5 - Criaturas mágicas
Los ojos le pesaban, el cuerpo le dolía y se sentía realmente cansada, pero allí estaba bajando dos pisos por esas oscuras escaleras, escoltada por los dos guardias que cuidan la puerta de su celda. Cuando llegaron al final de la escalera continuaron por un pasillo apenes iluminado por velas que se encontraban a unos diez pasos unas de otras. Por lo largo de aquel pasillo Luna pudo ver tres puertas, bastante distanciadas una de otra, y al final del pasillo se detuvieron frente a una enorme puerta de dos hojas.
Uno de los guardias golpeó la puerta y esperaron. Unos segundos después la puerta se abrió y ante ellos vieron a una joven de piel tersa y blanca, cabello negro que caía como una cascada por su espalda y ojos negros que les lanzaron una mirada que a cualquiera le helaría la sangre.
—¿Por qué tardaron tanto? —murmuró la mujer en un tono igual de frio que su mirada.
—Lo sentimos señora, pero la muchacha está muy débil —contestó uno de los guardias mientras la mujer se alejaba de la puerta para permitirles el paso.
Los guardias entraron a la habitación sin soltar los brazos de la rubia. Aquel lugar era igual de lúgubre que todo lo que Luna había visto hasta el momento en aquella casa. Las ventanas estaban todas cubiertas con pesadas cortinas, la chimenea y unas cuantas lámparas, dispersas por la habitación, eran todo lo que iluminaba el lugar. Una de las paredes estaba repleta de libros y en las otras se podían ver algunos cuadros con escenas oscuras y sangrientas y también podían verse las cabezas disecadas de algunos animales decorando el lugar. El mobiliario consistía en un enorme escritorio, algunas sillas muy elaboradas, un juego de sillones, una mesita ratona y algunos otros objetos de decoración como un globo terráqueo y algunas mesitas.
Sentado detrás del escritorio estaba Arthur De Quincy, de cabello negro bien peinado hacia atrás, mirada seria y una expresión que revelaba lo molesto que estaba y de pie a su lado estaba Roknah, un brujo, el mismo que Luna había visto la noche que llego a aquel lugar, el de manos como garras.
—¡¿Qué te hace pensar que me importa?! —acotó la mujer acercándose a la silla que estaba frente al escritorio—... atenla aquí —concluyó señalando la silla y luego se sentó sobre el escritorio a un lado de De Quincy.
Los guardias sentaron a la rubia en aquella silla y se dispusieron a atarla.
—¿En verdad creen que es necesario? A penas pude bajar las escaleras ¿creen que podría escapar? —dijo Luna con muy pocas ganas centrando sus grises y ojerosos ojos en los dos hombres que la miraban del otro lado les escritorio.
—Claro que sí, jamás hay que confiar en los humanos —susurró De Quincy—... apresúrense y traigan las jaulas y cajas que hay en la otra habitación.
Los guardias ataron la cintura de Luna al respaldo y las piernas a las patas de la silla y sin decir nada ambos hombres salieron de la habitación.
—Así que esta es la poseedora de esa deliciosa sangre mágica, en verdad no parece muy especial —susurró la muchacha de cabello negro mientras se relamía los labios.
—Si Rosalin ella es la poseedora de esa deliciosa y adictiva sangre —respondió en un tono bastante molesto el brujo antes de centrar sus ojos en De Quincy—... la cual, vuelvo a recomendar, nadie más debe probar.
—Tú no le dirás al amo Arthur que hacer —soltó la muchacha mostrando sus afilados colmillos—, el amo puede tener los subyugados que desee.
—Eres una estúpida todavía no comprendes que la necesitamos, tú eres la que ha hecho que le saquen demasiada sangre y este así —retrucó Roknah con una mirada furiosa mientras en sus garras comenzaba a aparecer una bruma verde, que a Luna se le hizo muy amenazante.
—Basta, los dos —vociferó repentinamente De Quincy poniéndose de pie y mirando serio primero al brujo y luego a la muchacha—... no quiero que le saquen una gota más de sangre hasta que yo lo diga... ¿entiendes Rosalin? No estoy de humor para lidiar contigo y los nefilims.
