocarse entre sí debido al viento que corría durante la entrada noche, comenzó a perderse en la inconsciencia. Su respiración se ralentizaba, y su cuerpo se destensó por completo, llenándola de una envidiable tranquilidad...
BOOM
Sobresaltada, su varita voló con rapidez a su mano.
Ring. Ring. Ring.
Confundida, se paró de su cama, agarrando el teléfono de su mesa de noche. Aún sin atender, bajó saltando las escaleras para acercarse a su puerta, de donde provino el sonoro golpe que culminó su descanso.
Su ceño se frunció al ver el número agendado. Y su preocupación se amplió cuando, tras observar quien se encontraba fuera de su casa por la mirilla, lo reconoció
Contestó al mismo tiempo que abría la puerta de su casa, convocando un hechizo protector por si se trataba de un robo de identidad.
— Adhara... Lo siento... Adha... — Marie se hallaba desesperada.
— No lo encontramos — Cornelius tartamudeó ligeramente.
Su corazón se detuvo.
— Raisel no está — creyó oír un sollozo.
— Harry ha escapado de los Durleys — creyó ver el terror en sus ojos.
Creyó estar en una pesadilla, porque en ese momento...
— ¿Adha? ¡Adha!
... su visión se oscureció.
°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°
8 526 palabras.
¿Cornelius y Adha? ¿Qué piensan de esta amistad?
¿Los concejos de la Señora B? Yep, la soltería de Adha tiene nombre y apellido.
¿Cómo que Harry y Raisel no están? ¡Esos niños causarán un paro cardiaco a Adha!
Informarles que mi desapareción se debió a que el USB donde guardaba esta — y demás historias — desapareció. Yep, este mes estuvo en una constante búsqueda de la memoria donde tenía ya varios capítulos terminados y, tras mil lloraderas, no he sido capaz de encontrarlo. Por ello, he tenido que reescribir este y algunos otros capítulos más que puede ser publique como regalo de navidad y siendo también mi disculpa por el hiatus <3
¡Feliz navidad! ¡Espero que tengan unas hermosas fiestas! Estoy publicando justo este capítulo en noche buena/navidad para que se distraigan un poco durante las que, podrían ser, unas cenas familiares no tan familiares.
Por cierto, ¿qué opinan del capítulo?
Al igual con el principio de BT, aún no tendremos mucha interacción entre Adha y Sirius porque, como han de notar, no tendria sentido. Es por ello que estamos siguiendo más que nada la perspectiva de Adha en estos primeros capítulos.
¿Les parece bien? ¿Les está gustando?
Saben que todas sus opiniones siempre son bien recibidas y tomadas en cuenta para la escritura de este capítulo, así que no teman en comentar lo que quieran, aquí jamás jusgaremos a nadie <3
Eso sí, siempre siendo respetuosos entre todos uu.
En fin, espero de todo corazón que disfruten muchísimo de esta noche buena. Les deseo lo mejor de lo mejor durante estas festividades, porque realmente se lo merecen. Recuerden que son unas maravillas de personas, y que siempre han de tenerme para lo que necesiten <3.
Los quiere y ama,
Una Slytherin,
no tan Slyhterin.
Psdt: No prometo nada, pero si es posible, y si gustan, puede que haga un live durante la amanecida de este 25 para, entre otras cosas relacionadas con la historia, jugar o chismear de lo que gusten <3.
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