3 - Nefilims
El carruaje se acercaba a su destino. Magnus se pasó casi todo el viaje hablándole de la importancia de estar a la moda y de porque no debía vestir siempre de negro, por lo que Theo realmente agradecía que estuvieran llegando. Por la ventanilla podía ver aquel enorme y hermoso edificio, fácilmente podía decir que era una iglesia, pero según Magnus, aquel era el instituto hogar de los nefilims. Por lo poco que el brujo le había contado sabía que los "Nefilims" eran una especie de cazadores de demonios.
—Bien, si tenemos suerte Will y Tessa estarán aquí —murmuró Magnus cuando el carruaje comenzó a detenerse.
—¿Amigos tuyos? —preguntó Theo solo para seguirle la conversación al hombre, pero en verdad no le interesaba demasiado.
—Puede decirse que sí, los ayude hace un tiempo... espero que no lo hayan olvidado —agregó Magnus con una sonrisa de lado antes de bajar del carruaje.
Theo siguió a aquel hombre, que hoy vestía de un llamativo azul, sin decir nada mientras observaba con detenimiento todo a su alrededor, noto que el lugar en verdad parecía desierto. Subieron las escaleras, llamaron en aquella enorme puerta y solo esperaron a que los atiendan.
—Mantente cerca, este lugar es enorme y no todos sus habitantes son agradables, hay quienes tienen serios problemas con los brujos —murmuró Magnus.
—¿Son peligrosos?
—Viven deshaciéndose de los demonios y la mayoría desprecia a los que no son de su "clase"... podemos decir que sí son peligrosos —agregó el brujo sin levantar su tono y sin perder de vista la puerta.
—Suena a "sangre pura" llevo toda mi vida lidiando con ellos y te aseguro que puedo ser igual de peligroso —afirmó Theo sin cambiar su expresión seria.
—Me gusta ese tono... es posible que le caigas bien a alguien aquí —murmuró el brujo y dibujó una sonrisa en su rostro al ver que la enorme puerta se abría.
—¡Magnus! —dijo algo sorprendida una joven que rondaba los 17 o 18 años, de cabello castaño, ojos grises y bastante atractiva—... ¿Qué haces aquí?
—Tessa, hermosa como siempre —saludó el brujo sujetando la mano de la joven y dejando un beso en el dorso de la misma.
—Tu siempre tan halagador y elegante —dijo con una sonrisa la joven antes de centrar sus grises ojos en el joven vestido de negro, al lado del brujo.
—Ahh él es Theodore Nott... Theo te presento a Theresa Gray —dijo Magnus haciendo algunas señas con las manos indicando primero al pelinegro y luego a la castaña.
—Un placer —saludó el pelinegro imitando a Magnus y besando también la mano de la muchacha, quien dibujo una gran sonrisa en su rostro.
—Podría decir que Theo es bastante parecido a nosotros —agregó el brujo antes de que Tessa o Theo pudieran decir cualquier cosa— y... por él estamos aquí... necesitamos algo de ayuda de los nefilims.
—Eso es raro en ti, por lo general somos nosotros quienes solicitamos tu ayuda... bien, vengan conmigo, tendrán que esperar un rato —dijo la castaña después de hacerlos pasar y sin muchas explicaciones más los guio hasta una elegante sala.
—¿Puedo preguntar dónde están los nefilims? —indagó Magnus antes de sentarse en uno de los sillones.
—Hemos estado bastante ocupados, imagino que debes de saber porque —comentó la castaña señalando los sillones para que ambos hombres se sentaran...
—En verdad tú sabes que trato de mantenerme alejado de las actividades de los nefilims.
—Magnus, por favor tú debes saber...
—Tessa —se escuchó una voz de mujer y un instante después apareció por la puerta de la sala una jovencita muy atractiva de cabello negro y ojos azules—, necesitamos ayuda en el san... —la muchacha no termino sus palabras al ver a Magnus y Theo.
—¿Qué sucede? —se apresuró a preguntar Tessa.
—Te necesitamos —dijo finalmente la pelinegra—. Hola Magnus —saludó con una rápida sonrisa antes de volver a mirar a Tessa y hacerle una seña para que se apurara.
—¿Podemos ayudar? —preguntó como si nada el brujo, ambas jóvenes se miraron y finalmente asintieron.
Theo y Magnus salieron de la sala detrás de las dos muchachas, que caminaban con bastante prisa. Por el pasillo el pelinegro pudo ver varias puertas, todas cerradas, algunas marcas en las paredes y muchos tapices y cuadros, en los que parecía que siempre se repetían los mismos personajes y objetos, un hombre, un ángel, una espada y una copa.