La muchacha bufó y con pocas ganas asintió, justo en ese momento escucharon unas ruedas rechinando y todos centraron su atención en los guardias que volvían a entrar en la habitación, ahora empujando cada uno una carretilla cargada de cosas, cubiertas con una oscura tela. Los hombres dejan las carretillas cerca de los sillones y se retiran cerrando las puertas.
El brujo se acerca a las carretillas y quita ambas telas, dejando ver dos pilas de cajas y jaulas, con lo que parecían criaturas mágicas. Luna no pudo ocultar su expresión de sorpresa al ver aquello y una enorme sonrisa apareció en el rostro del brujo.
—¿Conoces a estas criaturas? ¿Sabes que son, no? —preguntó Roknah y espero, pero como parecía que la rubia no estaba dispuesta a responder continuó. Tomó una jaula donde había cinco duendecillos de Cornwall y se acercó a Luna—... estas cositas son de lo más molesto que he visto, ¿pero sabes que es lo más curioso?... tardan mucho en morir ¿quieres ver? —agregó apoyando su mano sobre la puertecilla de la jaula.
—No les hagas nada... ¿Qué quieres saber? —dijo la rubia bajando un momento la mirada, lo que provocó una sonrisa maliciosa en el resto de los presentes.
—¿Qué son? —volvió a preguntar el brujo.
—Duendecillos de Cornwall, no son peligrosos solo les gusta molestar, hacer bromas...
—¿Qué es esta cosa? Casi desangró a uno de mis hombres y lastimo a otro —interrumpió De Quincy acercándole a la rubia una jaula que contenía, lo que parecía, un mono con escamas, bastante molesto.
—Creo que eso es un Kappa, un demonio japonés, se alimenta de sangre humana, puedes debilitarlo si vuelcas el agua del hueco de su cabeza.
—¿Cómo es posible que eso sea un demonio? —preguntó Rosalin acercándose a la criatura que no dejaba de sacudir los barrotes de su angosta jaula.
—Vienen de otro mundo, sus demonios son diferentes a los nuestros...
—Necesita agua —interrumpió Luna ganándose la mirada de los presentes—, vive la mayor parte del tiempo en el agua.
—¿Sabes mucho de estas criaturas? —preguntó Roknah, dejando la jaula de duendecillos en el piso.
—Bastante...
—Arthur ¿podríamos hacer que revise esas criaturas que no lucen muy bien?
—Bien —respondió De Quincy después de dudar un momento—... tú te encargaras de todo y más vale que la vigiles bien, recuerda que la necesitamos.
De Quincy dejo la habitación seguido por Rosalin, mientras el brujo comenzaba a desatar a la rubia. Cuando los guardias se asomaron a la puerta vieron a Roknah ayudando a la muchacha.
—Yo me ocupare de ella, devuelvan todo eso a donde estaba —ordenó señalando con la cabeza las carretillas y las jaulas en el piso, mientras sujetaba con fuerza el brazo de Luna y comenzaba a caminar.
El camino por aquel largo pasillo fue silencioso. Luna sentía la presión en su brazo, y las ideas se enredaban en su cabeza. Sabía que esos "hombres" tramaban algo con ella, pero ¿Por qué querrían a todas esas criaturas mágicas? Pero cuando llegaron a las escaleras la voz del brujo la sacó de sus pensamientos.
—Espero que entiendas una cosa... hice esto para que puedas recuperarte un poco, porque si Rosalin sigue así pronto estarás muerta —Luna respondió con un simple "aja" y Roknah siguió hablando—... necesito tu ayuda con esas criaturas, seré bueno contigo pero si intentas algo yo mismo te romperé las piernas.
Los oscuros ojos del brujo le confirmaron que hablaba en serio. Luna asintió y continuaron subiendo las escaleras en silencio.
.........
Aquel lugar estaba repleto de libros, pero el pelinegro estaba centrado en los que se encontraban en aquellas enormes cajas de madera. Acaba de hacer una lista de todos ellos y eran casi sesenta títulos, todos diferentes, pero eso no era lo único que llamaba la atención del mago, sino que la mayoría de esos títulos eran más que difíciles de conseguir, y al menos el sesenta por ciento estaban prohibidos.
Estaba volviendo a guardar los enormes libros en sus cajas cuando escuchó la puerta abrirse. Levantó la mirada y se encontró con un Magnus, vestido de verde botella, acercándose a él.
—Theo, ¿ya terminaste con eso?
—Sí, hay cincuentainueve libros, treinta provienen de Hogwarts, el resto de la biblioteca del ministerio de magia, todos muy difíciles de conseguir y treintaidós son libros prohibidos —comentó Theo sin dejar de acomodar los libros en las cajas.
—Interesante... prohibido, ¿has leído alguno de ellos? —preguntó como si nada el brujo tomando la lista que Theo acababa de hacer, y comenzando a leer los títulos.
—Sí, debo de haber leído a menos veinte de todos estos.
—Veinte... ¿y cuantos prohibidos? —agregó Magnus con una sonrisa maliciosa.
—¿Importa? —preguntó el pelinegro centrando sus azules ojos en el brujo, quien levanto los hombros en gesto de que en verdad no importaba—... quince.
—Sorprendente eso significa que el setentaicinco por ciento de lo que lees no está permitido en tu mundo...
—Eso solo significa que mi padre es un mago oscuro y que hay mucha literatura prohibida en mi casa, pero no leo solamente eso —respondió Theo con una expresión seria— ¿Qué quieres Magnus? ¿Averiguaron algo?
—En verdad no, pero Gabriel acaba de llegar y en menos de cinco minutos comenzó a discutir con Will.
—¿Qué ocurre con esos dos? Llevamos aquí un día y ya han discutido al menos cinco veces.
—Tiene una historia un tanto complicada que implica a las hermanas de ambos —comentó Magnus como si nada...
Repentinamente la puerta se abrió y por ella entró una agita y sobresaltada Cecily.
—Magnus tienes que venir pronto... es Gideon —dijo la muchacha muy rápido, y antes de que el brujo pudiera decir cualquier cosa, esta lo había tomado de la mano y lo estaba llevando hacia la enfermería.
Theo no dijo nada, pero sin dudarlo salió detrás de ellos. En unos pocos minutos entraron en la enfermería. Había varias camas en el lugar, pero solo una estaba ocupada. Una joven de cabello castaño sujetaba la mano del joven rubio tendido en la cama mientras Gabriel revisaba la herida. Magnus se soltó del agarre de Cecily y se acercó a la cama.
—¿Qué sucedió? —preguntó centrándose en Gabriel.
—La runa no funciona, herida no cierra y no deja de sangrar...
—Una serpiente lo pico, Cyril la mató, pero Gideon se desmayó y comenzó a levantar fiebre —dijo muy rápido la muchacha castaña interrumpiendo a Gabriel.
—Sophie ¿Qué tipo de serpiente? —agregó Magnus quitando a Gabriel de su camino y revisando la ensangrentada pierna de Gideon.
—Cyril la tiene —dijo la muchacha corriendo hacia la entrada. Magnus limpió la sangre y noto que había tres mordidas...
—La runa debería funcionar... ¿Cuántas veces lo mordió? —dijo Magnus mientras comenzaba a hacer un torniquete en la pierna.
Theo se acercó y aquellas mordidas se le hicieron familiares. Sin dudarlo comenzó a hacer presión alrededor de una de las mordidas y al instante comenzó a supurar un líquido negro junto a la sangre. En ese momento Sophie volvió a entrar trayendo un fresco con ella.
—Esto lo mordió —dijo la joven mostrándoles el frasco que en su interior tenía una serpiente de tres cabezas, de un color naranja brillante con franjas negras.
—Rayos —vociferó Theo llamando la atención de los presentes—, me lo temía... Magnus haz presión en las heridas hasta que no salga líquido negro —sin esperar respuesta se acercó a una mesada donde descansaban todo tipo de elementos, tomó un balde y apuntándolo con su varita murmuro —, aguamenti —y un chorro de agua comenzó a salir de la punta de la varita. Tomó unas vendas y las echó dentro el balde, luego agarro un bisturí y el balde, y volvió a la cama—. Mójenlo, hay que bajarle la fiebre —ordenó dándole el balde a Gabriel y volvió a acercarse a la herida.
—¿Qué rayos es eso y que le pasa a mi hermano? —preguntó Gabriel mientras Sophie sacaba una venda del balde y la retorcía.
—Eso es una Runespoor... y si no nos apuramos tu hermano se muere...
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