—Hace casi un mes que están apareciendo unas extrañas criaturas y hay algunas que son especialmente difíciles de controlar —comentó la castaña mientras se adentraban en otro pasillo, aunque este era mucho más oscuro que el anterior.
Los ojos de Theo se centraron en lo que parecía una enorme puerta al final del pasillo. De repente se escuchó un fuerte sonido, como si algo acabara de romperse e inmediatamente los cuatro corrieron el tramo que les faltaba hasta aquella puerta, la cual fue abierta inmediatamente por las dos muchachas.
El interior de aquel lugar era un completo desastre, había cosas tiradas por doquier un hombre flotando y otros dos cubriéndose tras una mesa, de los ataques de aquellas criaturas de unos veinte centímetros de altura y de color azul eléctrico, con rostros afilados y voces muy agudas, que les arrojaban cuchillos y todo tipo de cosas y también eran los que mantenían en el aire al otro joven. Theo reconoció a aquellas criaturas al instante y sin dudarlo un momento sacó su varita, apuntó a una de las criaturas y disparó un rayo azul que rápidamente golpeó a una de las criaturas y se extendió golpeando a todas las demás, congelándolas en el aire. El pelinegro que flotaba cayó al piso y los dos jóvenes que se escondían tras la mesa salieron con algo de precaución mirando sorprendidos a las criaturas que ahora flotaban sin poder moverse.
—¿Están todos bien? —preguntó Theo dando un vistazo general al lugar.
—¿Qué rayos son esas cosas? —exclamó el pelinegro mientras se ponía de pie sobándose la cabeza.
—¿Cómo hiciste eso?... ¿Quién eres? —preguntó casi al mismo tiempo que el pelinegro, el muchacho castaño de ojos verdes que había estado atajándose de la lluvia de objetos detrás de la mesa y ahora se acercaba peligrosamente al mago.
—Son duendecillos de Cornwall, por lo general no son peligrosos, solo les gusta hacer bromas y subir a las personas a lugares altos de donde les sea difícil bajar —comentó Theo como si nada acercándose a una enorme caja de madera, al ver que esta estaba vacía volvió a apuntar a los duendecillos y estos comenzaron a flotar hacia la caja. En unos instantes la caja estuvo repleta y con otro movimiento de su varita la tapa de la caja se ubicó en su lugar—. Bien clavamos la tapa o ponemos algo pesado encima, porque en cuanto el hechizo se termine volverán a salir —agregó el slytherin volteando hacia donde estaban todos y se encontró con un montón de miradas entre sorprendidas y curiosas.
—Mis amigos cazadores, les presento a Theodore Nott —dijo Magnus cortando el silencio que se había instalado en el lugar.
—Cyril ocúpate de la caja y no toques nada más, tenemos que hablar con el señor Nott —comentó el pelinegro acercándose a Theo, en ese momento notaron que sus ojos eran de un azul poco común y prácticamente idéntico...
...........
El cielo se veía completamente gris desde aquella pequeña ventana con barrotes. Un suspiro se escapó de los pálidos labios de la rubia y volvió a centrar sus ojos en sus brazos, los cuales ya casi no reconocía como suyos, pues estaban cubiertos de moretones y marcas de cortes y agujas. Volvió a bajar las mangas de su vestido y por milésima vez recorrió con la mirada aquella pequeña habitación, buscando algo, lo que fuera que pudiera ayudarla a escapar.
Se puso de pie y lentamente caminó los cinco pasos que la separaban de la puerta, se sentó en el piso y apoyo la oreja sobre la puerta, tratando de ver si lograba escuchar algo. Sabía que su habitación estaba vigilada y sus guardias solían hablar de muchas cosas, gracias a ellos sabía que había más prisioneros, muchos de ellos criaturas extrañas, lo que le hacía pensar que probablemente eran criaturas mágicas.
Sus guardias hablaban nuevamente de sus vidas, por lo visto uno de ellos tenía problemas con el juego y al parecer ambos eran adictos a algo.
—¿Sabes qué? Roger me contó hace un rato en la cocina, que los nefilims se metieron en una de las bodegas y se llevaron unas cuantas cosas y... criaturas...
—El jefe va a estar más que molesto, espero no tener que estar aquí cuando vuelva y se entere.
—¿Crees que nos encuentren?
—Deja de ser pájaro de mal agüero y da gracias que tenemos un trabajo simple cuidando a esta niña...
Luna se puso de pie tratando de no hacer ruido y se acercó a la pequeña ventana.
—Nefilims —susurró volviendo a centrarse en el nublado y gris cielo. No era la primera vez que escuchaba esa palabra y sabía que fueran lo que fueran más de uno de sus guardias le temían a esos nefilims.
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